La fiscal y su asistente son folladas en prisión

Sexo en la prisión, la orgía que se forma en la prisión, ante la presencia de dos monumentales mujercitas.

Tienes que apurarte, la diligencia es a las nueve de la mañana – le dijo la Fiscal Penal a su asistente, Anabel, una espigada morena de 20 añitos quien, contorneando ese par de piernas contorneadas y ese culo monumental, se abría paso entre la gente que se encontraba alrededor de la Fiscalía.

Ya voy, ya voy – decía Anabel, mientras meneaba el trasero dejando boquiabiertos a los litigantes que en ese momento se encontraban en los pasillos de dicha dependencia.

Sucede pues, que la Fiscal y su asistente, tenían una diligencia en el Penal de máxima seguridad de "El Canal", un lugar a las afueras de la ciudad, abarrotado de cuantiosos maleantes, en su mayoría procesados por delitos de violación sexual.

No debiste venir con ese traje Anabel, no puedes andar enseñando la delantera y el trasero con esos minúsculos trapos, menos en horario de trabajo - le decía la Fiscal Penal, recriminándole por su forma tan sugerente de vestir.

Es que hace calor, Doctora, y así me siento más cómoda – decía Anabel, en un tono que realmente aparentaba la inocencia de sus 18 añitos.

Y es que realmente Anabel no era la putilla exhibicionista que le gustaba calentar a los hombres, realmente era una muchachita inocente que no había mantenido relación sexual alguna. Simplemente, le gustaba sentirse cómoda con su vestimenta.

En el largo camino hacia el penal, la asistente iba en el asiento delantero del taxi, ya que a la Fiscal le aterraba ir adelante dado que pensaba que estaba más segura ante un eventual accidente de tránsito. Esto era aprovechado por el chofer, quién cada vez que las trasladaba, echaba un ojo a las riquísimas piernas de la muchacha y, por lo estrecho de su blusa, lograba introducir su mirada en medio de sus dos grandes tetas.

La Fiscal, Alexandra, una Abogada de 28 años, tampoco se quedaba atrás, era una mujer muy bonita, hija de un Vocal Superior Penal ya jubilado. Alta, de aproximadamente 1.76 mts., con una cintura estrechita y unas caderas prominentes que se vislumbraban a los costados de un par de nalgas duras y respingonas. Sin embargo, era una mujer más recatada, por su propio cargo.

Llegamos tarde de nuevo Anabel, como siempre por tu culpa – le recriminó nuevamente Alexandra a su asistente. Como siempre, la asistente lleva la peor parte en ese tipo de cosas.

Bueno, aquí están los presos, dijo el Alcaide, y aquí está su seguridad, que tengan mucha suerte, me van a disculpar, pero tengo que ir a la ciudad porque tengo un problema familiar.

No se preocupe, estaremos bien, gracias, dijo con firmeza la Fiscal Penal.

Ingresaron al penal ambas, transitando por los pasillos a la vista de los delincuentes más agresivos de la zona, quienes ya se estaban inquietando ante la vestimenta de Anabel y las prominentes formas que se vislumbraban debajo del traje sastre de la Fiscal.

Era un movimiento extraño, los presos se comunicaban en señas, lo cual estaba haciendo poner nerviosas a las dos chicas. Los policías no se habían dado cuenta de la situación, pero al parecer, algo fuera de lo común se cocinaba allí adentro.

De acuerdo al cronograma de diligencias, el procesado Sánchez será el primero en interrogar. Abran la puerta por favor – ordena la Fiscal, con la seguridad que le da tantas diligencias en el mismo lugar.

Uno de los policías se apresta a abrir, y cuando el procesado Sánchez - un hombre condenado a cadena perpetúa por violar a una niña de 12 años y posteriormente asesinarla – ve que habían sacado el candado de su celda, tira de ella hacia el policía, golpeándolo con la misma, haciéndolo caer.

En un movimiento rápido, el preso de la celda vecino, agarra del cuello al segundo policía que estaba justo dando la espalda a esa celda, mientras Sánchez, ya libre, coge a Anabel y le pone un cuchillo en el cuello, ordenando a los otros tres policías desarmarse por completo y entregar las llaves.

No olviden que estoy condenado a cadena perpetua, así que no duden que si no cumplen mis órdenes, esta nena se enfría aquí mismo – dice con seguridad Sánchez.

Hagan lo que dice – se apresta a decir Alexandra, con voz entrecortada producto del nerviosismo.

Rápidamente, Sánchez tira las llaves por el pasillo, siendo cogidas por otro preso, quién se encarga de liberar a los presos que se encontraban en ese pasillo, los cuales ascendían en su totalidad a seis, por ser el pasillo de los delincuentes más avezados, los que estaban separados de los demás.

Sánchez y los otros cinco, se apresuraron a amarrar a los policías, dejando a un costado a las dos señoritas, quienes aterradas, no sabían que hacer.

No crean que intentaremos escapar, estamos condenados a cadena perpetua, y sabemos que si salimos, rápidamente el oficial que está controlando desde la torre se darán cuenta, y nos asesinarían de inmediato – dijo Sánchez, quién parecía ser el autor ideológico de todo ese motín.

Solamente queremos darnos un gustito, sabíamos que ustedes llegaban – continuaba su discurso Sánchez – las esperábamos con ansiedad, nos han fascinado y provocado desde la primera vez que llegaron.

Pero como se atreven, suéltennos ahora mismo, dijo con cierto temor la Fiscal, tratando de imponer su autoridad.

Nooo, aquí ya no manda Ud., dijo Pérez, otro avezado delincuente – Vuestro padre fue uno de los que me metió de por vida en estas celdas, y de alguna manera tengo la oportunidad de gozar con su riquísima hija. Al salir de aquí, pregúntele a su padre qué fue lo que le dije, le prometí que me vengaría, y eso voy a hacer.

Las muñecas se echaron a llorar, tratando de implorar piedad, al ver a los seis delincuentes desnudarse rápidamente. Para ese entonces, los policías ya estaban amarrados e inutilizados por los avezados delincuentes.

En pocos segundos, los seis ya estaban en pelotas, con sus penes totalmente erguidos, excitados por el banquete que se iban a echar con ese par de bellezas.

Anabel, lloraba al costado de la Fiscal, pero mientras lo hacía, aprovechaba para echarle un vistazo a los penes de sus próximos violadores, dada su curiosidad al no haber visto tantos penes juntos y de esas dimensiones nunca en su vida.

Desnúdalas Flores – ordena Sánchez a uno de sus compinches, cogiendo una de las pistolas de los policías, amenazando a las chicas.

Si se atreven a oponerse, no dudaré en meterles un plomazo.

Flores empieza por Anabel, quién se ve más apetitosa por el corto vestido que llevaba. Logra desnudarla con un poco de dificultad por el nerviosismo de la nena, para luego continuar con Alexandra, quién opone mayor resistencia, teniendo que ser ayudado por Pérez quién la coge de los brazos y deja a toda libertad a Flores para que continúe con su labor.

Mientras desnudaba a las nenas Flores, aprovechaba para manosearlas de vez en cuando a ambas, hasta que las deja totalmente desnudas, ante la vista de los delincuentes y de los propios policías.

Van a hacer lo que les diga, si es que quieren salir vivas de aquí – señala Sánchez. He preparado esto por mucho tiempo, y mientras nosotros estamos aquí, en la casa de tu padre hay dos sicarios esperando que ustedes lleguen vivas dentro de cuatro horas. De lo contrario, su padre será asesinado, Srta. Fiscal. Si Ud. intenta hacer algo, se muere, y si se muere, no llegará a su casa, y si no llega a su casa, mis hombres asesinarán a su padre, así que sea buena con nosotros.

Sánchez coge a Alexandra y la pone de rodillas, ordenándole que empiece a chupar su pene.

Lentamente, no hay apuro, no intentes hacer nada indebido ¿ok?

Alexandra no tiene más opción, está la vida de su padre en juego, así que cerrando los ojos se deja llevar por las grandes manos de Sánchez, quién la tiene de la cabeza y la acerca cada vez más a su pene.

Eso es, abre la boquita putita, que yo sé que en el fondo no has visto pene hace mucho tiempo.

Y en verdad, Alexandra tuvo su primera y única relación sexual con su novio, quién luego se reclutó al ejército y no regresó hasta ahora, solamente lográndose comunicación vía cartas.

El pene de Sánchez ya había ingresado por completo a la boquita de Alexandra, quién con los ojos cerrados, intentaba imaginarse que era a su novio a quién le mamaba el pene, para hacer menos doloroso el momento.

Por otro lado, a Anabel ya la tenían dos de los seis delincuentes arrodillada mamándoles el pene. En realidad a ella no la habían amenazado con la muerte de su padre, pero tenía que hacer causa común con su jefa, para salir bien librada de esto.

Flores raudamente se tiró al piso cogiendo las caderas de Anabel y así, boca arriba, poder alcanzar el coñito depiladito de la nena, quién al sentir la húmeda y caliente lengua de Flores, empezaba a disfrutarlo.

Pérez había hecho lo mismo con el coñito de Alexandra, quién después de las primeras arremetidas, aún se contenía por no gemir ante las envestidas de la lengua del delincuente sobre su clítoris.

Otro de los delincuentes se había parado al costado de Sánchez, poniendo su pene al costado de la cara de Alexandra, quién ya debía atender a dos vergas, mientras Pérez continuaba haciéndola retorcerse por las lamidas rápidas y profundas.

Así, tanto Anabel y Alexandra atendían a dos penes cada una, mientras que los otros dos delincuentes estaban cada uno lamiendo debajo de ellas, sus respectivos clítoris, haciendo que se descontrolen las dos muñecas, logrando así que ambas cedan ante sus ataques.

Acto seguido, Sánchez y su compañero, intercambiaron posiciones con los dos compañeros que habían estado parados disfrutando de las mamadas de Anabel.

Ahhhh, pero si esta boquita está más cerradita que la de la Srta. Fiscal – exclamó Sánchez, en una muestra de satisfacción por la primera mamada de Anabel.

Zorrita, tu si que sabes lo que haces, vamos a ver si ese culito está así de estrecho – continuaba exclamando Sánchez mientras Anabel le chupaba con dedicación para evitar ser asesinada.

Sánchez a los pocos minutos, ya tenía bombeando la boquita de Anabel, al haberla sujetado de la cabeza, haciendo movimiento de adentro hacia fuera con rapidez, como si estuviera realmente follándose a Anabel por la boca. Anabel, de rodillas y en posición de perrito, que dejaba abierto su culo, recibía las últimas lamidas de otro de los delincuentes. Hasta que siente por primera vez un dedo, que intentaba ingresar en su estrecho agujerito anal, sin embargo, no podía ni siquiera gritar por tener el pene de Sánchez casi en su totalidad dentro de su boca.

La persona que estaba hundiendo ya su dedo en el anito de Anabel era Flores, quien presto estaba preparando el camino para que su jefe, Sánchez, inaugure a la nenita.

Minutos después, cuando Flores ya había logrado meter y sacar varias veces su dedo medio en el culito de Anabel, hace señas a Sánchez indicándole que el camino está libre.

¡Que empiecen los juegos¡ Grita Sánchez, indicando el inicio de las folladas a las respectivas muñecas.

Tu serás la primera, le dice a Anabel y poco a poco va hundiendo su pene en su estrecho anito, el cual, por ser la primera vez que recibe alo así, muestra aún el rechazo natural de todo esfínter cerradito.

Anabel por su lado, cerraba los ojos en señal de dolor ante la arremetida de Sánchez, mientras continuaba chupando el pene de otro de los delincuentes.

En situación similar se encontraba Alexandra, quién había sido penetrada por otro delincuente por su estrecha vaginita, semi estrenada desde hace algún tiempo por su ex novio, pero que se mantenía cerradita por su falta de práctica en esas faenas.

Alexandra para ese momento, continuaba con los ojos cerrados imaginándose que era su novio extrañado quién se la follaba, y ya empezaba a emitir gemidos cuando le sacaban el pene de turno de su boquita.

Mmmmm, mmmmm, gemían las nenas, no pudiendo ya contener su gozo. Realmente, los delincuentes estaban haciendo gozar a las nenas, uno por el estrecho anito que ya había cedido ante las arremetidas de Sánchez, y otro por la concha de Alenxandra, quién se mordía de vez en cuando el dedo para evitar gritar desaforadamente.

Pérez aprovecha la posición de Anabel, y se acomoda debajo de ella, para empezar a follarle la conchita, la cual aún se mantenía virgen. Poco a poco y con dificultad, empieza a meterle el pene, llegando a romper su himen ante el grito ahogado de Anabel, quién ya desde ese momento, tenía dos penes simultáneamente metidos en sus cabidades anal y vaginal.

Jajajaja, veo que te gustan los penes nena, le gritaba Sánchez a Anabel, cabalgándola por el culo, mientras ella se cogía las tetas con los ojos cerrados y la boca ocupada en el pene de otro de los delincuentes. Así, tres de los seis se ocupaban de Anabel, haciéndola gozar como loca en su primer encuentro sexual.

Ahora sigue mi venganza, putita, le grita Pérez a Alexandra. Cuando te vea caminar tu padre de forma dificultosa, podrás decirle que fue Pérez, el delincuente al que condenó a cadena perpetua, quién te rompió el culo en el penal.

Y sin decir más, coge de las caderas a Alexandra, quién suplicaba que no la folle por allí, dado que nunca lo había hecho y había oído que era doloroso.

Pero mira a tu asistente como goza, no llores y relajate, le decía Pérez mientras introducía su lengua entre las dos nalgas de Alexandra.

De a poquitos pero con decisión, empezó a introducir su grueso pene en el anito de Alexandra, quien apretaba los dientes al sentir que la partían en dos. Pérez disfrutaba al sentir atrapado su pene en el esfínter de Alexandra, el cual, como si fueran dos tenazas, apretaba fuertemente su glande.

Al lograr entrar por completo, chocó sus huevos con las nalgas de Alexandra, empezando a bombearla, mientras Alexandra ya había cedido en su dolor y había empezado a gemir nuevamente.

Así las tuvieron a las nenas durante varios minutos, a la vista de los policías, quienes amarrados, dejaban entrever sus penes erectos debajo de sus uniformes.

Los delincuentes no pudieron más, y sacando sus respectivas pollas del ano, coño y boquita de Anabel y Alexandra, se corren al frente de las caritas de las preciosuras, descargando su semen, el cual cae por entre las tetas de las nenas, dando así por cumplido su plan.

Ahora sí, ya saben, pueden irse, pero no olviden que no pueden decir nada, dado que tu padre aún está en la mira, le señala Sánchez a Alexandra, dejándolas en libertad.

Así, a medio vestir y con las cabelleras revoloteadas, las chicas son acompañadas por los policías, quiénes ya las miran con otro tipo de ojos, los de la lujuria