La fiesta de George.

María es llevada a límites extremos por el diplomático, todo ello a cambio de firmar una importante operación inmobiliaria de la que ella sacará una buena comisión.

Por fin llegó el ansiado y temido para María día de la fiesta de George, recibió en su casa un paquete con las prendas que debería ponerse, encima, para el desplazamiento, estaba autorizada a usar algo ligero para no provocar un escándalo público.

El contenido del paquete era, al menos, sorprendente, unos zapatos negros de tacón altísimo, un sujetador que dejaba casi todo al aire, un tanga con abertura y una cinta negra de terciopelo, también una nota donde se le indicaba la hora de recogida en la puerta de su casa y se le exigía puntualidad.

A la hora en punto estaba en la puerta de su bloque con esas prendas, por llamarlo de alguna forma, y un vestido veraniego con botonadura delantera, en cuanto bajó, el conductor de un lujoso Mercedes negro la invitó a entrar en la parte trasera y se puso en marcha.

De camino hacia la mansión donde se celebraría la fiesta, el conductor procedió a dar instrucciones a María: “en cuanto lleguemos te quitas el vestido, lo dejas en el coche y vas vestida como te han ordenado hacia la puerta de la casa, donde te arrodillarás y esperarás la llegada de los invitados, cuando éstos vayan llegando, les chuparás la polla a los hombres y el coño a las mujeres, el tiempo que quieras, pero después, con los ojos vendados, deberás reconocerlos por su sabor, caso contrario, tendrás un castigo”.

Al terminar de entrar los invitados, cinco parejas y George, que ya habían recibido las atenciones orales de María, a ella la hicieron pasar a un salón donde le ordenaron que fuera a la cocina y sirviera copas y canapés, mientras servía, los invitados pellizcaban su trasero, le mordían los pechos y le cogían los muslos, uno de los hombres la atacó por la espalda, mientras ella intentaba mantener en equilibrio una bandeja con copas de vino y comenzó a lamer su cuello, mientras George le decía “si dejas caer algo tendrás un severo castigo, si derramas algo, deberás lamerlo del suelo, si manchas a alguien, serás su esclava una semana”, lo que aumentó el pánico y nerviosismo de María, de pronto, el hombre le dio un fuerte mordisco en la unión entre cuello y hombro, volcándose una copa, entonces, George le dijo “Pon la bandeja en el suelo y la limpias con la lengua”, lo que tuvo que hacer poniéndose a cuatro patas mientras una mujer se puso a lamer su ano y dos hombres golpearon fuertemente sus nalgas.

Tras este castigo, continuó sirviendo, esta vez con más cuidado, hasta que, de pronto, George la llamó y le ordenó que se pusiera de rodillas en el centro del salón, tras ello le ataron las manos a la espalda y le vendaron los ojos y escuchó lo siguiente: “Ahora, el momento culminante de la fiesta, la esclava deberá identificar a los asistentes por el sabor de sus coños y pollas, cada vez que se equivoque será castigada”, también oyó cómo se movían muebles.

Empezó el desfile, los tres primeros, dos hombres y una mujer, consiguió acertarlos, basándose más en las formas de los penes y el suave vello que mantenía la mujer en su pubis, no totalmente depilado.

El cuarto asistente, una mujer totalmente depilada, falló, los dos siguientes acertó, aunque no tuvo mucho mérito uno de ellos ya que ninguno tenía el miembro del tamaño de George, los séptimo y octavo, dos hombres, acertó y falló con los dos siguientes, un hombre y una mujer, los dos restantes, no tuvo problemas y acertó.

“Ahora, la puta sumisa recibirá sus castigos por los errores cometidos”, anunció el anfitrión.

La soltaron, le ordenaron que se pusiera en  pie y colocara las manos tras la nuca.

Debería recibir castigos de dos mujeres y un hombre, la primera mujer, que resultó ser la que anteriormente había lamido su ano, le vendó nuevamente los ojos y le ordenó que se mantuviera en la misma posición, comenzando a lamer los pechos de María y, cuando le estaba comenzando el placer, le mordió fuertemente un pezón haciéndola dar un grito, después, cogiéndola por la melena, empezó un suave beso que se convirtió pronto en un apasionado beso con lengua mientras acariciaba su clítoris, pero, una vez más, cuando comenzaba el placer un fuerte tirón de pelo hizo gemir de dolor a María, la mano de la mujer volvió a acariciar el clítoris de María y fue introduciendo uno, dos y hasta tres dedos en el interior de su coño llevándola nuevamente al borde del orgasmo, en ese momento, María notó un fortísimo fustazo en las nalgas, la mujer extrajo los dedos de su interior y comenzó a golpearla con una fusta en pechos, muslos y nalgas hasta que la piel adquirió un tono rojizo oscuro, entonces le ordenó que le comiera el coño, para lo que cuatro manos la ayudaron a ponerse de rodillas, mientras, simultáneamente, la mujer se acariciaba el clítoris, María seguía sin ver nada pero, en un momento dado, recibió como un cubo de agua por encima mientras la mujer aullaba de placer, había llegado al squirting.

Empapada como estaba, sobre todo cara y pelo, y sin dejarla lavarse, el hombre se agachó y comenzó a acariciar a María, que seguía de rodillas, comenzando por su cuello, del que lamió los restos que lo humedecían, sus pechos, también mojados,  y a acariciar su vulva de forma muy suave, María pensó que el castigo no sería muy duro ya que estaba sintiendo bastante placer, por lo que solicitó permiso para ir a orinar, permiso que le fue denegado y le ordenó que continuara donde estaba mientras alguien le acercó un recipiente de plástico que pusieron debajo de su coño y recibió la orden de hacerlo allí, la sensación no pudo ser más humillante pero lo fue, le dieron una botella de medio litro de agua mineral que le ordenaron bebiera entera antes de comenzar a orinar y el desconocido le dijo que abriera la boca, mientras orinaba le follo violentamente la garganta ante las miradas del resto de los asistentes.

Después, le ordenó que se pusiera de pie y se apoyara en una mesa con las piernas bien abiertas, unas manos que no eran las de aquel hombre sino femeninas, le abrieron las nalgas y fue sodomizada brutalmente llegando ella a un violento orgasmo cuando comenzaron las contradicciones que indicaban la inminente eyaculación del hombre, la cual fue acelerada por el orgasmo de María rebosando su ano y manchando de semen sus esculturales muslos y la parte superior de sus medias.

Sólo le quedaba un castigo…

La mujer que tenía por último el derecho a castigarla se puso ante ella y la abofeteó diciendo “Eso por confundirme con una zorra” ante las risas del resto de los asistentes a la fiesta, después le ordenó que se tumbara con brazos y piernas en cruz sobre una mesa y la ataron fuertemente, de nuevo le vendaron los ojos.

Enseguida María sintió unos dedos hundirse en su interior y comenzar a buscar su punto G, mientras la torturadora le decía “si te corres sin mi permiso te vas a arrepentir toda tu vida, pedazo de puta”, aquella mujer sabía lo que hacía y muy pronto María sentía un placer como jamás lo había sentido en su vida y, a la vez, un sudor frío ante la perspectiva de llegar a correrse, la mujer seguía acariciando su interior con dos dedos y golpeaba con uno de ellos muy suavemente su zona más placentera, el placer aumentaba por momentos y amenazaba con estallar en un brutal orgasmo, con el consiguiente peligro de un severo castigo.

Pronto dos bocas comenzaron a lamer y succionar sus pezones aumentando las sensaciones, María estaba comenzando a estremecerse de placer incluso haciéndose daño en muñecas y tobillos con las ligaduras pero el enorme placer que sentía superaba con mucho a las molestias que sufría.

María estaba nerviosa, muerta de placer, sintiendo llegar el orgasmo y, a la vez, temiendo la posibilidad de que no la autorizaran a correrse.

Por fin dijo “Señora, me puedo correr”, recibiendo a cambio, como respuesta, un fuerte fustazo sobre el muslo derecho, era evidente que lo había dado un hombre, que bajo sus sensaciones placenteras, se notaba que aquel grupo no era la primera vez que hacía aquello con alguien porque estaban perfectamente coordinados y, aunque María no veía, tampoco escuchaba que se pusieran de acuerdo entre ellos.

La mujer extrajo muy suavemente sus dedos del interior de la vagina y comenzó a acariciar con su lengua la vulva, llegando lentamente al clítoris que empezó a lamer con movimientos giratorios de la lengua, a la vez, simultáneamente, las bocas que acariciaban sus pezones se habían ido alternando, al parecer, estaba siendo probada por todos los asistentes a la fiesta.

María, una vez más, estaba a punto de correrse, tanto que su clítoris se hinchó al máximo y comenzaron unas contracciones en la vulva, ella no esperaba que le fueran a morder el clítoris como hizo la persona que lo lamía, ya ni siquiera sabía quién era…

El súbito arrebato de dolor cortó de raíz el inicio del orgasmo, a la vez comenzó a recibir fustazos dados, al menos, con dos látigos, sobre sus muslos y pechos así como algunos en la zona del pubis, ella empezó a gemir y, de pronto, se suspendieron y comenzaron de nuevo las caricias en su dolorida zona íntima, la castigadora alternaba de forma brutal el placer y el dolor pretendiendo llevarla al paroxismo y provocar su éxtasis, punto que María intentaba evitar porque sabía que la próxima vez difícilmente podría evitar el orgasmo.

De pronto, una boca se apoderó de la suya, dos bocas de sus pezones y una nueva boca de su vulva, al parecer todas las mujeres invitadas se esmeraban en proporcionarle placer y no pudo mas…., estalló de forma que casi perdió la conciencia, sufriendo un leve mareo.

Las ganas de orinar que estaba aguantando eran ya, después del brutal orgasmo, insoportables, por lo que, una vez la soltaron y se recuperó lo suficiente, pidió permiso para ir al baño, siendo acompañada por todos los asistentes que la obligaron a hacerlo delante de ellos para aumentar su humillación, en el momento de, por fin, comenzar sintió para su vergüenza, un nuevo orgasmo que fue recibido entre risas y aplausos por los invitados.

Una vez terminó, cuando se iba a limpiar, la sujetaron por los brazos entre dos hombres impidiéndoselo y poniéndola en pie, mientras que un tercero se arrodilló y le limpió la vagina con su lengua.

De vuelta al salón, la Ama que la había castigado en último lugar pidió silencio y dijo “se corrió dos veces sin permiso, tengo que castigarla por ello”.

María pasó a estar al borde del ataque de nervios, no sabía que nueva salvajada le estaría destinada, pero lo supo pronto, la obligaron a inclinarse sobre la mesa y, nuevamente, fue atada de pies y manos, sus piernas atadas muy abiertas, con las bonitas medias y los espectaculares tacones, eran un auténtico espectáculo.

La Ama pronunció por fin la sentencia: “será sodomizada por todos los hombres y orinada por todas las mujeres, que empiecen los hombres de menor a mayor polla, que tampoco hay que destrozarla”.

El que menos dotación tenía, como mínimo, se podía afirmar que estaba bien dotado…, el que más George, era monstruoso.

Dos pares de manos femeninas abrieron sus nalgas y una mujer comenzó a lamer su ano introduciendo su lengua hasta el fondo, después, le metió un dedo, luego dos, moviéndolos lentamente para abrir su esfínter anal, pronto entró el tercero y después el cuarto…

Cuando ya María, superadas las primeras molestias, comenzaba a sentir un cierto placer, salieron los dedos y entró el primer pene comenzando un movimiento suave de vaivén, se notaba que su propietario estaba muy excitado por lo visto anteriormente y, pronto, comenzó a palpitar eyaculando largamente en los intestinos de María, apenas terminó de correrse, fue sustituido por un segundo hombre, que la penetró de forma violenta mientras le daba fuertes manotazos en las nalgas, María se sentía como un mero objeto de placer pero a la vez esa sensación la llevaba nuevamente al borde del orgasmo, que esta vez no le habían prohibido, había perdido la cuenta de cuántos llevaba ya.

Cuando el segundo se corrió, mientras el semen de los dos primeros caía entre sus nalgas y piernas, entró el tercero, sensiblemente mayor que los dos anteriores.

Cuando por fin eyaculó, vinieron el cuarto y el quinto, cuyos tamaños ya se podían considerar como considerables, María se sentía como un mero receptáculo de semen pero a la vez la sensación de estar sometida y sentirse usada la excitaba enormemente y con el quinto volvió a llegar al orgasmo, la sensación de mareo era fuerte y no se había caído porque estaba atada.

Cuando ya habían terminado los cinco primeros llego George…

Afortunadamente las penetraciones y corridas anteriores habían dilatado y lubricado el ano de María por lo que no costó tanto que entrara pero, a pesar de todo, no pudo evitar un grito ante la escasa delicadeza de la penetración, el primer empujón metió todo el glande, George paró un poco y, cuando notó su glande bien aprisionado por el esfínter, continuó hacia dentro, a la vez, ella notó una lengua seguramente femenina que acariciaba su vulva penetrándola todo lo que la posición agachada de su propietaria permitía.

Mientras George continuaba la penetración, María, que conocía su aguante, notaba su trasero cada vez más dilatado y escuchaba un pequeño chapoteo por la cantidad de semen que ya se había vaciado en su interior de los cinco anteriores penetradores, esta vez, la sensación de placer de la lengua que la acariciaba mitigaba las molestias y el escozor pero no llegaban a excitarla del todo.

George la tenía bien cogida por las caderas y continuaba la agresión a su trasero, prolongándose la penetración casi diez minutos, inesperadamente María se sintió inundada por la eyaculación, aparentemente George solo había soltado más semen que los cinco penetradores anteriores, había sido brutal, entonces ordenó “Ludmila, limpiala” y una chica eslava de espectaculares piernas se arrodilló ante él y tuvo que lamer todo su pene ya que no entraba en su pequeña boca.

Cuando el diplomático se sintió satisfecho se escuchó la voz de Roberto: “bueno George, ¿vas a firmar?”, a lo que éste contestó que por supuesto, que trajera la documentación, cuando Roberto se la presentó, George se apoyó sobre la espalda de María y la firmó devolviéndosela junto con un cheque bancario.

Entonces, los demás procedieron a soltar a María y la pusieron boca arriba en el suelo, el comprador le ordenó que no se moviera y las cinco mujeres pasaron de una en una orinando largamente sobre la víctima.

Cuando terminaron George preguntó a Roberto si quería usarla pero éste contestó que estaba demasiado sucia y él tenía tiempo, dos de las mujeres cogieron a María, la ayudaron a levantarse y la acompañaron a un lujoso baño con una gran ducha, allí se desnudaron, la metieron bajo el agua y la lavaron a conciencia aprovechando para acariciarse entre ellas y a María, jugueteando con el gel hasta que ambas llegaron al orgasmo.

Después secaron a María, que fue llevada ante Roberto, que le ordenó que, vestida únicamente con la prenda ligera que traía y los tacones fuera hacia el coche pero sin cerrarse el abrigo.

Así llegó hasta su casa.

Su marido estaba sentado en el sofá con el ordenador encendido, tenía el Skype abierto y se veía el salón donde María había sido sometida, lo había visto todo, él le dijo “bueno perra, descansa que mañana me toca a mi someterte”.