La fruta prohibida (6) La novia de mi padre

Amalia, la novia de mi padre, era insaciable. Descubrirla fue para mi todo un regalo del cielo. Aquel día de Navidad la follé tres veces en momentos en los que mi padre no se daba cuenta.

Sin duda fue la Nochebuena más alucinante que yo haya tenido hasta el momento. Follarme a la novia de mi padre en la misma cama en la que él se encontraba durmiendo la mona, fue sin duda lo más excitante que había probado hasta el momento. Después de varias horas de sexo con aquella cubana, dormí como un bebé recién alimentado.

En un principio, sólo tenía pensado cenar con mi padre el 24 de diciembre y volver el 25 a casa con mi madre, pero no pude resistirme ante la presencia de Amalia en la casa. Eran las 12.30 de la mañana cuando entró en mi habitación para despertarme con una suave mamada, aprovechando que mi padre había salido a sacar al perro por el barrio.

  • Buenos días, papito... -me decía, dirigiéndose a mi polla.

  • Buenos días, mamita... -le dije metiéndole la mano por debajo de la blusa y cogiéndole uno de sus pechos.

  • Mmmmm... que rico te levantas, papito. Y por qué tu padre no la tiene así tan rica como tu?? -me preguntaba antes de metérsela entera en la boca..

  • OHhhhhhhh... que gustoooooo... Dios..!! -le decía, al notar su boca caliente recorrer mi verga, que en esos momentos estaba imponente.

Esa es la mejor manera que tiene un hombre de levantarse, con una buena mamada, y si es una profesional la que te la hace, ya estás todo el día pletórico y lleno de vitalidad. Cuando terminé de correrme en su boca salió de mi habitación contorneándose y moviendo exageradamente su culo, provocándome unas ganas tremendas de cogerla en ese momento y engancharme a sus caderas para galoparla y embestirla hasta dejarla muerta como a las cucarachas, harta de polvos. Sin duda, esa mujer sabía lo que era poner cachondo a un hombre, y conmigo lo estaba consiguiendo a cada minuto.

Instantes después, escuché cómo mi padre llegaba de la calle con el perro, y Amalia se dirigía a él con todo tipo de frases amorosas. Entre unas y otras se producían silencios, lo que me hacía pensar que estaban morreándose.

  • Que cabrona.. Seguro que aún tiene en su boca el gusto de mi lefa... -pensé para mis adentros.

Me levanté de la cama directo al cuarto de baño, y desde el pasillo pude ver cómo mi padre y ella estaban en el salón metiéndose mano. Ella había abierto su bragueta y tenía la mano completamente metida por debajo de sus calzoncillos, mientras mi padre magreaba con avaricia aquel par de cachetes. Sin duda, lo estaba poniendo a tono, a juzgar por el bulto que se empezaba a notar debajo de su pantalón. Después de salir del baño pude ver que ya no se encontraban allí, en cambio, de su dormitorio provenían una serie de gemidos que me decían que Amalia se estaba cobrando el polvo que anoche no le echó mi padre como debiera. Me acerqué sin hacer ruido y empujé lentamente la puerta para poder ver dónde y cómo estaban, y la imagen que obtuve no tenía desperdicio. Sobre la cama, completamente desnudos se encontraba aquella pareja de amantes comiéndose los sexos mutuamente; un estupendo 69 que me hacía descubrir esa parte de voyeur que llevo dentro. Estaba disfrutando con el espectáculo, Amalia tragando polla como una maestra, mi padre con toda su cabeza metida en su entrepierna chupando su coño. La sinfonía de sonidos provocados por aquella sesión de sexo oral, entre gemidos, jadeos y chupetones, me resultaba espectacular. Poco a poco aquellos sonidos se iban mezclando, aumentando su intensidad cada vez más, hasta dar paso a dos largas exclamaciones escapadas de las gargantas de cada uno de ellos. Madre mía..! Había sido la comida más espectacular que había visto. Mi padre se había portado en ésta, se veía que era un experto en el sexo oral, a juzgar por la habilidad que tenía con la lengua, cómo chupaba enérgicamente su clítoris, cómo le mordía los labios, cómo hundía su cara en su raja, dejándosela completamente mojada, cómo metía la lengua en su vagina. No cabe la menor duda de que en esta sí se pringaba. Sin duda fue una lección muy buena para mi, porque desde entonces creo que soy mejor comedor de coños, al menos eso es lo que me hacen creer las tías que se flipan cuando me meto ahí abajo.

Cuando terminaron de correrse Amalia se tumbó sobre él y comenzaron a besarse suavemente. Mi padre le cogía el culo, jugando con sus cachetes juntándolos y separándolos. Era lo que yo necesitaba, ver cómo se abría aquel culo para que mis ganas de saltar sobre ella y empitonarla hasta el fondo fuesen en aumento. Mi polla me dolía en esos instantes, y los huevos los tenía duros como piedras. Estaba poseído viendo aquel culo, cuánto necesitaba estar dentro de él, pero mi padre estaba completamente despierto y no era cuestión de saltar sobre su novia para follármela, así que me pajeé mirándo aquel paisaje, e imaginando que la tenía enchufada a mi verga mientras le pegaba cachetazos en las nalgas. No tardé mucho en correrme, soltando tres chorros de esperma que quedaron estrellados sobre el marco de la puerta.

Volví al cuarto de baño para lavarme un poco la polla, y estando ya sentado sobre el bidé entró mi padre. Lo hacía agarrándose el pantalón y con la polla fuera.

  • Ohhh.. !! Hijo..!! Iba a hacer lo mismo que haces tu ahora.

  • Es aconsejable después de usarla, no?

  • Bueno, tampoco es que la haya usado mucho. Amalia me ha echado en cara que anoche ni la tocara, y fíjate que esta mañana cuando me desperté hubiese jurado que anoche la follé como ella se merece.

  • Si..? Lo habrás soñado, porque te fuiste como una cuba a la cama.

  • Ya no soy el de antes. No aguanto nada, con tres vinos y un par de copas no soy yo. Me quedo muerto. De todas maneras ya me he disculpado con ella y le he recompensado.

  • Ah sí?? -le dije, levantándome del bidé con la polla en la mano, y mirando a la de mi padre, que era bastante más pequeña que la mía.

  • Vaya hijo... no has salido a mi, afortunadamente..!! Menudo mandao que calzas...!!

  • Pues si, afortunadamente no he salido a ti.

  • Chico, esa herramienta tienes que sacarle partido. Tienes novia??

  • No, pero eso no quiere decir que no le saque partido.

  • Ahhh... pillín, tienes tus líos por ahí.

  • Bueno, algo hay por ahí, la verdad es que no me puedo quejar.

  • De todas maneras, hijo, haz por buscarte una buena mujer, que esté buena, que te ponga en la cama, que sea tu amante, tu amiga, tu compañera, que se sea sincera, fiel. Con eso habrás triunfado.

  • Si papá, eso es lo que ando buscando, pero es algo complicado de encontrar todo en una misma mujer.

  • Bueno, hijo, aparta que tengo una cita con el agua y el jabón.

Me sentí un poco ruin en aquel momento. Mi padre, pensaba que estaba con una mujer como la que me había descrito, y yo era un hijo de puta que se había levantado a la novia de mi padre. Pero bueno, a lo hecho, pecho. Yo no iba a ser quién le abriese los ojos a este cazurro.

Pasé el día con ellos dos. Amalia trataba a mi padre de una manera exquisita, era atenta, no le faltaban frases cariñosas para hacerle sentir bien, y se portaba como una perfecta amante y compañera. En ningún momento mi padre pensaría que sería capaz de follarse a su propio hijo, más aún en la misma cama, pero así fue. Después de almorzar nos sentamos los tres en el sofá, tapados con una mantita para hacer más confortable aquella sesión. Amalia estaba entre nosotros dos, y cuando empezó a ver que mi padre entraba en un profundo sueño, deslizó su mano por debajo de la manta buscando mi paquete. Guaaauuu, aquella mujer era insaciable. Me bajé la bragueta y le abrí pasó a mi sexo que a pesar de estar en esos  momentos flácida, el contacto con su mano despertó a la fiera que tengo entre las piernas, que comenzó a crecer y crecer hasta resultarle incómodo estar dentro del calzoncillo junto a su mano. Me incorporé y me bajé un poco el pantalón y el calzoncillo que quedaron a media pierna, dejando libre mi polla y mis huevos, que en esos momentos acariciaba y masajeaba, pasándole incluso las uñas, algo que me produjo un gran placer. Su mano pasó a agarrarme todo el tronco, subiendo y bajando lentamente. Yo aproveché para buscar su coño, metiendo la mano por debajo de su falda. Cuando llegué a él me percaté de que no tenía bragas. La muy putilla estaba chorreando, y no me costó nada introducirle varios dedos en su raja. Era maravillosa, tenía una vulva muy gordita, esponjosa, daba gusto pellizcarla, cogerla toda de un puñado, me tenía loco. A pesar de que aquello me gustaba mucho, quería algo más. Desde que vi a mi padre y a ella haciendo un 69, no me había podido quitar de la cabeza que aquello también tendría que probarlo yo, y sin pensarlo dos veces la cogí de la mano y la levanté de aquel sofá. Mi padre seguía durmiendo plácidamente mientras me dirigí con Amalia a mi dormitorio. Estaba poseído, no sabía si metérsela hasta el fondo, si comérmela entera.

  • ¿Sabes que no se bien que quiero hacerte primero?

  • Ahi, chico.., tu sabrás

Me apreté con ella, abrazándola y pegando mi polla a su barriga, y al oído le relaté todo lo que me gustaría hacer con ella en ese preciso momento:

  • Tengo muchas, pero que muchas ganas de que nos comamos, pero también tengo muchas, pero que muchas ganas de romperte el coño a pollazos. Quiero correrme entero dentro de ti, llenarte el coño de leche, para después follarte el culo, llenártelo de polla y partírtelo hasta que vuelva  correrme. Quiero ver cómo te corres sobre mí, cómo me magreas con tus tetas. Me tienes loco.

En ese momento me empujó hacia la cama y se colocó de rodillas sobre mi cabeza. La imagen que tenía no podía ser más espectacular. A un palmo de mi boca su raja. Abrió con sus manos los labios externos y bajó hasta que mi cara quedó completamente oculta por su coño. Mis labios se abrieron dejando el camino a mi lengua que empezó a lamer y a querer follar esa preciosa vagina. Dios, que coño tan rico, estaba ido con aquella raja tan gustosa. Le mordía los labios, lo que le producía mucho placer, pero no tanto como los chupetones que practicaba sobre su clítoris, que casi la llevan al orgasmo, a no ser porque paraba y me centraba en otra parte, porque quería tenerla a punto para follármela como merecía. Antes de ocurrir esto ella bajó a mi polla, que había estado sola y desamparada un ratito, pero no el suficiente como para que se bajase, y es que comer el coño de aquella negra me tenía hecho un toro. Cuando la encontró con sus labios el placer fue doble, estaba gozando por dos lados, con su coño en mi boca y con su boca en mi polla, ¿qué más se podía pedir?. Fue alucinante cómo se tragaba aquella tranca. Era deliciosamente suave al  principio, pero llegó un momento en el que nuestras comidas se hicieron bestiales. Parecíamos dos animales devorándonos. Sólo se escuchaban gemidos y más gemidos en aquel cuarto, además de los típicos ruidos producidos por la succión, los fluidos y los jugos chorreando y mojando nuestras caras. No pudimos soportar aquel placer y nos corrimos casi a la vez, una corrida estupenda que nos supo a gloria.

  • Madre de Dios, -dijo ella, incorporándose y bajándose el vestido.

  • Eres un locura de mujer...

  • Gracias mi amol.. tu también eres genial, y tienes una pollita tan rica...

-¿Pollita? Yo creí siempre que tenía un pollón.

-Pues chico, la verdad es que tienes una polla tremenda, menos mal que no saliste a tu padre -me dijo, cogiéndola con la mano y mirándola con ternura.

-Me he quedado con ganas de seguir follándote

-Chico, tu papito se va a despertar y yo quiero seguir viviendo con él. Es un buen hombre, y me trata como a una dama, es un caballero. Lo único que le falta es chispa, ser más fogoso, más cachondo. Ahi, mi niño... si es que para follar este hombre es un carca...!! No te digo que si me folla una vez a la semana te estoy exagerando??

-No puede ser...

-Como te digo. No se qué ponerme para ponerlo a tono..!!

-Bueno, tu no te preocupes que para eso estoy yo aquí.

-Ahi, papito, que bien que hayas venido a pasar con nosotros la Nochebuena..

-Pues si.. y créeme.. a partir de ahora voy a venir más a ver a mi padre..

-Que buen hijo eres, -me dijo con un tono un tanto sarcástico.

Después de decime esto se agachó, me dio un piquito y desapareció moviendo sus caderas. Yo me quedé un rato tumbado en la cama, sin poder moverme, sólo con mis pensamientos, sólo con el recuerdo de aquel 69 tan rico. Estaba super relajado, después de la descarga de leche que le había dado a Amalia, y pensado en el próximo polvo que le echaría. No paraba de maquinar otro encuentro con ella, sin duda alguna tendría que ser cuando mi padre durmiese.

Cuando llegó la noche nos sentamos a cenar y después estuvimos un largo rato hablando y riendo de todas las cosas que, sobretodo, contaba Amalia. Era una mujer muy abierta en el plano sexual, y a la mínima oportunidad sacaba el tema, algo que a mi me ponía como un toro, y a mi padre igual, a juzgar por la forma en que buscaba sus muslos por debajo de la mesa. Nos contó desde su primera relación sexual a cómo se lo hacía con su hermano. También nos contó muchas de sus experiencias con extranjeros que iban a Cuba sólo para follarse a las mulatas. Según contó perdió su virginidad con 12 años en manos de un depravado 35 años mayor que ella. Recuerda que la dejó dolorida durante una semana, pero que desde el momento en el que se le fue siguió follando con extranjeros, que a cambio le daban una buena pasta. Así estuvo casi 15 años, hasta que un español se enamoró de ella y la trajo una vez que contrajeron matrimonio. Según decía ella no estaba para nada enamorada, pero era una forma de dar el salto a la tierra de "los gallegos", como decía. Después de divorciarse entró a trabajar en un prostíbulo, el mismo en donde conoció a mi padre, y de ahí, a la casa de él, en donde ejercía de puta, amiga, amante, esposa y todo lo que ella quisiese, porque mi padre era bien sumiso y se dejaba llevar por ella.

Después de dos horas escuchando historias me entró sueño y me marché a mi dormitorio. Ellos se quedaron en el salón charlando, hasta que el silencio se hizo. Estaba ya acostado cuando sentí cómo gemía Amalia, que se la escuchaba desde el salón. Me levanté y pude ver cómo se había puesto sobre mi padre y lo follaba a horcajadas sobre la silla. Subía y bajaba lentamente, moviendo sus caderas, y provocando en mi padre el mayor de los placeres, a juzgar por sus ojos vueltos y su expresión de gozo. El la ayudaba con sus manos sobre sus nalgas a subir y bajar, imagen que me produjo otro calentón tremendo. Cuánto daría yo por estar sentado en esa silla...!!! No pude parar de mirar mientras me pajeaba. Amalia cada vez bajaba con más fuerza sobre su polla, hincándosela hasta el fondo. La respiración de ambos era cada vez más entrecortada hasta que empezó mi padre a soltar un sonoro quejido que me indicó que se estaba corriendo. Amalia seguía y seguía sobre él, saltando sobre su polla intentando conseguir llegar al orgasmo, pero mi padre que ya se había vaciado dentro de ella no podía aguantar más esas embestidas y de un movimiento se la quitó de encima.

-Lo siento, me estabas haciendo. Déjame que descanse un momento y ahora te recompenso.

Se tumbó en el sofá con Amalia a su lado, por su expresión yo diría que se había quedado con ganas de seguir disfrutando, pero mi padre le echó el brazo por encima de los hombros y la achuchó contra él. Ella le acariciaba por debajo de la camisa, lo que hizo que mi padre entrase en una profunda relajación que en vez de despertarse para cumplir su promesa le llevase a quedarse dormido. Era mi momento, así que salí de la habitación e hice señas a Amalia para que viniese a mi dormitorio. Lentamente se desprendió de los brazos de mi padre y sigilosamente se levantó del sofá cruzando el salón para venir a la habitación. Después de ver aquella cabalgada mi polla estaba como una piedra de dura, con ganas de meterse en aquel coño que ardía por la follada con mi padre. Sin preámbulos, sin palabras, la cogí de la mano y la metí en la habitación, en donde la hice apoyar sobre el escritorio. Le levanté la falda, le abrí los cachetes buscando su raja y de un golpe tremendo se la metí hasta el fondo, colando como un torpedo recién lanzado. Estaba ardiendo, muy, muy mojada, mucho más que en otras ocasiones, y supongo que era por el lechazo que le había metido mi padre.

Estaba enloquecido, bombeaba mi polla contra lo más profundo de su coño una y otra vez, mientras ella gemía de placer y me pedía que lo hiciera más duro. La fuerza de aquella penetración era descomunal, mis huevos se estrellaban contra su culo, mientras la agarraba de las caderas hundiendo mis dedos en sus carnes. Metí una de mis manos entre su pelo y agarrándola fuerte tiré de su cabeza hacia atrás, mientras de mi boca salían las más obscenas calificaciones.

  • Zorra, mueve ese coño para mi. Muévete puta, te voy a partir esa raja ahora mismo.
  • Si, si.. -decía, sincronizando sus movimientos con mis embestidas.
  • Te voy a llenar de leche, y antes de que termine que vas a comer la polla y te vas a morir empachada de mi lefa.
  • Sigue, sigue... -decía, en un momento en el que esta apunto de correrse.

Seguí durante unos minutos más dándole todo lo fuerte que podía; aquel coño chorreaba de flujo, semen de mi padre, embriagando el ambiente a olor a sexo. No quería terminar sin antes follarme su culo, y sin contemplaciones escupí en su ano y de un empujón se la colé entera. No lo esperaba y soltó un grito de dolor, acompañado de un acto reflejo para separarse de mi. Yo la agarré fuerte rodeándola por la cintura para evitar que escapara, y me quedé quieto con toda la polla metida en su culo, hasta que el dolor iba remitiendo y Amalia empezaba a moverlo suavemente. Yo no tenía la polla para suavidades, estaba loco por machacarlo y, de esa manera, empecé a meter y sacar cada vez más rápido, cada vez con mayor trayectoria. Le estaba metiendo un pollón de 22 centímetros y unos 4 de diámetro, y su culo había quedado abierto por completo, dejándome entrar y salir sin ninguna dificultad. Ella pasó del dolor al placer, a juzgar por la forma de mover su culo, dándome un enorme placer, que acrecentaba dándole fuertes cachetazos a sus nalgas. * Córrete zorra.. se que te gusta que te den por culo, verdad?' * Si, sigue.. sigue... * Ahora vas a ver lo que es una buena corrida en tu culo, muévete más -le ordenaba.

En esos momentos su culo parecía una centrifugadora. Era tremendo, espectacular, ver aquel par de cachetes moviéndose, mi tranca entrando y saliendo de su culo como loca. Ella empezó a pajearse de manera nerviosa, quería correrse ya. Su dedos se movía sobre su clítoris enloquecidos, hasta que comenzó a soltar un tremendo alarido, que si no despertaron a mi padre poco le faltó. Cuando se corrió quedó sin fuerzas y tuve que llevarla a la cama, en donde seguí enculándola, esta vez más suavemente. Se la saqué y la metí en el coño, que se estremecía del orgasmo tan rico que tuvo. Era sensacional la sensación de aquella cueva mojada, tan húmeda que me hubiese quedado allí dentro toda la vida. La follaba despacito, dejándola que siguiese disfrutando de aquella corrida, y cuando vi que se estaba recuperando comencé a cabalgar nuevamente como un loco, hasta que no pude más y me vacié dentro de ella una vez más aquel día.

No hubo tiempo para caricias. Ella se levantó y me dijo.

  • Tu chico, me vas a volver loca. O te vas de esta casa o yo no se qué va a ocurrir..

Salió recomponiéndose la falda en busca de mi padre, que aún permanecía en el sofá durmiendo.

Aquella noche fue la última que pasé aquel año con Amalia, pero mis encuentros con ella se prolongaron durante dos años más. Los dos años de mi vida más alucinantes en el terreno sexual.

Continuará...