La forma de mantener la chispa (parte 3)

Finaliza la historia de mi mujer y los obreros que trabajan en casa un verano caluroso sin hijos.

Al llegar a casa Sofía decidió darse una ducha para refrescarse y se llevó solo una braga limpia para cambiarse. Cerró la puerta para del baño, cosa que me frustró un poco. Sabía que si entraba y dejaba la puerta entreabierta Sofía lo aceptaría, pero me daba un poco de vergüenza que los obreros se dieran cuanta de que lo que quería era exponer a mi mujer. Así que esperé a que terminara de ducharse.

Al salir de la ducha comprobé que mi mujer solo llevaba la braguita limpia. Paso por delante de los obreros mirando para mi:

-Total -me dijo en alto para que todos la oyéramos- todos me han visto en topless.

-Me parece estupendo- dije yo sorprendido.

-Y a nosotros -bromeó el obrero rechoncho.

Mi mujer solo llevaba ahora una braga por la casa, hablaba con los obreros o regaba las plantas o chateaba por el móvil, y todo lo hacía solo vestida con la pequeña braguita. A eso de las seis apareció con refrescos para todos en una bandeja.

-Con el calor que hace os vendrá bien una cervecita

Se fue acercando uno a uno con la bandeja para que pudieran coger su cerveza. Los obreros se paraba y antes de cogerla le daban un soberano repaso visual a mi esposa. La última cerveza la cogió Sofia sin que quedara una para mi.

-Lo siento – me dijo dándole un sorbo. No quedaban más. Si quieres compartimos.

-Trae algo para picar- ordenó el jefe de obra.

-Lo que queráis -le dijo mi mujer- os traigo lo que queráis.

Los obreros se miraron entre sí. El grado de degradación personal al que me estaba sometiendo me excitaba todavía más. Mi mujer semidesnuda al servicio de unos desconocidos. Volvió con unas aceitunas, nachos y algunos frutos secos.

-Salgo para afuera que aquí el ambiente está un poco cargado. Ven para afuera-me dijo- deja que cojan fuerzas.

Sin esperar mi respuesta salió hacia el patio dejando la puerta abierta. Yo la seguí medio embobado. Mirando su culo moverse y como los obreros paraban y se giraban con descaro para mirarla. Poco les importaba ya mi presencia.

Al salir descubrí que se encontraba otra vez tirada en la tumbona. Yo me quedé de pie delante de ella.

-Sabes -me dijo- me excitó mucho la situación de antes

-¿Cuál de ellas? -bromee yo- llevas unos días que es para no creérselo

-¿Te preocupa?- dijo poniéndose las gafas de sol.

-No, no, estoy encantado. Me parece maravilloso como te exhibes delante de los obreros. No pensé que te atrevieras a tanto, la verdad.

-Me refería al mediodía -me dijo, volviendo al tema que le interesaba- ¿porqué me dijiste que estaban los obrero? ¿quieres que me vean de todo?

Y ahí estaba la pregunta del punto de inflexión, la pregunta que lo cambiaba todo en uno u otro sentido.

-Me encantaría-le dije mirándola a los ojos. Es lo que más deseo.

Se hizo entonces un silencio solo roto por el trabajo de los obreros.

-Vamos a jugar. Yo te doy esto – me dijo quitándose las bragas y lanzándomelas- y tu me traes la crema del baño y me las devuelves.

Así que con las bragas en la mano, con mi mujer completamente desnuda en la tumbona y los tres obreros en el piso de arriba le dije:

-Vale, juguemos.

Y me marché en dirección a la casa viendo como mi mujer, en la tumbona, echaba los brazos para atrás. Fue sin duda uno de los trayectos más largos de mi vida. Por un lado quería apurar para que, por vergüenza, los obreros no vieran lo golfa que era mi mujer pero por otro, me recreaba en cada estantería, en cada silla que volvía a colocar y me forzaba a ralentizar el trayecto. Tras coger la crema pasé por delante de los obreros que trabajaban inconscientes al espectáculo que tenían a escasos metros.

Al salir nuevamente allí seguía mi mujer, completamente desnuda con el triángulo de vello de su pelvis expuesto al sol. Al verme le entregué la crema y le dí las bragas. Mi sorpresa fue cuando me las devolvió.

-Esto todavía no me hace falta, me dijo. Sigamos jugando. Sal ahora de casa y date una vuelta hasta la esquina. Trae más cervezas.

Con la polla a punto de estallar, me metí su braguita en el bolsillo.

-Eres una golfa- le dije. Me encanta.

Y acto seguido me di la vuelta y la dejé desnuda y sola en la casa con los tres obreros. Aunque quisiera, al no tener ni la braga ni un pareo, ni una prenda de ropa cerca, no podía entrar en la casa para dar por terminado el juego sin pasar por delante de los obreros. Al tener yo su braga estaba completamente expuesta y a su merced. Increíblemente yo me encontraba en un mar de vergüenza y excitación. En esta ocasión sí que apuré lo máximo posible.

Salí de la casa y sin correr pero al paso más apurado posible me dirigí al 24 horas de la esquina. Cogí la cerveza de la nevera del fondo del pasillo y tuve que esperar dos angustiosos minutos a que el cajero atendiera a dos personas. ¿Qué estaría pasando en mi casa?¿los obreros ya se habrían dado cuenta?¿mi mujer se estaría exponiendo desnuda delante de ellos?¿la estarían tocando? Me tuve que acomodar la polla porque parecía que me iba a estallar.

Pagué al cajero que incluso me preguntó por mi mujer. Eramos asiduos de la tienda y nos llevábamos muy bien con él. Le respondí con rapidez y salí disparado con las cervezas frías en una bolsa. Crucé el parque y los columpios, rodeé los árboles del pinar y por fin llegué a mi casa pensando que el juego era demasiado peligroso.

Al entrar por la terraza lo que vi no era capaz de asimilarlo mi mente. Estaba mi mujer, completamente desnuda, tumbada pero apoyada en los brazos y el obrero rechoncho delante de ella. Mi mujer doblaba en ese instante las piernas para abrirlas un poco mientras hablaba con el obrero. Descaradamente el obrero se tocaba la entrepierna. Mi mujer seguía con las gafas puestas. Al verme dijo sonriendo:

-Se acabó el juego, me pillaron desnuda.

El obrero y yo cruzamos una mirada. Después siguió mirando para mi mujer mientras se metía la mano por dentro del pantalón.

-Dale una cerveza, anda- dijo mi mujer- y échame crema.

Se hizo entonces un silencio entre los tres a la espera de mi respuesta. La pelota estaba en mi tejado. Mi mujer y el obrero me miraba a la espera. Como en un sueño, como si fuera otro el que se movía saqué de la bolsa una cerveza y se la ofrecí al obrero.

-Ábrela-me dijo el devolviéndomela.

Le abrí entonces la cerveza y me puse de rodillas para empezar a echar crema a mi mujer. Empecé por la barriga, esparciendo en círculos la crema mientras el obrero, de pie, no dejaba de mirar el cuerpo desnudo de mi mujer. Después tocaron los pechos, se los empecé a acariciar suavemente para disfrute del obrero.

-Apriétaselos-dijo

Yo obedecí y comencé a estrujarle los pechos a mi esposa. Sofia echó los brazos para atrás, recostándose.

-Ahora las piernas-volvió a ordenar el obrero mientras daba un gran sorbo de cerveza- sepáraselas.

Acariciando la parte interna de los muslos de Sofía fui separando sus piernas, primero una, después la otra hasta quedar completamente abiertas. Mi mujer no opuso resistencia, ofreciendo su coño a la vista del obrero. Este seguía bebiendo cerveza mientras contemplaba el espectáculo. Sofía estaba como una moto, retorciéndose de placer.

-Métele los dedos

Sin dificultad introduje un dedo en su coño, que se encontraba completamente empapado. Con la otra mano abrí su vulva para mostrarla al obrero en todo su esplendor. Sófía empezó a levantar el culo de la hamaca, completamente desnuda, sin nada más que las gafas de sol que cubrían su mirada.

-Mirad qué golfa.-gritó de repente el obrero rechoncho.

Me giré bruscamente sin cambiar de postura, sin pretender cubrir a mi esposa aunque sabía lo que me iba a encontrar, es más, ni tan siquiera dejé de masturbar su clítoris o quité el dedo de su coño. Con la excitación no me di cuanta que hacía un rato que no se escuchaba ya el ruido de los otros dos obreros trabajando.

Al volverme ahí estaban ambos, saliendo de la casa con una cara de estupefacción. Sofía ni se inmutó, ni siquiera cerró un poco las piernas ni intentó taparse con los brazos. Se mantuvo a la espera a que los otros dos obreros llegaran a nuestra altura.

-Sofía -dijo el jefe de obra- ¡qué alegría verte así!-¿no os lo dije yo?

Los otros dos rieron.

-Tenías razón jefe -dijo el obrero rechoncho para después, decirme -invita a mis compañeros a una cerveza, anda, que les va a hacer falta.

Dejé de tocar el cuerpo de Sofía, en silencio y me incorporé para abrirles unas cervezas. Mi mujer había cerrado las piernas y se tapaba un poco con la mano derecha su vulva.

-Menudo juego-dijo sonriendo- se nos ha ido un poco de las manos, no sé que queréis que haga.

El obrero rechoncho dijo terminando su cerveza.

-Falta que te den crema por la espalda

Sofía sonrió y se dió la vuelta pero, cuando me iba a agachar para darle la crema, el jefe de obra me quito el bote de la mano.

-Me toca-me dijo sonriendo, no te importa ¿verdad?

-Yo… lo que diga mi esposa- alcancé a decir.

-Sofía, cariño ¿verdad que no te importa? -dijo el jefe de obra agachándose a la altura de mi esposa- tu marido dice que tu mandas.

-Claro -dijo mi mujer sonriendo, bajándose las gafas y mirándome por encima de ellas- si a mi marido no le importa a mi menos.

El jefe de obra dio la vuelta a la hamaca para que los tres, los otros dos obreros y yo, tuviésemos una vista perfecta del espectáculo. Empezó por la espalda echando una gran cantidad de crema.

-Vaya, dijo, creo que me he pasado, intentaré esparcirla bien- Los otros dos obreros emitieron una risita para sus adentros.

Sofía apretó el culo contra la hamaca al sentir la mano del jefe de obra. El obrero rechoncho tiró la lata al suelo, su compañero bebía mientras se acomodaba el bulto que tenía en la entrepierna. Ambos se quitaron la camiseta. El jefe masajeó el cuello de mi mujer, suavemente, después le echó crema por un brazo y se lo extendió para que quedara por encima de la cabeza, hizo lo propio con el otro. Trazando círculos fue bajando poco a poco en su espalda. Al llegar al culo, en vez de tocarlo, separó un poco sus piernas y se dedicó a esparcir la crema por ellas, desde los pies hacia arriba.

Al llegar al culo se paró.

-Esto necesita un poco más de crema ¿no crees?-me preguntó

-Claro, claro -dije como un bobo

El jefe de obra empezó a masajear el culo e mi mujer. Tras las gafas de sol podía ver como Sofía me miraba a los ojos. Nos miramos profundamente mientras que otro hombre le tocaba su culo desnudo en presencia de desconocidos. Con el masaje el culo, mi mujer abría y cerraba sus cachas para dejar expuesto su ano. El jefe le paso el dedo por encima presionando un poco.

Mi mujer dió un respingo y se volvió para quedar boca arriba.

-Leches!-gritó el jefe de obra.

-Caray, eso si que no me lo esperaba-rió mi mujer- qué cosquilleo.

Se quedó boca arriba, abriendo un poco las piernas en dirección a los obreros que la miraban en pie. Echó los brazos hacia atrás y me dijo.

-Me los sujetas, porfa. No quiero volver a asustar a nuestros invitados.

Mi sumisión a sus deseos era ya total. Sin decir nada me puse en la cabecera de la hamaca y sujeté suavemente sus brazos. El jefe de obra se volvió a echar crema en las manos. Nadie dijo que hacía un instante yo mismo le diera ya crema por delante, a nadie importaba ya ese dato. El jefe de obra empezó directamente por sus tetas, las estrujó dejando que el pezón circulara entre sus dedos. Le acercó entonces los pies al culo para después abrirles las piernas de manera brusca.

En ningún momento mi mujer hizo ademán de intentar zafarse de mi sujeción, se encontraba totalmente expuesta de piernas abiertas mientras un obrero la tocaba sin pudor. Le metió entonces un dedo en la boca que Sofía relamió como si se tratara de una polla. El jefe le quitó las gafas de sol, la mirada de mi esposa era de deseo. Le metió entonces un dedo en el coño. Sofía emitió un quejido de placer. Sus brazos se tensaron pero en ningún momento hizo fuerza como para dar a entender que quería zafarse.

Cegado por la excitación, me quité la ropa tirándola lejos, me quedé desnudo delante de todos. Sofía me miró con la boca entreabierta mientras el dedo del jefe no paraba de salir y entrar de su interior. Agarré con una mano sus dos brazos y empecé a masturbarme muy cerca de su cara.

Imitándome, los otros dos obreros se quitaron el pantalón. El rechoncho me dijo mientras se tocaba por dentro del calzoncillo

Dile a tu mujer que te la chupe un poco para que veamos como se hace.

Sofía torció la cara en busca de mi polla. En ese momento una mano de otro obrero le empezó a acariciar un muslo. El obrero rechoncho se ofreció a sujetarle las manos para que yo pudiera ponerme en uno de sus laterales. Solté sus brazos y este la aferró más fuerte. Al levantar la vista vi como el otro obrero ya acariciaba su parte interior del muslo, el jefe apartó las manos para dejarle tocar. Sofía miró hacia él y se inclinó un poco en su dirección. El otro obrero empezó a acariciar su vulva suavemente.

Sofía encontró mi polla y empezó a chuparla con ansiedad. El jefe se puso a mi lado y sin decir palabra se desnudó completamente. Los otros dos obreros hicieron lo mismo. Nos quedamos los cuatro desnudos, al rededor de Sofía.

El obrero rechoncho soltó las manos de Sofía para inclinarse y empezar a chupar sus tetas. Sofía aprovechó para coger mi pene y acomodarlo en su boca. El otro obrero se puso de rodillas para empezar a lamerle el coño. En un momento de lucidez contemplé la situación, con mi mujer postrada delante de los obreros y estos desnudos aprovechándose de su cuerpo y lujuria. Sin poder remediarlo me corrí como un loco apartándome para no salpicar a mi mujer.

Déjame a mi -me exigió el jefe. Acto seguido puso su polla al alcance de Sofía. Mi mujer la restregó por su cara antes de meterla en la boca. Con la mano derecha acariciaba la cabeza del otro obrero mientras le comía por dentro su coño, subía la pelvis para que la cabeza de este se hundiera más en su coño, todavía con los pies como se los pusiera el jefe de obra, bien pegados al culo. El obrero rechoncho se puso en pié y ofreció su polla a Sofía, esta alargó un brazo para empezar a acariciarla. Giró la cabeza y empezó a chupársela lamiendo primero su tronco, subiendo hasta su cabeza para después meter toda su polla en la boca.

Vamos a follarnos a esta golfa-dijo el jefe, incorporando al obrero que seguía haciendo un cunnilinguis a mi mujer. Acto seguido agarro las piernas de Sofía para acercarlas a su cuerpo. De una embestida la penetró con ganas. Sofía emitió un quejido de alivio. Soltó la polla del obrero rechoncho y echó los brazos hacia atrás.

Se dejaba ahora penetrar con suma facilidad por el jefe de obra, los otros dos obreros comenzaron a masturbarse lentamente, toqueteando de vez en cuando un pecho de Sofía o metiendo un dedo en su boca abierta. Ninguna miraba para mi que quedara en un segundo plano, viendo como se follaban a mi mujer tres desconocidos de los que no siquiera sabía el nombre, entendiendo que esto solo era el principio de una nueva relación.