La Flaca 01: abajo, junto al mar
A los diecisiete, en Casa de tía Marga, Nani y Aitor descubrirán un mundo más complejo que el de las montañas, donde se criaron.
La Flaca y yo llegamos a casa de los tíos a principios del verano. La flaca es mi hermana gemela, Nani. Yo la llamo así, y a veces también papá. Mamá siempre la llama Nani.
Tía Marga es la hermana mayor de mamá. Cuando llegamos a su casa, en Alicante, nos recibió muy bien a papá, a mamá, a la Flaca y a mi. Mamá había decidido que nos bajáramos de la montaña para hacer el COU. Papá y ella discutieron por eso. Papá decía que era como renunciar a lo que habían hecho, y mamá que no tenían derecho a imponernos su manera de vida, que ellos habían elegido y nosotros también tendríamos que elegir, y que allí arriba, aislados, no tendríamos opciones.
Ganó mamá, y la tía Marga aceptó hacerse cargo de nosotros. Como ella no tenía hijos, y vivía en aquella casa tan grande, al lado de la playa, podíamos quedarnos, y ella se haría cargo de todo.
En casa no había dinero. Papá decía que no hacía falta. No nos faltaba de nada. Papá vendía miel y quesos que nos sobraban, y mamá hacía cestas. Con lo que ganaban, comprábamos la ropa y otras cosas que no se criaban arriba, y la luz la hacíamos nosotros con un molino y unas placas.
Tía Marga sí tenía dinero, pero no tenía vacas, ni gallinas, ni cabras, ni abejas, ni huerto. Su marido, tío Manu, ganaba mucho, y compraban todo. Así, tía Marga no tenía que ir a ordeñar, ni a recoger el ganado, ni a cavar en el huerto. Tía Marga no hacía nada. Hasta la casa se la limpiaba Manoli, una chica muy guapa que vivía con ellos, muy morena, gordita y risueña, que tenía mucho desparpajo.
En la montaña siempre íbamos vestidos. En invierno hacía mucho frío, y había que abrigarse mucho. En verano, no hacía tanto, pero el sol quemaba mucho. Papá decía que era por que el aire era muy fino, y que había que llevar siempre manga larga.
En Alicante, en casa de tía Marga, hacía muchísimo calor. Cuando llegamos, tía Marga y tío Manu nos dejaron ropa de la suya, de manga corta. “Mañana nos damos una vuelta por el centro y compramos ropita”, dijo tía Marga, y mamá la miró con mucho cariño. Yo me pase el día con la Flaca a la sombra, junto a la piscina. Tía Marga nos untaba crema, por que decía que nos íbamos a quemar. La Flaca se reía. A mí me resultaba muy incómodo, por que se me ponía dura la cola, y tenía que disimular. Tía Marga se aguantaba la risa, pero yo creo que se daba cuenta y le hacía gracia.
Por la tarde, cuando acabamos de comer en el jardín, nos mandaron a nuestros cuartos. Como habíamos viajado casi toda la noche, pensaron que tendríamos sueño. Yo no tenía mucho. Cuando me asomé a la ventana. Tía Marga y mamá estaban tumbadas al sol, y tenían las tetas al aire. Mamá estaba más flaca, y las tenía blancas. Tía Marga estaba un poco gordita, y sus tetas eran grandes y morenas. Entonces sí que se me puso gorda y dura, pero nadie me veía y no me daba vergüenza. Me la tuve que agarrar y meneármela como me había enseñado el Paco. Me corrí mirándole las tetas a tía Marga. Tuve que poner la mano para no mancharlo todo. Me imaginaba corriéndome encima de sus tetas, y que ella se las agarraba y se las estrujaba mirándome.
Por la tarde, me costaba no pensar en las tetas de tía Marga. En la playa, vi que a tío Manu también se le ponía dura, y que papá le miraba las tetas a tía Marga. Mamá, tía Marga y la Flaca hicieron top-less, que decían. A mí me daba vergüenza, y no sabía donde mirar ni cómo ponerme. Tía Marga me untaba la crema, y las tetas se le movían arriba y abajo. Las tenía morenitas, y parecían suaves. Yo disimulaba, y ella también hacía como que no se daba cuenta.
Por la noche, en la cama, no me la quitaba de encima, y tuve que volver a meneármela. Cuando acabé, tenía ganas de hacer pis, y salí de mi cuarto con mucho cuidado de no hacer ruido. Desde arriba de la escalera, se veía el salón. Tía Marga estaba inclinada, apoyada en un mueble, y papá la follaba. Mamá daba grititos por que tío Manu chupaba su chochito. El corazón se me puso como loco, y la cola igual, otra vez dura. Las tetas de tía Marga se movían adelante y atrás, y parecía que se iba a volver loca. Me tuve que ir a mi cuarto. Me daba miedo que me vieran.
Yo nunca había visto eso. El Paco me lo había contado. Decía que lo hacían los mayores, pero yo no me lo creía. Una vez, mientras me contaba cosas de esas, se nos puso muy dura a los dos, y nos las estuvimos enseñando. Al final, me dijo que si nos las meneábamos, y me agarró la mía. Yo también se la cogí a él, y nos las sacudimos hasta que nos corrimos. Me gustó tocársela, y que me la tocara. Cuando me corrí sin ser yo el que me la agarraba, fue como una cosa distinta. También me ponía notarle a él tan caliente. Primero se corrió él. Yo enseguida, justo después. El cabronazo jadeaba, y la cola era como si le latiera. Salpicaba a lo bruto. Fue una cosa rara. Me gustaba verle. Me corrí enseguida. Él todavía sacaba leche cuando empecé. Luego no lo hicimos más, ni hablamos de ello ni nada.
Cuando volví a mi cuarto, tuve que volver a meneármela. Me escocía un poco, y casi no saqué leche, pero me la meneé de todas formas. Me imaginaba metiéndosela a tía Marga. Ella chillaba bajito y yo se la metía, y me agarraba el culo, como a papá, como si no quisiera que se la sacara nunca, y yo me corría dentro de su coñito. El coñito de tía Marga no tenía pelos. El de mamá sí. Después no podía dormirme. Me hacía mucho pis. Tuve que esperar hasta que escuché que se subían a la cama. Cuando salí, se les oía detrás de la puerta de su cuarto. Pensé que papá seguía jodiendo a tía Marga. Igual tío Manu follaba a mamá. Me pregunté si mamá daría gritos cuando se la enchufara. Volví a tenerla dura y casi no puedo hacer pis. Tuve que estar en el baño mucho rato.
Por la mañana, papá y mamá se fueron. Volvían a la montaña. Mamá lloraba un poquito, y abrazaba muy fuerte a tía Marga. Le decía que no sabía lo agradecida que estaba, y ella la llamaba tonta. Decía que para eso estaban las hermanas, y que no se preocupara. La Flaca también lloró un poco. Tío Manu le dio a mamá un azote y todos nos reímos.
Después, tía Marga dijo que teníamos que ducharnos, que íbamos a ir al centro. Entró con nosotros al baño para ayudarnos. Decía que allí, en la ciudad, las cosas eran distintas, y que nos teníamos que sacar la mugre. Nos metimos los tres en la ducha. Yo no quería mirar, pero tampoco podía mirar a otro sitio. La Flaca tenía las tetas pequeñitas, como medias manzanas, y muy tiesas y muy blancas. A mí me gustaban más las de tía Marga, más grandes y morenas. Se le movían mientras enjabonaba a la Flaca con fuerza. Creo que a ella también le daba corte. Yo les daba la espalda y hacía como que no me importaba. Me enjabonaba solo. Oí a la Flaca quejarse un poquito. Tía Marga le decía que se estuviera quieta, que no pasaba nada. Después respiraba muy deprisa y a mí se me puso muy dura. No quería que me viera, pero tía Marga se empeñó en enjabonarme también. Me guiñó un ojo y me la meneó un poquito. Las tetas se le movían. Parecían flanes, y sonreía mirándome a los ojos. Mientras nos secábamos, tía Marga nos dijo que éramos muy inocentes para nuestra edad, y que papá y mamá habían hecho bien en traernos a principio del verano, que así se nos quitaría un poco ese aire de chicos de pueblo y no nos tomarían el pelo en el instituto.
Después, por la calle, no podía pensar más que en su culo. Tía Marga tenía el culo grande y blanco. Si me hubiera atrevido, se lo hubiera enjabonado. Nos llevaba de la mano. La Flaca se paraba en todos los escaparates. Yo casi ni los veía.
Fuimos a la peluquería. A la Flaca le cortaron la melena y se quedó muy guapa. Nunca había pensado que la Flaca era guapa. Le dejaron el pelo liso y cortito, y quedaba muy graciosa con las pecas. A mí también me lo cortaron. La peluquera me dijo que estaba mucho mejor así, que era un chico muy guapo. Tenía el pelo muy rubio, y las tetas muy gordas y muy apretadas en la camisa. Parecía que le iba a estallar. Llevaba los labios muy pintados, y los ojos, y un moño muy alto. Me la imaginé en la ducha, enjabonándome la cola.
Después compramos ropa. Parecíamos otros.
Por la tarde, en el jardín, tío Manu dijo que podíamos jugar al Chinchón, pero que tendríamos que apostar para que tuviera gracia. La Flaca dijo que nosotros no teníamos dinero, y tía Marga que podríamos apostar prendas. Los chicos teníamos que llevar camiseta, por que ellas llevaban bikini, y todos una pulsera en cada muñeca y un sombrero en la cabeza. Cuando se cogían cincuenta, cien, ciento cincuenta, y así, se perdía perdía una prenda, y el que ganaba la mano podía mandar al que perdía que hiciera algo durante dos minutos con una de las partes del cuerpo que hubiera perdido su prenda. El que hacía chinchón mandaba a cualquiera, y tenía el tiempo que quisiera.
Empezamos a jugar y a sumar puntos. Yo perdí enseguida las pulseras. Me las quitó tía Marga. El que ganaba la mano decidía la prenda. Tío Manu le quitó a tía Marga el sostén del bikini. Se me puso la cola muy dura. A tío Manu también. Se le veía aunque llevara bañador. La Flaca se reía como una boba. Cuando ganó ella, hizo que me quitara el sombrero. Luego ganó tía Marga otra vez, y le quitó a tío Manu el bañador. Tenía la cola grandísima, y muy dura. Parecía nervioso, pero no tenía vergüenza. Todos nos reíamos mucho.Yo hice que la Flaca se quitara la braguita. Jugábamos en una mesa de cristal, y me costaba no mirar. Tenía pelitos, como mamá. Imaginé que tío Manu se lo chupaba y ella daba grititos.
Entonces ganó tía Marga y yo perdí. Me dijo que se la tenía que tocar a tío Manu. Yo, como había perdido la pulsera, no tuve más remedio que cogérsela. La pulsera era como la ropa de la mano, y, cuando la perdías, podían mandarte hacer cosas con ella. Yo no me enteraba muy bien. Jugaba, y hacía lo que me decían.
Tío Manu la tiene muy gorda, mucho más que el Paco y que yo. Me dijeron que no valía agarrarla y listo, y tuve que meneársela un poco. Sonreía con cara de bobo, y le salía como un agüilla que resbalaba. Enseguida me costaba sujetarla, y era como si la mano corriera sobre ella. Por debajo de la piel, parecía de madera, nudosa y dura, y tenía el capullo gordo. A veces se le escapaba un quejido muy bajito cuando le pasaba la mano por él.
Al cabo de dos minutos tuve que parar para seguir jugando. Me apretaba el pecho como cuando estuve malo, y mi cola soltaba también el mismo liquidito. Además, se movía de alante a atrás. Tía Marga y la Flaca se rieron un poco de mí. Decían que parecía que me gustaba mucho. Me puse colorado. La de tío Manu se había puesto tremenda. Tenía una vena que se le marcaba mucho. Era una cola terrible. La Flaca movía las piernas muy deprisa y tragaba saliva. Tía Marga se abanicaba.
Como seguíamos jugando, cada vez teníamos menos cosas. Tío Manu fue el siguiente que ganó, y aquella mano la perdió tía Marga. Como tenía las dos pulseras, no le pudo mandar nada con las manos. Le dijo que tenía que chupar a la Flaca. Bueno, tío Manu y tía Marga, a la Flaca, la llamaban Nani, como mamá.
Yo al principio no lo entendí bien, pensaba que iba a chuparla como a una piruleta, pero se puso de rodillas debajo de la mesa y empezó con la rajita. La Flaca se puso toda tiesa al principio, pero enseguida estaba como llorando bajito, como mamá cuando se lo chupaba tío Manu. Yo tenía delante el culo de tía Marga, que es gordo y blanco. Tenía muchísimas ganas de tocárselo, pero me aguanté. Pensé que igual perdía y me lo mandaban. Me dolía la cola. Tío Manu las miraba con los ojos muy abiertos y se le movía la cola como a mí. El liquidito le goteaba hasta el suelo. Cuando pasaron los dos minutos, la flaca respiraba como si hubiera venido corriendo, y tenía las mejillas coloradas, y las tetillas parecía que se le habían afilado. Las de tía Marga también se pusieron de punta. Tenía los pezones como más pequeños, y más oscuros, y le sobresalían mucho. Ella también estaba colorada, y cada vez se abanicaba más deprisa.
Entonces tía Marga hizo chinchón, y perdió tío Manu. Le dijo que tenía que follar a la Flaca. La hizo ponerse echada de frente en la mesa, con los pies en el suelo, como si enseñara el culo. Tío Manu se puso detrás y le puso la cola en la rajita. Empujó un poco y se la metió toda dentro. Tía Marga se quedó extrañada. Le preguntó que si ya lo había hecho, y ella dijo que sí. Hablaba como si le hiciera daño, y tenía los ojos medio cerrados. Cuando le preguntó con quien, la Flaca dijo que con Papá, que a veces le hacía eso, y que a ella le gustaba. A Papá debía gustarle mucho, por que también se lo había hecho a tía Marga. A quien no me parecía que le gustara era a la Flaca, por que gemía. Tío Manu le metía la cola y se la sacaba, y ella parecía que se ahogaba, y cerraba los ojos muy apretados. Cuando él la empujó muy fuerte, y hasta le levantó el culo de la mesa, se le pusieron los ojos en blanco. Hacía un ruidito, como si chillara en voz baja. Tío Manu gruñia.
Cuando volvimos a sentarnos, a la Flaca le salía esa crema blanca de la rajita, como cuando te la meneas. Tío Manu estaba muy contento, y le dio un beso.
Tía Marga no paraba de abanicarse. Parecía que estaba nerviosa, y perdió dos manos seguidas. Ya solo le quedaban las pulseras. La Flaca le hizo chuparme la cola. Ella dijo polla. El Paco también decía polla. En cuanto se la metió en la boca fue como un calambre. Estaba caliente y muy suave. No aguanté nada. Chupó un poco y noté que se me iba la cabeza. Tía Marga se lo tragaba y movía el culo mucho. Tío Manu le dijo que era trampa, que no podía tocarse. Siguió chupándomela. No se me ponía blanda, y me daban como temblores. Cuando pasaron los dos minutos, estaba a punto de correrme otra vez. Me quedé como nervioso. Ella me sonrió con mucho cariño al levantarse. Me dio un beso en la boca, y me metió la lengua dentro. Era raro. Me puso una gotita dentro. No me dio asco.
La siguiente la perdí yo. Tío Manu hizo chinchón. Como tenía todas las cartas del mismo palo, tía Marga dijo que ya era el rey, y que la partida terminaba y perdíamos todos. Tío Carlos me hizo echarme en la mesa boca arriba, y dijo a tía Marga que me preparaba. Como se inclinó, pensé que me iba a chupar la cola otra vez, pero, en vez de eso, empezó a chuparme el culo y los huevos. Yo no sabía que eso se podía hacer. Me gustaba mucho. Tío Manu me miraba con la cola muy muy tiesa. La Flaca estaba a su lado, y él le tocaba la rajita. Le metía un dedo, y ella movía el culito. Estaba guapa la Flaca. Tenía la cara morena y el cuerpo blanco, y las tetitas pequeñas, con los pezones chiquititos, muy negros y muy de punta. A mí me daban temblores. Tía Marga me metía la lengua en el culito. Luego me metió un dedo. Era raro. Lo metió entero muy despacito. Cuando lo movía dentro, me apretaba, y me daba mucho gustito. Se metía mis huevos en la boca. Era como si me fuera a correr todo el rato, pero no me corría. La cola de tío Manu se movía arriba y abajo. Yo pensaba que quería agarrársela y menearla hasta que se corriera, pero mandaba él. Luego, tía Marga me metió otro dedo, y me dolió un poquito. Tío Manu le dio una crema, y entonces empezó a entrar suave. Como mandaba él, dijo que quería seguir. Los dedos de tío Manu eran mas gordos, pero no me dolía. Tía Marga se echó a mi lado. La Flaca le chupaba la rajita. No tenía pelos. Ella le sujetaba la cabeza con la mano y chillaba mucho. Decía que ya era hora, y que éramos una canallas, que la teníamos toda la tarde como una perra y no le hacíamos caso. Yo hubiera hecho caso a tía Marga. Pensaba que quería meter mi cola en su rajita y hacer que chillara, y llenársela de lechita, como tío Manu y Papá.
Entonces, tío Manu se levantó y empezó a untarse la crema en su polla. Estaba tremenda. Cuando acabó, le brillaba mucho. Parecía de porcelana. Se me puso delante y me dijo que no tuviera miedo, que iba a tener mucho cuidado. Yo no entendí nada hasta que me la puso en el culito. Me dio un poco de miedo. Tía Marga le decía que fuera despacio. La Flaca se le había puesto encima, y ahora se chupaban las dos las rajitas. La flaca temblaba mucho, y a veces sacaba la cara de entre los muslos de tía Marga y chillaba como una loca. La polla de tío Manu me entraba despacito. Era raro, pero no me hacía daño. A veces, la sacaba y se untaba más crema. Sudaba mucho. Al final, me la metió entera. Me acariciaba el pecho y decía que le gustaba que no tuviera vello, que parecía una niña. Empezó a moverse despacito, como sacándola y metiéndola, pero muy poco. Cuando empujaba, me apretaba dentro, y me daba mucho gusto. La colita se me había puesto pequeña y dura. Era raro. Tía Marga gemía como una loca, y le decía que me diera más, que me follara más fuerte. Se inclinó un poco y me agarré a su cuello. Me gustaba mucho. Él me abrazó por debajo de las rodillas y me levantó. Me subía y me bajaba con los brazos. Mi cola resbalaba en su tripa y me daba mucho gusto. Yo también quería que me follara más fuerte. Estaba muy moreno, y no tenía pelos en el cuerpo.
Dijo que ahora, que se iba, y me dejó caer. Se me metió su polla entera y me dio como un chispazo. Empecé a correrme. Nunca me había corrido así. Me salía la lechita en un chorro, como despacio, sin salpicar, y me daba mucho gusto. No veía nada. Solo sentía la lechita salir, y la de tío Manu en mi culo. Era calentita, y lo suavizaba todo. Yo temblaba y oía a tía Marga gritarnos como a lo lejos. La Flaca le decía que me follara así. Parecía que estaban locas.
Nos tiramos todos juntos a la piscina. Yo todavía estaba como soñando. Tía Marga me abrazaba. Me estrujaba en sus tetas y yo le agarraba el culo. Mi polla seguía dura, y la apretaba en su tripa. Me llamaba su niño y se reía.
Tío Manu y la Flaca se besaban. Se metían las lenguas en la boca y se tocaban mucho. Tío Manu le preguntó si Papá se la había metido en el culo, y ella dijo que sí, pero que la de Papá era más pequeña.
Cuando salimos del agua, tía Marga fue a buscar refrescos y algo de picar. Dijo que había que reponer fuerzas. Guiñó un ojo a la Flaca y le dijo que eso quería verlo.