La fruta de la Pasión
Marta se incorpora de la cama, extasiada después del sesenta y nueve, y se dirige al baño.
La fruta de la Pasión
Marta se incorpora de la cama, extasiada después del sesenta y nueve, y se dirige al baño. en el espejo puede ver el color rojo arrebatado de sus mejillas. Nota todavía el temblor de placer de sus piernas. Escupe el semen en el lavabo, aun caliente, un hilo cremoso y compacto. No se enjuaga la boca, no le importa tener el sabor de la corrida en su garganta, al contrario, le gusta ese gusto ácido, tenso, crispado, fruto de una mamada bien hecha.
Mario reposa sobre la cama, mirando al techo o a su propio placer, no sabría decir. Su polla palpita tras la batalla, rezumando leche espesa. Su cara está inundada de los flujos del agujero de Marta. Puede saborear todo un cóctel tropical rebosante de pasión y miel. Mientras le metía la lengua por la vagina, moviéndose con la violencia del clímax, Marta se desbordó de fluídos sobre Mario, su orgasmo hecho fuente brotando por su descontrolado coño. Oleadas de puro abandono al sexo, zumo de mujer de mil sabores.
Mario ve a Marta salir del baño y acercarse. Esas tetas bamboleantes, tan bonitas. Se tumba en la cama junto a el. Todo está tan tranquilo.
Se juntan la manos, se miran, se besan. Y en la fusión de sus bocas se unen entonces los elementos; los fluídos del coño con la melaza de corrida. Los dos pueden saborear en ese momento la fruta de la Pasión.