La fruta prohibida (2) La madre de mi amigo

Continuación de una historia en la que descubro el sexo con la madre de mi mejor amigo

Había perdido mi virginidad con la madre de Alberto, una mujer 24 años mayor que yo. Aquel primer polvo provocó en mi un deseo hacia esa mujer que me llevó a obsesionarme de una manera casi enfermiza. Después de estar casi a punto de que mi mejor amigo nos descubriese follando sobre la mesa del salón, me di cuenta de que el morbo que me provocaban situaciones en peligro era ingrediente justo para hacerme disfrutar del sexo como un loco. Ese verano busqué situaciones similares en las que quedarme a solas con Lucía, me ofrecía a acompañarla a aquellos lugares a los que ella necesitaba ir, aunque en muchas ocasiones estaría con nosotros Alberto, hecho que me obligaba a buscar la manera de darle el esquinazo y desaparecer con su madre.

Una mañana fuimos a un gran centro comercial en donde teníamos previsto hacer unas compras. Alberto necesitaba ropa deportiva, y me inventé que quería mirar unos libros. Lucía se había dirigido directamente al supermercado, lugar al que me dirigí con un único  propósito: llevarla a los servicios para poder follármela una vez más. La encontré esperando su turno en la frutería, y sin acercarme a ella me coloqué en un punto que me permitía observarla sin que se diese cuenta. Ahí estaba ella con aquel vestido que dejaba ver sus curvas, aquel escote que me llevaba al ensueño, aquellas piernas torneadas cuya suavidad se venía sin ni siquiera tocarlas. Después de unos minutos, ella se dio cuenta de que estaba allí embobado

mirándola, y sin mediar palabra echó a andar. A su paso por mi lado me hizo un gesto para que la siguiese. Enfilé tras ella, salimos del super, y se dirigió a los baños. Justo lo que yo tenía pensado. Directamente entró en el de caballeros, algo que me sorprendió bastante, porque lo hizo de una manera tan natural que cualquiera que hubiese estado dentro habría pensado que se habría equivocado. Tuvimos suerte, porque estaba completamente vacío. Entramos en el servicio habilitado para discapacitados, y sin cruzar una sola palabra nos besamos como locos. Nuestras lenguas salieron nerviosas de nuestras bocas, buscándose, moviéndose como culebras que juegan por hacer el nudo perfecto de sus cuerpos. Mis manos se movían rápidas por su cuerpo, subiendo y bajando por sus muslos, apretando su cachetes. Me apretaba contra ella, restregándole mi paquete que por aquel entonces estaba de unas dimensiones extraordinarias.

Ella, que estaba al tanto de todo, aprovechó para manosearmelo; me bajó la cremallera, metió la mano bajo el calzoncillo y con cuidado la sacó de aquella prisión. Solo me sacó la polla y los huevos, bajó la tapa del baño, se sentó y comenzó a mamármela como lo había hecho aquel día que durmiendo la siesta en su sofá me descubrió con una tremenda erección. Diosssssss....!!!!!!!!! Aquello era como estar en las nubes. Empecé a moverme, incrementando el ritmo de aquella mamada; me ayudé cogiéndola de la cabeza, y apretándola hacia mí un poco más, haciendo que en cada comida de polla que me hacía se metía un centímetro más dentro de su boca. Había momentos que le costaba respirar, e incluso hacía algún amago tener nauseas, y es que quería metérsela entera y eso parecía resultar imposible, porque por esos momentos mi enorme polla era una tranca que empezaba a parecerse a la de un caballo.

Yo quería coño. Aquella mamada me había puesto la polla a punto de caramelo. Quería correrme en su boca pero a su vez quería follármela. La levanté, le di la vuelta y la puse mirando la baño. Apoyada en la pared, le levanté la falda, le bajé las bragas hasta las rodillas, y sin perder tiempo le metí un pollazo, hasta el fondo, que le provocó un alarido, entre placer y dolor, que me excitó muchísimo, haciéndome entrar y salir de su coño con mucho brío, agarrándola fuerte de sus caderas. Chof... chof... chofff... se sentía cada vez que la empañaba con mi tranca, y es que tenía la raja empañada de sus flujos, caliente que daba gusto.

Mi móvil empezó a sonar en aquel momento, era Alberto. Se lo apagué, y en seguida recibí un mensaje que me advertía que ya estaba fuera de la tienda y que andaba buscándome. Me preguntaba que dónde estaba. Y la verdad es que no estaba yo para contestar. Tenía a su madre en el baño, con las bragas bajadas hasta las rodillas, el vestido hasta la cintura, dándome el culo, y con el coño abierto para mi polla... No era cuestión de darle todos los detalles. Solo le escribí una palabra: wc. Si, lo se era una locura, pero necesitaba más morbo a aquella situación, necesitaba el peligro de saber que Alberto podría venir a buscarme.

De repente escuché la puerta abrirse. Yo seguía dándole rabo a aquella putilla a la que le empezaban a flaquear las piernas. ¿Ängel?, preguntó una voz. Era Alberto, que se había acercado al baño. Me quedé parado con toda la polla metida en el coño de su madre. No quedaba ni un milímetro fuera. -Oye, estoy por aquí fuera. ¿Sales ya?, y respondí: Estaré en unos minutos. Si quieres vete a la tienda de deportes, te veré allí. -No, te espero por aquí fuera, que ya he pasado por allí.

Alberto se quedó fuera del servicio, y aceleré las embestidas para correrme. Lucía parecía gozar porque gemía cada vez más rápido. Alguién entró de nuevo, pero estábamos tan extaciados que no nos cortamos y seguimos a lo nuestro. Escuchamos el chorro de alguien meando en los urinarios de fuera. Nos daba igual. La madre de Alberto parecía no haberse dado cuenta, porque seguia sin parar de gemir, y moviendo el culo y las caderas hambrienta de polla. De repente el chorro terminó, pero no escuché salir a nadie. Quién fuera se había quedado allí dentro para escuchar. Nos dió igual, a mi me daba mucho morbo y a ella parecía que también. Mi polla estaba a punto de estallar cuando Lucía metió una de sus manos entre sus piernas y me cogió fuerte los huevos, aprentándolos lo que me provocó una terrible corrida con espasmos que casi me hacen perder el conocimiento. Un AAhhhhhhhhhggggggg!!! sonó en todo el baño, mientras llenaba de leche el coño de aquella mujer.

  • Jaaaaajajajaja... Joputaaaaa... te estás follando a una periquita... Pedazo de cabrón... y yo esperándote ahí como un panoli... Ya podías haberme avisado... Bueno, si estás cansado y puedo yo seguir la faena me avisas...

  • Anda y vete, que ya te busco yo...

  • No jodas tío... que me he puesto cachondo de escucharte...

  • Repito... vete y ya te busco yo... cojones...!! y no seas cortarrollos!!

Sentí la puerta abrir y cerrarse de nuevo, y lentamente le saqué la polla a Lucía. Le pasé mi mano entera por el coño, recogiendo sus flujos mezclados con mi esperma que ya empezaba a salir por el agujero. Tenía la mano pringada y sentí la necesidad de metérsela en el coño. Junté todos mis dedos y se los introduje en la vagina, mientras con la otra mano le masajeaba el clítoris. Con movimientos rápidos aquella zorrilla se me corrió en toda la mano; me había eyaculado como lo hizo el primer día. Aquel líquidó les resbalaba por la parte interna de los muslos, bajándole hasta los zapatos. Se estaba pringando de una manera un tanto escandalosa, pero no había problemas porque en aquel baño había papel y hasta un pequeño lavabo con el que poder arreglarse.

Cuando terminó de correrse se volvió, besó mis labios y al oido me dijo que saliera, buscara a Alberto, y que cuando lo tuviese lejos de aquel lugar le diese un toque al móvil, avisándole de que ya no habría peligro. No tardé en metermele la polla dentro del calzoncillo y cerrar la cremallera de mi pantalón, y nada más salir del servicio allí estaba Alberto, que se había estado pajeando todo el rato.

-Pedazo de cabrón...!! Has estado ahí todo el rato..??

-Creías que me iba a perder algo así ... ??

-Tío, anda, métetela y vamonos... !!

  • Coño, déjame ver a esa perica... Ehii... sal.., no te cortes, soy amigo de Ángel....!!

  • Alberto, vamos...!

  • Ehhhhi... y si es un tío, en vez de una tía...!!??

  • No me fastidies, yo no soy maricón...

  • Entonces...?? porqué no quieres que salga...??

Me acerqué a él y le dije al oido que era la encargada de una tienda, y que no podía ser descubierta porque temía poner en peligro su puesto de trabajo. Con mala cara, pero convencido de ello, Alberto salió del baño y sin quitarle ojo a la puerta esperaba ver a la "perica" que me había estado follando.

-Anda, y tira, que vamos a buscar a tu madre.

Nos alejamos de allí, y di el toque a Lucía, que aprovecharía para salir del baño con la tranquilidad de que no la vería Alberto.

En menos de 10 minutos la encontramos en la cola de la frutería. Nos sonrió al vernos, y nos preguntó que qué tal.

  • Algunos mejor que otros, respondí. Y tu... ??

  • Bien... Se me pasó el número de la frutería y de la pescadería porque encontré a una antigua vecina del barrio y me puse a charlar con ella. Aún no he hecho nada de compra. Lo siento chicos. Si queréis podéis esperarme fuera, o en el coche...

  • Vale..., respondió Alberto, y salimos de allí.

Al llegar a la casa encontramos al padre de Ángel esperando en la calle. Nunca se llegó a casar con Lucía, a pesar de que estuvieron de novios 11 años, pero cuando ella que quedó preñada éste le podía unos cuernos tremendos que le hicieron romper, después de que una de sus amantes pusiera a Lucía al día de las corridas fuera de tiesto de su novio. El susodicho había aparecido sin avisar para invitar a Ángel a comer, y como eran muy pocas veces las que lo hacía, no tuvo más remedio que irse con él, animado por Lucía, quién veía el cielo abierto para poder quedarnos a solas.

Nada más cerrar la puerta. Se echó sobre ella, y mirándome con cara de lujuria me dijo:

  • Tenemos tres horas para nosotros, se te ocurre qué podemos hacer?

  • Se me ocurren muchas, pero hay una que gana por goleada a las demás.

La cogí de la mano y la dirigí a la piscina. Nos quitamos la ropa y nos quedamos completamente desnudos. Yo quería, antes de meterme en la piscina, sentir el olor de aquella mujer. La ayudé a tumbarse en una hamaca, colocando una pierna a cada lado. Su coño quedaba abierto como una flor. Lo tenía rasurado, con una pequeña hilera de pelo en el monte de venus. Metí mi cabeza entre sus muslos y olisqueé su entrepierna, rozaba levemente con mis cara la parte interna de sus muslos, me acercaba a su coño, lo olía, y lo acariciaba levemente con mi nariz, mis labios. Así estuve jugando un ratito, mientras me fijaba en su cara. Tenía los ojos cerrados, y movía sus labios haciéndo gestos con ellos, mientras entreabría y cerraba su boca. Le veía cada vez más deseosa de que le metiera un lenguetazo, pero se lo hice esperar porque quería ponerla a 100, verla cachonda, deseosa de una buena comida de coño. Tras un rato jugando con mi cara, con mis dedos abriéndole y cerrándoles los labios, le metí un lenguetazo de abajo a arriba hasta terminar en el clítoris que hizo que su espalda se separase de la hamaca, arqueándose. Me metí aquel botoncito en mi boca dándole chupetones como si de un biberón se tratara, mientras la veía con los ojos vueltos, los pezones excitados y duros mirando hacia el cielo.

Dos de mis dedos habían colado en su coño, que seguía igual de mojado que en el baño del supermercado. Una vez lubricados los dirigí hacia el culo, único agujero que no le había hecho caso hasta ese momento. Lucía, me cogió la mano para apartarme de aquella idea, pero más morbo me daba imaginar que me la follaba por el culo.. Lo intentén una vez más, y volvió a retirar con su mano aquellos dos dedos que pretendían abrirse paso en aquella cueva inexplorada.

Le levanté las caderas dejando sus piernas como las aspas de un molino, abríertas al cielo y apoyando su culo sobre mi pecho. Delante de mi cara tenía, además de su coño en todo su esplendor, su culo que empecé a lamer con ritmo. Era la primera vez que hacía aquello, pero estaba tan cachondo que no me dio ningún reparo. Ella se retorcía de placer... emitiendo gemidos que se dejaban sentir en todo el jardín. Se metía dos dedos en el coño y con otra mano se frotaba el clítoris, combinación que le estaba provocando un orgasmo, a juzgar por los gemidos de placer, su respiración, la tensión de su cuerpo sobre la hamaca. Yo lamía, y lamía mientras no quitaba ojo a aquellos dedos, entrando y saliendo del coño, y de aquella otra mano dando placer al clítoris. Creo que nunca tuve una imagen tan estupenda del coño de una tía.

El culo de Lucía estaba en su punto, igual que ella. Le metí el dedo meñique, que ayudado por la lubricación coló sin problema. A ella pareció sorprenderle, porque no se lo esperaba, y al no notar dolor y ver que era algo placentero comenzó a mover el culo. Mi dedo se movía dentro de él, mientras lo sacaba y metía cada vez con más energía. Del meñique pase directamente al anular, un dedo que tengo más acostumbrado a meter en agujeros ajenos, y ya sabe cómo actuar. Á pesar de ser de mayor tamaño, aquel dedo entró fácilmente. Al principio despacito, despacito, para evitar dañar a Lucía, y una vez dentro notaba como ella apretaba su esfinter lo que me llevó a pensar en el gusto que sería follar aquel agujero. Si esa misma presión la ejerce sobre mi polla, la descarga de leche que le daría iba va a ser de Guiness.

De repente ella se incorporó, y cogiéndome de la polla, me llevó a una zona del jardín en donde había unos puf tirados sobre el cesped. Se tumbó boca a bajo sobre uno de ellos y me dejó hacer. No me dijo nada, pero estaba claro lo que quería poniéndose en esa postura, mostrándome su culo, su coño, que ya por aquellos entonces estaba chorreante. Me acerqué a él y con la polla en la mano la pasé por toda su raja, desde el clítoris hasta el ano. Ahí me detuve y colocando el capullo en él empecé a empujar, suave, parando en aquellos momentos en los que parecía incomodar a Lucía. Paraba, y a los segundos  volvía a seguir empujado. Ella me miraba mordiéndose el labio inferior, y con sus manos se abría los cachetes facilitando la entrada de mi polla. Tuve que escupirle para que colara del todo, momento en el que ella parecía estar ya acostumbrada a tenerla dentro, porque empujaba y empujaba queriéndola toda para su culo. Una vez allí, era el momento de entrar en acción. Había estamo mucho rato excitado y pensando en follarme aquel culo, y era hora de machacarlo. Le metía y sacaba 22 centímetros de polla, y de un diámetro considerable, y cuando la sacaba entera su culo se quedaba totalmente abierto durante unos segundos, y antes de que comensace a cerrarse molvía a meterla de golpe y entera, hasta el fondo.

No pude aguantar mucho, y antes de terminar corriéndome en su culo se la saqué rápido y se la metí en el coño. Ayudándome con la mano la iba sacando y metiendo de un agujero a otro, una y otra vez, una y otra vez, hasta que me volví a correr sobre ella mánchando desde su espalda a su culo. Ella se incorporó y se metío mi polla en la boca, cosa que me produjo un espasmo tremedo por lo sensible que lo tenía. Le cogí la cabeza y se la metí toda entera agarrándola para que no se moviese.

Pasamos la tarde en la piscina, bañándonos desnudos, magreándonos en el agua, refrescando nuestras partes íntimas que después de aquellas dos sesiones teníamos un tanto irritadas. Estaba como en una nube, con una mujer que ni en sueño hubiese imaginado tener. Esta sería una de las últimas veces que nos volvimos a ver. Aquello era una locura que tenía que terminar, y después de cinco años de aquello me sigo pajeando pensando en Lucía.