La fiesta en el pazo (1ª parte)

Acabo de despertarme, todavía estoy aturdida. ¡No puedo ver! Tengo los ojos vendados, intento sacarme la venda pero me doy cuenta de que estoy inmovilizada. ¿Qué es lo que ocurre? Estoy sentada, probablemente en una silla, atada de pies y manos. Una pierna atada a cada pata de la silla que hace que las mantenga abiertas y las manos atrás del respaldo. Forcejeo para soltarme pero es imposible. Quiero gritar solicitando ayuda pero también estoy amordazada.

Acabo de despertarme, todavía estoy aturdida. ¡No puedo ver! Tengo los ojos vendados, intento sacarme la venda pero me doy cuenta de que estoy inmovilizada. ¿Qué es lo que ocurre? Estoy sentada, probablemente en una silla, atada de pies y manos. Una pierna atada a cada pata de la silla que hace que las mantenga abiertas y las manos atrás del respaldo. Forcejeo para soltarme pero es imposible. Quiero gritar solicitando ayuda pero también estoy amordazada.

¿Dónde estoy? ¿Cómo he llegado hasta ahí? ¿Qué me ha ocurrido?

Lo último que recuerdo es haber asistido a la fiesta de presentación de los nuevos propietarios del pazo. No tenía muchas ganas de ir, pero quizás sería la última oportunidad para volver a entrar en el lugar donde había pasado tanto tiempo siendo niña. Nada más cruzar el portal de entrada y contemplar aquellos maravillosos plátanos de sombra, los robles y los enormes eucaliptos que conducen a la fachada principal del pazo, con su preciosa avenida empedrada, la capilla al margen izquierdo... mi mente volvió años atrás, cuando al salir del colegio me dirigía allí, donde la Señora Emilia me esperaba en la galería con la merienda preparada y una historia nueva que contarme. Pero el sonido de la música me volvió a la realidad, el pazo estaba completamente iluminado, en la balaustrada de la escalinata de piedra habían colocado antorchas, esta daba acceso a la enorme terraza donde había gente charlando, con copas en la mano y allí me dirigí.

Recibiendo a los invitados estaban los nuevos señores del pazo, se presentaron y me dieron la bienvenida. Eran dos hermanos, Carlos y Ramón, altos, los dos morenos, atractivos... Según comentaba la gente del pueblo habían tenido mucho éxito en los negocios. Fui mezclándome con el resto de los invitados, conocidos y gente influyente del pueblo con los que estuve bebiendo y charlando hasta que se acercó uno de los hermanos, ¿cuál era? ¿Carlos?, sí era Carlos, el que había hecho las presentaciones.

Recuerdo que me cogió del brazo, como queriendo alejarme de la multitud para poder hablar conmigo, una corriente eléctrica recorrió mi cuerpo. Tenía algo en su mirada que me ponía nerviosa. ¡Dios! su aroma, su tono de voz, todo era embriagador en él. Estuvimos hablando largo rato, parecía muy interesado en mi persona, yo le seguía la conversación pero tenía algo que me impedía mirarle a los ojos. Me dejó sola cuando fue llamado por su hermano para hacer el discurso oficial de presentación, algo que me molestó porque realmente me sentía atraída por él.

También recuerdo haberme tomado alguna copa de más y salir a pasear por los impresionantes jardines que conocía también y así despejarme un poco, pero a partir de ahí hay un vacío en mi memoria, lo siguiente a eso es despertarme aturdida, con resaca, atada a una silla y amordazada. Por lo menos mi sensual vestido, negro y con escote palabra de honor, sigue pegado a mi cuerpo. Pero, ¿Dónde estoy? ¿quién y por qué me retiene? ¿qué quiere de mi?.

Escucho unos pasos, una puerta que se abre y se cierra, alguien que se aproxima a donde estoy, mi corazón late tan fuerte que parece que va a salirse. Percibo un aroma a perfume masculino que me resulta familiar. ¡Dios mío, es Carlos!. Debemos de estar en algún lugar del pazo, la fiesta debe haber terminado porque no se escucha la música. Forcejeo para intentar desatarme, intento gritar pero no puedo.

Se acerca a mi, acaricia uno de mis brazos desnudos, se acerca a mi oído y me susurra:

  • ¡Tranquila preciosa! No te haremos daño, todo lo contrario, te prometo que te haremos sentir mucho placer, mucho más del que nunca has sentido. Lo único que tendrás que hacer es relajarte, porque quieras o no, esta noche serás nuestra putita particular. Mientras hablaba contigo me dí cuenta de que eras la chica perfecta para poner fin a nuestra fiesta. Una chica atractiva y muy ardiente. Ummm...y el aroma que desprendes dice que eres una gatita muy caliente.

Ha dicho “haremos”, pero ¿cuantos son?. Intento desatarme de nuevo, pero es imposible. Mientras me sigue susurrando y roza con sus labios mi cuello:

  • No te esfuerces, no lo vas a conseguir y lo único que harás es agotarte y de eso ya nos ocuparemos nosotros. Quedarás agotada pero de placer.

Pero que me está pasando, sus palabras lejos de asustarme lo que están consiguiendo es excitarme, empiezo a notar mi humedad.

Vuelvo a escuchar pasos y de nuevo la puerta, entra alguien y cierra con llave. Mi nerviosismo va en aumento, mi respiración agitada, el corazón abatido, tengo miedo, continúo removiéndome intentado soltar las ligaduras que me inmovilizan. ¿Cómo puedo estar asustada y excitada al mismo tiempo?

Carlos vuelve a susurrarme:

  • Tranquila zorra, cuando empecemos contigo serás tu la que nos pidas que no paremos de follarte. Y ahora procura no moverte o tu misma te harás daño.

Escucho el sonido de algo metálico, un sonido como de unas tijeras que se abren y se cierran, algo frío que me acaricia el cuello, mi pecho...las introducen por mi escote, siento el acero frío en mi canalillo, y le dan un corte al vestido para luego rasgarlo, mis pechos quedan liberados y a la vista. Continúan rasgando el vestido y me despojan de el.

Se alejan de mi, ahora no escucho nada, está todo en silencio. No sé por cuanto tiempo me tienen así, a mi me parecen horas. Intento hacer una imagen de como estoy, desnuda con el diminuto tanga de encaje negro que apenas cubre mi coño, mis medias negras sujetas con un liguero del mismo color, los zapatos de tacón de aguja también continúan en mis pies, inmovilizada, con las piernas abiertas y con dos hombres observándome. No puedo verlos, pero sé que están ahí mirándome. Intento soltarme desesperadamente, pero de nuevo mis esfuerzos son en vano. No puedo ver como estoy sujeta pero los amarres son muy resistentes, noto como si fuese cuero o algo semejante.

Me susurran de nuevo al oído, esta vez no he escuchado como se acercaban, se han quitado los zapatos, es Ramón:

  • ¿Preparada para disfrutar?

Niego con la cabeza, intento gritarle que no, que me dejen ir. Pero Carlos me susurra por el otro lado:

  • Si, yo creo que si, pero lo voy a comprobar. Vamos a ver que nos dice tu coñito.

Introduce su mano por debajo de mi tanga, intento resistirme pero no puedo hacer nada, juega con mi clítoris, acaricia los labios, noto que cada vez estoy más mojada.

  • Ramón, ya te dije que iba a ser una gran zorra, ya está chorreando así que disfrutemos de ella.

Saca la mano de mi coño, lleva sus dedos a mi boca y hace que los chupe.

  • ¿Ves como si estás lista putita mía?

Me afloja un poco las manos y me arrastra el culo hasta el borde del asiento . Ramón se coloca detrás de mi y empieza a acariciarme, a apretarme los pechos, a pellizcarme los pezones... Carlos comienza a jugar con el tanga tirando de el con fuerza hacia arriba y hace que se introduzca mi raja, esto me produce dolor, pero es un dolor placentero. Noto como acerca su boca y empieza a lamerme los labios vaginales mientras juega con el tanga sobre el clítoris, noto la humedad caliente de su lengua, mis caderas empiezan a arquearse instintivamente y me da una palmada en todo el coño.

  • No te muevas zorra!

Y continua jugando con su lengua hasta que noto como la introduce y me folla con ella. ¡No puedo más!. Siento como voy a explotar pero se detiene dejándome al borde del orgasmo. Ramón se aleja y vuelve con algo, escucho un sonido familiar, intento identificar que es...¡ es un vibrador!

Se intercambian las posiciones, ahora es Ramón con su juguete el que me estimula el clítoris y al mismo tiempo introduce dos dedos de golpe dentro de mi y comienza a moverlos rítmicamente. ¡Dios, como me está trabajando el coño!, creo que ha encontrado mi punto G, el A, el U.... se da cuenta de que estoy al borde de orgasmo y también se detiene. Carlos me vuelve a hablar pegándose a mi oreja y dándole mordiscos de vez en cuando:

  • Ahora te voy a quitar la mordaza, te vas a portar bien y no vas a gritar o serás castigada. Vas a demostrarme que sabes hacer con esa boquita que tienes y después te la follaré. ¿Has entendido zorra?

Estoy tan caliente que accedería a lo que me pidiesen , quiero catar una polla así que asiento con la cabeza. Me retira la mordaza, acerca su polla a mi cara y empiezo a buscarla con mi lengua, consigo rozarla, pero el juega conmigo, acercándola y alejándola.

  • ¿La quieres zorra? ¿Pues pídemela?
  • ¡Por favor!
  • ¿Por favor qué?
  • ¡Por favor, quiero tu polla!

Me acerca su polla golpeándome la cara con ella, puedo notar que ya está muy erecta. La busco y comienzo a lamer desde el tronco al glande, humedeciéndola, la voy introduciendo en mi boca, cogiéndola con los labios y deslizando la lengua hacia el tronco con movimientos de vaivén suaves, aumentando la presión sobre ella, jugando con el glande rodeándolo con la lengua...

Se me escapan gemidos de placer, placer por tener esa verga en mi boca (que aunque no he tenido ocasión de verla puedo notar que tiene un buen tamaño y grosor) y junto con el trabajo de Ramón en mi coño me lleva al primer orgasmo de la noche o del día, pues no sé que hora es. Placer que me había prometido Carlos y promesa que estaban cumpliendo.

Carlos me saca la venda que llevo en los ojos, tengo la visión algo borrosa, pero le agradezco que lo haya hecho, quiero mirarlo mientras se la chupo. Puedo comprobar que están los dos completamente desnudos y muy bien dotados. Reconozco el lugar donde estamos, es la sala de la galería y todavía es de noche.

Ramón deja el vibrador, se incorpora, me suelta de mis ataduras y también me acerca la polla. Ummm, dos pollas para mi sola. Me arrodillo ante ellos, cojo una en cada mano, voy alternándolas en mi boca, ahora tengo más libertad de movimientos. Les pajeo con la mano, les chupo los testículos, juego con su frenillo, les acaricio y les lamo el escroto, les masajeo el culo...puedo observarlos y compruebo con satisfacción que les está gustando, aunque eso también lo podría deducir por sus gemidos y por sus palabras instándome a seguir.

  • ¡Si zorra, sigue no pares!
  • ¡Umm..nena, así, sigue así!

Y yo continúo, intentando hacerles una buena mamada, los recuerdos que tenía de niña en aquella sala a partir de esa noche serán sustituidos por otros.

Intento retardar sus corridas al máximo, pero cuando, por sus caras y porque empiezo a notar como las venas empiezan a inflarse, veo que son inminentes, les introduzco un dedo en sus culos y preparo mi boca para recibir todo su semen. El primero en correrse es Ramón y a continuación Carlos, llenando mi boca con su lefa.

Me ayudan a incorporarme y nos dirigimos a uno de los sofás que hay en la sala, mientras Ramón me dice:

  • ¡Vamos nena! Que la fiesta acaba de empezar.

(Continuará)