La fiesta del cole
Lo que iba a ser una fiesta de fin de curso aburrida, se convierte en mi primera experiencia de amor filial.
Estábamos a mediados de junio, por esas fechas ya no se podía pasear por las calles en las horas centrales del día y yo aprovechaba para terminar los disfraces de la fiesta de fin de curso de mis dos hijos.
Había pasado 1 año desde que me divorcié y no me agradaba la idea de ir al cole. Cada vez que coincidía con gente conocida, no tardaban en preguntarme qué tal me iba, que si estaba bien, que seguro que lo arreglaba con Jorge, sin saber que después de lo ocurrido era la última cosa que se me pasaría por la cabeza.
Entre puntada y puntada seguía con mis pensamientos cuándo sonó el teléfono, era Noa.
- Qué pasa cuñadita, viendo el “Sálvame”, ¿no? Jajaja. Te voy a proponer algo y esta vez no voy a aceptar un no como respuesta.
Noa era la mujer de Alfredo, el hermano de mi ex marido. A pesar de mi separación y posterior divorcio, la relación entre ella y yo seguía siendo la misma. Yo únicamente me dedicaba a mis hijos y ella siempre me insistía en que saliese a tomar algo y conociera nueva gente. La relación con Alfredo sin embargo, se había enfriado mucho desde mi divorcio con su hermano. Él sabía todo lo que había pasado y en el fondo pienso que se sentía culpable por no haber hecho algo más.
- Dime Noa, sorpréndeme...
- Este viernes, después de la fiesta de fin de curso, tu y yo nos vamos a ir a cenar por ahí y a tomar unas copas!
- No puedo, estoy con los niños. (La verdad es que no tenía ninguna gana).
- Eso ya está arreglado. Alfredo se va a quedar con los niños, los llevará a cenar a la hamburguesería y se quedan a dormir en nuestra casa con su primo.
- Es que...
- He dicho que no iba a aceptar un no como respuesta. Vete arreglada a la fiesta porque desde allí nos vamos directas.
No me dejó decir nada más, se despidió y colgó el teléfono.
Llegó el viernes, mis ganas de fiesta no habían aumentado un ápice. Sin embargo, tenía que ir a la fiesta de fin de curso sí o sí y no era capaz de inventar ninguna excusa razonable que pudiera persuadir a Noa. –Bueno, cenamos, me tomo un par de copas y me vuelvo a casa. Pensé.
Eran las 5 de la tarde. Los niños jugaban en su habitación esperando que los llevara al colegio. Yo aproveché ese momento de tranquilidad para llenar la bañera y darme un baño relajante. Pensaba en la ropa que me iba a poner y recordé un vestido blanco fino de gasa que hacía mucho que no me ponía. Últimamente no usaba muchos vestidos y estaba sin depilar, así que cogí una cuchilla y me depilé las piernas. No sé porqué, pero cuando estaba limpiando la cuchilla se me ocurrió depilarme el coñito. A Jorge le gustaba que lo llevase totalmente depilado y creo que esa es una de las razones por las que hacía más de un año que no me lo depilaba de esa manera. Agité el bote de la espuma, hice una pequeña bola y la extendí alrededor de mi coño. Mientras me depilaba tengo que reconocer que me humedecí un poco, recordaba los juegos con Jorge, cuando el cogía la cuchilla y aprovechaba la misma para algo más que depilarme.
Salí de la bañera, me enrosqué en la toalla y me dirigí a mi habitación. Deslicé la puerta del armario y no tardé en localizar el vestido. Abrí el cajón de mi ropa interior y elegí un conjunto de sujetador y tanga blanco para que no se trasparentara con el vestido. Terminé de secarme bien y me vestí. Me maquillé ligeramente y resalté mis labios con un color rojo carmesí. Me miré en el espejo y por primera vez en mucho tiempo, me sentí una mujer atractiva. A pesar de mis 36 años y de haber tenido 2 niños, tengo unas tetas perfectas, no excesivamente grandes, pero suficientes para sostener una buena polla entre ellas, sin embargo, la parte de la que siempre he estado más orgullosa, ha sido de mi culo, redondito y respingón. En multitud de ocasiones he visto de reojo como los hombres se daban la vuelta al verme pasar.
Estaba lista.
- ¡Niños coged vuestros trajes que nos vamos al cole!
El colegio estaba a 10 minutos andando de casa. Llegamos a las 18,45h y la función comenzaba a las 19,00h. Los niños corrieron con sus compañeros y en ese momento me di cuenta de que me había olvidado la cámara en casa.
Se me da bien la fotografía y había quedado con Noa en que yo me encargaría de hacer las fotos de las funciones de mis hijos y el suyo. Así que fui a casa corriendo, cogí la cámara y volví lo antes que pude.
Habían comenzado las funciones de los más pequeños. El aula estaba abarrotada de abuelas y madres dando indicaciones a los niños que actuaban a continuación. Traté de localizar a Noa y Alfredo, pero entre la multitud me resultaba imposible. Busqué una zona en la parte trasera, prácticamente pegada a la pared, desde donde se veía bien el escenario. Miré a derecha e izquierda y en una esquina localicé una pequeña silla, la acerqué a mi sitio con la intención de subirme en ella para tomar alguna foto con mejor perspectiva.
Comenzó la función de mi hijo el menor. Saqué mi cámara y empecé a disparar, de vez en cuando me subía a la silla olvidándome de mi corto vestido blanco. Cuando me di cuenta, miré alrededor y me tranquilicé al ver que no había nadie tras de mí, nadie me había visto, o eso pensaba yo.
Me bajé de la silla y continué con mi sesión de fotos, totalmente centrada en la actuación de mi hijo. Alguien debió pasar tras de mí, porque sin querer rozó mi culo respingón. No le di importancia, pero a los pocos segundos volví a notar que algo rozaba mi culo. - ¿Alguien está aprovechando esta multitud para rozarse contra mí? Pensé. No quería montar el espectáculo, por lo que di un pasito hacia adelante, arrimándome más a la fila de delante. Creí que con eso desistiría, pero estaba equivocada. La persona que estaba tras de mí se pegó completamente a mí, podía notar su paquete en mi culo. No había duda, era un hombre.
El vestido era muy fino y yo notaba como la polla de aquel desconocido iba creciendo y poniéndose cada vez más dura. Intenté volverme, pero suavemente me agarró de la cintura y del brazo y no me dejó. El roce de su mano en mi cintura extrañamente hizo que me relajara. Hacía más de un año que no me tocaba ningún hombre y empecé a fantasear con la situación.
Seguía notando su verga dura contra mi culo. Mientras tanto, la mano que agarraba mi brazo comenzó a deslizar, pasando por mi cadera, rozando mi culo y llegando hasta mi muslo. Poco a poco iba acercándose a la cara interna de mi pierna, yo cada vez estaba más excitada y mis bragas comenzaban a humedecerse. - ¿Sería Miguel Ángel el que me estaba haciendo esto?, en más de una ocasión le había pillado mirándome en el colegio cuando iba a recoger a los niños a la salida. Pero no podía ser, Miguel Ángel era de mi estatura y la persona que tenía detrás era muy alta. ¿Y si fuese Alberto? Pensar en que fuese él me ponía aún más cachonda. Alberto era el sueño erótico de todas las madres del colegio. Hacía triatlones, estaba muy bueno y además tenía unos ojos azules que podían derretir a cualquiera.
La mano comenzó a subir, arrastrando el vestido tras de sí. Yo apuntaba con la cámara al escenario, pero hacía rato que no hacía ninguna foto. El primero de los dedos rozó por el lateral del tanga mis labios mayores, siguiéndole el resto de los dedos de la mano. Pudo comprobar que estaba muy mojada, retiró su mano y escuché como se la lamía, para de inmediato, volver a dónde lo había dejado. Esta vez con uno de los dedos retiró mi tanga, separó los labios del coño y comenzó a masturbarme.
La otra mano agarraba una de mis tetas por fuera del vestido, eran tan finos el vestido y el sujetador, que podía notar perfectamente sus dedos jugando con mi pezón. Estaba en éxtasis y deseaba sentir esas manos sobre mi piel desnuda. Disimuladamente me solté el sujetador y lo guardé en el bolso. Mis pezones estaban tan duros que se podían ver perfectamente a través del vestido. Me daba igual, sólo pensaba en lo que estaba sintiendo después de tanto tiempo. Seguía masturbándome y sobándome las tetas, yo gemía aprovechando los aplausos de la gente que nos rodeaba.
Cuando la gente se callaba, se escuchaba el ruido de sus dedos en mi coño húmedo: chof, chof, chof..
Volvió a retirar sus manos de mi cuerpo por un momento, las metió por debajo de mi vestido y deslizó mi tanga hasta mis pies. Yo me agaché y lo guardé junto al sujetador. Sentí como se bajaba la cremallera del pantalón, sacó su polla, volvió a levantar mi vestido y la arrimó a mi raja. Agarrándola con la mano la deslizaba entre mi raja con la destreza de un experto. Cada vez que arrimaba la punta de su polla a la entrada de mi coño me temblaban las piernas. Yo no podía más y aprovechando su juego, según tenía la punta de la polla en mi coño, me incliné y eché mi culo hacia atrás. Tenía una buena polla, sin embargo, entró hasta el fondo sin ningún problema. Hacía mucho que no sentía una polla dentro de mí. Él, empezó a bombear su polla en mi coño, yo no podía más, tenía que morderme el labio para no gritar. Aceleró sus embestidas, justo terminaba una actuación, la gente aplaudía. – Me corro! Susurré echando mi cabeza hacia atrás. – Siiiiii! Joder! Ufffff! Me corrooo! Aproveché el bullicio para gemir mientras notaba como un inmenso chorro deslizaba por mis piernas.
Él, aminoro el ritmo, pero sin detenerse seguía dándome. Yo le oía acelerar la respiración y no tardó en correrse aprovechando los aplausos de la siguiente canción. En medio del éxtasis ni siquiera me paré a pensar que lo habíamos hecho sin condón. Sacó su polla de mi coño y según lo hacía, noté su leche siguiendo el camino de mi corrida.
- Si quieres terminar lo que hemos empezado, te espero en el baño de chicos. Me dijo al oído.
No sé cómo, aun con las piernas temblando, acabé allí. Estaban todas las puertas abiertas excepto una, me acerqué y toqué con los nudillos. La puerta comenzó a abrirse. Esperaba ver a Alberto, con sus tatuajes en los brazos, pero no, no era él quién me estaba detrás de la puerta. Era Alfredo, mi cuñado.
- ¿Pero qué has hecho Alfredo? Joder, eres mi cuñado, el hermano de Jorge. ¿Y Noa? ¿Cómo puedes hacernos esto?
- Llevo años deseándote en secreto, ya te deseaba cuando empezaste a salir con mi hermano y esta noche, cuando te he visto subida en la silla enseñando parte de tu culo, no pude evitar acercarme a ti y una cosa me llevó a la otra.
- ¡Pero somos familia!
- Sólo soy el hermano de Jorge, realmente no somos nada.
- ¿Y si nos hubiese visto Noa?
- Noa ha salido tarde de trabajar, me ha dicho que te dijera que llegaría al final de la función para iros las dos por ahí.
- Esto no está bien...
Me di la vuelta con intención de abandonar el baño, pero en ese momento Alfredo agarró mi brazo y tiró de él para acercarme a su cuerpo. De nuevo notaba su polla en mi culo. Volvía a estar durísima. Quería gritar, pero ¿Cómo iba a explicar mi presencia en el baño de los chicos? ¿Y si Alfredo dijese a Noa que era yo la que le buscaba? Tenía miedo y me quedé paralizada.
Alfredo se bajó los pantalones y los calzoncillos, detrás de los cuales apareció una polla descomunal. No se parecía nada a la de su hermano. Debía medir unos 25 centímetros, estaba circuncidada, llena de venas y el glande tenía un color rosáceo tirando a rojo, probablemente debido al polvo que acabábamos de echar.
- ¡Te voy a dar lo que te hace falta! ¡Chúpamela!
Y agarrándome del pelo hizo que me arrodillara ante él. Yo cogí su polla y comencé a lamerla, recorriendo con mi lengua toda su extensión. Al llegar a la punta, la introduje en mi boca y empecé a mamarla. Aún podía notar el sabor de nuestros jugos. Él agarraba mi cabeza y trataba de que me la tragara entera, pero era imposible. Apuraba en el fondo de mi garganta hasta que me daban arcadas y me permitía descansar.
Agarrándome por los brazos me levantó del suelo y dándome la vuelta hizo que me apoyara en la taza del baño. Levantó el vestido hasta mi cabeza y bajó mis bragas hasta los tobillos. Volvían a estar húmedas. Cogió su polla con la mano y la arrimó a mi culo con la intención de probar ese nuevo agujero. Sin embargo, a pesar de estar muy húmeda no entraba. Hacía años que no practicaba el sexo anal, porque a Jorge no le gustaba y pensar en semejante polla no ayudaba a relajarme. Alfredo se agachó tras de mí y comenzó a jugar con su lengua. En ese momento me olvidé de Noa y de que era Alfredo, mi cuñado, el que me hacía disfrutar de ese modo. Empecé a gemir. Alfredo se chupó el dedo índice y lo introdujo suavemente, mi ano empezó a dilatarse, con lo que Alfredo no tardó en introducir un segundo dedo y un tercero. Pensó que ya estaba preparada. Sacó sus dedos, me escupió en el culo y volví a notar su polla caliente en la entrada del culo.
- ¡Ahora sí puta!
Noté como su glande iba abriéndose camino por las paredes de mi culo. Sentía una mezcla de dolor y placer incontrolable. Alfredo comenzó a darme suave para ir acelerando poco a poco. A los pocos segundos ya no pensaba en el dolor. Los huevos de mi cuñado golpeaban mi coño, me la debía estar metiendo hasta el fondo y yo sólo podía gritar del gusto que sentía.
- ¡Sigue! ¡Dame más! ¡Quiero sentir tu polla en lo más profundo de mí! Le grité.
Eso hizo que Alfredo acelerase aún más el ritmo, le escuchaba jadear y empezó a golpear mis nalgas con la palma de la mano. El eco de las palmadas en mi culo resonando en el baño, los huevos golpeando mi coño y las tremendas embestidas hicieron que me volviera a correr. Nunca había sentido nada igual, no paraba de salir líquido de mi interior, parecía que me estuviese meando, pero era la sensación más placentera que había sentido jamás.
Él seguía penetrándome con toda su fuerza entre insultos, cuando estaba a punto, sacó su polla, me agarró la cabeza y se corrió en mi boca.
- ¡Trágatelo! Me dijo.
Mirándole a los ojos, arrodillada ante él tragué su semen.
Alfredo miro su reloj, eran las 20,45h y la fiesta estaría a punto de finalizar. Nos vestimos rápidamente me besó en los labios y cada uno por su lado volvimos al aula.
No habían pasado 5 minutos, cuando apareció Noa.
- ¿Qué haces tan atrás? ¿No has visto a Alfredo?
- No, he llegado tarde y entre tanta gente.. (dije con voz temblorosa).
- Espero que hayas hecho un montón de fotos para ver la actuación de mi hijo, si no a ver cómo le explico que un año más me he perdido su función.
- Sí, ya te las enseñaré. (Realmente no tenía ninguna foto de su hijo, ni de mi hijo el mayor, pero ya me inventaría algo).
- Por cierto ¿Piensas darle una alegría esta noche a tu coñito después de tanto tiempo? Porque vaya como te has vestido para nuestra noche de chicas.
Mientras terminaba la frase, me dio una palmadita en el culo. En ese momento me percaté de que con las prisas se me había olvidado ponerme las bragas. Al sentir su mano sobre mi culo, todavía dolorido por los cachetes de Alfredo, un escalofrío recorrió mi cuerpo. Mis pezones reaccionaron volviéndose a poner duros. Noa los miró y me sonrió. Yo agaché la mirada.
- Vámonos de fiesta! Me dijo.
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