La Fantasia (1)

Sandra tenia una fantasía que termino convirtiéndose en una pesadilla.

La fantasía 1

Sandra tenia una fantasía que termino convirtiéndose en una pesadilla. Sandra estaba relativamente cómoda en la silla. Tenía las manos atadas juntas a su espalda. Varias cuerdas la sujetaba al respaldo por encima y por debajo de los pechos, otras sujetaban sus codos, sus piernas estaban abiertas sujetas por las rodillas y los tobillos. No podía gritar porque un pañuelo llenaba su boca y seguiría allí hasta que la cinta que rodeaba su cabeza desapareciera. De todas maneras no pensaba gritar, todo era idea suya. Forcejeó con las cuerdas y sintió el placer de no poder escapar, sus bragas empezaron a humedecerse y dejó escapar un gemido. En la habitación contigua su secuestrador registraba los armarios, podía oírlo todo pero una venda tapaba sus ojos. Deseaba poder verse en un espejo y disfrutar de la visión de su cuerpo atado. Volvió a retorcerse y sintió que la excitación aumentaba. Volvió a gemir. Deseó que su novio estuviera allí para recorrer con sus manos su cuerpo inmovilizado pero nunca se había atrevido a confesarle su fantasía más íntima. No quería que la viera como un bicho raro y la abandonara. Para alimentar sus anhelos siguió refugiada en internet, coleccionaba fotos, participaba en foros y buscaba la manera de abordar el tema, sus ganas de ser atada eran casi insoportables. Se había atado sola alguna vez pero la sensación de saber que era fácil desatarse siempre la decepcionó. Un día casi por casualidad leyó un artículo sobre una compañía que preparaba falsos secuestros a la carta y empezó a devorar la información. Después de semanas de dar vueltas al asunto decidió mandar un mail para pedir más información. Todo era configurable hasta el mínimo detalle, tiempos, tipo de fantasía, lugares, secuestradores, vestuario, límites de la víctima/cliente, etc... El precio era razonable así que eligió un robo con secuestro para un fin de semana en que su novio estaba de viaje, permitía que la desnudaran de cintura para arriba y el ladrón trataría de hacerla confesar el número de la caja fuerta que tenía en su casa. Ella no sabría el momento exacto del encuentro. Los días de esa semana pasaron con una lentitud insoportable. Pero por fin llegó la noche del jueves y apenas pudo dormir. Al acabar la jornada laboral bajó al parking, estaba a punto de entrar en el coche cuando sonó su móvil. Revolvió en el bolso y vio en la pantalla que era su novio, cuando iba a responder notó que un objeto la apretaba en la espalda. Una voz deformada dijo: - Si te das la vuelta o gritas no ves mañana. Tira el bolso y pon las manos a la espalda. ¡Rápido! Era la hora lentamente puso las manos a la espalda. Oyó un tintineo metálico y sintió unas esposas cerrarse alrededor de sus muñecas. Ya era su rehén, sus piernas temblaron. - ¡Abre la boca! Un pañuelo con un nudo tapó su boca y luego una capucha la sumió en la oscuridad. El asaltante abrió la puerta trasera del coche y la hizo tumbarse en el asiento. Puso una manta sobre ella y se sentó en el asiento del conductor. Puso el motor en marcha y se dirigió al chalet de Sandra. Desde el asiento trasero ella trató de adivinar la ruta pero tras unos cuantos cambios de dirección dejó de intentar saber donde estaba, movió sus esposas por las muñecas pero estaban bien apretadas y no saldrían de ahí. Tras media hora de tráfico en hora punta el coche se detuvo, oyó como el ladrón revolvía en la guatera buscando el mando a distancia del garaje. Después de entrar y detener el coche el ladrón abrió la puerta y sacó a Sandra sin mucha delicadeza. Tiró de la capucha y ella cerró los ojos ante la luz repentina. - ¿Te vas a portar bien? Sandra asintió. - ¿Hay alguien en la casa? Negación. Se fijó en el ladrón, llevaba un mono amplio que no dejaba distinguir su figura, su cabeza estaba cubierta por un pasamontañas y usaba guantes de goma. Rápidamente sacó un pañuelo del bolsillo y vendó los ojos de Sandra. La cogió del brazo y la hizo entrar en la casa, llegaron al salón y empujó a Sandra sobre el sillón. Oyó como arrastraba una silla y salía de la habitación. Sandra se puso en pie y empezó a intentar escupir el nudo del pañuelo, con un poco de esfuerzo lo logró. Empezó a caminar por el salón a tientas, a pesar de conocerlo de memoria reocorrerlo a oscuras era todo un reto, tropezó un par de veces con los muebles pero consiguió llegar a la puerta. En ese momento una mano se plantó sobre su boca y la obligó a entrar de nuevo. - ¿Así es como te portas bien? ¡¡De rodillas!! Sandra obeció. - Yo... - ¡¡Cállate!! Abre la boca. Abrió su boca y notó como el pañuelo volvía a ella pero esta vez entró entero, a continuación notó como algo se pegaba a sus labios. El asaltante empezó poner cinta alrededor de su cabeza, tres, cuatro, cinco vueltas. El pañuelo se iba a quedar allí un buen rato. Sandra trató de balbucear algo pero solo salió de su boca un sonido apagado. Notó que la levantaba y obligaba a andar. La sentó en una silla y pasó sus brazos sobre el respaldo. A continución notó una cuerda en uno de sus tobillos, un fuerte tirón y quedó pegado a la pata de la silla, su otro tobillo corrió la misma suerte. Intentó mantener las rodillas cerradas para que su minifalda no la dejara expuesta pero no tuvo suerte. Las manos de su secuestrador separon sus piernas y pasaron una cuerda por encima de la rodilla, tirando poco a poco de la cuerda la pierna derecha se fue abriendo hasta que quedó fijada a un lado, a los poco segundos su otra rodilla se separó también. Intentó juntar las piernas pero era inútil, a pesar de haberlo deseado tanto no pudo evitar sonrojarse ante la idea de que un desconocido la viera así de expuesta. Pero todavía faltaban más cuerdas. Su cintura y sus codos se fijaron al respaldo, a continuación una cuerda más larga empezó a enrrollarse alrededor de su torso, por encima y por debajo de los pechos, haciendo que estos se pegaran a la blusa, en varias de las pasadas las manos del ladrón rozaron sus pezones y tuvo que contener a duras penas un gemido. El último toque fueron sus manos, las ató con una cuerda y después de apretar convenientemente los nudos retiró las esposas. No había sido libre ni un segundo desde su secuestro. Pensó en lo que quedaba y sonrió para sus adentros. Su aventura valía hasta el último céntimo que había pagado. Sandra había perdido la noción del tiempo, estaba excitadísima, necesitaba que la tocaran pero eso no iba a pasar lo que hacía que la excitación aumentara aún más. Oyó como el ladrón volvía y notó un ruído cuando se sentó en un silla frente a ella. - ¿Dónde está la caja fuerte? - Mmmphhf, mmppf. - Mueve solo la cabeza, no pienso quitarte la mordaza. ¿Entendido? Sandra movió la cabeza afirmativamente. - ¿Está en el dormitorio? Sandra asintió de nuevo. - Está bien voy arriba a comprobarlo, si me estás mintiendo se me va a acabar la paciencia y no te va a gustar lo que vendrá después. Oyó pasos que se alejaban. Por supuesto la caja no estaba en su dormitorio, no pensaba ponérselo fácil al ladrón, quería que el juego durase la máximo posible. Intentó soltarse por enésima vez pero había hecho un gran trabajo con ella, ninguna cuerda se había aflojado. Pensó en intentar mover la silla pero la dio miedo caer así que esperó. De repente sonó el teléfono y la sobresaltó. ¿Sería su novio? No había hablado con él desde el día anterior y el secuestrador interrupió la llamada en el parking. Esperó a que saltara el contestador. - "Hola soy Sandra. Si no he contestado es que estoy haciendo algo imporante. Deja tu mensaje". Sonrió. Nadie sabía lo importante que era para ella estar así de atada. - "Señórita Blasco, llamo de "Kidnap Fantasies". Lamento comunicarle que hemos tenido un problema con su tarjeta de crédito y hemos cancelado su pedido. Póngase en contacto con nostros para concertar una nueva fecha. Un saludo". Un escalofrío recorrió el cuerpo de Sandra. Intentó soltarse desesperadamente pero fue inútil. Oyó una carrera por las escaleras y al ladrón entrando en el salón. - Veo que quieres jugar conmigo. Me parece que me voy a divertir contigo. Sandra se quedó helada. Autor: Master Zero

CONTINUARÁ....