La Fantasía de Ella

Ella le había pedido que la violara, y él pensó cómo hacerlo de la manera más intensa...

La Fantasía De Ella

Una noche ella me dijo "Quiero que un día me violes" y dentro mío una extraña sensación tuvo lugar. No era calentura, era una excitación que describiría como una "extraña alegría". Un palpitar en el corazón,... no sé cómo más decirlo.

Está claro que acepté, y está claro que me puse a pensar el cuándo y el cómo.

Algunas semanas después yo estaba con mucho trabajo en casa y le dije que ese fin de semana no podríamos salir, que lo mejor era que se viniese por casa a eso de las 24 hs para que al menos estuviésemos un rato juntos. Sé que tal cosa no le iba a caer bien a ella, pero también sabía que lo iba a aceptar.

Cuando el timbre sonó abajo me apresuré al ascensor para abrirle. A esa hora no hay portero, y la puerta está trancada con llave. Llegué hasta la puerta del edificio y la hice pasar. Al subir al ascensor nos besamos, y me preguntó luego si había completado mi trabajo. Le dije que no, pero que ahora que ella estaba aquí, lo iba a interrumpir. Sonreímos y llegamos al piso en que vivo.

Pasamos y entramos al estar, tomé el abrigo de ella y lo colgué cuidadosamente, La atendí con la consideración que siempre le brindaba, no quería que aún sospechase nada.

La abracé atrayéndola hacia mí, recorrí con mis manos sobre su espalda la suave tela de su blusa y las hice girar hasta aprisionar sus grandes senos. "Y si pasamos al cuarto", le dije. Y lo hicimos.

Entramos con ella caminando delante mío. En cuánto hube cerrado la puerta le di un fuerte empujón y la tiré sobre mi cama. Rápidamente me lancé sobre ella, que exclamaba y se quejaba asombrada. Antes que nada dijese, tomé de mi bolsillo un trozo de trapo que tenía preparado y se lo metí en la boca. Con el peso de mi cuerpo sobre el de ella agarré con fuerza sus manos y las uní sobre su cabeza, dónde las até.

Aproximé mi boca a su oído y en voz baja le dije "Ni se te ocurra gritar ni protestar puta, que si no lo vas a pasar aún peor". Como ella no contestaba nada tiré con fuerza hacia atrás de sus negros cabellos "¿Me entendiste?" Sacudió su cabeza afirmativamente. Entonces até sus manos a su vez al respaldo de mi cama y en seguida le vendé los ojos.

Rápidamente me desvestí para estar pronto. Volví sobre ella y le comencé a hablar con estas palabras. "Ahí estas como te quería puta. Estás totalmente a mi merced. Ahora te voy a hacer todo lo que se me ocurra, no me importa en lo más mínimo lo que a vos te parezca o te guste" Volví a jalarle con fuerza del pelo "¿Entendiste?". Movió su cabeza afirmativamente.

La di vuelta boca arriba y le rompí la blusa, los botones saltaron en todas direcciones. Luego tomé unas tijeras y corté por el centro su sujetador. Hice sonar en el aire a la tijera y ella hizo una suerte de gemido. Le crucé la cara de una bofetada y le dije "Nada de ruidos si yo no te doy permiso" Volvió a asentir.

Entonces corté su falda. Después abrí la ventana y esperé a que pasara algo de tránsito por afuera, para que oyera el sonido y comprendiera que la ventana estaba abierta. Le quité sus zapatos y los arrojé por la ventana. Cerré con fuerza para que adivinase lo que había hecho, por las dudas de si no lo había logrado.

Entonces corté sus pantimedias. Dejaba que el frío metal de las tijeras rozase su piel, para que sintiese miedo de que la fuese a pinchar. Y por último corté su tanga, dejándola atada, amordazada, con los ojos vendados y desnuda a mi merced.

No pueden imaginarse lo caliente que me tenían estas tareas. Me puse a su lado y empecé a tocarle las piernas. Las separé y me puse en medio. Luego continué acariciando su vientre y llegué hasta sus tetas. Comencé por acariciar suavemente sus senos, para entonces y por sorpresa abofetearle uno y otro para de inmediato tironear con fuerza de sus pezones. Su espalda se arqueaba de dolor y mi pija estaba dura y caliente. Sentía la textura de la piel rugosa de los pezones y seguía tirando hacia arriba de ellos y retorciendo. Luego los solté y repetí la operación algunas veces para luego volver a cachetearle las tetas.

Entonces la volví de espaldas y le hice poner el culo bien parado. Traje una crema que había guardado en la heladera, bien fría, y sin aviso se la eché sobre el culo para lubricar. Rápido de metí cuatro dedos en el culo y no pudo evitar el gemir.

Le tiré con mucha fuerza del pelo y le di unas firmes nalgadas, para volver a meterle los dedos en el culo y empezar a cojerle el culo con mis dedos. Al mismo tiempo me puse contra su oreja y le decía "Vos te pensaste que esto de que te violasen iba a ser un jueguito ¿no?. Vos querías que te tiraran a la cama y te agarrasen las manos, solamente. Pero ahora vas a aprender lo que es bueno puta, ahora sí que vas a recibir lo que te merecés".

Tenía la pija tan dura que no se pueden imaginar, no podía evitar pajearme un rato de tanto en tanto. Pero mi primera decisión era la que contaba para mí, así que iba a ser todo tal y cómo lo había planeado.

La puse boca arriba una vez más y me subí sobre su vientre, puse una pierna de cada lado y calcé mi pija entre sus tetas y comencé a cojerle las tetas. Con cada mano agarraba una teta y le iba pellizcando los pezones mientras me la cojía así. Seguí hasta que desparramé mi leche sobre su cuello y su barbilla.

"Ahora te voy a sacar el trapo de la boca" le dije, pero no vas a gritar nadita ni vas a hablar si no te doy permiso". Le saqué el trapo y de inmediato le metí mi pija en su boca, "Chupá" le dije, y ella obedeció. Estaba tan caliente que en seguida sentí como se me paraba otra vez. Le sujetaba la cabeza para meterla bien adentro, sintiendo como a veces ella se sentía ahogada. Al mismo tiempo sentía como la leche que había derramado en su barbilla me mojaba los huevos, y eso me encantaba.

Ni por un momento intenté retener. Vacié ese segundo polvo directamente dentro de su boca. Luego me paré con una pierna a cada lado de ella, tomé mi pija, y le meé encima de su cara, de sus tetas y de su boca abierta mientras le ordenaba tragarse toda la meada.

A continuación me vestí. Luego de eso le solté los brazos de las cuerdas, pero se los sujeté yo mismo con firmeza. La llevé hasta la puerta, y la hice salir desnuda. Ella tanteaba como podía el camino, con los ojos aún vendados. En los espejos del ascensor me calentaba su imagen que se mostraba una y otra vez, mojada, desnuda y vulnerable. Abría la puerta del edificio y la empujé afuera desnuda. También tiré su abrigo a la calle, en el que sólo había dinero suficiente para un boleto de ómnibus.

Rápidamente me giré y entré de nuevo.

Volví a mi cuarto. Me la imaginaba sacándose la venda de los ojos cuando la dejé, sin saber si alguien la estaría mirando o no. Tratando de que sus ojos se adaptasen a la luz artificial de la calle, que tras estar fuertemente vendados no le resultaría fácil enfocar. Miraría indefensa a su alrededor hasta hallar su abrigo. Se lo pondría, sentiría la suave tela del forro contra su piel. Posiblemente buscase su dinero, su celular en sus bolsillos, sólo hallaría el dinero antedicho. Caminaría sintiendo el roce del suelo áspero en las blandas plantas de sus pies, caminaría hasta la parada, sabiéndose desnuda, con el maquillaje corrido, con el olor de mi meada en su cabello y el sabor de meo y semen en su boca. Se subiría al ómnibus, dónde el chofer la miraría, dónde si otros pasajeros viajaban, también la mirarían, y dónde ella intentaría hacer cómo que de nada se daba cuenta. Ni hablar de que todo esto mucho me excitaba y que pensándolo me masturbé placenteramente, si bien ya no tenía tanta energía como antes.

Una hora después sonó mi teléfono. Era su voz. "Gracias", fue todo lo que me dijo, con su suave voz, que parecía acariciarme.