La folla mendigos.
¿Una mamada cuenta como una limosna?
A día de hoy, sigo preguntándome por qué los polos opuestos son los que más se atraen. ¿Lo más normal no sería que se repeliesen? Estuve durante meses con este pensamiento en la cabeza, hasta que el destino puso la solución en mi camino.
Ahora que han terminado las elecciones en mi país, debo de reconocer que estoy bastante disgustada con los resultados, por segunda vez consecutiva ha ganado la izquierda. Para una persona a la cual no le guste la política, esto le debe parecer banal o incluso absurdo, pero para una chica como yo que desde que nació, se he criado en una familia de clase alta, pues me perjudica bastante. ¿Cómo ha podido salir ganador, un presidente que quiere que todos seamos iguales? Si yo tengo más dinero que tú, ¿Dónde está el problema?
Uno de los peores momentos del día es cuando tengo que ir al instituto. Por cada portal que paso, me encuentro un indigente durmiendo en ella, ¿Cómo puede querer el presidente del país que yo sea igual? Yo al menos estudio. ¿Ellos qué hacen? Nada, solo dormir y estar borrachos todo el tiempo, que se levanten y busquen un trabajo por Dios. Su gandulería nos cuesta el dinero a todos, sobre todo al pobre de mi papi, que siempre tiene que donar dinero en Navidad para que todos puedan cenar.
El sábado pasado, había quedado con Cristina y Tamara para cenar en uno de los restaurantes más lujosos de la ciudad. Acordamos estar a las diez en punto en la puerta del Sol, pero cuando llegué, un mensaje en mi móvil hizo que este vibrase.
-Oye chicas, resulta que me he informado del restaurante al que vamos, y solo aceptan dinero en metálico. Parece ser que llevan un par de semanas teniendo problemas con algunos clientes, los cuales pagana con tarjeta y luego anulan el cobro, así que voy al cajero a sacar dinero, llegaré diez minutos tarde, escribió Cristina.
-Vale, yo también respondió Tamara.
Laura se puso a pensar en qué cajero le pillaba más cerca, así que tras un par de segundos, cayó en la cuenta de que el banco de su padre era el que mejor le convenía, siempre y cuando quisiera sacar dinero y no andar más de la cuenta. Cuando Laura llegó al banco, para su desgraciada sorpresa, había un mendigo durmiendo en él. Le dio tanto asco aquella situación, que por un momento pensó en ir al siguiente cajero, le pillaba a 20 minutos más andando, pero cualquier cosa sería mejor que compartir sitio y sobre todo el mismo aire con ese despojo de la sociedad.
En ese momento, el móvil de Laura volvió a vibrar, eran Cristina y Tamara;
-Ya hemos sacado dinero, vamos para allá.
Laura debía darse prisa, no quería volver a llegar tarde. Sus amigas le habían puesto el mote de “La tardona” y no estaba dispuesto a seguir escuchándolo, y más durante toda la cena, habiendo sido ella la que había llegado primero. Así que sin saber cómo, la niña de papá cogió aire, agarró con firmeza el picaporte de la puerta y para cuando se quiso dar cuenta, ya estaba dentro de aquellos diez metros cuadrados con ese sucio indigente.
Una vez que Laura se encontraba frente a la pantalla del cajero, esta empezó a tocar todos los botones desesperadamente, con la intención de que el dinero saliese lo antes posible y así poder largarse sin que ese ser se diese cuenta de su presencia.
“Procesando información” leía una y otra vez Laura.
-Vamos estúpida máquina, suelta ya el dinero.
Cuando Laura pudo por fin cogerlo, resopló expresando así la rabia que tenía acumulada contra la máquina. Pero cuando esta tomó aire de nuevo, una olor nauseabunda se fue colando por sus fosas nasales hasta provocarle una arcada. Como era lógico, ese olor no podía provenir de otro sitio que no fuese del indigente, Laura tapándose la nariz con dos de sus dedos, fue caminando lentamente hacia la puerta, pegada a la pared.
El plan en su mente era sencillo; andar de puntillas sin hacer ruido, aguantar la respiración y cuando estuviese lo suficientemente cerca de la puerta, girar de nuevo el picaporte y esta vez salir corriendo, hasta estar lo suficientemente lejos como para que esa experiencia formase parte del pasado.
Laura alargó su mano para alcanzar la puerta cuando el indigente se movió, provocando así un tremendo susto en Laura.
-Parece que estaba soñando, pensó esta. Cuando Laura estaba a punto de salir por la puerta, quiso dedicarle por última vez una mirada de compasión al mendigo, siendo así consciente de la suerte que tenía ella, y la mala que él tenía por ser pobre. Pero hubo algo que le llamó la atención, una especie de bulto parecía hacerse cada vez más visible desde la lejanía, Laura sabía perfectamente lo que era.
-Me pregunto cómo será la polla de un mendigo resonaba en sus adentros.
Así que echando un vistazo a la calle, y asegurándose no solo de que no hubiera moros en la costa, sino que el mendigo siguiese todavía durmiendo, esta se fue acercando poco a poco hacia él. A medida que Laura avanzaba, el bulto del pantalón crecía por momentos, aumentando así también la curiosidad de aquella niña rica, ¿Qué estaría soñando aquel mendigo?
Este hombre no era nada del otro mundo. Varón de unos 40 o 50 años, pelo canoso y grasiento, de complexión delgada, vestía un jersey y un chaquetón manchados y con olor a sudor, unos pantalones de chándal con olor a meado y unas sandalias.
Tal vez la mezcla de esos olores y la intensidad que estos provocaban sobre la persona de Laura, le hicieron pensar por un momento, que aquel hombre no sería tan desagradable si se duchase y peinase, hasta sería atractivo, argumentó.
Cuando esta estuvo lo suficientemente cerca, se arrodilló frente aquel mendigo y con una de sus manos, empezó a acariciarle el sexo. A medida que Laura pasaba su mano por aquella polla, esta iba creciendo, hasta tal punto de estar próxima a salirse del pantalón. Las ansias por haber salido corriendo hace unos minutos de aquel lugar, se habían convertido en ganas de saber qué coño escondía ese hombre tras esa prenda de vestir.
Cada vez que Laura miraba al mendigo, podía ver como en su cara se reflejaba una expresión de satisfacción, era como si ese hombre, fuese consciente de lo que le estaban haciendo pero solo en sueños. Hubo un momento en el que el presagio de Laura, se cumplió. El capullo de la polla de ese mendigo terminó por salírsele del pantalón, lo que provocó una tremenda satisfacción en los ojos de Laura. Sin quitarle la vista de encima al mendigo, por si este se despertaba, Laura comenzó a bajarle lentamente los pantalones.
-Oh…exclamó Laura de manera sorda y ahogada cuando miró de nuevo hacia la entrepierna del mendigo y pudo contemplar aquel monumento; Es enorme...prosiguió.
Una especie de hedor seguía presente en el ambiente, pero lo que antes había provocado una arcada en Laura, ahora le parecía la olor más atractiva del mundo. Le daba igual si terminaba vomitando o incluso llorando del asco, pero de lo que sí que estaba segura, era de que quería saber qué sabor tenía esa polla.
Los dos palmos y medio de que debía medir el sexo del mendigo no parecieron asustar a Laura, esta había visto muchas pollas, pero siempre de niños ricos como ella, y la verdad no tenían ni punto de comparación. La de todos sus ex novios eran pequeñas y arrugadas, pero esta…era impresionante, por no hablar también de sus testículos. Laura fue agachando su cabeza, hasta que estuvo lo bastante cerca como para apreciar la piel que recubría aquella obra de arte de carne erecta.
Un par de granos con pus, eran visibles por los laterales del tronco, acompañados de una marabunta de pelos enredados, los cuales por su apariencia y sobre todo por la presencia de algún bicho entre ellos, te informaban que no habían visto agua y jabón desde hace mucho tiempo. La olor era cada vez más fuerte a medida que el mendigo se iba excitando, sus hormonas debían estar revolucionadas. Hubo un momento en el que Laura dudó, pero recordando las palabras que un día le dijo su padre…
-Laura, debes comer de todo en esta vida… ¿Quién era ella para desobedecer a su papi? Así que acto seguido empezó a lamerle la polla. La lengua de Laura, estaba acostumbrada a los mejores manjares del mundo, pero aun así, se sorprendió de como algo tan bueno como lo que estaba probando en esos momentos, no lo recomendasen en los mejores restaurantes del mundo. La mezcla de sudor, junto con el sabor de la piel del mendigo, daban a aquel miembro un sabor ácido y agrio como adictivo al mismo tiempo.
Tras un par más de lametones, Laura volvió a comprobar que el mendigo seguía durmiendo para meterse ahora la polla por completo en su boca. Durante unos instantes, dudó en si tal bestia le cabría por la boca, pero con un poco de saliva y ayuda de su mandíbula, aquel miembro empezó a entrar lentamente. A Laura comenzó a faltarle la respiración, la polla del mendigo era tan grande que había obstruido por completo su garganta, pero cuando esta intentó echarse hacia atrás, notó como una mano firme sobre su nunca se lo impedía.
-Veo que las niñas de papá no os cansáis de que venir a que os folle, ¿Me he puesto de moda o qué? Terminó aquella voz con un tono jactaseante.
Laura seguía echando la cabeza hacia atrás con la esperanza de que el mendigo la dejase respirar, aunque fuese por unos segundos, pero este que no pensaba ceder ante sus deseos, empezó a apretar la cabeza de Laura hasta hundirla sobre su mata de vello púbico. Si antes le costaba respirar solo a través de la nariz, ahora que la tenía tapada por ese conjunto de pelos, todavía más.
Unas gotas de una especie de líquido blanquecino, comenzaron a caer por las piernas de Laura. Esto no pasó desapercibido a los ojos del mendigo;
-Parece que no soy el único que está disfrutando esto…
Así que sin pensárselo dos veces, el mendigo agarró con sus brazos las dos piernas de Laura y subiéndola en peso, colocó su culo sobre su cara. Fueron unas décimas de segundo, lo que tardó aquel hombre en arrancarle las bragas húmedas a Laura y ver como todo ese líquido vaginal, caía sobre su rostro.
En aquel momento el mendigo afiló su lengua viperina y como si de una serpiente se tratase, echó su cuello hacia atrás y cuando fijó con precisión el agujero de la vagina, clavó su lengua hasta donde la física se lo permitió. Fue entonces cuando Laura, víctima de ese picotazo mortal de placer, echó su cuerpo para atrás escupiendo por completo el sexo del mendigo y pudo respirar de nuevo, aunque ahora a un ritmo más frenético. En ese instante, se inició una carrera por ver quién se corría antes en la boca del otro. Si las cámaras del cajero estuviesen grabando aquella escena, que por cierto lo estaban haciendo, sería maravilloso ver a cámara lenta como se revolvían aquellos cuerpos, devorándose sin compasión.
El mendigo fue el primero en correrse en la boca de Laura, pero a medida que este iba eyaculando sobre la boca de esta, susurraba con el poco aliento que le quedaba;
-No te lo tragues todavía, aguanta un poco…
Laura veía como la lengua infecta del mendigo, junto con las llagas que este tenía en su boca, se iban introduciendo en su coño, provocándole así un escozor, el cual sería uno de los primeros síntomas de una infección. Pero el hecho de sentirse en esos momentos, la tía más guarra de toda la ciudad, hizo que Laura también se corriera segundos más tarde.
Así que aguantando los fluidos sexuales del otro en su boca, el mendigo se fue acercando a Laura hasta agarrarla por el cuello con sus dos manos y fundirse en un tanto apasionado, como asqueroso beso. Al mismo tiempo que sus lenguas comenzaba a bailar la una con la otra, también lo hacían el semen de Laura y el mendigo. Cuando menos se lo esperaba, el mendigo cogió de nuevo a Laura y poniéndosela encima, este se escupió en su miembro y estando seguro de que estaba lubricado, se lo introdujo a Laura; fue entonces cuando por primera vez en aquella noche, comenzaron a follar como si no hubiese un mañana.
Aquellos dos seres de mundos totalmente distintos, se follaban como si su polvo fuese un pacto de reconciliación entre dos bandos que se han estado odiando desde el día uno. ¿Quién dijo que una niña de papá no puede follarse a un mendigo y viceversa?
La temperatura del cuerpo de Laura subía por momentos, tal vez fuese la fiebre por la infección. Laura fue perdiendo la consciencia a medida que iba notando como el pene de ese hombre, se clavaba cada vez más y más en su yo más profundo. El último recuerdo que tiene de aquella noche, era el de aquel mendigo, abriéndole la camisa de seda, que su padre le había regalado por su 18 cumpleaños, comiéndole las tetas, más concretamente, mordiéndole el pezón izquierdo, al mismo tiempo que sus manos se clavaban en sus glúteos y le introducía uno de sus dedos por el ano.
Cuando Laura despertó a la mañana siguiente, todo le daba vueltas. Cuando consiguió recuperar un poco la razón, echó la cabeza hacia uno de los lados, y entonces pudo verse reflejada en los ventanales del cajero; desnuda, esposada, con el pelo totalmente revuelto y sin nada a su alrededor. Aquel mendigo no solo se la había follado, sino que le había robado todo cuanto esta tenía, dejándola allí atada como si de un perro se tratase.
El coño le escocía todavía más que anoche, tal vez aquel mendigo la hubiese follado tan fuerte que el coño de una princesita de papá no pudo haber soportado o tal vez le hubiese pegado un enfermedad que le estuviese destruyendo el coño en esos momentos. Pero en cualquiera de los casos, aquel reflejo de una Laura; desprotegida, desnuda, sucia, enferma y llena de vida, fue una sensación que nunca antes un niño pijo le había dado. Así que desde ese día, Laura siempre votaría a los de izquierdas y follaría solo con mendigos.