La gallina no era ciega
Una divertida sesión donde el gallo es el ciego
Ese que veis en el centro de la fotografía con una venda en los ojos soy yo, podéis llamarme Lucía que es el como, Lázara, mi mujer, llama a mi pene cuando alcanza su erección plena. La imagen que veis es del día de mi cumpleaños; desde siempre solemos regalarnos algo especial para celebrar cumpleaños, aniversarios, noches buenas y viejas, y sobre todo el día de los inocentes que podemos hacer caer cualquier día 28 del año; la habitación pertenece a un piso vacío que Lázara heredó de tía Alicia que llegó a centenaria; dicen que aquí mismo dirigió burdel que frecuentaban algunos peces gordos de la ciudad
Lázara me anunció por la mañana que esa noche cenaríamos allí y también que sacaríamos a pasear a Lucía, yo estaba seguro de que tramaba algo, y aunque ella fingió hasta entrada la tarde no acordarse de mi cumpleaños, mi imaginación volaba intentando penetrar su secreto.
Cenamos en lo que era la sala de estar del burdel, donde dicen, los clientes elegían, a veces aconsejados por tía Alicia, con que chica o chicas querían pasar a una las siete habitaciones que tenía aquel vetusto piso.
Lázara me sirvió el aperitivo, que consistió en unas exquisitas huevas de salmón sobre lecho de canónigos servido encima de su sexo, y champagne que dejaba caer desde su boca en cascada por todo su cuerpo hasta inundar el vello púbico de donde yo podía beber no sin tragar más de un pelo que hacía pasar por la garganta bebiendo más champagne.
-Ahora toca el postre, dijo de repente, y empezó a embadurnarse el ano con una mermelada de higo color marrón y de rodillas en una silla con los codos apoyados en la mesa me ordenó que la dejara limpia como salida de la ducha... -así, así que no quede nada, más adentro todavía hay un poco, haz las cosas bien.... al acabar de sus labios me escancio un delicioso Oporto.
-Qué sorpresa, cómo me ha gustado, gracias amor
-Ahora tengo una sorpresa para Lucía, pero tienes que hacer lo que yo te diga…
-En esas tres esquinas de la sala colocaré sendas sillas, Lucía, empezó explicar mirando directamente a mi pene y besando tiernamente el glande, en una de ellas estaré yo ofreciéndome para ser sodomizada. Y mirándome a mí: te vendaré los ojos y tendrás que encontrarme, no te será difícil sobre mi ano y mis nalgas verteré agua de rosas y el olfato deberá conducirte hacia la gruta, ten mucho cuidado porque si tropiezas con una silla, encenderé la luz y Lucía se irá a la cama sin cenar.
-Cuando llegues a mí debes tocarme sólo lo justo, hundir a Lucía en mi culo y cabalgar en silencio: atención está prohibido correrse, hasta que no tengas mi permiso.
-Ahora ve a la habitación del fondo del pasillo, espérame y cuida de Lucía, voy a prepararlo todo.
Al cabo de una media hora volvió a buscarme, me puso una venda en los ojos y me condujo hasta el centro de la habitación que estaba en absoluta oscuridad, antes de separarse de mí se metió a Lucía en la boca donde tenía un aguardiente que dejo a la pobre unos minutos insensible, pero erecta y orgullosa como nunca; me dijo que contara hasta cien despacio y que después empezara la búsqueda.
Me dirigí con mucho tiento hacía mi derecha y en seguida percibí un intenso aroma de rosas me acerqué hasta palpar las nalgas de Lázara
¡qué bien , a la primera pensé! y le introduje con cuidado a Lucía, que empezó a ir despacio adelante y atrás, escuché un leve gemido y la mano sabia de Lázara sacó a Lucía de la cueva, voy a cambiarme de silla, quédate en el centro cuenta hasta y cien búscame en una de las otras dos, así lo hice empezando ahora por el otro extremo donde el olor a rosas era de nuevo inconfundible, Lucía hizo su trabajo aguantando a duras penas la explosión que teníamos prohibida, Lázara nos paró a tiempo,
-Sólo queda una silla, dijo, vamos a probarla también, cuando creía que por fin iba a dar luz verde a la pobre Lucía, ordenó:
-Vuelve al centro de la sala y cuando te diga te quitas la venta mirando hacia la silla del medio y no te vuelvas sin mi permiso, ¡ya!
Vi una mujer con el culo en pompa, dos, tres: una en cada silla.
-No te vuelvas aún, escuché tajante la voz de Lázara a mi espalda
-Que suene la orquesta ordenó: y las tres mujeres se giraron y empezaron a masturbarse mirando a Lucía,
-y tú no te muevas
-Ahora puedes girarte, vi a Lázara cabalgando sobre un hombre que le hundía el pene en el culo, estaba cara a mí, llamó a la chica de la izquierda que enseguida se acercó y empezó a lamerle el clítoris....
-Acercad dos sillas y ponedlas delante de mí, les dijo a las otras dos, y tú súbete con un pie en cada una
-Más música gimió alcanzando el galope sobre su cabalgadura, al instante la segunda chica se acercó por detrás y acopló su lengua a mi ano haciendo que chorreara una mezcla de saliva y sudor, mientras la tercera, arrodillada me lamía los testículos…
En eso, Lázara se levantó y mostrándome el pene de su amante dijo,
-Lucía te presento Alicia, saluda, Alicia esta es Lucía , saluda
Lucía estalló en mil pedazos alcanzando un paroxismo sólo comparable al de Alicia, entre las dos dejaron a Lázara, que se había colocado en la línea de fuego de ambas, como una vela llena de cera caliente,
Sin saber cómo, Lázara y yo volvíamos a estar solos, y con mucha ternura me dijo, anda límpiame bien amor que no quede sobre mi cuerpo ni una gota
-¡Feliz cumpleaños!, dijo
- Y, también para ti Alicia....