La feminización de Mari Antonella. Una Oferta.
Un joven sumido en la tristeza y con dudas acerca de su identidad sexual recibe una propuesta intrigante por parte de sus mejores amigos
LA FEMINIZACION DE MARI ANTONELLA
CAPITULO 1. Una Oferta.
Me presento ante vosotros, vivo en España y cuando nací, hace 34 años, mis padres siguiendo la tradición familiar me pusieron por nombre Antonio.
Mi vida hasta hace pocos años fue algo peculiar por lo que os daré algunos antecedentes para más tarde centrarme en la narración de los decisivos acontecimientos que cambiaron radicalmente mi persona y mi vida.
Hace 6 años la mujer con la que había estado casado durante 3 años, Nelly, falleció en un desgraciado accidente. Nunca había estado especialmente atraído hacia las mujeres, ni tampoco ella por los hombres, pero nos conocíamos desde la adolescencia, éramos muy amigos y pensamos que un matrimonio de conveniencia podría aportarnos cierta estabilidad social además del hecho, muy importante, de que ella era una mujer de muy fuerte carácter y físico, casi tan alta como yo a pesar de que yo soy más alto de lo normal pero físicamente más fuerte que yo ya que mi musculatura era escasa y ella en cambio era adicta al deporte. Era la mujer ideal para alguien como con claras tendencias a ser obediente y dispuesto a complacer a alguien superior.
Tras ese fatal acontecimiento mi vida quedó sumida en el vacío y la tristeza. Los días pasaban lentos y grises, sin que pudiese diferenciar unos de otros y la soledad hizo renacer en mi sentimientos y anhelos que creía casi extinguidos cuando la conocí.
Por otra parte, no todo en mi vida iba tan mal. Trabajaba en casa, en las afueras de una gran ciudad como diseñador gráfico publicitario para diversas empresas, pero en la práctica, mi vida social se reducía a las visitas de mis vecinos, Begoña, veterinaria y Eduardo, ingeniero informático y empresario al que había conocido por mi actividad profesional y con quien había llegado a desarrollar una profunda amistad, al igual que con su mujer.
Una tarde Begoña, conociendo el mal momento por el que pasaba vino a ver que tal andaba y entablamos una larga conversación acerca de cómo estaba el mundo en general y como me encontraba yo en particular. Como siempre estaba espectacular, bellísima y elegante. No me costó advertirlo ya que yo siempre me fijaba en esos detalles, prácticamente los únicos que me atraían de las mujeres.
Al final de la charla y sabiendo que había confianza entre nosotros Begoña me preguntó cómo estaba mi vida sexual una vez que ya no tenía pareja y no tuve inconveniente en contestarle que ni siquiera había intentado entablar una nueva relación y que solo tenía el sexo que encontraba viajando por la red.
----Ya me lo suponía---- me dijo Begoña. ----Nelly ya me comentó en numerosas ocasiones en que nunca habías sido un hombre apasionado en tus relaciones sexuales con ella y que además tenías unas tendencias sumisas, lo cual de por si no es malo y siempre deseabas que ella te dominase. También me comentó que había descubierto, mirando el historial de navegación en tu ordenador que visitabas esporádicamente paginas gays, transexuales, sadomasoquistas y de feminización----.
Me sentí bastante avergonzado, pero asentí con la cabeza. Había dicho toda la verdad y éramos lo suficientemente amigos como para asumirlo abiertamente.
----Dime Antonio, alguna vez has tenido experiencias homosexuales----, me pregunto Begoña continuando su interrogatorio. Tuve que confesarle que sí. En mi adolescencia había sido acosado en el internado donde estudiaba por ser el chico con aspecto más andrógino y que para evitarlo no me quedo más remedio que convertirme en el nenito del matón del internado, el cual a cambio de su protección me pidió, durante los dos años que estuve aun estudiando en ese lugar, prácticas sexuales tales como masturbaciones y felaciones.
----No me gustan los hombres, pero tú eres casi una niña y es lo mejor que puedo encontrar en este lugar---- me decía el matón cuando abusaba de mí.
----Te gustaba----, me pregunto Begoña. ----No me gustaba la persona, pero disfrutaba con lo que hacía----, le confesé cabizbajo, recordando esos años lejanos de mi adolescencia.
Además, prosiguió, Eduardo que tiene un radar infalible para detectar afeminados y de hecho me explico todos los detalles por lo que estaba seguro de que tú lo eres.
¿Qué detalles, le pregunte, avergonzado?
----Para empezar tu físico, eres delicadamente demasiado guapo, tus piernas con largas, no eres muy ancho de hombros y si de caderas, tienes un culo redondito y respingón, eres nada musculoso, tus pies son pequeños, tus manos suaves y delicadas, apenas tienes vello, llevas el pelo muy largo y muy cuidado y tu paquete apenas destaca. Además, tu carácter, tus modales, tus gestos, la ropa que te pones, tu forma de moverte e incluso tu voz, demasiado aguda, nos dicen claramente lo que eres, pero no nos ha importado nunca---- me dijo como quien lee en libro.
----De hecho, creo que a Eduardo le gusta mirarte el culazo que tienes--dijo Begoña, mientras reía sin disimulo.
__Además dicen que mirando las manos de un hombre se puede saber por el tamaño de sus dedos índices y anular si es homosexual o no y tu tienes el patrón “gay”, tus dedos son del mismo tamaño, cuando los machos tienen el índice mas largo”, me explico con actitud muy científica.
Me temo, que, comparado con Eduardo, un ejemplar sobresaliente como hombre me encontraras poco masculino, pero no es algo que yo haya elegido, le respondí. Yo soy así y no puedo luchar contra eso. Begoña se acercó a mí, y como muestra de apoyo y cariño me dio un beso en la mejilla.
----Eduardo y yo hemos pensado en un tema----, me dijo mirándome a los ojos. ----Creo que puede ayudarte a salir de la situación de vacío y tristeza en la que estas. No entrare ahora en detalles, pero si confías totalmente en nosotros y estás dispuesto a intentarlo pasados unos días hablamos de nuevo del tema---- concluyó.
Al irse me quede sorprendido e intrigado. Durante los días siguientes no deje de pensar en la conversación que habíamos mantenido. Por una parte, sentía una enorme curiosidad acerca de la naturaleza de la propuesta y por otra me sentía inquieto por el hecho de que mis amigos supiesen tanto de mis preferencias intimas y de que afirmaran algo que yo siempre había sabido de mí mismo, que era un sissy afeminado sin remedio desde que nací a pesar de que durante muchas fases de mi vida había luchado contra eso. De hecho, un pensamiento recurrente en mi mente siempre había sido tener relaciones sexuales con un hombre viril y dominante y mi mayor fantasía era comportarme como una mujercita con ellos.
Durante los días siguientes creció en mi la necesidad de saber cuáles eran los planes de Eduardo y Begoña y por otra parte, al haberme enfrentado a la realidad de que mis mejores amigos sabían mis gustos y preferencias me pasaba horas y horas delante del ordenador viendo videos de temática gay, sissy y transexuales y entrando en chats de travestis con un Nick femenino y provocador para mantener charlas morbosas con hombres, actividades que poco a poco, en los últimos meses se había ido convirtiendo para mí en una adicción.
El fin de semana me armé de valor y fui a la casa de mis amigos y vecinos con la exclusa de que les iba a llevar una tarta casera que había cocinado y que sabía que a ellos les encantaba. Tras intercambiar los saludos de rigor Eduardo me preguntó que había decidido acerca de la propuesta que Begoña me había insinuado.
----Creo que estoy dispuesto a probar----, les dije.
----¿En serio, confías en nosotros? ---- me preguntó Begoña que me miraba fijamente, escudriñándome, casi leyendo en mi mente.
----No hay nadie en que confié más, sois mis mejores amigos y los únicos que se han interesado realmente por mi---- murmuré con voz mi voz tímida y apocada sin poder resistir la mirada de Begoña.
----En tal caso pasaras unos días con nosotros, tal vez más de una semana---- continuó Eduardo. ----Puedes traerte tus cosas de aseo, tu ordenador y el material que utilizas para trabajar en casa. Durante esos días serás libre de irte si no te encuentras a gusto con nosotros---- me explicó. ----Si después crees que si la experiencia no funciona nada malo habrá ocurrido, pero si te ayuda creo que nos sentiremos todos muy felices----. ----Posiblemente durante esos días tengas dudas y pasaras momentos difíciles e incluso dolorosos, pero nosotros estaremos a tu lado para ayudarte---- afirmo Eduardo.
----En tal caso, si os parece bien, vendré mañana sobre la hora del almuerzo---- concluí.
Lleno de dudas volví a mi casa y esa noche apenas pude dormir. Me sentía inquieto, pero algo dentro de mí me decía que algo importante iba a ocurrir en mi vida y comprendí que las cosas no podrían estar peor de como ya estaba. Por la mañana temprano prepare una bolsa con todo lo que pensaba que necesitaría para disfrutar unos días de la hospitalidad de mis amigos.
Pocas horas más tarde me vi a mí mismo lleno de nervios llamando a la puerta de su recidencia. Me recibieron efusivamente, parecían felices, Begoña con un abrazo y Eduardo con uno de sus formidables apretones de manos.
----Antonio, hacía tiempo que no nos preparabas una de tus magnificas barbacoas, así que hemos comprado todo lo que puedes necesitar. Estos días vas a tener que cocinar----, me dijo Eduardo entre sonoras carcajadas.
Mientras intentaba concentrarme en la labor culinaria Eduardo se acercó a mí y me dijo con cara bastante seria… ----Antonio, deberías proteger mejor tu ordenador o ser más discreto, como nuestras casas están tan cerca no resulta nada difícil para una persona con mis conocimientos acceder a su contenido y ver que por que páginas webs navegas e incluso que verte con tu cámara web. De todas formas, no te preocupes, tu secreto está en buenas manos----.
El corazón me dio un vuelco. Estaba claro que mis amigos conocían muchas de las actividades que tanto me avergonzaba y probablemente habían pasado horas observando las perversiones que yo había realizado delante del ordenador.
Durante unos segundos sentí el impulso de salir huyendo de su casa, pero pensé que eso les ofendería y no haría nada más que empeorar las cosas. El daño ya estaba hecho, nada de lo que me habían dicho era falso, la culpa solo era mía y nada podría ya solucionarlo.
El almuerzo transcurrió entre conversaciones triviales o recuerdos de antiguas anécdotas de cómo nos conocimos y nos hicimos amigos, pero en ningún momento me comentaron nada de sus intenciones. Sin embargo, los acontecimientos se estaban precipitando. Tras los postres y pocos minutos después de haber tomado el café que preparó Begoña comencé a notar una profunda somnolencia, hacia esfuerzos para no cerrar los párpados, pero cada vez oía las voces de mis amigos más distantes y caí en un profundísimo sueño.
No sé cuánto tiempo después, posiblemente varias horas, poco a poco me desperté. Me invadió la confusión. Me di cuenta de que estaba desnudo. Mis tobillos y muñecas estaban atados con correas a un sillón, una venda tapaba mis ojos, notaba la sensación del cuero alrededor en mi cuello unido a algo metálico, que más tarde supe que era una cadena, que tintineaba cuando intentaba mover la cabeza y lo peor era el dolor punzante que sentía en mis orejas, En la oscuridad solo se oían distantes y tenues las voces de mis amigos encima de donde me encontraba. Ahora se habían convertido al parecer en mis captores y aun algo aturdido me invadió el pánico y grite sus nombres, pidiendo por favor que acudieran.
Casi de inmediato escuche el inconfundible sonido de los tacones de Begoña sobre los escalones de una escalera y sin mediar palabra me coloco en la boca una bola de goma unida a una correa que solo me dejaba balbucear. Mi situación había empeorado.
----Tranquilízate nena, no tengas miedo, voy ahora a quitarte la venda y te explicare que ha pasado---- me susurro Begoña a mis oídos. A pesar del miedo no deje de advertir como se dirigía a mí en términos femeninos. Parecía que yo ya no era, definitivamente, un hombre sino todo lo contrario. Un escalofrío recorrió mi interior.
Una estancia de considerable tamaño, discretamente iluminada, se mostró a mis ojos. Casi inmediatamente comprendí que era el sótano de la casa, habitación que nunca me habían mostrado mis amigos. El sótano había sido casi completamente modificado. Junto con algunos muebles, entre ellos una cama enorme, el sillón en el que estaba inmovilizado y una mesa donde estaba situado mi ordenador portátil se veían armarios. Una puerta abierta mostraba un cuarto de baño, una gran televisión de plasma se situaba delante de la cama y diversos artefactos que estaban claramente destinados a prácticas de sumisión, tales como potros, cruces, postes, baúles, jaulas y algunos otros que nunca había visto en mis degenerados viajes por la red.
Sin ningún tapujo me confesó que el dolor punzante que notaba a ambos lados de la cabeza se debía a que, durante mi inconciencia, provocado por un fármaco que usaba en su clínica veterinaria me había perforado los lóbulos de las orejas y para demostrármelo me mostró mi imagen delante de un pequeño espejo. Dos grandes aros dorados colgaban de mis orejas y sin saber porque, el dolor empezó a hacerse más soportable, me gustaba verme con ellos. Del mismo modo me dijo que estaba atada, collarizada y encadenada por dos razones, para que en mi estado de inconciencia no intentase quitarme los pendientes, estando aun los orificios inflamados y, además, para que comprendiera que ahora era la sumisa de ella y sobre todo de su amo Eduardo que ahora iba a ser también el mío.
----De todas formas, ahora voy a desatarte manos y pies para que estés más cómoda y e incluso para que cojas la llave de tu collar. Se que no te lo vas a quitar voluntariamente, yo ya he pasado por esto mismo----, me comentó de forma casi desenfadada. Dicho esto, tiro ligeramente de los aros de oro que habían colocado en mis orejas y no puede evitar sentir un estremecimiento de placer que recorrió todo mi cuerpo seguido de una punzada de dolor.
----Si quieres irte de la casa, eres lo deseas eres libre de hacerlo y siempre lo serás----, me preguntó. ----No, no lo hare, de momento no----, le conteste decididamente.
----Hoy descansaras----, me dijo. ----Tienes abundante material de lectura y Eduardo ha preparado mucho material en un disco duro para que disfrutes viendo la televisión----. ----Si quieres puedes trabajar con el ordenador o usarlo para lo que desees, pero has de saber que Eduardo podrá acceder a todo lo que hagas con él----.
En los armarios de la habitación tienes entre otras muchas cosas ropa que ponerte si sientes frio y más tarde te traeremos la cena, y seguramente tu misma descubrirás el programa para mañana, mi pequeña ramera----, concluyó.
----Donde esta Eduardo----, le pregunté. ----Esta arriba, cielo, pero aún no estas preparada para presentarte ante tu señor, zorrón----, dijo emitiendo un pequeño suspiro.
----Por cierto, ahora el ya no es para ti Eduardo, es tu macho, tu señor y tu amo al igual que es el mío y deberás dirigirte a él y comportante ante el como corresponde a tu nueva situación---- dijo inmediatamente antes de irse.
Al marcharse, medite en silencio sobre mi situación. Había pasado del miedo a la excitación. Toque los pendientes que me habían colocado y note una erección en mi pequeño, patético y casi inútil pene. Comprobé que la llave efectivamente abría el collar con el que estaba encadenado a un poste, pero de inmediato volví a cerrarlo alrededor de mi cuello. Ellos me habían convencido, Confiaba en ellos.
También observe como las paredes del sótano estaban decorados con imágenes de una clara temática transexual y sadomasoquista. En cada esquina del techo había una pequeña cámara con la luz verde encendida. Me estaban observando y posiblemente grabando. No me importó, empecé a tranquilizarme y por extraño que pudiese parecer, me sentía aliviado, relajeado y la excitación me aumento.
La longitud de la cadena me permitió acceder al cuarto de baño. Necesitaba imperiosamente usarlo. Al terminar me puse a escudriñar el contenido de sus estantes y armaritos. Una casi inacabable colección de cosméticos femeninos, además de productos y cepillos para el pelo además de otros accesorios variopintos los llenaban por completo. Algunos cuya naturaleza desconocía se almacenaban ordenados sobre el suelo. Era evidente que pretendían que los utilizara, lo cual no dejo de dejarme un poco confundido, ya que no tenía experiencia en ello. También estaba claro de todo había sido planificado cuidadosamente por mis amigos.
Como era de esperar la cadena que unía el collar de mi cuello al poste también tenían una con suficiente longitud como para llegar a los armarios. Eran de considerables dimensiones. Una vez junto a él dudé sobre si abrirlos o no, pero el sótano era mucho más fresco que el resto de la casa y ligeramente húmedo. Comenzaba a sentir frio. Tenía claras sospechas sobre lo que iba a encontrar dentro. En uno de ellos una cartulina de color rosa tenía escrito, “sugerencias para el día de hoy para Mari Antonella”. Ese iba a ser, al parecer, mi nuevo nombre. Me encantaba, tuve que reconocer. Tal vez así deberían haberme llamado mis padres.
Me abrí de valor y abrí el armario. Me llevé una pequeña sorpresa. Solo había una caja, rectangular de considerable tamaño Sin poder resistir mi curiosidad mire su contenido. Dentro había un sobre donde se leía la palabra instrucciones y varias cajas y paquetes, de diversos tamaños, todas cerradas.
Procedí a leer las instrucciones. Resumidamente se me indicaba que me pusiese todo el contenido de cada una de las cajas y un programa para el día siguiente, por la mañana evaluación psicológica, por la tarde cleavage y tucking se indicaba. No tenía ni idea de que significaban esas palabras.
Mi excitación se desboco al ver al atuendo que debía usar. Medias blancas, un sujetador de encaje con relleno, zapatos rojos de tacón alto y un traje de criada, negro, brillante de satén. Una peluca rubia, lisa, que reproducía una cortita melena lo completaba. Con anterioridad me había travestido ocasionalmente de forma furtiva con la ropa de mi madre o mis hermanas y el nerviosismo por ser descubierto había estropeado en gran parte el placer morboso que sentía, Ahora no sólo era libre de hacerlo, sino que se me animaba a ello. Estaba en el séptimo cielo.
Tembloroso, me vestí por completo y dando trompicones sobre los taconazos que calzaba me acerqué al gran espejo del cuarto de baño para colocarme la peluca. Me sobrecogí al ver el resultado. Me veía atractiva, sexi, casi provocativa, con bonita figura, cintura estrecha, caderas anormalmente anchas y unas piernas interminables, redondas, carnosas y bien torneadas.
En ese momento se abrió la puerta que comunicaba la escalera del sótano con el piso superior y bajo Eduardo. Me miró con una sonrisa de complicidad me entregó una bandeja con un ligero refrigerio y una desmesurada variedad de postres y dulces.
----¿Señor, desea usted que engorde? --, le pregunté algo azorado.
---- Depende, queremos en engordes en algunas partes y adelgaces en otras --- contestó con un cierto aire de misterio.
Sin mediar otras palabras y bajo la atenta mirada del que ahora parecía que iba a ser mi amo comí todo el contenido de bandeja.
--- Mari, has cometido una falta y debes ser castigada por ello--- me indicó con tono cortante para mi sorpresa. --- Una mujer como tu debe hacer sus necesidades fisiológicas siempre sentada en el wáter y tu no en pie como tú lo has hecho. Debes actuar siempre como la mujer que eres, pensar en femenino, eliminar cualquier estereotipo de masculinidad que alguna vez hayas tenido dentro de ti ---
Volvió a colocarme la bola de goma en la boca y tirando de la cadena del cuello me arrastró hasta un artefacto que estaba colocado en el otro lado de la estancia. Ni siquiera intenté resistirme. Con correas de cuero ato mis manos y tobillos a unas estructuras metálicas que me mantenían tumbado y con las piernas elevadas y mediante un sistema de poleas me elevo a una altura de un metro. Estaba realmente incomodo, con mis pequeños genitales y mi ano mostrándose impúdicamente.
--- Ahora viene lo mejor--- apostilló con una risa desenfadada. Aprovechando la postura en la que me encontraba, me embadurnó el ano con un lubricante líquido y sin contemplaciones me introdujo un tubo de goma dura hueco en lo que él llamó mi coñito. Estaba clara la razón de que el dispositivo estuviese hueco y cerré los ojos involuntariamente. Me atraía la edea
--- Hoy no te haré mi hembra, Mari Antonella, aún no estas domada ni eres lo suficientemente femenina para mí, pero estarás toda la noche en esta posición disfrutando de lo que te he introducido y de la programación de la televisión que te hemos preparado—Se dio media vuelta y me dejo sumido en la perplejidad
Durante la primera noche bajo el dominio de Eduardo y Begoña contemplé durante 4 horas la selección más descarnada de videos sexuales protagonizados por afeminados, travestis y transexuales que existía, sufriendo una erección aumentada por el placer del aparato que tenía introducido en mi recto. A intervalos otros videos de feminización forzada hipnótica me machacaban la mente diciéndome que era un maricón, pasivo, sumiso, que debía ser una hembra, una esclava, una puta. Cuando los videos terminaron, aun excitado, completamente dolorido, sodomizado y agotado intente volver a dormir, aunque en mi mente aún resonaban insistentemente los mensajes hipnóticos que inexorablemente penetraban en mi subconsciente.
Tienes que descansar, sino mañana estarás agotada me dije y al momento advertí que me había dirigido a mí misma en términos femeninos. Nunca más desde esa noche pensé en mi como un hombre.
Continuará.