La fierecilla domada

Caro cuenta cómo la Bruja Vinagre, temible profesora de geografía, se convierte en dulce y suave corderita.

La fierecilla domada.

Aquí estoy nuevamente con Uds. Para los que no me conocen, soy Caro, profesora de historia. Gracias a TR me he reencontrado con varias amigas del pasado. Bastó que una identificara mi primer relato para que la noticia se extendiera como reguero de pólvora.

Cada una por su lado, con tenaz insistencia, coincidieron en que no podía omitir hacer conocer mis historias, historias menores para ellas fascinantes, para mi no tanto.

Pocha, con la que hacía más de 10 años que no me contactaba, vino a verme el otro día para insistir en que no podía seguir ocultándolas. Le contesté que eran eso, viejas historias que a nadie podían interesar.

¿Estás loca? – vociferó Pocha – No importa el tiempo, lo esencial es el contenido.

Tengo mis grandes dudas. No me animo.

¡Dale, animate Caro!

Voy a probar con vos, te cuento el hecho y después me decís si vale la pena escribirlo.

Por supuesto. Contá, contá.

Lo que te voy a relatar sólo lo conocen tres personas: Agustín de la Serna, yo y...la otra persona.

A Tino de la Serna lo recuerdo pero ¿quién es la otra persona?

La profesora Natacha Cáceres de Arancibia.

¿La Bruja Vinagre?

La misma. No te equivocaste.

La sorpresa de Pocha era lógica, jamás se había imaginado que la bruja vinagre podía ser uno de los personajes de mis historias. Natacha era un espécimen muy particular: profesora de geografía de 3º año, madura, con cara de bull dog, tetona, con un culo que calculo tendría más de 140 cm de circunferencia, piernitas finas y gruñona como ella sola. Inconformista al extremo, nada le venía bien. Incomprensiblemente casada con el profesor Arancibia, su contracara en todos los sentidos: refinado caballero de porte elegante, gentil y tolerante. ¿En qué estaba pensando ese hombre cuando decidió casarse con esta discípula de Torquemada?

Desde el mismo momento que ingresamos al Normal tuvimos noticias funestas sobre la Bruja Vinagre. Era famosa la anécdota con la que nos atemorizaban los de años superiores: "Alumno, dígame cual es el pico más alto de los Apalaches, altura y ubicación exactas. Latitud y longitud, sin errores. ¿No lo sabe? Mijito, su futuro es incierto porque así nunca pasará de año". Esa era la más suave, las otras son espeluznantes.

Ese año empecé las clases con el pie izquierdo. Primer día, todos los alumnos formados en el patio y la Natacha vociferando el discurso de ¿bienvenida? No se le entendía nada porque el sonido era deplorable. Aburrida hasta la médula, puse en funcionamiento mi febril imaginación y me la representé leyendo su discurso pero...con la teta derecha al descubierto. ¡La vi tan ridícula que me tenté y tuve que taparme la boca para no largar la carcajada! La preceptora más cercana me llamó la atención pero lo peor fue que la Bruja notó que me estaba riendo.

Entramos al aula, nos ubicamos en nuestros respectivos lugares y, pisándonos los talones, hizo su aparición...¡La Bruja! Paseó su mirada amenazante por todo el curso y al llegar a mi se detuvo.

Ud., la morochita que usa pañuelo antirreglamentario, ¿cómo se llama?

Mendieta, Carolina Mendieta, profesora – contesté balbuceante.

Mendieta, se dice señora profesora. ¿Entendió o se lo tengo que repetir?

No, señora profesora.

¿Me quiere decir por qué se reía cuando daba la bienvenida?

Me acordé de algo gracioso.

Vamos a ver si se ríe igual cuando tenga que rendir examen. Quiero que recuerden que cuando yo entro al aula se tienen que poner todos de pie esperando que los salude. Me responden lo que corresponde y después toman asiento. ¿Entendieron?

Si señora profesora – respondimos todos al unísono.

Sentí que esa teta que nunca había visto me condenaba directo al examen. Ahí el que sacó las papas del fuego fue Tino de la Serna, hijo de diplomáticos, tres o cuatro años mayor que el resto, con mucho mundo recorrido acompañando los destinos del padre, desarmó a la Bruja Vinagre con su pregunta oportuna y certera.

Permiso señora profesora, ¿puedo hacer una pregunta?

Seguro.

Mi padre tiene un libro escrito por Ud., ¿será suficiente para estudiar la materia?

No acostumbro recomendar mis libros – respondió hinchándose orgullosa – pero tendrá que complementarlo con los mapas actualizados y elementos extraídos, por ejemplo, de la National Geographic.

Señora profesora, están en inglés.

Ése es un problema de Uds.

Pocha interrumpió mi relato porque le surgieron algunas dudas.

Lo recuerdo como si hubiese pasado ayer, pero no fue tan hija de puta como la pintaban. Si la memoria no me traiciona, aprobamos casi todos. Creo que sólo bochó a dos o tres a los que era imposible aprobar.

Es verdad, pero ¿por qué y cómo se produjo el cambio?

Tanto no sé. Pasamos y ni se me ocurrió preguntar por qué y cómo.

Ahora te vas a enterar de la verdad. Esto que te voy a contar me lo confesó de la Serna así que, teniendo en cuenta los resultados y algunos otros indicios, seguramente es verdad. Puede ser que yerre en los diálogos, pero así fue como me los contó.

En la segunda clase de geografía (teníamos dos veces por semana) Tino introdujo un sobre con una nota dentro el libro de novedades del curso que la profe tenía que firmar obligatoriamente. Era imposible que no lo notara, llevada su nombre escrito a máquina y de él emanaba un delicioso aroma a perfume masculino.

La Bruja se calzó los anteojos, leyó su nombre, rompió el sobre sin apuro y empezó a leer el contenido de la esquela misteriosa. Fue algo que pasó desapercibido para todos, menos para el turro de Tino, que la miraba de reojo y disimuladamente.

¿Qué decía la bendita notita escrita a máquina?: "Señora Profesora, esos pechos me quitan el sueño. Sólo por respeto no se las manoseo. Si la próxima clase usa un pañuelo verde en el cuello quiere decir que estas líneas le gustaron. Su amante secreto".

Entiendo por qué a la Vinagre le cambió el color de las mejillas, se ruborizó y guardó apresuradamente en el bolso tanto el sobre como la nota. A los dos días entró al aula luciendo en el cuello un pañuelo color verde loro. ¡Había entrado en el jueguito de Tino!

¿No te acordás que siempre que entraba, empezaba a revolver todo lo que había sobre el escritorio buscando quién sabe qué?

Me viene vagamente a la memoria que comentábamos que se había chiflado.

¡Buscaba las notitas misteriosas!

En cada clase encontraba una nueva nota, cada vez más subida de tono. De los pechos pasaron al culo, de ahí a las piernas y siguieron con propuestas de alto voltaje erótico. Nuestro amigo se hacía el tonto, el inocente, y la Bruja observaba las carpetas de todos los varones para tratar de identificar al remitente anónimo. Desconcertada, llegó a preguntar quién escribía a máquina y todos le contestamos que nadie, no fuera a ser que nos cargara con algún trabajito extra.

Creo que este jueguito del gato y el ratón se prolongó como un mes, hasta que Tino pensó que las brevas estaban maduras y que era el momento apropiado para atacar directamente y sin tapujos. Se animó, depositó una notita en la que la citaba en una confitería que estaba a cuatro o cinco cuadras del Normal. Si aceptaba, tenía que ponerse un pañuelo rojo atado al cuello. La Bruja lució el rojo pendón y esa misma tarde, a las 13, entraba sigilosamente a la confitería vistiendo un tapado largo de color marrón, sombrerito al tono y anteojos negros cubriéndole media cara. Si pensaba que nadie la iba a mirar, se equivocaba. Por el aspecto, parecía una espía salida de una película cómica.

Cuando vió a de la Serna tomando un café en una mesita del fondo del local, sorprendida, se dirigió hacia él y deteniéndose bruscamente, le preguntó:

¡De la Serna!, ¿qué hace aquí?

Espero a una dama.

¿Uds. es el autor de las notitas?

Si, ¿por qué?

¡Nunca hubiese imaginado que fuese capaz de escribir esas chanchadas!

¿No le gustaron?

Bueno – balbuceó – son halagadoras pero algo subiditas de tono.

Tino se puso de pié, la tomó del brazo y prácticamente la arrastró hacia la salida.

¿Adónde me lleva?

A un lugar en el que podamos estar tranquilos, donde no nos vea nadie. Uds. y yo, solos.

¿Solos?

Por supuesto. Las multitudes me ponen nervioso.

A paso veloz y a la rastra la condujo hasta un departamento de tres ambientes que el padre le había regalado hacía dos o tres años atrás, a dos cuadras de la confitería.

De la Serna, me parece que esto es muy comprometedor para mi. No quiero que me vea nadie.

No se preocupe, el encargado duerme la siesta y los vecinos vuelven tarde por la noche.

¿Y sus padres?

El viejo está en el ministerio y la vieja anda en un curso de ikebana o de bonsái, no sé bien, es algo japonés. Ni se acuerdan que este departamento existe.

Si es así, entro.

Sigilosamente, entraron al ascensor y llegaron al 4º piso para entrar el departamento. La Bruja se despojó lentamente del sombrerito y los anteojos negros para observar detenidamente el ambiente.

¿Le gusta?

Es pequeñito pero parece cómodo.

Por lo que contó nuestro amigo, en ése instante la Vinagre cambió 360º en cuanto a actitud. Le tomó sorpresivamente la corbata con la mano derecha y lo atrajo hacia ella.

Escuchame, pendejito indecente, ¿seguro que vas a ser capaz de hacerme todo lo que me escribiste? ¡Faltame el respeto!

¡Eso no se pregunta, yeguota!

¡Cómo me gusta que seas violento y cochino!

La Bruja se desabrochó la blusa con movimientos que lindaban con lo felino.

¿Tanto te gustan mis pechos?

¡Tetas! ¡Se llaman tetas!

Bueno, tetas, de la Serna, tetas.

Llamame Tino,.

Vos decime como más te guste, Tinito.

¡Bruja! Quiero llamarte Bruja.

¡Siii, como vos quieras Tinito! Chupame las tetas.

Tino no pudo dejar de aceptar una invitación tan ardorosa, sin pestañear, prendió su boca del pezón de la teta derecha y empezó a mamarselo intensamente.

¡Seguí, bebé, seguí! ¿Cómo es posible que gusten las tetas de esta mujer que podría ser tu madre?

Las tetas de mi vieja también me gustan, pero estas están mejor.

¡Sos un cochino inmundo!

¡Sacá la otra!

¡Qué fogoso!

¡Te quiero ver en pelotas!

¡Mirá cómo me hablás!

¡Bruja, dije que te quiero ver totalmente en pelotas! ¿Entendiste?

Sin decir palabra, Vinagre se fue sacando apresuradamente toda la ropa hasta quedar tal como Tino se lo había ordenado. Ahora estaba en bolas, mostrando las dos tetotas, los pezones marrones, con aureolas inmensas, los rollos de la cintura, las nalgas abundantes, las piernas finitas y...la concha oculta por una mata de pelos ensortijados.

  • ¡Así te quería ver! Ahora ayudame a desnudarme.

Calladamente fue haciendo que la ropa de de la Serna, prenda por prenda, fuese a parar al piso hasta que también quedó desnudo. La Bruja pudo comprobar que su alumno tenía con qué hacer el amor. Con cierta timidez le agarró el pene, lo acercó hacia su cuerpo y lo colocó entre sus dos abundantes pechos.

¡Haceme la cubana, cochinito, haceme la cubana!

¡Lamela cuando llegue arriba!

Cada vez que la poronga se acercaba a la boca de la Bruja, lo lamía. Fueron cuatro cinco embates que terminaron cuando Tino se colocó sentado a la altura de las tetas y la obligó a recibírsela por la boca.

¡Fellatio, haceme fellatio!

¡¡¡MMMM!!! ¡¡¡MMMM!!!

Con movimientos cadenciosos de cadera, nuestro amigo estaba logrando que la pija llegara hasta la campanilla de su profesora. Abundante líquido seminal mezclado con saliva desbordaba por la comisura de los labios de la hambrienta hembra. Fueron cinco minutos de frenético vaivén. Abandonando por un instante su juguete, exclamó:

¡No doy más, puerco, metémela!

Silenciosamente, Tino abandonó su primitiva posición para colocarse entre las piernas abiertas de la Bruja.

-¡Ahí voy con todo!

-¡¡¡AGGGHHH!!! ¡¡¡¡AGGGHHHHHHH!!!

  • ¡Sentila, sentila!

  • ¡Seguí, seguí!

Tino llegó a su clímax, largó un abundante lechazo y se empezó a distender.

¡Por favor, no la saques todavía! Dejámela adentro un ratito más!

Lo que quieras, yeguota, lo que quieras.

¡Meteme los dedos bien adentro que todavía no terminé!

Delicadamente retiró la verga, se colocó con la cara frente a la frondosa mata de pelos, juntó los dedos índice y medio de la mano derecha y los introdujo en la concha, lubricados por el semen saliente. Los dedos de la mano izquierda tuvieron otro destino: el culo. Así fue como comenzó este round de doble penetración con los dedos. La mujer se retorcía levantando y bajando las caderas ante cada embate de dedos.

¡SI, SI, SI, SI I I I I I I I I I I I I I I I I I I I I I I I I I I I I!

¡Los dos bien adentro, bien adentro!

La hembra levantó las caderas y se arqueó hasta despegarse de la cama para luego dejarse caer violentamente y quedarse totalmente quieta, tiesa, dura. Recién reaccionó cuando él retiro los dedos de los orificios. Se incorporó rápidamente, puso ambas manos debajo de las mandíbulas de Tino y le plantó un chupón que lo dejó medio mareado.

¡Me hiciste tocar el cielo con las manos!

Yo no te quiero contar, pero me parece que nos mandamos una macana.

No te entiendo.

Nos olvidamos del forro.

No te preocupes, soy estéril, no hay problema. ¿Descansamos un poco y seguimos? Mirá que faltan algunas cosas por hacer.

Me fumo un cigarrillo y, en cuanto me reponga un poco, seguimos.

Mi amiga me observaba con los ojos abiertos desmesuradamente por la sorpresa.

¿Qué me contás Pocha? ¿Te imaginabas algo así?

¡Jamás! Me sorprendiste. ¿Siguieron?

¡Claro!

La Bruja no pudo esperar a que Tino terminara de fumarse el cigarrillo. Así como había terminado, sin lavarse, bañada de semen, jugos vaginales y saliva, se acercó lentamente hasta alcanzar la entrepierna de nuestro amigo, le tomo la fláccida verga para comenzar a lamérsela parsimoniosamente.

Brujita, por lo menos dejame terminar el pucho

Vos fumá tranquilo mientras yo te pongo a punto.

La juventud de Tino permitió que su miembro recobrara el estado de erección en menos tiempo que el que se esperaba. Vinagre vigilaba cautelosamente todos los movimientos del macho en reposo, especialmente los de la poronga.

¿Estás listo Tinito?

Creo que sí. ¿Ahora qué querés?

Haceme la cola.

¿Tu marido no te satisface?

¡Claro que me satisface! Arancibia sabe lo que hace y lo hace bien.

Si no es una indiscreción ¿Cuándo fue la última vez?

Antes de anoche. Pero eso no importa. ¡Haceme la cola!

¡Sos una mal cogida! Ahora vas a ver lo que es una enema de carne.

De la Serna tragó saliva, la colocó en cuatro y empezó a trabajarle la zona con esmero. Esos 70 cm de culo invitaban a ser laborioso. Empezó abriéndole los cachetes, dejando al descubierto un amplio triángulo marrón cacao con pequeñas arruguitas que convergían hacia el centro. La concha, peluda y palpitante, aparecía por debajo. ¡Un espectáculo sin par! Se animó y atacó con la lengua. Notó que ésa superficie triangular desprendía un suave sabor ácido acompañado por el aroma penetrante que subía desde la vagina mojada por los flujos. Besó y lamió acompañado por los ronroneos de la bruja.

Bebé, escupime y metela prontito. Pero, despacito, por favor.

Cumpliendo los deseos de la Vinagre, Tino escupió varias veces el triangulo color cacao, tomó el pene con las dos manos, lo apoyó frente al orificio anal y empujó lenta y suavemente hacia delante.

¡¡Huy, Huy, Huy!!

Movete despacito. Así. Así. Adelante, atrás. Así

Una vez que sintió que la verga estaba casi íntegramente adentro, se inclinó sobre las espaldas de la Bruja y le agarró las tetas. Ella, se tocaba la concha con ardor.

¿Así te gusta?

¡¡SIII!!! Me duele un poquito, pero seguí, seguí.

¿Cuánto tiempo duró el balanceo? ¿Diez minutos, quince? Imposible saberlo. Los testículos golpeaban rítmicamente la parte externa de los genitales de la Bruja. Parecía un metrónomo midiendo los distintos grados de velocidad de este movimiento nada musical. Puro sexo, pasión y obsceno placer.

¡Me voy, me voy!

¡Terminame adentro, no la saques! ¡Por favor!

¡No puedo más, no puedo más! ¡YAUUUUUUUGGGG!

¡¡¡AAAAAAAAAGGGGGGGHHHHH!!!

¡Cómo aprieta ese culo! ¡Me la exprimiste, yeguota mal cogida!

¡Estoy largando tu leche! ¡Hijo de puta, casi me reventás!

¡Mal cogida!

Ahora, muy bien cogida.

No puedo describir las muecas de Pocha, imposible. A pesar de la descripción aproximada de los hechos, todavía le quedaban muchas dudas.

Lo que no entiendo es de qué manera influyeron estos polvazos en nuestras calificaciones. Comprendo que la Bruja Vinagre se suavizara. Con tanta pija por todos lados, no era para menos.

¿Sos tonta o te hacés?

¿Por qué?

Tino la convenció a fuerza de sexo. ¡La domó! Como cuenta Shakespeare. ¿Te acordás de la Fierecilla Domada? Algo parecido.

¿Crees todo lo que contó Tino?

¡Por supuesto! Sin lugar a dudas. Era capaz de eso y de mucho más.

¿No me digas que también te volteó?

No, no me volteó, yo lo volteé.

¡Sos incorregible! ¡Nunca me lo contaste!

Todavía hay tiempo. Otro día me explayo.

¿La Bruja y de la Serna siguieron el jueguito por mucho tiempo?

Hasta que al viejo de él lo mandaron a Paris. La Bruja encontró muy pronto a alguien que lo sustituyera.

¿Eso también lo sabés?

No te olvides que sigo dando clase en el viejo Normal y que, conociéndola como la conozco, no me costó nada atar cabos y enterarme.

¡Sos una turra! Tenés que contarlo, no te lo guardes para vos.