La feliz confusión de la recién casada (4)

Sobre lo que ocurrió en los dos últimos días de su visita, y el desenlace de nuestra mutua atracción sexual.

NOTA: Si no han leído los capítulos anteriores, es importante que los lean primero.

JUEVES

Al día siguiente, durante el desayuno casi ni hablamos, ella estaba seria, pero no se notaba enojada. Parecía más bien que estaba arrepentida de sus acciones y estaba avergonzada. Ninguno de los dos tocó el tema de anoche, pero si platicamos de otros temas de menor importancia. Al final la terminé llevando a su curso como siempre sin que hubiera nada relevante o digno de contar.

Cuando ya estaba solo y camino a mi trabajo, me quedé pensando que quizás en la tarde pudiéramos limar asperezas y arreglar la situación entre nosotros. Yo aún no perdía la esperanza de lograr algo, y menos ahora que ya sabía que ella también se moría de ganas de tener sexo, y que además yo le gustaba.

Y más vale que algo saliera ese día, porque era su última noche en mi casa. Su vuelo salía el viernes en la tarde, y ella se iba a ir directamente del curso al aeropuerto, así que después del desayuno ya no la volvería a ver.

Mucha fue mi sorpresa cuando a medio día ella me llamó a mi celular para decirme lo siguiente:

-Hola amigo- saludo ella.

-Hola, ¿Cómo estás?- le contesté.

-Bien, te hablaba para decirte que aquí en el trabajo se está organizando una cena de despedida para los participantes del curso. Pero va a ser hoy porque muchos viajamos mañana temprano. Así que te estoy avisando para que no vengas por mi, yo tomo un taxi cuando esto termine. Suena que va a terminar tarde. ¿Puedes dejarme una puerta abierta para que no tengas que esperarme despierto?

-Si, te voy a dejar emparejada la puerta de atrás. Gracias por avisarme.

-Gracias a ti por haber dejado que yo me quedara en tu casa toda la semana. Nos vemos mañana en el desayuno.

-Sale, adiós.

-Adiós.

Se me rompió el corazón con esta llamada, sabía que estaba perdiendo la última oportunidad que me quedaba.

Al llegar a la casa solo por primera vez durante esa intensa semana, un fuerte sentimiento de derrota se hizo presente en mí. Entré indebidamente a su habitación y me puse con tristeza a observar su elegante y agradable ropa colgada en el closet. Confieso que también revisé los cajones de la cómoda para curiosear su ropa interior.

Al parecer, le quedaba poca ropa limpia porque ya mañana regresaba a su casa. Un par de coquetos y diminutos calzones, unos blancos y otros rosa pálido, descansaban en solitario a lado de un gran sostén muy sexy que le hacía perfecto juego con uno de ellos.

También encontré unas pastillas anticonceptivas a medio uso, un pijama nuevo todavia con etiquetas y otras cosas personales que no llamaron mi atención.

No lo podía creer, yo había tenido la fortuna de hospedar en mi casa por varios días, a la mujer más chula que había conocido en toda mi vida. Y esta linda jovencita “se me había escapado literalmente de entre las manos”, pensé en voz baja. Me quedé tan cerca de convencerla que no podía creer el desenlace final. Triste y acongojado me tomé varias copas yo sólo, y luego me fui a dormir.

Claro, no sin antes asegurarme dos veces que la puerta de atrás estuviera abierta. Creo que me sentía tan mal, que me dormí tan pronto como puse la cabeza sobre la almohada. Me dormí profundamente como no lo había hecho en varios días.

A MEDIA NOCHE

De pronto, en la mitad de la noche algo me despertó, no fue un ruido ni una luz. En lugar de eso tuve la misteriosa sensación de que alguien me estaba observando desde la oscuridad. Sentí la fuerza de una mirada penetrante.

Traté de despabilarme para observar mi entorno, todo estaba en tinieblas pero noté que la puerta de la habitación estaba entreabierta y yo estaba parcialmente destapado, la desacomodada sábana cubría sólo mis piernas. Estiré el brazo y encendí la luz de mi buró.

Que susto me dio descubrí que la hermosa joven estaba de pie a lado de una esquina de la cama, en una parte muy oscura de la habitación, como un fantasma. Ella llevaba puesta una bata, y se notaba que debajo llevaba el pijama que había visto es su cuarto.

-¿Qué haces aquí?- le pregunté cuando me recuperé del susto y me estaba tallando los ojos con las manos porque aún estaba yo medio dormido.

-Perdón, es que quería decirte algo.- dijo la mujer mirando alternadamente a mis ojos y a mi ropa interior, en donde se alcanzaba a adivinar claramente la forma y tamaño del bulto que descansaba flácido bajo su tela.

-Pues adelante, dime.- respondí mientras instintivamente acomodaba la sábana para taparme la parte de abajo.

-Te extrañé mucho el día de hoy. Y me puse a pensar que yo te debo algo.

-¿A qué te refieres con que tú me debes algo?- pregunté esperanzado en que ella estuviera reconsiderando acostarse conmigo.

-Pues a que has sido muy bueno conmigo esta semana, me aceptaste en tu casa, me prestaste una habitación completa para mi, me has llevado al curso en tu automóvil, has escuchado con verdadero interés mis problemas personales, me has tratado muy bien, has sido todo un caballero. Nadie antes me había tratado como tú lo has hecho estos días.

Ella estaba hermosa, y se veía en las expresiones de su angelical rostro, que estaba realmente sintiendo su discurso. No pude dejar de observar que, a pesar de la bata y el pijama, sus pronunciadas y apetecibles curvas aún se notaban. La bata estaba ceñida a la delgada cintura de la joven con un cinturón de tela, y sus grandes caderas levantaban la bata en forma muy sexy.

Yo no la quise interrumpir porque parecía que ella aún no había acabado de hablar.

-Y yo te importuné y avergoncé en el baño, hice que te trasnocharas mucho, consumí una buena parte de tu alcohol y te di falsas esperanzas de que algo podía pasar entre nosotros. Te usé y no me parece justo. Sólo te he traído problemas. Por eso me siento mal.- esto último lo dijo con mucho sentimiento.

Yo no me sentía para nada usado, y lo del baño yo mismo lo había planeado, pero ella no lo sabía y yo no quise aclarar nada por obvias razones.

-Así que me quedé pensando en yo puedo hacer algo para compensarte toda tu hospitalidad.- siguió diciendo ella. -Y decidí que yo podía cumplir al menos, el deseo que tu mencionaste ayer, siempre y cuando, no incluya sexo.

-¿Te refieres al deseo de que duermas aquí en mi cama?

-Precisamente a ese me refiero, pero sólo dormir, sin sexo. ¿Estás de acuerdo?

-Claro amiga, eres bienvenida en mi cama.

Y en ese momento abrí las sábanas del lado opuesto al que yo me encontraba para invitarla a entrar en la cama. Ella entonces cerró la puerta del cuarto, se quitó la bata y la puso sobre una silla, y cuando ya estaba sentada en la orilla de la cama y lista para meterse por completo, yo la detuve con las siguientes palabras:

-¿Pero acaso mi deseo no incluía que te acostaras como si estuvieras en tu propia casa?

-Si, lo recuerdo ¿Por qué lo mencionas?- preguntó mientras se me veía directamente a los ojos.

-Pues lo que pasa es que dudo que en tu casa, tú duermas con ese ridículo pijama nuevo. Si vas a cumplir mi deseo, haz lo que tengas que hacer para que sea auténtico.

Se quedó pensando un instante mientras me veía con una mirada sorprendida.

-Mmmm. Lo que pasa es que no me puedo quitar el pijama.- dijo ella con sutileza.

-¿Por qué?- cuestioné yo sin dejar de admirar su atractivo contorno de guitarra bien afinada, que se notaba claramente bajo el pijama.

-Porque ya no llevo puesto mi sostén.- y se puso roja cuando dijo esto.

-Es más, yo creo adivinar que tú eres de las que duermen sin absolutamente nada de ropa. ¿Me equivoco?- claro que yo no estaba adivinando, pero ella no lo sabía.

-¡Wow! Hasta parece que me conoces mejor que mi marido. Porque tienes razón, cuando no estoy en mi periodo, es así como normalmente duermo. Es muy cómodo- confesó algo apenada y completamente colorada.

-¿Y estás en tu periodo ahora?

-No.- abrió los ojos al entender lo que yo estaba insinuando.

-Quiero que estés tan cómoda como en tu casa. Y con esa ropa nunca vas a lograrlo.

Ella se me quedó viendo un buen rato mientras pensaba qué hacer. Poco a poco fue recuperando su color natural y el control de sí misma y me respondió de la siguiente manera:

-Eres increíble querido amigo, te ofrezco acompañarte esta última noche en tu cama, porque me la he pasado muy bien contigo, te estoy muy agradecida, y porque es lo que tú deseabas. Y ahora me estás pidiendo que lo haga completamente desnuda. ¿Te has olvidado que soy una mujer casada?- ella se notaba un poco alterada.

-No haces esto sólo por mi. Yo sé que quieres pasar la última noche disfrutando de mi compañía. ¿Verdad?

-Tienes razón.- confesó.

-Y se honesta conmigo ¿Te doy miedo?

-La verdad es que no. Creo que eres todo un caballero, de los pocos que he podido encontrar.- lo dijo ya un poco más calmada

-¿Y confías en mí?

-Si, te has ganado mi confianza en estos pocos días.

-¿Tanto como para meterte sin nada de ropa a mi cama, sabiendo que no va a pasar nada que tu no quieras?

Finalmente, ya más relajada, ella sonrió un poco haciendo una simpática mueca con la boca.

-Bueno, lo voy a hacer, pero sólo si apagas la luz.

-¿Tal y como duermes en casa?

-Si, sin nada, cómo realmente duermo yo todos los días. Pero promete no tocarme.

-Prometido.

Y dicho esto, yo inmediatamente apagué la lámpara de mi buró. La oscuridad invadió de inmediato la habitación y sólo pude ver un bulto que se movía del otro lado de la cama mientras supuestamente se quitaba todo lo que llevaba puesto. Mientras tanto aproveché para quitarme yo también el calzón y quedar completamente en cueros bajo las sábanas. Para solidarizarme y estar igual que ella. Y para dejar más cómodo a mi pene que ya empezaba a ponerse algo duro por la interesante situación.

Sentí como la titubeante pero valiente mujer se subió lentamente a la cama y se acomodó bajo las sábanas.

-Listo, ya estoy aquí. Buenas noches querido amigo- dijo ella con un aire de satisfacción por el deber cumplido.

-Oye, creo que estás tan lejos que te puedes llegar a caer de la cama.- dije con un cierto aire de sarcasmo.

-Estoy bien, no te preocupes por mí. No me molesta dormir en la orilla de la cama.

-¿Y no prefieres recargar tu cabeza en mi pecho un rato? Mientras me platicas como te fue en tu cena.

Silencio absoluto por unos segundos, luego la chica comentó lo siguiente:

-Esta bien, pero sólo un rato. Y tu no toques nada. Recuerda que yo ya tengo marido, y es muy celoso.- me advirtió como maestra estricta a sus alumnos.

-No te preocupes amiga, me voy a comportar como es debido.

Entonces noté como las sábanas se volvían a mover. Y después de un buen rato de lento y cuidadoso acomodo, finalmente pude sentirla junto a mi.

Primero detecté una mano fría tocándome el costado del cuerpo, como para saber dónde exactamente estaba yo. Yo abrí instintivamente mi brazo para recibirla. Luego pude sentir a su tibio y suave cuerpo haciendo contacto delicadamente con el mío, desde mis costillas, hasta mi cadera. Su cabeza se apoyó en una parte de mi pecho, muy cerca de mi hombro. Pude sentir su sedoso cabello en mi cara, y como uno de sus increíbles pechos desnudos se apoyaba suavemente sobre mi cuerpo. Finalmente ella apoyó uno de sus brazos en mi pecho, su mano descansaba en mi otro hombro. Yo hice lo equivalente con mi propio brazo al ponerlo sobre su espalda para terminar el abrazo.

Nuestra posición era extremadamente romántica, y la situación era excitante. Me tardé un momento en acostumbrarme a su tierno abrazo. No lo podía creer. Después de algunos días de visita, pude finalmente convencer a la voluptuosa y joven esposa de mi amigo, que me regalara esta íntimo y especial momento en la privacidad de mi habitación.

Yo estaba muy contento de tenerla ahí conmigo. Y mi pene, a juzgar por su avanzada erección, también estaba muy emocionado por el contacto que estaba yo teniendo con su tibia desnudez.

Al inicio, ella se notaba algo tensa e insegura. Pero después de un momento, al ver que yo no intentaba nada, se relajó, y noté como ella soltó por completo su cuerpo. Después de superar esa etapa inicial de nervios, ella reanudó la conversación como si nada.

-Pues la cena estuvo muy bien.- inició la charla como si estuviéramos sentados en la sala con ropa puesta y una copa en la mano. -La comida estaba rica y había buenos vinos.

-Qué bien, ¿y tomaste mucho?

-No, estaba presente el director regional. No podía tomar mucho. Incluso me llegaron a ofrecer un nuevo puesto, ahí mismo en la cena.

-¡Felicidades por tu nuevo puesto amiga!

-No, yo no he aceptado aún, ni creo hacerlo, implica viajar mucho. Y prefiero pasar tiempo en casa.

-De acuerdo. Creo que haces bien. Oye, y parece que terminó muy tarde la cena. ¿No?- comenté yo a manera de reclamo.

-No tanto, pero después de la cena hubo una fiesta de despedida que era opcional, muchos regresaron a sus hoteles, pero yo preferí quedarme ahí hasta muy noche.

-¿Por qué preferiste quedarte ahí si me extrañabas?

La mujer acomodó un poco su cuerpo para aumentar el contacto con el mío. Y me pareció que con su mano me empezó a dar un ligero y tierno abrazo.

-Voy a ser honesta corazón. Porque pensé que si pasaba otra agradable tarde contigo, no iba a poder resistirme más a tus encantos. Pero al final de la noche, me di cuenta que había sido un error quedarme ahí, y que había echado de menos tu compañía y muestra plática.

-Yo también te extrañé. Y me da mucho gusto que al final, hayas aceptado dormir aquí conmigo.

-A mi también me está gustando poder compartir esta última noche contigo. Eres una persona muy especial. No había conocido a alguien como tú antes. Por cierto ¿Te sientes cómodo conmigo sobre tu pecho?- comentó ella mientras me acariciaba suavemente la piel del pecho con la mano que tenía cruzada sobre de mí.

-Muy cómodo y feliz, aunque si te soy sincero, no sé si pueda dormir hoy, pero no me importa no hacerlo.

-¿Por qué crees que no vas a poder dormir hoy? ¿Pesa mucho mi cabeza?

-No es eso, es por la fuerte erección que tengo ahora mismo.

-¡Qué! ¿Se te paró por mi culpa corazón?- preguntó con fingida inocencia, como si no supiera ya la obvia causa de mi viril estado.

Yo efectivamente ya tenía una monumental erección al sentir las suaves partes de su cuerpo rozándome el mio.

-Claro, no todas las noches tengo la fortuna de que una mujer tan hermosa como tú me visite en mi cuarto.- respondí con voz suave.

-¿En serio te parezco tan hermosa?

-Mucho, de hecho eres la mujer más bella que he conocido en toda mi vida.- estaba siendo descaradamente sincero con ella.

-Ay corazón, no me digas eso, por favor, que vas a hacer que me lo crea.

-Lo lamento, pero es la verdad, eres increíble.

-Gracias. Por cierto, yo también te encuentro muy atractivo, tu esposa es sin duda, una mujer muy afortunada. Pero dime, sólo por pura curiosidad ¿Está completamente parado en estos momentos?- preguntó ella con algo de pena.

-Oh sí, completamente parado y muy duro. ¿Te da mucha curiosidad saber como se pone?

La mujer guardó un segundo de silencio antes de responder. Parece que pensó bien lo que iba a decir.

-Lo que pasa, es que cuando accidentalmente te vi en el baño desnudo, vi que lo tenías de un tamaño considerable, y eso que se veía flácido. Pero ya erecto no me imagino cuánto puede crecer.

-¿Te gustó lo que viste en el baño?

-No seas malo, no me preguntes esas cosas.

-¿Por qué no?- insistí.

-Porque tú sabes que soy una mujer casada.

-No tiene nada de malo, yo también estoy casado, pero reconozco abiertamente que tú me gustas muchísimo. Y eso no lo puedo negar.

-Bueno, si te soy sincera, confieso que no pude dejar de pensar en ti estos días y noches. Incluso llegué a tener ayer un inquietante sueño contigo. Uno muy intenso que me hizo despertar angustiada a la mitad de la noche.

-¿Y por qué estabas angustiada?

En ese momento, sin darse cuenta, ella apoyó uno de sus muslos sobre mi pierna más cercana. Y empezó a mover muy lentamente su cadera. Incluso pude sentir el ligero roce de su suave y depilado pubis en mi muslo. El movimiento de ella era casi imperceptible. Parecía estar reviviendo mentalmente parte de su interesante sueño.

-Porqué en el sueño, veia claramente como tú me intentabas hacer el amor y meter tu enorme pene en mi. Y yo sabía que no debía permitirlo, además me daba miedo su tamaño, pensaba que me ibas a lastimar. Pero como yo, en el fondo lo deseaba mucho, no te decía nada, me quedaba quieta y callada, y no te lo impedía. Me desperté excitada y sintiéndome culpable, justo antes de que me lo lograras meter.

Ella seguía moviendo suavemente su cuerpo en clara señal de creciente excitación. Su enorme pecho se movía agradable y yo lo podía sentir en mi piel.

-¿Te daba miedo su tamaño?- pregunté con curiosidad.

-Si, mucho. Es que estaba demasiado grande en mi sueño. No había forma de que me cupiera todo.

-¿Quieres enterarte de qué tamaño se pone realmente cuando está erecto?- le propuse.

-No vayas a encender la luz para que yo descubra su tamaño real, no quiero que me veas desnuda. No es correcto que lo hagas.

-No lo voy a hacer. Pero si quieres, puedes tocarlo con tu mano para quitarte la curiosidad.

Un incómodo silencio invadió la habitación por un instante mientras la temperatura de ambos subía aún más.

-¿En serio no te molestaría si yo lo toco sólo un poco?- preguntó ella claramente alterada, pero muy interesada.

-Yo no dejaría que nadie lo tocara solamente por curiosidad académica. Pero esta noche, tú fuiste la responsable de ponerlo así de duro. Así que, no sólo no tengo ningún problema en que explores libremente tu propia creación, sino que además, no te voy a mentir, yo estaría encantado de que así lo hicieras.

-Tranquilo, sería sólo por curiosidad. ¿Entiendes que esto no significaría que este aceptando tener sexo contigo o que tú pudieras tocarme?- ella parecía preocupada.

-Si, claro que lo entiendo y lo acepto.

Después de unos segundos de silencio, ella concluyó lo siguiente:

-De acuerdo amigo. Tu quédate quieto y no hagas nada- dijo emocionada.

Yo también me emocioné al escuchar que ella había aceptado tocar mi hinchado pene. Era obvio que a pesar de la testaruda lealtad a su marido, la hermosa mujer tenía mucha curiosidad por mi cuerpo, el cual ella encontraba aparentemente digno de ser explorado esa noche.

Sentí que mi corazón empezó a palpitar más fuerte. Y después de una corta pero intensa espera, pude sentir como una fría mano me tocaba nerviosamente la parte media de mi pene.

Primero con la yema de sus delgados dedos, luego con la palma abierta de la mano, y finalmente rodeó completamente la circunferencia de mi miembro como si ella estuviera tratando de empuñar una espada. Una vez que colocó su mano donde quiso, sentí un pequeño pero firme apretón. Yo empecé a sentir un tremendo placer con su suave tacto, que para mi era como una caricia sensual.

-Wow, lo tienes más grueso de lo que yo esperaba.- dijo ella, ya evidentemente excitada.

Como mi pene estaba tan erecto, se mantenía completamente levantando y sin tocar mi abdomen. Pero el peso de su mano hacía que este se torciera un poco hacia abajo, lo que me generaba un intenso placer.

-¡Caray Amigo! ¡Está durísimo y a punto de reventar! Puedo sentir incluso algunas venas marcadas en su costado.- siguió analizando ella con autoridad profesional, pero cachonda al mismo tiempo.

Ella empezó a emitir gemidos casi imperceptibles, y pude notar que estaba aumentando el movimiento de la pierna que tenía sobre las mías. Su cuerpo empezaba inevitablemente a despertar sin que ella pudiera controlarlo.

Posteriormente ella empezó a recorrer su mano lentamente hasta llegar a mi hinchado glande, el cual inspeccionó detalladamente con la suave yema de todos sus dedos.

-¡Uff! Esta hinchada y suave punta parece deliciosamente peligrosa- dijo ella con una voz entrecortada.

Yo estaba concentrado en tratar de no mostrar signos de excitación. Pero me costaba mucho esfuerzo disimularlos. Mi miembro registraba su ligero toqueteo como una especie de tímida masturbación.

Luego la mujer recorrió lentamente con su mano todo mi pene hasta llegar a su base. Y de ahí llegó hasta mis peludos testículos. Los sujetó firmemente y les dio un fuerte y sorpresivo apretón, que me hizo dar un repentino brinco de placer, dolor y miedo al mismo tiempo.

-Tranquilo.- dijo ella al sentir mi reacción -No pienso hacerte daño, corazón. Pero no pude resistirme a apretarlos un poco. Se me hace muy atractivo que un hombre guapo y viril como tú, tenga unos testículos tan grandes y suaves como estos. Están bien ricos. Pero te prometo que no lo volveré a hacer.

La verdad es que ella no me estaba haciendo daño, y si estaba provocando en mí que casi perdiera el control. Estuve a punto de arrojarme sobre de ella, comérmela a besos, y olvidar lo que dije que no haría. Ella también se escuchaba muy emocionada por estar conociendo y jugando con esa parte tan delicada y sensible de mi cuerpo.

Entonces ella empezó nuevamente desde el inicio a repetir lentamente los mismos movimientos varias veces. Lo recorría y lo manoseaba todo, como niña con juguete nuevo.

La joven esposa ya se había enterado de su tamaño y forma. Y sin embargo, ella lo seguía manipulando con gran entusiasmo y alegría. A veces trataba de cambiar su ángulo, al moverlo en pequeños círculos o en línea recta hacia los costados. Tal y como si fuera una especie de palanca de cambios de un automóvil. Esto me provocaba intensas olas de placer. Supongo que ella estaba muy interesada al ver como esa erecta parte de mi anatomía se mantenía firme y regresaba siempre a la posición original.

-¡Ay amigo!- dijo ella con una voz muy excitada -¡Qué pedazo de carne tienes aquí! Y yo con tanta hambre. Está muy, pero muy interesante. Cuando te conocí, me pareciste guapo. Pero nunca pensé que estarías tan bien dotado. Eres un hombre muy interesante y atractivo.

Yo no respondí nada. Sentía que si abría la boca, se me iban a salir irremediablemente algunos sonidos causados por el placer que estaba sintiendo.

-Como te imaginarás- continuó ella -Yo nunca antes había conocido un hombre con un pene así de grande y duro. De hecho sólo había tocado antes el de mi querido esposo. Pero el tuyo mi amigo, se siente muy diferente e increíblemente sabroso. Me están dando muchas ganas de…- y se detuvo sin terminar la frase.

Luego, y sin advertirme nada, la hermosa jovencita acercó su rostro a mi pene con velocidad, y sin pensarlo dos veces, se lo metió directamente en su tibia boca. Sentí de inmediato unos labios rodeando la base de mi glande, y una suave lengua chupando su sensible punta.

Yo no podía ver nada, pero el placer invadió de inmediato todo mi cuerpo como una descarga eléctrica corriendo por mi espina dorsal. Y podía sentir su cabello sobre mi abdomen, y su mano sujetando firmemente la base de mi pene, mientras la totalidad de mi grande y un poco más, ya había sido devorado por la hambrienta mujer, que al mismo tiempo emitía algunos intereses gemidos.

A veces bajaba la mano y sujetaba firmemente a mis testículos, como queriéndolos exprimir, pero sin lastimarlos.

Luego de una serie de ricas chupadas y pequeñas succiones que fueron ejecutadas con fuerza y frenético apetito. La mujer abruptamente retrocedió, se lo sacó de la boca, se volvió a acomodar como estaba antes, y me dijo con una voz excitada y en tono de arrepentimiento, pero sin soltar mi pene con su delicada mano.

-Discúlpame corazón. No pude controlarme. Sé que no fue lo correcto, pero tenía muchas ganas de saborearlo un poco.

-¿Y te gustó?- hablé con mucha dificultad porque apenas me estaba reponiendo del placer sentido.

-Bastante. ¡Está delicioso! Me costó trabajo detenerme.

-Debo decirte que a mi ya me está costando mucho trabajo no brincar sobre de ti.- le confesé.

-Pues no lo hagas por favor, debemos ser fuertes y responsables.

-Pero seamos francos ¿Acaso no se te antoja sentirme dentro de tí justo ahora?

-Amigo mío, yo creo que para estas alturas ya sabes la respuesta a tu pregunta. Claro que se me antoja, y mucho. Pero me detengo por mi marido. Lo quiero mucho, y él no tiene la culpa de nada de esto.

Y entonces me di cuenta que la maldita culpa la estaba deteniendo, pero que se moría de ganas por continuar. Y yo ya me estaba empezando a desesperar por su indecisión. Pero pensé que si no tenía la suficiente paciencia, se me podía ir viva la paloma. Entonces, tratando de conservar la calma, le propuse lo siguiente para ver si se animaba.

-Hagamos algo. Cierra los ojos, bésame, y piensa que soy tu marido.

-¿Qué dices? ¿Y eso cómo para qué?- preguntó sorprendida.

-Yo te gusto, pero quieres mucho a tu marido. Bésame y al mismo tiempo piensa en él. De esa forma te sentirás menos culpable.

La idea sonó bastante ridícula cuando lo dije en voz alta, pero algo tenía que intentar para disminuir su sentimiento de culpabilidad. Yo comprendí que ella estaba en una intensa lucha interna entre sus fuertes y encendidos deseos carnales, y su sentimiento de responsabilidad y lealtad para con su marido. Y dicha lucha interna parecía extremadamente pareja hasta ahora. Así que ella solamente necesitaba algunos argumentos adicionales, aunque estos fueran débiles, para tratar de desbalancear de una vez por todas, el delicado equilibrio a favor de la intensa lujuria. O eso al menos, pensé yo.

-No creo que sea buena idea. Eso sería muy irrespetuoso contigo. Sería usarte como un simple muñeco inflable o como un juguete sexual.- advirtió ella. - Como un objeto.

-No te preocupes por mi ¿Cuánto tiempo llevas tú deseando tener una sesión de sexo realmente satisfactorio, en lugar de acumular sólo frustración y más ganas?

-¡Ay corazón! Parece que me entiendes muy bien. Prácticamente desde que empezó mi matrimonio llevo aguantándome las condenadas ganas. ¡Y ya me estoy volviendo loca!- me confesó con desesperación.

-Pues yo te ofrezco liberarte de toda esa espantosa tensión acumulada hoy mismo. Sería simplemente como un masaje muy especial, en donde yo solamente sería un masajista haciendo su trabajo, no tu pareja. Mientras tú te olvidas de mí, cierras los ojos, y te enfocas mentalmente en el hombre al que tu amas. Es decir, disfrutas el momento y lo que sientas se lo dedicas a él.

-¿Y ese “masaje especial”, incluye el uso de tu enorme y sabroso pedazo de pene?- preguntó muy excitada.

-Si así lo deseas, por supuesto que sí.- respondí categóricamente. Ella suspiró profundamente.

Ella ya no dijo nada, y yo no la podía ver. Pero su extraño silencio me daba una buena pista de que la joven estaba razonando lo que yo le dije.

Como dije antes, en condiciones normales, decirle que piense en su marido, o el dichoso masaje especial, serían argumentos ridículos que no convencerían a nadie. Pero yo sabía que ella estaba derritiéndose por mi. Así que seguramente ella también quería rescatar lo rescatable de esas endebles ideas para encontrar alguna excusa plausible.

Mientras tanto, ella seguía jugando distraídamente con mi pene. El cual mantenía su ya casi dolorosa erección, esperanzado en recibir mayor placer ese día. Ella lo acariciaba suavemente y a veces también a mis testículos, mientras se concentraba en sus propios conflictos internos. Yo ya había puesto la oferta, había que dejar que ella lo meditara.

Finalmente y después de una larga espera en silencio, la ardiente mujercita se acercó a mi rostro buscando mi boca. Yo giré la cabeza para coincidir con ella, y nos empezamos a besar. Pero al principio fue un beso raro. Frío por parte de ella. Sus finos labios parecían estar dormidos. Como si lo estuviera haciendo por compromiso o como un experimento. Yo la besé con mayores ganas que ella, pero sin forzarla mucho. Había que darle tiempo para que se acostumbrara a mis labios. Pero al notar que ella seguía incómoda, le pregunté como pude, y sin despegar completamente mi boca de la de ella.

-¿Estás bien?- le pregunté.

-Si, estoy bien, pero en este momento tú ya no eres el amigo de mi querido esposo. A partir de ahora eres mi esposo, así que no hables mucho para poder concentrarme en esa extraña pero tranquilizadora idea. Y quizás de esa forma termine aceptando el tentador masaje que me ofreces. Pero todavía no estoy segura. Si quieres que esto funcione, sígueme la corriente. ¿Estás de acuerdo conmigo?- preguntó ella con aires de autoridad.

-Completamente esposa mía, así lo haré.- respondí tomando el papel de mi amigo en este raro juego.

Y continuó besándome, ahora ya con mejores resultados y con mayor soltura. Ella se subió un poco más en mí para besarme con mayor comodidad. Finalmente sentí que podía abrazarla con romanticismo y con mucho respeto, sin tocar nada indebido aún. Y así lo hice. La rodeé con mis dos brazos mientras sentía que con la nueva posición, uno de sus enormes pechos ya se estaba aplastando agradablemente contra mi piel.

Poco a poco se fue inspirando y sus besos empezaron a ser más naturales y apasionados. Ella apoyó una de sus rodillas en la cama justo entre las mías, lo que hizo que estuviera prácticamente montada sobre una de mis piernas, contra la que frotaba lentamente su depilado y suave sexo, mientras seguía acariciando mi endurecido pene que ya se encontraba presionado parcialmente contra una de sus amplias caderas.

Luego hizo una pequeña pausa y me dijo con una voz muy romántica.

-¿Recuerdas el día de nuestra boda cariño?

Yo entendí de inmediato que ella quería reforzar la fantasía de estar con su marido y no conmigo, así que le contesté lo siguiente.

-Claro mi vida, estabas muy hermosa ese día.- respondí dándole por su lado.

-Te amo mucho corazón- respondió ella en voz baja.

-Yo igual…- y ya no me dejo terminar la frase.

Porque ella me siguió besando, pero ahora ya con verdadera intensidad y excitación. Parecía que me quería comer a besos por completo. Me metía la punta de su lengua y yo le respondía de la misma manera. Se notaba que la mujer estaba disfrutando la idea de imaginar que yo era su marido. Eso le permitía aceptar el placer sin sentir mucho remordimiento. Y a mi me estaba permitiendo conocer lo que ella era capaz de hacer cuando se sentía libre y sin culpa. Y hay que decirlo, ella me estaba besando riquísimo.

Yo estaba jugando un extraño juego con esta bella mujer, que estaba bien metida en su papel dentro de la fantasía propuesta por mí. Y efectivamente, tal y como ella lo advirtió, yo me empecé a sentir un poco usado. Esta rara idea le ayudaba a ella, pero a mi no me entusiasmaba para nada. Pero no me importó mucho si de esa forma podría yo acostarme finalmente con tan hermosa y dulce mujer.

Después de un rato de intensos y apasionados besos, ella preguntó:

-¿Sabes que estuve pensando en secreto durante todo el día de nuestra boda, amor?

-¿En lo que iba a pasar en nuestra primera noche juntos?- traté de adivinar.

-¡Exacto! Ya quería que estuvieras encima de mí.- comentó con lujuria.

Y entonces, entendiendo el mensaje que me estaba mandando, e interpretando lo que ella quería, tomé su cuerpo con mis manos, e hice girar mi cuerpo y el suyo con la suficiente fuerza como para que ella quedara tumbada boca arriba sobre la cama. Y yo quedé parcialmente arriba de ella, apoyando una de mis rodillas entre sus piernas ligeramente abiertas. Ahora yo tenía más control de la situación y ella parecía estar conforme con nuestra nueva posición, porque me siguió besando y me abrazó con ternura.

Pero ahora, yo ya me atreví a tocarle uno de sus redondos pechos con una de mis manos. Ella empezó a gemir de placer al sentir mi mano jugando con su rígido pezón. Y yo estaba disfrutando mucho de esta primera exploración táctil, porque ya llevaba mucho tiempo aguantándome las ganas de tocar el exuberante cuerpo de la adorable jovencita.

Después de un rato de jugar con su pecho, y al ver que ella me estaba dejando avanzar sin protestar, bajé mi mano hasta su pubis, y la posé delicadamente sobre su suaves y deliciosas carnes desnudas. De inmediato ella se puso un poco nerviosa al sentir el primer contacto de una mano extraña en su depilado sexo.

Al parecer, el que yo le hubiera tocado el pecho le pareció aceptable y placentero, pero este último movimiento ya le pareció demasiado intrusivo, al fin y al cabo era una zona muy íntima la que estaba yo tocando. Siguió besándome sin decirme nada, pero se notaba que había perdido un poco de inspiración. Yo entendí que ella estaba teniendo dificultades para no salirse de la fantasía que la hacía sentirse cómoda. Así que, sin retirar mi mano, le dije lo siguiente para tratar de tranquilizarla:

-Amor mio, sigues tan sabrosa como cuando toqué tu cuerpo por primera vez. ¿Lo recuerdas?

-Claro amor, lo recuerdo muy bien.- respondió un poco más relajada.

Ella inmediatamente me comenzó a besar con más fuerza y decisión. Mis sencillas y románticas palabras habían causado el efecto esperado. Ya que ahora ella permitió incluso, que esa enigmática mano varonil, hundiera uno de sus traviesos dedos entre sus lubricados labios vaginales en la búsqueda de su pequeño clítoris, mientras ella se seguía concentrando en nuestros salvajes besos. Segundos más tarde, fue claro que mi dedo había hallado lo que buscaba, ya que ella inmediatamente me dejó de besar para empezar a emitir pequeños gritos de placer que se escapaban entre sus dientes cerrados.

Todo su cuerpo se estaba estremeciendo, y por momentos su espalda se arqueaba por las olas de placer que estaba sintiendo. Como ella ya no me besaba, utilicé mi boca para chupar apasionadamente a uno de los suculentos pezones que tenía muy cerca de ahí, el cual me lo encontré completamente erguido y listo para ser mordido.

La bella y fiel esposa ya estaba permitiendo que su supuesto “marido” la manoseara por todos lados. Y su fantástico y necesitado cuerpo estaba cobrando vida propia. Pero no sabía si se iba a dejar penetrar, así que le di algo de tiempo. No quise acelerarme. No me hubiese podido imaginar el primer día que ella llegó a la ciudad, que yo iba a ser capaz de tocar libremente todas sus deliciosas y maravillosas curvas, que a tantas miradas atraían  en la calle al pasar. Así que ya de por sí, haber llegado hasta este punto había sido un verdadero triunfo. Sobre todo si consideramos lo dura y estricta que había sido consigo misma toda la semana esta linda mujercita, llena de fuertes convicciones.

En algún momento hice mi primer intento por desplazar una de sus piernas hacia afuera, para poder acomodar mi segunda rodilla entre las suyas, pero noté que ella opuso resistencia. Lo que significaba que todavía tenía miedo de abrir sus piernas.

Se estaba dejando explorar por mi, haciendo un gran esfuerzo por autoconvencerse que mis manos y mi boca, eran las de su inofensivo marido. Pero creo que aún tenía dificultades para aceptar el contacto con mi pene. Quizás porque ella sabía que esa parte yo no era nada parecido a su pareja habitual.

Por lo tanto, disfruté y la dejé disfrutar por un buen rato de mi jugueteó que variaba de forma e intensidad cada cierto tiempo. Me fui acomodando lo mejor que pude para tocar por completo su hermoso cuerpo. Cambiaba de dedo, de mano, de pecho, deslizaba mis manos por debajo de sus exquisitas nalgas y las magullaba con fuerza y lujuria. Nuestros cuerpos estaban desnudos, pegados y enredados el uno al otro.

Me dio mucho gusto poder volver a jugar con esos hermosos y redondos pechos nuevamente, como cuando la conocí en su departamento. Estaba recorriendo sin prisas, todo su despampanante cuerpo con mis traviesas manos y mi sedienta boca.

Si mi buen amigo hubiera visto lo que estaba haciendo yo con su deliciosa y tierna esposa justo en ese momento, seguro le hubiera dado un infarto del coraje. Porque finalmente estaba haciendo todo lo que yo había querido hacer durante toda la semana, con esa atractiva y seductora mujer. Todo, excepto, explorar su joven e inexperta vagina con mi impaciente pene.

Ella mientras tanto, había cambiado la posición de una de sus manos, que inicialmente estaba en mi espalda alta, para bajarla instintivamente por mi columna, hasta llegar a apoderarse con mucha fuerza, de una de mis nalgas. La chica me estaba explorando el trasero sin querer soltarlo, mientras yo la tocaba toda. En pocas palabras, ella estaba correspondiendo al manoseo de una forma menos activa y variada que yo, pero perceptiva y con buena actitud. Quizás para no detectar claramente con sus propias manos que yo no era realmente la persona en la que ella estaba pensando con los ojos cerrados.

Conforme escuchaba que los gemidos que ella estaba emitiendo iban en constante y agradable aumento, la humedad de su vagina también se estaba incrementando considerablemente, tal y como lo pudieron constatar mis traviesos dedos varias veces.

Entonces entendí que ella estaba perdiendo lentamente el control de su cuerpo y de la situación por el placer con el que estaba sintiendo. Por lo tanto, yo empecé a tratar de colarme nuevamente entre sus ya relajadas piernas. No me quedó claro si ella no se dio cuenta, por estar tan concentrada en las caricias y los besos, o si no le importó mucho. Pero al final, pude abrirle los muslos poco a poco, hasta dejarla completamente abierta y lista para mi siguiente y lógico movimiento.

Mientras yo me iba acercando gradualmente a mi ansiado objetivo, como tigre al acecho, ella no parecía notarlo. Sólo gemía de placer al sentir mis manos en todo su cuerpo. Poco tiempo después, yo estuve finalmente en la posición adecuada cómo para iniciar la tan deseada penetración. Así que con ayuda de una de mis manos ajusté mi pene para hacer el primer contacto directo con la jugosa y lubricada entrada de su suave vagina.

Yo estaba feliz porque pensé que ya lo había logrado, pero en cuanto la punta de mi pene se apoyó de lleno en sus abiertos y húmedos labios vaginales, ella de inmediato reaccionó y me detuvo en seco con la siguiente frase:

-¡Espera! Eso no- dijo ella angustiada, mientras intentaba cerrar las piernas instintivamente sin lograrlo, porque yo ya me encontraba bien ubicado en medio de ellas.

Yo estaba desesperado, esta mujer parecía que estaba jugando conmigo, y que sólo quería calentarme los huevos. Y yo ya estaba perdiendo la paciencia. Sin embargo, me quedé quieto para escucharla. Pero sin perder la ventajosa posición que ya había alcanzado.

-¿Tú le perdonarías algo como esto a tu esposa?- habló ella con una voz apagada y muy agitada.

Me quedé pensando que ella era increíblemente racional. Seguía con sus dudas y arrepentimientos, incluso en estos momentos de desenfrenada lujuria, cuando ya estaba completamente abierta de piernas, excitada, y yo encima de ella y escurriendo líquido seminal directamente sobre su sexo.

Entonces me di cuenta que era momento de tomar la iniciativa y no retroceder ni un centímetro. La confiada mujer ya me había dejado llegar hasta aquí, y ahora no me iba a dejar detener. Además yo estaba seguro que ella en el fondo quería lo mismo que yo.

Así que le respondí lo siguiente mientras empecé a empujar, lentamente y con decisión, la punta de mi pene sobre su empapado y apretado orificio vaginal.

-Yo sería capaz de perdonar cualquier cosa a la mujer que realmente amo.- respondí sin dejar de moverme y presionar.

-Uff... ¡No! ¡Aguarda! Pero ella te decepcionaría si lo permitiera ¿No?- siguió preguntando mientras apretaba las piernas para intentar detenerme, pero sin lograrlo. Y mientras disfrutaba, sin poder evitarlo, al sentir cómo se iban abriendo sus suaves carnes por la presión que estaba ejerciendo en ella la gruesa punta de mi pene.

-Sólo si me llego a enterar, y tu esposo no lo va a hacer.- respondí sin aguardar o detenerme.

Continué presionando la pequeña y lubricada entrada que se terminó de abrir como un botón de flor en la primavera. Y un intenso instante después, la confundida pero excitada esposa, notó cómo logré meter por completo mi hinchado glande en su exquisito y apretado interior.

-¡Ay por Dios!- alcanzó a mascullar estas palabras al sentirse finalmente abierta y penetrada con contundencia.

Y dicho esto, empecé a besarla nuevamente para detener el absurdo diálogo que acababa de quedar ridículamente obsoleto. Ella tardó unos instantes en reaccionar, pero luego aflojó las hasta entonces apretadas piernas, y respondió a mis besos con obediencia y resignación.

-¡Uff que rico!- dijo ella al notar que mi pene seguía lentamente abriéndose camino entre sus hambrientas y suaves carnes.

Entonces ella me volvió a agarrar las nalgas, pero ahora ya con las dos manos al mismo tiempo. Y parecía que además de disfrutar de ellas, estaba también tratando de acercar mi cuerpo al suyo, como para invitarme a que ya se la metiera más adentro.

No lo podía creer, la despampanante esposa de mi amigo parecía por fin, estar preparada física y mentalmente para dejar que yo la penetrara por completo. Me tomó toda la semana convencerla para que me dejara ir acercándo poco a poco. Y al final, ella solamente necesitó un pequeño empujón para animarse y soltarse. Era como quien desea mucho aventarse con un paracaídas, pero en el avión necesita que alguien la obligue a dar ese último paso al vacío. Pero esta maravillosa mujer me gustaba tanto, que el gran esfuerzo y la paciencia bien habían valido la pena.

Empecé a moverme suavemente para adelante y para atrás de forma rítmica. A pesar de mis fuertes ganas de poseerla, no quería comerme todo el pastel de un solo bocado. Ya había esperado tanto para esto, que bien podía suministrar lentamente mi placer. Cada vez que yo avanzaba, mi duro y enervado pene iba desapareciendo poco a poco, en las lubricadas y estrechas profundidades de la excitada joven. Y cada centímetro adicional que lograban meter, era como una pequeña conquista. Cada una, un poco más placentera que la anterior.

-Mmmm ¡Qué duro estás!- dijo ella sin que yo supiera si ella le seguía hablando a su marido o a mí.

Yo no dije nada. Sus comentarios previos que negaban mi presencia no me gustaron. Pero la mujer estaba muy buena, y yo era él que realmente estaba disfrutando de su intimidad ese día, no su marido. Tal vez, ella pensaba en él. Pero mi amigo no tenía la menor idea de que alguien más, en ese preciso momento, le estaba metiendo el pene en su nombre, a su nueva y flamante esposa. Y que ella, además, lo estaba disfrutando mucho. Así que me concentré en el inmenso placer que estaba yo sintiendo.

-¡Oh, así!, ¡Sigue!- imploró ella con una voz desgarradora.

Lo que había logrado esa noche, estaba superando por mucho mi primera experiencia sexual con ella. Ya que ahora la joven estaba despierta y respondía activamente a todo lo que yo le estaba haciendo. Porque además de estarle metiendo el pene, los dos nos estábamos intercambiando caricias apasionadamente, y nos estábamos comiendo a besos como un par de novios adolescentes.

Entonces, después de un rato sin cambios, incrementé más la intensidad de mis movimientos, y metí un poco más profundamente mi pene. Llegó un momento en que ella dijo lo siguiente:

-¡Ah caray! ¿Qué no lo habías metido todo ya?- dijo ella sorprendida.

-No, pero ya pronto lo voy a hacer.

-¡Qué bárbaro! ¡Es enorme! ¡Y se siente increíblemente rico! Pero continúa despacio por favor. No me vayas a lastimar querido.

Me pareció que ella ya se estaba saliendo por fin de su ridícula fantasía. Pero no estaba seguro a quien se refería con su “querido”. Así que quise confirmarlo.

-¿Me hablas a mi o a tu esposo?- pregunté intrigado.

-¿A mi esposo?- respondió ella con dificultad por el placer que estaba sintiendo. -¡No, qué va! Hace varios centímetros atrás, qué me ha quedado muy claro que estoy contigo y no con mi esposo. Además, desde el principio te pude notar más grueso, más duro y más sabroso.

-Ah bueno. Pues aquí estoy yo, para lo que quieras, querida.- respondí contento y satisfecho.

-Métemela toda ahora, por favor- suplicó con sensualidad.

Y yo, que no podía negarle ese favor a una mujer cuando me lo pedía de esa forma tan directa y amable, terminé de meterle todo mi endurecido pene. Eso sí, con calma y con mucho cuidado para no lastimarla. Y ella pareció adaptarse perfectamente y sin problemas a mis dimensiones corporales de inmediato.

-¡Wow! Estás delicioso.- gritó con placer mientras apretaba sus músculos pélvicos dejándome sentir un ligero pero rico apretón sobre mi pene en la entrada de su vagina.

Sin sacar mi pene del fondo, empecé a dibujar con lentitud pequeños círculos con mi pelvis. Lo que provocaba que el ángulo cambiara deliciosamente, y se sintiera incrementada la presión en diferentes partes de su vagina y de mi pene.

-¡Uff! Eso es riquísimo. Me siento completamente llena por dentro. ¡No puedo creer que entrara todo!- dijo sorprendida y muy contenta.

Posteriormente, inicié un movimiento de avanzar y retroceder, pero más amplio y rápido que antes, en donde casi lo sacaba todo, y cada vez que regresaba, se lo volvía a meter por completo y hasta el fondo. Ella ya estaba totalmente entregada al placer bajo mi cuerpo, y empecé a notar que su excitación subía y subía al punto de estar casi lista para tener un orgasmo.

-¡Si! continúa así, no te detengas. ¡Uff!- ella rogó casi llorando.

Yo estaba también muy emocionado, pero me controlé un poco para no eyacular antes de que ella llegara. Seguí moviéndome con ritmo mantenido hasta que pude sentir como mi buena amiga empezaba a convulsionar y retorcía todo su cuerpo, como resultado de un intenso y merecido orgasmo. Yo me quedé quieto en el fondo mientras pasaba el largo y agradable efecto en ella.

Sentir cómo reaccionó la linda chica ante el orgasmo que le provoqué, me excitó tanto que me dieron ganas de terminar de una vez. Además yo ya llevaba mucho tiempo con el pene erecto, y no me podía dar el lujo de seguir así por mucho tiempo más.

Pero antes de poder continuar, sentí como ella se estiró para alcanzar la lámpara del buró y encenderla. Después de que mis ojos se acostumbraron nuevamente a la luz, puede ver a la hermosa y joven esposa de mi amigo, desnuda y acostada bajo de mí, con una gran sonrisa en su lindo rostro. Me miraba con mucho amor y agradecimiento.

-Hola corazón. Ahora te toca a ti. Soy toda tuya.- ella comentó esto último con una suave voz seductora.

Entonces yo reanudé mi movimiento con bastante intensidad, al mismo nivel que teníamos antes de la pausa orgásmica. Ahora fui capaz de ver como sus hermosos pechos se bamboleaban al ritmo que yo me estrellaba en su ingle cada vez que le metía mi pene hasta el fondo. Mientras ella se me quedaba viendo fijamente con sus hermosos ojos negros.

La joven volvió a emitir gemidos y gritos de placer mientras yo deslizaba mi miembro entre las ajustadas y lubricadas paredes de su sabrosa vagina, y fui sintiendo como la intensidad de mi excitación estaba rápidamente llegando a niveles incontrolables. Yo le estaba dando rienda suelta a mi cuerpo por primera vez y mi velocidad se volvió casi frenética.

Me moví como un animal salvaje sobre su delicada presa entregada y doblegada a su voluntad. Y no tardé mucho en sentir el creciente e insoportable deseo de eyacular. No me detuve hasta que el placer invadió de golpe todo mi cuerpo y ya no me pude contener más. Pude sentir como vaciaba, en fuertes chorros intermitentes, el pegajoso y caliente resultado de mi pasión, en las ricas y húmedas profundidades de la increíble y voluptuosa jovencita. Que seguía disfrutando y observando todo lo que yo hacía.

Me quedé disfrutando por unos instantes las rafageantes descargas de placer que acompañaban a mis involuntarias contracciones genitales, mientras ella me besaba como loca, y con los ojos muy abiertos.

Una vez que terminó mi largo orgasmo, me salí lentamente de ella y me recosté a su lado en la cama, pero sin dejarla de abrazar. Ella se giró para que los dos quedáramos parcialmente de lado y mirándonos el uno al otro.

Ella lucía radiante y esplendorosa. Mi pene finalmente descansaba colgando de entre mis piernas parcialmente flácido. Ella se me quedaba mirando relajada y con una sonrisa pícara.

-Gracias- me dijo.

-¿Por qué me das las gracias?- le pregunté con curiosidad.

-Por obligarme a aceptar lo que realmente quería y desesperadamente necesitaba.- me confesó. -Me daba mucho miedo, pero estuvo fantástico.

-¿Qué te puedo decir? Para mi fue todo un placer ayudarte.

-Me siento muy contenta y aliviada. Eres increible amigo.- dijo ella con gratitud.

Y luego ella me dio un beso suave y muy romántico.

-Una pregunta. Ahora que ya puedes comparar.- inicié un tema escabroso -¿Para ti fue importante el tamaño?

-Definitivamente.- dijo ella -Pero creo que tú tenías razón, no es lo único que importa. Disfruté mucho sentir ese enorme pene dentro de mi. Pero creo que me gustó más que ese hermoso pene fuera de un caballero como tú, y de nadie más.

Entonces me dio un beso lento y tierno, y al despegarse se llevó entre sus dientes y por un instante, a uno de mis labios y luego lo soltó. Posteriormente agregó:

-Corazón, no fue el tamaño lo que me convenció. Fue tu amabilidad y el buen trato que recibí toda la semana lo que lo hizo. Aunque al final, claro que me dio mucho gusto que lo tuvieras así de grande y duro. No lo niego. Fue algo adicional y espectacular. Sin embargo, tengo algo que confesarte.

-¿Qué cosa?- pregunté intrigado.

Ella se acomodó un poco y se me quedó viendo profundamente y luego dijo lo siguiente con un tono serio:

-Hace un momento, cuando tenía tu grandioso pene en mi interior a todo lo que daba. Me sentí llena, completa y feliz. Pero me di cuenta que no era la primera vez que yo me sentía de esa forma.

-¿Ah no?

-No.- respondió ella -¿Recuerdas que te dije que una sola vez en mi matrimonio había quedado muy satisfecha después de tener sexo?

-Si.

-Pues ahora recuerdo que esa vez sentí exactamente lo mismo que sentí hoy. Y ya pude recordar cuando fue ese increíble día. Fue el día que regresamos de nuestra luna de miel, y también fue en la noche en que tu nos visitaste en nuestro departamento. Al día siguiente, en el desayuno, te vi por primera vez.

La joven no me apartaba la vista ni un instante mientras hablaba, como queriendo analizar mis reacciones a sus palabras. Entendí que ya me tenía acorralado. Y luego soltó el golpe:

-Pero esa noche no la puedo recordar perfectamente bien porque yo estaba muy borracha. Así que te pregunto. ¿Fuiste acaso tú el que me hizo el amor esa increíble noche en lugar de mi marido?

Me di cuenta que no tenía caso intentar negar, lo que ella ya sabía y solo quería corroborar.

-Así es. Fui yo- confesé -Pero no fue mi culpa. Tu te metiste a la cama desnuda y me pusiste tu trasero sobre mi pene. Y estabas muy excitada. Yo no pude evitar excitarme también y continuar con lo que finalmente pasó. Tu marido no se enteró de nada.

-Así lo supuse.

-¿Estás enojada conmigo?

-Creo que debería estarlo porque te aprovechaste de una dama indefensa y borracha. Pero la verdad es que no lo estoy. Estoy contenta por finalmente saber lo que mi cuerpo necesita. Te puedo perdonar con una condición.

-¿Cual?

-Que me hagas el amor otra vez hoy antes de que salga el sol.

-Por mi, yo te haría esto todas las noches que me quedan de vida.

Esa noche no dormimos nada, ya que después de eso seguimos platicando entre besos y caricias. Y luego ya más tarde, le volví a hacer el amor tal y como ella lo había solicitado.

VIERNES

Cuando la luz del día llegó y se acabó esa maravillosa noche. Nos levantamos y nos metimos a bañar juntos para recuperar parte del tiempo perdido. Así puede seguir apreciando un poco más su fantástico cuerpo desnudo. Luego acompañamos el desayuno con una buena tasa de café negro y finalmente la llevé a su último día de curso.

Ella ya llevaba sus maletas porque saliendo del curso, se iría directamente al aeropuerto en un horario en el que yo todavía estaría trabajando. Así que no la volvería a ver nuevamente.

Durante el camino traté de preguntar si nos volveríamos a ver:

-¿Cuándo nos volveremos a ver?- le pregunté.

-Yo creo que nunca corazón, tu tienes a tu esposa que supongo que pronto volverá, y yo tengo que volver con mi marido y no tengo ninguna excusa para regresar a esta ciudad.

-Mi mujer y yo estamos separados desde hace más de un año.- le aclaré.

-Ah, eso no lo sabía, lamento escucharlo.

-Te voy a extrañar mucho.- le dije con honestidad.

-Yo igual, pero soy una mujer casada y con obligaciones matrimoniales.

-¿Vas a estar bien amiga?

-Tengo que aprender a estar bien y satisfecha con él. Tú me enseñaste mucho esta semana. Y fui muy feliz un rato. Pero ahora tengo que volver a mi realidad.

Antes de bajar del auto, me volvió a dar un último beso en la boca, me agradeció mi hospitalidad y se despidió. La vi alejarse rumbo a la puerta de su empresa, mientras unos señores que pasaban por ahí, le miraban discretamente el irresistible trasero sin que ella se pudiera dar cuenta.

Me fui a mi trabajo con cierta tristeza porque la increíble semana ya había acabado, y sabía que eso significaba que no la volvería a ver. Sin embargo, a medio día ella me habló a mi celular. Me dio mucho gusto ver su nombre en el dispositivo.

-Hola- le dije.

-Hola corazón. Acabo de aceptar el nuevo puesto que me habían ofrecido ayer.- me dijo emocionada.

-Ah que bien, felicidades amiga. Pero creí que habías dicho que no lo querías.

-Así era, pero algo cambió anoche. Ya que con este nuevo puesto voy a estar obligada, entre otras cosas, a viajar una vez al mes para una reunión con el equipo de trabajo. Me dijeron ayer que se tendría que ir cambiando la ubicación de esta reunión en cada ocasión.

-¿Y qué cambió?- pregunté intrigado.

-Pues que yo puse como condición al aceptar, que dichas reuniones se deberían llevar todas en esta ciudad. Ellos, extrañados, estuvieron de acuerdo, porque les convino, ya que eso implica viajar menos distancia para muchos de ellos. Pero no para mi.

-¿Eso significa que vas a regresar una vez al mes?- pregunté con emoción.

-¡Así es!- dijo con alegría -Voy a volver con mi marido, como una buena esposa. Pero creo que voy a necesitar verte de vez en cuando, para poder aliviar mis tensiones y no volverme loca.

-Excelente, yo voy a estar encantado de volverte a ver por acá.

-Voy a tener que quedarme oficialmente en un hotel, no puedo decirle a mi marido que voy a quedarme en tu casa una vez al mes.

-Entiendo.

-Pero si a ti no te importa, podrías darme uno de esos ricos masajes una vez al mes.

-Dalo por hecho, va a ser todo un placer amiga.

-Gracias corazón, ahora puedo regresar feliz a mi casa, porque sé que voy a volver a sentirte dentro de mí pronto. Besos.

-Besos amiga.

Y bueno, y así fue como a partir de esa increíble semana, empezamos a vernos una vez al mes sin falta. Y los papeles se han invertido, porque me cuenta, que ahora cuando está en la intimidad con su marido, ella piensa en mí para lograr excitarse. A mí me deberían dar celos, pero luego me acuerdo que él es su esposo. Y yo sólo soy un muy buen amigo cercano.

NOTA: Agradeceré sus comentarios sobre esta historia. Aunque está novelada y cae en la clasificación de ficción, puedo decirles que está basada en un historia real. Quizá por eso instintívamente no incluí nombres de personas o lugares. Por último, me gustaría agregar que me tardé mucho en está ultima parte, porque cada vez que me ponía a escribir y a recrear la historia, yo mismo me excitaba al grado de tener que dajarla a un lado por un rato.