La fantasía de la colegiala (parte 2).

En la parte UNO, vimos a la mujer colegiala, sometida por sus sádicos maestros que la torturan emocionalmente, tomando un brusco e inesperado cambio. Se fuga con uno de sus captores con quien proyecto una gran simpatía, dejando a los otros fuera de la jugada, ante la desesperación por recuperarla.

Un raro entumecimiento por todo el cuerpo, empezó a invadirme. Estaba tirada en la alfombra de la recamara temblando; sujeta de mis manos por unas cuerdas, por lo cual, estaba incapacitada para masturbarme. Ya había llorado y suplicado, sin obtener respuesta de misericordia de parte de mis sádicos maestros escolares.

Estos hombres, introdujeron a diferentes mujeres a la habitación, y les hacían de todo frente a mis ojos. Mientras tanto, ellos me acariciaban con plumas de ganso por todo mi cuerpo, y continuaban con el sadismo de besarme los genitales y el ano, o de estimularme con vibradores, solo para descontinuar cruelmente sus caricias, cuando notaban que yo, me encontraba proxima por alcanzar el ansiado orgasmo.

Jadeando, y sintiendo que me faltaba el aire, los insulté; por lo cual el director, me aplico otra serie de azotes en mis enrojecidas nalgas, mientras yo, lloraba verdaderamente de desesperación, suplicando que ya no me dieran mas azotes ni nalgadas, y que por favor me cogieran.

Estos sádicos maestros escolares, les pedían a las mujeres, a quien se estaban follando, a que me dijeran lo que estaban ellas sintiendo. Muchas de ellas, gritaban enloquecidas, y mi esposo y director de la escuela imaginaria, me levantaba para que viera como se las metían a estas mujeres, con mucha fuerza.

Algunas de ellas, se acercaban a mi oído, y me susurraban las delicias que estaban experimentando; otras, me tocaban el clítoris, haciéndome brincar y suspirar, pidiéndoles yo a ellas, que siguieran con las caricias, pero sádicamente no lo hacían; obedeciendo las ordenes del cruel director.

Entre todo el escándalo sexual, el hombre aquel, quien fuera más sutil y tierno con sus caricias, aquel que permaneciera embelesado con mis atractivas bragas, me observaba ciertamente mortificado; y entonces, arrastrándome como pude, cerca de este, le dije moviendo mis labios:

-       ¡Desátame!

Lo cual hizo durante un parpadeo de los maestros y del director; mientras ellos, se encontraban distraídos, divirtiéndose con las mujeres aquellas.

Sin pensarlo dos veces, lo tomé de la mano, y salimos en estampida entre otros mirones, que ya se habían arremolinado dentro de la habitación, a observar aquella tortura psicológica y física que me estaban propinando; tomado a todos por sorpresa.

Ingresamos a otro cuarto que afortunadamente se encontraba vacío, y cerramos la puerta a nuestras espaldas. Unos segundos después, escuchamos unos toquidos que iban subiendo de intensidad, y entre todas las voces, distinguí desde luego a mi principal captor y sádico esposo, que fungía como el director de escuela, durante este juego:

-       Sandy: abre la puerta… ¡te lo ordena tu amo!

-       Es que no puedo…le respondí con voz llorosa.

-       ¿Por qué? preguntó mi amo.

-       Debido a que me tienen atada de mis manos y pies de nuevo. Dice este hombre, que él es ahora, mi nuevo amo, que me ha tomado robándome de ustedes, y que me va a disfrutar el solito como le venga en gana.

Mientras tanto, Pedro, que así se llamaba el hombre aquel, con quien estaba dentro de la habitación, sofocábamos la risa con unas almohadas…

Me dije: ahora sabrán esos hijos de puta, lo que se siente dejarlos a ellos, con las ganas atoradas…

Pedro, me abrazó dulcemente por la cintura, estando ambos frente a frente, y yo, solo con mis medias cubanas (con líneas detrás de las piernas), y mi liguero. Un montoncito de vello púbico muy corto, se apreciaba como pequeño matorral de pasto, en medio del desierto. Nuestro beso, fue cálido como tierno, abriendo yo, mi boquita para recibir como un pajarillo, la dulce sabia de aquel hombre, que me tenía cautivada; mientras que este me besaba deseando no separarnos nunca, introduciendo su lengua. Así duramos como 10 segundos, hasta que incapaz de contenerse, inició a darme picotazos con su parada verga, sobre mi pubis. Entonces yo le dije:

-       ¡Nalguéame! Que escuchen todos allá afuera…

Pedro, me aplicó nalgadas moderadamente; pero aun sin que estas me provocaran el menor dolor, yo escandalizaba; con el fin de que aquellos, me escucharan afuera, imaginándose la sádica y excitante escena que estaba sucediendo dentro de aquella recamara, y que se estaban perdiendo; mientras yo, le decía a este, palabras eróticas a gritos:

-       Soy tu puita…soy tu esclava mi amor…pero por favor, ya no me castigues; juro portarme bien.

Todo fue un teatro bien orquestado y sin planear, entre Pedro y yo. El hombre me tumbó en la cama, y se posesiono de mi cuerpo, cayendo con el suyo encima de mí; y jugueteaba con mis musculosas piernas, sosteniéndolas sobre sus hombros, dándome estocadas con su verga ardiente y parada, que aterrizaban por diferentes partes, ocasionándome una gran excitación, agitando mi abundante cabellera de un lado a otro como una loca; y escandalizando, suplicándole que me la metiera de una buena vez.

Posterior a unos segundos, la increíblemente dura verga, cayó dentro de mi vagina; e instintivamente, sujeté a Pedro con mis fuertes muslos de sus nalgas, para no permitirle que me la fuera a sacar de nuevo; y elevando mis caderas violentamente, yo sola me clavé casi toda aquella tranca, sintiendo un bálsamo que curaba todas mis dolencias físicas y psicológicas, moviendo mis caderas como aspas de molino.

Yo estaba transformada en una yegua bruta, a la cual, el jinete difícilmente era capaz de contener. Las uñas de mi jinete, se clavaban en mis nalgas, como unas espuelas, ocasionándome un inmenso placer, aunque al otro día, observara los aruños involuntarios del hombre, como producto de su propio ardor inconsciente.

Pedro me bombeaba con gran ferocidad, casi me elevaba de la cama con su fuerza bruta; y un torrente de orgasmos brotaron de mi cuerpo; como si alguien abriese las compuertas de una presa a punto de reventar de tanta agua contenida.

-       No te detengas por favor, gritaba yo resoplando…

Y entre resuellos intensos, con voz entrecortada por la excitación y la agitación, Pedro, respondía:

-       Claro que no mi putita hermosa…mi reina…te amo mucho…

La cabecera de la cama, golpeaba violentamente en contra de la pared de la habitación, al ritmo de las intensas metidas de parte de Pedro; mientras afuera, se escuchaban voces que yo solo distinguía en forma nebulosa, ante el aturdimiento de mi propia destemplanza; pero que, entre tal locura, yo alcanzaba a distinguir mi nombre como entre sueños, solicitándome que abriese la puerta.

La excitación, me conducía a exclamar con verdadero frenesí el nombre de Pedro. Se que mis gritos, fácilmente se escucharon en toda la casa.

No obstante, en unos dos minutos, el hombre estalló, anegándome de semen; era tanta la cantidad, pero con todo y lo rápido de su eyaculación, no me importaba que hubiese terminado, ya que yo, ya había presentado una serie de orgasmos grandes y otros pequeños en sucesión; y aunque deseaba mas de su parte, me encontraba hasta cierto punto, satisfecha con lo obtenido.

Pero Pedro, continuó limándome las entrañas sin detenerse, sintiendo yo, como me empujaba increíblemente, el cuello y la matriz hacia arriba. Me di cuenta que su erección, se encontraba cediendo un poco, pero el terco hombre, continuo con su tarea de bombeo, y logró vencer su naturaleza; continuando, entre gritos de mi parte, con el proceso de follarme o cogerme.

Era increíble la intensidad de su loca posesión; en veces, Pedro, no me dejaba gritar, por estarme besando como un loco, en la boca, casi sin despegar la suya de la mía; y en el instante cuando me besaba el cuello, era cuando yo, escandalizaba estando completamente llena de la hombría de Pedro.

Desde hacía rato, los hombres que fungieron como mis profesores, y el director (mi esposo), yéndose por la parte de atrás de la casa, estaban observando la bella y excitante follada que Pedro me atizaba, y estaban intentando forzar la ventana, para introducirse y darme entre todos; pero yo volteaba a verlos, y les decía que no; a la vez que besaba a Pedro, y le decía yo a este entre jadeos y quejas:

-       Ay amor…ay mi vida…me matas. Tu eres ahora mi rey, mi amo y mi señor…

-       Si mi vida…mi putita preciosa, bufaba Pedro.

Mientras que las nalgadas, en las caras laterales de mis nalgas (estaba colocada boca arriba), me cimbraban también. Pedro, besaba tiernamente mis tetas; mientras ambos pezones, estaban endurecidos como unas piedras.

Mi esposo, gritaba desesperado a través de la ventana:

-       Rojo…rojo…rojo

La cual, se trataba de una clave secreta, que mi esposo y yo, elaboramos para cuando yo deseara que un juego sado masoquista, o cualquier otro, se detuviera, en el supuesto caso, de que yo, ya no pudiera soportarlo; o que simplemente, no me agradara. Tal y como el mismo me lo dijo un día:

-       Tú eres la mujer, y es tu privilegio decir: Cuando, como y con quien.

Por lo tanto, la clave: “rojo” NO se trataba de un privilegio para mi esposo, y así se lo hice saber, como fui capaz entre las arremetidas de Pedro; mientras que mi esposo, observaba junto con los otros “maestros de escuela” la hermosa cogida que yo estaba recibiendo.

-       Como tu me lo dijiste, señale yo, con voz de hembra caliente: Esa clave, es mi privilegio, y no tuyo… además, estamos disfrutando de un juego, y como tal, yo digo hasta cuando…así que aguántese.

Los otros hombres suplicaban ahora mansamente:

-       Sandy: por favor déjanos entrar…

Mientras que yo, enormemente satisfecha con Pedro, les hacía con mi dedo índice la señal de no.

Pedro y yo, sudábamos cuantiosamente, mientras que yo, lamía su pecho goteando encima del mío.

En cierto instante, me volteó con el trasero para arriba, aplicándome fuertes nalgadas, entre mis gritos y suplicas, a la vez que me bombeaba por mi vagina, e introducía uno de sus dedos pulgares, en mi ano. Ambos escurríamos sudor cuales caballos de carreras; nos limpiábamos con lo que éramos capaces, hasta que, por fin, su enorme verga empezó a taladrar la entrada de mi ano; unas veces se retiraba, mientras yo, elevaba mi culo de perra en celo, en señal suplicante para que me perforara. Cuando entro la cabeza, yo exclame:

-       ¡Ay mi vida…que me vas a romper el culo!

Pero Pedro, al escuchar aquello, y de por sí, sumamente excitado desde un principio, no fue capaz de contenerse, e inmisericordemente, la introdujo toda de sopetón, y su brutalidad masculina, invadió todo mi recto, ante mis enormes gritos. Era fácil comprender, que pedirle cordura a un varón bajo estas condiciones de excitación sexual, va en contra de su propia naturaleza.

Creo que duramos más de una hora haciéndolo desde que iniciamos ahí metidos. Cuando Pedro derramó esa segunda cantidad de leche ahora en mi recto, cayo prácticamente desmayado a mi lado. Yo lo acariciaba en todo su cuerpo tembloroso, recostándolo sobre el mío; y lo besaba agradecida, sintiendo escurrir todo su semen, a través de mis dos orificios.

En ese instante, instintivamente voltee hacia la ventana, y observé a “mis adorables maestros” masturbándose, y en un acto de piedad, fui hacia ellos, cuando algunos ya jadeaban, anunciando la eyaculación; y abriendo la ventana, les coloque mi rostro para que se derramaran ahí.

Sentí la candente crema, cayendo sobre mis mejillas, parte de mis cejas, y mi boquita cerrada; escurriendo hacia mi barbilla. Yo misma desparramé una parte sobre mis pechos. El sádico director, y eterno dueño mío, me tomó bruscamente del despeinado cabello, y dejó ir, toda su parada verga por mi boquita, derramándose dentro. Antes de eso, teniéndome sujeta por mi cabello alborotado, me propinó dos pequeñas bofetadas, de esas pactadas como parte del juego erótico.

-       Para que entiendas que yo soy tu único amo, me dijo mi esposo.

Sentí que casi me asfixiaba cuando terminó, deglutiendo todo su semen, y limpiándome el exceso de semen de los otros maestros de mi rostro, y en ese instante, le dije a mi esposo:

-Esto es, para que tampoco te pases con el sufrimiento que me infliges: De ahora en adelante, cuando yo te diga: “verde verde verde” es porque quiero que ya me cojan los que me vayan a follar; y si no lo haces, este será uno de los muchos resultados que verás de parte mía: soy tu puta y tu sumisa, hasta cierto límite y solo como parte de un juego. Y jamás se le olvidó aquella lección sexual.

Los otros “maestros escolares”, y algunos mirones esposos de las otras mujeres, congregados a través de aquella ventana, terminaron sentaditos como buenos niños después en la sala; mientras yo, me paseaba delante de ellos, ya bañada y maquillada, con mi atractivo atuendo de colegiala de nuevo; mientras que todos permanecían como espectadores, vaciados de su varonil jugo.

Yo iba y me sentaba en las piernas de Pedro, y este me subía la exigua faldita, para estarme viendo mis calzones, y acariciarme las nalgas y mis piernas; Pedro acariciaba mis piernas enfundadas con medias cubanas, y me besaba. Yo presentía una nueva erección de su parte, y le dije:

-       Ahora no mi vida, ya es tarde y debemos partir mi esposo y yo a casa.

Todos los hombres, permanecieron sentados ante su ahora maestra, ya que, gracias a Pedro, y el destino mismo, fueron sometidos dentro de su propio jueguito: ¡Para que aprendan!