La florista (5)

No la dejé marcharse, le indiqué cual sería su habitación y yo mismo le compré las cosas que podía necesitar y algo de ropa; no demasiada ya que la hacía andar desnuda por la casa. Me sentía como un coleccionista que ha conseguido una pieza rara, era como tener una obra de arte cuya belleza podía apreciar cuando me apeteciera. Además estaba siempre sexualmente dispuest

LA FLORISTA -5-

No la dejé marcharse, le indiqué cual sería su habitación y yo mismo le compré las cosas que podía necesitar y algo de ropa; no demasiada ya que la hacía andar desnuda por la casa.

Me sentía como un coleccionista que ha conseguido una pieza rara, era como tener una obra de arte cuya belleza podía apreciar cuando me apeteciera. Además estaba siempre sexualmente dispuesta, la penetraba anal o vaginalmente como, donde y cuando me apetecía, o no tenía más que indicarle que quería una mamada, para que sumisamente, se arrodillara ante mí y procediera a darme todo el placer que era capaz de proporcionarme. Recibía placidamente mi esperma en su hermosa cara, su boca golosa, sus turgentes pechos, su suave vientre, dentro o fuera de su cálido coño o de su acogedor culo.

¿Alguno de vosotros ha recibido una felación mientras comía? Pues es algo digno de no perderse en esta vida. La coincidencia de sentir el sabor y el olor de un manjar exquisito, mientras lo degustas, con la sensaciones eróticas que destila tu polla mientras te la maman, es algo sencillamente maravilloso. La única precaución es evitar correrse antes del postre: Te puedes atragantar y eso es peligroso.

En todo esto, ella no gemía, ni jadeaba, ni salía de su garganta ningún sonido que denotara el placer que sentía. Pero la fisiología no engaña y sus pezones erectos y duros, los inflamados y arrebolados labios de su coño y el almibarado fluido de su vagina no dejaban lugar a dudas de que gozaba con mi polla y de que se corría en cada encuentro, aunque nada exteriormente lo indicara.

Pronto sentí la necesidad de mostrar mi tesoro, de presumir de lo que gozaba, ya no me era suficiente tenerla para mí sólo, el mundo tenía que saberlo; o al menos aquella parte del mundo a la que yo quisiera mostrársela. La llamaba cuando había alguien de fuera y, sin el menor sonrojo, la penetraba allí mismo delante de todos. Era para mí un placer mostrarles como la sodomizaba sin ninguna preparación previa o como me vaciaba en su cara, mientras ella ansiosamente se relamía. Seguidamente, se la entregaba a los otros para su placer, como un anfitrión que agasaja generosamente a sus invitados, para que hicieran lo que más les apeteciera allí mismo, ante mi cara presuntuosa, que mostraba más placer sintiendo la envidia de mis colegas que por el propio acto sexual realizado.

Ariadna es una mujer especial, es especial follar con ella, es lúbrica y lujuriosa, casi una ninfómana que se define a si misma como bisexual. Aspecto del que puedo dar fe personalmente, después de verla llegar a al orgasmo comiéndose un coño mientras yo la sodomizaba. El encuentro con ella debía ser también especial y así lo planifiqué. Con ella era distinto, buscaba su complicidad no su envidia.

Ambos desnudos en mi cama, retozábamos con las bocas unidas, rozándonos labios, más jugueteando con nuestras lenguas que besándonos. Mis dedos recorrían su cuerpo, apenas tocándolo con la yema de los dedos y ella acariciaba mi ano y mis huevos, nunca la polla al comienzo. Abandonó mi boca y deslizó la lengua por el mentón y el cuello hasta llegar al pecho; y allí besuqueó y lamió mis pezones (ella ha sido la que me ha enseñado que los hombres también tenemos una sensible zona erógena en los pezones). Siguió recorriendo con su lengua el torso, el ombligo y la sensible línea media del vientre que lleva hasta la verga. Ya la tenía asida con su mano, a la vez que besaba mis cojones; iba tragársela, a metérsela entera en su deliciosa boca, cuando la detuve.

Espera, tengo una sorpresa para ti.

¿Una sorpresa? – Preguntó sin disminuir un ápice la presión sobre mi sexo.

Alargué la mano e hice sonar una campanita que había sobre la mesita de noche y, como por encantamiento, apareció mi preciado tesoro, desnuda, con su largo y brillante pelo negro recogido en una cola.

Como se que te gustan las mujeres hermosas, te ofrezco este presente.

Realmente es hermosa. ¿Quién es?

Es una historia larga de explicar que en algún momento te contaré. Ahora, simplemente tómala y disfrútala.

Hice un discreto gesto para que se acercara. Ariadna dejo mi polla, posó sus manos sobre sus caderas y la contempló detenidamente de arriba abajo. La tumbó en la cama, acarició y besó sus pezones.

¡Qué bonitos y que duros! Exclamó.

Recorrió su cuerpo con besos y caricias.

¡Qué coño más suave!

Se lanzó sobre él a besarlo y acabó con la boca llena.

¡Que aroma, que sabor!

Le separó los labios mostrando el interior nacarado e iriscente. Recorrió cada rincón de esa jugosa carne, en medio de ronroneos como una gata satisfecha, y no paró hasta sentir una húmeda y tibia avalancha en su boca.

¡Se ha corrido sin un gemido! Además, yo he venido a follar contigo – Me espetó como si fuera un reproche.

Claro querida. Eso espero, que follemos; pero ella nos va a ayudar a no olvidar esta noche. Ven cabalga sobre mi polla.

Se colocó sobre mí y mi polla penetró en Ariadna suavemente. Comerle el coño a mi trofeo la había excitado muchísimo.

¡Bésame! – Le susurré.

Su boca todavía sabía a coño. Los dos estábamos muy calientes y el polvo fue interminable.

La hice sentar de espaldas a mí. A una orden mía, la hasta ahora impasible espectadora, acercó su boca a nuestros fundidos sexos. Me lamía los huevos, y Ariadna gritaba.

¡Cabrón, como te gusta que te los chupen mientras follas! Siento como tu polla se endurece cada vez que su lengua te los roza.

Recorría con su boca el mástil de mi verga en entraba y salía del coño de Ariadna. Entre la saliva y los fluidos que escurrían de nuestros sexos, cada vez me sentía más húmedo y el coño de Ariadna empezó como a chapotear. Mi polla se escurrió hacia fuera golpeándole en la cara como un resorte y de inmediato la hizo entrar en su boca antes de devolverla con sus propias manos al coño de mi pareja.

Empezó entonces a lamer el clítoris de Ariadna, que se detuvo unos instantes empalada en mi polla, hasta el fondo, para facilitarle la labor. Gemía a cada contacto y su vagina se contaría rítmicamente sobre mi sexo prisionero de sus entrañas.

Finalmente me corrí en su interior y la descabalgué, Ariadna estaba muy sorprendida, nunca había actuado así, siempre me controlaba hasta que ella llegaba al orgasmo.

La florista se lanzó sobre el coño de Ariadna y empezó a comérselo con fruición. Lo lamía, lo besaba, le metía la lengua, le chupaba el clítoris. Creo que estaba loca por tragarse todo el semen que yo acababa de depositar allí. Ariadna se retorcía de placer, me arrodillé a su lado y le acerque mi polla a la boca. La tomó entre sus labios apurando los últimos residuos de mi eyaculación y llegó a un orgasmo explosivo.

Ariadna y yo caímos rendidos el uno junto al otro. Cuando me repuse, inicié el relato de su historia; mientras, ella, de pie junto a la cama, escuchaba y nos observaba inmóvil como, entre frase y frase, nos acariciábamos y nos besábamos.

Aquella noche, Ariadna y yo gozamos de ella varias veces más.

LA FLORISTA -6-

Con el tiempo empecé a cansarme la situación, no había sorpresas y por tanto no había morbo. Estaba claro que era un juguete con el podía hacer lo que me pareciera. Al menos hasta el momento; pero ¿sería siempre así?, ¿había un límite a su aceptación? Tenía que forzar más la máquina y ensayar situaciones nuevas.

No había sido nunca usuario de ese tipo de prácticas, la información me había llegada casi por azar; pero me pareció una experiencia atractiva. Pagué lo que me pidieron, las referencias eran buenas y ya sabéis cual es mi opinión sobre la utilidad del dinero.

Sin más explicaciones la saque de casa, fuimos todo el camino en silencio hasta llegar a la dirección que me habían dado. Una antigua mansión en un barrio en la periferia de la ciudad, pero de alto nivel social.

Nos esperaban, la entregué en la recepción y a mi me llevaron al lugar preparado para nosotros.

Esperaba desnudo sentado en una cómodo y tibio al tacto sillón. Observaba con detalle todo lo que había a mí alrededor, era una estancia con iluminación indirecta y focos apuntando a lugares concretos, de momento apagados. La iluminación y el colorido oscuro del ambiente provocaban que pareciera un espacio con límites difusos; pero a la vez daba lugar a una cierta sensación claustrofóbica. El mobiliario era escaso y no conseguía entender la utilidad de todo lo que estaba dentro de mi campo de visión. El techo, en un negro profundo, hacía que no pudieras estimar que altura tenía, era como un pozo oscuro del que no se ve el fondo. Entre esa oscuridad se adivinaban sombras y perfiles difusos que indicaban que allí arriba había algo, casi inmaterial que planeaba sobre ti.

De una esquina, por entre la penumbra, apareció un pequeño grupo: Delante una bella y sofisticada mujer vestida con botas altas, una extraña pieza sobre su vientre que apenas si le cubría el sexo y unos sujetadores de los que sobresalían los hermosos pezones que coronaban sus turgentes senos. Llevaba en la mano izquierda dos cadenas que oscilaban entre ella y los cuellos de dos mujeres que la seguían y en la derecha una fusta. Tras ella, en los extremos de las cadenas, mi pieza de colección, tan bella como siempre, y otra mujer muy joven y también muy guapa, que no conocía. Iban completamente desnudas, sólo lucían el collar al que se unía la cadena. Cerraba el cortejo un fornido, joven y bien dotado macho, también desnudo, con el mismo collar que ellas; pero calzando botas cortas.

¡Lamed al invitado en señal de sumisión! – Ordenó la Dómina, señalándome con su fusta.

El mozo soltó las cadenas del cuello de ambas mujeres, las cuales se dirigieron hacia donde yo estaba. La joven desconocida tomó la iniciativa y mi chica la siguió.

Mientras la primera me lamía los pies, la florista se lanzó directamente sobre mis huevos y mi polla.

¡Imbecil! – Bramó dándole con la fusta en las nalgas - ¿Cómo osas tomar su sexo sin permiso? ¡Los pies, sólo eres diga de tocar sus pies!, ¡aprende de ella! – Dijo, señalando a la otra chica - ¡Serás castigada por tu osadía!

El chico, que hasta ahora había permanecido en un discreto segundo plano, se dirigió raudo hacia ella, la tomo bruscamente de los hombros y la llevó al centro de la sala.

En cambio tú, mi alumna predilecta mereces un premio. Si nuestro invitado lo permite, podrás gozar de su polla.

Yo asentí con la cabeza y de inmediato se levanto del suelo por el que casi se arrastraba, se arrodilló y empezó con una soberbia mamada.

Una luz zenital iluminó una zona circular en la que rápidamente colocó una especie de camilla, que saco de la penumbra que nos rodeaba; la colocó sobre ella, atándola de pies y manos; le colocó una mordaza con una bola en la boca y del negro techo se descolgaron unas cadenas acabas en pinzas de cocodrilo, con las que diestramente mordió los pezones y los labios del coño.

Lentamente las cadenas se fueron tensando con un sonido mecánico y metálico hasta lo máximo que dieron sus carnes. La mujer de la fusta se acercó a ella y la fue golpeando con gesto adusto. Los pies, los muslos, el coño, el vientre y los pechos fueron recibiendo secuencialmente golpes secos y certeros.

Seguidamente acercó su cara a la de ella y le susurró:

Ahora te van a follar por la boca. A ver si sabemos comportarnos.

Las cadenas se destensaron ligeramente, la cabecera de la camilla se dobló hacia debajo de repente y su cabeza cayó hacia atrás en un movimiento brusco y descontrolado.

Me bastó una mirada para darme cuenta de cual era mi papel ahora. Así que me levanté y me acerque hacia ella. Le había retirado la mordaza y deslicé mi húmedo glande por sus labios. Ella movió ansiosa su cabeza intentando capturar mi polla con su boca.

Las cadenas se tensaron de repente, la fusta golpeó de nuevo su cuerpo y un grito atronó en la sala.

¡Estúpida, te he dicho que iban a follarte por la boca, no que se la mamaras. No sabes que no eres más que un pedazo de carne inmóvil con agujeros por los que se puede follar!

Se quedo quieta con la boca abierta en la que mi polla se movía libremente con holgura. Se escuchó otro grito y un nuevo trallazo sobre su piel.

¡Tan inútil eres que tu boca no sabe cual es el diámetro de la polla de tu amo! Vamos a tener que recordarte para que sirven tus agujeros; pero como con la boca eres una inútil, ¡ponedle la mordaza de nuevo!.

Una vez con la boca totalmente sellada, le pasaron una correa por su cintura, justo por encima del coño y otra por debajo. Las apretaron fuertemente de manera que los labios de su sexo sobresalían exactamente entre ambas correas. Levantaron la camilla hasta ponerla vertical y ella quedó derecha y firmemente sujeta.

La Dómina dio dos palmadas y no sé de donde apareció un mulato con una enorme polla erecta, recta y cabezona como un ariete. Se colocó detrás de la camilla, la manipulo abriendo una trampilla y le ensartó aquel portento de verga en el recto, de un solo golpe y sin más preparación.

¡Para esto sirve tu culo! – Le dijo la Dómina, pasándole la fusta por la cara – Es toda tuya – Añadió señalándome y apartándose a un lado.

Me acerqué hasta que mi cara quedó a pocos centímetros de la suya. Tenía las mejillas llenas de lágrimas; pero su cara no era de dolor, pena o sufrimiento; al contrario, su rostro mostraba un placer inmenso.

¿Estás disfrutan gozando? – Pregunté – Si es que sí, cierra los párpados tres veces.

Nos miramos fijamente a los ojos y vi cómo sus ojos se cerraban lentamente. Conté una, dos tres veces. ¡Estaba disfrutando!.

Me sentí tremendamente excitado y la penetré hasta el fondo. Notaba en mi verga los envites de la polla del mestizo que la estaba sodomizando. Me incliné sobre sus pechos y le mordí con fuerza los pezones.

Se estremeció todo su cuerpo, su vagina se contrajo una y otra vez sobre mi polla y una oleada húmeda y tibia resbaló por nuestros muslos. Se había corrido y me acababa de dar cuenta de una cosa: Ni siquiera sabía como se llamaba.

EPÍLOGO

Se escucharon unos forzados aplausos y una voz entre los asistentes que decía:

Bravo, bravo, bravo. La historia no está mal para un relato erótico en Internet; pero, por favor, ¿no pretenderás que nos la creamos?

Sin responder, di unas palmadas e hizo acto de presencia.

Aquí la tenéis, es toda vuestra.

Desnuda, radiante como siempre no puso ningún reparo a la primera polla que reclamó su boca, mientras otro la penetraba por detrás.

Me retiré discretamente, mientras ellos gozaban de ella, yo tenía que planificar los últimos detalles del final de mi historia.

Había estado bien; pero empezaba a aburrirme. No sentía ningún remordimiento, yo era rico y ella una ilegal a la que había hecho feliz por un tiempo; pero ya era hora de dejarlo. Además, ya había pasado por demasiadas manos, eso era culpa mía pero daba igual, ya no era mi objeto en exclusiva.

El espectáculo que se estaba produciendo ante mis ojos era un buena manera de terminar, me quedaría un buen recuerdo en forma del video que estaba filmando con cámaras ocultas, y que, a juzgar por como marchaban las cosas, iba a ser una magnífica película de bukake.

Después me desharía de lo que quedara de ella, ya no quería saber más de ella.

NOTICIA DE PRENSA

Unos excursionistas encuentran por azar un cadáver de una mujer desnuda. No se ha encontrado a nadie de los alrededores que la haya reconocido ni que recuerde haberla visto antes. La policía cree que se trata de una inmigrante irregular, por lo que raramente se presentara denuncia de desaparición. El cadáver no presenta señal alguna de violencia, a pesar de que se han encontrado restos de semen de al menos once hombres y señales de haber sido penetrada repetidamente tanto anal como vaginalmente. Todavía no se ha determinado la causa de su muerte.