La Forma Del Amor - Capitulo 9 -

Uriel, tras dejar a Bryan y a Sergio solos, se enfrenta a sus propios demonios y encuentra la fuerza para seguir adelante

IX

Lagrimas

- Uriel –

“I look inside myself and see my heart is black

I see my red door I must have it painted black

Maybe then I'll fade away and not have to face the facts

It's not easy facin' up, when your whole world is black”

“Paint it black” – The rolling stones

Cuando Uriel cerró la puerta del departamento dejó escapar un enorme suspiro. Se sentía agotado, física y emocionalmente. Su noche no fue especialmente tranquila, en algún momento se durmió en la azotea gracias al medicamento y afortunadamente no había tenido otro de sus ataques de sonambulismo, si no, quien sabe que habría pasado. Despertó aterido de frío, acalambrado y aun abrazando su cuaderno de notas. Como pudo bajó las escaleras hasta su departamento, solo para encontrar a Bryan semi inconsciente en el cuarto de Hector.

Escuchó a su amigo tanto como le fue posible sin replicar. Hubiera querido que la cuestión no llegara a esto, que la obsesión de Bryan no se llevara lo mejor de el y terminara lastimándose a si mismo o a alguien mas. Sin embargo, por mucho que se preocupara, en ese momento no podía ayudarlo; Ya se lo había dicho Bryan:” No puedes pretender darme unas puntadas para que quede como nuevo cuando tú tienes las costuras rotas”. Y es que su propia angustia lo tenía cegado.

Dando un suspiro de hartazgo, sacó su celular para ver la hora, y ahí estaba de nuevo, la fuente de su ansiedad, un mensaje nuevo de Miguel. ”Se que podemos arreglar esto, por favor resp…”. Por un momento sintió ahogarse, apretó el celular hasta que sus nudillos se pusieron blancos, cerró los ojos tan fuerte como pudo para retener las lágrimas, su garganta se cerró intentando retener un grito de angustia que escapaba desde lo mas hondo de su alma, esos mensajes que Miguel le mandaba diario le generaban una ansiedad que era cada vez mas difícil de controlar.

Intentando despejarse, fue a la cafetería, su único patrimonio y fuente de ingresos tras la muerte de su madre. El lugar y su característico aroma a café y pan recién horneado lo ayudaron a calmarse. Con deliberada lentitud se paseó por el lugar vacío, dejando que las memorias agradables lo llenaran y lo consolaran. Aquel lugar había sido su refugio desde pequeño, ahí había pasado incontables horas con su madre, cocinando, riendo, incluso llorando. Había sido ahí, a la edad de 8 años cuando su madre le confesó que el padre por el que tanto preguntaba había decidido abandonarlos en cuanto se enteró que ella estaba embarazada.

  • Pero no nos hace falta, Uri. – Le había asegurado su madre. – Yo te amo por él y por mí, y siempre nos tendremos el uno al otro. - Y así fue hasta que enfermó de cáncer y murió.

También había sido ahí donde conoció a Bryan y a Hector. Ese había sido un día para recordar. El mesero que les ayudaba en ese entonces acababa de llegar, lo que significaba que era hora de tomarse un descanso. Se preparó una enorme taza de café y se sentó en una mesa junto a la ventana del local. Llevaba ahí un rato, con los audífonos puestos y una cajetilla de cigarros al lado, cuando entró al local un chico al cual nunca había visto. Curioso, separó durante un segundo sus ojos de la lectura para ver a su nuevo cliente; un chico de unos 16 años, alto, delgado, de cabello castaño claro y ojos azul oscuro. El chico, tras sentarse en la mesa contigua a la de Uriel, contemplaba encantado el lugar.

Tras darle una segunda mirada apreciativa, Uriel volvió a su lectura. Sin embargo, al cabo de unos minutos, una sensación de incomodidad lo hizo levantar la mirada una vez mas; el chico había puesto su atención, al parecer, en el libro que sostenía entre sus manos. Sus brillantes ojos azules contemplaban la portada con incredulidad y emoción.

  • ¿Te puedo ayudar en algo? – Preguntó Uriel visiblemente molesto mientras bajaba el libro y encaraba al muchacho con una expresión de pocos amigos.

  • Disculpa. – Respondió el chico apenado. – pero es que… no había conocido a nadie que hubiera leído la casa de hojas.

  • ¿Leíste la casa de hojas? – Replicó Uriel incrédulo.

  • ¡Por supuesto! ¡Es alucinante! – Exclamó el chico acercándose. – Nunca había leído algo tan… monstruoso. Desde que vi que Jeff Koval se inspiró en esa historia para crear Everyman Hybrid…

  • ¿Viste Everyman Hybrid? - La boca de Uriel colgaba abierta por la sorpresa, el tampoco había conocido a nadie que hubiera disfrutado la casa de hojas y Everyman hybrid.

Uriel debió haberse quedado callado por demasiado tiempo, ya que el chico se removió ansioso y tras dudar un momento extendió su mano.

  • Soy Bryan, Soy nuevo por aquí.

  • Mucho gusto. – Respondió Uriel saliendo de su estupor y con genuino gusto estrechó la mano de Bryan. – Soy Uriel.

Ambos pasaron las siguientes horas conversando acerca de sus aficiones. Uriel se sorprendió al descubrir que a pesar de la apariencia de Bryan, era mas bien del tipo intelectual y un tanto geek. Hubieran podido quedarse ahí toda la tarde, pero la llegada de Hector lo impidió.

El hermano de Bryan apareció en el café de improviso. Uriel fue el primero en verlo, le impresionó su porte elegante y firme, no había duda de que era pariente de Bryan, ambos tenían los mismos ojos azules y los mismos rasgos, la mayor diferencia radicaba en su cabello, el de Hector era mas bien negro, y en los ángulos de su rostro, que eran mas cuadrados que los de su hermano menor.

  • ¡Así que aquí estabas! – reprendió Hector con tono recriminatorio, aunque la sonrisa que tenía en el rostro arruinaba todo el efecto. – se supone que deberías estar ayudándome a desempacar las cosas.

Bryan bajó la mirada y sacó la lengua en un gesto burlón. Hector, puso cara de resignación y se encogió de hombros, enseguida dirigió su mirada a Uriel y le sonrió.

  • Espero que este enano haya tenido la buena educación de no quitarte el tiempo. – Exclamó con soltura y amabilidad para después extender la mano cordialmente. – Soy Hector.

  • Uriel, es un placer.

  • Bueno Uriel, tenemos que terminar de mudarnos, espero que Bryan no te haya molestado.

  • En absoluto. – Replicó Uriel. – De hecho, creo que fui yo el que lo distraje a el. Perdón. Y, si me lo permiten, me gustaría ayudarles con lo que pueda en su mudanza.

Sin dejar de sonreír Hector volvió su mirada a Bryan, quien asintió sutil pero firmemente, luego se volvió nuevamente hacia Uriel y le respondió

  • Si, seria genial, necesitamos toda la ayuda que podamos conseguir.

Desde ese día, la amistad no hizo mas que fortalecerse. Uriel compartía con los hermanos mucho de su tiempo libre, ya sea en conversaciones, comidas o juegos. Hector siempre se mostró amable y Uriel lo tenía en gran estima, sin embargo con quien se hizo mas cercano fue con Bryan. Ambos chicos compartían gran cantidad de aficiones y gustos y sus caracteres se complementaban enormemente. Ellos fueron el principal apoyo con que Uriel conto cuando su madre murió, incluso con las cuestiones legales y problemas económicos; y no solo eso, también le ofrecieron vivir con ellos en el cuarto extra del departamento. El resto era historia.

Sin embargo, no todos los recuerdos del lugar eran agradables, pensó mientras veía la mesa donde había conocido a Miguel. Los recuerdos y emociones lo embargaron de súbito; un extraño y frio vacío le llenó el cuerpo, como si su corazón ya no estuviera y solo hubiera dejado un hueco por el que se colaba aire helado.

Las imágenes empezaron a correr por su mente; con una claridad diáfana podía ver como pasó todo: Uriel había estado atendiendo solo la cafetería cuando el llegó. No era un cliente usual, por eso llamó su atención; eso y su porte masculino y desenfadado. Uriel pasó largo rato contemplando su sonrisa torcida y sus ojos dorados; Miguel notó las miradas indiscretas y las correspondió. Al día siguiente regresó al café y Uriel, haciendo acopio de valor se acercó a el y le preguntó su nombre.

  • Miguel Ángel Roa. – Había respondido el con su característica media sonrisa. – Encantado de conocerte.

Pasaron un buen rato conversando. Uriel se dejó deslumbrar por su voz masculina, sus gestos elegantes, sus brillantes ojos y su agradable aroma. Al final del día Uriel había decidido que quería salir con el. Las cosas se dieron de manera tan sencilla que parecían el uno para el otro, o al menos eso le gustaba pensar a Uriel. Durante un año estuvieron juntos y el se sentía en las nubes, había cierta intensidad, cierta espontaneidad que le llenaba el alma y que siempre hacía de sus momentos juntos algo preciado. Todo funcionó bien durante un año, luego empezaron las ausencias, los pretextos y luego todo acabó.

Los recuerdos de ese día trajeron de regreso la angustia y mas fuerte que antes. Ansioso, Uriel empezó a caminar de un lado al otro por el local, el aire le faltaba, la intensidad de las emociones era demasiada, no podía tolerarlo. Torpemente buscó en sus bolsillos y sacó su medicamento; Mantuvo el frasco tan lejos de el como su brazo se lo permitió, sabía que la pastilla le ofrecería paz, temporal y artificial, pero paz al fin y al cabo. Odiaba esas pastillas, odiaba tener que depender de aquellos comprimidos para poder controlarse, pero también odiaba esa angustiosa opresión que no le permitía dormir y respirar.

Decidido a no dejarse vencer, arrojó el frasco de pastillas lejos, tomó sus cosas y salió del local a toda prisa. Durante un rato, Uriel corrió casi a ciegas, sus pies lo llevaban instintivamente; así que no se sorprendió cuando se encontró frente la casa de Christian. Aliviado tocó la puerta, pero no hubo respuesta; tomó aire; en ese estado cada segundo era una agonía, pero debía resistir. Obsesivamente, contó los segundos que el chico tardó en abrir

– 10, 11, 12, – Por momentos sentía que iba a estallar, volvió a tocar, – 20, 21, 22, – Nuevamente le faltaba el aire, – 35, 36, 37…

  • ¿Uriel? – Exclamó Christian abriendo la puerta, solo llevaba una toalla rodeando su cintura, su piel morena estaba salpicada de gotas de agua que refulgían con la luz del sol. – ¿estás bien?

  • Ehh… Te estabas bañando… – Asumió Uriel aun sin aliento. – Vuelvo luego.

  • ¡No te preocupes! – Replicó Christian con una sonrisa. – Ya había terminado, además así te das una idea de lo que te pierdes. – Agregó guiñando un ojo y flexionando su brazo.

  • Ya sufro lo suficiente, gracias. – Replicó Uriel sarcástico, aunque una ligera sonrisa se dibujó en su rostro. En realidad, le gustaba lo que veía, pero no iba a admitirlo. – Perdón que te moleste, Christian lo que pasa es que…

  • ¿Estas bien? ¿te pasó algo? – Preguntó Christian preocupado, recién se daba cuenta de la palidez del rostro de Uriel.

  • Si… ehh… tengo… un ataque de ansiedad.

  • ¡Dios! ¿Pido una ambulancia? – Preguntó Christian Alarmado.

  • ¡No! Tranquilo… solo… necesito hablar con alguien.

  • Entiendo... – Respondió dudoso mientras hacía pasar a Brian y lo ayudaba a sentarse en el sillón, para después sentarse frente a el y agregar: - ¡Gracias!

  • ¿Por qué?

  • Por pensar en mi como apoyo. Bueno, ¿Quieres conversar de algo en particular? – Preguntó Christian solicitó.

  • No sé... usualmente hablo de cómo me siento y que pasa por mi mente…

  • ¡Oh, genial! Justo lo que me interesa saber.

  • ¡No, no, no, no! ¡Nada de eso! – Replicó Uriel dándose cuenta de que el tiro le había salido por la culata. – Mejor cuéntame de ti, Siempre me preguntas de mi vida y nunca me cuentas de la tuya.

  • Eso es porque nunca preguntas. Además, no es justo, me quiero aprovechar de ti. – Christian volvió a guiñar el ojo. – Así que: Quid pro quo, Clarice.

  • ¡Bien! – Exclamó Uriel girando los ojos. – Pero yo empiezo: ¿Tuviste alguna pareja en Cancún?

  • No, o al menos nada serio. Sali con algunas personas, me gustaron otras, pero nunca algo formal. Mi turno, ¿Cómo conociste a tu ex?

Uriel guardó silencio por un momento, no tenía que responder, sería tan fácil cambiar el tema y guardar en su mente todo recuerdo de Miguel, pero por algún motivo no lo hizo. Tal vez era que Christian lo hacía sentir una cálida confianza, el caso es que se sintió con la fuerza suficiente para encarar el recuerdo.

  • En el café, – Respondió sintiendo como si su voz no le perteneciera. – Empezamos a hablar y cuando pagó me sonrió de una manera muy especial, empezó a frecuentar el lugar y al poco tiempo empezamos a salir.

El gesto de incredulidad en el rostro de Christian no tenía precio, su quijada colgaba abierta de par en par. La respuesta en verdad lo había tomado por sorpresa.

  • Me toca de nuevo. – Exclamó Uriel haciendo caso omiso del silencio de Chris. - ¿Por qué dices que te gusto?

  • ¡Pfff! ¿Es en serio? ¿Te has visto en el espejo?

  • Si, me he visto en el espejo y no puedes responder una pregunta con otra pregunta. Me debes 2.

  • ¡Ok, me rindo! Pero que quede claro que fue una pregunta retórica y es parte de la respuesta. Es decir… solo me gustas, la barba, la mohicana, tus ojos, tu voz… no sé, a mi me pareces muy atractivo. Incluso tu pose antisocial me parece sexy. Diría que tu cuerpo también me parece sexy pero con la ropa tan holgada que usas uno no puede hacerse una idea clara, aunque estoy seguro que si veo mas quedare encantado.

  • ¡Wow! ¡alto ahí! Mas respeto o va a ser game over. - Christian se encogió de hombros. – Segunda pregunta, ¿Solo te gusto físicamente?

  • Claro que no. – Replicó Chris de inmediato. – De hecho, lo primero que me llamó la atención de ti fueron tus palabras. Entre la información que me dieron cuando hice el intercambio venia un video de una presentación de Bryan, aquel texto, la historia, las palabras tenían tal profundidad y significado que tuve la necesidad de saber quién las había escrito. Fue por eso que me acerqué a ti ese primer día, me enteré de como te llamabas, uní los puntos y ¡voila!

Ahora fue el turno de Uriel para quedarse boquiabierto. Nunca se hubiera imaginado que sus textos fueran mas notorios que la actuación de Bryan. Sobre el escenario su amigo siempre sobresalía, y si bien sus textos eran reconocidos nunca pensó que alguien les diera mas importancia que a la interpretación.

  • ¿Por qué empezaste a andar con Miguel? – Preguntó Christian interrumpiendo los pensamientos de Uriel.

  • Honestamente, no estoy seguro… Después de que mamá murió estaba muy solo, necesitaba a alguien que llenara el vacío que sentía… Busqué en muchos lados y con varias personas… Oscar, Diego, Balam, Bryan… nombres que a la larga solo fueron eso, nombres.

  • ¿Bryan? ¿Ese Bryan? ¿¡Tuviste que ver con Bryan!?

  • Fue un resbalón… nunca hubo nada mas. – Respondió Uriel quitándole importancia al asunto. - Pero, cuando conocí a Miguel, no sé, había una intensidad, un sentimiento de realización que no podía definir y que me cegó. Había algo en el que simplemente me doblegó y cuando me di cuenta estaba enamorado de el hasta el tuétano. – Uriel hizo una pausa durante la cual recobró el aliento, no se había dado cuenta de que, de nuevo, le faltaba el aire. - ¿Por qué decidiste venir a la ciudad?

  • Era una gran oportunidad. – Respondió Christian un tanto confuso por el cambio de tema. – Aunque en realidad… quería alejarme de todo. Allá… Bueno, esta mi mamá y todo, pero no podía crecer ahí. Sentía que me faltaba algo.

Christian, que había dicho todo su discurso con la mirada en el suelo, levantó los ojos y se encontró con la verde mirada de Uriel; en ese momento hubo un entendimiento entre ellos, algo que cambió la forma en la que se veían el uno al otro.

  • ¿Por qué terminaste con el?

  • Nunca lo hice. – Ahora fue turno de Uriel de bajar la mirada. – Te lo dije, estaba demasiado enamorado de el para darme cuenta de lo que pasaba en realidad. Miguel era egoísta y yo no le importaba mucho, pero estaba demasiado atontado para notarlo. El viajaba mucho porque trabajaba como agente de ventas para una empresa o eso decía el, así que no lo veía con frecuencia y nunca supe donde vivía… con el tiempo empecé a notar que las cosas iban mal, ya casi no lo veía, no siempre me respondía los mensajes o el teléfono y cuando lo encaré se molestó conmigo. – Uriel levantó el rostro, sus verdes ojos estaban vidriosos y llenos de lágrimas. – Al poco tiempo, durante una llamada le pregunté si el me extrañaba… no me respondió y cambió el tema. Esa fue la última vez que hablé con el.

  • ¿A qué te refieres?

  • El simplemente… desapareció. Dejó de responderme del todo. Se olvido de mi.

  • Tal vez le pasó algo.

  • Al principio, pensé eso. Pero después de un tiempo, Bryan, intentó ayudarme y le llamó desde un numero aparte y Miguel le respondió… Me estaba ignorando abiertamente. Después de eso dejé de intentar, me rendí porque sabía que el no quería que yo lo buscara. - Con estas palabras, el nudo que Uriel sentía en la garganta se deshizo y como por ensalmo se soltó a llorar.

La angustia que había sentido empezó a desaparecer poco a poco mientras las lágrimas salían en torrente, pero cuando sintió el suave abrazo de Christian su alma se sintió en paz.

  • Lo siento tanto, Uriel. – Susurró Chris suavemente. – No puedo imaginarme que tan terrible debió haber sido. Lo que ese monstruo hizo no tiene nombre. Dejarte así, sin ninguna palabra, desaparecer sabiendo lo mucho que le importabas…

  • Olvídalo, – respondió, – Ya no importa, yo tuve la culpa. No debí enamorarme así.

  • ¡Claro que no! – Exclamó Christian con brusquedad. Por un segundo rompió el abrazo, solo para encarar a Uriel, tomarlo por los hombros y reiterarle con firmeza: - No es tu culpa.

Uriel, consternado, desvió la mirada. Christian lo tomó de la barbilla y lo obligó a encararlo nuevamente.

  • No es tu culpa. – Uriel intento nuevamente desviar la mirada, pero Chris no se lo permitió. Sujetándolo con un poco mas de firmeza le reiteró una vez mas: – No es tu culpa.

Nuevamente se fundieron en un abrazo. Mientras lloraba y dejaba salir su angustia, Uriel se encontró consintiendo la idea de dejarse llevar por ese sentimiento al que tanto le temía y que tanto ansiaba. Recordó como era el entregarse de lleno, sin miedo ni reservas, Sintió la tibieza de la piel canela de Christian, su barba rasposa, su cabello suave. Dejó que su cuerpo y su corazón se llenaran de aquel poderoso sentimiento.

El abrazo se convirtió en un beso lleno de dulzura y pasión; luego fueron sus cuerpos, imitando a sus labios, los que se unieron. Mientras hacían el amor, Uriel no pudo evitar recordar a Miguel; con el todo siempre había sido intenso, apasionado, casi violento; sus besos, sus caricias, su forma de tener sexo... Todo era como una tormenta que iniciaba de improviso y nunca sabías si iba a durar un segundo o toda la noche; siempre estaba esa incertidumbre si ibas a sobrevivir o no. En cambio Christian se mostró sutil, paciente, amoroso; pero en esa calma había una profundidad e inmensidad que sanó el dolido corazón de Uriel.

  • Es como un mar en calma. – Se dijo Uriel mientras el placer físico y emocional le llenaba cada rincón del cuerpo. – Miguel siempre fue un mar tormentoso… Pasional, salvaje, efímero… destinado a terminar… incluso con mi vida. Christian es un mar en calma, pacifico, tranquilo, pero profundo e infinito y me puede llevar a donde sea, siempre y cuando yo se lo permita.

Y con esto se dejó caer al vacío que tenía en el corazón y descubrió que en aquel frio y oscuro rincón había una llama, otro corazón que lo recibió gustoso y lo cubrió con su tibieza y amor.

Uriel despertó sin saber cuánto tiempo había pasado, solo sabía que estaba rodeado de una aterciopelada tibieza que lo hacía sentir amado y seguro. Ambos yacían en la cama, desnudos, Christian aun dormía plácidamente, su respiración acompasada hacia subir y bajar su pecho con suavidad. Uriel miró aquel rostro y deseó poder despertar junto a el siempre. Sin embargo, un pinchazo de culpa lo hizo reflexionar; Christian aun no sabía lo de los mensajes, no sabía que aun llevaba a Miguel en la cabeza. Consternado se levantó y empezó a andar por la habitación intentando calmarse.

El cuarto, aunque pequeño, era acogedor. Por aquí y por allí había pequeños detalles que denotaban la presencia de Christian; tazas de café, ropa tirada, libros, pero lo que mas llamó la atención de Uriel fue la ventana. Dominaba un costado del cuarto, la luz crepuscular se colaba por ella dándole a todo un tinte de irrealidad. Desde aquella ventana, la vista era espectacular, la ciudad se desplegaba en luz y color, justo como la veía desde la azotea de su edificio. La visión lo sobrecogió

  • Hola, Dormilón. – Llamó la voz de Christian, quien se tallaba los ojos, sonriente.

  • Hola. – Respondió Uriel correspondiendo la sonrisa. – ¿Por qué me ves así?

  • Porque me gustas, mucho.

  • Vamos, no es para tanto, – Replicó Uriel intentando cubrirse, acababa de recordar que estaba desnudo. – Además tengo panza y…

  • Para mi eres la persona mas hermosa del mundo. – Interrumpió Chris mientras se acercaba y envolvía a Uriel en sus brazos. – Me gustas por quien eres, por como piensas, por lo que dices, por lo que escribes, por como ves el mundo… Y si, también me gusta tu cuerpo justo como es, con pancita y tatuajes, y lunares y cicatrices.

  • Tu también me gustas, Christian

  • ¿Ah, si? ¿Por qué? – Preguntó Christian, juguetón, mientras paseaba sus manos por el cuerpo de Uriel

  • Bueno, por tus abdominales de acero y tu cuerpo de atleta. – Respondió Uriel reprimiendo una carcajada.

  • ¿Y mis glúteos redonditos? ¿mi cabello sedoso? ¿el pelo en pecho? ¡Demonios! Pensé que mis esfuerzos darían fruto, pero no soy suficiente para ti. – Con un gesto dramático, Christian se separó de Uriel, sonriendo todo el tiempo.

  • ¡Tonto! – Rio Uriel y fue esta vez el quien abrazó a Christian para luego susurrarle al oído. – Me gustas porque puedes ver mas allá de las cosas, me gustas porque me ves a mi, porque ves lo que hay detrás de mi ropa y mi piel… me gustas porque eres tu.

  • Tengo un regalo para ti – Declaró Christian tras besar brevemente los labios de Uriel. – Sabes que no tengo mucho, que la beca me da poco mas para vivir aquí. El departamento es pequeño y humilde, pero hay algo aquí que vale muchísimo y es esto.

Extendiendo un brazo, señaló hacia la ventana, Uriel volvió su mirada y se embebió en las luces de la ciudad.

  • Te regalo eso, mi visión de la ciudad, como veo al mundo y como te veo a ti. Te regalo lo que soy, porque eres quien mas me importa.

Uriel no pudo responder, su pecho era un hervidero de emociones. El nunca le dijo a nadie acerca de aquella platica que tuvo con Miguel, nadie sabía que el mismo había dicho esas palabras tiempo atrás, nadie sabía lo mucho que significaban y lo mucho que le dolía recordarlo, nadie entendía lo mucho que significaba que Christian, sin saber nada, le ofreciera lo mismo.

  • ¿Uriel? ¿dije algo indebido? – Preguntó Christian preocupado al notar como los ojos de Uriel se llenaban de lágrimas.

  • En absoluto, es solo que yo… - Uriel se llevó las manos a la cabeza en un vano intento de organizar sus ideas. Si, empezaba a sentir algo real y poderoso por Christian, pero aun debía enfrentar la situación de los mensajes, sacar a Miguel de su vida; pero ¿Christian entendería? ¿Si decía algo echaría a perder esta oportunidad?

Con el miedo corriéndole por las venas, Uriel buscó sus ropas y sacó el celular del bolsillo de su pantalón. Christian lo miraba con extrañeza

  • Chris, hay algo que tengo que decirte – Musitó Uriel extendiendo el celular y ofreciéndoselo a Christian como si fuera una especie de ofrenda corrupta. – Miguel…

El timbre del celular interrumpió la confesión de Uriel. El aparato repicaba en sus manos mientras que en la pantalla apareció el nombre “Sergio”.

  • ¿No piensas contestar? – Preguntó Christian, aun confundido por el extraño rumbo que había tomado la conversación

Uriel, aun mas confundido que Christian, asintió, y con dedos torpes desbloqueo el teléfono y respondió la llamada