La fruta prohibida (o como querrais ponerle)

Mi hermana melliza hace ya algunos años que está de novia, diría 3 o 4, es más, está muy próxima a casarse... con el amor de mi vida.

La fruta prohibida

Mi hermana melliza hace ya algunos años que está de novia, diría 3 o 4, es más, está muy próxima a casarse... con el amor de mi vida.

Conozco a Francisco, su novio, desde el mismo día que ella, cuando coincidimos en una despedida de soltero que se realizó en una más que calurosa noche de verano, en un bonito chalet con piscina.

Francisco, para ese entonces 27 años, me llamó la atención apenas lo ví, alto, delgado, rubio y de ojos claros. Esto último es lo que más me gusto de él, la forma de mirar, la transparencia de sus ojos.

Me acerqué a él con cualquier excusa, creo que a ofrecerle una copa o algo así, en definitiva, a tratar de conocerlo.

Bastaron un par de palabras para darme cuenta que era un chico encantador, muy dulce y muy masculino a la vez.

Pero enseguida me dí cuenta que por ahí no iban los tiros.

Me pareció tan viril, tan seguro en su postura, que de inmediato pensé que un hombre así no podía ser gay jamás.

Así es que pensé, ya que no lo puedo disfrutar yo,  quizás lo pueda disfrutar mi hermanita...

(Que por cierto ya llevaba una temporadita sola y sin sexo, cosa que se le notaba en el carácter enseguida)

  • María, ven, quiero hablar contigo

  • ¿Qué pasa?

  • ¿Has visto el tío con el que conversaba recién?

  • Sí, es muy guapo.

  • Te lo quiero presentar, es ideal para tí.

  • ¿Qué pasa, no te lo pudiste ligar tú y lo dejas para mí?

  • Bueno, algo así.

Con mi hermana, quizás por el hecho de ser mellizos, teníamos muy buena relación y muchísima confianza. Ella sabía de mi atracción hacia los hombres prácticamente desde siempre (quizás antes que yo mismo) pero también es cierto que habiéndome conocido también alguna que otra novia, solía  referirse a mí como ¨bisexual¨ y creo que en el fondo, lo que mas deseaba para mí, era que conociese a una buena chica y me casase, y etc etc.

Yo veía esta posibilidad cada vez más lejana, las mujeres me aburrían muchísimo, pero el problema era que por entonces, (para cuando sucedió todo esto  tenía 23 recién cumplidos) los hombres me daban miedo, es más, solía fijarme en especímenes como Francisco, quizás sabiendo de antemano que nunca pasaría nada y que tendría mi virginidad (pero sobretodo mi corazón) siempre a salvo.

En concreto, que mi lado gay se limitaba, hasta el momento, a alguna tontería que había sucedido en mi adolescencia con niñatos de mi edad y, sí, sobre todo, a mis profundas fantasías nocturnas, que solían acabar en pajas descomunales.

Era una lástima,supongo, desperdiciar así mi juventud, ya que encima no estaba para nada mal.

Soy alto, moreno, tengo buen cuerpo, producto de mi aficción al deporte, en especial a la natacíon, que practicaba siempre que podía desde pequeño.

Vamos, que era (supongo que lo sigo siendo!) muy guapo, pero que por inhibiciones y temores no me comía una rosca.

Volviendo a lo que nos toca, el relato, les diré que la fiesta siguió cada vez mas animada, que el alcohol empezaba a notarse, y mucho, entre la gente, y que la atracción entre mi hermana y Francisco fue inmediata.

De lejos los veía reir, jugar, divertirse, sentía celos, pero alegría también, por mi hermana, por haber encontrado un lindo chico con el cual estar.

El calor era cada vez más insoportable, y la piscina muy tentadora. No sé quién fue el primero, pero lo qué si sé es que en cuestión de minutos la mayoría de los invitados, sobre todo los hombres, estabamos dentro de la piscina.

Así mis ojos contemplaron un paisaje de terribles ejemplares casi en pelotas, apenas con los slips que llevaban puestos como ropa interior, que el agua dejaba casi transparentes, marcando adorables paquetes, mostrando atléticos cuerpos. Algunos  (no se si por los efectos del alcohol o por que no llevarían ropa interior) se zambulleron a la piscina desnudos. Si mi corazón estaba a 100 por el espectáculo, mi erección estaba a 1000, definitivamente no podía salir de dentro de la psicina porque no habia forma que se me bajara el garrotazo que mis pequeños slips apenas podían contener.

Francisco no fué la excepción a zambullirse en ropa interior. De lejos lo observaba, sus boxers blancos tampoco tapaban mucho, el agua los había dejado transparentes también por lo que enseguida entendí que estabamos ante una preciosa polla, carnosa, grande. Pese a la media luz ambiental juraría que se podían distinguir también su hermoso vello púbico.

La fiesta terminó, los meses pasaron, mi hermana y Francisco se pusieron de novios.

El romance se desarrollaba en casa, claro. Mi hermana y yo vivíamos juntos en un piso que nuestros padres nos habían comprado para que estudiásemos en la capital, ellos vivían con el resto de nuestros hermanos en una ciudad pequeña en el interior del país.

Cada noche lo mismo, la parejita a follar, a gemir, y yo, en mi cuarto a pura paja imaginando a Francisco desnudo, erecto, salvaje.

Mi obsesión iba en aumento, pero nada podía hacer, salvo reprimir mis sentimientos e intentar hacer mi vida.

Esto último me resultaba muy dificil. Francisco no era un extraño al que veía de vez en cuando, sino que era una presencia diaria en mi casa, incluso cuando mi hermana no estaba. Vamos, que podríamos decir que practicamente se había instalado con nosotros.

Por un tema de materias, mi hermana cursaba su carrera en el turno tarde y yo por la noche.

Francisco también cursaba en otra universidad por la noche, así que todas las tardes, cuando salía de currar, a eso de las 5, ya estaba en casa, para darse una ducha, cambiarse de ropa (casi siempre me pedía algo prestado), merendar algo conmigo y al rato salir juntos hacia nuestras respectivas universidades.

Las duchas de Fransisco eran una tortura para mí. Sentía correr el agua e inmediatamente se me levantaba la polla.

Imaginaba su cuerpo, su manos grandotas enjabonándose el pelo, el torso, los huevos, la polla, su culo duro y levantado, tan gracioso.

Con el correr de los meses, la confianza fue mayor y ya no cerraba la puerta del baño al ducharse. Salía siempre envuelto en una pequeña toalla que apenas podía sostener.

Lo recuerdo siempre corriendo de un lado al otro de la casa apurado por no llegar tarde, secándose, perfumándose, probandose alguna  camiseta mía, tomándose de pie un vaso de coca cola. Ah, y cantando, siempre cantando.

Poco podía concentrarme yo en mis libros, con el show que Francisco montaba cada tarde en mi casa.

Con el paso de los días, ya ni siquiera salía envuelto en su toalla, lo hacía desnudo, con bastante naturalidad, dejando a la vista ese rabo precioso, que con creces había superado la expectativa que yo tenía antes de haberlo visto totalmente desnudo.

Entonces llegó el día fatal...

Normalmente yo solía ducharme de mañana, pero ese día había salido de casa muy temprano y no había podido hacerlo.

Llegué a casa con el tiempo justo para irme luego a la universidad, me meto en la ducha con puerta abierta ya que estaba solo. No habrían pasado dos minutos cuando siento que llega a casa Francisco.

  • Ey, tío, me ganaste de mano con la ducha, hoy estoy apurado, tengo un exámen muy importante.

  • Bueno, espérate que termino enseguida...

No me dejo casi terminar la frase que ya lo tenía dentro de la ducha.

  • Espero que no te moleste, es que si no hacemos así no llegamos a tiempo ni tú ni yo.

Y ahí estaba él, en la ducha conmigo. Desnudo, mojado, tremendo.

Y ahí estaba yo, desnudo, mojado, excitado.

No dijimos una palabra, nos enjabonamos en silencio, nos mirabamos de reojo las pollas, bastante erectas, nos rozamos sin querer en algún momento para separarnos enseguida.

Salimos de la ducha un poco avergonzados, seguíamos en silencio y así también nos fuimos del piso.

Pero fué crucial también. Desde ese día opté por tomar mi ducha siempre por la tarde, es más, muchas veces me metía en el baño cuando escuchaba el ruido del ascensor llegar a mi planta.

Y el ritual se repetía cada tarde, pero en la ducha cada día nos demorábamos más, nuestras pollas se ponían cada vez más duras. nuestros roces eran cada vez más cercanos, más demorados, más excitantes.

Yo ardía. literalemte, pero no me animaba a dar el primer paso, pese a que la situación estaba tan cantada.

Entonces pasó, el primer paso lo dió el, la tarde que me cogió la polla, suavemente, con miedo quizás. Nos besamos, nos acaricimos el cuerpo, nos abrazamos fuerte, nos masturbamos el uno al otro con suavidad, con algo de inexperiencia pero mucho de deseo.

Y ahí fué entonces cuando me arrodillé, me metí su polla en la boca, primero despacio, luego con más fuerza. La sentía muy grande dentro, muy gruesa, hermosa.

Excitados, ardientes, expectantes, atentos a los ruidos de fuera por miedo a que llegara mi hermana, su novia.

Se la chupé por lo que me parecieron horas, ahí, bajo el agua, mientras me masturbaba. Intentó avisarme que se corría, pero no me importó, sentí su chorro dentro de mi boca, caliente, potente.

Me corrí casi a la vez y me quedé sentado en el plato de ducha, agotado, feliz, culpable, todo al mismo tiempo.

Cuando salimos de la ducha bajé la vista, estaba un poco avergonzado, pensé que estaba todo mal.

Pero no, Francisco me miró  a los ojos, nos besamos. Estaba todo bien.

Luego de unas cuantas semanas así, la cosa fue avanzando. A veces lo hacíamos en la ducha, otras nos tirábamos un rato en la cama, nos mamábamos el uno al otro, nos pajeábamos frenéticamente. Era tanto lo que se corría, la cantidad de leche que derramaba que a veces no entendía como podía luego follar como si nada a la noche con mi hermana (los celos y la impotencia que sentía cuando los escuchaba follar desde mi cuarto eran terribles)

Otras veces hacíamos algo rápido, vestidos, en la cocina mientras comíamos algo antes de irnos, y, siempre, siempre, siempre, con miedo a que nos pillara in fraganti mi hermana (¿era también eso lo que hacía la historia tan morbosa, tan pasional?)

Alguna vez que ella llegaba temprano o no iba a la universidad, llegamos a hacerlo en la escalera de nuestra finca con mi hermana en casa, a metros.

Recuerdo con especial morbo la vez que se la chupé fugazmente en el ascensor, récord mundial en corrernos los dos. Esa vez, la que casi nos descubre no es mi hermana, sino la vecina del 4to.

La cosa seguía, la obsesión crecía. Pero todavía quedaba algo tan deseado y tan temido al mismo tiempo para mí: la penetración.

¿Quieren que se los cuente en otro relato? (no quiero hacer este muy extenso).

Piensen que mi historia con Francisco fué muy larga, muy intensa y hemos vivido muchas cosas juntos, imposible narrarla toda de golpe.

Si les apetece conocer más, hacédmelo saber a vivo_a_100@hotmail.com , así como comentarios (o críticas!!!, pero tengan piedad, que soy nuevo en esto de escribir y encima de mi vida)