La Fantasia (2)

La fantasia de Sandra aun continua

La Fantasia 2

La fantasia de Sandra aun continua

Notó como se aflojaba la venda de sus ojos. El ladrón se sentó frente a ella mirándola detenidamente. - Te voy a quitar la mordaza y vas a contestar a unas cuantas preguntas. No gritarás ni volveras a hacer el idiota. ¿De acuerdo? Sandra asintió. El se levantó y fue hacia a ella. Se llevó la mano al bolsillo trasero del mono y sacó un navaja. Sandrá contuvo la respiración. Acercó la hoja lentamente hacia su blusa y cortó los primeros botones. A continuación separó la blusa dejando al descubierto el sujetador. - Esto es para mantener tu atención, por si todavía no te has dado cuenta no estoy aquí para perder el tiempo. Tardó un rato en deshacer la cinta que rodeaba su cabeza. Sandra escupió el pañuelo y tragó saliva. - Por favor déjame ir. No se quien eres ni te puedo describir. No ha pasado nada. - ¿Qué parte contestar preguntas no has entendido? - Lo siento. - ¿Dónde está la caja? - ¿Qué caja? - Muy bien sigue así. Volvió a coger la navaja y rápidamente la colocó entre las dos copas del sujetador, rozando la piel de Sandra. - ¡Está bien, está bien! Está en el baño de arriba detrás del botiquín. - Te creo, pero me parece que todavía no tengo toda tu atención. Tiró de la navaja y cortó limpiamente el sujetador. Los pechos de Sandra quedaron libres. Otro rayo de excitación recorrió su espalda. A pesar de estar en peligro su cuerpo no podía dejar de excitarse. Estaba segura de que no corría peligro, solo se llevaría su dinero y ella esperaría a que la liberasen. Era mejor que su contrato, nada de lo que ella pudiera hacer detendría su cautiverio. Tuvo que esforzarse para no soltar un gemido. - La clave es 28091973. Necesito ir al servicio por favor. Era mentira pero necesitaba hacer algo para detener el orgasmo que amenazaba con alcanzarla. Un poco de agua y estar desatada unos minutos era todo lo que necesitaba. Tal vez podría incluso escapar, pero si hasta ahora no había tenido ninguna oportunidad no creía que las cosas fueran a cambiar. Pero lo principal era no delatar su excitación al ladrón. - De acuerdo, vamos bien de tiempo. Sandra no entendió que quería decir pero pronto notó como la presión de las cuerdas en su pecho descendía. Las cuerdas desaparecieron, sus manos siguieron atadas a su espalda. A continuación desató sus piernas y la invitó a levantarse. Sandra lo hizo y movió los hombros para intentar que su blusa volviera a tapar sus pechos. Fue un intento inútil. - No quiero más juegos, te voy a desatar las manos y tú te quitarás la ropa. Luego podrás ir al baño. Puedes dejarte las bragas puestas si quieres, aunque con lo mojadas que están no se como estarás más cómoda. Sandrá se sonrojó y no su supo que contestar. Pudo imaginar la sonrisa de su captor tras la máscara. Lentamente aflojó la cuerda de sus muñecas. Sandra se las frotó y tiró los restos de su blusa y el sujetador al suelo. A continuación se descalzó y dejó caer su falda pero dejó las bragas en su sitio. - ¿Puedo ir ya? El hombre fue hacia ella. Sacó unas esposas y esposó a Sandra con las manos delante. La tomó del brazó y la llevo hasta el lavabo de la planta baja. No tenía ventanas así que no había posibilidad de huir. Registró los muebles rápidamente buscando orquillas o cualquier cosa para intentar forzar las esposas pero no había nada de interés en el aseo de invitados. Usó el baño y se refrescó con agua pero hacer todo eso esposada no ayudó demasiado a que bajara su excitación. Se contempló en el espejo y la visión de su reflejo esposado hizo que se acelerara su respiración. Volvió a mojarse la cara y se secó antes de salir. - Bueno tengo que terminar con la caja y tú te vas a quedar aquí quietecita abarazada por esas cuerdas que tanto te gustan. Cuando te quite las esposas pon las manos a la espalda y date la vuelta. Sandra obedeció y dio la espalda al ladrón, cruzó las manos a la espalda y notó como deslizaba una cuerda entre sus brazos. Tres o cuatro vueltas terminaron de envolver sus muñecas en sentido vertical. Un suave tirón sus antebrazos subieron mientras pasaba la cuerda por encima de sus pechos. Continuó atándola concienzudamente pasando cuerda por encima y por debajo de sus pechos. Luego se aseguró de que se quedarían allí pasando otra cuerda por debajo de las axilas. Cuando terminó sus brazos eran una masa inutil pegada al cuerpo. Aunque sus muñecas no estaban apretadas nunca escaparía porque sus brazos no se moverían ni un centímetro. Como colofón colocó una cuerda entre sus pechos que ató en los nudos de su espalda, al tensar la cuerda sus pechos subieron con las cuerdas que corrían bajo ellos. Sus pezones se endurecieron. - ¡Abre la boca! Obedeció y la amordazó con un pañuelo con un gran nudo en el centro. A continuación ató sus tobillos con más cuerda. La siguiente cuerda la ciñó a su cintura y la metió entre sus piernas, repitió la operación una vez y colocó un nudo encima de su culo. Vió de reojo como cogía más cuerdas. Estaba claro que no pensaba dejarla ninguna oportunidad de escapar. Más cuerdas terminaron de inmovilizar sus piernas por encima y por debajo de las rodillas. - Bueno ahora te voy a ayudar a tumbarte y seguiré con lo mío. En pocos segundos Sandra estaba boca abajo. Por supuesto no había terminado de atarla. Una cuerda final unió sus tobillos y el arnés de su pecho, pero con un par de vueltas más también unió sus muñecas y la cuerda que acariciaba su entrepierna. Cualquier movimiento lo notaría su clítoris. - Que te diviertas. El ladrón desapareció y Sandra se movió, no se soltaría sin ayuda estaba claro. Miró a su alredor y vio la navaja sobre la silla en la que estuvo atada. Estaba a solo dos metros, a lo mejor podría escapar después de todo. Empezó a agitarse y avanzó penosamente por la moqueta. Era frustrante la velocidad a la que se movía pero creía que a pesar de todo llegaría a la navaja. Se equivocó. El roce de la alfombra en sus pechos, muy sensibles por la presión de las cuerdas, y el roce de la otra cuerda con su clítoris hizo que un gran orgasmo estallara. Se agitó todo lo que las cuerdas le permitieron y un grito de placer apenas amortiguado por la mordaza llenó la habitación. Casi perdió el sentido, probablemente había sido el orgasmo más intenso de su vida. Intentó volver a moverse pero el orgasmo la había dejado rendida. Sus músculos apenas respondían. Sandra admitió su derrota a pocos centímetros de la navaja y se quedó adormilada. El claxón de un coche la sobresaltó. Tardó unos segundos en comprender donde estaba. Se agitó pero todo seguía igual de apretado. Resignada buscó a su alrededor a su asaltante. Estaba en el sofá mirándola. - Hora de viajar Bella Durmiente. Yo te dejo aquí. Que tengas suerte. - ¡MMMPPHHH! - Vamos, vamos, no te vamos a soltar así que disfruta del paseo. Vendó sus ojos y se alejó. Oyó como abría la puerta principal. Hubo una conversación que no pudo distinguir y a continuación varias manos, ¿cuatro?, la izaron y notó como salían al exterior. Con cuidado la metieron en un gran maletero. El portón se cerró y segundos después el coche arrancó. No supo cuanto tiempo llevaba en el maletero cuando notó que entraban en un camino de grava. Después de un largo rato de baches la velocidad dismuyó hasta que el vehículo se detuvo. Notó aire fresco cuando se abrió el maletero, rápidamente alguien cortó la cuerda de su hogtie y liberó sus piernas. Le ayudó a sentarse y luego a ponerse en pie. Notó hierba bajo sus pies, la obligó a moverse y el piso pasó a ser madera. Una puerta crujió al abrirse. Siguieron andando dentro de la ¿casa? Hasta que le hicieron parar. Notó como desaparecía la cuerda que presionaba su clítoris y se sintió aliviada. Entonces rápidamente la empujaron sobre una mesa y la ató inclinada sobre ella. Sus tobillos quedaron atados también a sendas patas de la mesa dejando pleno acceso a su trasero. Cortó sus bragas y una voz dijo. - Esto te va a gustar tanto como a mí. En cuanto oyó la voz su corazón latió a mil por hora. Sin tiempo para reaccionar cargó contra ella y su pene la penetró con fuerza. CONTINUARÁ....