La forma de mantener la chispa (parte 1)

Experiencia real entre mi mujer y unos obreros que trabajaron en unas reformas en casa un verano muy caluroso

Os voy a contar la experiencia, real, que volvió a encender la chispa del sexo en mi matrimonio. Tiene que ver con mi mujer, una obra en casa y los trabajadores que estuvieron en ella.

Pues bien, como toda casa necesita reformas y mantenimiento, hicimos un plan para llevar a cabo las tareas que necesitábamos, cambiar de pintura en comedor y sala, ampliar el estudio y cambiar de cerámica los baños, así que aprovechamos unas vacaciones de verano para llevar a cabo todas las tareas y de esa manera aprovechábamos que los hijos pudieran estar fuera de casa ya sea con unos u otros abuelos y como todos vivimos en la misma ciudad podemos ir con ellos a cualquier hora.

Una vez que llegamos a la casa ya sin hijos era un domingo ya de noche, así que aprovechamos la oportunidad de darnos cariñitos mi Sofía y yo, un encuentro normal sin pensar en lo que podría suceder en los siguientes días. A la mañana siguiente ya lunes, despertarnos temprano para comenzar a retirar los muebles que hicieran falta y así facilitar las tareas, cuando tomábamos café listos para recibir a los trabajadores, se me ocurrió decirle a Sofía que menuda pena los pobres hombres trabajando en verano, con este calor y que seguro que le pagaban una miseria. Finalmente le pregunté a Sofía que qué podíamos hacer por los pobres trabajadores, para que llevaran mejor el trabajo, ante su silencio le pregunté si se atrevía a calentarlos un poco para alegrarles el tajo mientras estaban en casa.

Al principio se mostró un poco reacia, ya que no los conocía de nada y le daba corte, no sabía qué podrían hacer y si la grabarían con sus móviles, pero yo la convencí de ponerse simplemente algo un poco más sexy. Como era de mañana escogimos una pijama de short negro muy cortito y encaje en sus costuras, así dejaba ver un poquito más de su cuerpo o las nalgas y una camiseta de tirantes igualmente con encaje en sus costuras y en su escote puro encaje que al agacharse se podía ver perfectamente el ombligo. Un poco indiferente, como si no hubiéramos tenido la conversación, se arregló el pelo con una coleta y siguió haciendo las cosas de casa, sin decir nada más.

Al poco rato los obreros llamaron a la puerta. Estábamos terminando nuestro café cuando sonó el timbre sobresaltándonos. Me miró un momento a los ojos y justo cuando me iba a levantar para abrir la puerta me puso una mano en el hombro y se levantó rápidamente ella. Si mediar palabra, se medió acomodo la ropa para causar buena impresión, y abrió la puerta descalza. Venían tres chicos: el encargado mas o menos de 40 años, y los jóvenes de aproximadamente 20 años.

Pasaron y comenzaron a trabajar una vez que les indique el inicio. Primero cocina y sala, así que estábamos todos juntos. Aunque la casa no es reducida, con los muebles amontonados y el tiradero que se estaba haciendo para quitar la pintura que se había embolsado, sellando grietas en las paredes y el material, reducía el espacio para pasar y por consiguiente rozarnos todos al momento de pasar uno junto a otro. Sofía les daba por tanto indicaciones desde muy cerca a los tres, haciéndose notar pasaba primero detrás de ellos y estos de reojo no perdían oportunidad para repasarla con la vista.

Conforme paso el día este acto paso a ser normal y la veían menos, así que con cualquier pretexto empezó a ayudar a los chicos. En el momento por ejemplo de recoger algo lo hacía sin doblar las rodillas y que así pudieran ver sus hermosos pechos enfundados en su bonito sostén y el que estaba tras de ella podía ver sin reparos media nalga desnuda. Así que a todos se nos empezó a poner duro nuestro miembro incluyéndome a mi, que veía como mi mujer se convertía en el objeto de deseo de otros hombres atrapados en una misma habitación. Percibí que a ellos también, pues nos empezaba a lastimar el pantalón y todos a discreción nos acomodábamos para no ser tan obvios, terminamos el primer día, entre roces y muebles con la excitación por todo lo alto.

En cuanto se fueron Sofía y yo nos enrollamos en besos llenos de pasión y comenzamos a desnudarnos para llegar a nuestra habitación desnudos para acabar con nuestra calentura del día, sin hablar del tema pero teniéndolo presente en nuestras mentes. Ambos sabíamos que esto solo era el principio y que todo iría a más.

A la mañana siguiente escogió un conjunto deportivo de lycra negro con transparencias en las piernas y la blusa pegada a su cuerpo de tirantes, ya sin recordar la conversación pero entendiendo que se daba por supuesto que se vestiría sexy. En esta ocasión si se agachaba no podríamos ver mucho por el tipo de blusa que era, pero cada vez que lo hacía las mallas se estiraban y dejaba ver las nalgas de mi esposa y el tanga que había escogido para ese día era un tanga negro que en la parte de atrás tenía un triangulito que sostenía los únicos tres hilitos que tenía.

Igual que el día anterior ella fue a abrir la puerta descalza y obtuvo la misma reacción que el día anterior, los tres al mismo tiempo la recorrieron de arriba a abajo en cuanto ella les dio el paso y comenzó a caminar frente a ellos. Como la ropa deportiva está muy pegada al cuerpo, se podían marcar excelentemente bien sus curvas, cada vez que se agachaba para que pudieran verle el trasero. A Sofía se le ocurrió recoger el estudio, por lo que tenía que pasar frente a ellos en sitios de difícil acceso y como todo seguía amontonado pues tenía que rozarlos de algún modo cada vez que pasaba y claro se veía que sentía sus miembros en las nalgas. Como eran muchos los van y vienen, el que fue un poco más astuto fue el encargado y aprovechaba para apretarse más a ella, y le agradecía con una pequeña sonrisa cómplice su acción, cosa que mi mujer correspondía con una sonrisa inocente. Viendo la escena se me ocurrió llevarme al patio trasero a los jóvenes para acomodar la herramienta del jardín y ver hasta donde llegaban los que se quedaron dentro de la casa.

Como era de esperarse, cuando los muchachos fueron a su hora de comida, mi esposa me dijo, como quien no quiere la cosa, que en cuanto nos fuimos al patio el encargado y ella comenzaron a hablar de banalidades para hacer más ameno el rato que iban a pasar juntos, y que, con la confianza, el encargado le había dicho que con el calor era normal que llevara ropa bien fresquera y que se veía que le gustaba lucir su cuerpo. Sofía me lo dijo con una sonrisa pícara y coqueta, mordiéndose un poquito el labio esperando mi reacción. Al comprobar que a mi no me parecía mal sino que me acercaba para acariciarle un poquito el culo, Sofía me comentó que le dijera que a ella le gustaba vestir así para andar en casa y que la gente que venía a ella se tenía que adaptar a su forma de ser. Y dicho esto el encargado aprovecho para agradecerle que ellos la puedan ver también, y este se desvivió en elogios y piropos.

Le di un profundo beso y comimos hablando de otras cosas con las noticias puestas. Ya por la tarde mi esposa seguía pasando por ambos lados del encargado, cuando lo hacía por detrás le pasaba sus pechos por la espalda y cuando lo hacía por el frente sacaba las nalgas para sentir su entrepierna, y en una de esas el muy habilidoso hizo como si se fuera a tropezar y puso sus manos en la cadera de mi esposa y ella como queriéndolo ayudar le agarro las manos. En lo que lograban tener de nuevo equilibrio el toco con descaro las nalgas de mi mujer y ella soltó las manos para dejarlo hacer y se volteó de frente a el para agarrarlo y evitar su caída.

Ella se retiró con pretexto de ir al baño, pero en realidad fue a sacarle la calentura del momento, ya recompuesta volvió al salón donde él estaba y nosotros ya estábamos de vuelta, terminada la jornada me contó lo sucedido y yo le comenté el morbo que daba toda la situación. Corrimos a quitarnos la excitación, lo bueno que esta vez fui yo su objeto para calmar sus bajos instintos, en cuanto entramos al dormitorio desnudos de la cintura para arriba, de un tirón me quito el pantalón con bóxer y todo, para hacerme una esplendorosa mamada y como andábamos con la calentura, después de un rato la puse de pie y de igual manera tire abajo sus mallas y sin quitarle el tanga, le hice un cunnilingus e inmediatamente después, la puse con las manos sobre la cama y por detrás la penetre con fuerza, no me costó nada entrar ya que la calentura y mi saliva dieron paso directo y sin esfuerzos para estar dentro de ella.

Al día siguiente hacía mucho calor, los obreros ante la solana que caía decidieron como era normal quitarse las camisetas. Yo iba en bañador a todos lados ya que estaba más cómodo y podía así también tomar un poco el sol en la pequeña terraza que tenemos a un lado de la casa. Mi mujer ese día tardó mucho en levantarse, habíamos estado viendo hasta altas horas una serie en Netflix y nos habían dando las tantas de la mañana. Cuando se despertó se metió en el baño para darse una ducha.

Yo esperé que empezara a ducharse para entrar a afeitarme. Intencionadamente dejé la puerta entreabierta mientras ella se de duchaba. Tenemos una mampara que pese a ser los suficientemente opaca, dejaba trasparentar la silueta de mi mujer enjabonándose en la ducha. Desde mi posición vi pasar un par de veces a los chicos que, al llegar a la altura de la puerta, torcían la mirada intentando ver a mi mujer.

Al cabo de un rato Sofía descorrió la mampara mostrándose completamente desnuda, fue una verdadera pena que en ese momento no pasara uno de los obreros ya que la hubieran visto de pleno. Ella, sonriendo, me dijo que tenía la puerta demasiado abierta. Le dije que era porque sino se empañaba el cristal y no podía verme para afeitar. Ella me pidió la toalla y se empezó a secar sin insistir más en que cerrara la puerta. Me llamó mucho la atención ese “demasiado” que había dicho, ¿acaso era normal que abriera un poco menos la puerta?¿quizás demasiado descarado? También era significativo cómo había aceptado la situación con la puerta entreabierta y la posibilidad de que los trabajadores pasaran en cualquier momento.

Sofía incluso antes de vestirse se embadurnó de crema solar todo el cuerpo con la esclusa, me dijo, de que tenía miedo a quemarse. Mientras se daba crema por las piernas, completamente desnuda y con una de las piernas apoyada en el bidé, yo terminé de afeitarme y me fui del baño. Intencionadamente volví a dejar la puerta entreabierta y me quedé del otro lado esperando por si cerraba la puerta del todo.

En ningún momento hizo ademán de cerrarla y al pasar por delante la vi que seguía echando crema en las piernas. Me fui al salón donde estaban los chicos trabajando y mandé a uno de ellos, el más rechoncho de los dos, a por unas láminas de plexiglás que estaban en la habitación. Realmente no me hacían falta para nada pero era la excusa para que el chico pasara por delante del baño con la puerta entreabierta.

Al cabo de un rato llegó Sofía peinándose, con el pelo todavía mojando y con un pareo que cubría su cuerpo y se ataba en la nuca. Se transparentaba en biquini a listas rojas y blancas que tenía debajo y que le quedaba un poco pequeño en la parte superior. Me miró seria durante un segundo, después se dirigió al jefe de obra para darle unas indicaciones, parecía querer tomar el control de la situación

Al momento vino el chico rojo como un tomate, lanzando furtivas miradas a mi mujer. Me dio la lámina de plexiglas y se acercó a su compañero a decirle algo al oído. El otro miró a mi mujer sorprendido, haciendo un repaso a su cuerpo de arriba a abajo. Mi mujer se puso frente a él y se desanudó el pareo mostrando su pequeño biquini superior, después se volvió a hacer el nudo más alto para que el pareo subiese más por sus piernas.

-Veo que estáis ocupados en el salón -le dijo mientras se colocaba el pareo-, me voy fuera, si no os molesto, a tomar un poco el sol.

En ningún momento Sofía se dirigió a mí para comentarme su idea, se lo dijo a los obreros, como pidiendo permiso. Todos ellos mostraron su conformidad y mi mujer, descalza y con el pelo mojado peinado hacia atrás, se marchó del salón sintiendo como todos la mirábamos mientras se iba.

Un poco avergonzado me fui al estudio diciendo que tenía que mandar unos correos. En él tenemos una ventana que conecta con la terraza y que se encuentra pegada al salón. Encendí el ordenador y puso algo de música para bajar un poco la tensión que había en el ambiente. Escuché como Sofía arrastraba la tumbona y se ponía debajo de la ventana.

Justo cuando me iba a asomar para ver si se quitaba el pareo, escuché como los chicos encendían unos pitillos. Estaban en la ventana del salón, fumando un pitillo y mirando descaradamente a mi mujer. Hablaban bajito pero pude captar que el más rechoncho decía:

-…completamente (…) me miró y siguió echándose crema como si nada. Me quedé parado como una estatua…

Ví como el chico incluso levantaba un poco la voz como queriendo que Sofía le oyera:

-…y ella seguía ahí (…) sin dejar de echarse crema … menuda golfa.

Sofía miró de manera instintiva hacia ellos al escuchar la palabra golfa. Después se quitó el pareo y se estiró boca arriba en la tumbona, echando los brazos hacia atrás. Los obreros terminaron así de fumar el cigarrillo, mirando en silencio y con descaro hacia ella. Yo me mantenía semiescondido en el estudio, observando cómo mi mujer abría incluso un poco las piernas, como ofreciéndose.

En cuento se fueron los obreros aparecí yo por la otra ventana. Al verme, Sofía se puso las gafas de sol y se dio media vuelta. Desabrochándose la parte de arriba del biquini y metiéndose un poco hacia adentro la parte inferior para que se pudiera ver un poco más sus cachas. Así pasamos la mañana y nos fuimos a comer.

Durante la comida no sacó en ningún momento el incidente con los obreros que yo había provocado. Me dijo eso sí que era un día de mucho calor y que se iba a dar otra ducha que no había quien aguantase. Se marchó entonces dejándome recoger la cocina. Escuché la ducha y me quedé alucinado al ver que Sofía no solo no había cerrado la puerta sino que, incluso, la había dejado más abierta que yo por la mañana. Miré la hora. Eran las tres y media y en 10 minutos los obreros llegarían.

Con el calentón que tenía me tuve que masturbar allí mismo, en la cocina, comprendiendo que mi mujer deseaba exhibirse delante de los obreros y que no tenía reparo alguno en demostrarlo.

Lamentablemente justo llegaron los obreros cuando mi mujer ya salía del baño. Me miró sonriendo, con una mirada cómplice que me hacía ver que entrábamos en una nueva fase.

-… mierda, escuché que decía uno de los obreros en bajito, por tu culpa llegamos tarde, se acaba de duchar otra vez.

Por la tarde nos fuimos al centro a hacer la compra, al pasar por delante de una tienda de lencería la animé a comprarse un camisón de encaje.

-Hace mucho calor y es verano- le dije- más vale que te encuentres cómoda y fresquita.

Entre todas las opciones que barajamos, yo siempre intentaba que fuese un poco más transparente, tirando más hacia el picardías que hacia el camisón. Al final se decidió por un término intermedio. Un camisón de encaje ceñido al cuerpo de color violeta. Se lo probó y coincidimos que le quedaba fantástico.

-Con esto los obreros van a andar a mil -dijo Sofía dando por echo que se lo pondría delante de ellos. (Continuará)