La frigidez de Ruth

Ruth nunca había tenido un orgasmo, pero yono lo sabía...

Era el 26 de Diciembre de un año que no recuerdo. Recuerdo bien el día, porque ese día es mi cumpleaños. Yo tenía como seis meses de haber terminado mi relación con una novia a la que quise mucho. Estaba bastante deprimido y decidí irme a un playa virgen en el estado Mexicano de Guerrero, a unos 80 Kms. al norte de Acapulco, a pasar el fin de año y a meditar un poco acerca de mi vida. Ahí estaba acampando, entre otras personas, una familia de Toluca. Me puse cerca de ellos, y en la primera oportunidad me presenté. Había dos mujeres mayores, tres mujeres jóvenes, dos muchachos jóvenes y un niño, hijo de una de las mujeres jóvenes, cuyo nombre no recuerdo y a la que llamaré Ruth.

Desde el primer momento Ruth y yo hicimos clic, me buscaba por cualquier pretexto y en las fogatas nocturnas nos veíamos y platicábamos.

A la tercera noche nos dimos unos besos y unas caricias a escondidas, lejos de la vista de sus amigos y su hijo, quien a esas horas ya estaba dormido. Yo estaba muy bebido y había fumado marihuana, por lo que no recuerdo bien que pasó, el caso es que ella se enojó conmigo y, como decimos por acá, "me la dejó en la mano". En la mía, por supuesto.

Al otro día no me dirigió la palabra en toda la mañana y la tarde. A la noche me fui a otra fogata, lejos de dónde estábamos acampando. No bebí esa noche, estaba asqueado del Mezcal que venden por allá y que es la única bebida embriagante que se puede conseguir. Sin embargo, volví a fumar mota y empecé a pasármelo genial con la música, las estrellas y la playa. De pronto escuché mi nombre, volví la cabeza y ahí estaba Ruth, con un vestido casi transparente que dejaba ver sus bien formados senos. Me preguntó que cómo me sentía y si ya se me había pasado la resaca. La verdad era que yo no tenía ganas de platicar con ella, ya que se había portado muy pedante durante el día, sin embargo, ella era insistente y terminamos platicando de nuevo. Pasó otro cigarro de marihuana y volví a fumar, se lo pasé a ella a ver que cara ponía y me dijo que nunca la había probado, pero que tenía mucha curiosidad ya que veía que la gente que la fumaba la estaba pasando muy bien. Fumó un par de veces y lo pasó. De inmediato me preguntó si era en serio lo que le había propuesto la noche anterior. Yo no recordaba nada, pero para no verme mal le dije que sí. Me respondió que ello partirían por la mañana y que había decidido aceptar mi propuesta, pero que debía ser muy cuidadoso, ya que no quería que sus amigas ni nadie que viniera con ella se dieran cuenta. Me dijo que me fuera a mi tienda de campaña y que consiguiera otro cigarro. Así lo hice, pensando qué podría haberlo propuesto, imaginando que era, por supuesto, algún encuentro sexual.

Me fui a mi tienda de campaña y esperé. A los pocos minutos abrieron el zipper y apareció Ruth. Cerramos y me dijo que ese cigarro la había puesto algo mareada, pero que no acababa de sentirlo. Prendimos el otro y fumamos. Al momento nos fundimos en un largo beso. Le chupaba la lengua con mi boca y ella hacía lo mismo con la mía. Fue un beso largo, intenso, sumamente sensual. La temperatura y la tienda hicieron que a los pocos minutos estuviéramos empapados de sudor. Le quité su blusita, y quedaron al descubierto unos senos hermosos, firmes, con un pezón del tamaño de una bala. Empecé a mordisquearlos suavemente, ella jadeaba y me acariciaba el cabello. Mis manos recorrían su espalda y tocaban su piel, una piel tan suave como nunca he vuelto a tocar. Parecía seda al tacto, con una textura que jamás hubiese imaginado posible. Ella se dejaba hacer y sólo gemía. Decía "qué rico, que sensación" y me clavaba las uñas en mi espalda. Cuando me separé para quitarme el pantalón, ella se acercó y tomó mi pene entre sus manos. Lo miró y de inmediato se lo metió a la boca. Mi pene es muy normal, unos 15 cms. Pero ella me decía que lo sentía enorme. Lo lamía, lo besaba, se lo pasaba entre la cara, entre los senos y se lo volvía a meter en la boca. Yo estaba en la gloria. Si bien Ruth no era una mujer muy bella sí era una excelente amante. Y esa piel. Esa piel me provocaba más que nada en el mundo. En algún momento Ruth se dejó caer al suelo. Yo me hinqué frente a elle y me dijo que le limpiara la arena de los pies. Yo comencé a limpiarlos y acabé por besarlos y por lamerle los dedos. De pronto ella, con un movimiento magistral, estiró su pié hacia mi verga y comenzó a sobarlo con la planta. ¡Me estaba masturbando con su pié! La sensación era increíble, y al parecer ella lo disfrutaba igual, porque no dejaba de gemir. Me pasaba los pies por mi pecho, por la boca, por los huevos, por la verga. Yo tenía sus pezones entre mis dedos y los apretaba suavemente, ella contenía los gemidos por miedo a que nos escucharan en la tienda de al lado, pero estábamos a mil. De pronto se incorporó hacia mí brevemente, sólo para jalarme con ella hacia el piso. Besos nuevamente y mis manos ahora sobre sus nalgas. Su mano en mi verga, masturbándome todo el tiempo. Yo metía mis dedos entre sus nalgas, le rozaba el ano, lo penetraba ligeramente con mi dedo y luego lo tallaba por encima. Ella estaba como loca. Me masturbaba cada vez con más fuerza, hasta que no pude más. Le dije "para que me vengo" y ella jalaba con más fuerza diciendo acaba en mis pechos, acaba en mi cara. No pude más, exploté como un volcán en su cara. Ella se tragaba la leche, la regurgitaba y la volvía a tragar. No dejó de apretarme la verga hasta que no salió nada más.

Con una pícara sonrisa me dijo "dame más cigarro, que se siente maravilloso con eso". Así que nos dimos unos minutos para encender nuevamente el cigarro y terminarlo. Mientras eso pasaba le pregunté si alguna vez le habían mamado el culo. Ella dijo que no, que no sabía que eso se hiciera y yo le pedí que me dejara intentarlo, que si no le gustaba pararía de inmediato si ella me lo pedía. Con un poco de vergüenza aceptó. La puse boca abajo y comencé por acariciarle sus nalgas con mis manos. Otra vez esa piel. Me volvía loco. Acerqué mi cara a sus nalgas y las olí. Las comencé a besar, a lamer. Ella fruncía un poco el culo, pero poco a poco se fue soltando. Con las manos le abrí las nalgas y comencé a meterle la lengua. Primero alrededor y, de pronto, estaba tocando su ano con ella. Prácticamente estaba buceando en ella. La nariz, la lengua, besos, lamidas, el calor de su ano, los jugos de su vagina. Le levanté un poco las nalgas, como de a perrito, para poder trabajar a mis anchas.

Al poco rato ella gemía y presionaba sus nalgas contra mi cara. Yo seguía mamando y con la verga bien parada. De pronto ella me dijo, cógeme por allí, dame por el culo, reviéntalo. Sin pensarlo dos veces, levanté mi verga y comencé a meterla suavemente entre sus piernas. No lo metí por completo, sólo lo puse en medio de sus nalgas. Como un Hot Dog. Movía la verga de arriba a bajo, tallando su culo con ella. Hasta que solito empezó a acomodarse y empezó a penetrarla. Ella me dijo "con cuidado por favor, que soy virgen de ahí". Yo me puse como loco. Nunca había desvirginado a nadie, por ningún lado. Así que comencé a penetrarla, poco a poco, despacio, sintiendo cada milímetro de avance. Ella sólo gemía y decía "sigue, sigue".

De pronto mi verga estaba hasta adentro y ella se movía como una loca. Apretaba increíblemente y se agarraba de mis piernas para empujarlo más y más adentro. Yo bombeaba y bombeaba y ella gemía y gemía. A los pocos minutos, ella terminaba explosivamente. No pudo contener más los gritos y jadeaba con desesperación.

Saqué mi verga de su culo y la metí en su vagina, La empujé hasta adentro con mucha fuerza. Ella gritó nuevamente e intentó levantarse. Con ese movimiento perdimos el equilibrio y caí sentado, con ella encima de mí. Ella aprovechó para sentarse en mi verga, dándome la espalda, y comenzó a moverse otra vez, cada vez más rápido. Se subía y bajaba, una y otra vez. Terminó por segunda ocasión con unos espasmos tremendos, hasta que ya no pude más, y le dije "me vengo, me vengo". Ella rápidamente se salió y se dispuso a tomarse mi leche. Mientras la saboreaba me decía "no lo pudo creer, no lo puedo creer", y yo le preguntaba "qué no puedes creer". Ella me dijo que hasta ese día se consideraba frígida. Nunca había alcanzado un orgasmo y era lo más rico que había sentido en toda su vida. Le dije que cómo era eso posible, si ya tenía un hijo, y me dijo que eso no tenía nada que ver. Nunca había experimentado un orgasmo y de hecho, estaba bajo tratamiento psicológico para poder superarlo. Con una sonrisa enorme me decía "deja que se lo cuente a mi psicólogo". Nos quedamos unos minutos recostados, casi amanecía. Me dijo que si le podía conseguir un poco de hierva para llevarla de regreso, y le di un poco de la que me quedaba. Ella me dio un beso de despedida, me dijo "gracias por una noche inolvidable" y salió de la tienda. Al despertar se habían marchado. Nunca la he vuelto a ver.

Karlos, 35 años, moreno.

México, D.F.

E-Mail: besonegro67@hotmail.com