La fiel sombra del parasol
En un caluroso día de verano, cuando estás en la playa y descubres a tu lado a un verdadero cañón, tu mente y tu sexo no dan tregua para meterse dentro de ella.
La fiel sombra del parasol Era una mañana soleada, como todas las mañanas de este verano inolvidable. Me solía bajar a la playa, a leer, bañarme, disfrutar del sol, el mar, y broncear mi cuerpo. Ya bajé con una sensación de que hoy algo iba a pasar, y confiaba en que algo bueno iba a ser. Me coloqué como siempre, tumbado en mi suave toalla, a la sombra de mí siempre y fiel parasol, en mi pequeño territorio invulnerable de cada mañana. Después de un buen rato, giré mi vista a mi lado, y la vi a ella, estaba sentada tomando el sol, implacable, ajena a todos, y por supuesto, a mi. A su lado, estaba a un hombre, periódico en mano, ni siquiera se miraban, ni se hablaban, y una chiquilla linda, no tenía duda de que era su hija. Tenía una sonrisa bonita, y unos labios que me evocaban a la lujuria, ese aire de mujer madura, pero que a su vez, desbordaba frescura y juventud. La brisa que provocaban las constantes olas del mar recorrían sus piernas, bronceadas, suaves, demasiado bonitas para no desearlas, y con esa fina capa de sudor que casi podía oler, mi lengua se relamía de tanto deseo que mi mente había empezado a fabricar. La brisa continuaba hacia su pelo, melena corta y rubia, se aireaba debajo de su gorra. Solo podía ver sus labios y su sonrisa, tenía los ojos tapados con unas enormes pero sensuales gafas de sol. El calor me estaba matando, estaba deseando bañarme pero no podía dejar de observar como sonreía, como se movía. De repente, se levantó, descubrió sus ojos y su melena, al levantarse de la silla se giró hacia mí, ahí me di cuenta de que realmente no era una jovenzuela, tenía un cuerpazo que nadie nada más que yo, estaba disfrutando de ver. Sus pechos eran grandes, bonitos, perfectos para su madurez. En un acto reflejo, toqué mi miembro, ya no podía aguantar tanto rato sin tocarlo haciéndole cómplice de aquel espectáculo que estábamos observando. Ella se fue al agua, yo me quedé tumbado, no era conveniente levantarme, o delataría mis sucios pensamientos. Mientras se bañaba, la estuve observando con envidia, cuanto deseaba estar con ella. Me percaté de que ella se había dado cuenta de que la observaba desde hacía rato. Salió del agua, lentamente, sus pechos mojados, su cintura contorneándose se desplazaba hasta mi, venía directamente hacia mí, miré a su sitio, a su silla, a su marido, dios, me asusté bastante, de repente, se paró, ajustó su bikini, sonrió, sus dientes eran preciosos, se giró y se sentó en su silla. Me miró fijamente, se cogió la cintura, mi polla reaccionó al momento, ella sí había comprendido el mensaje. Se volvió a levantar, se colocó un pareo azul turquesa, y unos zapatos altos, tomó su bolso y se dirigió hacia la carretera. No lo pensé, y fui detrás de ella. Ya lejos de nuestras fieles sombras de nuestras sombrillas, se me acercó y me dijo, -mi marido aún le queda toda la sección deportiva, y mi niña no se irá así como así de la playa, podemos tomar algo fresquito aquí cerca. -mi apartamento está justo aquí al lado- le dije -me parece estupendo, podremos estar más tranquilos- me respondió Subimos a mi apartamento, nos empezamos a besar antes de entrar por la puerta, dios, de cerca era aún más sensual. Me tumbé en la cama, ella se quitó la parte inferior de su bikini, estaba húmedo, me acerqué a ella, recorrí sus pechos con mi lengua, apretándolos con mis dos manos, ella exclamó de placer -si, si, apriétalos, ¿te gustan mis pechos? -exclamó -Son preciosos, me gustaban tus pechos desde que los vi moverse para mí - le dije Saqué los pezones hacia mí, y comencé a chuparlos con tantas ganas que mi polla se puso dura, esperando su turno. La abrazaba por la cintura mientras saboreaba esas dos buenas tetas. Mi mano bajaba hacia el culo, desnudo, lo apretaba con tantas ganas como mi boca con los pezones. En un momento creí correrme ante aquella increíble situación imaginada. No me lo podía creer, me iba a follar a aquella mujer con esos labios tan sensuales. Bajé hacia su sexo, debía estar rico, ya que sus pechos me habían dejado un riquísimo sabor a hembra. Su cintura me volvía loco, no podía dejar de rodearla, y repetir su surco, su silueta, con mis manos. Me quedé observando su coñito, no podía creer lo que veía, era precioso, estaba recién depilado, la cogí fuertemente por la cintura, y le di media vuelta, la tumbé boca abajo en la cama, sus pechos quedaron contra el colchón, apretados, castigados por ser tan grandes, quería ese coñito solo para mí, sin nada que me desconcentrara. Levanté su precioso culo y lo dirigí hacia mí, su conchita entonces se mostró, estaba palpitando, deseosa de mi lengua. Comencé a morder ese lindo culo, dios mío, era blandito, blanquito, sin broncear, pero no podía más, no podía hacerme sufrir ya más a mí mismo. Cerré los ojos, deslicé mi lengua lentamente desde su culo hasta abajo, hasta que llegó a su coñito; mi lengua detectó un nuevo sabor, un nuevo olor penetró dentro de mí, estaba lamiendo su preciado coño. Ella gimió enormemente, -oh siii, cariñooo, que sensación más increíble, gracias dios mío, no pares, busca mi rajita, busca mi tesoro, cariñoooo- Mi polla recorrió un escalofrío intenso, era tan grande el placer, mi lengua comenzó a moverse con una enorme maestría, como si fuera la mejor lengua del mundo, ella entonces, no paró de gemir, y mi polla comenzó a frotarse contra sus preciosas piernas. Esta mujer estaba especialmente sabrosa, no había probado un coño tan rico hacía mucho tiempo ya, no quería desaprovechar la ocasión, y mi lengua se dirigió a su culo, empecé a comerle el ano, quería entrar dentro del él con mi lengua, apretaba con fuerza, quería que todo su coño y su culo se corrieran en mi cara, en mi boca... Me susurró que me levantara, nos besamos muy fuerte, como si fuera la última vez, se me escapó una pequeña lágrima de tanto placer que estábamos consiguiendo, en un momento, pensé que era el amor de mi vida y que no quería separarme de ella, pero sabía que no me pertenecía. Nos abrazamos tan fuerte, que ella se corrió, sus piernas estaban tan juntas que su coñito estaba apretando su clítoris...! dioss, cuánto deseaba se hubiera corrido en mi cara, en mi lengua! Entonces, ella bajó, me quitó mi mini bañador, mi polla salió, erguida, húmeda, con tanto liquidillo de las ganas de follarla. Comenzó a chuparla, recorriendo su lengua desde abajo. Arrastro todo mi líquido seminal hacia su lengua, cogió mi polla con las dos manos, y engulló con ansia, pero suavemente, apretándome la polla. Su boca estaba caliente, y solo pensar que dentro estaba todo el sabor que mi polla había generado, me volvía loco. Se incorporó, yo me quedé tumbado boca arriba, cogió mi polla con la mano, y se la clavó dentro de su coño. Exclamó de placer, mientras me pidió que le cogiera las tetas. Agarré sus pechos con mis manos, eran enormes, la traje hacia mí, no podía perderme comerse esas tetas de nuevo. Mi polla dentro de ella era la polla más feliz del mundo. Cogí su culo con mis manos, lo apreté fuertemente con mis manos, empecé a frotarlo contra mí, comencé a sentir un placer tan intenso. - chúpame las tetas, y córrete dentro de mí, cariño- me suplicó La miré a los ojos, apretaba más fuerte mi polla contra su coño, quería entrar hasta lo más hondo de su alma, chupaba sus tetas con tanta ansia, que era lo que más deseaba en el mundo, su boca y sus labios preciosos me empezaron a besar, nuestro ritmo era ahora imparable, empezó a gritar de placer, -me corro, me corro, cariño, bésame- me gritaba Su culo cabalgaba sobre mí, mi polla entraba tanto dentro de ella, no salía nada, solo entraba cada vez más y más, estaba a punto de estallar.. -córrete cariño, ahora, derrámate dentro de mi, quiero sentir tu leche dentro de mi coñito, quiero hacerte feliz Un aire fuerte sopló dentro de mí, por todo mi cuerpo, por todos los rincones de mi interior, quería llevarle todo mi ser a esa mujer tan especial y fogosa. Mi polla empezó a derramar, sentía hasta el camino de mi leche recorrer la vagina. Gritaba de placer mientras nos besábamos en la boca. Nos quedamos un buen rato juntos, no queríamos separarnos, el tiempo se paró, nuestros cuerpos quedaron fundidos, se entendían a la perfección, estaban hecho el uno para el otro. Aun podía saborear el sabor de coñito en mi boca. La había llenado bien de leche. Llevaba semanas sin eyacular, ella se levantó y todo empezó a salir. Puso su mano debajo de su coño, sus dedos chorreaban de mí. Levantó la mano y empezó a saborear mi semen metiéndose los dedos en su boca. Empezó a ponerme otra vez a cien, siguió tragándose mi leche a través de sus dedos, que mi polla se recuperó rápidamente, bajó con su boca, aún chorreando de mi leche, comenzó a chupármela, mi polla derramaba leche por el tronco, su dedo comenzó a urgar en mi culo, y con mi polla en la boca, empezó a gimotear de placer; su boca vibraba de un nuevo y nunca experimentado orgasmo, y esa vibración ponía mi polla a mil. Me corrí en su boca, que fuerte!! No podía creer como podía haber conseguido follarla así. Nos levantamos, y ella se fue. No me atrevía volver a la playa. Cuando regresé estaba allí, feliz, me sentí el hombre más afortunado del mundo, no nos miramos ni cruzamos mirada. Cogí mi sombrilla, mi toalla, y mi mochila y me alejé lentamente de allí.
Ella cogió su toalla, y la colocó en el hueco vacio y fresco que dejó la sombra de mi fiel parasol. En el fondo, yo aún pertenecía a ese lugar, porque ella me llevaba muy dentro sí.