La Fiesta de Fin de Año
Historia de erotismo y sexo prohibido durante la fiesta de fin de año de la empresa entre dos compañeros de trabajo.
Era de noche y estaba preparándome para asistir a la fiesta de fin de año de la empresa. Lo único que deseaba era que no estuvieras, no tener que verte, que no puedas darte cuenta cuánto deseaba estar contigo. Sabía perfectamente que no podíamos, que ambos teníamos nuestras historias, que trabajábamos juntos...
Llegué a la fiesta un poco tarde, me puse a charlar con otra gente y muy pronto te vi, animado como siempre, saludando a toda la gente a tu paso. Traté de distraerme y socializar pero no podía sacarte de mi mente.
Fui directamente a la cocina a traer algunas bebidas para quitarte de mi cabeza por un rato y como si nada, apareciste de improviso con tu amplia sonrisa preguntando como estaba. ¿Como estaba? Deseándote, pensando en ti, pensando en que me hagas tuya esa misma noche en esa cocina. Pero eso no podía decírtelo, así que solo respondí que estaba bien con una fingida sonrisa y te observé, en ese traje que te sentaba tan perfectamente y que tantas veces había soñado quitarte. Luego me di vuelta para dar por terminada la conversación y preparar las bebidas para llevar a la mesa, asumiendo que al no prestarte más atención te irías. Un par de segundos después sentí el roce de tus fuertes manos sobre mis hombros y la distancia cada vez mas pequeña entre nuestros cuerpos, pude sentir tu respiración en mi nuca, pero no me animé a voltearme porque aún no estaba segura de lo que estaba pasando. En esto me diste vuelta y me besaste suavemente, como esperando una confirmación de mi parte, correspondí con un beso apasionado, buscando nuestras lenguas y acercando nuestros cuerpos para poder sentirte contra mí. Innumerables sensaciones invadían mi cuerpo, el sabor de tus labios tan anhelados, el roce de tu sexo contra el mío, tus tímidas manos animándose de a poco a recorrer mi cuerpo, el temor de que en cualquier momento alguien podría entrar y descubrirnos. Me senté en la mesada de esa cocina para poder sentirte aún mas, los besos se volvieron de fuego, nuestros sexos ardían de deseo, la respiración se entrecortaba y el corazón parecía querer salirse de mi pecho. Tus manos empezaron a recorrer mis pechos y mis piernas por debajo del vestido y yo ya no podía más, quería sentirte dentro de mí y sabía que tu también lo deseabas tanto como yo. Me susurraste que nos vayamos de esa fiesta, y ya ni recordaba que estábamos ahí solo podía pensar en hacerte mío.
Me arreglé un poco y salí primero a buscar un taxi para que nuestros compañeros no sospecharan, un par de cuadras después te buscamos y subiste al auto indicándole al conductor que íbamos para tu departamento. Ni bien subiste comencé de forma instintiva a besarte apasionadamente, en un primer momento dudaste por el taxista, pero finalmente te rendiste. Tus manos inquietas seguían descubriendo mi cuerpo por debajo del vestido, me subí sobre ti, mis piernas se abrazaron a tu cintura para tenerte aún más cerca y sentir toda la magnitud de tu deseo, al taxista pareció no importarle. Te dije al oído que quería que me hicieras tuya en ese mismo instante, tu jadeante suspiro me dio a entender que también lo querías. Te ayudé a desabrochar tu abultado pantalón y dejar libre tu erguido miembro, corriste mi tanguita húmeda y finalmente me penetraste. No pude evitar soltar un ahogado gemido al sentirte dentro de mí, pareció sobresaltar por un instante al conductor que luego pretendió seguir pendiente del camino. Te estaba disfrutando tanto, me mordía los labios para no gemir ni gritar de placer. Los diestros movimientos de tu cadera me estaban volviendo loca, cada embestida me hacia temblar y no sabía cuanto más podría aguantar, cada vez acelerabas más y más fuerte presagiando el anhelado final. Finalmente me rendí y me dejé llevar por el placer aferrándome a tus hombros en un incontenible gemido. Sintiendo llegar tu orgasmo quería que acabaras dentro de mi y te pedí que me llenes toda con tu leche, mis palabras parecieron volverte loco, ya no podías más y te dejaste llevar explotando en un suspiro y dejando toda la tibieza de tu néctar en mis entrañas.
Un poco después llegamos a tu departamento, y durante esa larga y ardiente noche lo hicimos en la cama, en la alfombra, en la cocina...quería aprovechar cada momento de esa noche y de ti hasta dejarte exhausto, como si no existiera mañana. Dormimos un rato, nos duchamos y en la mañana tuvimos que separarnos e ir cada uno por su cuenta al trabajo, pretendiendo que nada había pasado cuando aún podía sentir el calor de tu cuerpo junto al mío...