La fiesta de trabajo (versión Felipe)

Un joven logra seducir a su jefa y varias de sus compañeras de oficina.

La fiesta de trabajo (versión Felipe)

Poco después de terminar el Colegio, tuve que empezar a trabajar. A mis 21 años, entré a trabajar en una empresa importante en el centro de la ciudad, como encargado de repartir la correspondencia interna y externa.

No me considero un adonis, pero la verdad es que no tengo dificultades con las mujeres, en parte tal vez a que en el Colegio siempre me destaqué en los deportes

Desde que entré a aquella empresa me fijé mucho en la gerente: Alicia.  Es una mujer de clase alta especular.  Rubia, con unas tetas muy bien proporcionadas y un culo respingon.  Tiene unos 35 años, acostumbra vestir muy bien con trajes de sastre, y unas faldas ceñidas al cuerpo.

Aunque es casada, desde un principio me fijé mucho en ella, y traté de que ella se fijara en mi, esmerándome por cada cosa que me encargaba. Ello no funcionaba, y para ella yo solo era el muchacho de la correspondencia.

En cambio, las cosas con otras mujeres de la oficina empezaron a ir de maravilla.  Empecé a congeniar con Martha, la secretaria de Alicia, que aunque casada y con un hijo, era muy alegre y parrandona.  Tiene unos 28 años. Un día la invite a bailar a una discoteca, y aunque dudo al principio, finalmente accedió.  Esa noche, en los baños de la Disco, de una manera salvaje y clandestina, Martha fue mía.  Para mí, la relación con Martha era mi forma de aproximarme a Alicia.  Desde un principio le preguntaba a ella mucho sobre Alicia, me gustaba fantasear que me cogia a Alicia mientras estaba con Martha.   Follabamos ocasionalmente, pero con gran intensidad.  Y en el trabajo aprovechaba para manosearla; en los baños, en el parqueadero, o en su escritorio.  Ella, que además de ser secretaría tenía cierta amistad con Alicia, me siguió el juego, y le contaba a Alicia nuestros encuentros furtivos, y luego me contaba como Alicia se interesaba cada día más en nuestras sesiones de sexo.

Mientras que Alicia sentía cierto morbo por las historias de Martha y yo, empecé otra aventura con Daniela, que era una de las chicas de contabilidad.  Daniela tendrá unos 30 años, y estaba recién casada cuando tuvo que encargarse de la jefatura de su departamento. Acostumbraba usar minifaldas; pero lo que siempre me tenía cachondo era ese pedazo de culo que tiene.  El trabajo que recibió era enorme pues el antiguo jefe era descuidado.  Cierta noche ella tuvo que quedarse hasta tarde trabajando y yo aproveché para quedarme también. Cuando estábamos solos aproveche para llevarle una cerveza y hacerle la charla. Luego de un rato terminamos hablando de sexo y de cómo su esposo la satisfacía sexualmente.  Aunque ella insistía en ser muy feliz, la charla se tornaba cada vez más caliente. Yo le hablaba de que me gustaba  mucho dar sexo oral (Cunnilingus). Sabía que Daniela estaba excitada porque veía sus pezones a punto de salir de aquella hermosa blusa blanca y por la expresión de su rostro.  De repente me dijo que debía ir al baño. Yo la seguí sigilosamente y justo cuando ella se disponía a entrar, apresuré el paso y le dí un empujon adentro.  Antes de que ella saliera de su asombro la besé apasionadamente y acaricié sus tetas; luego baje mis manos y con destreza toqué su clítoris por debajo de su falda, y comprobé que estaba muy mojada.  Lleno de excitación bajé de una jalón su minifalda y rompí sus panties, me agaché y besé y lamí su clítoris (como inconscientemente se lo había prometido).  Me sorprendió cuando un par de segundos después tuvo un fenomenal orgasmo. Entonces, me reincorporé y con fuerza la gire contra la puerta, baje mis pantalones y la penetré.  Luego de bombear un rato ella tuvo un nuevo orgasmo. Conservo de aquella noche sus panties desgarrados.

A pesar de que Daniela mostró remordimiento los días siguientes, nos volvimos amantes habituales, siendo los moteles a la hora del almuerzo,  nuestro lugar y horas favoritos.

Alicia mientras tanto se mostraba molesta conmigo.  Me ponía más trabajo.  Me exigía más. Y muchas veces so pretexto de hacerme llamados de atención me reunía en su oficina a insultarme diciéndome que no cumplía los horarios y no mostraba dedicación al trabajo.  Martha, sin embargo, me contaba que Alicia seguía ávida de historias sexuales, lo cual me reconfortaba.  Sabiendo que la molestia de Alicia para conmigo era su forma de expresar su atracción, decidí contarle a Martha mis aventuras con Daniela, y pedirle que se las contará a Alicia, aprovechando que ese fin de semana ellas trabajarían en la casa de Alicia.   ¿Qué te dijo? –le pregunte el lunes-.  Ni te imaginas –me respondió, y añadió:  “la historia sobre tu encuentro con Daniela en el baño de la oficina la puso tan caliente que al rato me pidió que me fuera, dizque para poder descansar con su esposo el resto de la tarde.  Salí de su casa pensando en si la historia le habría molestado, y luego caí en cuenta que había olvidado unos papeles.  Regresé a la casa, y antes de timbrar pude observar como Alicia besaba apasionadamente a su esposo y luego hicieron el amor allí mismo en la sala. Apostaría que quedó tan cachonda que tan pronto salí se abalanzó sobre su esposo”.

Mis planes parecieron irse al traste cuando Martha me contó que Alicia había quedado embarazada. “parece que tu idea te excitar a Alicia con tus faenas sexuales solo sirvió de afrodisíaco. Mala suerte nene”.  Pero para mi el afrodisíaco ya no solo era pensar en las curvas de Alicia, sino en cogerme a una mujer embarazada.

Hacia fines de ese año, cuando ya una barriga incipiente empezaba a notársele a Alicia; ella se encargó de organizar la fiesta de navidad, que en esta ocasión se organizó en la mansión de uno de los accionistas de la empresa; fiesta a la que acostumbraban ir los empleados con sus conyuges o novios. No tenía mayores expectativas de la fiesta, salvo tal vez la fantasía de aprovechar las caballerizas de aquella casa para darle una buena cogida a Daniela.  Me causaba cierto morbo pensar que el esposo de ella estaría por ahí rondandonos.

El día de la fiesta, sin embargo, fue Alicia la que me puso cachondo tan pronto la ví.  Tenía una falda no muy larga ni muy corta pero ajustada, lo cual delineaba su precioso culo, la blusa que tenía le quedaba apretada pues por su embarazo sus tetas habían crecido y se veían paradas y redondas.  Había llegado con su esposo, quien le ayudaba con algunos papeles, pero al rato ella y los dueños de la empresa se dirigieron a la sala de reuniones. Me decepcione un poco de al menos no poder verla más y decidí ir a ver las caballerizas de esa mansión.

Al rato apareció Alicia, quién me dijo “con que aquí estabas.  Llevo un buen rato buscándote.  Necesito que alguien vaya a mi casa por unos papeles que tal vez olvidé. Usted nunca esta cuando se le necesita.  Vaya pensando en buscar trabajo el año entrante”.  Fue tal mi rabia que solo atine a decirle “¿Cuál es su problema conmigo? Usted lo que necesita es un hombre que le baje esa calentura”.  A lo cual ella inmediatamente me pegó una cachetada.  Yo, sin dudarlo, la tomé con fuerza y empecé a besarla. En un principio ofrecía resistencia, pero la verdad es que ni siquiera trató de gritar.  Era mi sueño finalmente hecho realidad. La besaba desaforadamente por su cuello, boca y orejas.  Mis brazos recorrían su cuerpo y se posaban en sus tetas.   Desabroche su blusa y tuve ante mis ojos esa visión maravillosa de sus tetas enormes y bien formadas.  Me dedique por un rato a lamer sus pezones sin cesar.  Elle esporádicamente decía “detente, esto no esta bien”.  “no seré otro de tus juguetes”.  Pero sus dudas fueron rápidamente cediendo.

Luego la llevé hacia una mesa de madera que estaba allí en ese establo. Ella se sentó en la mesa y yo le quite sus bragas.  Y luego como un poseso me dedique a lamer sus partes intimas, mientras con mis brazos trataba de alcanzar sus senos.  Su respiración se agitó, daba unos gemidos silenciosos que por momentos me parecían tiernos.  “oh Dios que me haces” me decía varías veces.  Mientras seguía concentrado en su coño, ella empezó a temblar y mover su cuerpo, mientras me decía “que rico, sigue así”. Luego tuvo su primer orgasmo. “me corro, que rico”, decía con una voz suave.

Entonces, le pedí que bajara de la mesa, me coloque detrás de ella y mientras se apoyaba en la mesa saqué mi pene y empecé a penetrarla. “te gusta así putica?” le increpe.  “me encanta. Sigue así. Dale más”. Me susurró al oído.   Mis brazos recorrían su cuerpo y me excitaba acariciar su pancita. “que buena estás” le dije.  “no hay mujer que coja mejora que la embarazada ... por otro”. “No te detengas, párteme” me dijo al oído.  Luego extendí mi mano hacía su boca y ella empezó a chupar uno de mis dedos con tal lascividad que mi éxtasis llegaba al limite. En ese momento ella tuvo su segundo orgasmo y por primera vez, como olvidando que la pudiesen escuchar gritó y gimió, “ooh, dame más de tu verga...” “que rico”.

Yo quería que aquello no acabara.  Quería detener el tiempo.  Seguí bombeando un rato más.  “no te detengas.  No tengo apuro. Que rico.  Sigue así”.  Me susurraba.  Así sentí que me venía.  Empuje con todas mis fuerzas y me abalancé  sobre ella.  Creo que tuve la eyaculación más grande de mi vida.  Duramos así unos segundos.

Me agache a recoger sus panties y cuando me los llevaba al bolsillo ella me lo arrebato. “Me has dejado mucha leche y los necesito”.  Luego se arregló la falda y mientras salía de ese establo se iba arreglando y perfumando.

Yo me quede pensando que había tenido el mejor año de mi vida.