La Forma Del Amor - Capitulo 2 -
¿Como amar a alguien cuando no puedes aceptar tus sentimientos por esa persona?
II
Veneno
- Kyan –
Yet, if he said he loved me
I'd be lost. I'd be frightened
I couldn't cope, just couldn't cope
I'd turn my head, I'd back away
I wouldn't want to know
He scares me so
I want him so
I love him so
“I don’t know how to love him”
Kyan temía dormir mal, no solo era por el hecho de que Bryan estaba en el cuarto de junto, si no porque odiaba la cama de su Madre. De por si el cuarto ya le resultaba asfixiante, tan pulcro, tan ordenado, no podía estar tranquilo en un lugar así, pero sin duda el remate era la cama; demasiado suave, demasiado grande y el aroma dulzón que desprendía le asfixiaba. Muy en el fondo sabía exactamente que el cuarto no era el problema, sino que era el reflejo perfecto de su madre. La mujer, al igual que el cuarto era rígida, ordenada, inflexible y además olían igual.
Kyan pasó un buen rato intentando conciliar el sueño, por su mente corrían los eventos de la tarde. Una y otra vez analizaba los momentos en los que habría podido hablar con Bryan. Una y otra vez especulaba acerca de los posibles resultados y cada vez que lo hacía se sentía peor, sobre todo porque cuando había intentado hablar se acobardó, en el último momento se había quedado mudo y no le había dicho a Bryan lo que sentía.
Aunque pensándolo bien, tal vez hubiera sido lo mejor, incluso si le hubiera dicho, ¿que podrían haber hecho? ¿Cómo hubiera podido cambiar las cosas? Tal vez era mejor guardar silencio y echarse a dormir; excepto que el olor al perfume de su madre le invadía las fosas nasales y le impedía estar en paz, era un dulce veneno, ella lo hacía por protegerlo, por hacerlo mejor persona, mejor hombre, claro; aunque también lo estaba asfixiando.
¿Y si se levantaba e iba en ese momento al otro cuarto? ¿Y si reunía valor y lo besaba? ¿Y si tocaba ese cuerpo que deseaba tanto…? Sin embargo, el olor se lo impidió, el miedo se lo impidió, su madre se lo impidió, así como le había impedido casi todo en la vida. Además, estaba el otro problema, por mucho que lo deseara no toleraba que lo tocara.
La desesperación lo cubrió y se revolvió en la cama reprimiendo un gemido de dolor porque no quería llamar la atención. Y lo peor era que aquel perfume aun lo envolvía como una pesada nube.
-No sé cómo voy a dormir… - Se dijo y a pesar de que le parecía imposible, al cabo de un rato se quedó dormido.
La mente de Kyan se desperezó lentamente. Lo único que sabía en ese momento era que no podía estar mejor. Un velo de negro terciopelo lo envolvía con suavidad, pero lo que más le gustaba era el aroma, no era el veneno dulzón de las sabanas de su madre, si no otra cosa, una fragancia salvaje, robusta, deseable, pero era tan sutil que se le escapaba y si despertaba la perdería. Durante varios minutos luchó contra su conciencia, se negaba a despertar, pero los ruidos de la vida diaria empezaron a entrar en su cabeza arrancándolo de su dulce ensueño y de la sensual fragancia que tanto deseaba.
Al abrir los ojos el desconcierto fue enorme. En vez de ser recibido por la luz rosácea filtrada a través de las gruesas cortinas del cuarto de su madre, percibió una luz sesgada, agradable y una brisa ligera proveniente de una ventana abierta, la ventana de su cuarto. Ansiosamente repasó los sucesos de la noche anterior y no se explicaba cómo había llegado ahí. Había dejado a Bryan en su cuarto, el se había dirigido al cuarto de su madre y tras pelear con su necio cerebro se había quedado dormido entre nubes de perfume que le recordaban flores secas y luego nada, había despertado en su cuarto, en su cama y percibiendo el aroma de…
- ¡Bryan! – exclamó girándose, casi esperaba verlo dormido a su lado, pero no estaba ahí.
Si el estaba en su cama, ¿dónde estaba Bryan? Decidió levantarse y buscarlo, y al dar el primer paso tropezó, literalmente, con la respuesta; ahí en el suelo había varias mantas revueltas y una almohada. Al parecer Bryan había dormido ahí, pero ¿por qué?
El sonido de la regadera llamó su atención, evidentemente no estaba solo, Bryan seguía en la casa y al parecer ya había empezado su rutina. Curioso, entró al baño, el vapor lo envolvió de inmediato, frente a él y recortado a través de la cortina translúcida pudo distinguir perfectamente la silueta desnuda de Bryan.
¿Kyan? ¿Eres tú? – Preguntó la silueta detrás de la cortina.
¿S… Si? – Respondió el chico con una voz estrangulada.
¡Vaya, Ya era hora! Duermes como tronco. Llevaba un rato intentando despertarte. – Kyan intentó responder o dar alguna señal de inteligencia, pero su garganta se negaba a emitir sonido alguno, la sugerente silueta había acaparado toda su capacidad mental, incluso estuvo a punto de colapsar cuando vio como la cortina se corrió de golpe.
La expresión de sorpresa de Kyan dio paso a una velada decepción cuando se dio cuenta de que Bryan había tomado una toalla previamente y la llevaba alrededor de la cintura, sin embargo, lo que quedaba a la vista lo paralizó otro rato.
¿Estás bien?
Ehhh… si… - Balbució Kyan mientras veía las gotas de agua escurrir por el pecho de Bryan y bajar por su abdomen.
Entonces ¿por qué no contestas?
Perdón… estoy medio dormido.
Eres todo un caso. – Respondió Bryan torciendo los ojos mientras esquivaba a Kyan y caminaba de regreso a la habitación.
¡Oye! ¡Espérame tantito! ¿Cómo llegue a mi cama? – Replicó Kyan recobrando el control de su voz.
¿No te acuerdas? – Inquirió Bryan incrédulo mientras se secaba el cabello con una segunda toalla. – Te levantaste al baño en la noche y en lugar de regresar al cuarto de tu mamá te acostaste aquí. – Kyan puso cara de culpa, empezaba a recordar haberse levantado a mitad de la noche. – Sabiendo como eres pensé que sería mas prudente que no durmiéramos en la misma cama. Así que agarré unas cobijas, una almohada y me acomodé en el piso.
Kyan notó un tono extraño cuando Bryan mencionó aquello de “no dormir en la misma cama”. ¿o tal vez se lo estaba imaginando?
Perdón. – Respondió Kyan sin salir de su estupor. – Supongo que medio dormido y con la costumbre…
Si, bueno. No importa. – Interrumpió Bryan finiquitando el asunto. – Mejor apúrate, ya es tarde. – Kyan ya se estaba dando la vuelta, la situación se empezaba a volver un tanto incómoda, pero Bryan lo detuvo una vez mas. – ¡Ah! ¿Y me podrías prestar una playera? mi camisa tiene manchas de mostaza.
Bryan levantó la mentada camisa señalando un manchón amarillento, Kyan solo atinó a asentir y regresando al cuarto rebuscó en su closet y le extendió a Bryan una de sus playeras quedando muy cerca en el proceso.
Gracias.
Me voy a bañar. – Respondió Kyan prácticamente escapando de Bryan.
Una vez en la soledad del baño, Kyan soltó un suspiro. A veces creía que Bryan se comportaba tan insinuante a propósito, como si quisiera darle entrada a algo mas. No, seguramente estaba malinterpretando las cosas, eran amigos después de todo, debía haber cierta confianza, ¿no? Su mente rumio la idea mientras se desvestía y entraba a la regadera. Solo entonces fue que notó que toda la situación lo había puesto muy excitado.
- ¡Mierda! - Se dijo mientras veía la erección que surgía de su entrepierna. – Necesito un regaderazo de agua helada.
Kyan se tomó su tiempo en la regadera; quería asegurarse que el agua helada que caía por su piel desnuda eliminara cualquier traza de excitación que hubiera sentido. No deseaba ponerse en evidencia ni mucho menos hacerle saber a nadie lo que en realidad sentía.
La voz de Bryan lo llamaba cada cierto tiempo apresurándolo, sin embargo, lo que lo sacó del baño en un instante fue el teléfono. Nadie llamaba a su casa, excepto su madre. Tan rápido como sus entumidos miembros se lo permitieron salió de la regadera, se enrolló una toalla en la cintura y corrió; mas bien resbaló, hasta el pasillo donde el teléfono repiqueteaba insistentemente.
¿Bueno?
¡Vaya, ya era hora! ¿Por qué no me contestaste el celular, Kyan?
Madre, buenos días, yo estoy bien ¿Y tú? – Respondió Kyan sarcástico.
¡No me respondas así! Mucho hago en llamarte todos los días para asegurarme que estés bien y…
Madre, estoy bien. – Interrumpió Kyan fastidiado y calado hasta los huesos. – No escuche el celular porque estaba bañándome. De hecho, es tarde y debería estar saliendo a la escuela y en vez de eso estoy respondiéndote el teléfono.
¡Deberías agradecer que tienes una Madre que se preocupa! – Continuó ella como si Kyan no la hubiera interrumpido. – Me da gusto que sigas poniéndole empeño al estudio, ya sabes que es tu futuro…
Madre. Se me hace tarde para ir a la escuela, tengo que colgar.
Sin esperar una respuesta Kyan desconectó la llamada para después dirigirse a su cuarto estornudando. Lo primero que vio fue a Bryan, cómodamente recostado en la cama con las manos bajo la cabeza y las piernas cruzadas, el chico estaba silbando alegremente, Kyan creyó reconocer los acordes del himno a la alegría, pero igual podría haber sido Paint it black.
Que quede en el récord… - Soltó Bryan con una sonrisa sarcástica en el rostro. – yo nunca te enseñé a contestarle así a tu mamá. No debería decir que soy mala influencia.
¡Cállate, Luna! – Replicó el chico malhumorado para después lanzarle una playera sucia a su amigo. – ¿Podrías salir para que pueda vestirme?
¿Qué? ¿No es show de striptease?
Bryan esquivó un segundo proyectil y de un brinco se puso en pie. Mientras salía del cuarto no le quitó la mirada de encima a Kyan. El chico sintió un escalofrío que nada tenía que ver con el agua helada con la que acababa de bañarse; fue la mirada de Bryan que lo recorrió escudriñando mas allá de su piel desnuda y hasta su corazón.
Kyan se quedó ahí parado inmóvil durante un minuto entero, ¿en verdad había sentido esa mirada o solo se lo estaba imaginando? - Incluso si así fuera, – Se dijo dudoso mientras sentía un horrendo vacío en el pecho. – No puedo corresponderlo. – acto seguido comenzó a vestirse; pero el malestar no desapareció.
¡Es tardísimo! – Exclamó Bryan mientras Kyan entraba a su auto. – Ponte el cinturón, va a ser un viaje movido. – Mientras hablaba, Bryan se puso sus lentes oscuros y subió el volumen del radio. Kyan enseguida se ajustó el cinturón y se aferró al asiento; Bryan tenía complejo de stunt de acción, era bueno manejando, pero esos viajes resultaban muy escalofriantes, nunca había sido fan de la velocidad.
Hay algo de lo que quiero hablarte. – Soltó Bryan de improviso.
¿Qué? – Exclamó Kyan casi gritando para hacerse oír sobre la voz de Doug Rob cantando “out of control” a todo volumen.
¿Recuerdas el concurso de teatro al que Uriel y yo nos inscribimos? – Kyan asintió mientras aun aferraba el asiento. – Estamos cortos de gente, y necesitamos alguien que sepa actuar.
Tras dar un giro muy cerrado y un enfrenón, Kyan volvió la mirada al conductor de manera inquisitiva.
¿Quieres que actué contigo?
¿Por qué te sorprende?
Bueno… tu vas en plan profesional y yo solo tengo experiencia de la prepa, y eso fue antes de que mi Madre interviniera y me sacara del grupo.
Ni me lo recuerdes. – Replicó Bryan tomando una cerrada curva, a Kyan le resultaba apabullante que pudiera manejar así y mantener una conversación coherente sin ninguna dificultad. – El caso es que eres un actor decente y el papel no es complicado. No te había considerado por la situación con tu mamá, pero si ella no está presente para prohibirte jugar conmigo…
Un nuevo enfrenón reacomodo a Kyan en el asiento, confundido miró a su alrededor, habían llegado a la escuela y con tiempo de sobra. Dando manotazos, Kyan se desasió del cinturón de seguridad y tras abrir la puerta se plantó en el suelo tan firmemente como sus temblorosas piernas se lo permitieron.
Si, lo hare. – Respondió en un susurro casi sin aliento.
¿Qué?
Lo hare. – Repitió con la voz más firme.
¡Genial! – Exclamó Bryan quitándose los lentes y bajando del auto para encarar a Kyan. – Te veo aquí a las 2, hoy reviso el libreto con Uriel. Empezaremos a trabajar contigo. – ¿Te sientes bien? - Kyan sonrió tímidamente y asintió, el viaje lo había dejado con náuseas. – Tengo que llegar a clase. Te veo mas tarde.
Kyan se tomó un par de minutos para recuperar el control de su cuerpo y después caminar a clases. A pesar de la estresante experiencia del carro, se sentía animado y muy alegre; La perspectiva de pasar la tarde con Bryan lo ponía de buen humor, además de que en realidad tenía ganas de volver a actuar.
Mientras atendía a sus clases Kyan repasó una y otra vez sus vivencias en la preparatoria y en el grupo de teatro. Para el, había resultado una experiencia liberadora en mas de un sentido. Empezó con una obra que el grupo de teatro de la escuela había preparado como bienvenida para los alumnos de nuevo ingreso y por supuesto Bryan había actuado en ella. La obra había sido una pieza cómica donde Bryan y su amigo Uriel interpretaban varios personajes. Para Kyan había sido mágico, no podía quitarle la vista de encima a aquel chico alto y de ojos azules al que le bastaban un par de piezas de ropa para convertirse en una persona completamente diferente, había algo en su forma de moverse, en su presencia, que lo cautivó.
Al terminar la función ardía en deseos de integrarse al grupo de teatro y de conocer a aquel chico. Evidentemente su madre se opuso, pero a diferencia de otras situaciones Kyan se impuso, el conflicto llegó a tal punto que su madre se vio obligada, por primera vez en su vida a ceder, no sin ciertas concesiones que Kyan aceptó. Estaba exultante. Los siguientes tres años Kyan malabareó sus responsabilidades escolares y las teatrales y en mas de una ocasión estuvo a punto de abandonar, pero Bryan siempre estuvo ahí para darle apoyo; en el proceso forjaron una amistad muy fuerte y aunque Kyan se sentía confundido con los sentimientos que tenía hacia Bryan su miedo pudo mas. Al final la magia acabó; a pesar de que su experiencia con el teatro había sido determinante, su madre se impuso nuevamente impidiéndole que estudiara Artes dramáticas, justo como había hecho Bryan.
¿Por qué quieres imitar a ese saltimbanqui de cuarta? – Había exclamado su madre horrorizada al escuchar los planes de Kyan. - ¡Vas a morirte de hambre! ¿Piensas que me sacrifiqué y esforcé por darte la mejor educación para que la eches por la borda de esa manera? ¡No, jovencito! Si ese amigucho tuyo quiere vivir en la miseria allá él. Tú vas a ser un hombre de bien. Es más, te prohíbo terminantemente que te vuelvas a acercar a ese actorcete.
¡Mamá! El es un gran actor, y creo que puedo estudiar lo mismo… - Un bofetón le cruzó la cara, Kyan se llevó la mano a la mejilla completamente incrédulo. Ella no le había levantado la mano desde que era niño, no desde que se había negado a callarse acerca de su tío y lo que había pasado cuando se quedaron solos.
Esto no es una negociación, vas a hacer lo que yo diga y se acabó.
Una sensación de frio horrible le inundó el pecho a Kyan en esa ocasión, un odio helado lo enmudeció y temiendo lo que sentía se dio la vuelta y se encerró en su habitación. Mas tarde su madre hablo con el, se disculpó, le dijo que todo era por su bien, que estaba preocupada por su futuro. Kyan decidió creerle y cuando lo hizo, aquella sensación de gélido malestar desapareció y asumió que había hecho bien en confiar en su madre; ella siempre había tomado las decisiones, así que tal vez así debía ser.
Kyan terminó estudiando periodismo, aunque no se alejó del todo de Bryan, siempre que podía lo visitaba y el hecho de que estudiaran en la misma universidad facilitaba las cosas. Curiosamente Bryan generaba en el una sensación de tibio bienestar, algo similar a la gravedad que no podía ignorar; se sentía irracionalmente atraído a su cercanía, estando con el, le era fácil olvidarse de sus problemas, de su angustia, del control de su madre, a diferencia de ella, el no tenía que gritar o imponer, era fácil dejarse llevar por el, a veces pensaba que si se lo pidiera dejaría todo e iría con el. Pero muy en el fondo sabía que no se atrevería. Tenía demasiado miedo, demasiadas dudas.
Todo su día se fue en ese vaivén de remembranzas; las clases pasaron como un borrón y para cuando se dio cuenta era hora de irse. Animado por la perspectiva de pasar la tarde con Bryan nuevamente, se apresuró al estacionamiento, solo para toparse de frente con su novia, Gabriela.
Gabriela era otro de esos actos impulsivos resultado de la ausencia de su madre. La había conocido hacia poco en un encuentro teatral al que Bryan lo había invitado. En esa ocasión ella protagonizaba una pieza de Emilio Carballido llamada “El Espejo”; donde hacía de todo por esconder a su amante y evitar que el marido la descubriera in fraganti.
La chica, delgada, estilizada, bella, de largo cabello negro y ojos castaños, era muy buena actuando y la escena extremadamente divertida; Kyan no había visto algo similar desde que conoció a Bryan.
Tras la función Kyan había ido a los camerinos a felicitar a su amigo y ahí estaba ella. Bryan, a medio vestir sonreía algo incómodo mientras que Gabriela hablaba sin parar coqueteando con el. En aquella ocasión había sentido un ataque de celos como nunca; había entrado al camerino con actitud furiosa, pero al llegar frente a ellos se congeló, las palabras se atoraron en su garganta y se quedó ahí parado mirando alternativamente a Bryan y a Gabriela, fue hasta ese momento que se dio cuenta de que no sabía porque sentía celos.
Bryan, aliviado por la interrupción de su amigo, usó su entrada para deshacerse de Gabriela. Tras presentarlos, se disculpó y salió por un momento del camerino. Cuando se quedaron solos, Gabriela le dio una mirada apreciativa y comenzaron a conversar. Al pasar los minutos Kyan se sintió más y más atraído a la chica, en verdad le parecía bonita y la sonrisa con la que le regaló cuando mencionó que había quedado muy impresionado con su actuación lo cautivó. La plática solo duró unos minutos antes de que Bryan, acompañado de Uriel, los interrumpiera.
Hay una reunión para celebrar. – Había pretextado él, mientras recogía el resto de sus cosas. – Y nos están esperando.
¡Acompáñanos! – Invitó Kyan a Gabriela sin pensarlo; solo hasta después vio el error que había cometido al ver la expresión de horror en el rostro de Bryan.
Kyan no entendió en ese momento por qué hizo lo que hizo, no fue si no hasta mas tarde que comprendió lo que Gabriela le había hecho sentir: Ella lo hacía sentir normal, y a diferencia de la atracción que sentía por Bryan, esta sensación no parecía estar envenenada con la incertidumbre.
Por su puesto Gabriela aceptó la invitación; Para el final del día ya eran novios, Kyan no entendía cómo era que todo se había dado tan fácil.
Esa noche, Bryan los había llevado a sus casas, una vez que ambos se quedaron solos en el auto, Bryan se sumió en un frio mutismo, ocasionalmente se volvía mirando a Kyan, sus ojos azules reflejaban una luz extraña, y su rostro lucía triste, decepcionado y desesperado a la vez. No fue si no hasta que Kyan bajó del auto que Bryan habló.
Espero equivocarme, pero ten cuidado con Gabriela.
¿Por qué dices eso?
Por nada… Nos vemos luego.
Kyan experimentó una sensación de malsano placer al ver la expresión de Bryan mientras se marchaba.
¡Vaya que tardaste! Llevo un buen rato esperándote. – Le recriminó la chica acercándose y besándolo en los labios.
Gabriela, ¿Qué haces aquí?
¿Te olvidaste, tontito? Hoy es mi fiesta de cumpleaños.
Si, pero es en la noche.
Lo sé, pero pensé que podríamos pasar un tiempo a solas antes de que lleguen los invitados, después de todo quería aprovechar la intimidad… - Con cada palabra, la chica se le repegaba más y más a Kyan retorciéndose lascivamente en su abrazo.
Lo siento Gaby, pero tengo un compromiso muy importante y no puedo cancelarlo. – Respondió Kyan escapando del contacto de Gabriela, aunque era su novia aun no le había comentado nada de su complejo con el contacto físico.
¿Qué clase de compromiso?
Voy a ayudarle a Bryan y a Uriel. Van a participar en un concurso de teatro y me pidieron ayuda, me deben estar esperando en el estacionamiento.
¿Bryan? – Preguntó ella con un brillo extraño en sus ojos. - ¡Haberlo dicho antes! Voy contigo, estoy segura de que a el no le importará, ¡me adora!
Creo que no estamos hablando de la misma persona. – Replicó el, sarcástico. Tras suspirar continuó en un tono mas conciliador. – Gaby, tu sabes cómo es esto, va a ser aburrido y no quisiera…
¡Kyan, escúchame bien! – Interrumpió ella poniendo los brazos en jarras y adelantando el torso, Kyan sabía bien que cuando adoptaba esa pose poco podría hacer por defenderse. – Tiene prácticamente quince días que no te veo, eres MI novio y si quiero acompañarte al velorio del papa voy a hacerlo no importando lo aburrido que resulte. ¿Entendiste? ¡No es una negociación!
Un escalofrío le recorrió la espalda al escuchar esa frase. No atinó a responder, lo que la chica tomó como aceptación. Tras un momento de silencio, se dio la vuelta en dirección al estacionamiento. Kyan la siguió, pensando en alguna forma para detenerla o en una excusa que darle a Bryan. Los 5 minutos que les tomó alcanzar el estacionamiento fueron agónicos para Kyan; intentó por todos los medios que se le ocurrieron convencer a Gabriela de que no los acompañara, pero fue en vano. A escasos 10 metros estaba el auto de Bryan y junto a el estaba el dueño, flanqueado por su amigo Uriel y un chico que Kyan solo conocía de vista, supuso que era Christian. Angustiado, pudo ver la cara de descontento que los demás pusieron cuando notaron que no venía solo.
Mientras reducían la distancia, Kyan vio con aprensividad como Uriel y Bryan empezaban a discutir, la cosa se iba a poner fea.
- ¡Que tal, chicos! – Saludó Gabriela jovial, acercándose a besar en la mejilla a cada uno de los chicos. – Espero que no les moleste que los acompañe, pero es que casi no he visto a Kyan y quería pasar la tarde con el. Prometo no interrumpirlos.
Uriel rompió el silencio soltando un bufido que bien podría ser una risa sarcástica mal contenida o un gruñido mal disimulado, dándose la vuelta rodeo el auto y subió por el asiento del copiloto, segundos después el otro chico que los acompañaba lo imitó.
¿Dije algo que no debía? – Preguntó Gabriela con una sonrisa tonta en el rostro.
Súbanse al carro… - Replicó Bryan dirigiéndole a Kyan una mirada de decepción que le caló hondo en el corazón.
El trayecto al departamento de Bryan se hizo en un silencio tenso y el ambiente se puso aún más pesado cuando llegaron allá. Los 5 se sentaron en la sala; Kyan y Gabriela de un lado, Uriel y Christian del otro y Bryan en medio como un remilgoso moderador.
Supongo que ya te sabes la rutina, Kyan. – Empezó Uriel mientras le extendía una copia del libreto de mala gana. – vamos a hacer una lectura general y empezar con acotaciones y marcaje básico. ¿Recuerdas cómo se hace?
Si, claro. – Respondió el aludido no sin cierto temeroso respeto que Uriel siempre le había impuesto. Tal vez Bryan era mas alto, pero el robusto cuerpo de Uriel aunado a su expresión poco amigable lo impelió a obedecer. Tras extenderle sus copias a Bryan y Christian, Uriel comenzó a dar indicaciones.
¿Puedo poner algo de música? – Preguntó Gabriela con cara de fastidio. - No quiero aburrirme. Uriel le dirigió una mirada asesina primero a ella, luego a Kyan y finalmente a Bryan, quien visiblemente incómodo susurró:
Gabriela, prometiste que no ibas a ser una molestia.
¿Estoy siendo una molestia? – Exclamó ella agrandando los ojos, como si le hubiera dolido el comentario, enseguida se colgó del brazo de Bryan como pretendiendo que la consolara, el chico retiró el brazo de inmediato. – Pensé que era una invitada.
No. Eres un incordio, ahora guarda silencio y déjanos trabajar. – Atacó Uriel con un tono autoritario que dejó claro que no estaba jugando, tal era la presencia del chico que Gabriela se quedó callada, aunque en sus ojos se podía ver lo molesta que estaba.
La siguiente hora fue una tortura para Kyan, Intentó por todos los medios comportarse a la altura, quería demostrarle a Bryan que no había sido un error ofrecerle el puesto, sin embargo, durante cada uno de los 60 minutos deseó haber impedido que Gabriela lo acompañara. La chica hizo gala de un comportamiento fatal; quejándose, vagando por el departamento de Bryan, invadiendo la cocina, molestando más y más a Bryan, Uriel y Christian, quienes hacían su mejor esfuerzo por ignorarla. Sin embargo, la situación explotó cuando Gabriela empezó a juguetear con Kyan.
Bryan fue el primero en notarlo; la grácil y delgada mano de Gabriela empezó a pasearse como una pálida araña por la pierna de Kyan, subiendo lentamente desde la rodilla hasta el muslo. El chico intentó apartarla de un manotazo, pero ella, resoluta, contraatacaba cada vez con más lascivia. Kyan no lograba controlarla. Afortunadamente Uriel estaba ocupado con Christian, marcándole varios puntos importantes en el libreto, de otra forma la cosa hubiera terminado, sin embargo, Bryan no lograba ignorar la situación, era evidente que le resultaba muy difícil controlarse, la tensión se notaba en su cuerpo, la forma en la que respiraba, la manera en que sujetaba con cada vez más fuerza el vaso de agua que tenía en la mano. Pero cuando la chica se inclinó y comenzó a besarle el cuello a Kyan no pudo mas, el vaso que sujetaba reventó presa de la fuerza de su rabia; Uriel se volvió inmediatamente y al ver a la pareja se levantó encolerizado.
¡Que carajos! – Explotó el chico agitando el libreto como si fuera un arma. – ¿Pero que se están creyendo? ¡Y tú! – Esta vez se dirigía a Bryan quien también se había levantado, pero el contemplaba asustado su palma derecha, donde un corte hecho por el cristal roto sangraba profusamente. – ¡Tú eres el culpable, te dije claramente que no era conveniente que trajeras a este niño, pero evidentemente no puedes controlarte y lo arrastras a donde quiera que vas!
¿Quién te crees para hablarme así? – Replicó Bryan, el horror que le tenía a la sangre reemplazado por una hirviente ira. – A quien tenga o no en mi vida no es de tu incumbencia.
¡Ah, claro! ¿Y por eso toleras que traiga a esta… mujer? – la palabra salió de sus labios como si hubiera escupido algo asqueroso. – ¿y permites que se revuelque con el en tu casa? ¿Hasta dónde estás dispuesto a llegar?
No sé, ¿hasta dónde llegaste tu cuando Miguel desapareció? ¿Eso parece suficiente para ti?
Kyan sabía que Bryan y Uriel tenían historia, también sabía que se parecían mucho en varios sentidos, uno de ellos era el carácter, así que verlos discutir era como ver a dos fuerzas de la naturaleza chocar. Al principio tanto el como Gabriela se encogieron en el sillón asustados, pero tras el comentario de Bryan hubo un cambio notorio: Un ligerísimo estremecimiento recorrió el corpachón de Uriel, como si estuviera conteniéndose con mucho esfuerzo, su piel palideció y sus ojos, usualmente de un verde brillante, se oscurecieron víctima de un dolor inenarrable. Uriel no respondió, ni siquiera tomó sus cosas, solo dio media vuelta y caminó hacia su habitación tan rápido como pudo con Christian pisándole los talones.
Bryan contempló la salida de su amigo con una expresión vacía para luego bajar la mirada y contemplar la herida de su mano, el horror que le causaba la sangre eclipsó por un segundo todo lo demás, trastabillando fue hasta la cocina donde se envolvió la mano con un trapo, cerrando el puño se recargó en la encimera e intentó controlar su agitada respiración.
Kyan paseo sus ojos por la sala, los libretos seguían ahí, las mochilas de los demás, los cristales y el agua en el piso con goterones rojos como flores obscenas, era como si estuviera contemplando la escena de un desastre. Gabriela también guardó silencio, al parecer incluso ella creía que había cruzado el límite. Temeroso intentó acercarse a Bryan, pero no pudo hacerlo, a mitad el camino se detuvo en seco, Bryan, visiblemente alterado, emitía una energía oscura y temible que Kyan no podía franquear.
Bryan, discúlpame. – Suplicó Kyan con voz temblorosa.
Vete de mi casa. – Respondió Bryan con voz afiebrada.
No era mi intención, Gabriela…
Váyanse de mi casa.
Bryan, por favor, escúchame…
No te quiero ver Kyan. Vete de mi casa. – Esta vez habló en un tono cortante, definitivo, al mismo tiempo que levantaba la mirada, en sus ojos había hielo.
Si hubiera gritado no habría sido mas doloroso, la helada mirada y el filo en su voz aterrorizaron a Kyan, ya antes había visto a Bryan enfurecido, pero nunca se había dirigido a el de esa manera. Tan rápido como pudo tomó sus cosas, tomó a Gabriela de la mano y juntos salieron del departamento.
No te preocupes. – Le susurró ella al oído mientras se despedían. Kyan le había pedido un taxi. – Es un dramático, luego se le pasa.
No lo entiendes Gaby.
Lo que entiendo es que permitiste que me gritaran, eso no estuvo bien. – Kyan le dirigió una mirada incrédula, era imposible que le estuviera recriminando en ese momento. – Y mas te vale que vayas a mi fiesta mas tarde.
Gabriela le plantó un beso en los labios, el no lo correspondió. La chica subió al taxi que arrancó y se perdió al dar la vuelta en la esquina. Kyan se quedó ahí parado, dudoso. Deseaba regresar y arreglar las cosas con Bryan, pero creía que por primera vez lo había ofendido seriamente. Por otro lado, la actitud de Gabriela le recordaba cada vez mas a su madre, empezaba a pensar que su relación con ella era un error, tal vez a eso se había referido Bryan cuando le advirtió en aquella ocasión.
Suspirando empezó a caminar, su casa estaba lejos y necesitaba tiempo para pensar.