La fiesta
Mi hijo me ha organizado una fiesta sorpresa.
Ahora ya no trabajo a media jornada, la crisis ha hecho que me tenga que emplear a jornada completa, a veces salgo muy tarde de trabajar. El viernes fue uno de esos días, desde la dirección de la empresa nos pidieron que nos quedáramos unas horas más. Salí del trabajo sobre las diez de la noche, antes llamé a mi marido para advertírselo él me dijo que no me preocupara, que él llegaría tarde a casa porque tenía una cena con unos clientes y que volvería tarde.
El camino de vuelta a casa fue un infierno, había un tráfico espantoso y tardé mucho en llegar. Cuando por fin llegué a casa sentí un gran alivio, estaba cansada y hambrienta. Al entrar en el salón me llevé una gran sorpresa al ver en medio de éste una camilla como las que hay en las consultas de ginecología. Pensé que debía de tratarse de uno de los juegos que mi hijo me tenía preparado, pero no veía a mi hijo por ninguna parte y tampoco le sentía, pensé que habría salido para algo. Le llamé en voz alta, pero no obtuve respuesta por su parte. Está claro que habría salido.
Me dispuse a subir a mi habitación, cuando de repente, al pasar junto a la puerta que comunica con la cocina, siento que alguien me agarra por detrás. Lo hace con fuerza, me sujeta los brazos y me tapa la boca. Un miedo aterrador recorre mi cuerpo, quiero deshacerme del extraño que me sujeta con mucha fuerza, intento girarme para ver quien es, pero me resulta imposible un segundo extraño me tapa los ojos. Lucho desesperadamente por librarme de esos tipos, pero mi lucha resulta imposible, siento como varias manos me agarran dejándome totalmente inmóvil. A pesar de que me tapan la boca intento chillar, pedir auxilio, pero de mi garganta sólo salen algunos leves chillidos. Uno de los extraños me tapa la boca y los ojos con una tela.
Sigo luchando, no me rindo, en mi cabeza se representa la imagen emitida por los noticiarios de los asaltos a las viviendas. El miedo hace que luche con desesperación, pero me tiene inmovilizada, apenas puedo moverme.
No veo nada, no puedo suplicar a mis asaltantes, y tampoco escucho nada, sólo el ruido que produce el ajetreo que provocamos, los asaltantes no hablan entre sí ni me dicen nada a mi. Entonces noto que uno de ellos me empieza a quitar la ropa, hago un último esfuerzo para deshacerme de mis asaltantes, pero resulta imposible y me rindo, me resigno a mi destino, lloro de impotencia y me dejo hacer. Me quitan toda la ropa y siento como me dejan desnuda, me siento frágil, indefensa. Me levantan en volandas y me dejan caer sobre algo blando. Pensé que me habían puesto sobre la camilla que había en el salón, esto hizo que en mi cabeza se produjera un mar de dudas, cría que era un artilugio traído por mi hijo, pero estaba equivocada.
Me levantan los brazos y me amarran las muñecas, y luego me abren de piernas y me ponen los pies sobre los estribos de la camilla, intento quitarlos, pero me lo impiden y me los amarran. Allí estoy yo desnuda, abierta de piernas y angustiada por el miedo.
De pronto siento que alguien me toca el coño, me estremezco de terror. Lo hace con suavidad, noto que me pone una crema, que debe ser lubricante, ya que me introduce, primero dos y luego tres, dedos con mucha facilidad. Se recrea en la tarea y acaba introduciendo un cuarto dedo. Yo en otra situación estaría ya muy caliente, pero tenía mucho miedo y lloraba desesperadamente. Hice un último intento de deshacerme de mis ataduras, pero resultaron imposible.
Noté que el tipo que me embadurnaba el coño con lubricante se apartaba de mi. Noto como alguien abre mis labios vaginales y siento como refriegan una polla por el. Así está un rato hasta que de un golpe me la introduce dentro, se queda parado un momento y luego inicia el ritual de meterla y sacarla. Lo hace con fuerza, con mucha fuerza. Lo hace en silencio, en el salón sólo se escucha mis intentos de gritar, el ruido que produce la camilla y el chapoteo de mi coño. Está un rato follándome hasta que acaba corriéndose dentro de mi coño, siento una corrida muy abundante, cuando lo hace siento algo de alivio, ya que pienso que todo a acabado, pero cuando se retira siento que de nuevo me tocan el coño. Me abren de nuevos los labios y siento acaba de salir la corrida del primer tipo.
El segundo tipo apoya su pene a la entrada de mi coño, y al igual que se compañero, me la introduce hasta el fondo. Sin embargo, éste me folla con más suavidad, sus penetraciones no son tan salvajes y esto hace que me tranquilice un poco. Noto como saca su polla del todo y la acerca a la entrada de mi ano. Me temo que me va a follar por el culo. El miedo se hace más grande, tengo el culo dañado de la follada con el burro y la doctora me ha prohibido mantenga relaciones anales. De pronto escucho la voz de mi hijo:
● Por el culo no. Os lo dejé muy claro.
Escuchar su voz me llenó de tranquilidad, el miedo se me quitó del todo. Se trataba de uno de los juegos de mi hijo. Me relajé y me dejé hacer por "sus invitados".
El tipo volvió a meter su polla en mi coño, siguiendo las indicaciones de mi hijo, y estuvo follándome hasta que acabó corriéndose dentro.
Un tercer individuo ocupó su lugar. Ahora su penetración me empezó parecer placentera. El placer sustituyó al miedo. Ahora estaba relajada, disfrutando de la follada de aquel tipo, no podía ver nada ni decir nada, para mi aquella forma de follar era nueva. Pero una vez pasado el miedo del principio me empezaba a gustar. El tercer tipo me llenó el coño con su semen, esto hizo que mi coño empezara a rezumar sus jugos naturales.
Para mi sorpresa, un cuarto tipo penetró mi coño, aquello hizo que me desbocara del todo. Ahora disfrutaba plenamente de las folladas. Estaba relajada y disfrutaba como una loca de las penetraciones de aquel tipo. También acabó dentro de mi coño, que a esas alturas de la follada empezaba a tenerlo algo dolorido.
Cuando terminó, un quinto tipo penetró mi coño. Éste ultimo tenía la polla muy grande, notaba como ocupaba todo mi coño, sus embestidas hacían que me elevara un poco de la camilla. Me follaba con tanta fuerza que su polla golpeaba el final de mi coño con violencia. Otra vez escuché la voz de mi hijo:
● Tranquilizate un poco que la vas a lastimar.
Aquel tipo no hizo mucho caso a mi hijo y siguió follándome con fuerza, pero sin llegar hasta el fondo de mi coño. Estuvo bastante tiempo y eso hizo que tuviera mi primer pleno orgasmo. Fue muy intenso ya que coincidió con su corrida, que fue muy abundante.
Entonces, mi hijo dijo:
● Ahora me toca ami que soy el anfitrión.
Aquello me llenó de alegría, y cuando me penetró me gustó mucho, quizás más que otras veces. Estaba agradecida por la follada que me había organizada, y aunque al principio pase mucho miedo, luego al escuchar su voz me tranquilicé y disfruté de las folladas que me dieron entre todos. También se corrió dentro de mi coño.
Luego sentí como me desataban las manos y los pies, me ayudaron a sentarme en la camilla. Al incorporarme sentí como salía de mi coño el resto de semen de las folladas. Me quitaron la mordaza de la boca y la tela que cubría mis ojos. Pude ver a mi hijo acompañado de cinco tipos. No conocía a ninguno, los había de todas las edades, pero el que más me llamó la atención era uno de unos treinta años que mostraba un pene semierecto de unas buenas proporciones.
● Bueno mamá, ¿qué te ha parecido?
● Mira que eres malo, me has dado un susto de muerte, no lo vuelvas a hacer nunca más.
● No me vayas a decir que no has disfrutado.
● La verdad es que si, lo he pasado muy bien.
● Bueno caballeros, la fiesta ha terminado, vístanse y se marchan.
● ¿Ya se van a marchar?
● ¿Quieres algo más mamá?
● Mi coño esta bien servido, pero mi boca está seca.
● ¿Quieres chuparnos las pollas?
● Si.
Me bajé de la camilla y los seis hicieron un corro alrededor de mi. Me arrodillé delante de ellos, y uno a uno empecé a chuparles las pollas. Aún tenían el sabor de sus corridas y eso a mi me encanta, por lo que disfruté mucho chupándoselas. Con el que más me entretenía era con el chico del pene grande, lo tenía enorme, debía medir al menos casi 30 cm. También a mi hijo le di una buena sesión de mamada.
Uno tras otro se fueron corriendo en mi boca, no desperdicié una sola gota de semen. Cuando notaba que se iban a correr me la introducía entera en la boca y cerraba los labios, y no me la sacaba hasta asegurarme que estaba bien limpia .
Cuando terminaron, se vistieron y se marcharon despidiéndose amablemente de mi hijo y de mi.
● Bueno mamá, ¿ahora te has quedado satisfecha?
● Ahora si.
Subí al baño para limpiarme mientras mi hijo recogía la camilla