La Forma Del Amor - Capitulo 6 -

Tras el impacto del abandono de Kyan, Bryan enfrenta su dolor y en el proceso conocemos su pasado

VI

Verdad

- Bryan –

“Un adiós se llevó

los años más felices de mi vida

dejándome el alma triste y fría

volviendo a la soledad

y a pensar como estarás”

“Empiezo a recordarte” – Mónica Naranjo

Cuando Kyan lo alejo de el y cayó al suelo, Bryan solo sentía dolor; y no solo un dolor físico, era algo mucho mas profundo, algo que le estaba destrozando el alma, era como si hubiera chocado con la mismísima verdad. Ahí estaba la respuesta a sus plegarias mirándolo con ojos vacíos. Era el dolor de entender que Kyan nunca estaría con el.

No se dio cuenta en que momento se levantó e intentó seguir a Kyan, no recordaba en que momento había musitado su nombre desesperado, no se dio cuenta del dolor que sentía en los ojos, solo se dio cuenta de que había empezado a llorar.

Como si de un golpe se tratase, Bryan recordó la última vez que se sintió así, había sido en el velorio de Héctor. Aquel dolor no era otra cosa mas que sus lágrimas siendo retenidas, no le gustaba llorar, le hacía sentir débil, vulnerable, representaba todo lo que estaba mal en su vida. Por supuesto podía lograr algunas lágrimas para una presentación, era un actor después de todo; pero aquellos eran sentimientos superficiales, la emoción verdadera que causaba las lágrimas la había encerrado al fondo de su memoria con tal de no llorar y había sido fiel a la idea, al menos desde el velorio de su hermano, pero esta noche había soportado demasiado.

Tambaleante se levantó del suelo y cruzó el pasillo hasta la puerta de la habitación de Héctor. A todos les decía que nunca entraba al cuarto y que las cosas de Héctor estaban tal como el las había dejado; mentía, solía pasar mucho tiempo allí especialmente cuando se sentía mal, como en ese momento.

Sin mayor ceremonia entró al cuarto y dejó escapar un angustioso sollozo, las lágrimas comenzaron a escapar incontrolables, por primera vez en mucho tiempo estaba llorando en verdad. Con cada una de las lágrimas un recuerdo reaparecía en su mente, la soledad, el rechazo de su familia adoptiva, la sensación de no pertenecer a ningún lado, el haberlo perdido todo. Bryan no recordaba haberse sentido tan desamparado, la situación con Kyan había alcanzado un punto de no retorno y lo mas frustrante es que a pesar de que ahora sabía que Kyan sentía lo mismo por el, no podía - o peor aún - no quería corresponderle. Con las lágrimas surcando su rostro y los sollozos escapando de su pecho se recostó en la cama del que había considerado su hermano, abrazó la almohada y se envolvió en las sábanas, aun conservaban su aroma, un aroma que Bryan relacionaba con sentirse seguro y amado. Un terrible cansancio cayó sobre el, lentamente cerro los ojos y al poco rato se quedó dormido.

Su descanso no fue tranquilo, sus sueños se vieron plagados de imágenes de su pasado: Bryan siempre supo que fue adoptado, su tía Ofelia se aseguró de recordárselo cada día desde que llegó a vivir con ella, su esposo y sus hijos.

Selene Nardozzi, su madre biológica, fue rechazada por su familia debido a que se casó con un hombre humilde a quien amaba muchísimo: Ulises Luna. Fruto de este amor nació Bryan. Desafortunadamente todo terminó 3 años después, Selene y Ulises murieron en un accidente de auto; Bryan, quien también viajaba con ellos, sobrevivió llevando como recuerdo una norme cicatriz en su espalda. A partir de ese día, la familia Nardozzi se había hecho cargo de el.

A pesar de que la adopción hubiera parecido un acto de buena voluntad, mas bien parecía que Ofelia, Cuñada de Selene, lo había hecho con tal de torturar a Bryan. Constantemente lo culpaba de la muerte de su cuñada y de parecerse demasiado “al ganapán que se la robó”. El pequeño Bryan no entendía porque su tía lo odiaba tanto y hacia todo lo posible por ganarse su cariño con nulo resultado; incluso su prima Angela, que tenía la misma edad que el, había terminado imitando el comportamiento de su madre. Caso aparte habían sido su tío Oscar y su Primo Héctor, ellos habían aceptado a Bryan como parte de la familia y le prodigaban el cariño que necesitaba, sin embargo, Oscar, siempre ocupado, pasaba demasiado tiempo de viaje o trabajando; y Héctor era demasiado pequeño para hacer una diferencia.

Con el paso de los años, Bryan aprendió a pasar desapercibido con tal de evitar los maltratos de su tía, no siempre funcionaba, pero fue la mejor forma de lidiar con los problemas. Todo aquel sufrimiento terminó cuando Héctor, habiendo cumplido 18 años, decidió independizarse y llevarse a Bryan con el. Durante un tiempo las cosas estuvieron bien, Bryan pensó que había escapado de la culpa que su tía le había grabado en el corazón, entonces Héctor murió.

Había sido durante su funeral la última vez que se había permitido llorar de esa manera, Ofelia había estado ahí y había gritado y vociferado contra el, recordándole lo que le había dicho mil veces cuando era niño: “Todo esto es tu culpa, huérfano asqueroso, no mereces que nadie te ame”

Habían sido esas palabras las que habían hecho a Bryan jurar que no lloraría mas. Cegado por el dolor asumió que Héctor hubiera querido que fuera feliz sin importar nada mas, así que continuó con su vida, sonriendo, fingiendo, aunque estuviera destrozado por dentro, el debía ser feliz, debía luchar contra esa culpa. Y justo cuando pensaba que tal vez podría continuar Kyan entró en la ecuación. Desde que lo conoció sintió una atracción particular por el, rápidamente se volvieron amigos y sus sentimientos hacia el empezaron a volverse mas fuertes, luego se enteró de su pasado y de sus traumas y se dio cuenta de que el no podría corresponderle, pero ya era demasiado tarde, no podía evitar aquellas emociones, emociones que se tornaron nuevamente en culpa, y aquellas palabras resurgieron de nuevo “Todo esto es tu culpa, huérfano asqueroso, no mereces que nadie te ame”


Uriel lo encontró algunas horas después. El chico había regresado al departamento después de su noche en la azotea; y preocupado al ver que la puerta del cuarto de Héctor estaba abierta, se asomó solo para encontrarse a Bryan sollozando dormido.

  • ¡Bryan! ¿Bryan? ¿Qué pasó? ¿Qué tienes?

La voz de Uriel le llegaba desde muy lejos a Bryan, como si estuviera debajo del agua; solo sabía que tenía mucho frío y que sentía un dolor sordo en el pecho, como si le faltara un pedazo. No fue si no hasta que Uriel lo agitó con mas fuerza que Bryan pudo empezar a hablar.

  • Kyan se fue, lo perdí. – Incluso esas pocas palabras le costaban un esfuerzo tremendo.

Los ojos de Uriel se abrieron como platos, aun sin saber los detalles podía intuir que tan mala era la situación, Kyan era todo para Bryan.

  • Te vez fatal, Luna. – Exclamó Uriel contemplando los enrojecidos ojos de su amigo.

  • Tu también, Hernandez. ¿Qué, Dormiste en la azotea?

  • Yo siempre me veo fatal.

  • Eres un osito muy lindo, es solo que no lo quieres aceptar.

  • Tienes que estar muy jodido para estar coqueteando conmigo, Bryan. – Replicó El chico con una sonrisa amarga. – Dime, ¿Que pasó?

  • Dame café.

Uriel ayudó a Bryan a levantarse, tras dejarlo en la sala y mientras preparaba el café, Bryan resumió los eventos de la noche: Sergio, la borrachera, los besos, la pelea, el encuentro con Kyan, su confesión y la respuesta que había recibido. Una vez terminado su relato Bryan dejó salir un suspiro agónico, Uriel lo volvió a abrazar.

  • Necesitas dormir. – Susurró el chico aun abrazado a su amigo. – En serio te ves fatal.

  • No, necesito ver a Kyan, necesito explicarle…

  • Bryan, basta. – Exclamó Uriel encarando a su amigo, su rostro marcado por la preocupación. – El ya tomo su decisión, no puedes obligarlo a corresponderte.

  • ¡Pero es que no lo entiendes! ¡El también siente algo por mi! Si tan solo…

  • No Bryan, tu crees que así es, pero el hecho de que se haya ido así es una respuesta en si.

  • ¡No! Debe haber algo que pueda hacer ¡Uriel, por favor! – Uriel se horrorizó, los antes límpidos y azules ojos de Bryan estaban teñidos de una febril locura

  • ¡Suficiente! – Esta vez Uriel levantó la voz haciendo a Bryan saltar. - ¿No te das cuenta? En una sola noche usaste a Sergio, pusiste en ridículo a Gabriela y destruiste tu amistad con Kyan. ¿Hasta dónde estás dispuesto a llegar por esta absurda obsesión?

Uriel siempre había tenido un don con las palabras, el somero resumen que acababa de hacer logró calar hondo en Bryan, lo suficiente para sacarlo de su estado febril al menos por un momento. Con los ojos llorosos levantó la mirada y musitó un silente agradecimiento a Uriel

El sonido del timbre tomó a ambos chicos de improviso. Uriel fue el primero en reaccionar; no se imaginaba quien podría ser, rara vez recibían visitas.

  • Uriel, Buenos días

  • ¿Sergio? ¿Qué haces aquí? – Tras recuperarse de la sorpresa, Uriel agregó. – Perdón… Supongo que buscas a Bryan

  • Si. – Asintió el chico. - dejó su celular en mi carro anoche y quería regresárselo y de paso hablar con el

  • Pasa, por favor. – Replicó Bryan desde la sala. – Solo déjame ponerme algo de ropa

Sergio, quien no había notado la presencia de Bryan, se sonrojó al verlo con tan poca ropa; aún seguía molesto con el y había cosas que arreglar, pero la visión que el chico le regaló mientras caminaba desde la sala a su cuarto no le fue indiferente

  • Disculpa al impúdico este. – Agregó Uriel, incómodo mientras torcía los ojos. – Le encanta pasearse por la casa en calzones. – Sergio se sonrojó aún mas y sonrió incómodo. A Uriel le agradó su reacción. – Pero, por favor, pasa.

  • Uriel, ¿No tienes que ir a la cafetería? – Preguntó Bryan mientras salía de su cuarto con un holgado pants y el torso desnudo

  • Ok, los dejo solos. Hasta luego, Sergio. Y por favor, compórtate. – Agregó Uriel dándole una mirada significativa a su amigo. Pegando la carrera, entró a su habitación de donde tomó su mochila y cartera para después salir del departamento