La fiesta

Me invitan a una fiesta y acabo divirtiéndome de una forma que no esperaba.

Esta historia se sitúa antes de la cuarentena, cuando podíamos quedar con los amigos sin obligaciones de mascarillas ni distancias. En el relato se han cambiado nombres por discreción.

Hola, soy M, tengo 27 años y vivo en el sur. Soy una chica alta, morena, ojos castaños y con un cuerpo delgado aunque con mis curvas. Esta historia se sitúa en el primer día de mis vacaciones. Trabajo en el mundo editorial y después de 6 meses de vértigo, al fin podía disfrutar de dos semanas de descanso, que empezaron, cómo no, sin descanso, con una fiesta en una casa que habíamos alquilado unos amigos en el campo.

Llevaba meses sin poder ver mucho a mis amigos. Estaba viajando y trabajando mucho y apenas tenía tiempo libre así que era la excusa perfecta para reunirnos, ponernos al día y claro, cogernos una buena.

Llegué en el coche a la casa sobre las 12 de la mañana. Era un día de primavera y ya se iba notando el calorcito. Llevaba una falda de tubo negra, que marcaba todo mi cuerpo y una camisa de rayas negras y blancas, con algunos botones desabrochados que dejaban el encaje del sujetador levemente. Cuando llegué, ya estaban todos allí, tomando unas cervezas y empezando a encender la barbacoa. Eramos 7 personas, 4 chicos (B, N y J) y 3 chicas (A, C y yo). Nos conocemos desde hace bastantes años y tenemos mucha confianza y algun que otro roce a nuestras espaldas.

Comenzamos las charlas, hablamos de los últimos meses, del trabajo y fue corriendo la cerveza. Para cuando habíamos terminado de comer e íbamos a empezar con las copas, ya estabamos todos bastante achispados. Nos sentamos en una mesa larga y tras servirnos unas copas, decidimos jugar a las cartas. J se sentó a mi derecha y a la izquierda, a la cabeza de la mesa estaba A.

Con el alcohol, la concentración se fue perdiendo y acabamos dejando las cartas encima de la mesa para comenzar pequeñas conversaciones entre grupos más reducidos y ya hablando de temas más personales. A, empezó a contarme cómo su relación con N, con el que llevaba saliendo casi 4 años empezaba a resentirse. De repente, empecé a notar como una mano empezaba a acariciarme el muslo. J comenzó a avanzar con sus manos, acariciandome suavemente, subiéndome poco a poco la falda y acercándose a mis bragas. J y yo éramos grandes amigos. Solo amigos aunque nuestra relación comenzase como algo más.

Nos conocimos en una fiesta haría 5 años. Nos enrollamos borrachísimos en el baño y echamos un polvo desastroso que no queremos ni podemos recordar. Así que habíamos optado por obviar ese encontronazo y ser simplemente amigos, hasta el punto de que casi habíamos olvidado ese pequeño detalle. Hasta la fiesta. En la que me vi con una de mis mejores amigas contándome sus problemas más profundos mientras él se iba apartando la tela de mis bragas para empezar a acariciar lentamente mi coño. La excitación del momento y los meses de sequía me tenían humedeciéndome a un ritmo vertiginoso.

Comenzó a deslizar sus dedos por mis labios mojados, evitando mi clítoris y haciendo que me desesperase cada vez más. Notaba cada vez más calor en las mejillas y había perdido totalemente el hilo de la conversación. J seguia de charla con los chicos, sin inmutarse, como si nada estuviese pasando por debajo de la mesa. De repente, pellizcó mi clitoris y tuve que inspirar profundamente para no gemir allí mismo.

No podía más y me disculpé un segundo con A para ir al baño. Pero antes de que consiguiese cerrar la puerta, J entró y cerró con pestillo. Me sentó sobre el lavabo y comenzó a besarme apasionadamente para después deslizar su lengua por mi cuello, mientras yo me erizaba entera. Entonces me dio la vuelta y me apoyó contra el mueble, en el espejo podía vernos a los dos, totalemnte excitados, jadeando. Puso su mano alrededor de mi cuello y comenzó a estrangularme lentamente. Bajó mis bragas y me metió uno de los dedos en mi ya encharcada vagina. Comenzó a meterlo y sacarlo lentamente. Yo no podía dejar de gemir. Me veía en el espejo totalmente sometida, su mano fuerte, grande y totalmente tatuada abarcaba todo mi cuello mientras metía ya dos dedos en mi vagina. Dos, tres y el ritmo iba aumentando. Con uno de sus dedos, fue deslizandose hacia mi culo, ayudándose de los flujos que salían de mí, fue metiendome un dedo por detrás, poco a poco y sacándolo para torturarme hasta que lo metió del todo y comenzó un mete y saca frenético que no pude aguantar más y exploté en un orgasmo colosal llenando su mano y el suelo con mis flujos.

Me soltó el cuello, subió mis bragas y después de darme un mordisco en el cuello me dijo "nos vemos fuera" y salió del baño, dejándome exhausta e incapaz de disimular con la cara lo que acababa de pasar. Me lavé la cara con agua fría y me recompuse para volver a salir. Cuando salí, A y N no estaban y los demás habían pasado a los sofás del salón donde seguían charlando y bebiendo y habían puesto música.

Aún nos quedaban dos días de fiesta.

To be continued...