La fiesta III - Un dia de playa-

¿Os venís a la playa con nosotros? Os puedo asegurar que vamos a pasar un buen rato juntos. Prometido.

LA FIESTA III – Un día de playa.

Cogimos los bártulos y bajamos las escaleras con el ánimo bien encendido, dispuestos a hacer de este día playero un recuerdo imborrable y perdurable :

Ponte delante con ella – le dije a mi maridito, dejando que Juan y Trini pasaran delante- Quiero que nos la calientes... ¡Que la pongas a cien !

Pero si ya está que arde... ¿Sabes qué me ha dicho nada más llegar ?

¿Qué ?

... que porqué no os ibais vosotros dos a la playa y nos quedábamos ella y yo en casa...

¡Será puta ! A ésta habrá que aplicarle un tratamiento especial...

Nos metimos en el coche según lo acordado, Trini y Carlos delante. En su cara se dibujó una sonrisa de triunfo :

Bueno, ¿qué ? ¿adónde vamos ? – dijo arrancando.

Si te parece bien, podemos ir a la playa que vamos siempre y que es bastante tranquilita – le respondió Carlos poniendole la mano sobre la pierna.

Buena idea... ¿Y dónde ?

Es una especie de cala que no se ve desde la carretera, ni desde la vía del tren, entre Canet de Mar y Calella...

Ah... Yo no voy nunca por esa parte.

No... ¿por dónde vas tú ? – le pregunté sin ninguna curiosidad.

Voy siempre a Sitges – ya te vale, pensé, una pija calienta braguetas, eso es lo que eres.

Ya verás, te va a encantar – melosamente le dijo Carlos siguiendo con su mano el toqueteo- Es muy tranquila, no hay niños !

Carlos se le acercó al oido. Yo estaba justo detrás de ella ; me pegué al asiento para poder escuchar lo que le decía :

Podrías haberte puesto una faldita en lugar de este pantalón – llevaba una especie de pantalón de chandal, de marca, evidentemente- Así te hubiera podido acariciar mejor...

Hay que reconocer que mi Carlitos no perdía el tiempo : su mano ya se estaba metiendo por debajo de la goma del pantalón.

¡Chiiittt ! ¡Esa mano, que estoy conduciendo !

¡Uy, pero si ya llevas el bañador puesto ! – dijo Carlos cuando sus dedos entraron en contacto con la tela del bikini.

Así es más rápido – contestó la pija – y te evitas el coñazo de cambiarte en la playa.

Esta se va a llevar una sorpresa de cojones, pensé, cuando lleguemos...

Dime una cosa, Trini – oí que Carlos le preguntaba sin dejar las labores de exploración de su mano izquierda - ¿ ya te has cepillado a tu jefe ?

Mi marido era jefe contable de una empresa de importación de maquinaria industrial y Trini era la secretaria de dirección. Su jefe, el señor Ramón era un cincuentón, de buen ver pero muy, muy serio... Me extrañaría mucho que con Trini hubiera habido algo. Pero, ya se sabe... la vida te da sorpresas...

¡Uuuuiii ! ¡Esaaa maaanoohh ! – juraría que al menos uno de los deditos de Carlos ya estaba tocando pelillos húmedos - ¡Paraaa ! ¡Que yo ya no controlo !

Pararé si me contestas la pregunta – conociendo las habilidades digitales de mi Carlitos estaba segura que la muy zorra iba a tardar en contestar.

¡Ooohh ! – Trini emitía unos gemiditos, bajito, bajito, pero muy elocuentes – Nooo... Ni siquiera me miraaiiiii...

Carlos paró en seco. Por prudencia, supongo, pues la conducción del auto empezaba a volverse más que imprudente, peligrosa... Le volvió a susurrar algo que mi fino oído descifró como :

Luego sigo... que lo que he catado hasta ahora me parece que está como muy calentito. – y me lanzó una lasciva mirada con guiño incluido.

Juan, mientras tanto, parecía estar ausente, absorto en sus pensamientos, mirando el paisaje por la ventana. Su paquete, sin embargo, delataba el contenido de esos pensamientos que, de seguro, no tenían nada que ver con la fealdad de los barrios limítrofes de Barcelona.

¿En qué estás pensando ? – le dije poniendo suavemente mi mano allí donde yacía el monstruoso obelisco.

¡Eh ! ¡Ah ! Pensaba en el hombre del colmado... En las fotos... ¿me las dejarás ver ?

¡Pillín, pillín ! – mi manita apretándole el paquete – Si ya las has visto, me dijiste...

Solamente unas cuantas... Carlos me dijo que tenía una docena de álbums – se la estaba poniendo a punto de caramelo con mis caricias...

De todas maneras... ¿para qué quieres las fotos... si ya me tienes a mí... ? – de reojo vi como Trini ajustaba el retrovisor para poder observarnos.

Juan dejó de observar el paisaje. Cerró los ojos. En su cara se dibujaba el rictus del placer. Ese hombre, me daba cuenta, me estaba revolucionando los sentidos : su cuerpo, su voz, su carácter bonachón y sumiso, su exquisita educación y esa salvaje virilidad que mi mano amasaba sin descanso...

Me moría de ganas por sacarme el bermuda y sin más miramientos empalarme sobre esa verga del demonio y cabalgarla a galope tendido. ¡Dios, qué calor me estaba entrando !

Aunque no veía los ojos de Trini, escondidos bajo sus Dior de sol, por la inclinación de su rostro estaba claro que no se perdía una...

Trini, querida – le dije produciéndole un ligero sobresalto - ¿puedes poner más fuerte el aire frío ? ¡Nos achicharramos, aquí atrás !

Me decidí a refrenar mis instintos – que conociéndolos seguro que me echaban al traste los planes urdidos con Carlos- y dejé tranquila la polla de mi Juan... Por el momento.

Si no tengo aire acondicionado... – vaya, la pija ahora se hacía la pobre -. ¿Abro la ventana un poco más ? – detrás no había, claro.

Sí, por favor que nos falta el aire...

Al abrir las ventanas de delante, un vendaval de aire refrescante nos llegó salvador y sentí de inmediato – sensible que es una- como se introducía bajo mi camiseta y como mis pelillos se erizaban en un escalofrío placentero. Yo tengo muy poca teta, pensé, pero ¡joder, qué sensibles son !

¿No sigues ? – preguntó Juan mostrándome su paquete con un gesto de la cabeza. ¡Caramba con mi Juanito, qué metamorfosis !

Chasqueé mis labios en signo de negación :

Ni siquiera has contestado a mi pregunta...

¿Qué pregunta ?

No te hagas el tonto... la de para qué quieres las fotos si...

Pero a ti no puedo tenerte siempre...

Ah, comprendo... Tu quieres como el cerdo del colmado : quieres que te hagamos unas copias para ti !

Hombre, no estaría mal – exclamó sonriendo con esa boquita, con esa barba naciente, con esa mirada... ¡Un pecado mortal !

Dime primero : ¿Cuáles son las que viste tú ?

Iniciamos una larga conversación en torno a los diferentes álbumes, auténticos reportajes eróticos, que mi Carlos había ido componiendo los dos últimos años. Resultó que mi marido le había enseñado el mismo que al señor Marcos, o sea el de la playa. Pero no me lo dijo él, de entrada, sino que fui yo quien lo iba calentando diciéndole cosas del tipo :

¿No te habría enseñado el de la meada ?

(un hermoso día de otoño que fuimos a buscar setas al Montseny y Carlos se empeñó en fotografiarme el chumino cada vez que me entraban ganas de mear... Y como en mí siempre ha habido un algo de exhibicionista, pues ¡ala !)

O

¿No me digas que te enseñó las fotos que me hizo bebiéndome su lechecita directamente del preservativo que acababa de utilizar ?

(al principio no quería perderme ni gota de su esperma, me encantaba y me daba un nosequé de vitalidad... Pero no me gustaba que me la metiera en la boca después de darme por el culo ; por eso cuando me sodomizaba se ponía un condón y después me deleitaba derramando su contenido en mi garganta sedienta... Eso lo ponía a mil, claro.)

Entre unas cosas y otras fuimos llegando a nuestro destino. Juan no llegó a desempalmar. Yo tenía el conejito como una olla a presión. Y Carlos y Trini, por los toqueteos que de tanto en tanto se daban mutuamente, pues podéis contar, debían estar ardiendo. ¡Así es cómo hay que ir a la playa : al rojo vivo !


Indicamos a Trini dónde podía aparcar el coche. A la izquierda, en el otro lado de la carretera, había un aparcamiento con plazas a la sombra cubiertas por unos toldillos de paja. Aparcamos y enseguida vino a vernos Hans, un joven estudiante alemán que llevaba un par de años en Barcelona y que se ganaba unos duros ocupándose del parking y al que también podías comprar latas de bebida fresca :

¡Hola, Hans ! – le saludó Carlos estrechándole la mano.

El muchachote era un auténtico germano : alto, rubio, de ojos grandes y azules, y con un cuerpazo de atleta que no veas, además iba en bañador, marcando pectorales, abdominales... Mi Carlitos a su lado parecía un enclenque... Pero que queréis que os diga ; a mí, este tipo de hombres no me hacen ni fu ni fa... Pero a Trini me pareció que le producía un efecto super fu y fa, no sé si me entendéis...

¡Hola, Karrloss ! Contento yo ver vosotros aquí... – ostras, pensé, éste no puede disimular de donde viene. – Hola, Sandrra ! – y me estampilló un sonoro beso en los labios que sabía a chicle de menta- Tú semprre mucho bonita – se lo agradecí con una de mis mejores sonrisas.

Mira Hans, te presento a Juan, un buen amigo de la infancia – Juan hizo una mueca de dolor ante el efusivo apretón de manos del teutón.- Y a Trini, una compañera de trabajo – ante la sorpresa de ella, le dio también un beso mentolado en plena boca.

¡Encantada ! – respondió con una vocecita que lo decía todo. Y Hans haciéndole una rápida radiografía de la cabeza a los pies :

¡Un grran plasserr por mi !

Bueno, con este quinto elemento no contaba. Pero ya veríamos... Según fueran las cosas en la playa, igual volvíamos los cinco a casa.

En alguna ocasión lo habíamos acompañado de vuelta pues él vivía en un piso compartido con media docena de estudiantes Erasmus, pero hacía un año que no teníamos coche (una fuente de problemas y de gastos inagotable en una ciudad como Barcelona). Pero hoy quizás tendríamos ocasión... No sé porqué pero mi calenturienta mente se puso a imaginarnos a los tres en el asiento de atrás, yo en el centro y pegaditos, pegaditos...

Nos despedimos de él hasta el atardecer y nos dispusimos a atravesar el doble peligro mortal : la carretera N-II y la vía del tren. Una vez a salvo, Trini, todavía bajo el embrujo del alemán, dijo :

¡Caray ! ¡Qué chico más efusivo !

¡Y qué bueno que está ! – le dijo Carlos para picarla.

Sí... No está mal... Nada mal...

Recorrimos juntos los cincuenta metros del caminito que permitía llegar hasta la cala. Hacía un día espléndido, un solazo que quemaba y el aire se iba llenando de ese sensual perfume de tierra seca, de romero y de yodo marino. Y el mar apareció ante nuestros ojos... Un pequeño rincón de paraíso a menos de 50 kilometros de la ciudad.

Pero Trini no lo veía con los mismos ojos. No tardó nada en darse cuenta de la trampa en la que había caído :

¡Sois unos hijos de puta ! ¡Es una playa nudista !

Era difícil decir que no lo sabíamos. Además, una simple ojeada permitía comprobar que la práctica totalidad de los bañistas iba con el culo al aire.

¡Va, no seas mojigata ! – le dijo Carlos cogiéndola por la cintura - ¡Si te va a encantar !

¡Suéltame ! ¡Y no me llames mojigata ! – Trini se daba media vuelta... Aquello se ponía feo. Entonces apareció el tímido de Juan para salvar el asunto :

Espera, Trini... No te vayas... Yo tampoco lo sabía y tampoco me gustan estas playas...

Va... No os enfadéis – intervine melosamente- Si no queréis no os desnudéis... Hay gente que se queda en bañador...

No sé... –ya mas calmada- No me parece bien todo esto.

¡Uf ! La bomba no había explotado. Era tiempo de acelerar el paso y de instalarnos en el rincón que, como si lo tuvieramos reservado de antemano, nos esperaba desierto en un extremo de la calita, a orillas del mar.

Trini no podía evitar de mirar a de mirar a derecha y a izquierda los diferentes cuerpos desnudos que bronceaban indiferentes a nuestro paso. Ese día, mucho más que otras veces, no había casi nadie que no estuviera en porretas. A pesar de la naturalidad con que la gente va a estas playas, a mí también me producía una especie de sobreexcitación el sentirme rodeada de tantos culos, tantas pollas, tantas tetas y tantos coños de todos los colores, formas y dimensiones... ¡El paraíso !, os lo digo yo que de eso sé un rato.

Carlos y yo sacamos las toallas, las tendimos y ante la mirada todavía un poco colérica de Trini y la siempre reservada y timorata de Juan, nos despelotamos en un abrir y cerrar de ojos. Como no queríamos intimidarlos más de lo que estaban, solté gritando alegremente :

¡Al agua, patos !

Y salimos corriendo hasta zambullirnos en las fresquitas y vigorizantes aguas del mar.

El mar estaba muy plácido. El agua estaba limpísima y ese baño me sentó de maravilla. Nadamos un poco alejándonos unos metros de la costa. Pude ver como Juan sacaba la toalla que le habíamos prestado, la estiraba y se sacaba la camiseta. Trini seguía de pie, sin saber qué hacer.

¿Crees que vamos a salirnos con la nuestra ? – me preguntó Carlos.

Tranquilo... déjame hacer a mí

Estuvimos unos buenos cinco minutos nadando y jugueteando en el agua.

Voy a salir – le dije.

Espera, Sandra... ¿Por qué no me la chupas un poquito ? Es que si no se me queda muy pequeñita.

Ese era uno de los juegos que más le gustaba a Carlos : la pesca submarina. Me zambullí y me metí su pollita en la boca como si fuera el respirador de la bombona de oxígeno. A la primera chupadita se le empalmó alegremente. Le siguieron varias más que se la dejaron bien durita. Acabábamos de llegar y ya estábamos los dos a un dedo de hacer lo que hacíamos siempre en el agua : follar.

Cuando me quedaba sin aire, resurgí a la superficie y le dije :

Dime que nadie te la mama como tu sirenita...

Nadie, mi amor... Sigue, sigue...

Ya os he contado que Carlos no sólo es el hombre que más amo de este mundo sino que también es el mejor amante que nunca haya tenido. Y eso que he follado con montones de hombres y sigo haciéndolo... Y eso que he gozado de auténticos « hércules », « apolos » y « adonis » ... Y eso que he disfrutado de polvazos increibles con hombres, mujeres y animales... He hecho de todo y he disfrutado con todo y todos. Pero con él es siempre distinto... Lo dejo, que no quiero aburriros con sentimentalismos.

Mira, Sandra... Trini se está sacando la ropa... ¡Joder ! ¡A eso lo llama bikini !

Me giré y, a pesar de la distancia que nos separaba, pude ver como la tela verde manzana del sujetador no le cubría casi nada : sólo se veían tetas. Se dio la vuelta para extender su toalla y su culazo nos apareció en todo su esplendor puesto que la braguita era de esas de hilo dental.

Estás son las peores, Carlos... Las que van de tímidas y luego se te meten así ... ¡Va, salgamos ! – dije algo irritada ante este tipo de comportamiento provocador.

Pero yo no puedo salir así... Mira cómo me has dejado – y come veía que yo no reaccionaba- ¡Anda, sirenita de mi corassssón... otra zambullidita !

¡No ! ¡Cascatela si quieres mirando a la cursi calientabraguetas !

Y nadando como un delfín me volví a la orilla dispuesta a cambiar el curso de los acontecimientos.

Al llegar a su lado, Juan estaba tumbado apoyado en sus codos. No se había sacado el pantaloncito y me miraba salir del agua con ojos llenos de deseo. Sabía que por ese lado no tenía nada que perder. Trini estaba sentada y se aplicaba en sus brazos leche bronceadora de estas que cuestan un ojo de la cara.

Necesitaba que el sol me calentara de nuevo y que los rayos uva me dieran una buena dosis de vitamina B que me refrescara las ideas. Me tumbé al lado de Juan, de cara, con las piernas abiertas un poco más de lo normal :

¡Está buenísima ! Deberiais probarla...

Enseguida sentí los rayos del sol lamiendo mis muslos, acariciando mi sexo salado, mi vientre y mis senos... Y la mirada de Juan clavándose en mí.

En esas que Carlos salió del agua y en lugar de tumbarse a mi lado cogió su toalla y la puso justo al lado de Trini. Pero en lugar de estirarse se quedó de pie delante de ella, con los brazos en jarra, quedándole la polla – que la tenía por así decirlo, entre dos aguas- por encima de las piernas de Trini. Las gotitas de agua fría que le salpicaban las piernas la hicieron sobresaltarse :

¡Uiii ! ¡Qué fría ! ¡Sal de aquí, bruto !

Carlos se estiró como yo. Trini ya no se aplicaba la crema con la misma atención ; ahora se lo miraba con mirada golosa. Me senté y observé como mi maridito sufría de una creciente erección que delataba sus eróticos pensamientos :

¡Carlos, por Dios ! ¡Que estamos en un lugar público ! – le dije con fingido enfado.

Trini no le quitaba ojo. Se podía ver claramente que aquella situación que en principio la incomodaba, estaba empezando a ponerla cachonda. Juraría que se le estaba mojando el chocho a marchas forzadas.

Carlos se puso de lado ocultando su iniesta polla de cualquier mirada ajena a nosotros pero ofreciéndosela a la vista de su compañera de trabajo :

¡Vaya ! No sé qué me pasa hoy... Pero es que ¡con esta belleza a mi lado !

Trini, ofuscada, se levantó :

Voy a bañarme... ¿te vienes ? – la pregunta se la había dirigido a Carlos pero fue Juan quien contestó :

Sí... Ahora vengo.

Frustrada ante la iniciativa de Juan, no lo esperó y se fue con paso decidido hasta la orilla.

Me la miré detenidamente. Esa chica era todo lo contrario de mí. Yo tenía las piernas largas y esbeltas, ella más cortas y macizas ; yo tenía un culito respingón, ella un culazo mofletudo... Y las tetas... No tengo palabras para comparar lo incomparable. De hecho, me recordaba un poco a mi prima Aurelia sólo que Trini tenía una cara menos redonda, más de mujer madura, con unos ojos color caramelo y una boca más fina que los morritos porcinos de mi prima. En fin...

Juan... Sácate el pantalón, va... ¡no seas tonto ! –le dije al ver que se iba para el agua sin sacárselo.

¿Tú crees ? ¿Qué va a pensar Trini ?

De eso se trata, amigo... De que piense lo que tiene que pensar –le repliqué muy seria.

Me miró con cara de no haber captado el mensaje pero ejecutó mi demanda. Y sólo tuve tiempo de ver sus magníficos glúteos balanceándose atléticamente en su carrera hacia el agua.

Trini estaba todavía mojándose las pantorrillas y los brazos inclinada hacia delante con su trasero opulento captando la mirada lasciva de mi esposo, cuando Juan pasó a su lado y como una exhalación se tiró de cabeza salpicando a la mojigata y haciéndola gritar :

¡Bestia !

Eso pensé yo, una bestia y eso que todavía no lo había visto bien.


Cansada de observar las memeces que Trini hacía antes de meterse en el agua y que no tenían otro objetivo que el de calentar aun más si cabe a mi querido Carlos, me di la vuelta y me tumbé de espaldas dispuesta a broncearme un ratillo :

¡Tú ! ¡Que se te cae la baba ! – le grité a Carlos que seguía con los dos ojos fijados en el culo de Trini, uno en cada nalga - ¡Ven a ponerme crema por la espalda !

Carlos comprendió enseguida lo que tenía que hacer. Cogió la leche bronceadora de Trini y se puso encima mío, de rodillas, apoyando el culo sobre mis muslos y metiéndome su pene semi-erecto a tocar de mi vulvita.

Cerré los ojos y me puse a pensar que aunque las cosas no salieran como las tenía calculadas, no podía quejarme de nada : era una mujer colmada. Así, sintiendo las manos de Carlos recorrer mi espalda en un más que sensual masaje y su polla endurecerse entre mis muslos, me dejé llevar por las ondas placenteras que me recorrían el espinazo y le di la orden a mi coñito de que siguiera fabricando lubrificante natural :

¡Ummm ! Qué manos tienes, cabrón... Y ¿qué es eso que noto tan duro rozando mi chochito ?

Quise separar un poco las piernas para facilitarle el trabajo de inserción pero no pude pues con sus rodillas me lo impedía. Entonces me puse a balancear el culo como si bailara sin mover las piernas el hula-hop. Había encontrado la técnica ideal : su polla no paraba de rozar mi rajita y mi clítoris, como rama que crece buscando la luz, se hinchó hasta rozar también el capullo de su verga.

¡Ooohh, cariño ! Creo que tu mujercita se va a correr enseguida...

Entonces el muy cabrón paró en seco y tumbándose a mi lado me dijo :

Antes no has querido darte otra zambullidita...

¡Qué malo eres ! Si sólo te pedía un orgasmín de nada... ¡Mira ! ¡Mira como tengo el chichi !

A Carlos le encanta mirarme el culito y lo demás cuando me pongo así estirada, de espaldas, con las piernas bien abiertas. Además, como no tengo unas nalgas protuberantes, el agujerito del culo aparece casi en primer plano y muy cerquita mi vulva ligeramente entreabierta mostrando orgullosa mis enormes labios rojizos.

Se instaló de nuevo de rodillas entre mis piernas, se puso una toalla sobre sus partes –medida prudente si no queríamos que nos detuvieran por escándalo público- y me untó las nalgas con esa loción que olía a jet-set. Me fue amasando el culito y sus pulgares se iban acercando a mi ojete. Yo levantaba un poquito el culo para indicarle que me encantaba el masaje. Los dos dedos gordos recorrían en círculos concéntricos mi agujerito. ¡Qué delicia ! Sentir el olor del mar, el calor del sol sobre tu piel, la caricia sensual en tu cuerpo, los dedos de tu querido esposo abriéndote el ano, metiéndose en tu interior...

Iba a correrme... Sentía la ola del placer levantarse majestuosa para arrojarse sobre mí tal un tsunami incontrolado. Carlos lo presintió y esta vez quiso ayudarme a conseguirlo. Se acostó sobre mí y al hacerlo sus dos pulgares se hundieron profundamente en mi más que dilatado ano:

¡Goza, mi cielo ! ¡Goza !- me susurro amorosamente y sus palabras incendiaron mis entrañas provocando el extasis tan deseado.

Hundí mi cara en la toalla para ahogar el grito desgarrador que el orgasmo me produjo.

Unos segundos más tarde, todavía bajo los efectos narcóticos del brutal clímax, abrí los ojos y vi que a unos diez metros por detrás nuestro había dos mujeres, cincuentonas y bien entradas en carnes. Una de ellas tomaba el sol ajena a todo ; la otra me miraba fijamente. Cuando nuestras miradas se cruzaron me hizo un gesto de aprobación mostrándome su pulgar levantado y el puño cerrado y me lanzó con la otra mano un beso a distancia.

La señora piensa que ha hecho usted un buen trabajo – le dije a Carlos – Quizás desea que le pase usted también la cremita por la espalda...

Carlos se levantó y al hacerlo le quedó la toalla colgando de su polla como si ésta fuera un perchero. La gordita cincuentona se puso a reir haciendo que todas sus carnes rebotasen alegremente :

Bueno, ¿por qué no ? – soltó mi Carlitos. Mi marido no dejará nunca de sorprenderme.

Se levantó, se anudó la toalla a la cintura – que como el tanga de Trini, sólo servía para poner más en evidencia que estaba más empalmado que un turco- y con la mejor de sus sonrisas se fue hacia ellas diciéndome :

Vamos a ver qué podemos hacer por estas señoras tan simpáticas.

A medida que se acercaba, la que nos miraba le empujó el culo a la otra para que se despertara. A pesar de la distancia la oí decir :

¡Vicky, Vicky ! ¡Tenemos visita !

La susodicha Vicky alzó la cabeza y quiso sentarse como su amiga. Eran realmente un par de focas... La pobre Vicky para poder cambiar de posición tuvo que hacerlo en tres movimientos : primero, ponerse de rodillas –con lo que ofreció una excelente vista panorámica de su celulítico trasero ; segundo, ponerse de lado – cuánta carne agitándose, señor- y tercero, incorporarse y sentarse – y ahí se podía apreciar que eran casi gemelas.

Carlos al llegar a su altura se sentó delante de ellas sin quitarse la toalla –todo un caballero, pensé-. A partir de ahí no pude captar casi nada de su conversación, solamente podía ver que las dos mujeres se lo estaban pasando en grande pues no paraban de reirse. No sé que demonios les estaba explicando Carlos pero seguro, conociéndolo como lo conocía, que las estaba poniendo a cien. Decidí dejar de mirarlos y girándome me puse a untarme con esa maravillosa leche bronceadora.

Miré hacia el mar y distinguí a Trini que chapoteaba, hacia el muerto, daba unas brazadas... Pero ni rastro de Juan... Bueno, ya regresaran cuando quieran, pensé. Y me estiré a dejar que el sol me acariciara todo el cuerpecito.

Unos minutos más tarde, Carlos regresó a mi lado. Estaba super excitado :

Se llaman Vicky y Gloria... las dos separadas... Super simpáticas, las tías...

¿No les has propuesto tus servicios de gígolo profesional ? – le pregunté fijándome que su erección había bajado un poco.

Sí, sí... Calla... ¿Sabes qué me han dicho ?

¡Nooo ! ¡Que te dejaras de masaje y que les comieras el chichi a las dos !

No seas bruta, Sandra... Hablando de chichi... Como estaban ahí las dos, con las rodillas dobladas y los brazos en torno, en un momento dado les he dicho que porqué no me lo enseñaban...

¡Pero qué geta que tienes !

Eso ellas, que no paraban de preguntarme que qué te había hecho para que te lo pasaras tan bien...

Ya...ya... Y qué ¿te lo han enseñado ?

Primero tú, me han dicho... Así que he tenido que sacarme la toalla y la más gordeta de las dos...

Pues yo las veo a las dos igual de focas – y como Carlos me miraba desaprobando mi lenguaje, añadí – Yaaa, cari, que ya sé que a ti siempre te han atraido las « tres gracias » de Rubens...

Sigo... Vicky me ha dicho al ver que yo seguía con la polla bien tiesa que no estaba bien dejarme así y que clase de mujer eras tú para dejarme en ese estado...

¡Cojones con la foca ! ¡Ay, perdón, con la gordita ! Pero, ves al grano que Trini ya está saliendo del agua...

En resumen : que entre risotadas y bromas me han enseñado dos magníficos ejemplares de coño depilado y que como tenían un apartamento en Calella si quería me iba con ellas a hacer una siesta crapulosa...

¿Sólo eso ? Vaya, qué decepción...

Algo más, algo más... – me dijo intrigante pasándome la mano sobre los pelillos de mi pubis. – Me han dicho que tú deberías hacer lo mismo, que era una lástima que una chica tan mona como tú se paseara con ese felpudo tan feo...

Ya no tuve tiempo de contestarle nada más. Trini llegó junto a nosotros y se sentó en su toalla.

Teniais razón. Está buenísima. –le di un golpecito a Carlos para que fuera a sentarse a su lado.

En cuanto se hubo estirado de lado de cara a ella, Trini aprovechó para vengarse de la broma que antes él le había hecho y se puso a salpicarle de agua fresca moviendo la cabeza como hacen los perros cuando salen del agua.

¡Hey, bandida ! ¡Para, para !

Con el brusco balanceo al que sometió su torso para salpicar a Carlos, una de las tetazas se le salió del sostén. La zona que cubría el sujetador apareció ante nosotros de una blancura extraordinaria... Salvo la aureola de color marrón chocolate con leche. Aquello había que aprovecharlo pero ya mismo.

Antes de pudiera remeterla en la cazuela, Carlos, veloz como el rayo, se abalanzó sobre ella, tumbándola hacia atrás y cogiéndole los brazos por las muñecas :

¿Qué haaaaces ? ¿Te has vuelto loco ? – pero su risita la traicionaba.

Me tumbé a su lado y le dije a Trini :

¡Anda, mujer, déjalas salir, pobrecitas !

¡Que noooo ! ¡Que me da mucho corte !

Pero si son magníficas – le dije tomando en mi mano uno de aquellos impresionantes botijos y pellizcándole suavemente la aureola , ahora toda arrugada por los efectos del baño fresquito, completé la frase - ¡Qué daría yo por tener un par de tetas como las tuyas !

Una rápida ojeada hacia atrás me permitió observar que las dos « gorditas » no se perdían ni un instante de nuestro número. Incluso Gloria – o Vicky, qué mas da- se puso a guiñarme un ojo. Por el otro lado, a unos quince metros, una pareja tomaba el sol sin prestar atención alguna a nuestro show. ¡Via libre !, pensé eufórica.

Carlos se puso a mordisquearle el pedazo de pezón que despuntaba como un « conguito » entre mis dedos.

¡Qué me hacéééis ! ¡Paraddd !

Solté mi presa y le separé las piernas para que Carlos pudiera mostrarle la dureza de su miembro. Este no tardó nada en dejarse caer sobre ella y su boca buscó avidamente la de Trini. Esta se resistía sin demasiada convicción :

¡Ohhh ! ¡Noooo ! – su queja quedó ahogada por los labios y la lengua de Carlos.

Mi marido fue soltando progresivamente los brazos de Trini que se abandonaba a su beso con una pasión exultante. Con sus manos le acariciaba el pelo, la nuca y sus piernas abiertas se abrazaban ahora a las de Carlos.

La primera parte del plan había funcionado a las mil maravillas.

Carlos se apartó tranquilamente y se estiró al otro lado de Trini. Esta no decía nada, completamente inmóvil, las piernas abiertas, su teta liberada del sostén reposando mansamente sobre sus costillas... Tras el pequeño combate erótico al que la habíamos sometido, la teníamos ahora enteramente a nuestra merced. Sin que fuera necesario ponernos de acuerdo, me arrodillé junto a ella y empecé a sacarle la braguita del bañador. Totalmente sumisa, me ayudó arqueando un poco el culo. Carlos le desabrochó con dulzura el cierre del sujetador y liberó el otro pecho. Trini seguía inmóvil.

Fui bajándole el bañador. Su oscuro vello púbico estaba depilado en forma de estrechito rectángulo vertical. Me moría de ganas por descubrir el resto. Cuando estaba a puntito de sacarle el tanga por los pies, Trini habló con tono avergonzado :

Tengo la regla – y se tapó el sexo con ambas manos.

Terminé de sacarle el bañador y acariciándole suavemente las piernas y los muslos se las fui abriendo mientras Carlos le tomaba las manos apartándolas de su preciado fruto.

Todas tenemos la regla – le dije tirando suavemente del cordelito que sobresalía de su vulva- Pero eso no cambia nada... Al contrario...

Observaba su coño. No era como el mío. Para empezar, a parte del rectangulito de su pubis, el resto estaba liso y blanco como el culito de un bebé. Su vulva era voluminosa y perfectamente cerrada, dando la impresión de un panecillo cortado en dos.

Sandra, cuando tiene la regla – decía Carlos jugueteando con los pezones de Trini – se le multiplican las ganas... ¿Eh, cariño ?

Sí, es verdad... Y me parece que a ti también, Trini

¡Ffffsss ! Por favor ... id con cuidado... ¡Aaaa ! con la regla...¡Ffuuuu ! lo tengo todo muy sensible...

Siempre de manera lo más discreta posible, tapando con nuestros cuerpos lo que hacían nuestras manos, continuamos nuestra sesión de caricias sensuales en aquel maravilloso cuerpo de mujer que se nos ofrecía en bandeja de plata.

¡Ohhh, Sandraaa ! – respondía a las caricias de mis deditos sobre su pequeñísimo clítoris. – No sabía que te gustaran las mujeeeeeres ¡Aaaarr !

En ese instante preciso en el que la bella y despampanante Trini estaba a un pasito de alcanzar la cumbre del Everest ayudada de la inestimable colaboración de la pareja de sherpas que hacíamos Carlos y yo, una voz para mí desconocida nos sobresaltó de tal manera que dejamos inmediatamente nuestros quehaceres manuales :

¡Uyyy, perdón ! – las dos gordas iban a bañarse – No queríamos interrumpir las torturillas que le hacéis a esta pobre chica...

¡Ji, ji, ji ! ¡Torturillas, qué ocurrencia más buena ! – soltó una de las « dos gracias »

Trini, completamente enfriada por la inesperada e inoportuna aparición, se sentó de nuevo cruzándose de brazos para taparse el pecho.

Gloria (supongo) señalando la polla insatisfecha (dura como un bastón) de Carlos, dijo entre risitas :

¿Te vienes al agua con nosotras, Carlos ? Me parece que a estas chicas les falta un poco de experiencia.

Pues no es mala idea – respondió Carlos levantándose y acercándose a ellas : - A ver, a ver ¿qué me van a hacer estas hermosuras ?

Y abrazándolas por sus caderas, una a cada lado, se fueron hacia la orilla, ellas riendo como locas, él tocándoles el culo con evidente placer. La imagen era, cuanto menos, graciosa : me recordó el final de la película « el libro de la selva » cuando Mogly rodeado de Baloo y Bagheera se alejan cantando... Sólo que aquí, mi Carlitos se alejaba rodeado de un par de Baloos hembra !

¿Y tú lo dejas irse con este par de focas ? – me dijo Trini escandalizada.

No son focas – le contesté riendo- Son « gorditas ».

La segunda parte del plan hizo su aparición. A una cierta distancia, caminando por la orilla, se acercaba Juan :

Mira, Trini... Por ahí llega Juan – a pesar de los cien metros que nos separaban de él, se podía apreciar a simple vista que algo sobrenatural le colgaba entre las piernas.

¡Ohhh ! – es todo cuanto pudo decir Trini.

Su polla descomunal se balanceaba a diestra y siniestra siguiendo el balanceo de su caminar. No era de extrañar que la gente que estaba cerca de la orilla se quedara absorta ante la contemplación de ese fenómeno de la naturaleza.

Sandra... Eso que le cuelga es...

Sí, querida, sí... Es todo suyo. – le respondí muy seria...

No me lo puedo creer... ¿Está empalmado, no ?

No... Cuando se le pone dura es...

¡Calla ! ¡Calla ! ¡Qué monstruo !

¿Tu novio no la tiene así ? – le dije para picar su curiosidad.

¡Qué va ! Pedro la tiene normalita... Como la de Carlos, vamos... –y mirándome tope intrigada- ¿y tú cómo sabes cómo la tiene cuando... ? ¡No jodas !

Sí jodo... Y con mucho gusto... Cuando la tienes metida hasta el fondo... Uauuu... parece que se te va a salir por la boca... ¡Un gustazo que te parte en dos !

¡Eres la rehostia, Sandra ! ¡Me estás poniendo cachondísima !

En eso que nuestro semental llegó a nuestro lado.

¡Caramba ! ¿Te has ido nadando hasta Barcelona, o qué ? – le pregunté burlona.

Trini le miraba el conjunto monumental con los ojos que se le salían de sus cuencas. Juan se estiró en su toalla sin prestarnos atención, sin darse cuenta que Trini estaba en pelotas.

Trini... Deberías ponerte protección en las tetas... Las tienes tan blanquitas...

Tienes razón... Pero no tengo protección, solamente la leche bronceadora.

Yo sí que tengo... ¡Juan ! ¡Ponle crema en las tetas a Trini. – Juan se enderezó como propulsado por un resorte hidráulico :

¿Yo ? – Trini, sentada a su lado se lo miraba con un interés hasta entonces inexistente.

Me levanté y le di el tubo de protección solar :

¡Anda ! ¿A qué esperas ?

Trini se inclinó apoyándose en sus manos y echando la cabeza hacia atrás bombeó sus senos. ¡Qué par de tetas ! Un poco caídas, pero no podía ser de otra manera, cada una debía pesar un par de kilos.

Juan se puso de rodillas a la altura de sus tetas y le aplicó el ungüento con parsimonia. Poco a poco se iban excitando los dos : Juan porque le sobaba con progresivo impetú los senos y Trini porque le correspondía con tenues jadeos que denotaban el placer que recibía... Y yo... Yo me estaba poniendo como una burra en celo.

Me puse bien pegadita a ella y sintiéndolos a los dos prestos y sumisos, seguí dando órdenes :

Ya se las has sobado bastante... Ahora, chúpaselas un poquito, pero suavecito, suavecito que la niña tiene la regla.

Mientras Juan le besaba, lamía, chupaba y mordía –con pretendida suavidad- sus cada vez más abultados pezones, yo le separé los muslos y cogiendo el cordelito me dispuse a sacarle el tampón.

¡Nooo ! ¡Nooo ! – una vez más con sus manos se tapó el sexo.

¡Sé buena, Trini ! ¡Tienes algo mejor que hacer con tus manos ! – cogiéndoselas se las dirigí hacia la verga de Juan.

Sus manos empezaron a acariciar, a tocar ese bestial cipote como lo hacen los ciegos con una cara nueva, palpando. De ver las manitas delicadas de Trini cerrarse sobre aquel pollón me produjo un electrochoc que bajó directo a mi ya humedísimo coño. Pero debía seguir con mi tarea.

Juan, ¡bésala ! ¡Dale las gracias por la paja que te está haciendo !

De vez en cuando me llegaban las risas de las dos cetáceas. Se habían alejado un poco mar adentro pero obvio que no lo suficiente como para que no me diera cuenta de los jueguecitos que estaban haciendo. Luego le pediría a mi Carlitos que me lo explicara todo con pelos –ay, no, que las dos están peladas- y señales.

Le quité el tampón sin que rechistara. Me alegré de ver que apenas estaba manchado de sangre. Lo tomé entre mis dedos. Estaba empapado. Las horas que llevaba la tía fabricando caldito. Le separé las dos partes del panecillo y su rezumante chocho se me abrió satisfecho. Su palpitante vagina exhalaba líquidos lubrificantes que desbordaban de su interior y que en un riachuelo febril se deslizaban hacia su ano. Y un penetrante olor a sexo me inundó las narices.

Tomé una de las manos de Juan y se la llevé hasta el coñito rasurado de Trini :

¡Toca ! ¡Mira como la tienes ! – uno de sus dedos la penetró con la misma facilidad que un cuchillo caliente corta la mantequilla.

¡Jaaaa ! ¡Fuuuaaaa ! – hasta en los jadeos éramos distintas.

¡Dime cómo tiene el coño ! ¡Abreselo ! ¡Métele otro dedo !

¡Iiiiiiii ! – una sirena estridente nació de su garganta al sentir el segundo dedo dentro de ella.

¡Me está quemando los dedos ! ¡Está hirviendo !

¡Otro, Juan ! ¡Quiere otro ! – y fueron dos más, el meñique de regalo.

Trini estaba a punto de explotar. Jadeaba cada vez más ruidosamente y sus tetas, con la respiración alterada y el movimiento fornicador de la mano de Juan en su coño, se balanceaban aparatosamente. Juan seguía follándola con los dedos con la misma aplicación con la que lo hacía con su polla. Y ésta se elevaba como un faro perpendicular a sus muslos.

Me acerqué a su oreja y le dije muy pero que muy bajito, muy pero que muy sensualmente :

¡Mirala Trini ! ¡Mira cómo se le ha puesto ! ¡Mira con qué te va a empalar esta noche !

Trini ladeó la cabeza y sus ojos reflejaron toda la excitación del mundo al contemplar el brazo de carne palpitante que como una cachiporra se levantaba amenazadora ante ella.

¡Meeeeeee Fffffffff vieeeeeeeeneeeeeee ! – se nos estaba corriendo espectacularmente pero peligrosamente. Su boca abierta emitía tales gritos que no me hubiera extrañado nada que hubieramos pasado el resto de la tarde en el cuartelillo si no lo remediábamos de inmediato.

¡Juan, rápido ! ¡Métele tu polla en la boca !

¿Qué ?

¡Rápido, joder ! ¡Haz que se calle !

¡Uff ! ¡Salvados por la campana ! Mejor dicho, por la campanilla ! Juan le había metido la puntita pero ella misma se la metió hasta la garganta y aun así todavía le quedaba media polla al descubierto.

¡Ya está ! Pasó el peligro – les dije – Ya la puedes sacar.

No me hacían caso. Le saqué la mano a Juan. Le brillaba de mil colores. Trini seguía con el chocho abierto, dilatado al máximo y rojo como una amapola. Y su boca seguía engullendo, tragando, chupando. Juan la dejaba hacer, sin moverse, sin cambiar de posición, siempre de rodillas. Trini bajaba la cabeza forzando la penetración al máximo, como una tragadora de sables. Se apartaba, respiraba en convulsas arcadas y se la metía de nuevo hasta el gaznate. ¡Qué pedazo de mamona !

Observaba boquiabierta el show porno playero cuando vi salir del agua a las dos gracias y su gígolo delgaducho. Les hice un gesto para que se acercaran en silencio. Las dos marujillas se tapaban la boca con las manos, mirando con ojos desorbitados lo que aquella chica era capaz de zanparse. Carlos se arrodilló a mi lado y al ver su pene flácido comprendí que los jueguecitos eróticos con las gorditas habían dado resultado.

Trini y Juan, por activa y por pasiva, tenían los ojos cerrados. De repente, los abrieron los dos. A Trini se le quedaron en blanco, con un gesto de sorpresa inaudita al recibir la imponente descarga de esperma en el fondo de su garganta. Los de Juan se abrieron horrorizados ante la potencia callada de su orgasmo. Trini siguió bombeando aquel extraordinario pollón sin que ni una sola gota de lefa se perdiera fuera de su boca.

Juan cayó exhausto. Se estiró sobre la toalla y dejó inconcientemente que Gloria y Vicky siguieran admirando la calidad y la cantidad fálica de aquel fenómeno de feria.

Trini se incorporó con una sonrisa que le iba de oreja a oreja y deglutiendo los restos de leche que se le habían quedado pegados en la lengua, en el paladar y en la garganta, nos miró a todos y nos dijo señalando a Juan que se la miraba con ojos llenos de devoción :

¡Os presento a mi nuevo novio !

Carlos y yo nos miramos y en nuestros ojos se vio grabado : ¡misión cumplida !

CONTINUARA...