La Forma Del Amor - Capitulo 8 -

Tras huir de Bryan, Kyan vuelve a su casa y se le presenta una decisión que va a cambiar su vida de una manera definitiva

VIII

Elección

- Kyan –

Friend, please remove your hands from

Over your eyes for me

I know you want to leave but

Friend, please don't take your life away from me

“Friend, please” – Twenty one pilots

Una bruma extraña cubría los sentidos de Kyan, no lograba pensar o reaccionar con racionalidad; lo que había pasado en la habitación de Bryan, su huida, todo había pasado en un borrón confuso. No recordaba en que momento había salido de ahí o como había llegado a su auto, solo sabía que estaba sentado en el asiento del conductor, a medio vestir, con frio y unas ganas enormes de huir de todo.

Decidió salir de ahí, ir a un lugar donde se sintiera seguro y donde pudiera poner sus ideas en claro. Aun obnubilado, condujo sin un rumbo definido y tras una hora de dar vueltas por las mismas calles, se dio cuenta de que no sabía a donde ir.

  • Cuando me siento confundido busco a Bryan. – Musitó tristemente. – Pero ya no puedo regresar ahí. Sera mejor que vuelva a casa.

Casa. La idea nunca le había resultado tan desoladora, ahí no había nada ni nadie, pero no tenía a donde mas refugiarse. Resignado, reemprendió su camino al lugar que hasta hacia unas horas había llamado hogar.


Kyan se vio caminando por un lugar oscuro y silencioso, lo único que se podía oír era el golpeteo rítmico de sus propios pasos. Poco a poco el ruido se hizo ensordecedor, Mientras se quedaba quieto y cubría sus oídos con sus manos se dio cuenta de que no eran sus pasos los que producían aquel ruido, si no un gigantesco corazón que palpitaba frente a el.

De la parte superior del grotesco órgano nacía una gigantesca rosa roja y, envuelto en el espinoso tallo había una figura humana.

La imagen era sobrecogedora, el dolor de aquella figura era innegable, pero, de alguna manera el dolor parecía hacer que la rosa floreciera mas esplendorosamente. En medio de su muda contemplación, Kyan, noto que al pie del corazón había una segunda figura, sonriente, cubierta por la sangre que goteaba desde las espinas. Curioso, se acercó para ver mejor; El cruel sonriente era él mismo.

Asustado, retrocedió contemplando la grotesca mueca que veía en su propio rostro. Un grito de horror escapó de sus labios y se convirtió en un ruido ensordecedor que hizo vibrar el aire convirtiendo la imagen del corazón en un espejismo que empezó a resquebrajarse. En ese momento, Kyan se dio cuenta que la doliente figura envuelta en los espinosos tallos era Bryan, Horrorizado contempló como el fragmento que llevaba la imagen de Bryan chocaba contra el suelo estallando en mil sangrientos pedazos.

Kyan despertó con un grito. Desconcertado miró a su alrededor, estaba en su cama, en su cuarto, en su casa. No recordaba cómo había llegado ahí, estaba bañado en sudor y su respiración aún estaba agitada. Tras recobrar el aliento se sentó en la cama y se secó el sudor, no fue sino hasta entonces que se dio cuenta que el ruido que había desencadenado el desastre en sus sueños provenía de su celular. Con fastidio vio que tenía 8 llamadas perdidas; Suponiendo quien podría ser, ignoró el aparato y se dirigió al baño.

Mientras se ponía bajo la regadera, Kyan sacudió su cabeza intentando apartar las imágenes de la extraña pesadilla que había tenido, aquella imagen de Bryan despedazándose en el suelo lo había alterado mucho.

  • Solo necesito relajarme…

El agua, tibia y agradable, se llevó la tensión y nerviosismo de Kyan. Mientras se lavaba, su mente empezó a reconstruir los eventos de la noche anterior; Aun estaba confundido y disgustado, no podía sacar de su mente aquel intento de beso que había ocurrido no una, si no dos veces. Recordó la ardiente piel de Bryan rozando la suya y lo encontró placentero. Sabía que no debía, que estaba mal, que esa satisfacción no debía encontrar cabida en su ser. Una nueva imagen reemplazó aquel encuentro: Kyan se vio a si mismo, mas pequeño e indefenso, experimentando ese mismo roce, pero de manera nociva, dañina, desagradable. El chico se desplomó en el suelo, conteniendo un grito ahogado, que terminó escapándosele de entre los labios y estallando en la soledad del baño, el recuerdo no cesó, aquella persona había abusado de Kyan y a diferencia de Bryan, el no se había detenido.

Una vez mas el sonido del teléfono sacó a Kyan de su estupefacción, pero en esta ocasión era el teléfono de su casa el que lo urgía a contestar. Consternado, se levantó del suelo, se enredó una toalla en la cintura y se apresuró a responder.

  • ¡Bueno! - Contestó Kyan de mala gana.

  • ¡Por fin respondes! ¿Dónde estabas?

  • ¿Madre?

  • ¿Como estas, hijo? ¿Está todo bien? ¿Por qué no me contestabas?

  • Bien, todo bien. Estaba durmiendo y…

  • Kyan me preocupas mucho. No está bien que seas tan ocioso, deberías hacer alguna otra actividad. Considero…

  • ¡Madre! – Interrumpió Kyan molesto, – las llamadas de larga distancia no son baratas, ¿qué quieres?

  • ¡No seas irrespetuoso! Además ¿quién te dijo que estoy llamando de larga distancia?

  • ¿Perdón?

  • Acabo de llegar de España.

  • ¿Que no ibas a llegar hasta fin de mes?

  • Se presentó algo y tuve que venir de emergencia, además necesito hablar contigo de algo muy importante.

  • Dime.

  • No, ¿Cómo se te ocurre que vamos a hablar por teléfono? Además ¿que no quieres verme?

  • Claro que sí, perdón mamá, lo que pasa es que tengo muchas cosas en la cabeza y el fin de semestre…

  • Si, yo entiendo ¿Te parece si nos vemos en una hora, en el restaurante de siempre?

  • Si.

  • Y por favor ¡vístete decente! No quiero pasar la vergüenza de la última vez…

  • ¡Si, madre! Te veo mas tarde. – Exclamó Kyan y colgó el teléfono con brusquedad.

Al sentir nuevamente que el silencio lo rodeaba, Kyan respiró aliviado, sabía perfectamente que el hecho de que su madre hubiera hecho todo el viaje desde España solo para hablar con el no eran buenas noticias, sin embargo, no sabía que esperarse y no había mejor forma de saberlo que tomando al toro por los cuernos y presentarse a la cita que acababa de concertar.

Lenta y parsimoniosamente, Kyan se secó, se arregló y se vistió para ir a comer con su madre. Realmente no tenía la mente en la labor, estaba demasiado abstraído intentando no recordar todo lo que había pasado; por lo que, sin darse cuenta, había atendido a la petición de su madre, y para cuando lo notó se estaba ajustando la corbata.

  • ¡Carajo! – Exclamó arrancándose la corbata del cuello. - ¿Por qué no puedo estar tranquilo?

  • Porque estas evadiendo todo el asunto, como sueles hacerlo. – Le respondió la voz interior con la que había estado discutiendo desde hacía horas.

  • Desearía poder olvidarme de todo esto... ojalá hubiera una forma de alejarme de toda esta mierda. – Agregó mientras se abría un poco la camisa buscando un estilo mas casual.

Luego de pelear con el espejo por un rato, Kyan subió al auto y salió en dirección al restaurante donde vería a su madre, el camino le resultó lento, tedioso y desesperante y lo que era peor, el radio no ayudaba; estación que sintonizaba, estación que transmitía una canción de amor.

  • Bueno ¿de qué se trata? ¡Hoy el mundo conspira en mi contra! – Gritó Kyan mientras esquivaba a un auto que se había frenado de súbito.

El timbre de su celular lo interrumpió nuevamente aumentando su mal humor.

  • ¿Ahora quién es? – Se preguntó mientras tomaba el aparato, en la pantalla se leía “Gabriela”. - No pienso lidiar con esto ahora… - El estruendoso sonido de un claxon lo devolvió a la realidad.

  • ¡Muévete, imbécil! ¡La luz está en verde! – Gritó el conductor de atrás.

Sobresaltado, Kyan puso en movimiento el auto, solo para estacionarse a un lado unos metros mas adelante.

  • ¿Quieres calmarte? Vas a cometer una tontería si sigues así. – Gritó mientras golpeaba el volante.

De pronto una extraña duda asaltó la mente de Kyan, ansioso, tomó su celular y comenzó a revisar el registro de llamadas: 8 llamadas perdidas, 5 Eran de Gabriela, otras 3 de su madre, pero ninguna del celular de Bryan. Una extraña sensación llenó a Kyan, estaba molesto, frustrado Y se debía a que Bryan no lo había llamado.

  • ¿Qué esperabas? Después de lo que pasó es obvio. – Se dijo. – Además ¿por qué querrías que te llamara? – La duda estremeció a Kyan, y lo plantó en la realidad. Sin pensar mas en el asunto encendió de nuevo el auto y condujo hasta el restaurante.

Al llegar su madre ya lo estaba esperando en una de las mesas. Aun incómodo por los pensamientos que le rondaban la cabeza, Kyan se sentó con la mirada perdida.

  • Llegas tarde. – Replicó La mujer mirando su reloj de muñeca.

  • Que gusto verte, madre.

  • Sabes perfectamente que en el mundo real no hay tiempo que perder. – Continuó ella como si Kyan no hubiera dicho nada. - ¡Si de mi dependiera no comería y no dormiría si con eso me quedara mas tiempo para trabajar!

  • Si mamá, ya lo sé. – interrumpió Kyan hastiado al oír por enésima vez el lema de su madre. – ¿por qué no mejor hablamos de…?

  • ¡No, no, no, hice un viaje muy largo y tengo hambre! además quiero compartir mi tiempo contigo, hijito. – Exclamó la mujer sonriente. – ya hablaremos después de comer.

Kyan aceptó a regañadientes, además sabía que no tenía caso discutir, la mujer siempre hacia su voluntad. – justo como Gabriela. – Se dijo con un escalofrío.

La comida resultó insípida y desagradable para Kyan, su madre no dejaba de hablar de su trabajo, ocasionalmente le preguntaba alguna que otra cosa, a lo que el contestaba mecánicamente y sin darle importancia. Finalmente, después de 45 minutos de plática y comida forzada, la madre de Kyan decidió que era momento para hablar.

  • Bueno, es hora de que te diga porque estamos aquí hoy. – Kyan se avispó y le prestó a su madre toda la atención de la que era capaz. – Como bien sabes el proyecto en España va muy bien, me acaban de nombrar arquitecto en jefe. – Hizo una pausa para tomar un sorbo de café, tras lo cual continuó. – El caso es que el puesto requiere de mucho tiempo y compromiso, cosa que no puedo darle si tu estas aquí.

Kyan tenía cada vez mas problemas para mantener la atención en lo que decía su madre; el ruido del restaurante, el olor del cigarro, la comida, su mente confusa, todo estallo empujándolo a apresurar a su madre.

  • ¡Mamá, por favor al grano! – Exclamó Kyan, exasperado

  • Esta bien, está bien, no tienes porque enojarte. – Hizo otra pausa, y para desesperación de Kyan tomó un sorbo mas de café. – Lo que quiero decirte es que nos vamos a ir a vivir a España.

  • ¿Qué? – Preguntó Kyan incrédulo.

  • Eso, así no me preocuparé mas por ti, teniéndote cerca puedo checarte. Además, allá hay escuelas excelentes, solo es cosa de que termines este semestre y nos mudamos.

La voz sarcástica de Bryan resonó en su mente: “Ten cuidado con lo que deseas, se puede hacer realidad”. No hacia ni una hora rogaba por una manera de escapar de todo y ahora la tenía frente a el.

  • Madre, con todo respeto, no considero que…

  • Kyan, esto no es una negociación. Solo vine a avisarte, mañana empiezo el papeleo necesario para vender la casa y ver lo de tu escuela. Al terminar este semestre nos iremos de México y es mi última palabra.

Kyan no lo pudo tolerar un momento mas. Su madre, lejos de interesarse por el o por como se sentía, solo había ordenado que dejase todo atrás y esperaba que aceptara sin chistar. Mientras se levantaba de la mesa, la ironía del asunto lo golpeo contundentemente, deseaba una manera de escapar y la tenía, pero nunca pensó en el precio, en lo que tendría que sacrificar con tal de olvidarse de todo y continuar con esa vida simple y arreglada que su madre le había dado desde siempre.

Sin decir una palabra, Kyan salió del restaurante, dejando a su madre atrás, quien histérica, gritaba su nombre intentando detenerlo. Nuevamente se sintió rodeado por esa niebla que no lo dejaba pensar claramente; Se subió a su auto y condujo descuidadamente de regreso a su casa. Durante el trayecto su celular no dejó de sonar, pero esta vez ni siquiera lo tomó, estaba furioso con todos, su madre, Bryan, pero sobre todo consigo mismo, porque no tenia la fuerza para tomar su vida y hacer de ella lo que quisiera, se sentía incapaz, tenia un terror irracional a lo que podría pasar si tomaba control y asumía sus responsabilidades, se sentía un cobarde y por ello se odiaba, porque sabía que iba a aceptar la decisión de su madre y que todo iba a ser como siempre.

Tan alterada estaba la mente de Kyan, que no notó que Gabriela estaba esperándolo enfrente de su casa.

  • ¡Kyan! Por fin, estaba muy preocupada, ¿Por qué no me respondías el teléfono?

  • Gabriela, ¿Qué haces aquí? – Replicó Kyan, descortés, mientras cruzaba el patio hacia la puerta de su casa,

  • Te fuiste anoche y no supe de ti.

  • ¿A qué viene esta repentina preocupación?

Gabriela se removió incómoda. Kyan encontró cómico cómo su voluntariosa novia no encontraba las palabras para expresarse; pero cuando habló, el chico se quedó boquiabierto.

  • Anoche, cuando te fuiste… tus ojos… tenias una mirada… vacía, perdida. Honestamente me asusté.

  • No se a que te refieres. – Replicó Kyan mientras intentaba abrir la puerta de su casa, cosa que sus nerviosas manos no le facilitaban.

  • Kyan, yo sé que me comporto como una perra, se que puedo ser un incordio, pero detrás de todo eso hay cosas que no te he dicho, cosas que mucha gente ni se imagina… Cosas que vi en tus ojos y que no quiero que alguien bueno como tu experimente.

Las llaves se le resbalaron de la mano a Kyan una tercera vez, pero en esta ocasión no las recogió, las palabras de Gabriela lo habían clavado en su lugar. Ahora la miraba confundido, asustado, como si lo hubieran atrapado en una travesura.

  • Después de todo, - continuó ella tras recoger las llaves y ponerlas suavemente en la mano de Kyan, – Eres mi novio… De toda la gente con la que he salido eres quien mejor me ha tratado, a pesar de que no lo merezco.

Kyan no supo que responder, solo atinó a Abrazar a Gabriela; abrazo que ella correspondió agradecida

  • ¿Por qué dices eso? Gaby, eso no es cierto.

  • ¿Ves? Tu siempre me tratas bien a pesar de que te hago la vida imposible. – Respondió ella con un dejo de amargura en su voz.

Kyan la besó sin pensarlo, Aquel dolor que teñía la voz de Gabriela armonizó con el suyo propio e intentó aliviarlo como mejor pudo. Gabriela, sorprendida por el gesto tan espontáneo, correspondió el beso y, sin poder evitarlo, dejó que sus manos acariciaran el cuerpo de Kyan.

Al principio, Kyan no se dio cuenta de lo que pasaba, pero al pasar los segundos sintió una incomodidad que le corría por el cuerpo, era como si insectos le corretearan bajo la piel. Asustado se separó de golpe de Gabriela. Ambos se quedaron mirando confundidos.

  • Tal vez deberíamos hablar. – Exclamó finalmente ella.

Kyan asintió. Afianzó su pulso y logró abrir la puerta sin tirar las llaves al piso. Con un gesto elegante le cedió el paso a Gabriela, quien entró y se acomodó en la sala, Kyan la siguió

  • ¿Por qué estas tan alterado? Yo se que no tienes experiencia, pero podemos llevar eso al paso que tu decidas…

  • ¡No tolero que me toquen! – Explotó Kyan, paseándose por la sala y hablando cada vez mas rápido. – Cuando era chico un tío al que quería mucho abusó de mi… me violó. Y cuando intenté decírselo a mi madre ella no me creyó, pensó que quería llamar la atención o algo así… Honestamente no sé que pensó ella, solo sé que después de eso dejamos de frecuentar a su familia, pero ella no volvió a mencionar el tema, y cuando yo lo hacía se molestaba conmigo.

  • Kyan… nunca imaginé… Lo siento. – Gabriela se había puesto pálida, no atinó a decir nada mas.

  • Desde entonces cuando alguien me toca me pongo nervioso y si es en una forma mas íntima es mucho peor, – Continuó Kyan como si Gabriela no hubiera dicho nada. – Pensé que con una mujer sería diferente, pero…

  • ¿Por qué nunca me lo dijiste?

  • ¿Decirte que? ¿Qué soy un raro? ¿Qué me violaron? ¿Qué no soy una persona normal y aun cuando ame a alguien no puedo tocarlo sin que me den escalofríos y ganas de vomitar?

  • ¡Detente, por favor! – Exclamó Gabriela mientras levantaba abruptamente y abrazaba a Kyan, esta vez de una manera mas maternal y comprensiva. – Lo siento tanto. No puedo ni imaginar lo horrible que debe ser no poder tocar a la persona que amas. No pretendo entender tu dolor, no he pasado por nada similar. Pero se lo que es estar sola, se lo que es que tus padres no estén realmente contigo, y créeme cuando te digo que si algún día necesitas hablar, o llorar, o solamente estar en silencio con alguien, puedes contar conmigo.

Esta vez Kyan no se apartó, si no que correspondió el abrazo lo mejor que pudo. Por primera vez se sintió a salvo en contacto de otra persona, por un momento pensó que las cosas podrían cambiar, pero el ruido de la puerta abriéndose y una voz familiar rompieron la ilusión.

  • Entonces ¿es esto lo que en verdad quieres? – Exclamó Bryan desde la puerta.