La fruta prohibida (4) La exmonja
Pensaba que no volvería a verla, pero eso no fue así.
Aquella mujer testigo de Jehová, y que durante 30 años fue monja, volvió a llamar a mi puerta al domingo siguiente. En esta ocasión fue mi madre quién le abrió. Las escuché intercambiando algunas palabras y enseguida supe que era ella. Me asomé y pude verla desde la puerta del salón, metida en su papel de enviada de Cristo. Parecía algo cortada y un tanto nerviosa. Me apoyé en el filo de la puerta para que ella pudiese verme, y mientras mi madre ojeaba aquellos panfletos ella aprovechó para mirarme. Yo estaba sin camisa y con un pantalón corto de deporte. En el momento de mirarme yo ya tenía la mano metida dentro del calzoncillo; me cogía la polla y agarraba los huevos lo que me produjo una rápida erección, y es que esa mañana aún no había descargado.
Se notaba perfectamente que debajo de ese mini pantalón tenía un pollón tremendo dispuesto a follarse a aquella mujer. Era para lo que había venido, no?. La presencia de mi madre me puso a cavilar sobre la forma de poder estar a solas. Ella no dejaba de echarme miradas rápidas, intentando no desconcentrarse del discurso que le estaba dando a mi madre, quién empezó a querer quitarse de en medio a esa pesada, diciéndole insistentemente que no le interesaba. Tapándome un poco aquel pollón me dirigí a la puerta.
- Mamá, a mi me parece interesante, ¿Porqué no entra? -le dije, con mi más encantadora sonrisa-
Mi madre me miró con cara de estar flipando, ya que nunca había visto en mi ningún tipo de interés sobre las religiones, y eso de que invitase a esa mujer a entrar, le puso entre la espada y la pared porque no quería ser descortés. De esa manera, la testigo de Jehová entró en aquel salón en donde una semana antes le propuse follar. Se sentó en el mismo sillón y yo frente a ella. Mi madre no quiso participar de aquella discusión y desapareció por la puerta de la calle con una gran cantidad de ropa que subía a la terraza a tender.
Estás muy guapa,
Gracias
Has venido a lo que yo estoy pensando?
No tuve respuesta, pero su cara sonrojada me advertía de que así era.
Tenemos 10 minutos
No, es una locura -dijo, mientras intentaba levantarse del sillón para irse.
En 10 minutos te pongo yo el coño como un bebedero de patos, guapa, mira como está este paquete... -le dije, poniéndome delante de ella y sacándome la polla entera que quedó a varios centímetros de su cara. La hermosura de aquella tranca le hizo el coño agua; la agarró fuerte y se la metió en la boca con mucha más maestría que la primera vez. La chupaba con ganas, cogiéndola con las dos manos que subían y bajaban a la par que su boca se tragaba el capullo entero. Parecía que la vida se le acababa por la forma en que me hizo aquella felación. Yo me agarraba los huevos con una mano, mientras que con la otra, metida dentro de su camisa, buscaba sus pezones que pellizcaba suavemente, provocandole leves gemidos.
Me hubiese gustado seguir, pero mi madre podría bajar en cualquier momento y yo quería follarla, darle gusto a aquella mujer 30 años mayor que yo que una semana antes había desvirgado. Le ayudé a levantarse y la coloqué mirando hacia la ventana, apoyándose con sus dos manos en el brazo del sillón. Le levanté la falda y sin quitarle la braga, tan solo apartándosela del coño, le enchufé la polla hasta el fondo, sin besitos, sin preámbulos, ni miramientos. La muy golfa estaba caliente como una perra. Chof.. chof... chofff...choffff... se oía en mi rápido martilleo. Parecía que de un momento a otro le iba a romper el coño a pollazos. Cada vez era más exagerado el sonido de mi polla entrando y saliendo, chof,chof,chof,chof, chof...; y la cantidad de flujo que le resbalaba a aquella mujer por la raja hacia las piernas me estaba poniendo el pantalón empapado. Sin duda se estaba corriendo , dando un gusto enorme a mi polla que con sus espasmos intravaginales apretaban mi capullo y mi verga entera, haciéndome correr de gusto dentro de ella, una corrida intensa que me hizo estremecer de placer. No pude disfrutar mucho más tiempo dentro de ella, porque en cuanto se dió cuenta se incorporó sacándome de su coño, y arreglándose de una manera un tanto apresurada. Cogió sus cosas, su bolso y salió del salón en dirección a la calle. Antes de que se marchase, la cogí del brazo y le dije que aquello teníamos que volver a repetirlo.
Te espero el próximo domingo.
No lo creo, esto se me está yendo de las manos.
Le cogí la mano y se la dirigí a mi polla, que a pesar de estar ya medio bajada, aún tenía unas dimensiones considerables.
- La notas?? Esta polla te va a hacer disfrutar mucho, guapa. Así que más te vale no dejar plantado a tu coño el próximo domingo, porque si no, no tendrás perdón de Dios.
Salió por la puerta justo cuando mi madre la abría para entrar. Se toparon y, sin apenas despedirse de ella, salió escaleras abajo lo más apresuradamente que pudo.
Y esa?? Qué le has dicho que ha salido espantada?
Ufff.. Hemos tenido una interesante charla. Y parece que no le ha gustado mucho mi punto de vista sobre su secta.
Pues tal y como ha salido, dudo mucho que vuelva a aparecer por aquí.
Mi madre acertó, porque aquella señora no volvió a tocar nuestra puerta nunca más, aunque eso no quiere decir que no la volviese a ver. Fue una tarde que andaba yo con unos colegas tomando unas litronas en el paseo que hay junto a la ribera del río, cuando de repente pasó delante de mis narices haciendo footting. Iba sola, vistiendo mallas negras estrechas que regalaron a mi vista una silueta de lujo. A pesar de ser una cincuentona estaba tremenda la tía. La camiseta que llevaba dejaba ver perfectamente el contorno de sus pechos, marcados en esos momento por dos cercos de sudor que hacían aquella visión algo mucho más erótico.
Me quedé durante unos segundos atontado, embobado por el espectáculo de la testigo de Jehová moviendo todas sus carnes para mi. Sabía que no me había visto, y sin pensarlo dos veces salí corriendo tras ella, ante la sorpresa de los amigos que no entendían mi escapada repentina y sin explicación. Le seguía manteniendo las distancias para evitar que me viese; primero quería deleitarme con aquel movimiento de culo, que me tenía ya loco, y segundo ver dónde vivía. No pasaron ni 15 minutos más, cuando paró de correr e inició una sesión de marcha rápida saliendo de la ribera del río en dirección a una urbanización a unas cinco manzanas de mi casa. Sacó una llave del interior de la malla y abrió la puerta de una vivienda adosada. Cuando desapareció detrás de la puerta me fijé que el buzón no especificaba ningún nombre, lo que me podía haber dado una idea de si vivía sola o no. Ya que estaba allí no podía dejar pasar esta oportunidad. Llamé a la puerta y escuché una voz que preguntaba quién era... "Soy yo", respondí. Noté como la mirilla se abría y miraba a través de ella. La puerta se abrió lentamente y la mujer se me quedó mirando con cara de asombro.
Te he visto corriendo por la ribera. Estaba con unos colegas y eché a correr detrás de ti, pero no pude alcanzarte.
Qué haces aquí? -dijo, mirando hacia afuera y comprobando si había vecinos que estuviesen mirando.
Bueno, si me dejas entrar te lo puedo contar.
No, lo siento, no puedes entrar. Tengo que ducharme para salir en breve y no tengo tiempo.
Sin dejar a que le diese tiempo a decir nada más me colé dentro de casa y cerré la puerta.
- Qué haces...!! Sal ahora mismo de mi casa..!! Te he dicho.... !!
No pudo decir más, porque mi boca se abalanzó sobre la suya en un beso húmedo y sensual contra el que no pudo resistirse. Estaba sudada, mucho más que yo, olía a mujer y eso me estaba poniendo tremendamente excitado. Le saqué la camiseta, le desabroché el sujetador dejando libres aquellas dos tetas que cayeron sobre mis manos como dos melocotones suaves. Ella me dirigió, sin apartar su boca de la mía, por el pasillo hasta llegar a un gran baño en el que había una bañera hidromasaje que puso a llenar. Mientras lo hacía, nos fuimos despojando de nuestras ropas lentamente hasta quedarnos completamente desnudos. Mi polla miraba al techo sin necesidad de cogerla. Yo me apretaba con ella asegurándome que la notaba dura como una roca, dispuesta a follarla. Parecía no querer esperar a que aquella bañera se llenase porque sin mediar palabra subió una de sus piernas al filo de la bañera y cogiendo mi polla se la llevó directa al coño. Diosssssss...!! Con solo un movimiento de pelvis me deslizó entero dentro de ella, provocándome un inmenso placer que me hizo emitir un gemido como si me estuviese muriendo de gusto.
Metí uno de mis brazo por la corba de su rodilla y subí su pierna a la algura de mi pecho, lo que me permitía tener una mejor visión de su coño y de mi polla entrando y saliendo encharcada. Ella se agarraba con fuerza a mi cuello lo que me permitió, momentos después, coger de la misma forma su otra pierna, dejándola en suspenso sobre mi. Clavada en mi pene la llevé en volandas hasta la pared del baño en donde la follé violentamente, mientras ella no para de pedirme más, y más... Estaba totalmente ida. Aquella postura le provocaba un empalamiento como nunca lo había probado. Entregada a mi polla, a mis besos, se movía nerviosa sobre mi verga, intentando a su vez tener el mayor contacto con mi pubis que, generoso en vello, proporcionaba un inmenso placer al rozarse con su clítoris.
Estaba con unas ganas inmensas de descargarle toda la leche, pero tenía que reservarme. En la postura que la tenía me fue fácil meterle un dedo por el culo, algo a lo que ella respondió con un gemido y una mirada al techo, como si fuese un regalo de Dios. En ese momento sus movimientos sobre mi polla y sobre mi dedo y sobre mi pubis eran cada vez más rápidos. Esta mujer se había convertido en algo asombroso, en comparación con el primer polvo. Se movía con la habilidad de una puta de lujo, se había deshinivido completamente dejándose llevar en esta nueva carrera que se le había presentado en la vida. De repente me indicó al oído, con voz entrecortada, que utilizase el desodorante. No entendí bien al principio pero en seguida saqué mi dedo del culo y cogí aquel bote que podía ser de tamaño algo más pequeño que mi polla. Le escupí, hidratándolo al máximo, y como pude lo coloqué en su ano. Iba a ser algo complicado porque no era el tipo de hidratación que aquello necesitaba, pero arrastré algo de flujo vaginal y apunté. Ella movía su culo y su coño ayudando a que aquello entrase. Lo hacía en pequeños círculos apretando contra mi, lo que poco a poco hizo que su esfinter se fuese abriendo tragándose ese bote hasta rozar mis dedos. Yo lo hacía entrar y salir lentamente al principio, mi polla seguía con atención aquel bote notando perfectamente cómo iba entrando y saliendo, lo que me produjo una gran excitación. Ella estaba casi si respiración, empalada por los dos lados, se había soltado de mi cuello y se había agarrado con sus dos manos al toallero, lo que fue un alivio para mi, al descargar en el gran parte de su peso, lo que me daba más libertad para follármela sin piedad. Su culo sin poner ya resistencia y su coño encharcado me estaban dejando tonto, solo quería follarla y follarla, un y otra vez hasta partirle el coño y el culo.
Mi ritmo empezó a aumentar en un mete saca veloz que estaba provocando en mi víctima el más sonoro orgasmos que yo haya sentido nunca. Noté como le venía cuando empezó a erguirse y pegarse a la pared, mientras agarraba con fuerza la barra metálica del toallero. No dejaba de mirar al techo diciendo un largo aaaaaaaaahhhhhhhhhhggggggg... mientras mi pene notaba como su vagina se encongía y lo apretaba con fuerza invadiéndole una oleada de calor que casi derretía mi capullo. Aquel era mi momento y me dejé ir dentro de ella hundiendo mi cabeza entre sus tetas. Tres grandes chorros de esperma salieron escupidos al fondo de su coño, algo que ella noto a juzgar por cómo comenzó a moverse sobre mí, provocándose otro orgasmo que la dejó sin fuerzas, por lo que tuve que volver a cargarla en peso con mis dos manos lo que me obligó a soltar el tubo de desodorante que salió despedido al suelo.
La bañera se había llenado y era el momento de entrar en ella. Saqué mi polla de su coño y la ayudé a entrar, ya que sus piernas le flaqueaban de las dos corridas que tuvo en diez minutos que estuvimos follando allí de pié. Se hundió en el agua desapareciendo de mi vista, mientras notaba sus piernas suaves en contacto con las mías. Cuando apareció había rejuvenecido 20 años. La veía una mujer muy sexi, que nada tenía que ver con aquella de aspecto monjil que una vez llamó a mi puerta.
Hola.. -le dije-, estás bien...
He estado en el cielo, cómo crees que estoy..?
Lo se, yo también he estado allí hace un momento...
Es alucinante sentirte dentro, es tremendo lo que me provocas cuando me follas..
A mi me pasa igual, -le dije colocando uno de mis pies sobre su coño, que en ese momento estaba abierto. El dedo gordo de mi pié buscó su vagina, no sin antes tantear centímetros más arriba para masajear su clítoris, que para esos momentos estaba hinchadito como si fuese una habichuela. Coloqué el dedo a la entrada de su vagina y el resto lo hizo ella. Empujó suavemente hasta que notó como entraba en su coño. Su cara se convertía en algo fantástico de ver; se mordía el labio inferior y dejaba los ojos casi en blanco, mientras sus manos se buscaban los pechos apretándolos suavemente y pellizcándose los pezones. Yo me limitaba a poner el pie, a contemplar aquella maravilla, y a cogerme la polla y los huevos que empezaban a reaccionar ante aquella visión. El calor de su coño corría por mi dedo gordo del píe subiendo hasta mis huevos que se habían puesto duros como rocas, igual que la polla, cuyo capullo salía a flote del agua, asemejándose al periscopio de un submarino. Me incorporé y levantándome frente a ella cogí mi polla y la puse en sus labios. Su boca se entreabrió y dejó escapar su lengua que con su punta contorneó todo el capullo, al que le regaló la mejor chupada que nunca hasta ese momento le habrían hecho, al menos eso es lo que sentía en ese momento. Ni Lucía había conseguido que mis rodillas se doblaran al terminar de chupármela, quedando casi muerto entre sus brazos, cuando después de 15 minutos de entrar y salir de su boca me corrí en ella, quién se tragó toda la leche que solté por mi capullo.
Estás bien pequeño, me dijo.. en plan maternal
Ufff.. estoy un poco mareado, pero ya me recompongo..
shhhhiiiiishhh... tranquilo, relájate...!! -Me dijo mientras me acariciaba los pectorales, estando yo recostado sobre sus tetas, su barriga, y notando su coño cómo rozaba el principio de mi culo. Su mano bajaba lentamente y cogía mí polla que estaba derrotada, jugando con ella suavemente.
Si continúas así me pondrás otras vez a tono, y te tendré que follar de nuevo.
Uhhh.. eso que es, una amenaza..?? -dijo, agarrando con fuerza mi miembro.
Mmmmm... bueno, interprétalo como quiera, yo solo te informo de que si despiertas a la bestia no tendré más medio que follarte por todos los agujeros que tienes por los que quepa.
Bueno, si no hay más remedio... tendré que atenerme a las consecuencias, -dijo, justo cuando escuchamos cómo se abría y cerraba la puerta de la calle..
Nos sobresaltamos en un principio, pero ella al momento me calmó y me dijo que era Marga, su sobrina, con quién compartía casa.
Sabe de mi existencia?, -le pregunté.
Si. Se lo conté el mismo día que te conocí.
Y..??
No se lo llega a creer, dice que es imposible que yo, con mi pasado, con mi forma de ver la vida, esté con un jovencito menor que ella.
Cuántos años tiene..?
25 cumplirá en un par de meses. Es muy guapa, haríais buena pareja
No tardó en escuchar a aquella chica llamando a su tía, cuando sin cortarse ni un pelo aquella mujer contestó.
- Estoy en el baño, cariño..
No pasaron ni tres segundos cuando la puerta se abrió y apareció aquella joven, que al vernos metidos en la bañera hidromasaje, abrió sus ojos de par en par y se marchó cerrando la puerta de un portazo..
Cariño, no te cortes, entra...
Tía..! pero como...
Entraaaaaaa... voy a presentarte a mi amigo..
La puerta comenzó lentamente a abrirse y a asomar una joven hermosa, sonrojada que seguía sin dar crédito a lo que estaba viendo.
- Marga, te presento, a...
En ese momento nos percatamos de que ni siquiera sabíamos cómo nos llamábamos.
- Ángel, me llamo Ángel, -dije mirando a una y a otra. ¿Y tu? -dije, dirigiéndome a mi amante.
Ella soltó una carcajada y me dijo llamarse Josefina, -Fina, para los amigos, recalcó.
-Pero entra, no tengas miedo, Ángel es un chico estupendo, es delicioso. -dijo, al ver que Marga se quedaba en la puerta con temor, aunque para mi que estaba más muerta de vergüenza que otra cosa.
-Bueno, casi mejor que os dejo disfrutar del baño -dijo ella, volviendo a cerrar la puerta del baño.
Le ha dado un corte tremendo, -dije, antes de hundir mi cabeza en la bañera y bucear en dirección a su entrepierna, a su coño, para una vez ahí soltar todo el aire que tenía. Eso provocó a Fina un cosquilleo que le hizo soltar una carcajada. Salí buscando su boca y allí nos quedamos unos minutos compartiendo fluidos, mordiéndonos los labios, jugando con nuestras lenguas. En mi inmersión me había dado cuenta de que había un potente chorro de agua que salía de la base de la bañera. Me coloqué detrás de Fina a la que indiqué que abriese las piernas. La dirigí hacia él mientras yo, desde atrás me aseguraba con las manos de que tuviese el coño bien abierto. En el momento de estrellarse el chorro con su clítoris dio su cuerpo se llenó de energía, de tensión, y con su cabeza echada sobre mi hombro empezó a gemir y gemir, mientas se cogía las tetas. El chorro continuo sobre su clítoris la fue llevando poco a poco a la locura, sus tronco erguido, sus piernas impulsándose en la pared de la bañera eran para mi datos más que suficientes de que aquello le estaba gustando. Empezó a correrse cuando una de mis manos le metió tres dedos dentro de su vagina, dejándose llevar por un fuerte gemido que alertó hasta a su sobrina, quién no tardó en llegar a la puerta del baño preguntando muy preocupada por el estado de su tía.
Si cariño, no te preocupes, estoy de maravilla, -dijo, con voz entrecortada.
La joven debería estar realmente preocupada por ella, teniendo en cuenta que nunca había visto a su tía en esa situación, y menos la había oído correrse como lo hizo. Estaba desfallecida, y durante un rato no pude tocarle el clítoris, que había quedado tremendamente sensible. Una vez se recuperó nos relajamos un rato en la bañera, lo que aprovechamos para hacernos pregunta y conocernos un poco. Yo le conté mi primera vez y algunas historias con la madre de Alberto, y ella algunas de las pocas experiencias sexuales que tuvo en su vida, entre ellas una relación lésbica que tuvo con una compañera cuando ella ella novicia. Sólo se habían llegado a comer los coños y a meter algún dedillo tanto en el coño como en el culo, pero la cosa no pasó a más.
Aquel día fue el inicio de otro capítulo de mi vida que tendría a Fina como protagonista, una mujer a la que abrí los ojos, y algún que otro agujero, a un mundo lleno de pasión.