La futura novia 2 (final).

Al decirme ello, sentí líquido todo mi interior y sus uñas aferrándose a mi trasero, durante ello él gemía.

Después de un rato de tan improvisado acto, me gritó entre gemidos:

-          ¡Ábrete la blusa, me voy a correr en tus senos!

Obedecí, al ver mis providencias sus ojos se abrieron como platos, lamió con furia cada uno, y mordió mis pezones, yo empecé a sentir como una fuerza eléctrica recorriéndome el cuerpo, húmedo por la excitación y sudado por la situación, me corrí y al recuperar la respiración, sentí los chorros de semen cayendo en mi torso desnudo…

Dormimos un rato en el automóvil de mi prometido, creo que dejé a Jorge un tanto sorprendido, pero después de todo supongo que era por eso que deseaba casarse con alguien de mi edad.

De regreso a mi casa, ninguno mencionó palabra alguna, todo era simplemente extraño, él  y yo no habíamos pasado de los besos pequeños.

Sentía  turbado el ambiente, aunque la mamada que le hice a Jorge nos ayudó a corrernos, me faltaba acción y no pensaba irme a mi habitación sin tenerla; a final de cuentas, en aquel entonces todavía se acostumbraba hacer todo por que la futura novia se sintiera plena y feliz para reflejarlo el día de sus nupcias.

-          Jorge…mi amor, yo quisiera que esta noche me hicieras tuya…

Le dije a mi pronto marido, ante su cara  atónita por mi propuesta, pero yo quería un hombre ese día y si él era mi prometido debía cumplirme.

-          Pero beba, tú sabes que mañana trabajo y pues no quiero descuidar nuestro patrimonio.

No contesté, simplemente agache mi cabeza y asentí, de cualquier forma tenía maneras de complacerme yo misma, o en todo caso, siempre una puede acudir a su chofer, sí, Claudio, ese hombre que jamás se cansa y que come excelente el coño.

Cuando Jorge no vio respuesta de mi parte, supongo que se imaginó mis pervertidos planes, así que se lanzó sobre mí, comiéndome a besos; después me soltó tan arrebatado como salvaje.

-          Ok Karla, si quieres que te vea como a una puta, y te folle toda la noche, ¡lo haré!- comentó con ímpetu.

Para ser sincera, yo no sabía si esto iba a terminar bien, pero este fuego interno me estaba quemando hasta las ideas y lo que menos me importaba era la manera en la que se dirigía a mí.

Prendió de nuevo el carro, indicándome que iríamos a su casa.

Cada km recorrido para mí era menos camino para llegar al paraíso, ese día recuerdo que llevaba un pantalón blanco y una blusa abotonada rosa (misma que ya había sufrido los estragos de mi calentura, pues fue salpicada con el semen de Jorge).

Él no decía nada solo me miraba como jamás lo había hecho, de alguna forma parecía decepcionado con la situación pero también contento con el resultado; solo de vez en cuando haciendo la maniobra de tocar la palanca rosaba su mano contra mi pierna y frotaba con fuerza, yo estaba totalmente entregada a los deseos de llegar y montarlo.

Por fin llegamos a su casa, ésta siempre me pareció bastante bonita pues tenía un estilo exótico pero rustico a la vez.

Sin externar una sola frase, me tomó de la mano y me condujo al fondo, donde encontramos una salita color miel y una pared adornada con trofeos de cacería y algunos animales disecados.

De un solo golpe reventó mi blusa y me subió el sostén, mis senos brincaron cuál espectáculo y él los devoraba con pasión, parecía un loco mientras que yo le quitaba la camisa negra que traía puesta.

Después me frotó con la punta de sus dedos los senos, hasta ir deslizando poco a poco por mi cintura hasta llegar a la pelvis, desabrochó mi pantalón en lo que me veía, movió un poquito mi tanga y humedeció con sus labios sus dedos, para luego bajarlos y frotar mi vulva muy despacio.

-          ¡Vaya!, creo que ya estás a tono Karlita-.

-          ¡Cógeme!, ¡cógeme!, ¡cógeme!- Era lo único coherente que atinaba a decir.

Era la situación, el deseo, el calor mismo, mi prometido, el ambiente lo que me hacía ver como una verdadera guarra al hablar; sabía que pronto mi éxtasis llegaría en forma de un maravilloso orgasmo.

Él sonrió y se retiró de mí, me dijo que haríamos las cosas más divertidas, aun no entiendo por qué esa mueca de Jorge me causaba entre sensaciones de miedo y placer.

Frote mis manos y sonreí en señal de aceptación, entonces él se levantó y fue a la cocina trayendo consigo leche condensada, sabía que era mi favorita puesto que no sabía resistirme a tan delicioso postre.

Mientras se desnudaba yo admiraba su cuerpo, uno bastante bien conservado, no era como yo lo imaginaba, era mucho mejor, además su pené se había recuperado del orgasmo anterior y se veía dispuesto a la acción, yo en la vagina sentía como la humedad ya bajaba lentamente hacia mis piernas.

Me senté en un sofá de la coqueta sala, retiré con rapidez mi tanga ya que no quería perderme a mi macho viéndome con ese deseo que yo no le conocía; también desabroche mi sostén pues la presión en mi pecho era molesta, a final de cuentas estaba ya desnuda.

-          Es tiempo de devolverte el favor, mi querida Karla.

-          ¿Ah sí? Y ¿Cómo bebé?

Se inclinó frente a mí y acercó su rostro a mi vagina, aspiró el aroma durante un rato y con uno de sus dedos lo metió lentamente en mi agujerito, rosando “sin querer” mi clítoris más que hinchado.

Yo sentía mi respiración muy agitada, mi mirada no tenía objetividad, y cualquier estímulo era un verdadero placer.

Subió hasta mi cara, me besó intensamente, y bajó por la barbilla con su lengua recorriendo en línea recta mi pecho, hasta llegar a mis dotes, las que mordió en los pezones con suavidad; pero no paró allí, siguió su camino hasta llegar a mi ombligo, lugar donde metió y sacó varias veces su músculo bucal; sin embargo, no paró, hasta llegar a mi vulva y más certeramente a mi clítoris.

Lamía frenéticamente, algunas veces con brusquedad, no recuerdo haberle podido decir nada puesto que el placer me tenía presa de mis propios instintos, ya que sin pensarlo lo tomé por los cabellos ayudándole a acercarse y alejarse de mi parte de entretenimiento con una rapidez impresionante.

El momento esperado llegó, sentí palpitaciones en todo el cuerpo y un sudor frío que me inyectaba adrenalina; no quería que parase, no sin cumplirme:

-          ¡No te quites!...aaaahg, ¡Sigue así, sigue con fuerza Jorgeeeeee!

Atinaba a gritar, mientras su adiestrada lengua hacia contacto con mis terminaciones nerviosas más íntimas.

-          ¡Woooooow!, ¡Síiiiiiiiiiiiii!- La fuerza de mi cuerpo para estallar en un instante era fascinante para la mirada complacida de mi futuro dueño, yo al tener ese sentir era como cuando al tener muchísima sed, se toma un vaso de agua y una se siente la reina del mundo, sí, así  fue ese momento.

Al retomar la situación, toque mi cara húmeda por el sudor y lo miré, creo que mis ojos decían la pasión que sentía aún en el alma.

Jalé a Jorge del piso poniéndolo en pie, mientras yo cambiaba a la posición de cuclillas que anteriormente él había tenido, comencé a jugar con su miembro ya casi erecto, lo masturbé lentamente mientras lo veía con una sonrisa; y es que no era para menos, ese pené pronto me daría vida, tenía razones muy grandes para sentirme contenta.

De arriba abajo, en ocasiones de forma torpe, y otras como toda una maestra – lo describo así, ya que de esa forma, él me pedía que continuará, pues comentaba “eres toda una maestra, sigue, sigue”-, en verdad no sé si lo era o no, pero al ver su rostro y sus ojos en blanco sabía que estaba haciendo bien las cosas, sobretodo porque era la misma expresión facial que tenía Claudio cuando follabamos.

Una vez que su pené estaba en la supremacía de su forma, tomé el bote con la leche condensada y vacié pequeños chorros por toda la zona, incluyendo sus testículos y la pelvis.

-          ¡Hoy perderé la dieta, pero será tu culpa si no entro en el vestido eh!- Dije guiñándole un ojo.

Con la punta de la lengua recorrí todo el sendero que marque con el postre, no lamía ni succionaba, solo pasaba la lengua lentamente y con fuerza, Jorge gemía a lo que atribuyo que le estaba siendo placentero el cambio.

Desde siempre he presumido de portar las uñas un poco largas, pero solo lo suficiente para que se vean estéticas; entonces comencé a pasarlas rasguñando a levedad por sus testículos.

-          ¡Anda putita, qué experta eres!

Sé que no era el mejor cumplido que mi futuro marido me pudiera decir, pero para el deseo que tenía de hombre, era suficiente.

El sabor dulce por la leche condensada y amargo por el sabor natural del pené de Jorge, pero era tan rica la combinación.

Entonces él me pidió que parara, me ayudó a levantarme y me aventó sobre otro sillón, al caer sin darme tiempo de más abrió las piernas y hundió hasta el fondo su pené en mi vagina, con vigor, sin contemplaciones pues sabía de sobra que lista ya estaba.

Gemí de placer, así que empezó a mover con énfasis las caderas, en lo que gritaba:

-¿Así?, ¿así te gusta?, anda córrete de nuevo guarra…uhummmmmm tienes un rico coño.

Sinceramente aunque deliciosa, la posición del misionero no me satisface del todo, era igual en ese entonces; por lo que usando toda mi fuerza corporal y mis manos aventándolo por los hombros lo hice quedar a él abajo, de esta manera fue muy sencillo montarlo.

-          Ayyyy! Sí, así te quería montar- le dije con gemidos entrecortados, mientras me mordía el labio inferior por el gusto que me daba esa postura.

Me tomó por las caderas  y expresó:

-          De seguir así, habrá heredero antes que boda.

Solo reía, para qué decirle que me cuidaba con píldoras.

Para ser franca, el después era algo relativo luego de ese día, así que me divertía en el vaivén del sube y baja de la conocida posición.

Él tomó mis senos y con fuerza los apretó, lo cual me hizo emitir un grito entre placer y dolor, pero él solo lo creyó como lo primero así que siguió haciéndolo con la misma fuerza, hasta que solo sentí placer.

Transcurrido tiempo, me quitó con caballerosidad fingida para entonces recostarnos estilo cuchara, me agarró una pierna para elevarla y ser más práctico al entrar en mi cuerpo, voltee un poco la cara para verle a los ojos pero encontré un hombre entregado al éxtasis así que me limite a besarlo, metiéndole mi lengua al fondo de su garganta.

Mi móvil sonó y supuse que era tarde, lo había dejado en la mesa de la salita, por lo que me estiré dejando mi culo a su observancia en lo que contestaba pues daba por hecho que eran mis padres, él aprovechó mi distracción para reincorporarse, cuando contesté ya habían colgado así que apague el teléfono.

Entonces sin darme espacio a regresar por completo al sillón, me metió un dedo en el orificio de mi culito, obviamente respingue y exprese:

-          No Jorge, soy virgen de allí.

-          ¡Mejor!, así podré presumir que fui el primero en enterrártelo, además a mí no me puedes negar nada, compartiremos la vida juntos.

-          Pero me dolerá y eso no será rico.

-          Déjamelo a mí.

Tenía curiosidad por sentir esas sensaciones, pero también miedo de que mi cuerpo no resistiera la profanación.

Me decidí por quedar a cuatro patas en el suelo, que aunque frío parecía seguro; Jorge siguió metiendo su dedo allí, de vez en cuando escupía a mi hoyito para lubricarlo con mayor rapidez, me causaba un pequeño dolor pues en automático mi cuerpo ejercía presión.

Luego fueron dos dedos, y así hasta llegar a cuatro, supongo que mi macho tenía bien medido el grosor de su bestia, para el tiempo yo ya no sentía dolor.

Sujetándome por las nalgas, metió su pené en mí, mis lágrimas brotaron era una invasión que me hacía pensar que me estaba rompiendo en dos partes; le grite que saliera, pero no obedeció, comenzó a bombear lentamente, pero cada vez su miembro penetraba más a fondo mis cavidades.

El dolor cesó, no así el placer, lo que empezó como tortura se estaba convirtiendo en una nueva forma de coger para mí; sentía que en Tierra había descubierto el paraíso.

-          ¿No que no querías puta barata?

-          ¡No pares por favor amor!

-          ¡No lo haré, tienes un culo que me follaré hasta morir!

Al decirme ello, sentí líquido todo mi interior y sus uñas aferrándose a mi trasero, durante ello él gemía.

Me vine junto con él, y en un grito nos fundimos, en el frenesí de su movimiento y el sentir de mi cuerpo.

Sacó su miembro flácido y exhale, dormimos un poco.

Y al despertar, encontré un recado de mi hombre:

“Tuve que viajar de emergencia por negocios, te veo en la boda”.

Llevó 10 años casada con él, y aun siento lo mismo que sentí cuando era: “La futura novia”.

Creo que el intimar con él, fue fructífero ya que nos hicimos de mente abierta e incluso Claudio a celebrado sesiones sexuales con nosotros, pero eso se los contaré después.


-          Gracias por sus mails y comentarios, de nuevo espero sugerencias, pues espero un día ser muy buena autora, sé que aun quedó corto pero en próximos espero saber extenderme más.