La fruta prohibida (7) La novia de mi padre

Mis momentos con Amalia se sucedieron hasta que mi padre nos pilló...

El día de Navidad fue la última vez de aquel año que pude estar con Amalia, aunque seguíamos en contacto, sobre todo por teléfono. Nos mandábamos mensajes de texto subidos de tono, tanto que terminaba siempre pajeándome, y estoy seguro de que ella hacía lo mismo. En alguna ocasión nos llamábamos por teléfono, y nos poníamos a tono recordando los polvos que habíamos echados aquellos dos días, y relatando lo que haríamos en ese momento de estar juntos.

Entró el nuevo año y mis ganas de volverla a tener iban creciendo y creciendo, así que busqué un fin de semana para irme a ver a mi padre. No cabe duda de que le extrañó verme allí de nuevo, teniendo en cuenta que en los tres años desde que se divorció de mi madre no le había visto nada más que en dos ocasiones.

  • Hola hijo, me alegra verte otra vez por aquí.
  • Gracias, tenía un par de días sin planes con los colegas y he decidido pasarlos contigo.
  • Estupendo. Lo pasaremos bien. Quieres que vayamos a algún sitio tu y yo juntos. Podríamos irnos al Valle del Jerte.
  • Ufff... papa, yo prefiero no moverme de aquí. El pasado fin de semana estuve de viaje y me resulta agotador volverlo a hacer este finde.
  • Bueno, como quieras. Si cambia de planes me lo dices, que cogemos el coche y nos largamos a respirar aire puro.
  • Ok, pero casi que lo dejamos para otro día.
  • Muy bien, pues entonces ponte cómodo, que lo pasaremos bien de igual manera, -me dijo, cogiéndome la bolsa de la ropa y llevándola a mi dormitorio.

  • ¿Y Amalia? -le pregunté.

  • Está acostada. Estuvo trabajando hasta tarde. Se levantará en un par de horas.
  • ¿Dónde trabaja?
  • En un supermercado 24 horas, y muchos días tiene turno de noche.

A mi me resultó gracioso que mi padre me soltase aquello. Aunque no sabía bien dónde trabajaba Amalia, sabía que no era en un supermercado 24 horas. Estaba casi convencido de que lo hacía en un prostíbulo, teniendo en cuenta el pasado de aquella mujer y su afición por el sexo.

Se acercaba la hora del almuerzo cuando apareció por la puerta de la cocina espléndida. Llevaba un camisón de seda a media pierna y sus tetas se notaban perfectamente debajo de aquella tela suave, dejandose notar sus pezones duros que me apuntaban de manera provocadora. * Buenos días papito, -se dirigió primero a mi padre, dándole un piquito en los labios, para después agacharse sobre mi y, cogiéndome la cara con las dos manos, besándola cariñosamente. Al hacerlo el camisón se despegó de su cuerpo y pude ver su cuerpo desnudo a través del escote. Estaba deliciosa. Me hubiese metido en ese instante de cabeza para lamerlo entero. Esa idea me empezó a poner cachondo, y el bulto de mi polla en mi pantalón comenzó a ser cada vez más visible, por lo que me levanté y me fui a la habitación con el pretexto de sacar la ropa de la bolsa.

Minutos mas tarde mi padre nos avisó de que iba a salir a la tienda a comprar unas cuantas cosas que le faltaban; era justo lo que yo necesitaba, que se largara un ratito para poder estar a solas con aquella mujer. Nada más salir por la puerta me fui rápido a buscarla. Seguía en la cocina, sentada a la mesa con un café en la mano. Me acerqué a ella con el paquete montado y comenzó a magrearlo lentamente, mientras me miraba a los ojos con cara de lujuria.

  • Ya te estaba yo echando de menos, niñito... me decía mientras me bajaba la bragueta.
  • Estaba loco por venir a verte, y desde que has asomado por esa puerta con ese camisón, y te has echado sobre mi dejándome ver ese cuerpo me has puesto a tono
  • Ya veo, ya veo que tu no el pierdes tiempo...!! -me decía mientras sacaba mi polla de debajo de mi calzoncillo. Hay, chico, que polla más estupenda tienes, carajo... -decía antes de metérsela completamente en la boca hasta tragársela casi hasta la empuñadura, mientras yo metía mi mano por debajo de su camisón agarrando sus pechos y buscando sus pezones de chocolate.
  • Eres una diosa... ohhhh... que gusto... Levántate por favor -le pedí para metérsela un poquito, solo lo justo y necesario para notar su ardiente coño.
  • Ahi, chiquito, déjamela un poquito más en la boca, que me encanta este capullote en mi boca -y seguía mamando como una loba, dándole gusto a mi nabo, que cada vez tenía más ganas de ensartar a aquella mujer.

Mi padre no tardaría mucho, ya que iba a una tienda que hay a dos calles de la casa, así que o me corría rápido en su boca o tendría que desaparecer para terminar con una paja, cosa que no me apetecía para nada. Cogí con mis manos su cabeza y empecé a follarme esa boca como se merecía. Sus labios carnosos chupaban toda mi tranca de principio a fin; sentía su lengua juguetear con mi capullo, al que le practicaba fuertes chupetones que me estaban volviendo loco. Su saliva chorreaba por la comisura de sus labios cuando empecé a correrme enterito... ohhhhhhh... gritaba clavándosela toda hasta alcanzar su garganta. Al sacarla de su boca pude ver cómo escupía en su mano parte de mi semen llevando su mano a su sexo; se abrió de piernas y lo untó ante mi atenta mirada. Era una zorra, estaba caliente y quería ponerme aún más cachondo para que la follara allí mismo; creo que le daba igual que mi padre estuviese apunto de volver, porque me mostraba su raja empapada metiéndose los dedos y dando con ellos gusto a su clítoris.

  • Mira cómo me has puesto, -me decía abriéndose los labios del coño y mostrándome un agujero caliente y húmedo.
  • Está tremendo..
  • Si, verdad, y ahora que hago yo con ésto, teniendo a tu padre camino a casa.
  • Me gustaría verte follar con él.
  • ¿Crees que tu padre, aquí contigo, va a querer follarme?
  • Me esconderé en la habitación. Dile que me he echado a dormir porque me duele la cabeza.
  • No creo que quiera, chicoo... tu padres es muy soso.
  • Venga, ya... quiero verlo, por favor..
  • Bueno, ya veremos. Lo intentaré, aunque a mi lo que me apetece es follarme a esa colita que tienes tu entre las piernas.
  • No te preocupes reina, que esta colita te la guardo yo para el postre.

Me retiré a mi dormitorio y a los cinco minutos escuché a mi padre entrar por la puerta, y a ver que no estaba por allí le preguntó a Amalia por mí.

  • Me fue a dormir, papito. Dijo que se echaría un rato porque le dolía mucho la cabeza.
  • Vaya, me hubiese gustado charlar un rato con él antes de comer.
  • Bueno, si quieres aquí estoy yo, para charlar y para lo que quieras tu -le dijo con un tono más bien de picarona, mientras desde su silla le abría las piernas dejando ver su coño.
  • Mmmmmm... pero bueno, que tenemos aquí -le dijo agachándose sobre ella y metiendo una de sus manos entre su raja.

Yo estaba mirando a través de la puerta, que la había dejado entreabierta, permitiéndome tener una visión estupenda de lo que allí estaba pasando. Mi padre acariciaba con sus dedos índice y anular su clítoris, deleitándose con aquel botocinto que Amalia tenía entre sus piernas, que a esas alturas se encontraba hinchadito y bastante sensible.

  • ¿Porqué no vamos al dormitorio? -dijo mi padre en el momento justo de meterle dos dedos por el coño
  • Que más da, estamos aquí bien, además el chico está dormidito.
  • Ya, pero y si se despierta?
  • Bueno, papito, que más da, el chico necesita aprender..!
  • Cierto, pero prefiero tenerte sobre la cama, abierta de piernas todita entera, para comer ese coño tan estupendo que Dios te ha dado. -y seguía metiendo y sacando sus dedos de la vagina.
  • Clávamela aquí, y no seas cobarde... !!

En ese momento Amalia le bajó la bragueta y sacó su polla, que estaba a tono como para darle unos cuantos pollazos. Se levantó y se apoyó sobre el fregadero, levantando una de sus piernas y posándola sobre la mesa. Guauuu... aquella imagen era extraordinaria, no solo para mi, también para mi padre, que se agachó y comenzó a comerle el coño como bien sabía él. Ella miraba hacia mi habitación viéndome escondido tras la puerta; sabía cómo ponerme cachondo y lo estaba consiguiendo. Cogía la cabeza de mi padre apretándola con fuerza contra su raja, mientras me dedicaba una de sus miradas lascivas. Los chupetones que mi padre daba a aquel coño se escuchaban a la perfección, igual que sus gemidos de placer de tener la boca tan bien surtida. Me extrañó que no dijese nada sobre su sabor, ya que minutos antes se había restregado mi semen en toda la raja. Él seguía y seguía succionando haciendo que Amalia tuviese un orgasmo bien merecido sobre su boca.

No había terminado de correrse cuando mi padre se bajó el pantalón, tiró hacia abajo de su calzoncillo y de un empujón la empaló hasta el fondo. Ella se colgó de su cuello y le abrazó con sus piernas quedándose clavada en su polla. El frigorífico sirvió para que aquella pareja se apareara sin pensar en nada más que gozar y gozar. Las empaladas que ofrecía mi padre a aquella mujer me decían que le estaban llevando al cielo. Con cada una de ellas emitía un gemido, que cada vez se hacía más penetrante. Yo no podía parar de mirar y de pajearme a la vez. Tenía muchos celos de mi padre en aquel momento; hubiese salido de allí y apartado de un empujón para follarme yo a Amalia. Ella sabía lo que estaba haciendo, y cuando el éxtasis se lo permitía me buscaba con su mirada animándome a correrme como lo haría minutos más tarde mi padre.

Al salir de ella pude ver cómo de su coño salía una gran cantidad de líquido, que resbalaba por sus muslos, sería leche, sería flujo, sería saliva... una mezcla perfecta para desear penetrarla con todas mis fuerzas.

  • Ooohhhh, cieloooo... me vas a matar... -decía mi padre subiéndose los pantalones.
  • No cariño, te necesito vivito para que sigas dándome placer de esa manera.

Yo sabía que Amalia no se había corrido. Había estado pendiente de ella, de su cara, de su respiración, y no lo había conseguido. Eso me gustó, porque se que me buscaría para conseguirlo.

Al rato salí de mi dormitorio, simulando una pequeña siesta y un ligero dolor de cabeza. Mientras ayudaba a mi padre con la comida, Amalia se metió en el baño para darse una ducha. Estuvo más de media hora con el grifo encendido, y en un momento que mi padre bajó a la despensa a coger unas cebollas, me colé en el aseo para verla. Corrí la cortina y allí estaba ella, con jugando con el chorro del grifo de la ducha, que bien localizado en su clítoris la tenía totalmente en éxtasis.

  • Córrete, bonita, córrete... -le decía, acariciando su culo.

No pude estar mucho tiempo, por lo que decidí pasar a la acción. Nada más decirle ésto, le metí un dedo por su ano consiguiendo llevarla al orgasmo. Allí la dejé terminando de correrse mientras salía veloz del cuarto de baño. Me hubiese gustado haber estado allí un rato más, me hubiese encantado desnudarme y ducharme con ella. Bajo el agua tenía una piel para comérsela entera. Que buena estaba la cabrona. Era una mujer para estar follándola todo el día, para estar magreándola la vida entera hasta que se gastara de tanto sobe. Me estaba volviendo loco. Era una obsesión para mi que no tenía freno.

Durante la comida estábamos los tres la mar de calmaditos y satisfechos, y nada más terminar me fui a echarme una siesta, con la excusa de mi dolor de cabeza. Ellos se quedaron en el salón charlando y bebiendo una copita de orujo de hierbas. Se que Amalia intentaba adormecer a mi padre, pero él parecía no tener mucho sueño, es más parecía tener ganas de más, porque no paraba de insinuarse y de restregarse con ella.

  • Sabes que hueles muy bien?
  • Si papito, me duché hace un ratico
  • Ya, pero antes de ducharte olías a hembra en celo, lo sabes? Y eso me pone a 2000 por hora. Y si aprovechamos que estamos solos para jugar a eso que tanto te gusta?
  • Ahi, chico... que estoy cansada...
  • Cómo que cansada..! Anda, ven aquí sobre mí, y verás que te voy a dejar lista para que te eches una siesta de las buenas.

Nada más terminar de decir ésto, me levanté de la cama y salí hacia el salón. No quería que mi padre volviese a follársela. Él había tenido su ración antes y ahora era yo quién tenía el turno. Le encontré metiéndole la mano por debajo de la falda, y teniendo en cuenta los gustos de Amalia, sabía que no llevaba bragas. Nada más verme la sacó rápidamente, y puso cara de circunstancia. Fue gracioso verle disimular. Me senté con ellos en el sofá y simulé estar mejor de mi dolor de cabeza. La muy pícara me miraba con esa expresión de putilla, que me ponía a cien. Él calentón que tenía mi padre en ese momento era más que evidente, y así se lo hice notar. * Guuuauuuuu, papá... estás bien? -le dije, mirando su paquete. * Bueno, si., -dijo, algo ruborizado y levantándose de un salto del sofá en dirección al baño.. * Jajajaja... pero hombre... no te vayas... Si esas cosas pasan..!! * Eres un desvergonzado... No fui un buen padre contigo, y mira ahora... estás hecho todo un cañalla... -me dijo, cerrando la puerta del aseo. * Tu padre tiene toda la razón, chico... cómo puedes sacarle los colores de esa manera...!! * Los colores, los colores... te los voy yo a sacar a ti metiéndotela hasta el fondo de ese coño negro zaino que tienes... -le dije entre dientes, y metiendo mi mano para palpar sus humedades.

La muy perra estaba otra vez apunto, sin duda, mi padre me la había dejado encharcada, aunque no se muy bien si también yo había estado en sus pensamientos como para provocar esa humedad.

  • He salido porque no quería ver otra vez cómo te follaba, me toca a mi.
  • Ya chico, a mi también me apetece ese pollón tan rico que tienes entre las piernas, pero no se cómo hacer que tu padre se eche un ratico.
  • Me da igual si se echa o no, quiero follarte, y si mira, más cachondo me va a poner.
  • Estas loco, nene. Acuérdate que quiero seguir viviendo con él.
  • Vale, pues espera.

Me levanté del sofá y fui hacia la puerta del baño.

  • Papá, voy a bajar a lavarte el coche al garaje. No se donde están las cosas para hacerlo. Me dices dónde...?'
  • Pregunta a Amalia, ella te dirá...

Sin duda, andaba pajeándose por la forma entrecortada de hablarme. Cogí de la mano a Amalia y la dirigí hacia el garaje. Nada más cerrar la puerta que conducía a él, me abalancé hacia ella metiendo toda mi lengua en su boca, cogiendo con mis dos manos sus cachetes gorditos. Díos... que cuerpo tenía la cabrona. Bajamos los escalones como pudimos y una vez abajo, me bajé el pantalón y tras él el calzoncillo, me puse detrás de Amalia, quién colocó hábilmente mi polla entre sus muslos, sin llegar a su raja. Andamos de esa manera unos pasos hasta llegar al coche, notando sus muslos presionando mi capullo. Yo le cogía las tetas, apretándolas con fuerza. Estaba necesitado de estrujarla, como así hice. La aplasté contra el coche, y ella abrió sus piernas dándome paso por aquella raja jugosa, caliente, húmeda, que acogió mi verga con total hospitalidad... OHHHHHHhhhhhh.. que ganas tenía de ésto, Diosssssss...!!

Su culo en pompa me ponía muchísimo, aquel par de cachetes invitaban a cogerlos, a pellizcarlos, a magrearlos. Se los abría y cerraba pendiente del próximo agujero a follar. Aquella mujer no paraba de mover su culo en cada embestida, haciendo que mi polla colase y colase cada vez más. Se la metía de principio a fin, sin dejar que saliese completamente de su coño, y cuando lo hacía la cogía con mi mano y se la metía en el culo, aquel culo que tanto placer me daba, aquel culo que no se quejaba y que hacía tanto gozar a su dueña. Era una delicia estar dentro de ella, daba igual el agujero de su cuerpo en el que me dejase entrar. El martilleo de culo que le tenía, combinado con un delicioso magreo de clítoris le llevaron a un estupendo orgasmo que se dejó sentir en todo el garaje. Mi padre lo podría escuchar perfectamente de haber estado en el salón o en la cocina, pero de eso no nos enteramos.

Nada más terminar de correrse se dio la vuelta y cogió mi polla con sus manos, y dirigiéndosela a su boca comenzó a chupármela como ella mejor sabía. Era una forma de hacerlo que me volvía tonto. La chupaba con muchas ganas, parecía una viciosa auténtica. Su experiencia como jinetera le otorgaba una gran maestría en este asunto, algo que nunca había probado hasta entonces. No tardé en empezar a correrme, y cuando noté que me venía la saqué de su boca y con todas mis fuerzas la cogí en volandas, aplastándola contra el coche. Sus piernas me rodearon y de un empujón se la metí entera en el coño dejándome correr de gusto, allí, donde más a placer me daba, en aquella cueva caliente, mojada y oscura que era su coño.

  • Cuántas ganas tenía de ésto -le dije, dándole un sensual beso en aquellos labios.
  • Yo también, niñito... tu papi me come el coño de lujo, pero a la hora de follarme se queda cortico. Además mi coño necesita una polla así grandota como la tuya, -me dijo, agarrándola con la mano.
  • Súbete, que no quiero que nos pille aquí medio en cueros.
  • Espero que haya descargado ya, y no tenga ganas de follar, porque en estos momentos tengo las piernas que no me sujetan mucho. Veremos a ver si puedo subir esas escaleras.

Lo cierto es que le flaqueaban un poco. La veía subir lentamente, ayudándose con el pasamanos. Su culo se movía de manera excitante, invitando a hundir la cara entre aquellos dos cachetes, y meter la lengua hasta donde llegase. Guaaauuu... que mujer... Mi padre había tenido mucha suerte. Quién iba a imaginar que a su edad estaría con una mujer así de caliente. Ni en sus mejores sueños creo la habría tenido. Cruzó aquella puerta no sin antes mirar atrás y levantando su falda, dejándome ver aquel hermoso trasero.

  • Menudo puntón estás hecha -le dije bajando el tono, respondiéndome con un meneo de culo, que hizo que sus nalgas se estrellasen la una con la otra.

Era una provocadora nata. Había nacido para ello, para poner a los tíos como verracos en celo. Cuando subí a la media hora, y después de haber medio limpiado el coche, la encontré tumbada en el sofá y con mi padre entre sus piernas. Ella me hizo un gesto para que no hiciese ruido, y allí me quedé a tres pasos de ellos. Mi padre estaba tan metido entre sus piernas que ni siquiera escuchó cuando cerraba la puerta que bajaba al garaje. Se había metido debajo de su falda y comía su coño otra vez, aunque esta vez con mucho más ahínco. Amalia, me miraba con esa expresión de loba, y cogía la cabeza de mi padre para moverla a su gusto sobre el coño. Era una imagen extraordinaria, ver cómo se quedaba con los ojos en blanco, notar como aguantaba su respiración en aquellos momentos en los que mi padre chupaba su pepita, era un espectáculo digno de haberlo grabado en vídeo. Su cuerpo se tensó y empezaron los espasmos cuando mi padre parecía haber metido uno de sus dedos por el culo, y berreando como un animal en celo restregaba su cara por toda su raja, parecía poseído, enloquecido por meterse dentro de aquella mujer.

Cuando Amalia se corrió retrocedí sobre mis pasos y me metí por donde había salido. Esperé unos minutos detrás de la puerta y cuando escuché a mi padre hablarle, salí de allí. Debí haber esperado unos cuantos minutos más, porque no le di tiempo a secar su cara, y al verme volvió a salir corriendo para el baño, ante las risas de ambos. Ella quedó en el sofá mostrándome su coño, abierto, relamido, brillante de su jugos, de los de mi padre, y allí permaneció hasta que sus poderes me llevaron hacia ella. Solo pasé por su lado y metí tres dedos en su vagina, los saqué y me los llevé a la boca. Deliciosa, simplemente deliciosa.

Pasamos el resto del día tranquilos, tomando unas copas, entre charlas, risas y más y más anécdotas de la novia de papá. Cualquier momento de descuido de mi padre era suficiente para magrearnos un poco. Ella seguía sin bragas, lo que me facilitaba alcanzar su coño y notar su humedad. Me embriagaba su olor, provocándome unos deseos irrefrenables de follármela allí mismo.

En un momento en el que mi padre fue a la cocina, me eché sobre ella metiendo una de mis manos por su escote, agarrándole uno de sus pechos, y con la otra le abrí la raja, deslizando mis dedos por ella hasta encontrar el clítoris, que empecé a masajearlo, provocándole una sesión de gemidos encadenados. Estaba caliente como una perra y yo tenía un pollón tremendo en ese momento.

  • No me lo puedo creer, -sentí que decía mi padre desde la puerta del salón. De un respingo quité mis manos de aquella mujer y me levanté intentando dirigirme a él.
  • No, no... no digas nada. Lo estabáis pasando muy bien, no?'
  • Papá, deja que te explique...
  • Explicar? El qué? Seguid...!! -dijo con voz autoritaria, mientras Amalia seguía en el sofá callada y con cara avergonzada.
  • ¿Cómo?
  • Que sigáis coño...!! No entiendes la palabra..?? Estabas magreándola a mis espaldas, no?? Pues sigue..!! Quiero verlo!!, Ahoraaa!! -dijo, con voz de enfado.

Se sentó en una silla a un par de metros de nosotros, mientras yo me volví a sentar junto a Amalia.

  • Eres una zona. Cómo puedes ser tan ligera a la hora de abrir las piernas, so puta?? -dijo, dirigiéndose a ella. Seguro que no es la primera vez, verdad? ¿Cuántas veces te lo has follado? Responde!!!
  • No papito, no lo hice nunca!!
  • Mentira, llevas en la sangre el follarte a cualquier macho que se te ponga por delante..!! Y quiero que te folles a mi hijo, y lo quiero ver ahora!, mira como lo tienes, con un paquetón tremendo que hasta le molestará ahí apretado bajo el pantalón.

Amalia, no dijo nada más, me ayudó a bajar el pantalón, liberando a mi polla de aquella presión. Allí mismo, sentado en el sofá, se colocó sobre mí levantando su falda y se hincó en mi verga que entró como un cuchillo en mantequilla... Fue una sensación un tanto extraña, porque se unía la incomodidad de estar allí con mi padre delante y el placer de ese coño tan jugoso. Decidí centrarme y olvidar que lo tenía allí clavándonos los ojos, y me dejé llevar por el placer. Ella pareció reaccionar igual, porque a los pocos minutos andaba dando botes sobre mi polla, llevándome nuevamente al mayor de los placeres. En un momento eché la mirada hacia mi padre, y lo encontré con la polla en la mano, subiendo y bajando lentamente. Parecía estar planeando algo cuando se levantó, se deshizo de su pantalón y se vino hacia nosotros. Nos ordenó que nos tumbáramos en el sofá, estando yo debajo, dejando su culo expuesto lo que aprovechó mi padre para ensartarla de una embestida brutal por el culo. Fue tan bruto que Amalia soltó un escandaloso grito, que fue acallado con la mano de mi padre sobre su boca.

Una vez metido por completo dentro de ella comenzó a bombear con fuerza, haciendo que mi polla se saliese de su coño. La tenía encima de mi follándosela con todas sus fuerzas. La estaba destrozando, a pesar de que ella era una mujer acostumbrada al sexo anal.

  • Te gusta así, verdad perra, con todos tus agujeros llenos de polla, verdad?? -le decía mientras aumentaba la velocidad de su follada.
  • Córrete, golfa... que se que lo estás disfrutando, venga, suéltalooo...!! -le decía segundos antes de empezar a aullar sobre nosotros dos y corriéndose dentro de ella...
  • Aahhhhhahhhahahahahahaa!!!!

Menos mal que no aguantó mucho, porque aquella postura me estaba dejando muerto, con Amalia y mi padre sobre mí. Se incorporó y me obligó a follármela allí mismo. * Ponte a cuatro patas, zorra, que ahora le toca al niño, ábrete de piernas que te veamos bien ese coño y ese culo; es lo que mejor sabes hacer, así que rapidito, que mi crío necesita correrse!!

Me coloqué detrás de ella y lentamente me fui metiendo en su coño. Lo hacía suavemente, un poco cortado por la situación, pero en cuanto empecé a notar su calor, su humedad, empecé a follarla con más energía. Se estuchaban sus fluidos cada vez que metía y sacaba mi verga de su coño, dejándome empapado.

  • Lo estás disfrutando, verdad puta..?? Mira que buen nabo tiene el cabrón, te gusta verdad...?? pues verás ahora cuando te dé por culo. Tirá! Niñooo..!! fóllatelo!!

La saqué de su coño y la enchufé en su culo despacio.

  • Tírale, coñooo!! que pareces un maricón..!! Fóllate ya el puto culoo!!

A pesar de para mi era fácil entrar después de las embestidas que le metió mi padre, no quería hacerlo en plan bestia, como él. Quería que ella lo disfrutase, que lo disfrutásemos los dos, pero aquello era una imposición de mi padre, y comencé a follárselo como él lo había hecho. Él se puso delante de ella y cogiéndola del pelo le colocó la polla en la boca, llenándosela entera. Aquella imagen me excitó muchísimo, y no pude aguantar más corriéndome en su culo.

  • Tanta polla y te corres en un segundo?? Menudo picha floja estás hecho, -me dijo en un tono burlón, mientras seguía agarrándo del pelo a Amalia, que chupaba y chupaba su polla, tragándosela entera. No pudo correrse, por más que Amalia insistía en darle el máximo placer, no consiguió llenarle la boca de leche, algo que le enfureció empujándola sobre el sofá y vertiendo sobre ella toda clase de insultos.
  • Eres una hija de puta, y ahora mismo te estás largando de mi casa, Zorraaa..!! Que no sabes hacer una puta mamada como Dios manda. Lárgate..!!
  • Papa, pero...
  • Y tu calla, que también te estas ganando que te eche de casa!!
  • No te preocupes que me largo ahora mismo.

Me di media vuelta y me dirigí al dormitorio a recoger mis cosas. Amalia intentaba hacer recapacitar a mi padre, pero no conseguía nada. Su ego se había quedado por los suelos delante de su hijo, al no poder correrse por segunda vez.

  • Vete.. !! y no aparezcas por aquí en la vida..!!

Amalia lloraba mientras se dirigía corriendo al dormitorio, en donde recogió unas cuantas cosas y salió en dirección a la parada de bus. Yo la seguí y la alcancé antes de que se subiese en uno.

  • Amalia, vente conmigo. Pasaremos la noche en algún sitio, -le dije, abrazándola fuerte contra mi pecho.

CONTINUARÁ...