La fruta prohibida (5) La novia de mi padre

Amalia, la novia cubana de mi padre, otro de mis placeres prohibidos

Mis encuentros con Fina, la exmonja y testigo de Jehová, se sucedieron con bastante frecuencia durante los siguientes cuatro meses, hasta que la cosa empezó a ser algo monótona y a perder esa chispa de los comienzos. Yo estaba empeñado por incluir en nuestras sesiones de sexo a la sobrina, pero no había manera, por más que me insinuaba cuando coincidía con ella en la casa. No hubiese estado mal tener a tía y sobrina desnudas sobre mí comiéndome la polla al unísono, o comiéndose los coños mutuamente mientras me pajeaba junto a ellas, pero no lo conseguí.

Mi necesidad de algo nuevo empezaba a producirme picores en el capullo, necesitando otra relación que saciase mi deseo morboso de follar un coño prohibido. La nueva oportunidad llegó en Navidad cuando mi padre, divorciado de mi madre desde hacía tres años, me invitó a pasar con él la Nochebuena en su casa. Sabía poco de él, lo justo y necesario, pero ese día me enteraría de algo más: se había echado novia hacía ya medio año, y compartían vivienda desde hacía un par de meses.

Se llamaba Amalia, era una cubana, de unos 45 años, y mulata, aunque yo la veía negra, por mucho que ella se empeñase en calificarse como mulata. Da igual, yo la veía negra, de facciones agradecidas, culo de negra y tetas no muy grandes, pero generosas. Tenía un cuerpo muy bien proporcionado, a excepción de su trasero, que rompía aquella sintonía. Sus movimientos sensuales, su forma de hablar, su gracia y descaro me dejaron embobado. No entendía cómo una tía así podría estar con mi padre, un personaje taciturno, soso, aburrido. Pero bueno, debe ser eso de que los polos opuestos se atraen, porque si no, no me lo explico.

Aquella noche de cena no paró de hablar, mientras mi padre se rellenaba la copa de vino una y otra vez. Después de la cena vinieron las copitas de sidra, y después algunos cubatas y licores de lo más variopinto. A las dos y media de la madrugada mi padre se había quedado frito sobre sobre las tetas de Amalia, que seguía sin parar de hablar y de contar anécdotas de su tierra, de su anterior vida, y de sus anteriores relaciones. El tema sexo no tardó en salir cuando vio que mi padre estaba KO sobre ella:

  • Mi niño, esto en Cuba no pasa...!! -exclamó señalando a mi padre. Allí las Nochebuenas, son noches buenas, y para que una noche sea buena no debes de irte a dormir sin tener su sesión de buen sexo.

  • La verdad es que tienes toda la razón -le dije.

  • Ahi, chico... Voy a levantar a tu padre y me lo voy a llevar al dormitorio, a ver si despierto a la bestia, que esta noche la tengo que arreglar yo de alguna manera.

Le ayudé a quitarse a mi padre de encima, y a medio despertarlo para que se fuese por su propio pié a la cama. Me quedé viendo la tele mientras veía desaparecer a Amalia dirigiendo a mi padre, dirección al dormitorio. La idea de verles follar me provocó una tremenda erección, y no pude resistirme. Me levanté con sigilo y me fui a buscarles. Ella andaba tirando de los pantalones de mi padre, que yacía como muerto sobre la cama.

  • Ahi, papito.. despierta, mi amoll...!! -le decía, mientras mi padre balbuceaba algo ininteligible.

Se le veía dispuesta a despertar a aquella marmota, costase lo que costase, porque en cuanto le despojó de sus calzoncillos se puso sobre él y comenzó a comerle la polla, que en esos momentos estaba totalmente muerta. La veía bajando y subiendo la cabeza muy lentamente, intentando poner a tono a aquel pobre hombre, que no se estaba enterando de nada. Estuvo como 10 minutos de esa manera sin obtener respuesta alguna. La polla de mi padre estaba peor que él. No se empalmaba ni que tuviese sobre él a la misma Kim Basinger, actriz que siempre había estado en sus sueños.

  • Ahi, mi chico... no debí de dejarte beber tanto, mi amol...!! -le decía a un hombre que se encontraba en esos momentos en otra dimensión.

Se desnudó completamente y se puso a horcajadas sobre él, restregando su coño sobre su polla mortecina. Le cogía las manos y acariciaba con ellas sus tetas, aunque él ni se enteraba. Desde la puerta contemplaba esta imagen teniendo  ya la polla en la mano, y luchando sobre la idea de si seguir allí machacándomela o si llamarla para follármela en mi cuarto. Pues no fue ninguna de las dos opciones. Entré en el dormitorio sigilosamente sin que ella me viese, ya que la puerta estaba a sus espaldas, y en un momento en el que ella se echó sobre mi padre para besarle, dejando todo su culo y su coño expuestos a mi, extendí mi mano, y son mucha suavidad le pasé dos dedos desde el clítoris al ano. En ese momento se incorporó rápidamente y miró hacia atrás, viéndome cómo le hacía un gesto con el dedo índice para que callase. Su cara fue de sorpresa, pero cuando bajó su mirada y vio mi polla totalmente en erección se le iluminó completamente.

Le hice que se acercase al borde de la cama en la misma postura en la que estaba, y no tardó en acercarme sus carnes deseosa de aquel rabo. La visión que tenía era total. Su enorme culo negro en un primer plano, segui de su espalda, su cabeza y al fondo la cabeza de mi padre con la boca medio abierta, y roncando como un cabrón. No podía ser mejor. Esa situación me producía mucho morbo, tanto que me dolía la polla de deseos por follarme allí mismo a Amalia. No retrasé más ese momento y sin más preámbulos apunté mi capullo al coño de aquella mujer y cogiéndola de las caderas fui empujando, empujando, suave, suave, suave, tan suave que fui deleitándome centímetro a centímetro hasta que tuve metido el último milímetro de empuñadura. Ella gimió levemente sobre mi padre, que continuaba groguis, algo que era muy favorable ya que no estaba dispuesto a acabar aquello de repente.

Me la follaba muy suavemente al principio, pero a medida que metía y sacaba, no podía mantener el ritmo; aquel coño y mi polla me pedía más y más, así que comencé a pisar gas a agarrarme con fuerza a ella y a empalarla como me estaba pidiendo.

  • Ahi papito, -me decía casi como en un susurro.

  • ¿Papito..? Te voy a dar yo papito, zorra.., -le contestaba también con un hilo de voz.

La velocidad que había tomado aquello pronosticaba una pronta corrida, sobre todo de aquella mujer que con mucha dificultad ahogaba sus gemidos sobre mi padre. Con una de mis manos bajé su cabeza en señal de que quería ver cómo se la chupaba a mi padre, y así lo hizo. Se la metió en la boca, totalmente flácida, justo en el momento en el que me empecé a correr dentro de ella, ahogando un grito de placer. Nada más terminar de correrme me quedé dentro, al fondo de todo, presionando para que no quedase ni una sola gotita de leche. Ella seguía intentando poner aquella otra polla a tono, pero después de 15 minutos tan solo había crecido un par de centímetros, y seguía más flácida que erecta.

Empecé a salir de ella con la misma suavidad con la que entré, y una vez fuera me agaché metiendo mi cara entre sus piernas. Olía muy diferente al coño de una blanca, era un olor fuerte que me atrajo hasta él, y ayundándome de mis manos abrí aquella raja todo lo que pude y busqué su clítoris con mi lengua, y digo lo busqué porque en aquella habitación, con tan solo la luz de una lamparita, y la negrura de aquella mujer era difícil descubrir un clítoris. Comencé a pasarle la punta de la lengua y Amalia se removió buscando más boca; apunté mis labios sobre él y empecé a succionar fuerte. Guaaaguuuu...!! Aquella zorrilla había parado de comerle la polla a mi padre para deleitarse con aquella comida de coño. Su olor, su sabor, mezclado con mi semen me estaba volviendo loco. Chupaba como un hambriento, cada vez con más ahínco, provocando una cadena de gemidos en Amalia que la llevaron a un rico orgasmo.

Yo no había conseguido aún hacer correr a la novia de mi padre cuando mi polla estaba otra vez con ganas de marcha, pero ese era el momento de Amalia, y la comida de coño era lo que tocaba.

  • Ahiii...papito, que ricooo... papito, ya, ya, ya.. decía antes de correrse sobre mi boca.

Cuando termino, se volvió hacia mi percatándose de la envergadura que había tomado nuevamente mi tranca.

  • Ahiii... chiquito... tu si que sabes pasar nochesbuenas, -me dijo tomando en una de sus manos mi polla, y en la otra cogiéndome los huevos, y fundiéndose en un beso húmedo en el que terminaron de mezclar todos nuestros fluidos.

Mi padre quedó completamente desnudo delante de mi, con su polla recostada sobre uno de sus muslos. Justo en el momento en el que le eché una mirada, Amalia me indicó que fuésemos fuera, pero no hice caso. Quería volver a follarla allí dentro. Esa sensación de peligro me ponía a 100, y no iba a tener muchas más oportunidades de que aquello sucediese de nuevo, así que tenía bien claro que era aquel el sitio en donde me quería follar a la novia de mi padre.

  • No, guarrilla... te voy a follar ahí, -le dije, señalando un trozo de cama vacío junto a mi padre.

  • Estas loco, mi amol...!!

  • Shiiiiffffffchhhhhh... calla, túmbate y ábreme bien ese coño, que te voy a follar para que no digas que los españoles no te hacemos pasar una nochebuena como en Cuba.

  • Ahi, papito.. me muero..tu tas locooo.. -me dijo, mientras la dirigía hacia la cama.

Quedó a un palmo de mi padre, boca arriba, con las piernas flexionadas por la rodilla y entreabiertas. Me quedé unos segundos contemplando aquella escena. Mi padre, en bolas y dormido, su novia cachonda al lado y el hijo empalmado de pié, dispuesto a dejar el pabellón español bien alto. Me coloqué entre sus piernas y las elevé sobre mí, dejándolas sobre mis hombros. En ese momentos coloqué mi polla a la entrada de la vagina y de un solo empujón me metí dentro de su coño, mientras me apretaba a ella abrazado a sus muslos. Estaba mucho más caliente que antes, mucho más húmeda, gemía sin temor a que mi padre despertase, cosa que a mi tampoco me importaba, es más me producía mucho morbo pensar que lo haría. Le martilleba enérgicamente aquella raja negra de bello rizado y pegadito a sus labios y su monte de venus, un coño muy bien arregladito que estaba causándome la mejor Nochebuena de mi vida.

  • Que me corro, papi... que me corro.. papi.. -empezó a decir de nuevo, haciéndome aumentar el ritmo, provocando un terremoto en la cama que hizo que mi padre se medio despertarse y cambiase de posición, volviéndose del lado en el que estábamos, a varios centímetros nuestro; e incluso una de sus manos se fue a posar sobre mi pierna, hecho que me llevó a apartarla de un manotazo, ya que no era una sensación agradable para mi en ese momento. Amalia empezó a respirar de manera entrecortada y tras aguantarse unos segundos la respiración, empezó a soltar un alarido de placer mientras sentía como su coño ardía se encharcaba, y sus músculos intravaginales me apretaban y desapretaban volviéndome loco de gusto...

Ohhhh... si, si..... córrete mucho... , -le decía, animándole a que lo alargase todo lo posible.

Los espasmos de su coño continuaron durante un rato, mientras ella seguía animándome a que la follara nuevamente fuerte como antes. Estábamos como dos perros, calientes, salvajes, y cada vez le hacíamos menos caso a aquel dormilón. Le empujé las piernas hacia el cabecero de la cama, quedando su culo un poco levantado, me coloqué sobre él y, arrastrando con mi capullo un poco de flujo vaginal hacia el ano, empecé a empujar suavemente, mientras Amalia gemía de gusto.

  • Ahi, papito, que bueno...

  • Te gusta que te den por culo...

  • Si mi amol.., que rico... -me decía con cara de viciosa.

  • Pues cuando quieras rabito, ya sabes donde tienes uno que no se duerme..

  • No dudes que a esta pollita la voy yo a "oldeñal" mucho..., me decía con su acento cubano.

Se la metí hasta el fondo, y sin rechistar. Sin duda esta mujer estaba más que acostumbrada a que se la follaran por el culo. Coló sin haberla preparado, y sin protestar, y allí empecé a machacárselo mientras le metía dos dedos por el coño jugando con sus paredes vaginales y buscándole su punto G. Estaba poseído por aquella mujer. Tenía un coño y un culo muy apetecible; su aroma me embriagaba, me convertía en un poseso. La empalaba con furia, y ni los golpes con su culo, ni nuestros gemidos, ni el movimiento de la cama, habían logrado despertar a mi padre. Conseguí correrme dentro de su culo, pero antes de terminar de soltar toda la leche se la saqué y me la terminé con una paja sobre la entrada de su vagina, para rematar de un golpe metiéndosela hasta el fondo, lo que me provocó un gran placer que me hizo derrumbarme sobre ella.

Quedé muerto unos minutos, mientras ella me acariciaba la espalda y me decía cosas al oído.

  • Ahi, niñito... que sinvergüenza estas hecho..!

  • Yooo..? Si soy un buen chico...

  • Y follas muy bien para ser españo..

  • Ehiiii... que los españoles somos muy calientes..

  • Si, chico, pero eso no es igual a follar bien.

  • Bueno, puedes tener razón.

  • De todas maneras, eres joven, y creo que puedes mejorar, tienes que seguir aprendiendo.

  • Sabes que conmigo podrás practicar todito lo que quieras.

  • Mnmmm.. sugerente propuesta.. Gracias, lo tendré en cuenta.

Salí despacio de su coño e incorporándome en el momento en el que mi padre comenzó a balbucear el nombre de aquella mujer, quién lo atrajo hacia sí, metiendo su cabeza entre sus tetas, regalándole toda clase de palabras bonitas que enamorarían a cualquier pringado.

  • Eres una zorra, lo sabes? le dije bajito, mientras me sacaba la lengua en plan lascivo.

Salí de aquella habitación con tan solo una camiseta puesta, portando mis pantalones y los calzoncillos que había quedado tirado a la entrada del dormitorio. Me dirigí al cuarto de baño antes ir a mi habitación, y una vez allí comencé a escuchar cómo alguien jadeaba. Volví sobre mis pasos y desde la puerta pude ver a mi padre encima empujando torpemente sobre Amalia, quién abierta de piernas esperaba estoicamente a que aquel borrachuelo terminase de correrse dentro de ella, cosa que no tardó en suceder.

La imagen era algo deprimente, así que volví a mi habitación y me tumbé sobre la cama tan solo con la camiseta. Tenía la polla con ganas de más, crecidita, medio dura, y los huevo, a pesar de que habían descargado dos veces, podían hacerlo otras cuantas más. No pasarían ni cinco minutos desde que vi al patético de mi padre follarse a su novia cuando Amalia entró por aquella puerta, desnuda, espléndida, sensual, moviendo sus carnes hacia mi.

  • Ahi, chiquito.. me dejaste muy solita

  • ¿Solita? Si hasta has follado con mi padre..!

  • ¿Eso para ti es follar?.. Ahi, bonito, cuánto te falta por aprender.

  • De eso no te quepa la menor duda, solo tengo 22 años.

Se subió a horcajadas sobre mis piernas y posó sus tetas sobre mi sexo, que había aprovechado los momentos de cháchara para ponerse nuevamente a tono. Se escupió entre las tetas y colocó mi polla entre ellas, quedando envuelta completamente por sus carnes morenas. Subía y bajaba su cuerpo con maestría, lubricando generosamente la zona lo que hacía que mi polla resbalase fácilmente entre sus dos tetas que quedaban juntas gracias a la presión de sus manos. Era excitante ver cómo mi capullo rosita desaparecía y aparecía de entre sus carnes negras.

  • MMMmmmm... que bien..
  • Te gusta papito...??
  • Es la mejor cubana que me han hecho nunca
  • Te lo hace una que viene de allá, cómo no iba a ser buena..

La sensación que tenía era maravillosa. Su saliva inundaba mi polla que se deslizaba de una manera alucinante entre sus dos pechos. En una de las veces que mi capullo asomaba ella agachó la cabeza y se lo metió en la boca..

  • Ohhhh... que ricooooo, -le decía ayudándola con la mano a bajar aún más.

  • Esta vez quiero correrme en tu boca. Si, si, .. sigue chupándomela, sigue, sigue.... Ohhhhhhh.. Madre míaaaa que gustazo...

Se soltó los pechos y agarró mi polla con las dos manos, no sin antes escupir en ellas y llenarlas de saliva. Subía y bajaba apretando todo el tronco mientras su boca quedaba reservada para mi capullo, que chupaba de una manera magistral. Sin duda aquella mujer era una experta. La práctica que tenía haciendo aquello no era para nada normal; me estaba llevando al cielo con aquella boca y sus manos, cuando empezó a acelerar el ritmo y ya no pude aguantar más, corriéndome entero su boca. Vi cómo se la tragaba, y relamía mi capullo para quedarse hasta la última gota. Yo estaba tremendamente sensible y a penas soportaba los suaves lametones que me daba.

  • Ahí, niñito que lindo eres.
  • Y tu que putilla eres..
  • Chico, de algo había que ganarse la vida en Cuba.

No iba mal encaminado, Amalia había sido jinetera en La Habana cuando era joven, hasta que consiguió casarse con un español que la trajo. Tras unos años, terminaron divorciándose, y ahora era mi padre el que se la ventilaba. Esa noche la novia de mi padre volvió a la cama con el coño, el culo y la boca bien satisfechos.

NO fue la última vez que me encontraría con ella...

Continuará...