La fusta

Nunca pensé que podía ser sádica.

La fusta.

Memorias de una puta de lujo 3.

La habitación cerrada iluminada con velas, los cortinones creando un ambiente de película de miedo y yo como una diablesa preparada para mi cliente. Doña Lupe me había vestido y maquillado, sabía los gustos especiales de aquella persona que iba a entrar en pocos minutos.

El pelo lo llevaba en cola de caballo, con una correa de cuero negro sujetándolo, de cuero negro eran los guantes que subían hasta el codo, de cuero negro era el corsé que ceñía mi torso dejando los senos al aire y al descubierto mi vientre, de cuero negro eran las botas de fino tacón que me llegaban a medio muslo. El maquillaje aumentaba mi tono lúgubre, de un violeta oscuro los párpados, los pezones y los labios de la boca y el sexo. Nunca me habían puesto tanto rimel en las pestañas ni remarcado los pómulos para afilarme la cara. En la mano , una fusta y sobre una mesa de madera maciza una serie de juguetes eróticos para usar en la sesión.

Yo tenía serias dudas sobre si iba a ser capaz de comportarme como una cruel ama , pero las instrucciones de mi jefa eran claras.

Entró mi cliente, llevaba un traje gris casi negro, camisa blanca y una corbata azul oscuro. Era delgado y cuando le miré a la cara, me dio un vuelco el corazón. Nunca pensé que esa persona podía ser mi cliente.

"Desnúdate"- le ordené. Lo hizo despacio, dejando la ropa ordenada sobre un sillón. Su cara de gárgola, el pelo ralo, su cuerpo enjuto, como un sarmiento y el miembro delgado , arrugado de viejo semiimpotente .

"Firmes"- le mandé y colocándome tras él, comencé a golpearle con la fusta en la espalda. Decidí seguir un ritmo, latigazo, contar hasta 5 y volver a azotarle. Como a los marinos rebeldes le di 30 fustazos.

Después los riñones , los muslos, las nalgas. Su carne era un campo arado por las marcas del castigo. Y yo me había excitado, no había pensado que en pegar a alguien me produjera placer, pero el odio que sentía contra esa persona debía actuar como erotizante, pues me notaba mojada.

Casi se le salen los ojos al verme frente a él. Mis pezones querían estallar y mi imagen era la de una diablesa viciosa.

No podía pegarle era en la cara, así que esta vez empecé por las piernas, el pecho, y luego el vientre. La minga había aumentado de tamaño, y fue objeto de mis fustazos. Los verdugones le cubrían el cuerpo, la pija cayó en la miseria ante mis ataques.

"Túmbate boca abajo"- cuando lo hizo, de forma sistemática pasé a pisarle, le clavaba el tacón de mi bota en la carne flácida, apoyaba todo mi peso y giraba para aumentarle el dolor.

"Ahora boca arriba"- repetí la operación, estaba empalmado cuando le di una patada en la polla. Cayó por el golpe. Mi excitación había llegado a un punto de no retorno. Parada , con su cara entre mis pies le oriné. Abrió la boca para beber ansioso mi pis.

Le ordené que se tumbara sobre el brazo de un sillón. Antes le hice extender una toalla para no manchar de sangre y semen la tela . El cerdo estaba con el culo en pompa, me di cuenta que se restregaba la pija contra el brazo acolchado del mueble.

De la mesa agarré el arnés con el miembro más grande , era una minga de latex de dimensiones extraordinarias. De grueso superaba los 5 cm y de largo no bajaba de los 30.Me lo até , procurando que la base coincidiera con mi clítoris.

No usé ni saliva ni lubrificante, apoyé la enorme cabeza en su agujero rectal y empujando con todo mi peso fui introduciendo aquel bestial vergajo. Chilló, gimió y aquello me excitó aun más. Me movía dentro- fuera y al chocar contra su carne, el aparato impactaba con mi sexo masturbándome, de esa manera que a veces nos gusta de golpearnos el coño para pajearnos. Loca de placer le azotaba con la fusta como jinete a un caballo, aceleré mi ritmo con frenesí.

El grito que dio al irse hizo que aumentara mis movimientos hasta que yo también llegué al orgasmo.

Al separarme y ponerme de pié, me di cuenta que su carne era una masa tumefacta por los golpes que le había dado. Le dejé y me fui.

Doña Lupe me dio un extra por la satisfacción del cliente con un comentario: "Maribel, hija, decías que no ibas a valer para ama pues el Cardenal de T... se ha quedado feliz con la cantidad de hostias que le has dado"

Desde luego no hay nada como la Iglesia para el sacrificio.