La fruta prohibida

Siempre había sentido predileccion por ella pero era fruta prohibida al ser la novia de un buen amigo.

Siempre había sentido predilección por ella pero era fruta prohibida o al menos eso cabria esperar siendo la novia de un buen amigo y sencillamente porque, o ella no demostraba nada hacia a mi que me pareciera que yo le podría gustar o es que yo era corto y no me enteraba de las señales. Más bien resultó lo segundo.

Discurría el mes de junio del 97, ella tenía 20 y yo 22, y el final de los exámenes estaba a la vuelta de la esquina. El caso es que el novio, ella y yo solíamos ir a estudiar a un pequeño apartamento que tenía mi hermano sin alquilar ya que era imposible coger sitio en cualquier biblioteca y además siempre había más libertad.

Darío terminaba es lunes los exámenes pero a ella y a mi nos quedaban uno el jueves y otro el viernes. Durante varios días seguimos estudiando y cuando hacíamos los descansos nos poníamos a ver la tele o simplemente a charlar. Cuando ella volteaba la cabeza yo fijaba mis ojos en su cuerpo. Había varios sitios que atraían mi atención. Por un lado sus labios. Me acuerdo que el día que me la presentaron no me gustaron para nada pero con el paso del tiempo esa boquita ni grande ni pequeña medio rosada me volvía loco imaginando que mi pene podría entrar justito o a lo mejor entraba perfectamente.

El otro sitio donde bajaban mis ojos y se perdía mi imaginación eran sus pechos. Vaya por delante que a mi no me gustan tan grandes, tiene una 95, pero aquellos me hacían imaginar miles de guarradas y para colmo era de las chicas cariñosas que a veces te agarra o más bien te abraza cuando te dice algo y no se cuantas veces los había notado contra mi espalda o brazo y eran muy duros, aunque no los mas duros que por suerte he podido tocar.

El día de marras ella se presentó en la casa con los libros pero con una bolsa de playa. Me dijo:

-Venga, estudiamos por la mañana a tope y por la tarde vamos a darnos un baño.

-No jodas Esther, que tu mañana te examinas y yo pasado.

-Lo que no haya estudiado antes del día de hoy malo. Además aprovechamos ahora todo lo necesario. Porfa, mientras me miraba con sus grandes ojos verdosos.

Teniendo delante una mujer, yo, y muchos de nosotros, nos convencen rápidamente, así que a eso del as 3 o4 cogí un bañador de mi hermano, me lo puse y nos fuimos.

Llegamos a la playa y nos tumbamos en las toallas y que es lo primero que hace, pues lógicamente pedirme que le echara crema. Cogió el frasco y unto un poco su mano de crema. Que espectáculo. No es alta, más bien bajita pero viendo como bajaba y subía su mano por sus pálidas piernas me parecían enormes. Me seguía hablando no se de que porque yo con mis gafas de sol iba fijándome como llegaba a la parte alta de sus muslos. Quien fuera yema de los dedos. Tocaba en su bikini azul y volvía a bajar. Después le toco el turno a su torso. Empezó por el ombligo hasta llegar a sus pechos. Esta delgada pero no se el marca el estomago y eso que hace bastante gimnasio. Ya cuando llego a la parte alta de los pechos yo no sabía que hacer. Ella hablaba y yo asentía mientras veía la firmeza de sus pechos al pasar las manos con la crema. Se tumbo bocabajo y desabrochó el bikini, aparto su media cabellera pelirroja de la espalda y me paso el frasco y me dijo que lo esparciera bien. Ya la había tocado antes pero esta situación era distinta. Tenía la piel suavísima y cual anchas son mis manos las deslicé por su no muy grande espalda. Tras varías pasadas mi miembro estaba casi a tope y parecía que si seguía iría a más, así que di todo por concluido y me tumbé bocabajo pensando que no me había visto el empalmazo. Tonto de mí. Y lista de ella que se abrocha, se incorpora y se pone encima de mí diciendo que ahora era mi turno. Lo de menos fue la crema. Mientras la unta se empieza a mover mientras sigue hablando como intentando masturbarse contra mi cuerpo. Yo ya no podía más, si esto no era una señal no se que podría ser.

Seguimos hablando de vuelta a casa pero no saque el tema. Subimos a que cogiera los libros y nos diéramos una ducha. Entre yo primero mientras seguíamos hablando a voces cuando de repente después de un silencio y ante una pregunta mía noto que me responde desde detrás de la cortina. Me sorprendí. Ella me dijo:

-¿Te crees que no he observado el empalmazo de la playa?

-Y yo como te frotabas contra mi cuerpo.

-Es que esta era muy directa pero muchas indirectas no las has cogido y esto hay que solucionarlo ya.

Lentamente se quito el bikini y por primera vez pude observar esos pechos que tanto soñé. Se metió en la bañera, me rodeo con sus brazos la cabeza, la bajo a su altura y sus labios se encontraron con los míos. Fue un beso largísimo. Al retirar los labios los dirigió a mi oreja izquierda y me susurro:

-Disfrutémoslo.

No me lo pensé más y me abalance sobre sus pechos. Si, si lo eran. Duros como una piedra. Que suerte tenía el cabrón de Darío con lo mal que la trataba. Me pasee por sus pezones de uno a otro y comprobé la teoría de que a pechos grandes, pezones pequeños, aunque hay excepciones que confirmen la regla. Ella tenía los pezones pequeños, cosa que no me gustaba pero no se puede tener todo.

Nos secamos y nos trasladamos a la habitación. La tumbe en la cama y la levante las piernas. Me dispuse a lamer ese coño afeitado con unos labios rosas comos sus aureolas y pezones. Mi lengua se paseo un buen rato arriba y abajo hasta llegar a su culito por otro lado un pelín grande. Ella no aguantaba más y se dio la vuelta poniéndose a 4 patas mientras me decía que se la metiera. Me dijo que no me preocupara que ella toma la pastilla. Veloz la lamí un poco más el coño y me puse a su altura, calcule y metí la cabeza de mi pene. No entraba, La saque y otra vez. Moje un poco mi pene con saliva y al segundo intento se deslizo en su cueva.

La cogí por las caderas y empecé a embestir cada vez más fuerte. En la habitación tengo un armario con espejo y veía perfectamente las 2 siluetas unidas. Ella cerraba los ojos mientras emitía leves gemidos. De vez en cuando cambiaba mis manos y las posaba en sus pechos que así redondos y duros parecían los de cualquier estatua. La saqué y ella sin perder tiempo se dio la vuelta, me puse encima y la flexioné las piernas por encima de mis hombros y se la metí. Cuando entró entera empecé a bombear para luego aumentar el ritmo, bajarlo y finalmente aumentarlo y entonces oí como se le escapaba un leve suspiro y note mi pene aprisionarse en su coño mientras me agarraba e incluso me arañaba la espalda. Seguí un rato botando en ella pero me digo que parara y que la sacara, que seguro que nunca me habían hecho una mamada como la que me iba a hacer. La saque y la introduje en su boquita. Dicho y hecho. Entraba bastante justa. Rozaba y no conseguía meterla entera. La volvía a sacar, la besaba y otra vez a empezar. Su boca se deslizaba por el pene muy rápido, estaba a punto de corredme. La saque y me dijo que me corriera fuera. La volvió a meter y me la froto un poco. Al rato la cogí y me masturbe un poco corriéndome en sus pechos. Me deslicé y me abracé a ella quedándonos unos minutos abrazados comiéndonos la boca muy pero que muy lentamente.