La Feria de fenómenos del Doctor Lasko

¿Le pondrás los cuernos a tu pareja o serás tu el que tenga que ladear la cabeza al entrar por las puertas? Tus elecciones serán las que decidan tu destino en este relato de Halloween.

¡Atención! Este no es un relato  convencional. En él tus elecciones te llevaran a distintos desenlaces de la historia. Empieza en el capítulo 1 y luego continúa dirigiéndote a los capítulos que figuran al lado de tus elecciones. Buena suerte.

El tiempo de lectura de cada historia es inferior a treinta minutos.

1

El día amanece como podía haberlo hecho otro cualquiera... bueno, quizás aun mejor. Son poco más de las siete, pero el sol ya ha despuntado por el horizonte, bañando vuestro apartamento con una cálida y dorada luz que te anima a salir de la cama de un salto.

Te estiras camino de la cocina y te preparas el desayuno, el ruido de la ducha es inequívoco. Aun está en casa. Piensas entrar en la ducha y acariciar su cuerpo desnudo, pero aun tienes sueño, así que desayunas rápido y te diriges a la habitación.

Te  asomas a la ventana. Calor y ruido de tráfico de una ciudad que comienza a despertar. El sonido de su móvil interrumpe tus pensamientos. ¿Quién demonios le envía un wasap a esta hora de la mañana?

Lo coges y estás a punto de leerlo. Niegas con la cabeza y te diriges al baño para acercarle el teléfono. No, el teléfono se mojaría. A estas horas solo puede  ser algo importante, así que lo desbloqueas y bajas la pestaña de avisos para ver si te da una pista del contenido del mensaje.

No reconoces al remitente, pero su forma de esconder su identidad bajo un seudónimo incitante y el escueto contenido hace que una oleada de celos te invada. Y es que quedar con alguien un día de diario a las diez de la noche, justo cuando empieza tu turno de trabajo, te hace sospechar que te la están pegando. Bajas el desplegable de los avisos con cuidado de no pinchar en él para no dejar rastro de tu intrusión y  te enroscas a la almohada mientras se va, dejando que la bola de la sospecha crezca y crezca cada vez más en tu mente con el paso de las horas.

Finalmente te decides, llamas al trabajo excusándote, diciendo a tu jefe que tienes una diarrea tan fuerte que estas pensando en graparte a la taza del váter y a continuación pones en marcha tu plan.

Pasas la tarde revolviendo sus cosas, intentando encontrar alguna pista sin éxito. Te frustras, gritas y rompes un par de trastos contra la pared para luego coger el teléfono y alquilar un coche.

Le llamas y le dices que tienes que irte antes de tiempo y que dejas la cena en el frigorífico. Te da las gracias sin un atisbo de nerviosismo o remordimientos por la mentira y se despide.

Preparas una cena rápida, la dejas en la nevera y vas a recoger el coche. A las nueve  y media en punto estas esperando mientras te preparas un capuchino en la cafetera del coche. Estos Fiat 500 son la leche, estas pensando en comprar uno cuando la puerta del garaje se abre y sale su coche. Arrancas y  sigues el automóvil, procurando mantener una distancia prudencial como has visto hacer tantas veces en las pelis americanas.

Paras en el primer semáforo tres coches por detrás  y no puedes evitar mirar su foto que usas de fondo de pantalla en tu móvil

Es un cerdo, pero es  tan guapo... ve a 3.

Es una putón berbenero, pero es tan guapa... ve a 2.

2

Sabes que tu novia es buena tía, pero te salió ligera de cascos y la amas de una forma tan intensa y obsesiva que no puedes evitar que los celos te nublen el sentido cada vez que sospechas  de ella. Te dedicas a vigilar como un halcón cada mirada que lanza, cada culo que valora o cada sonrisa que reparte. No lo puedes evitar, es superior a ti.

El semáforo se pone en verde y arrancas nervioso, esperando que el petardo de delante arranque de una puta vez antes de que el semáforo se vuelva a cerrar. Pasas justo y caracoleas entre el tráfico para poder acercarte un poco más al coche de tu novia.

Mientras te acercas, intentas distinguir su silueta dentro del coche, pero la luz del sol, que se está poniendo y os da de frente, te lo impide. Te sientes ansioso. Intentas convencerte de que no es nada, pero tu subconsciente es terco y se empeña en presionarte con vívidas imágenes de tú novia desnuda, dejando que un tipo sospechosamente parecido a Brad Pitt le amase sus jugosos pechos y le retuerza los pezones hasta hacerle aullar, poniéndote frenético hasta el punto de faltarte muy poco para atropellar una vieja que se te cruza delante de ti con su andador.

Hincas el freno y echas sapos por la boca mientras pones primera y sales quemando rueda tras tu novia, que está doblando la esquina en el siguiente cruce. Coges el desvío a toda velocidad y tienes que pisar el freno a tope para no comerte su coche que acaba de aparcar en la acera. Pasas por delante y ves como un hombre con la cabeza afeitada y monstruosos bíceps se acerca al coche de tu novia y sube sonriendo.

Pasas de largo y aparcas un poco más adelante. Intentas vigilar por el espejo retrovisor. Aunque no ves que hacen con claridad, puedes entrever como las dos cabezas se acercan y se mantienen unidas unos segundos. Si tuvieses ahora una pistola la descargarías  en aquellos dos hijos puta hasta  mucho después de que sus cuerpos dejasen de respirar.

El coche arranca y te sobrepasa. Les dejas pasar y arrancas unos segundos después. Les persigues hacia las afueras. Quince minutos después llegáis a un viejo muelle comercial ahora en desuso. El tráfico se vuelve inexistente y confías que los dos tortolitos estén tan ensimismados el uno con el otro como para no darse cuenta de que les sigues.

Cuando entráis en una calle que corre paralela a la costa descubres su destino. Un antiguo recinto, hace tiempo abandonado, que ahora está ocupado por una feria ambulante. Detienes el coche y apagas las luces observando cómo desaparecen por la puerta del recinto.

Esperas un par de minutos y te diriges a la entrada. Sobre el portón abierto hay un enorme rotulo de neón que dice "Gran Feria de Fenómenos del Doctor Lasko". Estas a punto de cruzar la entrada cuando un guardia jurado de mediana edad y uniforme demasiado ceñido para su prominente barriga te da el alto impidiéndote entrar.

Intentas convencerle, pero te dice que la feria está cerrada, y apoyando la mano en la pistolera que cuelga de su cadera, te aconseja que vuelvas mañana. Amenazas, suplicas e incluso le insultas, pero nada funciona así que te das la vuelta.

Sin embargo no estás dispuesto a rendirte, en cuanto ves al guardia volver a la garita rodeas con el coche el recinto buscando una manera de entrar.

El muro es bastante alto, pero el paso del tiempo y la falta de mantenimiento se ha cobrado su precio y es accesible en dos puntos. El primero está en la zona este, justo encima de unos contenedores a los que crees que puedes trepar con un poco de esfuerzo.

El segundo está casi enfrente, en el otro lado y es aun más bajo. Calculas la altura a la que queda y crees que podrás auparte sin problemas usando el coche para alcanzar el borde.

Lo piensas un instante, sabes que no tienes tiempo que perder y ...

Te subes a los contenedores de un salto y trepas sin dificultad por el muro. ve a 4.

Acercas el coche y te subes a él aupándote sin dificultad por encima del borde de la tapia. ve a 5.

3

Sabes que tu novio es buen tío pero es un cacho cabrón y lo amas de una forma tan intensa que no puedes evitar que los celos te nublen el sentido cada vez que sospechas  de él. Te dedicas a vigilar como un halcón cada mirada que lanza, cada escote que valora o cada sonrisa que reparte. No lo puedes evitar, es superior a ti.

El semáforo se pone en verde y arrancas nerviosa esperando que el petardo de delante arranque de una puta vez antes de que el semáforo se vuelva a cerrar. Pasas justa y caracoleas entre el tráfico para poder acercarte un poco más al coche de tu novio.

Mientras te acercas, intentas distinguir su silueta dentro del coche, pero la luz del sol, que se está poniendo y os da de frente, te lo impide. Te sientes ansiosa. Intentas convencerte de que no es nada, pero tu subconsciente es terco y se empeña en presionarte con vividas imágenes de tú novio follándose barbies de ojos grandes y pechos titánicos poniéndote, frenética hasta el punto de faltarte muy poco para atropellar una vieja que se te cruza delante de ti con su andador.

Hincas el freno y echas sapos por la boca mientras pones primera y sales quemando rueda tras tu novio, que está doblando la esquina en el siguiente cruce. Coges el desvío a toda velocidad y tienes que pisar el freno a tope para no comerte su coche que acaba de aparcar en la acera. Pasas por delante y ves como una mujer de exóticos ojos y elegante figura se acerca al coche de tu novio y sube sonriendo.

Pasas de largo y aparcas un poco más adelante. Intentas vigilar por el espejo retrovisor. Aunque no ves que hacen con claridad, puedes ver como las dos cabezas se acercan y se mantienen unidas unos segundos. Si tuvieses ahora una pistola la descargarías  en aquellos dos hijos puta hasta  mucho después de que sus cuerpos dejasen de respirar.

El coche arranca y te sobrepasa. Les dejas pasar y arrancas unos segundos después. Les persigues hacia las afueras. Quince minutos después llegáis a un viejo muelle comercial ahora en desuso. El tráfico se vuelve inexistente y confías en que los dos tortolitos estén tan ensimismados el uno con el otro como para no darse cuenta de que les sigues.

Cuando entráis en una calle que corre paralela al agua descubres su destino. Un antiguo recinto, hace tiempo abandonado, que ahora está ocupado por una feria ambulante. Detienes el coche y apagas las luces observando cómo desaparecen por la puerta.

Esperas un par de minutos y te diriges a la entrada. Sobre el portón abierto hay un enorme rotulo de neón que dice "Gran Feria de Fenómenos del Doctor Lasko". Estas a punto de cruzar la entrada cuando, un guardia jurado de mediana edad y uniforme demasiado ceñido para su prominente barriga, te da el alto impidiéndote entrar.

Intentas convencerle, pero te dice que la feria está cerrada, y te aconseja que vuelvas mañana. Amenazas, suplicas e incluso echas un par de lagrimitas de cocodrilo, pero nada funciona así que te das la vuelta.

Sin embargo no estás dispuesta a rendirte, en cuanto ves al guardia volver a la garita rodeas con el coche el recinto buscando una manera de entrar.

El muro es bastante alto, pero el paso del tiempo y la falta de mantenimiento se ha cobrado su precio y es accesible en dos puntos. El primero está en la zona este, justo encima de unos contenedores a los que crees que puedes trepar con un poco de esfuerzo.

El segundo esta casi enfrente, en el otro lado y es aun más bajo. Calculas la altura a la que queda y crees que podrás auparte usando el coche para alcanzar el borde.

Lo piensas un instante, sabes que no tienes tiempo que perder y ...

usas los  contenedores para auparte por encima del muro. ve a 6.

acercas el coche para subirte a él y  sortear la tapia. ve a 7.

4

Subir hasta arriba es pan comido. Estás a punto de erguirte en lo alto del muro, pero recuerdas al segurata y te agazapas dejándote caer en el interior del recinto con el mayor sigilo posible. La oscuridad es tu aliada y sacudiéndote los pantalones te internas entre el aparente caos de caravanas y tiendas profusamente adornadas de vivos colores que componen la feria. En silencio te internas entre ellas, en dirección a la callejuela principal. El lugar está anormalmente silencioso, supones que se han ido todos a la cama después de un intenso día de trabajo, intentando descansar antes de que al día siguiente inauguren la feria. Te asomas por las distintas callejuelas,  pero no  ves ni rastro de tu novia ni del jodido musculitos.

Deshaces de nuevo tus pasos y te internas otra vez entre las tiendas, pasas por debajo de un tendal donde hay una prodigiosa colección de lencería femenina a secar hasta llegar a una pequeña plaza. Tu chica tiene que estar en alguna de esas tienduchas, seguramente follando como una yegua en celo. Todo se vuelve rojo  y tienes que pararte y respirar profundamente para recuperar el dominio sobre ti mismo.

Tras unos segundos el acceso de ira y celos se aplaca y miras a tu alrededor.  Dos tiendas y un carromato destacan con su letreros de neón apagados.

Frente a ti hay una tienda circular de color azafrán y azul turquesa. Pegadas al cartel y entre ellas  un par de perlas de cartón piedra   ilustran el nombre del espectáculo  "Las Perlas del Siam".

A la izquierda, colgando de un carromato verde, de tamaño normal, pero con las puertas  y ventanas anormalmente pequeñas hay un rótulo de color amarillo chillón que dice Los Misterios de Liliput.

Finalmente te das la vuelta y detrás tuyo hay una  cabaña rectangular, de color rojo sangre y con dos grandes puertas hechas de delicada madera de caoba y papel de arroz. La puerta y los dos jarrones chinos de imitación que hay a ambos lados hace que el titulo de la atracción "Maravillas del Extremo Oriente" no te sorprenda.

Cualquiera puede ser el lugar de la cita, te giras y dudas pero finalmente y te diriges a

Las perlas del Siam. ve a 8.

Los Misterios de Liliput. ve a 9.

Maravillas del Extremo  Oriente. ve a 10.

5

La fina chapa del Fiat se abolla con tu peso, pero no te da ninguna pena el coche alquilado Subir hasta arriba es pan comido. Estás a punto de erguirte en lo alto del muro, pero recuerdas al segurata y te agazapas dejándote caer en el interior del recinto con el mayor sigilo posible. La oscuridad es tu aliada y sacudiéndote los pantalones te internas entre el aparente caos de caravanas y tiendas profusamente adornados de vivos colores que componen la feria. En silencio te cuelas entre ellas en dirección a la callejuela principal. El lugar está anormalmente silencioso, supones que se han ido todos a la cama después de un intenso día de trabajo intentando descansar antes de que al día siguiente inauguren la feria. Te asomas por las distintas callejuelas,  pero no  ves ni rastro de tu novia ni del jodido musculitos. Sin saber muy bien como acabas en una pequeña plaza. Tu chica tiene que estar en alguna de esas tienduchas, seguramente follando como una yegua en celo. Todo se vuelve rojo  y tienes que pararte y respirar profundamente para recuperar el dominio sobre ti mismo.

Con un gran esfuerzo logras volver a controlarte e inspeccionas las tiendas que hay a tu alrededor.

La que más llama tu atención es una especie de jaima de color verde oscuro, profusamente adornada y rodeada de espesas alfombras. Sobre la entrada hay una enorme espada de cartón piedra justo encima de un cartel que pone El Brillo de Damasco.

A su izquierda destaca otra tienda, La Joya de Eurovisión cuajada de pequeños leds de colores y espectaculares brocados.

Detrás de ti la típica atracción del Salón de los Espejos te inspira recuerdos de tu niñez, en ese momento vuelves a tener ocho años y miras  tu figura distorsionada con una mezcla de diversión y aprensión mientras le das un lametón un helado.

A la derecha un carromato grande y negro, con tallas de seres oscuros en los dinteles de puertas y ventanas te pone los pelos de punta... El nombre de la atracción es Los Secretos del Más Allá.

Dudas durante un instante, en alguna de esas atracciones tiene que estar tu novia, pero ¿En cuál? Dudas de nuevo y finalmente te decides a entrar en...

El Brillo de Damasco. ve a 11.

La Joya de Eurovisión. ve a12.

El Salón de los Espejos. ve a 13.

Misterios del Más Allá. ve a 20.

6

Consigues pasar, te limpias las rodillas y echas un vistazo a tu alrededor. No hay moros en la costa, pero tampoco ves a tu novio por ninguna parte. Te internas entre las tiendas y carromatos de vivos colores, pasas por debajo de un tendal con tangas de leopardo, con el inconfundible hueco para un paquete, colgados y mientras te diriges a la calle central pasas embobada mirando los carteles.

Cualquiera puede ser el lugar de la cita, no tienes ninguna pista. Avanzas por la callejuela y llegas a una pequeña plaza dominada por dos tiendas y un carromato. Frente a ti hay una tienda de color azafrán y sobre la puerta hay un cartel que dice Maravillas de la India. A tu derecha hay un carromato de vivos colores con una pequeña puerta cuyo letrero dice Viaje a Liliput. Pero la más impresionante es una tienda con un par de cúpulas doradas y un gigantesco neón que anuncia al Gran Dolgopolov.

Dudas un instante, tu novio puede estar en cualquiera de ellas. Finalmente te armas de valor y te diriges a...

Maravillas de la India ve a 17.

Viaje a Liliput ve a 18.

El gran Dolgopolov ve a 19.

7

Consigues pasar, te limpias las rodillas y echas un vistazo a tu alrededor. No hay moros en la costa, pero tampoco ves a tu media naranja por ninguna parte. Te internas entre las tiendas y carromatos de vivos colores, pasas por debajo de un tendal con ropa intima de mujer colgada y mientras te diriges la calle central pasas embobada entre las tiendas mirando los carteles.

Cualquiera puede ser el lugar de la cita, no tienes ninguna pista. Avanzas por la callejuela y ves dos  tiendas y un carromato rodeando una pequeña plaza. Frente a ti hay una tienda grande, de vivos colores azules y verdes, adornada con caballitos de mar dorados. Ocupando parte del lateral y en letras que semejan burbujas hay un cartel que dice Maravillas del Fondo del Mar. A tu derecha está el sencillo carromato del Hombre Elefante, y a tu izquierda el Salón de los Espejos te trae recuerdos de tu infancia. Dudas unos instantes, el cabrón de tu novio puede estar en cualquier sitio. Finalmente te armas de valor y te diriges a...

Las Maravillas del Fondo del Mar ve a 14.

El Hombre Elefante ve a 15.

La Sala de los Espejos ve a 16.

8

Escuchas una apagada discusión en la que destaca una voz de mujer que crees que se parece a la de tu novia y eso te decide. Dispuesto a pillar a esa furcia con las piernas abiertas entras como un vendaval en la tienda y señalas con tu dedo dos figuras que hablan muy juntas. Estas a punto de escupir toda una serie de demoledores insultos cuando las figuras se giran sobresaltadas quedando bajo el halo de la luz trémula de unas pocas velas.

Los insultos se ahogan en tu boca al contemplar el espectáculo. Dos hermosas mujeres de pelo oscuro y piel extremadamente pálida,  vestidas con dos tenues camisones a juego, te miran sobresaltadas. Las observas unos segundos sin saber muy bien que decir y de repente te das cuenta de que hay algo raro en ellas, mejor dicho en sus camisones. No eres capaz de distinguir dónde empieza uno y dónde termina el otro.

De repente recuerdas el rótulo y te das cuenta de lo que pasa, las dos mujeres son hermanas siamesas. Te sientes violento y te disculpas mil veces. Retrocedes un par de pasos, intentando largarte antes de que las hermanas se pongan a gritar, pero la de la izquierda sonríe divertida y te pregunta qué diablos haces allí mientras tu contemplas los dos pares de ojos oscuros enmarcados en unas pestañas extraordinariamente largas y rizadas.

Estás a punto de contarles la verdad, pero te das cuenta de que todo aquello suena absurdo así que decides inventarte una historia. Les cuentas que no podías esperar a que inauguraran la feria, que  has saltado el muro y te has colado para curiosear. Y que cuando has pasado delante de la tienda, oíste la discusión y la curiosidad pudo contigo.

La hermana de la izquierda sonríe de nuevo mientras la de la derecha frunce el ceño incrédula y susurra algo al oído de su hermana.

La izquierda hace un gesto ignorando el consejo de su hermana y se adelanta tirando de ella. Las velas quedan detrás de ellas haciendo que la luz atraviese sus camisones y perfile sus cuerpos. Ves que  están unidas por el costado, pero lo que realmente llama tu atención son sus esbeltas piernas y sus caderas rotundas. Las dos hermanas se dan cuenta de tu mirada y mientras la hermana de la derecha trata de disimular su figura con sus brazos la de la izquierda se gira ligeramente para que la luz atraviese el camisón y te permita disfrutar del perfil de unos pechos no muy grandes, pero redondos y firmes con unos pezones grandes y provocadores.

Sin dejar de sonreír, la siamesa de la izquierda se acerca un poco más tendiéndote la mano y se presenta, se llama Melina mientras que su hermana es Malena. Tú le coges la mano y te adelantas para darle un par de besos en las mejillas. Melina responde dejando que sus labios se queden unos instantes de más pegados contra tus mejillas, dejando un rastro de humedad y calor que te hace estremecer.

Los ojos de Malena en cambio te paran en seco y no te atreves más que a darle un rápido apretón de manos.

—No hagas caso a mi hermana, tiende a creer que todo el que entra en su tienda, de improviso y en mitad de la noche, no viene para nada bueno. —dice Melina con sorna.

Tú, abochornado, balbuceas una disculpa de nuevo, pero ella te interrumpe y tirando de su hermana te corta la retirada hacia la puerta.

—Precisamente necesitábamos la opinión de alguien para resolver una discusión cuando has llegado. Mi hermana dice que lo que yo hago incide en su reputación.

—Yo diría que depende de cada situación. Ni siquiera sé hasta qué punto estáis unidas y que puede hacer tú hermana para impedirte hacer según qué cosas. A lo mejor, si fuese posible, quizás fuese mejor que os separaseis.

—La verdad es que eso de separarnos está fuera de toda discusión. Al vernos te parecería una operación sencilla, pero la verdad es que compartimos varios órganos y nuestra separación acabaría con la muerte de una de nosotras. A pesar de nuestras diferencias nos queremos demasiado como para eso. Al final te acostumbras a tener una vecina que te dice que es lo que deberías hacer. Es como tener a Pepito Grillo siempre disponible. —dice Melina.

—Y tú haces tanto caso como Pinocho. —replica su hermana con un bufido.

—Dime, entonces. ¿Crees que la reputación de Malena se ve salpicada por lo que yo hago? —pregunta Melina acercándose y acariciando tu cara mientras sonríe mostrándote unos dientes blancos y pequeños.

—Yo creo que lo que hagas tú no debería influir en la reputación de tu hermana. Lamentablemente la familia no se puede elegir y una persona no tiene por qué arrastrar con las consecuencias de las acciones de sus hermanos. —digo yo devolviendo la caricia a Melina y besándola suavemente mientras su hermana pone los ojos en blanco.

El beso se hace más profundo y apremiante, exploras su boca pequeña y sabrosa con tu lengua y mordisqueas sus labios finos y rojos, como la sangre que bulle turbulenta en tus venas. No puedes evitar sentir un deseo y una excitación crecientes, aumentadas aun más si cabe por el morbo de tener a su hermana semidesnuda respirando a tu lado y gruñendo incomoda.

Tus manos se deslizan por el cuello de Melina y siguen una sinuosa trayectoria hasta llegar a sus pechos. Sin dejar de besarla se los aprietas . Melina gime y Malena se revuelve incomoda. Con suavidad Melina retrocede arrastrando a una Malena enfurruñada y llevándote hasta una esquina de la tienda donde hay una cama de considerables dimensiones. La luz de las velas parpadea creando sombras cambiantes que hacen la situación aun más irreal.

Te gustaría desnudar a la joven pero no sabes cómo hacerlo sin dejar a su hermana totalmente desnuda así que optas por bajar los tirantes del camisón para poder descubrir sus pechos. Te abalanzas sobre ellos y los chupas, juegas con sus pezones lamiéndolos y mordisqueándolos. Melina te agarra del pelo y te aprieta contra ella enardecida mientras Malena se revuelve y se tapa los pechos incómoda.

Con suavidad las tumbas en la cama y levantas la falda del camisón de Melina. Observas su coño totalmente rasurado bajo unas braguitas transparentes. Te acercas y separando sus piernas  rozas su sexo con tus labios. La joven gime y se retuerce mientras que su hermana carraspea furiosa.

Te sumerges entre las fragantes piernas de Melina y chupas y sorbes su flujos. Pronto te das cuenta que no solo la respiración de tu amante esta agitada. Sin dejar de explorar el sexo de Melina con tu lengua observas a su hermana. Su cuerpo esta tenso y respira con fuerza. El tenue tejido del camisón no puede impedir que veas que sus pezones están igual de duros y tiesos que los de su hermana haciendo crecer en ti una sospecha.

Das un nuevo lametón al clítoris de Melina haciendo que se retuerza de placer pero percibes como el cuerpo de Malena se estremece levemente. Divertido repites la operación y vuelves a notar como el cuerpo le juega una mala pasada a la hermana. Continuas chupando y  acariciando a Melina aunque ahora estás tan pendiente de las reacciones de una como de las de la otra.

Finalmente es Melina la que te pide que la folles y te incorporas dispuesto a penetrarla. Te inclinas sobre Melina y cogiéndola suavemente por el cuello le metes la polla de un solo golpe. Melina grita de placer mientras que con el rabillo del ojo ves como Malena se agarra a las sábanas, retorciéndolas con saña, intentando no perder el control.

El coño de Melina es estrecho y delicioso, pero eres un hombre y no puedes evitar sentirte atraído por la fruta prohibida que se contiene a tu lado a duras penas. Si parar de empujar en el interior de Melina estás pensando que hacer para provocar a su hermana. Lo piensas un instante y a continuación...

te arriesgas y acaricias el cuerpo de la hermana. ve a 25.

te concentras en la mujer que tienes debajo, esperando poner a su hermana tan cachonda que termine rindiéndose al deseo. ve a 26.

9

Entras en el pequeño carromato y ves una estancia que te recuerda a la casa de un hobbit, todo es pequeño acogedor.  Los muebles son de brillante madera de nogal y cerezo, de líneas suaves y bordes redondeados, adornados con flores y tapetes de colores. Muy coqueto, pero allí no hay nadie y menos tu novia. Estas a punto de irte convencido de que has perdido el tiempo cuando de una puerta, hábilmente disimulada tras un colorido tapiz, sale una mujer pequeñita, de apenas un metro diez, pero increíblemente hermosa como una muñeca de porcelana. Te mira sorprendida por un momento, abriendo sus ya grandes ojos de un azul opalescente, pero se recupera rápidamente y frunce su labios pequeños y gruesos en una mueca de desagrado.

No sabes muy bien qué hacer. Tú primer reflejo es disculparte y salir zumbando, pero te quedas allí plantado observando su espesa y larga melena castaña, su cara deliciosamente ovalada, su nariz pequeña y su cuerpo exquisitamente proporcionado a pesar de su corta estatura. Su maquillaje es abundante, de un oscuro azul petróleo y hace juego con un ajustado corpiño de cuero negro, que realza unas tetas blancas y temblorosas y un pantalón de cuero hipercorto e hiperajustado.

Completa su indumentaria con unas medias de rejilla y unos zapatos minúsculos, pero con un tacón de más de diez centímetros.

No sabes lo que esperar de la mujercita, pero desde luego no lo que hace. Con movimientos lentos y sensuales se acerca a ti. Tú la observas de la cabeza a los pies y  no puedes separar los ojos del pliegue que se adivina en el fino cuero que cubre la entrepierna de la mujer.

—Soy Bárbara. ¿Qué haces aquí?

—Yo... Mi novia... —balbuceas subyugado por esa voz ronca y sensual.

—Pues aquí no hay nadie más que tú y yo. —dice la mujer acercándose hasta que puedes oler el intenso y turbador aroma que emana de su cuerpo.

Tu confusión no hace sino crecer y sin darte cuenta te ves empujado por Bárbara, que mediante pequeño toques con su mano te va arrinconando contra la pared. Sin poder retroceder más, te ves obligado a bajar la vista y mirar los enormes y redondos ojazos enmarcados en unas pestañas largas y rizadas.

Hipnotizado te agachas y alargas la mano para acariciar sus pómulos y su barbilla...

Bárbara se revuelve como una serpiente y te sacude un bofetón con sus manos pequeñas y rechonchas mientras te suelta un "cochino hijo de puta, no te vuelvas a atrever". Te quedas petrificado, decididamente esa mujercita está loca.

Antes de que te repongas, Bárbara te agarra del cuello de la camisa y  funde sus labios con los tuyos. El beso es largo y sucio. La lengua pequeña y caliente te explora con desvergüenza, mientras tanto, tú no sabes si devolvérselo y tomar el mando o dejar que sea ella la que lleve la iniciativa.

Finalmente te decides y...

le dejas hacer. ve a 27.

le coges por los hombros levantándola en el aire y devolviéndole el beso con lascivia. ve a 28.

10

Entras en la tienda y te transportas a otro mundo. Las paredes interiores están  primorosamente ornamentadas con sedas color rojo sangre y porcelana china mientras que el resto de la estancia está vacío salvo por una especie de caja de madera de un metro de alto por un metro y medio de largo. En pie, sobre ella hay una mujer esbelta, de rasgos orientales y  una  larga y gruesa trenza  negra, vestida con unas mayas.

A pesar de haber entrado en tromba dispuesto a sorprender a tu mujer, ella no se sobresalta y te mira con unos ojos negros y rasgados cargados de curiosidad. Sintiéndote ridículo por la intrusión le preguntas por tu novia, consciente de allí no hay  sitio para esconderse. La mujer  lamenta no tener ninguna información útil,  sonríe  y se sienta sobre la caja. Tú observas su nariz pequeña, sus pómulos altos y su boca grande con unos labios gruesos y rojos. Deberías irte, pero hay algo en su mirada que te invita a quedarte así que le preguntas como se llama y  cuál es su número.

La joven sonríe. Dice que se llama Jade. Tu asientes embobado y miras esos dientes pequeños y blancos como pequeñas perlas. Antes de que vuelvas a preguntarle sobre su espectáculo se sube al cubo y te hace una pequeña demostración.

Ante tu mirada asombrada, se pone de pie y comienza a doblarse hacia atrás, poco a poco hasta que su cabeza entra en contacto con sus piernas. Se mantiene así unos segundos, tú observas sus largas piernas, tensas por el esfuerzo y su Monte de Venus destacando prominente a través del fino tejido de las mayas. Tragas saliva con dificultad mientras la joven se incorpora y te mira desde arriba con una sonrisa enigmática.

Sin duda ha detectado tu interés y estás a punto de largarte antes de que se ponga la cosa fea justo cuando ella empieza una complicada coreografía arqueando su cuerpo hacia atrás y hacia los lados mientras tira de sus mayas hasta quedar totalmente desnuda.

Su cuerpo es extremadamente delgado, las costillas se marcan en su tórax y sus pechos son pequeños y pálidos con los pezones pequeños como guisantes.  Deseas acercarte y acariciarla, pero solo puedes observarla hipnotizado.

Con un movimiento fluido levanta una de sus piernas hasta ponerla al lado de su cabeza. Su sexo depilado se estira dejándote ver toda su anatomía.

Te desnudas a toda prisa intentando no tropezar. La joven se acerca a ti y se pone de puntillas para darte un beso. En tus brazos parece sumamente frágil. Su boca sabe a caramelo. Con un suave empujón la llevas hasta el cubo y la sientas sobre él. Te agachas y acaricias y besas su cuello y sus pequeños pechos, cuentas sus costillas con tus dientes y tus dedos. Juegas con el pequeño piercing que adorna su ombligo mientras ella arquea su torso y separa sus piernas ciento ochenta grados.

Su pubis queda totalmente expuesto a tus caricias y no te haces esperar. Besas su clítoris y de un amplió lametón recorres sus ingles desde el pubis hasta le entrada de su ano. La mujer se estremece y ante tu extrañeza observas como  retrasa sus piernas hasta colocarlas detrás de su cabeza, pero ahí no acaban las sorpresas. El sexo inflamado de la joven se abre ante la forzada postura mostrándote la entrada de su coño.

Con una sonrisa la joven comienza a contraer y relajar los músculos vaginales a voluntad. Pasmado introduces dos de tus dedos y los mueves en su interior mientras sientes las fuertes contracciones de su coño. Sumergiéndote en los profundos ojos negros y rasgados de la mujer la masturbas con violencia. Ella gime y se muerde los labios. Tu retiras tus dedos y cogiendo su cabeza la besas. Sin poder contenerte más la penetras.

Jade estruja tu polla con fuerza mientras tú te mueves en su húmedo interior con movimientos rápidos y bruscos. Intentas que grite y se descontrole, pero la joven gime suavemente y sonríe con esos labios apetitosos. Raramente descompone el gesto mordiéndose ligeramente el labio cuando el placer amenaza con descontrolarla.

Levantas en el aire su cuerpo ligero como una pluma. Ella descruza sus piernas y rodea tu cintura con ellas. Mientras la penetras separa su tronco de ti arqueando su espalada y tocando el suelo con las manos.

La sensación es deliciosa su sexo es estrecho y vibra cada vez con más fuerza. Tu empujas en su interior y acaricias su vientre y sus pechos. Con una facilidad pasmosa se incorpora de nuevo, te abraza y te besa. Su lengua y su coño se mueven a la misma velocidad y estas a punto de correrte cuando ella deja caer su torso de nuevo y apoyando las manos en el suelo se libera de tu polla con una elegante voltereta hasta quedar de nuevo de pie frente a ti.

Admiras su cuerpo fino y flexible como un junco. Te acercas e intentas agarrarla pero ella se escurre con movimientos fluidos y una risa suave. Te ordena que te tumbes sobre el suelo y a continuación pone un pie por encima de tu hombro derecho y otro a la izquierda de tu rodilla.

Con una naturalidad increíble deja resbalar sus pies poco a poco. Tú te coges la polla y la sostienes erecta mientras ella baja  hasta hacer el espagat sobre tu cuerpo ensartada con tu miembro.

Apoyando las manos en tu pecho y tu cadera comienza a elevarse a pulso y dejarse caer  gimiendo suavemente. Tú te dejas hacer y besas sus tobillos y sus gemelos sintiendo como a pesar del esfuerzo sigue estrujando tu miembro con su coño.

Su cuerpo se cubre de sudor con el esfuerzo y se separa para tomar aliento. Aprovechas y la empujas de cara contra uno de los postes de la tienda. A punto de correrte le penetras a la vez que envuelves su cuello con su trenza. Empujas con todas tus fuerzas tensando la trenza hasta que no puedes más y te corres en su interior. Jade grita por primera vez y todo su cuerpo se contrae por efecto de un intenso orgasmo.

En ese momento notas una corriente fresca en tu espalda. Te das la vuelta y ves una figura pequeña que se acerca a vosotros.

La joven se echa una mano a la boca para evitar un grito y desaparece dejándote con su novio. Intentas pergeñar una excusa, pero antes de que puedas decir nada el hombre te sacude una patada en plena cara. Intentas protegerte pero el tío es un experto en artes marciales y te zumba de lo lindo.

Escapas en bolas con todos tus dientes bailando y te topas de frente con el guardia de seguridad. El hombre te detiene y se regodea antes de mostrarte las esposas. Tú intentas convencerle de que todo ha sido un malentendido pero te recuerda que no podías acceder al recinto y no tiene piedad.

Cuarenta minutos después estás en un coche patrulla, escuchando las bromas soeces de los policías que te llevan a comisaría e intentando inventarte una historia que suene realmente creíble cuando llames a tu novia para que te saque de este embrollo.

FIN

11

Entras en la jaima, el suelo está cubierto por una espesa alfombra persa y las paredes están adornadas lujosamente con sedas y brocados dorados.

Entras y un ligero cascabeleo llama tu atención. Giras la cabeza y te encuentras con unos ojos color miel hábilmente perfilados con Khol. Su cara es un conjunto de facciones que por sí solas serían vulgares, pero que en ese rostro resultan realmente armoniosas. La mujer se mueve y tus ojos se desvían hacia su cuerpo enfundado en un escueto conjunto en el que destacan pequeñas medallas y monedas doradas que tintinean con cada movimiento. Observas sus grandes pechos y sus rotundas caderas, sus muslos morenos y sus tobillos finos adornados con recargadas pulseras de doradas monedas.

La mujer coge una espada y tú tragas saliva dispuesto a huir cuando ella la eleva en el aire y la sostiene por la punta en el extremo de su dedo índice. Con un movimiento suave la coge por la empuñadura y abriendo su boca comienza a tragársela hasta que toda su hoja esta dentro de su cuerpo.

Fascinado, te acercas y la observas mientras ella se mantiene rígida como una estatua. Transcurre un interminable minuto antes de que ella se mueva de nuevo y extraiga el arma con desesperante lentitud hasta que con un sonido metálico que te pone la carne de gallina la espada sale de su garganta.

La mujer te mira y sonríe enigmáticamente con esa boca grande y esos dientes blancos y brillantes. Llevado por tu instinto te acercas a ella y acaricias su  melena rizada y brillante, de un color negro tan intenso que crees que vas a caer en ella.

La sensación de vértigo dura un instante y desaparece justo en el  momento en que ella te besa y la sensación vuelve de nuevo. Con la cabeza dándote vueltas aferras su nuca y le devuelves el beso con intensidad. Su boca sabe a metal y a eucalipto.

La mujer tira de ti y te sienta en un sofá. A continuación se agacha dispuesta a mostrarte otra de las aplicaciones de sus habilidades. Te baja los pantalones y los calzoncillos y acaricia tu polla hasta que está totalmente erecta.

Le muestras tu polla larga y gruesa sin poder evitar un gesto de orgullo, pero ella no se muestra para nada impresionada y abre la boca. Se mete el glande en la boca y lo chupa unos instantes antes de que su boca siga avanzando por el tallo de tu miembro hasta que este desaparece por completo en su interior.

Sientes como la punta de tu polla traspasa su garganta y se aloja profundamente en ella. La mujer acaricia tu miembro con la lengua mientras mueve ligeramente la cabeza. Tu polla entra  y sale de su estrecha garganta produciéndote un intenso placer. Te agarras a los reposabrazos e hincas tus uñas en ellos.

A punto de correrte tiras suavemente de su melena para separarla y ahora eres tú el que la coges en brazos y la tumbas sobre  las mullidas alfombras. Le quitas el dorado sujetador, acaricias sus pechos grandes y morenos y recorres las grandes areolas oscuras con la punta de tus dedos arrancando a la mujer un gemido de placer.

La vuelves a besar a la vez que sigues bajando con tus dedos hasta que los haces desaparecer bajo la escueta braguita. Las monedas tintinean y su sexo crece y se inflama. Los besos se vuelven ansiosos y sus dientes muerden tu labio inferior arrastrada por la pasión.

Su interior es húmedo y cálido. Agitas tus dedos con fuerza, la mujer grita y las monedas tintinean. Separas tus labios de los suyos. Besas y mordisqueas sus pechos y sus costillas que se mueven ansiosas.

Le sacas la braguitas y acaricias sus piernas, juegas con las pulseras que tiene en torno a sus tobillos mientras ella abre sus piernas mostrándote su sexo tumultuoso.

Excitado coges tu sable y se lo hincas profundamente  una y otra vez. La mujer grita y ciñe tu cintura con sus piernas. La coges por el pelo mientras la follas, mirándole a los ojos y lamiendo su cuello y sus orejas.

Te separas un instante y ella aprovecha para poner sus piernas sobre tus hombros. Hincas tus dedos en sus muslos mientras la penetras de nuevo. El tintino de las pulseras del tobillo al lado de tu oído te excita cada vez más. Tus empujones son rápidos y salvajes. El cuerpo de la mujer se estremece y suda al recibir tus puñaladas hasta que finalmente el tintineo se interrumpe. El cuerpo de la mujer se pone rígido asaltado por un brutal orgasmo.

Te separas y te pones en pie, mostrándole tu polla aun erguida y palpitante. Tras recuperarse la tragasables se incorpora y se acerca a ti. Su cuerpo moreno brilla sudoroso. Lo abrazas y te empapas en él mientras ella te masturba suavemente. Intentas saborearla de nuevo pero se arrodilla y se mete tu polla en la boca. Acaricias su melena húmeda y pegajosa a la vez que meces ligeramente las caderas.

La mujer acoge todo tu miembro, chupándolo con fuerza cada vez que tú lo retiras, cada vez más rápido. No aguantas mucho más y te corres en el fondo de su garganta. Ella traga hasta la última gota de ardiente semen.

Se tumba sobre el suelo, con las piernas abiertas. Mirándote a los ojos limpia una gota del zumo de tu polla de la comisura de sus labios con el dedo, la mira y la lame con fruición. Ese único gesto hace que vuelvas a excitarte. Ella se da cuenta y se pone a cuatro patas sobre la alfombra mostrándote su culo. Su ojete es pequeño y estrecho. Un intenso deseo de penetrarlo te invade y dudas durante un instante ...

finalmente la sodomizas sin contemplaciones. ve a 39.

le metes el dedo en el culo esperando que sea ella la que te lo pida. ve a 40.

12

No sabes exactamente por qué, pero el montón de lucecitas te atrae como si fueses una polilla. Entras en la tienda en silencio, esperando encontrar a tu novia follando con el desconocido. Pero a primera vista el lugar está vacío. Te giras y observas a tu alrededor. El interior está un pelín recargado, pero tienes que reconocer que es coqueto y muy femenino. Oyes un ruido y por una puerta lateral, aparece una mujer vestida únicamente con una escueta toalla, secándose una larga melena oscura. Te quedas congelado admirando las largas y esbeltas piernas de la mujer, sus caderas y su cintura de avispa. Inquieto cambias el peso de tu cuerpo a la otra pierna produciendo un crujido en la  madera. La mujer se da la vuelta y su rostro te deja estupefacto. Sus ojos grandes y verdes, sus pómulos altos te recuerdan un poco a Sofía Loren, pero sus labios y la línea de su mandíbula desaparecen bajo una espesa y rizada barba.

La mujer se muestra tan sorprendida como tú, pero se recupera rápidamente y te sonríe.

Tú no sabes que decir y finalmente le preguntas lo primero que te viene a la cabeza. Ella, evidentemente, no sabe nada de tu novia. Le preguntas si sabe dónde puede estar y sin saber muy bien porque le cuentas toda tu historia. Ella se encoge de hombros y va acercándose a ti de manera casi imperceptible, como si fuese un felino al acecho de su presa.

Cuando te das cuenta está frente a ti. Alarga una mano de dedos largos y uñas rojas como la sangre y roza tu hombro mientras te dice al oído que tu novia es una desagradecida y que no te merece. Continúa comiéndote la oreja, describiendo lo complaciente que ella sería contigo. El aroma a jabón y a lilas que expele su cuerpo te invade aturdiéndote. Sientes deseos de huir, pero ella se adelanta y deja caer la toalla. Observas sus pechos pequeños con unos pezones grandes y rosados y bajas los ojos hasta su entrepierna, totalmente sorprendido miras las espesa mata de pelo oscuro y rizado, de la misma forma y longitud de la barba que la cubre.

Los ojos verdes te miran como si fueses un ratoncillo con el que jugar. Te dices a ti mismo que esa mujer tiene una barba más espesa que la del Mullah Omar, pero te sientes irremisiblemente atrapado y la besas. Sus labios dulces y suaves te asaltan anhelantes y su barba te hace cosquillas en el cuello. La acaricias, entierras tus dedos entre los rizos y juegas con ellos tironeando suavemente.

Los besos se hacen más rudos, vuestras lenguas se entrelazan y pelean furiosamente sin descanso y tu mano baja acariciando el cuerpo de la desconocida y poniéndole la piel de gallina.

Entierras tus dedos en su sexo, tu mano casi desaparece entre la espesa pelambrera. La mujer gime y abre ligeramente las piernas...

Por un segundo dudas y no sabes qué demonios hacer pero finalmente te decides y...

recordando a tu tatarabuelo, un famoso explorador de la selva amazónica, te armas de valor y te lanzas a la espesura. ve a 41.

sales por piernas, no quieres pasarte todo el día siguiente escupiendo bolas de pelo como si fueras un gato, pero tampoco estas dispuesto a dejar de buscar a tu novia así que vuelves a salir de la tienda. ve a 5.

13

Al ver el cartel no puedes evitarlo. Te internas en la atracción aunque no creas que tu novia pueda estar realmente allí. Pasas por delante de los espejos y observas divertido como tu figura se va deformando. Primero eres alto y delgado como un junco, más tarde grueso y pequeño como un guisante, en el siguiente pareces un alienígena de cabeza y ojos enormes...

Te hubieses pasado así toda la noche, pero unos murmullos y unos sonidos ahogados llaman tu atención. Te diriges por el laberinto en dirección al origen de los sonidos hasta que finalmente casi te das de bruces con tu novia.

A pesar de que lo sospechabas, no puedes creerlo; allí está, tu novia, apoyada en un espejo, con sus piernas abrazando las caderas de un hombre grande y musculoso que viste un taparrabos de leopardo.

—¡Puta! ¿Cómo puedes hacerme esto?

—Tu novia se sorprende y se muestra arrepentida, pero su amante se separa de ella y se da la vuelta acercándose hacia a ti mientras se chasca los nudillos con una sonrisa malévola.

Lanza una moneda al aire

Sale cara. ve a 21.

Sale cruz. ve a 22.

14

La tienda es enorme por dentro. En el suelo hay asentado un gigantesco tanque lleno de agua de un color  ligeramente verdoso.  Te acercas para observarlo más detenidamente. Parece una gigantesca pecera adornada con arena, corales, algas y hasta un cofre carcomido. Por el interior  una miríada de pequeños pececillos evolucionan en apretados bancos.  Giras la cabeza y  entre las algas distingues  una sombra que se desliza por el líquido llamando tu atención. Tras un instante de duda ves con sorpresa que es una figura humana. La figura también te descubre y se acerca a ti. Es un hombre, probablemente el más guapo que has visto jamás. Tiene el pelo rubio y los ojos de un intenso azul celeste. Te sonríe mostrando un perfecta dentadura y te observa divertido mientras evoluciona perezosamente en la pecera. Tu observas su pecho amplio y musculoso, su cintura estrecha y sus piernas fuertes a placer hasta que te das cuenta de que hay algo raro en el desconocido.

Desde que le has descubierto no ha subido ni una sola vez a la superficie a coger aire, es más, cuando te fijas ves que el pecho del hombre se mueve normalmente. No puedes creerlo. ¡Está respirando bajo el agua!

Cojonudo, estás en presencia de un sireno... o como se llame. No tenías que haber comido esos champiñones pasados al mediodía. El hombre se acerca al vidrio y te hace señas para que le sigas. Rodeas el tanque hasta que finalmente encuentras unas escaleras y las subes. Estas te llevan a una plataforma al borde del agua. El sireno asoma la cabeza y te invita mediante gestos a entrar con él en el agua. Dudas un momento, no eres muy buena nadadora y el tanque parece peligrosamente profundo. Por otra parte, el desconocido te atrae como un imán y no puedes dejar de sumergirte en esos profundos ojos azules... ¿Qué haces?

Finamente te rindes ante esos ojos azules y grandes y te quedas en ropa interior antes de meterte en el agua con el sireno. ve a 36.

O decides que el agua no es tu elemento y prefieres salir de la tienda y seguir buscando a tu novio. ve a 7.

15

El carromato es pequeño y está amueblado con sencillez. Los muebles son oscuros, de estilo victoriano. Las paredes están adornadas con grabados que parecen haber salido de una novela de Dickens. En una esquina hay una figura sentada en un sillón de orejas. Te asomas con curiosidad esperando ver una cabeza monstruosamente deforme y te sorprende darte casi de bruces con un hombre de tez oscura y aspecto completamente normal.

No puedes evitar mirarle y preguntarle dónde está el hombre elefante. El hombre sonríe y dice que es él. Automáticamente vuelves a preguntar qué clase de broma es esta y por toda respuesta el hombre se levanta del sofá y se baja los pantalones.

La vista de semejante trompa colgando entre sus piernas aleja todas tus dudas.

Fascinada te acercas a ella y la observas el hombre vuelve a sonreír y te invita a tocarla.

—¡Joder! ¡Vaya tranca! —piensas acercándote a la amenazante boa constrictor que te mira con su único ojo.

La acaricias con suavidad y sientes como se endurece, es larga y no muy gruesa y aun crece ligeramente de tamaño con tus atenciones. No puedes evitarlo, la excitación y la curiosidad hacen que desees experimentar que se siente al follarte una cosa así.

Te separas y te quitas la ropa poco a poco frente a él. El desconocido te observa con atención y se acaricia la polla con suavidad perdiéndose en las curvas de tu cuerpo.

Cuando terminas de desnudarte se acerca a ti y te abraza dejando que su polla dura y caliente repose entre vuestros cuerpos. Con una mezcla de deseo y temor, ves como partiendo de tu pubis la punta de su miembro llega a la altura de tus pechos.

Con tus manos aprietas tus pechos en torno a él  y lo masajeas suavemente con ellos. El hombre te coge por la nuca y te besa dulcemente mientras empuja suavemente con su polla entre tus pechos.

Con tu busto ardiendo, te arrodillas y besas esa asta negra y bruñida. El hombre se estremece y te golpea ligeramente las mejillas con ella gimiendo de placer. Abres la boca y te la metes hasta el fondo de tu garganta comprobando que apenas una cuarta parte está dentro.

El hombre no parece darse cuenta y cierra los ojos mientras comienzas a chuparla lenta y profundamente solo separándote para coger aire. La profundidad de tu mamada hace que te atragantes y produzcas abundante saliva que aprovechas para lubrificar toda la longitud del largo pene acariciándolo con tus cálidas manos.

Notas como la sangre palpita en el interior de aquel miembro cálido y oscuro. No puedes imaginar cuánta sangre puede haber allí acumulada y no te explicas como el hombre no se ha desmayado.

Eso te pone aun más cachonda e incorporándote dejas que el hombre te guie hasta un minúsculo dormitorio que hay en la parte posterior del carromato. Te tumbas y abres las piernas dejando que el hombre te observe y se acaricie hasta que está tan excitado como tú.

Con una sonrisa socarrona el hombre da dos pasos hacia atrás y agarrando su polla como si fuese una pértiga y con sorprendente puntería, acierta con tu coño a la primera.

Su polla se desliza dentro de ti provocándote un intenso placer, aunque no sabes muy bien si es por el hecho de llenarte hasta hacer tope en el fondo de tu coño o por saber que debes de estar follándote la polla más larga del mundo, puede que sean ambas cosas a la vez.

El hombre comienza a moverse lentamente, sacando y metiendo su herramienta de tu sexo y provocándote un intenso placer. Tú desearías agarrarte a sus brazos o envolver sus caderas con tus piernas, pero estás demasiado lejos.

Justo en ese momento oyes como se abre la puerta y una mujer alta, de pelo oscuro y rizado, obviamente su esposa, entra por sorpresa.

La desconocida se muestra tan sorprendida como tú y ambas os miráis sin saber qué hacer. No eres tonta y puedes percibir su enfado, pero también intuyes curiosidad y cierta excitación.

¿Qué haces?

¿Aprovechas la confusión para salir por piernas? ve a 31.

¿O invitas a la mujer a unirse a vosotros? Lanza una moneda

Sale cara ve a 32.

Sale cruz ve a 33.

16

Entras en el pabellón de los  espejos atraída por tu reflejo. Te  miras en uno de  ellos  y te recompones la ropa asegurándote de que lucirás espléndida cuando descubras a tu novio. Estás a punto de apartarte y seguir buscando cuando unos ruidos que proceden del interior llaman tu atención. Te internas silenciosamente entre los espejos ignorando los reflejos deformes que te devuelven algunos de ellos. Al doblar una esquina descubres una imagen que no por esperada escuece menos.

Tu novio se está abrazando y besando con una mujer enfundada  en un ajustado mono de látex. Te apoyas en uno de los espejos para no caer y el ligero ruido hace que la mujer se dé la vuelta. Observas sus ojos grandes y verdes, sus pómulos altos y sus labios gruesos pintados de un rojo rabioso, repetidos cientos de veces, con un punto de envidia. La mujer te descubre y abre los ojos sorprendida. Tú aprovechas el momento y te lanzas sobre aquel cuerpo esbelto hirviendo de celos y ansias de venganza.

Lanza una moneda.

Sale cara. ve a 23.

Sale cruz. ve a 24.

17

Entras en la tienda, todo lo que es de llamativa por fuera lo es de adusta por dentro. Aparte de un pequeño altar con una estatua de Ghanesa, frente a la entrada no hay otra cosa que un escabel y un colchón de púas que te da una pista de quién puede ser el  ocupante de la tienda.

Te giras y ves un hombre moreno y extremadamente delgado, de edad indefinible, únicamente vestido con un turbante y un taparrabos. Está de espaldas a ti, jugando con lo que parece un bloque de hormigón que cuelga de una cuerda.

Carraspeas un momento y el hombre se da la vuelta. Observas entre sorprendida y abochornada como la cuerda de la que pende el pesado bloque de hormigón está atada a su polla erecta.

El hombre  sonríe tranquilo, te da la bienvenida y te pregunta qué es lo que deseas.

Tú te encuentras un poco cohibida y preguntas por tu novio. El hombre te dice que no sabe nada mientras se suelta el bloque y mete la polla en su calzoncillo y se disculpa diciendo que es parte de su número.

Observas al hombrecillo con curiosidad. Él se retuerce el bigote y te mira intensamente. Parece que le gustas. Sus ojos color avellana y su tez morena te atraen casi tanto como lo que es capaz de hacer con su pirula. Notas como una cálida sensación parte de tus ingles y envuelve tu cuerpo. ¿Qué haces?

Te dejas llevar por la oscura atracción que ese hombre ejerce sobre ti. ve a 29.

Prefieres salir y seguir buscando a tu novio. ve a 7.

18

Entras en el pequeño carromato y ves una estancia que te recuerda a la casa de un hobbit, todo es pequeño y acogedor.  Los muebles son de brillante madera de nogal y cerezo, de líneas suaves y bordes redondeados, adornados con flores y tapetes de colores. Muy coqueto, pero allí no hay nadie y menos tu novio. Estás a punto de irte, convencida de que has perdido el tiempo cuando de una puerta, hábilmente disimulada tras un colorido tapiz, sale un hombrecillo de no más de metro veinte. Al principio se sorprende, pero se repone casi al instante y se acerca a ti exudando seguridad en sí mismo.

Se planta frente a ti y te pregunta si puede ayudarte en algo. Aprovechas para observar su cuerpo pequeño pero bien proporcionado, sus brazos musculosos  asoman por una camisa vaquera al que le ha arrancado las mangas y sus piernas están enfundadas en unos pantalones de cuero negro.

El nota que lo estás mirando y sonríe con suficiencia. Tú resoplas y le preguntas por tu novio. El responde diciendo que el único hombre que hay allí es él. Estás a punto de irte, pero él te detiene con una seña. Coge una de las sillas, se sube a ella y te da un beso en todos los morros. Sorprendida y cabreada a partes iguales, le sacudes un guantazo a aquel enano salido, pero él se ríe y te vuelve a besar. Esta vez te agarra con sus pequeñas manos por la nuca y te mete la lengua hasta la campanilla.

No sabes por qué, pero esta vez no le rechazas. Quizás sea por la habilidad con la que te besa o el sabor fresco y dulce de su boca, pero notas como tu cuerpo despierta poco a poco.

El tipo es de todo menos tímido y se baja los pantalones mostrándote orgulloso una herramienta totalmente desproporcionada a su tamaño. Nota por tu mirada de sorpresa que te ha impresionado con su enorme polla. La tocas con suavidad y se endurece casi inmediatamente.

El enano ríe y balancea su tranca aun subido en la silla. Hipnotizada por el palpitante miembro te inclinas y lo acaricias con tus labios. El enano interrumpe sus risas y gime apagadamente. Te apartas el pelo y recorres la enorme polla del hombrecillo de un solo, lento y largo lametón que hace temblar todo su cuerpo.

Abres tu boca y te metes poco a poco la gigantesca herramienta. Tus labios se estiran para acoger el grueso pollón y la punta hace tope en tu garganta dejando dos terceras partes fuera de tu boca.

La mantienes en lo más profundo de tu boca unos segundos acariciando con tu lengua su parte inferior hasta que no aguantas más y te separas para coger aire. Gruesos lagrimones corren por tus mejillas debido al esfuerzo, pero no cesas en tu esfuerzo. Cogiendo la polla del enano entre tus manos y fijando tu mirada en sus ojos color miel comienzas a chuparla, primero con suavidad y luego con más violencia acariciando su glande con tu lengua y mordiéndola suavemente.

El hombrecillo respira cada vez con más fuerza y acaricia tu pelo mientras mueve ligeramente sus caderas para aumentar su placer. Gruesos hilos de saliva cuelgan de tu boca los recoges y lubricas abundantemente la polla antes de tumbar al enano sobre la mesa.

—Es curioso pero así tumbado pareces más alto que de pie. —dices con una sonrisa maliciosa mientras te subes a la mesa y acaricias tu sexo con la punta de su polla.

—Muy graciosa, a ver si eres capaz de decir otro chiste cuando tengas mi cipote entero en tu interior. —dice el enano con una sonrisa lobuna.

Finalmente tu excitación puede con tus reparos y te metes poco a poco su polla. Tu vagina se distiende hasta un punto que creías que sería imposible para acogerla. Poco a poco entra hasta quedar totalmente enterrada en tus entrañas, colmando tu coño de tal manera que hasta el más mínimo movimiento te causa un placer increíble. Comienzas a moverte arriba y abajo por aquel poste duro y caliente gimiendo y jadeando, arrebatada por el intenso placer que emite tu sexo cada vez que entierras esa enorme polla en él. El hombrecillo se deja hacer y sonríe satisfecho mientras alarga las manos para estrujar tus pechos y rozar tus pezones.

Te inclinas sobre él y le das un beso mientras mueves tus caderas hambrienta, siempre deseando más. Con un gesto te invita a separarte y te guía a una pequeña habitación dominada por una enorme cama.

Esta vez eres tú la que se tumba boca arriba y él se interna entre tus piernas. Coloca su polla sobre tu pubis, golpeándole suavemente, provocando intensos gemidos de placer por tu parte. Antes que te des cuenta tienes al enano encima de ti chupándote los pezones y follándote como un loco. Notas el escozor producido por la fricción, le apartas un momento y escupes sobre tu coño para lubrificarlo un poco más.

El hombrecillo hace lo mismo con su polla y vuelve a penetrarte, metiéndotela de un solo golpe. Tu cuerpo se dobla con el placer y te agarras a él dejando que te penetre a un ritmo salvaje. Tus gemidos se convierten en gritos cada vez más fuertes hasta que un brutal orgasmo te paraliza. Todo tu cuerpo tiembla mientras el enano no deja de machacar tu sexo con su martillo pilón haciendo que vuelvas a estar excitada casi inmediatamente. Nada parece detener al pequeño desconocido que te folla con golpes duros y secos.

Te das la vuelta y te tumbas mostrándole tu culo. El hombrecillo separa tus cachetes y acaricia tu ano con su lengua.

Te estremeces de placer y de miedo mientras la lengua y los dedos del hombre te exploran y dilatan tu abertura. Cuando la punta de su glande presiona contra tu ojete todo tu cuerpo grita y no puedes evitar contraer involuntariamente tu esfínter.

Finalmente sientes como media polla entra en tu culo y no puedes evitar un grito de angustia. El dolor es lo bastante intenso para pedirle que pare. Pero muerdes la sábana y aguantas esperando que los intensos calambres desaparezcan.

El enano se mueve con suavidad dentro de ti. Sacando su polla a menudo y escupiendo en tu dilatado agujero. Haciendo que cada vez sea más sencillo y en cuestión de unos pocos minutos el dolor y el placer se funden hasta hacerse indistinguibles.

Levantas ligeramente las caderas para hacer más fácil sus penetraciones y permitirte deslizar tus manos bajo tus caderas para así poder masturbarte. Pronto los dos gemís al unísono. El enano se agarra a tus caderas y con dos empujones finales se corre con un grito de triunfo. Su leche invade tu culo como un cálido torrente haciendo que te corras pocos segundos después. Te retuerces y gimes casi sin aliento observada atentamente por tu pequeño amante.

Destrozados os tumbáis en el cama y dormitáis unos minutos antes que decidas vestirte y salir del carromato seguida por la atenta mirada y la sonrisa socarrona del hombrecillo.

Te vas sin despedirte, repentinamente avergonzada de tus actos. Coges el coche y te diriges directamente a la ducha cuando llegas a casa. Como esperabas, el piso esta vacio pero eso ya no te importa. Ahora entiendes a tu novio. La sensación de peligro y de aventura, el placer de romper con la monotonía...

Se oye la llave  de la puerta y entra tu novio. Sorprendido por tu presencia intenta una torpe disculpa, pero le paras en seco. Sabiendo que le tienes cogido por las pelotas te preparas para echarle la bronca de su vida.

Con tu coño y tu culo ardiendo aun por la intensa sesión de sexo con el hombrecillo le gritas, lloras, y le pegas. Tu novio se muestra totalmente arrepentido y finalmente con un gesto magnánimo le perdonas sabiendo que durante los próximos meses te tratará como a una reina...

Tras la tormenta os acostáis. En la oscuridad sonríes satisfecha pensando que eres una verdadera bruja.

FIN

19

Entras con paso decidido en la tienda. Todo, hasta los oropeles y las pantallas de las lámparas, son negros. En el centro de la habitación, una mesa destaca con una bola de cristal del tamaño de la cabeza de un bebe.

Solo un ligero movimiento lo delata. Un hombre delgado, de edad indefinida, con una perilla impecablemente recortada, vestido con una especie de levita gris y unas lentes redondas con montura de acero, está sentado tras la mesa. Te acercas a él dubitativa y le preguntas por tu novio. El hombre no responde y te invita con una mano a tomar asiento frente a él. La luz es tan tenue que casi no  puedes distinguir la figura que estaba sentada a la mesa.

Te sientas frente a él atraída por unos intensos ojos azules que te traspasan y parecen leer todo lo que pasa por tu mente. El hombre se inclina hacia adelante y acaricia con suavidad la bola de cristal sin apartar los ojos de ti.

Tras un par de minutos haces el ademán de levantarte y salir de allí, pero el hombre te coge la mano y te obliga a sentarte de nuevo. Te dice que sabe lo que estas pasando, que puede leer en tu cara el miedo y la incertidumbre, pero que no debes sentirte así, que él te ayudará a solucionar tus problemas, acabar con tu inseguridad y dejes de ser tan dependiente de tu novio.

Tú dudas, en el fondo solo quieres encontrar a tu novio, abroncarle y llevarle de vuelta a casa cogido por las orejas, pero siempre has deseado no estar tan colgada de él así que...

aceptas la oferta del desconocido. ve a 30.

sales de la sala con la intención de seguir buscando a tu novio. ve a 7.

20

Pasas al interior del carromato que resulta tan oscuro por dentro como por fuera. Un ligero resplandor te hace levantar la vista y descubres una miríada minúsculos leds que imitan un cielo estrellado. Después de unos instantes de contemplación bajas la vista buscando a tu novia, pero solo ves la sombra de una gran mesa redonda, cubierta por un largo mantel de seda oscura, en el centro de la estancia.

Estás convencido de que no hay nadie cuando unos ojos se abren sobresaltándote. En un primer momento parecen flotar ingrávidos hasta que tus ojos se acostumbran a la escasa luz y puedes entrever la silueta de una mujer de color.

Al ver el efecto que ha causado sobre ti, sonríe mostrándote una buena porción de su blanca dentadura. Finalmente la mujer chasquea los dedos y varias velas se encienden como por ensalmo en las paredes del carromato. Una luz lúgubre y temblorosa invade el carromato y te permite ver una mujer negra y esbelta que sonríe y muestra sus dientes como si fuese una peligrosa pantera. Sus ojos verdes, que te miran divertidos,  no hacen sino intensificar tu incomodidad.

Aun así no puedes dejar de sentirte atraído por su cuerpo esbelto, sus pechos grandes y su culo redondo y potente que el vaporoso vestido color índigo que lleva no puede eclipsar. Alzas tu mirada y observas unos labios gruesos que enmarcan una boca grande y de sonrisa fácil, una nariz pequeña y ancha y un cutis suave y sin una arruga. Su pelo, largo y lacio, de un negro oscuro y brillante como el ala del cuervo, está recogido en un apretado moño del que escapa un mechón largo que se extiende por su espalda hasta casi el nacimiento de sus nalgas.

Te acercas dubitativo. No sabes que decir. Finalmente le preguntas por tu novia a pesar de que es más que evidente que no hay nadie más en el carromato. Ella te responde de manera enigmática que ella no se dedica a buscar a los vivos, sino a los muertos y se presenta como Leila la única médium verdadera que queda en el mundo.

Llevado por la curiosidad le preguntas que quiere decir exactamente con eso y ella se acerca hacia ti y alarga una mano extraordinariamente fría y suave. Apoyándose en ti se sube a una de las sillas que rodea la mesa y la utiliza para auparse a ella.

Leila se estira el vestido y se tumba sobre la mesa. Te mira y te pregunta con quién quieres que contacte. No sabes muy bien por qué. Hay miles de personas con las que te gustaría contactar, pero en ese momento solo puedes pensar en Giaccomo Casanova. Se te escapa casi sin querer, pero la medium cierra los ojos y comienza a respirar profundamente mientras reza una salmodia a media voz.

En cuestión de minutos la respiración de la mujer comienza a agitarse. La luz de las velas pierde intensidad inexplicablemente a la vez que el cuerpo de la mujer empieza a agitarse. En cuestión de segundos todo se desmadra. La mujer comienza a convulsionarse hasta que todo su cuerpo se arquea y se queda rígido de manera que solo queda apoyada por la cabeza y los pies a la superficie de la mesa.

Alucinado, crees que no puede pasar nada más cuando el vestido de la mujer estalla en minúsculos pedazos rodeándoos a ambos de una niebla color índigo. Paralizado no sabes que hacer y te limitas a observar el cuerpo esbelto, de un negro brillante y totalmente depilado, los pechos turgentes y tiesos y sus pezones grandes y negros.

De repente la medium comienza a estremecerse mientras observas como un rastro de humedad empieza a formarse en su cuello, desplazándose sobre sus clavículas y terminando es sus pechos y sus pezones.

Observas como estos empiezan a deformarse inexplicablemente a la vez que se ponen duros. La mujer suspira a la vez que el rastro se desplaza por su vientre. Impresionado observas como algo separa las piernas de Leila a pesar de la fuerte oposición de esta. Sus muslos y sus potentes pantorrillas están totalmente contraídos con el esfuerzo, pero la fuerza invisible que los separa es inexorable y no cede hasta que la mujer tiene su sexo depilado totalmente expuesto.

En ese momento ves como su vulva comienza moverse y vibrar como si unos dedos invisibles estuviesen explorándola. La mujer gruñe y  a continuación suelta un largo gemido cuando algo separa sus labios y penetra en su rosada vagina.

Observas excitado el interior de su sexo húmedo y caliente contrayéndose y dilatándose rítmicamente mientras Leila gime ahora más fuerte. De repente una fuerza la aplasta contra la mesa y ves las huellas de unas manos apretando rudamente sus pechos.

No puedes creerlo, la mujer se eleva en el aire, como en un truco de magia barato y empieza girar suavemente a la vez que se convulsiona asaltado por brutales empujones. Leila se deja hacer con sus cuerpo totalmente relajado como en un trance mientras gime y se acaricia el cuerpo cubierto de sudor. Parece que no va a acabar nunca pero sorpresivamente el cuerpo de la mujer se da la vuelta y queda mirando hacia la mesa a la vez que desciende suavemente.

El ente gira el cuerpo de Leila de modo que cuando contacta con la mesa queda a cuatro patas con su culo mirando directamente hacia ti. Observas el culo negro y brillante con avidez y examinas los labios del sexo abiertos y el oscuro túnel de su vagina totalmente dilatado y  rebosante de flujos.

En ese momento algo agarra firmemente a la mujer por la cintura a la vez que separa los cachetes de su culo descubriéndote el estrecho agujero de su ano. Mientras las fantasmales penetraciones comienzan de nuevo, algo se mete en tu mente invitando a que disfrutes del culo de esa fiera.

¿Qué haces?

Te dejas llevar y la penetras. ve a 34.

Todo esto te da muy mal rollo. Estas muy excitado, pero estás mucho más acojonado, así que  te largas del carromato echando leches. ve a 35.

21

Lo intentas, pero realmente no tienes ninguna oportunidad. Esquivas el primer puñetazo del gigantón y le das tu mejor golpe en la boca del estomago... y ni siquiera se inmuta. Le das un nuevo puñetazo y el hombre se ríe mientras te sacude un bofetón que da contigo en el suelo. Con los oídos pitándote, te levanta en aire como si estuviese cogiendo una pluma y te arrea un mamporro que hace que tu mandíbula cruja y tus dientes bailen. Te suelta y caes al suelo sentado y atontado. Sin molestarse en rematarte se da la vuelta y se acerca a tu novia que le observa con una mezcla de admiración y lujuria. El forzudo le arranca la blusa y estruja sus pechos con violencia chupando y mordisqueando sus pezones.

Impotente, observas como el hombre la magrea y la desnuda sin contemplaciones y tu novia gime y se frota como una gata en celo. No puedes mirar. Te tapas los ojos con las manos, pero enseguida abres un poco los dedos, incapaz de poder evitar autocastigarte. El desconocido la tumba en el suelo y abriendo sus piernas entierra su boca en el sexo de tu novia. Mientras explora el coño con su lengua y sus labios, su frondoso bigote acaricia su clítoris haciendo que tu novia gima y jadee incapaz de contener su placer. El forzudo se gira un momento para mirarte y se retuerce el mostacho con un gesto de suficiencia. La rabia y la impotencia te dominan solo puedes ver como el hombre se refocila con tu novia sabiendo que no puedes hacer nada para evitarlo.

El desconocido se aparta durante un instante y se quita el taparrabos exhibiendo un cipote enorme y tieso como el asta de una bandera. Se inclina sobre tu novia y  se mete entre sus piernas. Tu novia no puede evitar una exclamación al sentir semejante porra abriéndose paso en su coño, estirándolo y dilatándolo hasta el límite, pero la incomodidad no dura mucho ya que pronto empieza a gemir.

El forzudo se exhibe haciendo flexiones sobre tu novia levantando su musculoso torso para luego dejarlo caer con fuerza sobre su frágil cuerpo. Ella se agarra a él e hinca las uñas en los costados del gigantón, gimiendo y gritando. Tras unos pocos minutos, el cuerpo de tu novia se convulsiona y arquea por efecto de un fuerte orgasmo mientras el hombre la coge entre sus brazos, se pone en pie con su polla aun dentro del vibrante coño de tu traidora novia y lo sigue machacando sin  piedad.

Tus dientes rechinan y das un puñetazo a uno de los espejos que tienes a tu lado queriendo borrar la imagen del forzudo elevando en el aire a tu novia y follándola. Tu chica se agarra a la nuca del forzudo y le besa con lujuria para a continuación dejarse caer hacia atrás y mirarte a los ojos con desprecio mientras su cuerpo se estremece con cada uno de los embates del hombre.

¡A la mierda! Te vas a levantar para irte, pero entonces observas como el forzudo coge a tu novia la lanza en el aire y pone su coño a la altura de su boca. Petrificado ves como le come el coño mientras ella intenta mantener el equilibrio agarrándose con las piernas en torno a su cuello y resoplando y gimiendo de nuevo excitada.

Tras un par de minutos le da la vuelta y ves como tu novia se agarra boca abajo, al duro culo del forzudo y comienza a chuparle la polla sin dejar de gemir con la lengua del hombre profundamente alojada en su coño.

Tu novia parece volverse loca y se mete la gigantesca polla del hombre con fuerza hasta el fondo de su garganta.

El forzudo se tumba en el suelo y tu novia se levanta mostrándote el cuerpo perfecto que no has podido retener y abriendo las piernas se mete su polla. Te mira un instante y se echa hacia atrás sobre el hombre y haciendo el puente sobre él comienza a mover sus caderas. Tú observas  como el coño se distiende para acoger el pollón del forzudo mientras este con sus manos la masturba con rudeza hasta que se corre de nuevo. Su cuerpo se convulsiona y cae semidesmayada sobre el cuerpo del hombre que la tira en el suelo  e incorporándose eyacula sobre su cara y sus pechos.

Tu novia abre los ojos y te mira. Recoge un poco de semen del desconocido y se lo lleva a la boca.

No aguantas más y sales dando tumbos chocando contra los espejos como una mosca loca por escapar hacia la libertad hasta que finalmente sales al frescor de la noche.

Abatido y mentalmente agotado, con el alma mas dolorida que tu cuerpo, te alejas hacia tu coche, te encaramas al muro y cuando estas bajando pierdes el pie y te tuerces el tobillo. Jurando por lo bajo te metes cojeando en el coche y te alejas de la feria jurando que es la última vez que le das tu corazón a una mujer.

FIN

22

En cualquier otra ocasión hubieses salido corriendo ante semejante mastodonte, pero una arrasadora furia recorre tu cuerpo. Tus músculos se tensan y notas como un chorro de adrenalina recorre tu cuerpo. Sin saber que haces te agarras la camisa y soltando un grito agudo y salvaje te la arrancas a tirones. La furia recorre tu cuerpo, pero es una furia fría y cerebral. Esperas que el hombre se lance sobre ti y con un suave movimiento le esquivas a la vez que le arreas tres dolorosos puñetazos en los riñones.

El forzudo ruge y se da la vuelta dispuesto a aplastarte como un mosquito, pero tu flexionas una de tus piernas y extiendes tus brazos soltando un nuevo grito agudo, largo y modulado.

El hombre se acerca armando el brazo pero antes de que pueda acercarse le arreas una patada que le acierta justo encima de la oreja. El hombre se tambalea pero no cae. Y tu novia observa arrobada como te acercas al gigante echando fuego por los ojos y le pateas los testículos y las rodillas repetidas veces, como un leñador haría con un enorme árbol, hasta que das con él en tierra.

Te inclinas para coger aire. Tienes el cuerpo cubierto de sudor y jadeas sonoramente. Tu novia se acerca impresionada por  tu exhibición, pero la adrenalina fluye por tus venas. Te yergues y la coges por el cuello, empujándola con brusquedad contra uno de los espejos que se rompe por la fuerza del impacto.

—¡Puta! —le susurras sin soltar tu presa sobre su cuello.

Tu novia suelta una tos ronca y asiente entreabriendo los labios excitada por tu despliegue de fuerza. En el fondo sabes que ella no puede evitarlo a pesar de que te ama tanto como tú a ella.

Empujas su cuello contra el espejo haciendo que su cabeza se estrelle contra el cristal, sin fuerza, porque no puedes evitar perdonar esos ojos y esa sonrisa apabullantes. La llamas zorra y puta antes de besarla con violencia.

Ella responde con igual intensidad, vuestras lenguas se entrelazan y os chupáis y mordéis hasta notar el cálido y ferroso sabor de la sangre.

Te separas y sin soltar su cuello hurgas bajo su falda con la mano libre. Mirándola a los ojos le arrancas el minúsculo tanga y exploras su sexo con tus dedos. Descubres que esta húmedo y pegajoso.

—¡Puta! —le dices mientras sacas tu mano de entre sus piernas y se la metes en al boca obligándole a chupar sus propias secreciones.

Ella no se corta y chupa mientras te mira desafiante. Sorbe sus propios flujos de tus dedos y los acaricia con la punta de tu lengua. No puedes soportarlo más y cogiéndole por la melena le obligas a arrodillarse frente a ti.

Te observas en los espejos. Una multitud de mujeres iguales a tu novia les bajan los pantalones a cientos de hombres iguales a ti y acarician sus pollas haciendo que poco a poco aumenten de tamaño y se pongan duras como la piedra.

Te coges la polla y golpeas sus mejillas con ella antes de obligarle a abrir la boca. Tu miembro se abre paso lentamente en su boca. Tu media naranja la chupa y la lame mientras te acaricia los huevos con suavidad, haciendo que  todo el mundo se disuelva a tu alrededor. Ella se emplea como nunca, lo había hecho excitada por tu fuerza y en cuestión de minutos tienes que separarte para tomarte un respiro.

La levantas y la acorralas de nuevo contra los espejos, besas su cuello y abres su blusa a tirones descubriendo esos pechos redondos y pálidos que tanto te gustan. Te lanzas sobre ellos y los castigas magreándolos, chupándolos y mordisqueándolos hasta conseguir que grite por el dolor y la excitación.

Bajas una mano y agarras uno de sus muslos separándolo. La minifalda se sube mostrándote un pubis perfectamente rasurado. Ella lo mueve excitada y tú no puedes contenerte y le metes el rabo de un golpe hasta el fondo. Suspira y te mira desafiante. Te separas y le vuelves a penetrar con un solo empujón. Tu novia  gime y todo su cuerpo se estremece. Reconoces en ella un gesto de intenso placer. Le das un suave golpe en la mejilla haciéndole saber que perdonas pero no olvidas. Ella sonríe desafiante y tu le vuelves a pegar sin dejar de disfrutar de su coño cálido y estrecho.

Le das la vuelta y tiras de su melena obligándola a mirar la superficie reflectante, quieres ver su cara de vicio cuando le das polla y quieres que ella también se vea. Le quitas la minifalda y te agarras a sus caderas separando sus piernas con unos golpes en el interior de sus muslos. Le metes la polla y empujas hasta levantarla del suelo. Pronto estas follándola con todas tus fuerzas, tu cuerpo se cubre de sudor y gotea sobre su espalda mezclándose con el suyo y corriendo por sus costados.

El frenesí se adueña de ti y agarrando a tu novia por el cuello la penetras con golpes rápidos y profundos. La follas sin descanso  mientras observas  su gesto deformado por el placer, con la melena sudorosa pegada contra su frente, intentando coger aire suficiente.

Sus jadeos se convierten en gritos y sientes como su coño se contrae con un brutal orgasmo. Tú sigues moviéndote en su interior insensible a sus gritos y jadeos hasta que eyaculas chorro tras chorro de tu leche ardiente vaciándote completamente.

Sin sacar tu miembro de su chorreante interior la  empujas contra la fría superficie del espejo provocándole un estremecimiento. Le rodeas el cuerpo, aun agitado por sus jadeos, con tus brazos y le besas en el cuello.

Un gemido os saca del encantamiento, el bruto se está despertando. Sabes que lo ocurrido en parte es un golpe de suerte y prefieres no volver a jugártela. Os vestís apresuradamente y salís antes de que el forzudo este totalmente despejado.

El aire de la madrugada es fresco y tu novia aun sudorosa se estremece. Tú te quitas la chaqueta y cubres su cuerpo con ella a la vez que la abrazas por los hombros guiándola hacia el coche de alquiler.

Mientras volvéis a casa ambos sabéis que lo que empezó como una traición ha terminado forjando una unión aun más fuerte. Tú deseas tener entre tus brazos ese cuerpo voluptuoso y flexible y ella desea sentirse protegida por un hombre fuerte y decidido.

Os miráis a los ojos y sabéis que lo que ha ocurrido esta noche ha creado un vinculo que durara para siempre...

FIN

23

La mujer pantera cae sorprendida por tu rápido movimiento, pero es más hábil y fuerte de lo que te imaginas. Rodáis por el suelo tirándoos del pelo y arreándoos bofetones. Tras unos segundos de bronca pelea, logras colocarte sobre ella y  te preparas para darle  el golpe de gracia, pero ella es más rápida y colocando sus piernas encogidas bajo tu vientre las estira violentamente proyectándote por la estancia hasta que tu cuerpo se estampa contra uno de los espejos tu cabeza se golpea contra el cristal astillándolo y dejándote temporalmente fuera de combate.

Tu cuerpo resbala hasta quedar sentada sobre el suelo con tu espalda apoyada contra el espejo. Impotente observas como tu novio mira a la mujer excitado por la pelea. Agarra a la mujer por las muñecas y la empuja contra otro espejo con las muñecas por encima de su cabeza.

Tu novio besa a la mujer con violencia sus labios se unen y tú no puedes evitar un mueca de desagrado y una fuerte sensación de pérdida. Hipnotizada no puedes evitar mirar como tu novio lame con una delicadeza de la que no le creías capaz los arañazos que has propinado a esa zorra.

¡Puta! ¡Desgraciada! ¡Rata asquerosa! Esos insultos y muchos más pasan por tu mente pero te sientes tan exhausta que no puedes soltar ni un quejido.  Ninguno de los dos aparentan ser conscientes de tu presencia y ves como tu tímido novio le arranca el ceñido mono a la mujer, revelando un cuerpo enteramente tatuado con dibujos que asemejan los ocelos de la piel de un leopardo. Tu novio  chupa y mordisquea todo su cuerpo hasta hacer que la desconocida  gima y se retuerza atenazada por el placer.

Cambias de postura para estar un poco más cómoda, observando como la mujer pantera se libera de la presa de su amante y empujándole le tumba sobre el suelo y se inclina sobre su cintura.

La mujer le baja los pantalones y los calzoncillos a tu novio, que muestra una considerable erección. La mujer pantera la mira y se acerca a ella. La lame y la araña con sus afiladas uñas. Juega con ella como si se tratase de un ratón, hasta que finalmente se la mete en la boca. Tú novio se dobla en dos y rodea la cabeza de la mujer acariciando su pelo corto mientras ella sigue chupándole el miembro.

No quieres mirar, no puedes soportarlo, pero tampoco puedes apartar la mirada y cuando te das cuenta tu mano está entre tus piernas acariciando suavemente tu entrepierna.

La mujer vuelve la cabeza y te mira con esos ojos verdes y ligeramente rasgados que parecen traspasarte. Apartándose de tu novio, se levanta y  le da la espalda apoyándose contra uno de los espejos. Observas el cuerpo de la mujer totalmente desnudo con la piel tatuada  brillando de sudor. Sus piernas esbeltas y largas terminan en un culo redondo y suave como un melocotón.

Tu novio se abalanza sobre él y se arrodilla. Lo acaricia y separa las nalgas retrasándolo ligeramente para poder lamer su coño húmedo e inflamado... como el tuyo.

Cierras un instante los ojos y te acaricias imaginando que esa lengua es la que esta acariciando tu sexo. Los gemido de la mujer pantera te devuelven a la realidad y vuelves a abrir los ojos para descubrir a tu novio poniéndose en pie y abrazándola por la espalda para a continuación penetrarla. La mujer se retuerce y gime poniéndose de puntillas y arañando la superficie del espejo buscando inútilmente un asidero. Desde el lugar en que estas sentada puedes ver la  mirada provocativa y retadora que le lanza a tu novio que se la devuelve a su vez   y le arrea una andanada de profundos y rápidos pollazos que la mujer acoge con gemidos. Mientras tanto tú observas y  te masturbas con todas tus fuerzas.

La mujer no aguanta más y se corre. Entre gemidos la observas contraer su cuerpo asaltada por oleadas de placer. Agarrando a la mujer por la cintura, tu novio se deja caer y se tumba con ella encima. Apoyando manos y piernas en el suelo la mujer comienza a mover sus caderas. Tú  observas la polla de tu novio entrando y saliendo de su coño. la mujer arquea su cuerpo mientras tu novio acaricia sus pechos y su pubis con rudeza. Ambos gimen y gritan mientras tu metes tus dedos en tu encharcado coño y te muerdes los labios para no gritar de placer y frustración.

Con un movimiento brusco, la mujer se yergue y poniéndose en cuclillas comienza a moverse aun más rápida y profundamente hasta que tu novio, con un grito, tensa todo su cuerpo y se corre dentro de la mujer que sigue agitándose sobre su miembro hasta que un nuevo orgasmo aun más intenso la obliga a caer desmadejada.

Tu tampoco puedes aguantar más y te corres. Es un placer amargo porque sabes que el objeto de tus deseos está ahora fuera de tu alcance. Sin poder evitarlo observas como tu novio ayuda a levantarse a la mujer pantera y la acompaña fuera mientras tu les observas con tus ojos llenos de lágrimas. Tras uno minutos te incorporas y sales camino del coche. Llegas a casa y te tumbas derrotada en la cama y  lloras hasta que la luz del sol que se cuela por la ventana te sorprende.

Querrías quedarte allí llorando para siempre, pero una determinación comienza a crecer poco a poco dentro de ti. Con un supremo esfuerzo te levantas. El primer paso es el más difícil, luego das otro y otro más. Sabes que no va a ser fácil, pero sabes que la vida no termina con ese gilipollas. Te metes en el baño y te das una larga y reconfortante ducha, te maquillas y sales de casa con la convicción de que este va a ser un buen día.

FIN

24

La mujer pantera no se lo espera y tú no tienes misericordia. Ante la mirada asombrada de tu novio zurras a la bestia a base de bien. Finalmente te subes a horcajadas sobre ella y le das bofetones alternando los dos lados de la cara de la desconocida. Levantas la vista hacia tu novio y descubres en él una mirada diferente entre temerosa y excitada. Dejas a la mujer doliéndose semiinconsciente y te acercas a tu novio.

Te yergues ante él y le arreas un bofetón con todas tus fuerzas. Tu novio te mira como un corderito con la mejilla marcada con el perfil de tu mano. Te acercas a él y cogiéndole por la nuca acercas su cara a la tuya y lo insultas a grito pelado. Tu novio se muestra arrepentido y sumiso y tú no puedes evitar sentirte atraída por esos ojos de cachorrillo pillado en falta.

Se arrodilla pidiéndote perdón, tú le ayudas a levantarse y antes de que pueda erguirse del todo le arreas un rodillazo en las pelotas. Le cubres de insultos mientras él se retuerce hecho un ovillo. No sabes muy bien por qué, pero su dolor te excita así que te acercas y le das una nueva patada.

Tu novio gime, pero no intenta defenderse. Tu dominio sobre él te excita y le golpeas de nuevo obligándole a que te de las gracias por ello. Te sientes fuerte y poderosa y tu novio se da cuenta y se postra ante ti siguiendo tu juego. Le obligas a arrodillarse y poniéndole tus zapatos en su hombro le obligas a limpiártelos con su lengua. Tu novio obedece y quita el polvo de tus zapatos sujetando tus tobillos como si fueran de porcelana. El contacto cálido y suave de sus manos te reconforta y hace que olvides a la mujer que os mira alucinada.

Cuando ha terminado con tus zapatos estás tan caliente que no te lo piensas y cogiendo a tu novio por el pelo, separas tus piernas y te levantas la falda del vestido obligándole a comerte el coño. Tu novio, ansioso por complacerte, se aplica como nunca lo ha hecho. Recorre los labios de tu sexo son su lengua te mordisquea el clítoris y chupa los flujos que escurren de tu hirviente interior.

Apretando los dientes para no gemir de  placer. Le apartas de un golpe y lo tumbas en el suelo. Con un gesto imperioso montas sobre él y advirtiéndole de que no debe correrse, le ordenas bajarse los pantalones y  levantándote la falda coges su polla y te la metes hasta el fondo.

Sin variar tu cara de póquer apoyas las manos en la camisa de tu novio y comienzas a subir y bajar por su polla. El placer se ve aumentado por el completo dominio que mantienes sobre él haciendo que te corras en cuestión de un par de minutos. A pesar de los relámpagos de placer que te asaltan sigues moviéndote cada vez más deprisa dejando que tu pubis golpee contra el suyo.

Tu novio disfruta y sonríe tímidamente pero tú le cortas la sonrisa de un nuevo bofetón y le ordenas que se concentre porque si se corre le castigarás como merece.

Sin darle cuartel te mueves como una loca sobre él. Tus uñas se clavan en su pecho y retuercen sus pezones hasta hacerle gritar de dolor, pero sigues moviéndote con violencia dispuesta a hacer que tu orden sea imposible de cumplir.

Y en efecto con un gemido en el que se mezclan el placer, la vergüenza y el miedo tu novio se corre llenando tu coño con el calor de su semilla. Le llamas cerdo libidinoso, le golpeas la cara con el puño  y presa del frenesí, le pones tu coño en la cara y mientras le ordenas que limpie tu coño de su mierda, golpeas su polla y sus huevos con la mano abierta. Su dolor intensifica tu placer y te asalta un impresionante orgasmo. Gritas con todas tus fuerzas, e instintivamente retuerces los huevos de tu novio con fuerza haciendo que su aullido de dolor eclipse tus gritos y prolongue tu placer.

Por fin levantas la vista y ves como la mujer pantera se está masturbando y se corre viendo como maltratas a tu novio. Sin decir nada agarras a tu novio por una oreja, le ordenas vestirse y tiras de él para sacarlo de allí.

Subís en el coche y sin decir nada os dirigís a casa. Sabéis que vuestra relación ha alcanzado un nuevo nivel y no solo tú estás satisfecha con el resultado, solo hay que ver el gesto de adoración que exhibe tu novio, si fuese un perro no pararía de menear el rabo.

Mientras os acercáis a casa, piensas que tienes que hacer compras y empiezas a tomar nota mental de lo que vas a necesitar:

Unas esposas, cuerdas, mordazas, una fusta, un mono de látex...

FIN

25

Tu vena canalla late con fuerza inusitada y no puedes evitarlo. Te yergues un instante  para penetrar a Melina con una larga serie de empujones rápidos y duros. Finalmente lo consigues y Malena suelta un estrangulado gemido.

Sonríes satisfecho y aprietas el pecho de Malena creyendo que ya la tienes en el bote, pero te equivocas. Malena pega un aullido y te abofetea la mejilla izquierda  con todas sus fuerzas. Melina abre los ojos sorprendida y ve tu mano cerrada entorno al pecho de Malena y reacciona con la misma rabia abofeteando tu mejilla derecha.

Aun sorprendido y con las mejillas ardiendo, notas como las dos hermanas ponen los pie sobre tu torso y de un empujón te apartan de ellas lanzándote de espaldas al suelo. Te levantas aun con los pantalones en los tobillos y antes de que puedas decir nada las hermanas se lanzan sobre ti de nuevo como una hidra enfurecida y te empujan sin dejar de gritar, haciéndote trastabillar hasta que caes de nuevo de espaldas, esta vez fuera de la tienda.

El barullo hace que las luces de las tiendas cercanas se enciendan y en pocos segundos aparece el guardia de seguridad con cara de pocos amigos.

—¿Qué coños pasa aquí? —pregunta el guardia de seguridad.

—Este gilipollas se ha colado en nuestra tienda y hemos tenido que darle un escarmiento. —dijo Malena con gesto furioso.

—¿Ha pasado algo? ¿Este gilipollas a tratado de propasarse con vosotras? ¿Llamo a la policía?

—No es necesario llévatelo y échalo de aquí. Dale una buena patada en el culo de nuestra parte.

—Parece que el guardia de seguridad sabe algo más que comer donuts y   con una llave retuerce tu brazo tras tu espalda inmovilizándote y obligándote a avanzar todo lo rápido que te permiten los pantalones enrollados en torno a tus tobillos.

Al atravesar la feria no puedes evitar pensar que, mientras tú estás haciendo el humillante paseíllo, tu novia esta calentita bajo el cuerpo musculoso de ese cerdo bigotudo.

En un par de minutos llegáis a la puerta de entrada y el hombre, siguiendo las instrucciones de las siamesas te da un empujón y una dolorosa patada en la rabadilla, conminándote a no volver si no quieres que llame a la policía.

Te levantas, te subes los pantalones y te sacudes el polvo y la humillación. Piensas un segundo en las palabras del guardia y...

No le haces caso y te diriges de nuevo al muro dispuesto a encontrar a tu novia. ve a 5.

Decides que no quieres saber nada más y te vas a casa cabizbajo. ve a 44.

26

Tienes la impresión de que Malena no es la típica mujer que se deja llevar por los impulsos momentáneos y en vez de atacarla directamente crees que la mejor forma de superarla es flanquearla haciendo que su hermana disfrute  tanto que ella no pueda ignorar lo que siente.

Te inclinas sobre Melina y cogiendo su cara entre tus manos la besas dulcemente a la vez que la penetras con movimientos amplios, controlándote y dejando tu polla alojada en lo más hondo de su coño unos instantes antes de volver a hincársela.

Los gemidos  de Melina se acomodan al ritmo de tus pollazos, haciéndose más intensos y profundos mientras sus manos, buscando algo que apretar y estrujar se encuentran con las de su hermana que responde casi con la misma vehemencia.

Te das cuenta y te juegas el todo por el todo dándole a Melina una serie de rápidos empujones que terminan con la joven retorciendo su cuerpo asaltada por un intenso orgasmo. Miras a Malena y percibes en sus ojos como algunos de esos trallazos atraviesan su cuerpo, dándole un atisbo de lo que está disfrutando su hermana.

Fijas tu mirada en sus ojos y sin salirte del cuerpo estremecido de Melina te inclinas sobre Malena y la besas.

—¡Cabrón! ¡Pervertido! —exclama ella entre beso y beso.

Sin apresurarte continuas moviéndote dentro de Melina mientras acaricias a cada una con una de tus manos y besas a Malena.

Te parece mentira, pero el beso de Malena es igual que el de su hermana, pero totalmente distinto. El sabor y la textura de su boca son los mismos, pero su beso es mucho más dulce, menos agresivo.

Disfrutas unos segundos más del beso antes de separarte de Melina y  colocarte entre las piernas de su hermana. Al contrario de lo que esperabas Melina no se muestra contrariada y sonriendo se lleva las manos a las ingles y se masturba suavemente mientras observa como penetras a su hermana.

Tu polla resbala lentamente por el sexo de Malena y para tu sorpresa ambas hermanas gimen al unísono. Malena mira a su hermana fastidiada, pero no dice nada. Tú finges no darte cuenta y empiezas a moverte con suavidad acompañado por los gemidos de ambas.

Nunca has sentido nada parecido, los gemidos de las dos hermanas al compás cada vez que tu polla se abre paso en su interior, te ponen cada vez más cachondo hasta el punto que no puedes contenerte más y te corres dentro de Malena.

La joven hace un mohín creyendo que has terminado, pero más cachondo que nunca las das la vuelta para ponerlas a cuatro patas sobre la cama. Tu polla entra en su coño rebosante de tu semilla y comienzas a moverte más rápida y bruscamente. Las hermanas gimen. Ves como Malena se retuerce recibiendo tu polla mientras Melina apoya la cabeza sobre las sábanas masturbándose con violencia.

Sientes como los relámpagos de placer se entrecruzan entre las dos hermanas hasta que finalmente se corren con unos segundos de diferencia. Sus espasmos son tan fuertes que crees que van a terminar por separarse.

—Puta, ya lo has conseguido. —dijo Malena cuando recuperó el aliento.

Melina se ríe lamiéndose el sudor que se acumula sobre su labio superior, pero no dice nada.

—¿Ahora entiendes por qué digo que su comportamiento también influye en mi reputación? —te dice Malena— Por eso, de vez en cuando, tengo que castigarla.

Malena coge tu polla y ante tu sorpresa la dirige hacia su ano y te invita a que se lo atravieses con tu lanza.

—¡No, no, por favor! ¡Malena, ya sabes que no me gustaaaaah! —grita Melina al sentir como tu polla se hinca profundamente en el ano de su hermana

El culo de Malena es estrecho y delicioso. Te estruja la polla y te envuelve con su calidez mientras Malena gime extasiada y su hermana suelta un agudo grito de dolor.

Tras unos segundos esperando a que se adapte al tamaño de tu pene comienzas a moverte. Acaricias la espada de Malena y golpeas los cachetes de Melina que poco a poco y con la ayuda de sus propios dedos está comenzando a disfrutar.

Notas como el placer crece dentro de ti. Te mueves más rápido abrazas a Melina y cambias de culo hincándole la polla de un solo golpe. Melina gime, presa del placer y tú la sodomizas con todas tus fuerzas. El sudor corre por tu espalda y notas todos tus músculos acalambrados, te sientes a punto de desmayarte por el esfuerzo cuando ambas se corren a la vez, el orgasmo es aun más intenso.

Sin darte tiempo a reaccionar se separan y te tumban sobre la cama. Melina coge tu polla entre sus manos y se la mete en la boca. Estás tan excitado que no aguantas los dos largos e intensos chupetones y eyaculas  en su boca. Tu corrida es aun más abundante que en la ocasión anterior, tu polla se retuerce y se contrae dentro de la boca de Melina incluso después de que tus testículos estén totalmente vacios.

Te derrumbas al lado de las bellas siamesas y observas como Malena sorbe una lagrima de tu esencia de los golosos labios de Melina justo antes de quedarte profundamente dormido.

Llegas a casa derrengado y apestando a sexo y lo que menos esperas es que tu novia te este esperando a la puerta. Te pregunta dónde has estado y te das cuenta de que ni siquiera has pensado una historia para justificar tu ausencia.

Tu novia convierte sus labios en una fina línea recta justo antes de estallar en un torrente de insultos. Tú te encojes y aguantas el chaparrón como puedes.

—Y sabes lo peor, mamón, que  he quedado con un tipo la mar de desagradable y he ido con él a una feria de lo más truculenta solo para conseguir tu regalo de cumpleaños, esperando que esta vez fuese el más divertido y original. —dice cogiendo un voluminoso paquete cuidadosamente envuelto y estrellándolo contra el suelo antes de salir como un flecha del apartamento hecha un mar de lágrimas.

En cualquier otra circunstancia saldrías corriendo tras ella disculpándote pero el aroma de los cuerpos de las siamesas te envuelve  haciendo que tu único deseo sea volver a estar entre sus cuerpos desnudos. Eres un verdadero cabrón.

FIN

27

Bárbara se despacha a gusto. Con sus pequeñas manos te agarra por el pelo apretándote contra ella y metiendo su lengua aun más profundamente en tu boca. Su lengua sabe a cigarrillo mentolado. Notas que la mujer disfruta tanto con el beso como con la incómoda postura que te obliga a adoptar. Una vez satisfecha afloja un poco la presa y mediante cortos tirones te lleva tras la puerta camuflada a una habitación con una enorme cama por todo  mobiliario.

Sin una palabra te arrastra por los pelos hasta la cabecera de la cama y te esposa  a los barrotes del cabecero. A continuación saca de un cajón unos cordones de terciopelo y te ata los tobillos al otro extremo de la cama. Solo se da por satisfecha cuando se asegura que estás totalmente a su merced.

No  sabes exactamente qué estás haciendo, pero la mirada de esa pequeña mujer te subyuga y sientes que harías todo lo que ella quisiera, que estás dispuesto a ser su esclavo. Tú mirada de devoción no pasa desapercibida y la joven sonríe mientras busca de nuevo en los cajones. Lo que saca te produce un escalofrío, aun no sabes si es de miedo, de placer o una mezcla de ambos.

Bárbara coge la fusta en su boca y trepa hasta la cama sentándose a horcajadas, encima de ti. El suave cuero del pantalón contacta con tu entrepierna y tu polla reacciona casi inmediatamente. Deja la fusta a su lado y te abre la camisa. Acaricia durante unos segundos tu torso peludo  antes coger un mechón y arrancártelo de un tirón. Tú gritas por efecto del lacerante dolor y en ese momento Bárbara se yergue y cogiendo la fusta te arrea unos dolorosos fustazos en el pecho. Inmediatamente se da la vuelta, te baja pantalones y calzoncillos hasta los tobillos y se sienta sobre tu tórax.

A pesar de su pequeño tamaño, notas como aprovecha su peso con eficacia  aplicando presión en los puntos justos para dificultarte la respiración. Intentas quejarte, pero ella te sacude un par de duros fustazos en el interior de tus muslos. Gritas. La sensación de escozor es intensa e intentas revolverte y tirar de tus ligaduras. Bárbara acerca la fusta a tus muslos pero esta vez te acaricia.

Durante los siguientes minutos alterna las caricias con los zurriagazos y pronto comienzas a experimentar el placer de la anticipación. Es como la vida misma, nunca sabes que es lo que te espera y eso hace que todo tu cuerpo hormiguee de excitación.

La mujercita deja la fusta y acaricia tu polla con sus manos. Al inclinarse, el culo tensa el cuero del pantalón haciendo que la desees aun más. Tu polla responde poniéndose tan dura como una piedra y ese momento coge tus huevos y te pega un golpe seco en ellos. Si pudieses te doblarías de dolor, pero los cordones te lo impiden. Cuando ese dolor lacerante se convierte en un sordo latido, ella te agarra los huevos y te los retuerce, controlando cuidadosamente la presión que ejerce sobre ellos. Bárbara sigue presionando y retorciendo, pero a la vez se sienta sobre tu polla y comienza a moverse encima de ella.

El contraste entre dolor y placer es tan delicioso que ambos acaban mezclándose y llevándote a una nueva dimensión. En poco tiempo ella esta tan excitada como tú y sacándose los pantalones se da la vuelta y mirándote a los ojos se empala con tu polla.

Tras acomodar tu polla en su interior, se mece suavemente y cierra los ojos concentrada en el placer que le proporcionas.

A continuación se incorpora  hasta que su coño queda a unos centímetros de su sexo. Intentas penetrarla, pero enfadada te da un bofetón y coge la fusta. Tras unos segundos Bárbara te suelta un fustazo. Tu cuerpo se tensa involuntariamente y tu polla sube penetrando sus estrechas y cálidas entrañas.

Bárbara comienza a castigarte, primero lentamente, para luego acelerar el ritmo de sus golpes. Tú te estremeces de placer y dolor a medida que tu polla entra y sale de su interior produciéndote un placer que nunca habías experimentado hasta que no puedes  aguantar más y te corres en su interior.

Bárbara te insulta y te arrea dos duros bofetones. Tú te encoges y te disculpas creyendo que ya se ha acabado todo y te echara de allí. Ella percibe tu desconsuelo y te acaricia y te tranquiliza diciéndote que es normal, que es la primera vez y que te perdona, pero que tendrá que castigarte. Antes de que puedas agradecérselo se levanta y te da un doloroso pisotón en lo huevos con sus zapatos de tacón, quieres gritar dolorido, pero ella se sienta sobre tu cara y te obliga a lamer todo el semen que has expulsado en su interior.

Te aplicas lo mejor que sabes mientras Bárbara comienza a gemir cada vez con más fuerza hasta experimentar un fuerte orgasmo que calma su enfado. Se queda sentada sobre tu cara meciéndose suavemente hasta que se recupera de las intensas sensaciones experimentadas.

Unos minutos después estás vestido de nuevo. Te despides de la pequeña mujer y sales del carromato con una sola idea en la mente.

Cuando llegas a casa tu novia te está esperando e intenta montar un follón. Cuando le preguntas dónde ha estado ella  duda a su vez y notas como está intentando idear una excusa que le saque del lio, pero a ti realmente no te importa su respuesta.

Antes de que ella te diga una mentira más le dices que su relación no tiene futuro y cortas con ella. Tu novia primero te insulta y luego suplica, pero no consigue que cambies de opinión y te largas de casa.

Aun tienes el Fiat así que lo coges y vuelves de nuevo a la feria tan rápido como el cochecito te lo permite.

Entras en el carromato tan deprisa que no te acuerdas de sus dimensiones y das con la cabeza en el techo. El estruendo hace salir a Bárbara de su habitación y te mira con curiosidad.

Sin darle tiempo a echarte de allí te arrodillas y  le dices que nunca habías sentido nada parecido y que deseas ser su esclavo para siempre.

Ella frunce el ceño y te dice que ella forma parte de la feria y que no está dispuesta a abandonar esa vida itinerante. Tu respondes que estás dispuesto a seguirla allí dónde vaya y que si es necesario exhibirás un lunar que tienes en el culo igualito que el presidente.

Ella descompone su gesto rígido y controlado y ríe tu ocurrencia un segundo antes de ponerse seria.

Te dice que eres un esclavo prometedor, pero que tienes mucho que aprender. Así que te acepta a prueba, prometiéndote que si cumples con tus obligaciones te quedarás a su lado.

Agradecido te arrodillas a sus pies y se los besas humildemente mientras la pequeña domina te da unos suaves golpecitos con su fusta en tu espalda...

FIN

28

Los besos son cada vez más intensos y profundos. Sosteniéndola en tu regazo recorres la caravana, te cuelas por la puerta camuflada y descubres una habitación con una cama enorme. La lanzas sobre la cama y aprovechas tu envergadura para inmovilizarla, sacar sus pantaloncitos y meter la cabeza entre sus piernas sin que ella deje de protestar. No le haces caso y te concentras en el pequeño chochito.

Bárbara se retuerce y se arrastra por la cama en dirección a los barrotes del cabecero, de dónde cuelgan unas esposas. Tú le sigues el juego y te adelantas para esposar sus muñecas pero antes de que puedas hacer nada la pequeña puta mete la manita bajo la almohada sacando una Derringer de color purpura con las cachas de nácar.

Tú miras el interior de los negros cañones convencido de que ese cacharro no es de juguete.

Tira una moneda

Sale cara. ve a 37.

Sale cruz. ve a 38.

29

Comienzas a hablar con él, preguntándole por las distintas partes de su número y el te describe las distintas posturas de yoga que realiza así como el gran final, cuando se mete en un pequeño cubo de metacrilato de apenas un metro de lado, haciéndote una demostración mientras tú no puedes ocultar tu interés. Finalmente te armas de valor y le preguntas por el numerito de los bloques. El sonríe beatíficamente y te dice que todas preguntáis lo mismo.

Tú ríes nerviosa sintiendo como una corriente de afecto se establece entre  vosotros mientras te explica que ese no es el truco más difícil, que todo se basa en el control del cuerpo sobre la mente.

Tu asientes dándole la razón mientras te imaginas lo que podrías hacer con un hombre con semejante dominio sobre su cuerpo. No puedes evitar fantasear con ese hombre perforando todos tus orificios y haciéndote gritar hasta ponerte en órbita.

Impresionada, notas como el deseo crece en tu interior. Así que decides atacarle con todas tus armas y te desnudas ante él. ve a 42.

Sientes que esto es algo más que una exhibición física, sientes su espiritualidad y te acercas a él con respeto dispuesta a aprender lo que  él decida enseñarte. ve a 43.

30

El hombre sonríe con una mueca torcida. Un escalofrío recorre tu cuerpo, pero ya es demasiado tarde para echarte atrás. Observas como el hombre pasa las manos sobre la bola de cristal. Una suave luz se enciende bajo ella e imágenes brumosas y abstractas se forman en su interior. El hombre te dice que fijes la mirada en ella y te habla con suavidad invitándote a relajarte. Sientes que tus párpados comienzan a pesarte y por mucho que lo intentes no puedes mantenerte despierta. Finalmente todo se vuelve oscuridad...

Te despiertas en una pradera, las flores te rodean, hace calor y una suave brisa agita perezosamente tu melena. De repente entre los arbustos sientes que algo se mueve. Giras la cabeza buscando el origen del ruido y ves un enorme león acercándose a ti. A pesar de su imponente figura no sientes miedo, es más te sientes atraída por su cuerpo musculoso, su melena oscura y abundante y su porte majestuoso. El animal se para frente a ti, te olfatea e irguiéndose suelta un rugido que hace que todo tu cuerpo vibre con el profundo sonido.

El león se acerca un poco más y te olfatea de nuevo. Abre la boca, sus dientes enormes y blancos relucen peligrosamente, pero el animal se limita a lamerte con su lengua rasposa. Es cuando te das cuenta de que estás totalmente desnuda. La lengua cálida y áspera recorre tu vientre y tus pechos saboreándote poniéndote la piel de gallina y haciendo que la excitación crezca poco a poco en tu interior.

Los lametones se hacen más intensos y largos, el León recorre todo tu cuerpo desde el pubis al cuello de una sola pasada, haciéndote cosquillas con su perilla. La sensación de peligro y placer se unen poniéndote los nervios de punta. Agarras la frondosa y oscura melena del enorme bicho y tironeas de ella juguetona. El león ruge y te olfatea de nuevo. Tú abres tus piernas y diriges su cabeza a tus vulnerables entrañas.

El animal las lame con una suavidad increíble haciendo que todo tu cuerpo responda humedeciéndose. Gimes y tiras de su melena mientras la lengua recoge tus jugos golosamente. El calor se hace más intenso. Notas como tu cuerpo suda y él también lo nota. Levanta la cabeza de tu sexo. y lame las pequeñas gotas saladas que corren por el interior de tus muslos y tus axilas volviéndote loca de deseo.

No sabes cómo, pero se tumba sobre ti y te penetra. Sientes como las pequeñas espinas de su glande raspan tu delicado coño provocando un intenso placer. El león frunce el hocico y comienza a meter y sacar rápidamente su polla de tu interior mientras tu gritas y te agarras a su musculoso cuerpo con desesperación.

Cierras los ojos disfrutando de cada empujón cuando notas como el miembro del animal decrece y se hace más suave. Al abrir los ojos ves que lo que está encima de ti es un gorila enorme.

Descubre que lo estas mirando y se incorpora  golpeándose el pecho repetidamente  sin dejar de empujar en tu interior.

Tras dejar de golpearse, se separa y se exhibe ante ti. Es un ejemplar soberbio de espalda plateada. Te mira y te toca con sus enormes manazas con una delicadeza sublime. Te levanta en el aire y te da la vuelta poniéndote a cuatro patas.

El peso de su enorme cuerpo hace que todos tus músculos tiemblen debido al enorme esfuerzo. El animal te penetra, sientes su polla abrirse paso en tu coño a la vez que su apretada pelambrera te hace cosquillas en la espalda. Sientes el fantástico poder del animal golpear tu vientre y llenar de placer todo tu cuerpo una y otra vez, haciéndose cada vez más intenso hasta que no puedes más y te corres con un grito. El gorila sigue follándote cada vez más fuerte hasta que mordiéndote suavemente la espalda eyacula dentro de ti. El calor de su semilla te sobresalta y abres los ojos con un grito. Te incorporas avergonzada y desorientada, con la imagen del gran Dolgopolov rondando por tu mente. Con alivio ves que estás en tu cama. Tu novio está a tu lado roncando suavemente. Sueltas un largo suspiro, todo está en orden... o eso piensas hasta que notas un ligero escozor en tus partes intimas. Te acaricias el sexo y notas una sustancia caliente y pegajosa entre tus piernas. Sacas el dedo y lo olfateas. El inconfundible aroma del semen invade tus cavidades nasales y en el fondo, abrumada, sabes que esos pececitos hablan ruso...

FIN

31

Abochornada coges tu ropa y sales zumbando de la tienda. Terminas de vestirte justo en el momento que tu novio sale abrochándose los pantalones satisfecho de un carromato.

Al verte se le congela la sonrisa. Te lanzas sobre él y le abofeteas. Por un momento te planteas dejarlo, pero luego recuerdas que es lo que has estado haciendo. De no haber sido sorprendida habrías acabado igual que él, así que decides perdonarlo.

De camino a casa tu novio se muestra totalmente arrepentido y te jura que no volverá a ocurrir. Increíblemente, durante las siguientes semanas, tu novio hace honor a sus promesas y se porta con completa lealtad. Cuando siente que confías en él totalmente, un día te lleva de fin de semana a París y te pide que te cases con él en plena Pasarela de Solferino. Aceptas sin pensarlo y aprovechas para contarle que estás embarazada. Vuestra felicidad es completa.

Nueve meses después...

Fijas la mirada en las intensas luces que cuelgan del techo del paritorio, concentrándote en tu respiración con la esperanza de que el intenso dolor se alivie, pero no funciona. Llevas ya ocho horas de parto y piensas que esto va a durar siempre; El médico sonríe por detrás de la mascarilla y mete de vez en cuando la cabeza entre tus piernas para cerciorarse de que todo va bien, tu novio te enfoca con el Iphone y resopla como una morsa para indicarte el ritmo de las respiración y la matrona, la única que parece saber por lo que estas pasando, te seca el sudor y te susurra palabras tranquilizadoras.

¡Por tus cojones que no vas a pasarte toda la puta noche con el niño atascado entre tus piernas! Coges aire y empujas con todas tus fuerzas. Notas como algo enorme pasa por el canal vaginal y tras un par de minutos un intenso alivio te avisa de que todo ha terminado.

Tumbada boca arriba, esperas una serie de exclamaciones, pero en cambio se impone un incómodo silencio.

—¿Hay algún problema? ¿Está bien el niño? —preguntas angustiada.

—No. —dice el médico carraspeando— Felicidades, tienes un niño perfectamente sano.

La voz hueca del médico te dice que algo no va bien. Te incorporas ligeramente para ver como el médico sostiene a un precioso niño de pelo ensortijado y piel color canela con un pene que le llega casi hasta las rodillas ante la mirada atónita de tu marido...

FIN

32

La mujer te mira de hito en hito mientras tu apartas al hombre y te acercas a ella con movimientos lánguidos, exhibiendo tu cuerpo y sonriendo. Ella se acerca a ti  mirándote con furia y te escupe. Tú recoges la saliva con un dedo y la degustas es cálida y sabe a regaliz.

Ves en sus ojos la duda y te paras un segundo para observarla. Es alta y delgada, y lleva un vestido largo y blanco que se ciñe a sus curvas como una segunda piel. Te acercas aun más observando las dudas en el fondo de sus bonitos ojos verdes. Con un gesto rápido la coges con suavidad por el cuello y estampas tus labios sobre los suyos. Al principio se resiste pero tu insistes y finalmente ella responde a tus caricias abriendo por fin sus labios. Vuestras lenguas se juntan y forcejean, vuestra saliva se mezcla y saboreas su boca mientras deslizas tus manos por su espalda hasta dejarlas reposar sobre su culo.

Durante un intenso minuto todo el mundo se diluye. Os abrazáis y besáis. cada vez con más intensidad. Tu amasas su culo mientras ella juega con tus pechos haciendo que tus pezones se ericen. Apresuradamente le quitas el vestido hasta dejarla totalmente desnuda. Te apartas para observar su cuerpo perfecto, su piel color chocolate, sus pechos del tamaño de grandes pomelos, su culo grande y terso y su pubis oscuro y rasurado.

Os observáis hasta que un carraspeo os interrumpe. Os giráis hacia el hombre que se está masturbando mientras os observa expectante. Vosotras le miráis mientras os acariciáis el pubis mutuamente. Finalmente se levanta y se acerca a vosotras. Con suavidad os empuja contra la pared del carromato.

El hombre elefante te abraza por  la espalda mientras besa a su mujer por encima de tu cabeza.  Sientes la polla atrapada entre su vientre y tu espalda excitándote con su calor y sus movimientos.

El hombre te coge por las caderas, te separa de la mujer y obligándote a inclinarte hacia adelante, te separa las piernas y comienza a acariciara y besar tu espalda tu culo y finalmente tu sexo.

El calor y la suavidad de su lengua inundan tu cuerpo de placer. Con un gemido te inclinas sobre la mujer y le separas los labios de la vulva. El suave color rosado contrasta vivamente con el marrón chocolate de su piel atrayéndote como un imán. Envuelves su sexo con tu boca, introduces tu lengua profundamente en su coño y la mueves al mismo ritmo al que recibes las caricias del hombre.

Pronto las dos estáis gimiendo y jadeando, estremeciéndoos de placer y moviendo vuestras caderas al ritmo de una silenciosa y alocada melodía. Finalmente os separáis y el hombre te empuja contra su esposa. Enseguida sientes como algo se desliza entre tus muslos resbaladizos por el sudor y la saliva para salir por delante y clavarse en el hambriento sexo de la mujer. El hombre elefante comienza a moverse, penetrando a su mujer mientras tu aprietas tus muslos y tu sexo entorno al tronco de su polla.

Vuestras manos se juntan, se separan, exploran y acarician mientras la enorme polla os colma de placer a ambas. La mujer comienza a respirar más rápido jadeando y gimiendo con fuerza, agarrándose a tus pechos con desesperación hasta que finalmente se corre.

Tú separas al hombre de un empujón y tumbas a la mujer en la cama acariciando y lamiendo su sexo con violencia prolongando aun más su placer.

Mientras, él te ha cogido por las caderas y te mete la polla con fuerza. Su miembro te sorprende chocando contra el fondo de tu coño y te separas de la mujer con un fuerte gemido. Te apartas y te agarras con desesperación a las sabanas mientras la mujer muerde, besa y acaricia tu cuerpo hasta que este se convierte en una informe masa de de excitación y placer. No puedes aguantar más y te corres mientras dos pares de manos y labios asaltan todos tus orificios y protuberancias haciendo que te retuerzas con un orgasmo brutal. Durante lo que te parece una eternidad, la pareja sigue acariciándote, haciendo que tu respiración se interrumpa y tu cuerpo se combe hasta que crees que está a punto de romperse.

Finalmente la mujer se deja caer sobre ti. Abrazáis vuestros cuerpos sudorosos y jadeantes. En ese momento él aprovecha para introducir su polla entre vuestros cuerpos. Notáis como el largo miembro se desliza entre vuestros vientres hasta que su glande queda alojado entre vuestros pechos. Vosotras os abrazáis más fuerte y os restregáis contra él mientras el hombre elefante mueve suavemente sus caderas y gime con cada vaivén. En pocos segundos el calor de vuestros cuerpos y la suavidad de vuestros pechos hacen que el hombre se corra eyaculando sobre ellos.

Deshacéis vuestro abrazo aun excitadas y jadeantes. Os acariciáis suavemente jugando con el semen que cubre vuestros pechos y llevándoos de vez en cuando los dedos a la boca para saborearlo, incitando al hombre a iniciar una nueva sesión de sexo...

La mañana os sorprende temblando jadeantes y sudorosos tras una noche de lujuria continuada. Acalambrada, te vistes y ante las protestas de tus dos amantes sales del carromato diciéndoles que volverás, pero que antes tienes cosas que arreglar.

Cuando llegas a casa descubres el  piso vacío. Tu novio se ha largado y se ha llevado su ropa y sus cosas. En cualquier otra circunstancia te abrías sentido ultrajada, pero en este caso te has ahorrado un sin fin de embarazosas explicaciones. Haces las maletas deseando compartir días de aventuras y noches de lujuria con esa excitante pareja. No te planteas el futuro, ya te has hartado de hacer planes con tu novio para nada. Ahora solo quieres disfrutar el momento independientemente de lo que dure...

FIN

33

La mujer te mira de hito en hito mientras tú procuras mantener el tipo. Finalmente se acerca a la zona de la cocina y coge un enorme cuchillo. No hace falta ser muy listo para saber que no es buena idea quedarte. Con un gesto rápido coges tu ropa y sales de allí como alma que lleva el diablo mientras la mujer se encara con el hombre enarbolando el gigantesco cuchillo y gritando como una loca.

Sales a la helada madrugada totalmente desnuda y con la ropa en la mano. Tratas de vestirte lo antes posible para no quedarte totalmente congelada cuando oyes un increíble barullo en una tienda treinta metros a tu derecha. Giras la cabeza y ves a tu novio corriendo desnudo perseguido por un hombre de aspecto musculoso.

Os miráis sorprendidos un instante y tras un segundo le indicas que te siga y echáis a correr de nuevo en dirección al hueco del muro. La adrenalina os ayuda a sortear el obstáculo de un salto y montar en el Fiat antes de que el perseguidor pueda acercarse. Os despedís entre carcajadas y cortes de manga del hombre y os dirigís de nuevo a casa.

Cuando cerráis la puerta os miráis a los ojos. No podéis evitar sonreír ante la absurda aventura que acabáis de vivir. No hay gritos ni palabras de reproche. Simplemente os acariciáis y os besáis prometiéndoos que nunca volveréis a cometer una estupidez semejante.

FIN

34

Atraído por el virginal y oscuro ojete te subes a la mesa y la penetras. Tiene un culo delicioso, Leila se queja, pero aprieta tu polla de una manera espectacular. Te agarras a su cuerpo, y a su melena, sobas sus pechos sudorosos y  la follas con violencia sintiendo como algo frio como el hielo te roza la polla desde el otro lado del fino tejido que separa sus orificios naturales. El contraste entre frio y calor te vuelve loco a ti y aun mas a la mujer que se corre en cuestión de segundos gritando y estremeciéndose, como una posesa, como lo que es.

Tú  sigues sediento y no dejas de empujar en su interior al igual que el fantasma que está debajo. Cogiendo su melena le rodeas el cuello con ella y estiras con fuerza. Leila gira su cabeza y te mira fijamente de un forma firme e insistente, con una sonrisa maligna y enseguida notas como estas empezando a perder el control sobre tu voluntad. Intentas separarte, pero ya es demasiado tarde, ahora es ella la que decide el ritmo de tus embates y con una sonrisa maliciosa hace que la envistas con fuerza obligándote a parar  justo antes de que te corras. Apenas te das cuenta de que el espíritu se ha retirado y ahora estáis solo vosotros dos. Te sigue manejando como a una marioneta y  se corre un par de veces más hasta que por fin te deja continuar hasta eyacular en su interior. Con solo una mirada intensifica tu placer hasta que pierdes el conocimiento...

Te despiertas en un lugar oscuro e intentas moverte, pero descubres que estas encadenado en un lugar estrecho parecido a un cajón. Oyes los ruidos de gente a tu alrededor, sabes que deberías pedir ayuda, pero hay algo que te lo impide, las ordenes de tu ama.

La noche llega y pasa dejando paso a la madrugada, los ruidos de la feria se van apagando poco a poco hasta cesar por completo. Leila abre el cajón y te saca de allí. Se desnuda y te preparas para una nueva sesión de sexo con tu ama.

FIN

35

La mujer se gira y te mira un destello diabólico  escapa de sus ojos devolviéndote a la realidad. Follar con espíritus no puede ser nada bueno. Un escalofrío te recorre el cuerpo. Sales de la tienda medio espantado, pero considerablemente excitado y en ese momento ves salir a tu novia de la tienda de enfrente. Su cara está tan desencajada como la tuya. La coges de la mano y te la llevas entre las tiendas hasta un oscuro rincón pegado al muro.

La magreas por encima de la camiseta de tirantes y le levantas la falda para poder acceder a su sexo, sin preliminares, ella está tan caliente como tú. Separas una pierna y la penetras sin contemplaciones contra la pared, en silencio, procurando no llamar la atención. Vuestros gemidos son suaves y las  respiraciones rápidas y anhelantes. Pasas su pierna sobre tu hombro y sigues follándola hasta que no aguantas más y te corres. La besas y le das la vuelta y separando sus cachetes la penetras de nuevo con golpes duros y secos, mientras rodeas su cuerpo con tus brazos acariciando su pecho y su pubis. Tus movimientos se hacen más apresurados y finalmente te corres de nuevo. El calor de tu semen y la intensidad de tus caricias le provoca un orgasmo tan fuerte que pierde el pie y tienes que sujetarla para que no caiga.

Os recomponéis la ropa rápidamente y saltáis el muro para volver a casa en el Fiat. Vuestra relación se hace más profunda e intensa. Necesitáis estar juntos y demostrar vuestro amor constantemente folláis como animales pero jamás ninguno de los dos habláis de lo sucedido en la feria, es un secreto que ambos os llevareis a la tumba.

FIN

36

Entras en  lo que al principio te parece agua. Está sorprendentemente tibia, pero es ligeramente más densa y te recubre el cuerpo como si fuera aceite. Te sientes como si estuvieses sumergida en liquido amniótico. Nadas un poco y te tranquilizas al ver al desconocido a tu lado, evolucionado a tu alrededor, pendiente de ti.

Le sonríes y abres la boca para decir algo, pero en ese momento te coge por el talle y dándote un suave beso en los labios te sumerge. Al principio es divertido bucear enlazados como dos delfines, besándoos y tocándoos. Pero pronto empiezas a notar la falta de aire. Le haces señas al sireno para que te deje ir a la superficie, pero él no te hace caso y te lleva hasta el fondo. Forcejeas intentando liberarte, pero todo es inútil. El desconocido es mucho más fuerte que tú. Aun así, el pánico te domina y le golpeas desesperadamente con manos y piernas hasta que casi estás a punto de liberarte, pero en el último momento te agarra del tobillo y te atrae hacia el fondo del tanque.

Tus fuerzas se agotan rápidamente y dos pequeños puntos negros comienzan a crecer en tu campo de visión. Sabes que no puedes aguantar más la respiración, el instinto se impone y tus pulmones se expanden cogiendo una bocanada del líquido verdoso sabiendo que es el final.

Tus pulmones se hinchan, el líquido corre por ellos ahogándote... ¿O no? Ante la mirada divertida del sireno, notas como la sensación de ahogo desaparece y sientes como el oxígeno vuelve a correr por tu sangre. Las manchas desaparecen de tu vista y  respiras en el interior del liquido casi con total normalidad.

Por un momento piensas que es el beso del sireno el que te permite respirar bajo el agua, pero luego te das cuenta de que todo es un truco y que el tanque debe estar lleno de un líquido hiperoxigenado, similar al que usa el protagonista de Abyss para sumergirse en el fondo del océano.

Nadas un poco en el fondo mientras te acostumbras a la incómoda presencia del liquido en tus pulmones y luego te giras hacia el sireno. Te sonríe divertido mientras se mantiene flotando entre dos aguas.

Tú te acercas, le golpeas con toda la fuerza que te permite el liquido, que no es mucha y a continuación besas su sorprendido rostro. Acaricias su cabello y le miras a los ojos antes de volver a besarle. Vuestras lenguas se juntan mientras os desembarazáis del resto de vuestra ropa. El líquido se cuela en vuestras bocas añadiendo al beso un ligero sabor amargo.

Repentinamente le das un empujón y escapas nadando entre las algas y los corales. El te sigue y te atrapa sin dificultad. Te agarra por las caderas y te quita las bragas acariciando el rizado vello que cubre tu pubis. Tú te estremeces y gimes soltando un par de burbujas de aire y nadas en espiral con  la boca del sireno  enterrada entre tus piernas. El placer se une a la ingravidez haciendo que te sientas en el paraíso. La lengua de él te explora con deleite acariciando tu sexo y saboreando todos tus recovecos.

Libre de la gravedad te giras agarrándote al miembro del hombre. Lo acaricias con suavidad observando cómo crece y palpita entre tus manos. Abres la boca y lo lames con cuidado, como si fuese de terciopelo. El sireno se tensa un instante y suelta un gemido ahogado por el liquido que inunda sus cuerdas vocales.

Satisfechos formáis un círculo saboreando vuestros sexos mutuamente haciendo que un  cálido sentimiento de intimidad y placer os invada.

Chupas y lames el miembro del sireno, recorres sus venas hinchadas y palpitantes con tu lengua y mordisqueas su glande hasta que el deseo de tenerlo dentro de ti te supera.

El desconocido lo nota y cogiéndote por las caderas te penetra. Su polla, impregnada con la resbaladiza sustancia que os rodea, se desliza con facilidad dentro de tu vagina produciéndote un intenso placer. Te abrazas a tu amante mientras este se mantiene de pie en el fondo del tanque y te mueve arriba y abajo por su miembro. Cada vez que te eleva aprovecha para acercar sus labios a tus pezones dándoles rápidos  chupetones.

Te aprovechas de la ingravidez y te echas hacia atrás. Él te folla con más fuerza mientras todo tu cuerpo se estremece con cada golpe. Te agarras con tus piernas a sus caderas y te dejas hacer cerrando los ojos, concentrándote en el placer que irradia de tu sexo  y que se expande por todo tu cuerpo.

Sientes como tu  sireno te coge por las piernas y te da la vuelta. Apoyas los pies en el suelo del tanque mientras él te vuelve a penetrar. Tu das pequeños saltitos y el cogiéndote por las caderas te atrae hacia él. Su polla penetra profundamente en ti. El placer te incita a gritar aunque cuando abres la boca solo salen gruesas burbujas.

Con maestría el hombre se deja caer con su miembro aun en tu interior hasta que queda tumbado en el fondo arenoso. Ahora tienes todo el control y te echas hacia atrás moviendo tus caderas como una abeja furiosa mientras el desliza sus manos por tus pechos acariciando y pellizcando tus pezones, explorando tu boca para finalmente bajarlas hacia tu cintura y enterrarlas entre tus piernas.

Sin dejar de meter y sacar su polla de tus entrañas sientes sus dedos juguetear con tu clítoris y tu vulva, el placer se intensifica por momentos. Pierdes el ritmo y te corres. Tu cuerpo se retuerce sin que seas capaz de contenerte ante las oleadas de placer que te asaltan mientras el sireno acaricia tu cuerpo y te gira la cabeza para besarte de nuevo.

Respondes al beso con abandono mientras tu coño se estremece aun por efectos del orgasmo. Satisfecha te separas y con una hábil voltereta coges la polla de tu amante y te la metes en la boca. Esta vez la recibes con el cuello estirado  dejando que se aloje en lo más profundo de tu garganta y la chupas y la lames con fuerza haciendo que el hombre se retuerza de placer.

Sacas la polla de tu boca chupándola con fuerza  para a continuación volver a metértela y así una y otra vez cada vez más rápido, girando lentamente sobre ti misma hasta que el sireno te aparta con delicadeza. El hombre se masturba unos instantes para a continuación tensar su cuerpo  eyaculando en el tibio líquido. Observas como el líquido blanco se disgrega en pequeñas gotas y un banco de peces se acerca arremolinándose en torno a ellas  haciéndolas desaparecer.

Os erguís abrazados y os besáis,  buceando, mientras los peces nadan a vuestro alrededor y os siguen hasta la superficie. Salís a la plataforma desnudos y cubiertos por el líquido hiperoxigenado. Os dobláis tosiendo y escupiendo el líquido hasta dejar vuestros pulmones totalmente limpios.

Por fin escuchas la voz de tu amante, es profunda y tranquila y hace que todo tu cuerpo se estremezca de deseo de nuevo, pero es tarde y tras besarle apresuradamente le dices que volverás pero que ahora tienes cosas que hacer...

Un mes después...

El público espera expectante. Es tu primera vez y estás un poco nerviosa. Con cuidado te pones el disfraz y te sumerges en el tanque. Nero se sumerge detrás de ti y te tranquiliza con un par de caricias. Respiráis profundamente el líquido. Ya estas acostumbrada y casi no sientes sensación de ahogo al cambiar el medio de respiración.

Se retira la cortina y los focos os iluminan mientras os deslizáis por el agua. Mueves tu cola de pega  con la mayor naturalidad posible mientras Nero y los peces se mueven a tu alrededor dejando a los espectadores boquiabiertos. Mientras te exhibes no dejas de pensar lo lejos que estás de la aburrida vida con tu mentiroso ex y sonríes...

FIN

37

Inmediatamente sientes como dos puñetazos golpean tu torso elevándote en el aire y lanzándote fuera de la cama. Caes despatarrado en el suelo, sorprendido de la fuerza de aquella diminuta pistola, mientras un liquido denso y caliente se extiende por tu camisa

Bárbara se acerca con la pistola en la mano y con frialdad recarga la Derringer. Lo último que ves antes de que todo se vuelva negro es  la cara de odio de la pequeña psicópata mientras te dice adiós y aprieta el gatillo.

FIN

38

Afortunadamente, Bárbara no tiene muy buena puntería y la adrenalina hace que te muevas tan rápido que  las balas solo rozan tu oreja.

Antes de que pueda recargar el arma te lanzas sobre ella y la esposas a la cama. Ahora que la tienes a su merced, le quitas el tanga que cubre su sexo  y la manoseas a placer, ella te escupe y tu saboreas su saliva, es el dulce sabor de la victoria.

Ahora dispones de todo el tiempo del mundo y con una sonrisa lobuna te inclinas sobre ella. Su chocho es pequeñito, casi de juguete, te lanzas sobre él y la enana te insulta durante unos segundos, antes de empezar a experimentar el efecto de tus sabios lametones. La mujer se retuerce y tira de sus esposas, sus brazos pequeños y un pelín regordetes llaman tu atención y te abalanzas sobre ellos. Los besas y los lames y  mordisqueas sus axilas mientras ella te insulta impotente. Riéndote te sacas la ropa y le enseñas tu erección.

Al ver tu polla, Bárbara abre los ojos y deja de insultarte. Te tumbas sobre su pequeño cuerpo y  le desabotonas la parte superior del corpiño  sobándole sus tetas a la vez que tu polla roza el interior de sus muslos.

Su coño resulta deliciosamente estrecho, pero ante tu sorpresa acoge toda la longitud de tu polla. Ella  suspira y te clava los tacones en el muslo como un jinete azuzando a su montura. Te mueves en su interior cada vez más rápido, con movimientos amplios y profundos, Bárbara gime y se retuerce tirando de las esposas, besándote y mordisqueando con fuerza tus tetillas.

Por los suspiros y los gritos de la enana, sabes que está a punto de correrse así que sacas tu polla de su interior. Ella ruje y te insulta, pero tú la ignoras y terminas de desnudarla. Coges sus pechos con las manos, besas su ombligo y su pubis y pellizcas sus pezones, poniéndola aun más frenética.

Al fin los insultos se vuelven suplicas e inclinándote sobre ella le metes dos dedos en su sexo chorreante. Su palpitante clítoris te atrae como un imán y lo besas y los chupas arrancándole un largo gemido.

Tus dedos se empiezan a mover explorando su coño. Los mueves rápido alternando el mete saca con amplios movimientos circulares hasta que a punto de correrse le metes otro par de dedos  y los mueves con violencia, sin darle tregua. La mujer grita y se convulsiona, tú sigues penetrándola, prolongando su placer hasta que pierde el control y su chochito expulsa un largo chorro de flujos que se desparrama por tus manos.

Sacas tus dedos de su sexo y se los metes en la boca aun jadeante. Bárbara los chupa mientras tu dejas que tu polla roce su cuerpo.  Lo hace realmente bien así que coges tu polla y se la metes en la boca. Es demasiado grande para ella y apenas es capaz de meterse poco más que tu capullo, pero lo chupa y lo lame  detenidamente mandándote directamente al séptimo cielo.

A punto de correrte  coges la llave de las esposas y le sueltas una muñeca. Bárbara coge tu polla con la  mano libre y te masturba con su mano fina  y delicada hasta que te corres sobre sus pechos y su garganta. La enana se retuerce como si tu semen fuese lava candente lloviendo sobre su piel hasta que tu polla se queda seca.

Con un suspiro te apartas y te vistes lentamente. Bárbara te observa, sonriendo, atada aun al cabecero de la cama por una de sus muñecas y con el pequeño y voluptuoso cuerpo cubierto de semen y sudor.

Os separáis sin despediros, ambos sabéis que en un par de días la feria habrá desaparecido.

Te agachas para salir por la pequeña puerta del carromato y cuando te vuelves a erguir te das de bruces con tu novia que sale de la tienda de enfrente con el pelo revuelto y las mejillas arreboladas.

Los dos os quedáis congelados mirándoos el uno al otro. Tu cabreo es enorme hasta que te das cuenta de lo que has hecho y ella está tan enfadada como tú. Vuestros rostros son uno el espejo del otro. Primero enfado, luego vergüenza y más tarde comprensión y perdón.

Te acercas a ella y tras unos instantes de duda  os abrazáis. De camino a casa habláis y al final termináis riendo de lo absurdo de la aventura. La feria desaparecerá mañana y nadie ha resultado herido así que decidís que es mejor olvidarlo y prometeros que no volveréis a hacerlo.

Lo juráis aunque ambos sabéis que si la feria vuelve quizás no podáis conteneros...

FIN

39

Su culo es delicioso e hipnótico. No puedes evitarlo y guías tu polla hacia su culo. La mujer siente lo que intentas y trata de evitarlo pero la punta de tu polla ya está dentro y solo te tienes que dejar caer para hincársela hasta el fondo.

La tragasables grita de dolor y te suplica, pero tú no te apartas disfrutando de las involuntarias contracciones de su esfínter intentando expulsarte. Poco a poco sientes como el dolor se va aplacando y comienzas a moverte con suavidad mientras le acaricias el pubis con suavidad.

En pocos instantes estás penetrándola con fuerza mientras ella grita de placer. Su culo es deliciosamente estrecho y sus gemidos y jadeos se unen a los tuyos. Te inclinas sobre ella y acaricias su cuerpo caliente y resbaladizo. Estrujas sus pechos mientras la sodomizas con intensidad.

Como un león en celo apartas su melena y le muerdes la nuca mientras te descargas en su interior. Con tus últimas fuerzas la penetras unas cuantas veces más hasta que la mujer tiembla de arriba a abajo asaltada por un orgasmo brutal.

La acaricias y la masturbas con suavidad prolongándole el orgasmo hasta que la tragasables se derrumba agotada con tu semen escurriendo de su ano.

Te vistes tranquilamente y te vuelves para despedirte, pero la mujer, aun desnuda se acerca a un estante y cogiendo varios cuchillos te los lanza mientras te insulta y te amenaza con llamar a la policía. Te agachas y sales corriendo con la ropa a medio poner.

Estás a punto de desaparecer por la puerta de la tienda cuando sientes un lacerante dolor en el culo. Te echas una mano a tus posaderas y sientes un pequeño cuchillo clavado en ellas. Lo sacas e inmediatamente sientes correr la sangre por la parte posterior de tu muslo.

Cojeando, saltas el muro y entras en el coche. Te diriges al ambulatorio más cercano intentando inventar una historia que te evite contar la vergonzante realidad al médico y más tarde a tu novia...

FIN

40

Observas su culo redondo, moreno, terso y brillante de sudor, rematado por un agujero estrecho y delicado, mientras  piensas para ti que jamás has visto nada tan hermoso, te metes el dedo corazón en la boca y lo lubricas con tu saliva antes de acariciar la entrada de su ano. El estrecho esfínter se contrae cuando lo acaricias y no puedes evitar imaginar lo que sería tener ahí alojada tu verga.

Con paciencia le insertas el dedo y lo mueves lentamente en su interior, dilatando el estrecho agujero mientras la mujer suspira y se masturba para contrarrestar la incomodidad.

Tras unos minutos la tragasables se siente preparada y con un gesto te invita a encularla. Con suavidad le introduces tu polla. La mujer suelta un respingo y araña con fuerza las alfombras hasta que los calambres cesan. Comienzas a moverte. Poco a poco ella empieza a disfrutar y sus gemidos te animan a sodomizarla con mayor intensidad.

Movido por el deseo de hacer más dulce e intenso el momento, tiras de su melena y yergues su torso. Rodeas su cintura con tus brazos y sin dejar de penetrarla acaricias sus pechos y su pubis brillantes de sudor mientras ella gira su cabeza para poder besarte.

Nunca habías sentido nada parecido, disfrutas tanto con el culo de la mujer como con su placer. Deseas que esa sensación no acabe nunca, deseas repetirlo todos los días. Mientras te corres en su culo abrazándola estrechamente le susurras palabras de amor a una mujer de la que ni siquiera conoces su nombre, a la vez que olvidas el de la mujer que hasta hace unas pocas horas creías el centro de tu mundo.

Tres meses después...

¡Pasen y vean! ¡El espectáculo más bizarro y truculento del mundo! ¡Dónde  lo extraño se mezcla con lo terrible y lo obsceno!

Con el bigote postizo y el uniforme rojo cuajado de medallas y charreteras cantas las alabanzas de la feria. Al principio te sentías un poco ridículo, pero ya hace tiempo que disfrutas con el trabajo que has conseguido en la feria y descubres que se te da bien. Eres el Doctor Lasko y te dedicas a atraer al público a  las distintas atracciones.

Hace tiempo que no te acuerdas de tu aburrida vida de oficina y de tu más aburrida novia. Ahora sabes que cuando la función termina te espera una morena y deliciosa vaina para tu sable...

FIN

41

No sabes qué demonios le echa a ese pelo pero jamás habías tocado nada tan suave y lustroso. Lo acaricias arrancando leves suspiros a la mujer que te mordisquea el cuello y los lóbulos de las orejas con un poco más de fuerza de la necesaria.

Con la mano libre le coges por el pelo y la obligas a mirarte a los ojos justo antes de darle un violento beso le empujas contra unos de los postes de la tienda. Con otro tirón de pelo, le das la vuelta. Te desnudas y pegas tu cuerpo contra el suyo, la mujer intenta acariciarte pero coges sus manos y la obligas a agarrar el poste por encima de su cabeza.

Ella se rinde y deja que tus manos acaricien y tanteen su cuerpo. Te detienes especialmente en su culo, lo magreas, lo estrujas e hincas tus uñas en él. Finalmente rodeas su cintura y pegas tu cuerpo al de ella. Tu polla está alojada en la raja de su culo. Subes y bajas por ella mientras pellizcas y retuerces sus pezones hasta hacerla aullar.

Tirando de su barba, le giras la cabeza y la besas a la vez que le hincas la polla profundamente en su peludo coño. La estrechez y la humedad del sexo de la mujer te estimulan y agarrándola por las caderas la follas con  golpes duros y secos. Ella gime y se abraza al poste separando las piernas y retrasando las caderas para que tu polla entre más profundamente en su interior.

Estás demasiado excitado. Te separas, empujas a la mujer contra un lecho que hay en una esquina y  cuelas tu cabeza entre sus piernas. Tu lengua se abre paso en la espesa mata de pelo, se enreda y al final te tienes que ayudar de las manos para poder acceder a su coño.

Chupas y acaricias su vulva y su clítoris, haciendo que su cuerpo se combe con el placer. La tienes que agarrar con todas tus fuerzas para seguir comiéndole el coño hasta que agotado desistes y te colocas sobre ella.

Vuestros sexos  se rozan el uno contra el otro. Acaricias su barba y la besas mientras ella coge tu miembro y  lo dirige a su interior. Besas a la desconocida a la vez que empiezas a moverte dentro de ella. Ella te rodea con sus piernas y gime y jadea con los ojos fijos en ti.

Te separas y te dejas caer apoyando todo tu peso  cada vez que bajas y golpeando su pubis con fuerza. Cada vez más excitados, os movéis acompasadamente hasta que ella no aguanta más y se corre.

Sus gemidos se van apagando poco a poco satisfecha, pero tú aun no has terminado. Ella se da cuenta y te sienta sobre la cama, se inclina sobre ti y se mete tu miembro en la boca. Lo chupa lentamente, recorriendo toda su longitud a la vez que mueve su lengua intensificando tu placer. Cuando se aparta, tu polla se mueve con fuertes espasmos.

La mujer la coge y te masturba  a la vez que la frota contra sus pechos. No eres capaz de aguantar más y finalmente te coges la polla y eyaculas sobre su cara y su barba.

La mujer barbuda recibe la lluvia de semen con una sonrisa y te chupa el glande apurando hasta la última gota de tu semilla.

Finalmente te derrumbas sobre la cama y descansas unos minutos antes de recordar a  que habías venido. Seguramente tu novia estará follando con ese animal, pero ahora lo ves desde otra perspectiva.

Sales sigilosamente del recinto y vuelves a casa pensando que lleváis demasiado tiempo juntos y que la rutina se ha apoderado de vuestras vidas. Quizás después de todo eso sea bueno para los dos, una cana al aire y de vuelta a la realidad.

FIN

42

Tras unos segundos te decides y dejas resbalar tu ropa ante el yogui. El hombre te mira y tu acaricias el vientre y los pechos ante su total indiferencia. Nunca has tenido muchos problemas para atraer a los hombres y menos cuando estás desnuda, sin embargo este hombre te mira y no parece muy impresionado, más bien parece un poco triste. Te balanceas al ritmo de una música  inexistente. Te das la vuelta y le muestras tu culo. Te retrasas y te frotas contra él comprobando, frustrada, que no consigues ni la más mínima respuesta por su parte. Estás furiosa. No puedes creer lo que te está pasando.

Tu cara arde de vergüenza, no sabes que hacer, así que optas por hacer lo primero que te pasa por la cabeza y  le abofeteas con todas tus fuerzas. El no hace nada sino que sonríe beatíficamente y te mira como si fueses una especie de loca salida.

Harta de la situación sales de la tienda como un vendaval ciñéndote el vestido  entorno a tu cuerpo a toda prisa. Corres prácticamente cegada por las lágrimas y te das de bruces con alguien. Caes al suelo y cuando levantas la vista te das cuenta de que es el guardia de seguridad.

Su forma de sonreír no te gusta nada. Te ayuda a levantarte mientras con sus ojillos porcinos intenta observar todas las partes de tu cuerpo que asoman por las rendijas que se forman en tu vestido mal abrochado.

Finalmente te apartas y  te recompones un poco el vestido y el pelo mientras sientes como ese hombre grande y gordo de grueso bigote y calva sudorosa te desnuda con la mirada.

—Sabe que no puede estar aquí señorita. —dice apoyando sus manos en la cartuchera— Me temo que voy a tener que detenerla.

Hasta ese momento no te has dado cuenta del lío en el que estas metida. Miras en todas direcciones como una gata enjaulada, pero el hombre se lo espera y se acerca un poco más a ti con la intención de cortarte la retirada mientras te pide que le acompañes a la garita de la entrada.

Piensas un instante, no sabes que hacer, pero al final te decides y...

Accedes a acompañarle con la esperanza de convencerle más adelante de que no llame a la policía. ve a 45.

O le mandas a tomar por el culo y le lanzas una patada a las pelotas; saca una moneda.

Sale cara ve a 47.

Sale cruz ve a 46.

43

Conversas durante un rato con el hombre y con el paso de los minutos la admiración por las capacidades físicas del yogui queda eclipsada por su profunda sabiduría y paz espiritual. En cuestión de minutos, te abres a él y le cuentas tu dificultad para controlar tus instintos. Le hablas de la sensación de ira y celos que te embarga y te supera cuando tu novio se va por ahí. El yogui te entiende, pero no tiene recetas mágicas. Debes desechar esos sentimientos ya que te impiden alcanzar la paz interior. Añade que tienes que meditar y analizar cuidadosamente si el origen de todas esas malas vibraciones eres tú o el causante es tu novio.

Sin saber muy bien cómo te encuentras sentada en el suelo con las piernas cruzadas, controlando tu respiración y meditando sobre el problema.

El yogui está sentado frente a ti, inhalando cuando tu sueltas el aire de tus pulmones creando una extraña conexión entre los dos que vuelve a excitarte. Fascinada por el rostro curtido y lleno de arrugas lo acaricias. El responde aspirando profundamente el perfume que exhala tu cuerpo con una sonrisa tranquila. Intercambiáis caricias concentrándoos en las sensaciones mientras fijáis la mirada de uno en la del otro.

Te incorporas un instante y contienes tu primer instinto de arrancarte la ropa a tirones. En cambio te la quitas poco a poco, dejando que el tejido resbale por tu piel, haciéndote cosquillas y poniéndote la piel de gallina. Cuando te sientas al lado del yogui, este se ha desnudado a su vez y vuelve a acariciarte con la misma suavidad y parsimonia que antes.

Todo tu cuerpo esta erizado. Pequeños relámpagos de placer estallan allí donde los dedos del desconocido te tocan con una suavidad casi dolorosa.

Acercas tus labios a los suyos y, acariciando sus mejillas, le besas. Vuestras lenguas se rozan aumentando la necesidad de tener su polla en tu interior, pero dejas que sea él el que te enseñe cual es el momento exacto.

Vuestros labios se despegan y el yogui te tumba sobre el suelo acariciando tu cuello y besando tus pechos, haciendo que la piel de tus areolas se contraiga y tus pezones se pongan duros como la piedra.

Nunca has sentido un placer tan intenso, es como si toda tu piel estuviese tan sensible como la de una quemadura recién cicatrizada. Cada roce es una tortura que se desplaza por todo tu cuerpo hasta acumularse en tu sexo. Tu respondes a sus caricias de la misma manera, sin apresurarte, observando como el miembro del hombre crece y se endurece hasta convertirse en un magnifico estandarte. Controlas tu deseo de metértelo hasta la garganta y chuparlo con todas tus fuerzas hasta hacer que se corra como una fuente. Lo coges suavemente entre tus manos y tirando del prepucio besas y lames su glande con suavidad. Con un suave tirón te colocas sobre él, de manera que tus piernas quedan a ambos lados de su cabeza. Sus labios acarician el interior de tus muslos y sus manos rozan los alrededores de tu sexo aumentando tu excitación hasta límites que no creías posible.

Para vengarte coges su polla y le das un único y profundo chupetón. Todo su cuerpo tiembla un instante. Finalmente sientes sus labios cerrándose entorno a tu vulva y su lengua lamer y explorar tus lugares más íntimos y placenteros.

Besas el pubis y los huevos del yogui y lames su polla mientras el explora tu sexo con movimientos lentos y prolongados, aumentando tu placer poco a poco hasta que os separáis a punto de correros.

Vuelven los besos y las caricias. Exploráis vuestros cuerpos y los acaricias milímetro a milímetro descubriendo vuestras zonas más sensibles. El tiempo se diluye y desaparece y solo quedáis vosotros, vuestras caricias y vuestros besos y cada uno de ellos produce un cúmulo de sensaciones tan suaves como placenteras.

Finalmente el hombre se sienta y te invita a subirte encima de él. Siguiendo sus indicaciones te metes su polla...

Dejas que su miembro resbale hasta el fondo de tu coño. Te sientes completa y un intenso placer irradia de tus ingles expandiéndose por todo tu cuerpo. Te dispones a realizar una apresurada cabalgada, pero el hombre presiona tus caderas contra él impidiéndotelo y te guía en una serie de lentos movimientos circulares. Le sigues, cierras los ojos y te concentras en los lentos movimientos de su polla y en las caricias de sus manos en tus pechos y tu torso. El placer se hace aun más intenso, sientes como el clímax te llega, no tan explosivo como en otras ocasiones. No pierdes el control y lo prolongas con amplios y lentos movimientos hasta hacerlo durar varios minutos. Cuando cesa te encuentras tan excitada como antes y tras lo que te parecen unos instantes (aunque pueden haber pasado años) vuelves a correrte.

El hombre se separa y te da la vuelta hace que te sientes de espaldas a él, de nuevo, con su polla ocupando tu sexo. Te vuelves a mover con lentitud disfrutando de cada leve movimiento mientras sientes su respiración en tu nuca y sus manos, entrelazadas con las tuyas acarician tu torso. Sientes como su polla se estremece repetidas veces, pero el hombre contiene con habilidad su eyaculación, pronto aprendes a quedarte quieta en esos momentos permitiendo que él se recupere antes de volver a mover tu sexo.

Sientes que te has fusionado con el yogui y cada movimiento produce en ambos un sublime placer. Te inclinas hacia adelante, el acaricia tu culo y por primera vez te propina un empujón corto y apresurado. Gritas sorprendida ante el intenso placer y te separas para tumbarte boca arriba sintiendo que llega el final y deseas hacerlo abrazado a él.

El Yogui se inclina sobre ti y comienza a penetrarte cada vez más rápido y con más fuerza, te corres casi instantáneamente y el continúa entrando y saliendo mientras tú abrazas y acaricias su pecho e hincas sus uñas en su espalda. Incansable hace que te vuelvas a correr un par de veces, los orgasmos son intensos y sostenidos. Tu cuerpo vibra y tu vagina se estremece hasta que el hombre se corre y eyacula una prodigiosa cantidad de semen cálido y espeso que te colma.

Tras unos segundos, el hombre se separa. Miras el reloj y asustada ves que hace tiempo que ha amanecido. Te has pasado varias horas haciendo el amor.  Te apresuras a vestirte y te despides del hombre que te observa con placidez. No hay promesas vanas ni serias declaraciones. Si el destino quiere que volváis a coincidir ocurrirá.

Te subes al coche con una sensación de paz y una claridad de ideas que hacía tiempo que no sentías. Ahora sabes exactamente lo que tienes que hacer. Cuando llegas a casa tu novio acaba de llegar. Enfadado te pregunta dónde has estado toda la noche y tu le replicas con toda la calma del mundo que no tiene derecho a preguntar. Señalas su ropa desordenada y las marcas de carmín en su camisa. Le dices que no tiene sentido seguir haciéndoos daño y que es mejor que cada uno siga por su lado. Él, sorprendido al principio, no se da cuenta, pero luego se arrodilla y te suplica que no le dejes. Tu decisión está tomada y nunca habías estado tan segura de algo. Es el momento de comenzar una nueva vida y experimentar un mundo nuevo y lleno de sensaciones que se abre ante ti.

FIN

44

Entras en casa con aire derrotado,  está en sombras y totalmente silenciosa. Vagas como un fantasma por ella. Sin saber muy bien qué hacer, coges el móvil e intentas llamarla, pero no reúnes fuerzas suficientes.

No quieres luchar por tu relación, no quieres que  tu novia te deje, te metes en la ducha sin dejar de pensar en el hombre musculoso y te imaginas sus manos rudas explorando el cuerpo atractivo y esbelto de tu novia. Golpeas los mosaicos con la frente y el dolor hace que las imágenes desaparezcan un instante, pero enseguida vuelven para atormentarte. Vuelves a golpear los mosaicos húmedos una segunda vez intentando que todos tus problemas desaparezcan. Con un gemido vuelves a golpearte una y otra vez, una y otra vez una y otra vez...

FIN

45

Sigues al hombre, obedientemente, mientras intentas convencerle de que no llame a la policía. El segurata no dice nada y se limita a guiarte a la cochambrosa garita. El interior esta tan sucio y corroído por el tiempo como el exterior. Entra delante de ti y te señala una sencilla silla de formica. Te sientas en ella mientras el hombre te observa con atención.

Inquieta, cruzas las piernas y rápidamente te das cuenta de que ha sido un error. El hombre se relame como un gato al atisbar una buena porción de tus muslos por debajo de la falda de tu vestido y te ordena que te pongas de rodillas.

Protestas y le preguntas que demonios pretende. Por toda respuesta se baja la cremallera y se saca una polla grande y oscura. Intentas protestar de nuevo, pero amenaza con llamar a la policía si no le haces un trabajito de primera.

No te lo puedes creer, ese maldito imbécil te tiene pillada y encima se ríe mientras agita su polla morcillona ante tus ojos con una sonrisa repugnante. Deseas morder esa polla y arrancarla de cuajo para borrar esa sonrisa de su cara, pero en vez de eso coges la polla entre tus manos y la acaricias.

El hombre reacciona lentamente, pero tras un par de minutos de caricias, su polla esta dura como un canto. La observas con atención. Es gruesa, de color cárdeno y esta recorrida por gruesas venas violáceas que le dan un aspecto realmente desagradable.

Le pajeas con una mano mientras con la otra acaricias sus huevos. Te aplicas con todo tu arte, con la esperanza de que el hombre no pida más, pero la realidad es tozuda y el hombre te pide que seas buena chica y abras la boca.

Durante un segundo sopesas mandarle a tomar por el culo, pero no deseas dar a tu novio ninguna explicación así que tragándote las lágrimas de impotencia coges el miembro duro y venoso con tus manos y te lo metes poco a poco en la boca.

El hombre suspira mientras tu se lo chupas procurando controlar las arcadas. Odias el sabor de esa polla, odias al segurata, odias a tu novio, odias al mundo entero.

Mientras repites esas frases como un mantra una y otra vez para procurar asilarte, el hombre acompaña tus chupadas con movimientos de su pelvis, gimiendo escandalosamente.

Mientras se aparta para darse un respiro,  te abre la parte superior de tu vestido y sin dejar que te levantes te soba las tetas y te pellizca dolorosamente tus pezones. A continuación se lame el bigote  y escupe entre tus senos  deslizando su polla entre ellos. Asqueada, aguantas sus empujones deseando que termine de una vez, pero parece que no lo va a hacer nunca. Finalmente, el segurata comienza a resoplar como una morsa y antes de que puedas hacer nada  te mete la polla en la boca y descarga su inmundicia en ella.

Toses y escupes la leche de ese hijoputa con una inequívoca mirada de odio mientras él se sube los pantalones y sonriendo te dice que te largues y no vuelvas más.

Te levantas y te recolocas el vestido cubriendo al hombre de lindezas mientras te largas lo antes posible. Una vez en el coche descargas la tensión acumulada y dejas que las lágrimas corran libremente por tus mejillas.

Antes de entrar en casa, te arreglas mirándote al espejo del ascensor, pero es un gesto vano, ya que tu novio no ha aparecido aun. No puedes más y estallas; recoges toda su ropa y sus cosas y las tiras por la ventana,  borras todas vuestras fotos del móvil y te arrebujas con una manta en el sofá a ver una telenovela con una caja de pañuelos a mano...

FIN

46

Tienes suerte y le  aciertas  de lleno  en plenos pendientes reales. El hombre se encoge boqueando como un pez fuera del agua. La adrenalina hace milagros y corres como el viento perseguida por las maldiciones del segurata. Tú, sin parar de correr, le haces la higa y trepas por el  muro con la agilidad de una cabra montesa.

Coges el coche y vuelves a casa. Para tu sorpresa, tu novio te está esperando en el piso. Estás preparando una excusa, pero él te interrumpe poniéndose de rodillas y ofreciéndote un pequeño estuche.

Sorprendida lo abres mientras él te explica que es un anillo especial. Se lo ha vendido una vieja gitana, es de jade, tiene forma de serpiente mordiéndose la cola y simboliza el amor eterno. No le dejas que termine de pedírtelo y te lanzas sobre él comiéndotelo a besos. Tu novio, sorprendido, cae al suelo contigo sentada sobre él. Te pones el anillo a la vez que te arrancas el vestido. Tú novio reacciona de una manera muy diferente a la del yogui y se lanza sobre ti agarrándote los pechos y chupándolos con fuerza. Todo tu cuerpo se excita inmediatamente y sientes que toda la noche ha sido una locura digna de ser olvidada.

Te sientes tan aliviada  que deseas que tu hombre recuerde ese polvo toda su vida. Repitiendo  el sí quiero le arrancas el pantalón y el calzoncillo y frotas tu sexo ardiente contra el suyo como si quisieras hacer fuego.

No consigues que surja una llama, pero su polla se pone dura y caliente como el infierno. Separas por un instante tu sexo chorreante y te inclinas sobre la polla de tu novio. La coges entre tus manos y la lames. No te resulta especialmente sabrosa, pero la forma en que palpita en el interior de tu boca hace que todo tu cuerpo se estremezca de placer anticipado.

Le chupas la polla con insistencia mientras tu novio aguanta como un campeón tus  desmesuradas atenciones mientras te acaricia el pelo con suavidad. Medio asfixiada te  apartas y tu novio te coge en brazos y te lleva a  la cama.

Esta vez no hay prisioneros y tú no quieres tregua. Abres tus piernas y acoges con ellas el ansioso cuerpo de tu novio. Sientes como su polla entra colmando tu coño con su calor.

Sientes sus acometidas y el placer recorre tu cuerpo, gimes y te retuerces deleitándote en cada empujón, en cada caricia y en cada beso. Acaricias su pecho e hincas tus uñas en su espalda arrasada por un intenso orgasmo. Gritas y abrazas sus caderas con  tus piernas mientras él eyacula dentro de ti colmándote con el calor de su simiente.

Permanecéis abrazados, jadeantes y sudorosos, mientras su polla decrece lentamente dentro de ti.  Sin embargo esto solo es un pequeño respiro, tras un par de minutos volvéis a la carga y pasáis la noche dándoos candela hasta que las luces del amanecer os sorprenden...

FIN

47

A pesar de su corpulencia, el guardia se mueve con sorprendente agilidad y esquiva tu patada con facilidad. Desesperada lo intentas de nuevo, pero ahora te está esperando y agarra tu pierna tirándote al suelo. Te coloca de cara al suelo e hinca las rodillas dolorosamente en tu espalda mientras retuerce tus brazos y te esposa con brusquedad.

Te lleva a la garita y tras un llamada te obliga a sentarte en una incómoda silla de formica. En cuestión de media hora llega un coche patrulla a recogerte. Dos policías te ayudan a subir al coche mientras miras una última vez al segurata y escupes al suelo con rabia.

Una vez en la comisaría te toman las huellas y tras un corto interrogatorio en el que te inventas una historia en la que tu novio no aparece para nada, te meten en una celda para pasar la noche hasta que te tome la declaración un juez.

Una mujer con cara de pocos amigos te coge por el brazo y te lleva a una habitación pequeña y sin ningún mueble. Te cachea de nuevo con rudeza y te obliga a quitarte la ropa mientras se pone unos guantes de nitrilo. Con un lacónico "agáchate cariño" te obliga a doblarte mientras explora tus cavidades naturales con detenimiento.

Con tu cara ardiendo de vergüenza te pones el mono color naranja que te da la guardia con una sonrisa sarcástica y la sigues hasta tu celda. La celda es más grande de lo que esperas. Tiene un par de literas y un retrete por todo mobiliario.

Al principio piensas que está vacía, pero de la parte superior de una de las literas  cuelgan unas piernas enfundadas en unas Martens . Cuando la policía cierra la puerta a tu espalda tú te quedas paralizada sin saber muy bien qué hacer. Finalmente optas por sentarte y encogerte intentando pasar desapercibida.

Desgraciadamente no hay ningún lugar donde esconderse, ni gran cosa que hacer en la celda, así que la mujer de la litera se deja caer de un salto y se coloca frente a ti. Es menuda de apenas uno sesenta de alto, con el pelo negro y brillante cortado en redondo. Lleva las mangas del mono recogidas, mostrando unos brazos morenos y musculosos con una especie de gallina mutante tatuada en el bíceps derecho. Su rostro es afilado y duro con una nariz fina y puntiaguda y unos ojos grandes y marrones, pero lo que más te impresiona son esos labios finos y de expresión cruel que te sonríen con un gesto lobuno.

Se presenta sin más ceremonias, se llama Lena y te pregunta  qué coño haces allí. Esa mujer te atrae y te intimida a un tiempo y sin saber muy bien por qué le cuentas una patraña sobre una paliza a tu novio. A medida que le cuentas la historia te imaginas dándole una somanta a tu novio con una barra de hierro y no sabes por qué, pero te sientes reconfortada.

Lena sonríe con cara de no haberse creído ni una sola palabra, pero asiente y finge estar interesada en tu historia. Se sienta a tu lado en la litera y charláis un rato. Te cuenta que pertenece a las fuerzas especiales y que forma parte de un escuadrón formado exclusivamente por mujeres, las Gallinas Zombis. Tú la escuchas con los ojos muy abiertos, te cuenta que está allí por una pelea en un bar en la que rompió las muñecas de dos tipos que la tocaron el culo.

Sin saber muy bien por qué le dices que no te extraña. Lena se levanta y te pregunta si crees que tiene una figura bonita. Observas durante un instante el cuerpo menudo, el culo respingón y las tetas redondas y pequeñas y te acercas a ella.  Acaricias sus mejillas justo antes de besar los labios de Lena. Con suavidad, sin apresuraros, os besáis. Hundes tus manos en el espeso pelo de Lena y tiras de él para exponer su cuello fuerte y musculoso. Lo besas y lo acaricias con tus dientes mientras Lena suspira y te acaricia la espalda con suavidad.

Incluso a través del tosco tejido del mono sientes la suavidad y la habilidad de sus caricias haciendo que tu cuerpo se estremezca. De un empujón tumbas a Lena sobre la litera y te echas encima de ella. Frotáis vuestros cuerpos y ella desliza sus manos por tu mono abriendo la cremallera y explorando tus pechos.

Sus manos frías y fuertes te acarician y pellizcan. Tú suspiras y la besas de nuevo dejando que tire de tu mono hasta quedar totalmente desnuda ante ella. La excitación y el deseo no te dejan pensar, solo quieres que aquella mujer te acaricie con esas manos rudas.

Lena se da un banquete, saborea tu cuerpo golosamente creando regueros de fuego allí por donde pasan su lengua y sus labios. Tu abres tus piernas y agitas tu pubis intentando atraerla hacia él. Poco a poco, la lengua de tu amante  deja de jugar con tu ombligo y se enreda en la escueta mata de pelo que cubre tu pubis.

Esa mujer es una artista, como una abeja revolotea en torno a tu sexo tocando y chupando tus puntos más sensibles. No necesitas guiarla es una mujer y sabe donde tocar y acariciar par volverte loca de placer. Con un largo gemido recibes los dedos de Lena en tu sexo. Sientes como se mueven y buscan los puntos más sensibles de tu coño sin apresurase y cuando los encuentra agita sus dedos con fuerza a la vez que chupa tu clítoris.

Te agitas  impotente, atenazada por las oleadas de un placer tan intenso que a veces te olvidas de respirar. Cuando estas a punto de correrte Lena se aparta. Tú refunfuñas y le muestras tu sexo hinchado y rebosante de flujos, pero ella no te hace caso y se desnuda ante ti. Boca arriba y con las piernas abiertas observas su cuerpo musculoso, sus pechos pequeños y redondos con unos pezones oscuros y prominentes, su culo respingón y sus piernas musculosas y bien proporcionadas que repentinamente deseas morder y arañar.

Te incorporas y le empujas sobre la cama. Le quitas las pesadas botas y lames y besas los pequeños dedos de sus pies. Continuas por sus pantorrillas hasta llegar a una gran cicatriz en su muslo derecho. La recorres con tus dedos y tu lengua. Levantas la vista y observas su cuerpo de nuevo descubriendo varias cicatrices más pequeñas en su torso.  Te limitas a acariciarlas, no preguntas por ellas ya habrá tiempo...

Te tumbas sobre ella y montas sobre su muslo dejando que la irregularidad de la cicatriz roce contra tu sexo. Gimes y te agitas mientras Lena sonríe y acaricia tu cuerpo son suavidad hasta que no puedes más y te corres con un grito estrangulado.

Sin darte un respiro, te inclinas y hundes tus labios entre sus piernas. Chupas y mordisqueas el interior de sus mulsos arrancando por primera vez un suspiro en la guerrera. Lena tensa sus muslos y con sus manos guía tu cabeza hacia su sexo tremendamente abultado y caliente. Lo lames, degustando el sabor de su excitación. Ayudándote de las manos para separar los labios de su vulva la penetras con tu lengua tan profundamente como eres capaz.

Lena gime y tira de tu pelo con fuerza a punto de correrse. Esta vez eres tú la que te vengas y te separas ignorando sus protestas. Te sientas en el otro extremo de la cama y te masturbas ante la atenta mirada de la guerrera. Antes de que se  lance sobre ti abres tus piernas y las entrelazas con las suyas. El contacto entre vuestros sexos es delicioso, comenzáis a moveros las dos al unísono, cada vez más deprisa y más violentamente hasta que ambas sentís como una corriente de placer recorre vuestros cuerpos simultáneamente agarrotando vuestros músculos y arqueando vuestras espaldas.

Jadeando y resoplando, te separas de tu amante para tumbarte a su lado y abrazarla hasta que os quedáis dormidas.

Un par de horas después la celadora os despierta para llevarte ante el juez. Estáis desnudas y abrazadas sobre la cama, pero no mostráis el más mínimo signo de vergüenza ante la mirada de censura de la policía. Te vistes exhibiendo tu cuerpo ante tu amante y sales de la celda lanzando un beso a tu chica.

La comparecencia ante el juez es rápida, un abogado de oficio te aconseja que te declares culpable y tras mostrarte sumamente arrepentida, te deja en libertad con un tirón de orejas y una multa de doscientos euros.

Lo primero que haces al salir de la comisaria es ir al cajero y pagar la fianza de Lena. Salís de allí agarradas de la mano y os dirigís a tu casa. Tu novio aun no ha llegado. Hacéis de nuevo el amor antes de que él llegue.

La puerta se abre y te acercas para recibir a tu novio. El muy hijoputa ni siquiera se ha preocupado en quitarse la peste a sexo de encima antes de entrar en casa. Cuando te ve se dispone a soltar una de sus estúpidas excusas, pero al ver aparecer a Lena y abrazarte de forma inequívocamente posesiva su mirada cambia totalmente dejando traslucir un terrible enfado.

Te pregunta quién es esa puta acercándose agresivamente, intentando intimidarte. Las dos os reís y tu le dices que se marche a follarse a la mujer barbuda o al hombre elefante y que no se le vuelva a ocurrir aparecer por la casa que tú has pagado.

Tu novio comete el error de levantar la mano con intención de agredirte. Es lo que Lena estaba esperando. Con una velocidad que ni siquiera tú te esperas, de un salto le coge el brazo, se lo retuerce y le pega un patadón en las costillas. Tu exnovio suelta un suspiro ahogado y se dobla en dos, pero no se rinde e intenta golpear a Lena, que se aparta dejando que el pesado cuerpo de tu novio pase delante de ella  aprovechando para darle tres terribles puñetazos en los riñones.

Tu ex cae al suelo lloriqueando y retorciéndose de dolor. Tu novia tira de él y lo arrastra por el suelo sin contemplaciones fuera de tu piso. Tú recoges su ropa, la tiras encima del cuerpo encogido y gimotearte  y cierras la puerta mientras llevas a tu amante de nuevo al dormitorio...

FIN