La fiesta de Alicia (4)

Y sigue...Tal vez termine hoy...o no?

Mi incipiente erección era notoria. Natalia reparó en ella tomándola entre su mano diciéndome: Hoy te la para La Beba, ¿Tu verga se acordará de mi? – Al menos se acuerda de tu culo o ¿No lo disfrutaste? "No mucho" y seguía frotando. La Beba nos interrumpió para recordarnos su presencia. Unió su mano a la de Natalia frotando mi verga y comenzó a besar lujuriosamente a mi veterana amiga. El espectáculo era maravilloso. Tanto que mi polla alcanzó una dureza poco imaginable tras la velada. Natalia nos separó y compuso: ¿Qué tal si vamos a sentarnos en el sofá del balcón? Estoy bastante acalorada. Deslicé mis dedos entre sus labios vaginales y su lubricidad me convenció.

Mientras caminábamos abrazados los tres, me detuve a observar la escena.

Enrique era cabalgado por Débora cuyas nalgas rebotando sobre las piernas de mi amigo era algo súper excitante. A su lado, de rodillas estaban: Sandra mamando la verga de Javier y el coño y culo de Claudia siendo chupado por Marcel.

En la cocina Dafne, Alicia, Anaïs, Camilo y Vinicio comían y conversaban de lo más entretenidos.

Llegamos al sofá. El brillo del sol ya no era tan intenso pero la luz que bañaba los cuerpos desnudos de La Beba y de Natalia, sobre todo en sus tetas, enmarcaba maravillosamente la escena.

Yo me senté de inmediato. Mis dos amigas se recostaron sobre la barda del balcón dándome la espalda y mostrando sus culos en todo su esplendor. Natalia hizo el primer movimiento, se inclinó un poco y comenzó a besar a La Beba. Sus lenguas entrelazadas de vez en cuando se asomaban a mi vista. Se restregaban y sobaban cada parte de sus cuerpos. Notando que ellas no me notaban, me escurrí a buscar la cámara de video de Enrique y comencé a filmarlas. Las invité a acomodarse sobre el sofá. Ubicaron sus cuerpos en un perfecto 69. La Beba sobre Natalia. La cámara capturo con suma perfección los rugidos de La Beba al acabar. Con mi ex amante ocurrió lo mismo poco después. Estremecidas, les pregunté: Sé que sobran vergas, al menos una, pero ¿les gustaría jugar entre ustedes un poco más? para la cámara agregué. Por supuesto dijo La Beba, a quien ya identificaba con una orientación más allá de lo Bi sexual. Llamé a Camilo y le pedí que buscase en mi bolso un consolador de doble cabeza. De inmediato lo puso a disposición de mis estrellas porno. Ambas se ubicaron con sus coños enfrentados. La Beba fue la encargada de meterlo hasta el fondo del coño de Natalia y luego hizo lo propio con el suyo. Al rato de mover con violencia sus caderas, le pedí a Camilo que se encargara de la cámara. Acerqué mi polla a la boca de Natalia para que la mamase un rato. Sus movimientos de cadera continuaban pero, esta vez, gracias a la fuerza que le imprimían las de nuestra nueva amiga. Retiré mi verga, me ubique sobre el torso de La Beba y deslicé mi polla entre sus enormes tetas. Rodee con ellas mi falo y a cada movimiento de su cadera para penetrar y ser penetrada por el consolador, el roce de sus carnosas tetas me enardecían cada vez más. Camilo me interrumpió evitando que acabase entre sus deliciosas tetas. Sin dejar de filmar, sugirió que nuestras putas cambiaran de posición. ¿Cómo así? Preguntó La Beba. "Ambas se colocan de rodillas, culo con culo y esta vez, la verga falsa se la meten por el culo" Todos asentimos. Camilo me entregó la cámara y frotó un poco de coca en cada uno de los orificios de las muchachas. Yo le pregunté a ambas si se sentían cómodas y ambas asintieron en medio de sonrisas muy cómplices. Sin perder el ritmo, se afanaron en llevar a cabo la propuesta de nuestro segundo director, que alternaba su verga entre la boca de una y la otra. Esta vez, sólo La Beba logró el orgasmo. Termino la película. La Beba se fue a asear, Camilo se ocupó de otros menesteres y Natalia y yo nos abrazamos uno al otro, y entre besos observamos la puesta de Sol. Al poco rato me dijo que iba a reponer fuerzas acostándose un rato. La besé despidiéndola hasta entonces.

Regresé a la amplia sala. Allí noté que las cosas estaban más relajadas.

Algunas personas no se encontraban. Estaban: mi esposa, Sandra, Débora, Claudia, Enrique, Marcel y Vinicio. Hasta cierto cansancio se notaba en algunos. Para romper el hielo y avivar un poco los deseos, les invité a ver los videos que habíamos tomado este día. Conecté la cámara al TV de plasma – definitivamente el apartamento se encontraba equipado de lujo. E inicié la proyección.

Vinicio, sentado a un lado de mi esposa no dejaba de masajear sus tetas y esta no dejaba de frotar su coño viendo como Enrique se cogía a Alicia y yo a Anaïs. Marcel fue el primero en masturbarse frente a las imágenes. Débora, dándose cuenta del rubor de Claudia, trató de reconfortarla, nada más y nada menos, que chupándole el coño. La lengua de Débora siempre ha sido maravillosa, a los pocos minutos Claudia gritó un profundo y prolongado orgasmo. Mi esposa y el esposo de Alicia no dejaban de tocarse y besarse. La verga de Marcel ya se había unido a los coños de Débora y Claudia. Ya nadie reparaba en la película. Sandra me tomó por el brazo y me llevó hasta la barra. Sirvió unas líneas muy finas de perico. Las aspiró y luego me preguntó si quería. "Porque no" dije. "Entonces sírvenos un trago". ¿Whisky? Pregunté. "Perfecto" respondió.

Mientras ambos servíamos por nuestro lado los aperitivos, por vez primera reparé realmente en Sandra – A su llegada, la presencia de Enrique y los notorios cuerpos de Anaïs y La Beba, evitaron que la detallase. Sandra es una mujer rubia, creo que con un poco más de 40 años de edad. Muy bien conservada de rostro y cuerpo. Que muestra cierta clase, la clase que se encuentra en las mujeres que han vivido a plenitud. De ojos muy discretos y mucho más su mirada, pero a sabiendas que todo lo observaba, que lo que ocurría a su alrededor era profundamente analizado. Me detuve ante ella con los tragos en las manos y mientras ella seguía dispersando y juntando en líneas mi dosis de perico, reparé aún más en su figura sexual. Su vientre, evidentemente a causa de la edad y cierto sobre peso era un tanto abultado. No por eso, su pubis completamente desprovisto de vello, se escondía. Más bien resaltaban sus discretos y rosados labios. Sus tetas podrían ser de talla 34C provistos de enormes y redondas aureolas rosadas que finalizaban – tal vez por la película, tal vez por mí, o tan solo "son así" en duros pezones. Por último recorrí el contorno de su espalda empezando desde su delicado cuello y finalizando entre sus caderas. No todo podía ser perfecto. Sus nalgas no eran carnosas ni abultadas pero dibujaban una pera muy grácil.

Aspiré mis líneas y brindamos por nuestro encuentro. Reparando nuevamente en la sala noté que las cosas habían cambiado un poco. Débora y Dafne usaban el consolador de doble cabeza que usaron nuestras amigas en la película. Con la variante de que un extremo desaparecía dentro del culo de Débora y el otro dentro del coño de mi esposa. El cuerpo de Vinicio sobre el piso dejaba ver como el coño de Claudia se tragaba su verga saltando sobre el mismo. Marcel espera junto a ellos masturbándose –seguro esperaba su seña para penetrar "doblemente" a Claudia.

Aún así, las cosas se mostraban calmadas.

De frente a lo que sucedía en la sala, Sandra y yo comenzamos a conversar muy amenamente. Me enteré que era casada. Le pregunté si su marido sabía sobre sus andanzas y me respondió: "él me inició en ellas. Y no me quejo, créeme. Es lo mejor que nos ha pasado. Llevo 20 años casada con él y hace 10 empezamos a experimentar con esto. Al cabo de 2 años me reveló que prefería cogerse a los hombres. Lo acepté porque es una gran persona. Provee de todo en la casa, a mí y a nuestros dos hijos. De vez en cuando cogemos en una velada como esta. Desde entonces me deja hacer lo que quiera – sin descuidar la casa, por supuesto – y yo por mi parte he disfrutado mucho de la variedad que me brinda la experiencia. Por mi parte le conté las similitudes entre su relación y la mía. Detallé nuestras experiencias con el mismo sexo. A fin de cuentas, ambos nos sentimos satisfechos.

Ella se sirvió otras líneas de coca y luego de aspirarlas me preguntó: ¿Qué te gusta más de las mujeres? Sin pensarlo respondí: Su sexualidad, que disfruten de ella y de verlas. Entonces preguntó: ¿Y en lo físico? "Nada en particular, cada mujer tiene lo suyo" respondí. Comencé a besarla. Su boca era muy cálida y su lengua muy fina y discreta. Sentí como mi verga iniciaba su proceso de alistamiento cuando sus manos me acariciaron las nalgas. Nuestros cuerpos se acariciaron por largo rato, rozando nuestras pieles. Pareciera que lo "físico y sexual" desaparecieron por un rato. Entre frases y caricias comencé a sentirme muy afín a la personalidad de Sandra. Pienso que ella también lo percibió.

Natalia nos interrumpió. Para mi asombro se encontraba completamente vestida y bastante alterada. Sin darme tiempo a preguntar las causas me pidió que le pidiese un taxi y la dirección y/o teléfono de Julia – Debo ubicar a mi marido, dijo. Su determinación y razones eran más que suficientes pero pensé: "Natalia no conoce casi nuestra ciudad, le va a costar mucho y, de ser así Yo tendré que ocuparme" (y para nada quería distraerme en este momento). Los presentes hicieron silencio al darse cuenta de mi discusión por hacer "entrar en razón" a mi amada amiga. Dafne se acercó a nosotros para enterarse. Le expliqué lo que deseaba hacer Natalia y ella, entonces, se unió a mi disputa. Debía encontrar otra salida. Pensé en Camilo. Fui al cuarto donde descansaba junto a La Beba y Anaïs. Por suerte charlaban. Le expliqué la situación y accedió complacido, luego de que las dos mujeres con quien se hallaba accedieron a acompañarlo. Anaïs agregó no sentirse muy bien y de esa manera podrían dejarla en su casa. Regresé a la sala para comunicarle a Natalia la noticia y el ambiente se calmó enseguida. Marcel cayó en cuenta de que dos de sus amigas se ausentarían, tal vez para no regresar, así que decidió acompañar en la misión. Dafne escribió los datos que conocía de Julia y se los dio a Camilo, pidiéndole que se mantuviera en contacto con nosotros ante cualquier eventualidad. En menos de diez minutos nos abandonaron.

Dafne cerró la puerta tras la despedida. Un muy incomodo silencio nos embargó. Enrique lo cortó en seco. Poniendo música salsa en el estéreo a muy alto volumen, nos sacó del letargo que nos había invadido. Miré a mí alrededor y conté mentalmente a los que quedábamos: Enrique bailaba con Débora en el medio de la sala, aupado por las palmas de Vinicio y Claudia. Desde el pasillo que conducía a las habitaciones emergía Alicia, despertada por el escándalo – Dafne la llevó a la cocina para ponerla al tanto de lo acontecido. Javier por lo visto seguía dormido. Sandra seguía mirándome desde la barra, sirviendo y ofreciendo drogas al resto. Todos pasaron frente a ella. Yo seguía intercambiando miradas excitantes con ella. Sin embargo algo me atormentaba.

Soporté los abucheos de los que bailaban cuando disminuí el volumen de la música, justificándome diciendo que no debíamos llamar la atención de los vecinos. Enrique continuó su danza erótica junto a Débora y, solidariamente, Claudia y Vinicio se unieron a su compás. Dafne seguía conversando con Alicia, por su animosidad deduje que ya no hablaban de lo acontecido. Me acerqué hasta Sandra. Sentada sobre el banco del bar, me daba la espalda. "Definitivamente sus glúteos forman una apetitosa y discreta pera", pensé. La abracé desde atrás, tratando de abarcar con mis manos sus redondos pechos. Noté que sus rosados pezones estaban muy erectos casi como piedra. Se estremecía nerviosa con mis caricias. Con un susurro le pregunté: ¿tienes frío? en medio de un suspiro me respondió: Para nada, simplemente estoy muy excitada contigo y el resto de la velada. Y tomando una de mis manos la alojó entre su entre pierna. La calidez que emanaba sin siquiera profundizar mi exploración dirigida, me convenció. Pensé: "Aún no estoy listo". Buscando hacer tiempo, me senté a su lado y le pregunté: ¿Qué opinas de mi esposa? ¿Te gustan las mujeres? Los cuerpos desnudos de Dafne e Alicia se encontraban muy cerca y frontal de nosotros – la barra dividía la sala de la cocina. Bromeó preguntándome si era la catira o la morena. Estúpidamente respondí: "la morena". Se rió de mi, "conozco la respuesta desde antes de llegar. Enrique la describió muy bien". Para salvar mi orgullo le dije: "Entonces parece que te gustan las mujeres". Si, respondió, pero no para una relación. Me gusta verlas, detallarlas, ver como justifican mi vanidad por también ser mujer. Me gusta detallar su sexo y encontrar similitudes o diferencias. Me gusta ver su respuesta sexual. Me he acostado con alguna, de varios tipos y procedencia – gracias a mi esposo. Pero creo que nunca iría, por mi cuenta, en busca de acostarme con una mujer. "¿Ni siquiera con mi mujer?", pregunté. Bueno – respondió – debo decirte que no; no la buscaría en la calle, pero…en vista de que es tu esposa, si tú lo pides, estaría dispuesta a intentarlo. Me invadió, la troculencia. En vez de mi esposa le pedí que abordara a Alicia. Mientras yo me pondría "al tanto" con mi mujer. Eso sí, agregué, sin dejar de observarte.

Llamé a mi esposa para que me acompañase, y Sandra, al verla venir a mi encuentro, tomó la bandeja que contenía las drogas para levantarse a ofrecérselas a Alicia.

Dafne se sentó a mi lado y sorbió un trago de mi vaso de whisky. Sin darse cuenta de mi plan, me preguntó: ¿La has pasado bien, cariño? Magnifico – respondí. Y devolviéndole la gentileza le pregunté lo mismo. Dafne empezó a describir cada uno de sus gratos momentos. Yo la escuchaba de a poco. Mis oídos la escuchaban pero mis ojos, trataban de presenciar vívidamente el encuentro de Alicia y Sandra. Los ojos de Dafne debieron de sincronizarse con los míos justo en el momento en que Sandra se sentó con sus pies sobre la lavadora y abrió sus piernas de par en par, porque llamó mi atención sin ninguna necesidad. Sandra atrajo el cuerpo de Alicia situándolo entre sus piernas y continuaron charlando. Dafne viendo el éxtasis que el espectáculo desarrollaba en mí, me tomó de la barbilla y me obligó a reparar en ella. ¿Qué? Pregunté. "¿Por qué no me habías llamado la atención sobre tu nueva amiga? ¿Piensas disfrutarla tú solo?" - ¿me creerías si te dijese que tengo menos de una hora conociéndola? Tal vez no, pero no importa, sentenció. Seguimos sorbiendo nuestro whisky con los ojos clavados en Alicia y Sandra. El relajo musical continuaba al fondo. Dafne empezó a alabar el cuerpo de Sandra, resaltando el hermoso rosado de sus aureolas. Yo agregué: ¿notaste el tesón de sus pezones? "Si, son incomparables". Sandra e Alicia intercambiaron posiciones. Ahora Alicia estaba sentada sobre la lavadora, pero en actitud cohibida. Sandra se ocupó de que no durara mucho tiempo. Solo empleando sus palabras logró que Alicia abriera del todo sus piernas. Entonces, Dafne y Yo, fuimos testigos del primer accionar sexual de la amiga que había traído Enrique.

Sandra empezó a jugar con su lengua el coño de Alicia. La posición de sus cuerpos no nos permitía ver los detalles de sus caricias. Tan solo fuimos testigos excepcionales de un profundo y súbito orgasmo de Alicia. Eso fue suficiente. Dafne me abandonó diciéndome: Yo quiero sentir lo mismo. Y así, se juntó con Sandra e Alicia. Luego de intercambiar algunas palabras con ellas, Alicia se apartó caminando hacia mí para sentarse en el puesto que mí mujer recién había abandonado. El rubor que invadía el rostro de Alicia, sus cortos jadeos cansinos, daban cuenta de lo bien que lo había pasado. Vaciando mi trago me preguntó: ¿De dónde sacaste a esa mujer? Sirviéndome otro trago le aclaré: No he sido yo, ha venido con mi amigo Enrique. Es divina decretó. Ya lo creo, confirmé. Alicia servía nuevas líneas de coca sobre la bandeja, mientras yo seguía con mi mirada clavada sobre los cuerpos de Sandra y Dafne. Dafne, juguetonamente con sonrisas casi nerviosas se sentó sobre la misma lavadora. Entonces Sandra se volteó hacía mi y con una mirada muy pícara hundió su cara entre las piernas de mi mujer.

En eso apareció un Javier muy repuesto, lo cual era evidente por la erección que mantenía. Saludando con gestos fue hasta la nevera a servirse un vaso de agua. Yo lo seguía con la mirada, hasta que el estruendoso grito orgásmico de Dafne nos hizo ubicarnos bruscamente en el tiempo y en el espacio. Javier enseguida se acercó a las dos mujeres buscando alivio para su verga. Lo detuve con un enérgico llamado de atención al decirle: Con la catira, ni lo sueñes. Se recompuso rápidamente, gracias a los oficios de mi mujer, quien lo tomó del brazo y lo invitó a sentarse con ella y junto a Alicia en la barra. Sandra seguía apartada, parada, apoyando su cuerpo sobre la perniciosa lavadora. Una seña de mi parte bastó para que Dafne e Alicia volvieran a tomar al recién despertado Javier llevándoselo consigo para sentarse sobre el sofá a observar, ya no el baile, sino la orgía que Débora, Vinicio, Enrique y Claudia se habían montado en la sala. Yo apenas reparé en ello.

Reparé más bien en Sandra. Su cuerpo estaba impregnado por el sudor propio y el de las otras. En un segundo reparó en mí y, nuevamente con picardía se sonrió sentándose nuevamente sobre la lavadora. Abrió sus piernas y comenzó a masturbarse. Sus dedos frotaban su clítoris, su otra mano masajeaba sus tetas. De vez en cuando introducía profundamente sus dedos en su coño, luego iniciaba un entrar y salir muy brusco. Desparramaba sus jugos frotando y estimulando su culo. Llegó a meter hasta tres de sus dedos en su recto. La misión había sido cumplida: Mi muy enrojecida, muy erecta verga se deslizaba entre mi mano derecha con una dureza desconocida por mí – al menos así lo sentía.

Me desplacé hasta su encuentro. Nos besamos con lujuria hasta que volví a posar sus nalgas sobre la lavadora. Sumergí mi lengua dentro de su coño acompañado de mis dedos hurgando su culo. Sandra se reía facilitando mis acciones con sus movimientos pélvicos. Me pidió que la dejara mamar mi verga, pero me negué. Rogué que me permitiera continuar saboreándola. Brevemente se estremeció con un orgasmo. Sus carnosos labios vaginales eran todo un estimulo, el perfecto sabor y viscosidad de sus fluidos vaginales eran elixir para mi gusto. Hasta su culo sabía diferente, rico. Acabó nuevamente, mientras mi lengua penetraba su recto. Entonces me apartó. Me besó y abrazo para luego acostarme sobre el piso e insertar mi verga en lo más profundo de su sexo. No nos movimos por un rato. El suficiente para que acabara de nuevo. Mi polla palpitaba mientras sus caderas subían y bajaban rozando mi tronco, frotándolo suavemente. La detuve. Saqué mi verga y tomándola por la cintura la apoyé, de pié, sobre la lavadora. Abrí sus piernas y deslicé sin contra tiempos mi verga dentro de el culo más caliente que hubiese sentido en mi vida. La penetré con brutalidad. Era mi turno. Saqué mi verga y le dije: "Ahora si puedes mamarme". Así lo hizo. Por poco tiempo porque eyaculé a los minutos dentro de su boca, en su hermosa cara, sobre sus dilatadas tetas. En fin, fue el orgasmo de mi velada. Nos besamos, la ayudé a limpiarse. Al levantarnos pudimos ver como el resto de los presentes nos observaban – se notaba que llevaban rato haciéndolo. Sentí algo de vergüenza, sobre todo al ver a mi esposa. Pero ella misma se encargó de relajar la situación: Empezó a aplaudir y el resto la siguió entre risas.

Enrique y Vinicio me abrazaban como felicitándome y me preguntaban cómo la había pasado. Vi como Sandra – con rubor en su cara – transitó el pasillo buscando el baño. Dafne la siguió para asistirla. Yo me sentí feliz.

Enrique estaba sentado a mi lado, Vinicio servía perico en la bandeja. Alicia, Claudia y Débora lo rodeaban esperando su dosis, bromeando junto a él. Fue Enrique quien me sacó de mi letargo al contarme: "Es otra, más grande, que en las veladas que organiza su marido". Golpeé contra la realidad. Me serví otro trago de whisky y tras un sorbo le pregunté a mi amigo: ¿Qué quieres decir con que es "otra", "más grande"? Sonrió y tomando la bandeja me ofreció aspirar un poco de coca. Lo hice – necesitaba seguir despierto. Enrique puso la bandeja sobre la barra y pasando su brazo sobre mi cuello me condujo a sentarme en el sofá.

Nos sentamos, brindamos por la velada y me dijo: "Deja la troculencia. Sandra, por lo que he visto y disfrutado junto a ti y a tu mujer el día de hoy, no es nada diferente a ustedes. De hecho, deberías proponerle a Sandra que los invite a sus orgías y que conozcan a Pablo – su esposo". Seguía absorto, perplejo. No sé si por las palabras de mi amigo o por lo que había vivido junto a Sandra. De pronto era por ambas cosas. Luego de reflexionar un rato, le pregunté: ¿te la has cogido? Con la mayor claridad respondió: No. Aunque no lo creas. Ellos me han invitado a muchas de sus veladas, pero su personalidad siempre me ha causado cierto respeto, como obligándome a mantener distancia. ¿Inclusive hoy?, pregunté. Hoy no sé, respondió. Hasta que no los vi tirando hace un rato, no había reparado en su presencia. Cambió de tema preguntándome mi opinión sobre Anaïs y La Beba. Duramos un buen rato intercambiando nuestros conceptos.

Sandra se duchó. Salió del baño vistiendo tan solo una toalla enrollada sobre su húmeda cabellera. Su cuerpo había ganado cierta imponencia. Sus andar pausado trasladándose a través del pasillo, resaltaba el vaivén de sus hermosas tetas. Dafne y Débora comenzaron a aplaudirla, el resto simplemente siguió el homenaje. Sus mejillas se enrojecieron por segundos, para luego mostrar una actitud vanidosa, triunfante. Débora y Claudia le dieron la bienvenida desbordándose en atenciones para ella. Luego de mimarla complaciendo cada uno de sus pedimentos (whisky, un poco de coca y una botana), hicieron desalojar de la barra a Vinicio, mi esposa e Alicia. Junto a ellas, acechándola con la mirada, permaneció nuestro amigo Javier. Dafne se acercó a mí y a Enrique para decirme, a viva voz, que debía de atender a mi consorte. Enrique se rió. Descuida, me dijo: me encargaré personalmente de que tu mujer no se ocupe de ti. Y tomándola del brazo, la llevó al balcón invitando a Alicia y Vinicio a unirse a ellos.

Observé el reloj en la pared. Este ya marcaba 15 minutos antes de la media noche. "Parece que todo apenas comienza" me dije. Tal cual me fue ordenado, me acerqué a la barra y rodeando con mi brazo las nalgas de Sandra pregunté: ¿Cómo la han pasado? "De maravillas" respondió Débora "Mucho mejor que nuestras incipientes veladas de años anteriores". "No nos has presentado a tu nueva amiga" resaltó Claudia. Sandra se presentó a sí misma, como si apenas hubiese llegado a la escena. Todos reímos y nos relajamos.

Decidí abandonarlas.

Nuevamente me acerqué al sofá donde Enrique, Javier, Vinicio, Alicia y mi esposa se entretenían viendo el video que Camilo y yo habíamos filmado. Lo que ocurría, ya causaba aburrimiento en mi. Y era porque "nada" ocurría.

Para todos la noche se terminaba. Hasta que Vinicio tuvo la magnífica idea de visitar un "club nocturno". Todas las mujeres presentes aplaudieron y como si se tratase de una orden militar, las seis salieron disparadas para ataviarse. Javier, Vinicio, Enrique y yo hicimos lo mismo.

Pero eso es otro relato. Gracias por sus comentarios y lectura.