La Familia White (30) - GRAN FINAL

Se relata el final de la reunión familiar, y las aventuras de la familia White-Black. La orgía familiar llega a su clímax más lujurioso y perverso. Capítulo extra largo. Incluye epílogo.

A todos los que siguieron y leyeron esta incestuosa aventura, ¡gracias y felices pajas!

CAPÍTULO 30: LA REUNIÓN FAMILIAR, PARTE II

(GRAN FINAL)

En la granja de los White hubo mucha comida y mucha bebida. Había que restaurar las energías antes del evento principal que tanto habían esperado, y que solo ellos, la familia White-Black podrían llegar a llevar a cabo. Nadie en el mundo los podría entender, solo se tenían a ellos mismos. ¿Y qué más daba si tenían responsablemente sexo entre ellos? ¿Si se amaban y se respetaban? ¿Si disfrutaban de los placeres carnales que entregaba y daba el cuerpo de forma natural?

De una manera u otra, todos los invitados presentes pensaban en ello mientras saboreaban la comida afrodisíaca que todos habían organizado para traer. Alexander y Charlotte con sus hijos Alexandra, Arthur y Ariadna. La hermana de Alexander, April, y la hija que tuvo con ésta, Ariel. Andrew y Elizabeth con sus gemelas Katrina y Catherine, y su hijo Wellington. Amador y Gabrielle con sus hijos Amador Junior y Valentina. Isabella y Meilin con su hijo Shao, a quien mutuamente le acariciaban la polla para pedirle disculpas por abandonarlo en la orgía anterior. Solo dos chicas invitadas faltaban… ¿O eran tres los familiares faltantes?

Andrew, Alexander y Amador trabajaban en una gran piscina portable que habían comprado entre todos. Estaban con energías después de almorzar, y en lugar de tener sueño, estaban más despiertos que nunca al imaginar lo que harían con sus cachondas mujeres, preparadas para acción. De hecho, Alexandra y Ariel, las hermanas mayores de la generación joven, entusiasmaban a los tres hombres con sexys bailes, en sus bikinis más ardientes, mientras se echaban agua con la manguera. Habían optado por trajes de baño semitransparentes para no dejar nada a la imaginación de los hombres que ahora babeaban por ellas.

—Hijas, si siguen así no voy a poder concentrarme en armar esto —dijo Alexander, con los culos de sus hijas meneándose frente a él.

—¡Ay papi! —exclamó la risueña Alexandra, pasándose los dedos por la curvatura de su trasero.

—Justamente esa es la idea, tío Al… digo, papá, jajaja —rio Ariel, olvidando por un momento que ya todos sabían que Alexander era su incestuoso padre en lugar de su incestuoso tío.

—Es cierto, igual yo estoy teniendo problemas para concentrarme con ustedes dos —aprobó Amador, dándole una nalgada a cada una, que recibieron gustosas—. Pero peor está Andrew, que todavía anda medio en su modo cachondo, miren cómo babea el pobre, jaja.

—Grrrrr… no digas estupideces, cubano de… agghh, grrrrr —gruñó el mayor de los White, casi a punto de lanzarse encima de las chicas a follarlas a la vez de la manera que pudiese.

En tanto, las otras mujeres y los muchachos estaban sentados en la hierba, ya con sus trajes de baño. Tanto las adultas como las adolescentes lucían despampanantes, con infartantes bikinis de ensueño, en todos los diseños y colores. Ninguna se veía mejor o peor que las otras. Todas lucían absolutamente increíbles y sexys. Las cuatro hermanas Black relataban al resto de su familia como eran las orgías familiares en la mansión Black, en Inglaterra.

—A veces incluso lográbamos convencer al tío Duncan de unírsenos, jaja —reía Gabrielle, que se acariciaba el coño por debajo de su bikini mientras su hijo Junior le acariciaba las tetas por detrás.

—¿El tío abuelo Duncan? ¿No es un sacerdote? —preguntó Ariadna, que hacía una lenta paja a su hermano mellizo.

—No cuando follábamos —contestó Charlotte, como buena madre educadora—. El tío Duncan se metía a nuestras camas después de que bebía con papá. Ambos se ponían borrachos y entre las cuatro tratábamos de satisfacerlos. Isa prefería acostarse con mamá, pero nunca evitaba acostarse con papá y el tío Duncan. Generalmente yo me follaba a papá, y Eli y Gabi compartían la polla de nuestro tío.

—¿De verdad te acostabas con tus papás, ma? —preguntó Shao, que recibía un masaje de hombros de parte de su madre biológica (a la que llamaba “mamá”), mientras la adoptiva (que llamaba “ma”) estaba de rodillas en el suelo frente a él, chupándosela.

—Sí, pero no se te ocurra contar nada de esto a nadie, ¿sí, cielo? —contestó Isabella antes de volver a devorar la sabrosa verga de su hijo adoptivo.

—Así fue como aprendimos de los placeres carnales —dijo Elizabeth, lamiendo una polla de goma que había traído—. Por eso éramos la familia de envidia entre la élite en Inglaterra, porque nos atrevíamos a hacer cosas que todos ellos querían hacer, aunque no lo admitieran. Yo no solo recibía a papá y mi tío entre mis piernas, sino que también a todos los mayordomos, y por eso peleaban por trabajar para nuestra familia.

—Disculpa, cariño, pero ustedes no son tan exclusivos. Acá en los Estados también éramos la envidia de todos los que no se atrevían a hacer lo que deseaban con sus familiares —dijo April, acercándose a la mayor de las Black—. Yo me acostaba con mis hermanos a diario, mi papito me estrenó el coñito, y mi mamita me enseñó a besar.

Como para probar su punto, April tomó el rostro de la mayor de las Black y le besó efusivamente, inmediatamente buscando meter su lengua en la garganta de la pelirroja, que aceptó el gesto con gusto. Ante el apasionado morreo, Wellington, Shao, Arthur y Junior se quedaron embobados y tan erectos que no pudieron ni quisieron disimularlo.

—Eres una loca perra y desquiciada —dijo Elizabeth, quitándole a su prima el brasier del bikini, escupiéndole en las voluminosas tetas y comenzando a mordisquear sus erectos pezones.

—Serás muy grácil, pero vaya que tienes boca de marinero cuando estás cachonda, Eli—dijo April, metiendo sus dedos bajo el caro bikini de diseñador que lucía Elizabeth. Su coño estaba mojadísimo, y no tardó en ponerse a jugar con él.

—April, a veces se me olvida que esa mamá de la que hablas es nuestra tía —dijo Isabella, poniéndose de pie y sentándose sobre el miembro de su hijo adoptivo, metiéndoselo hasta el fondo de su coño, haciendo que el chico asiático se sintiera en el Paraíso.

—Sí, y eso me lleva a algo que pensaba el otro día —dijo Wellington, que se puso detrás de Meilin sin siquiera avisarle, y le corrió las bragas del bikin a un lado. La fotógrafa china ni siquiera se molestó cuando el muchacho la penetró. Era detestable el chico, pero una polla era una polla.

—¿Qué cosa?

—Nosotros follamos todos en familia y todo eso, ¿pero no es raro que nuestros abuelos no hicieran nada entre ellos? Digo, considerando las guarradas que hacemos diría que es algo genético, y no creo que haya empezado cuando la abuela Audrey abandonó a su hermano y se fue a Inglaterra a encamarse con el primer millonario que encontró.

Valentina y Ariadna le dieron cada una un manotazo en la cabeza a su primo, aunque éste no dejó de penetrar a la entretenida Meilin ni por un segundo. Luego, ambas chicas se dirigieron hacia las gemelas, yaciendo en la hierba, que se abrieron de piernas en seguida.

—¿Me darías permiso, Kat? —preguntó Ariadna, poniéndose en cuatro patas, acercando la cabeza a la entrepierna de su prima.

—Tan inteligente, tú nunca me confundes con mi hermana, por eso eres mi prima favorita —dijo la gemela coqueta, quitándose la parte de abajo del bikini. Ariadna procedió a darle tiernas, pero intensas lamidas a su chochito.

—Y tú, ¿me permitirás comerte el coño también, Cathy? —quiso saber la carismática Valentina, entre las piernas de la otra gemela.

—Calla tú, que estoy empapada después de oír todo esto. Mete tu lengua de una vez.

—Ahhhhh… Ariadna, qué bien mueves tu lengua, ahhhhhh….

—Hmmmmmmmm, primita Vale, eres una verdadera guarrilla, sí…

—Sobre la pregunta de mi sobrinito… creo que todos sabremos ahora la respuesta —dijo Charlotte después de un rato, enigmática, cruzando miradas significativas con Meilin, la única otra que conocía el secreto que faltaba.

Llegando a la granja estaban las angelitas Cindy y Alice, trayendo las fresas y otras frutas que habían ido a comprar al mercado. Tenían el cabello desordenado, con mechones encima de sus juveniles rostros, la ropa medio rasgada, los cuerpos sudorosos y los rostros mezclando una sonrisa boba de ensoñación y una expresión de temerosa timidez. Con ellas iba el misterioso Ángel, lo que provocó que todas las féminas reaccionaran con un súbito estímulo de lujuria.

—¿Sobrina? ¿Cindy? ¿Qué les sucedió? —preguntó Gabrielle, sin saber si seguirse masturbando o apreciar el cuerpo divino de Ángel—. ¿Y él?

—Oye, ese no es el tipo que nos acompañó durante la… tú sabes? —preguntó Amador, en secreto con Alexander, que asintió. Era el tipo raro que bañó de leche a Meilin durante la orgía a a la que ella los invitó.

—¿Quién es ese? Oye, Ari… ¿por qué lo miras tanto? —dijo Arthur, celoso, viendo como Ariadna, todavía lamiendo el clítoris de Katrina, se quedaba embobada ante aquella escultura oscura y misteriosa hecha hombre.

Charlotte se puso de pie y corrió hacia el hombre. Meilin se apartó de un confundido Wellington e hizo lo mismo. Ambas mujeres tomaron un brazo de Ángel y sonrieron a la multitud.

—Querida familia, les presento a Ángel White, la incógnita familiar. Me visitó el otro día y me llevé una sorpresa gigante. Así como un bulto adentro de mi culo también, je, je.

—¿White? —preguntaron todos, boquiabiertos.

—Sí, Meilin lo conocía de antes, y ella hizo todo lo posible para que él y ustedes se conocieran durante este evento. Ella no va a decir mucho, porque ufff… ¿Ya lo estás besando, cuñada?

—Hmmmm, hmmmm, no puedo evitarlo —dijo la enigmática china, agarrada al hombre como si soltarlo fuera un suicidio, devorándole los labios.

—Ángel White es el hijo de mi madre, Audrey White, y su hermano Aaron, el papá de mi marido. Él es el fruto del incesto original. No es muy hablador, pero se expresa de otras maneras.

—…¡¿QUÉ?! ¿QUÉ ÉL ES QUIÉN?

—Fue la razón de que los hermanos se separaran —comenzó a explicar Charlotte, mientras bajaba la cremallera de Ángel y sacaba a relucir su anormal miembro, tan largo y grueso como un brazo. Mientras hablaba comenzó a hacerle una lenta paja, disfrutando cada centímetro en su mano—. Concibieron a Ángel cuando era muy joven, y sus padres se aterraron. Era una criatura rara, misteriosa, con un cuerpo perfecto. Audrey se fue con el niño a Inglaterra, y allí mi padre, tradicionalista caballero inglés, lo llevó a un orfanato, sin ganas de criarlo. Creció allí y eventualmente se puso a viajar por el mundo, trabajando como un Toy Boy y como actor porno, y en una sesión fotográfica conoció a Meilin.

—Espera, espera, ¿mamá tuvo un hijo antes de mí? —preguntó Elizabeth, casi horrorizada, todavía con los pezones de April en sus labios.

—Lo conocí antes que a ti, Isabella —explicó Meilin, lameteando el cuello de Ángel mientras le quitaba la camisa. Isabella no podía creer lo que oía.

—Como dije, es el fruto del incesto original, es un White puro —dijo Charlotte, metiédose la polla de aquel hombre a la boca con algunas dificultades.

—Buenas a todos —saludó Ángel con su voz de tenor, medio tímido e inseguro, medio excitado y disfrutando de la sorpresa provocada (así como del “blowjob” que ahora Charlotte y Meilin le hacían a la vez, compartiendo como buenas cuñadas). Era mayor que todos los presentes, pero se sentía, de alguna manera, más joven que el resto.

—¡Ah, y también es el papá de Cini! —gritó Alice, entusiasmada, haciendo que todos se enfocaran en la pequeña lujuriosa y la putita de su novia, quien dio un paso al frente.

—Pero él también es de los que abandonan… —dijo la chiquilla de piel morena, risueña—, nah, ya lo hablé con él, está todo bien, pero eso significa que ahora no soy una invitada. Soy parte de la familia, una White.

—¿Esa cría también es mi prima? —dijo Wellington, masturbándose frenéticamente ante la escena.

El resto se quedó callado por lo que parecieron horas. Incluso los que estaban follando lo hacían lentamente, en silencio, sin dejar de observar a Ángel, cuyo pene era devorado, y a Cindy, que esperaba alguna reacción. Solo Charlotte y Meilin movían las cabezas frenéticamente, a sabiendas de lo que iban a provocar. ¿Se arruinaría el evento? ¿Se destrozaría el ambiente de placer?

¿O se volvería mucho mejor?

—Así que mi esposa y yo compartimos un hermano… ¡JAJAJAJAJA! —rio Alexander, rompiendo el silencio, tomando a su hija Ariel en brazos, corriéndole el bikini, y penetrándola sin previo aviso.

—Ahhhhh, ¡papáaaaaa, hmmmmmmmmmmm! —gimió la muchacha gótica, cuando su hambriento coño al fin recibió algo de comida que tanto necesitaba—. Ohhh, papá, sí…

—¿Qué más da? Ya somos todos raros, pero felices. Mientras más grande sea la familia mejor. Mi nueva sobrinita Cindy, bienvenida a la familia. ¡Que empiece la fiesta!

Las risas y el baile no se hicieron esperar. ¿Qué importaba si había otro misterioso miembro de la familia, cuya existencia había provocado todo ese embrollo y dinámica incestuosa entre los demás? Más aún, era gracias a él que podían disfrutar del sexo como solo los Whites (y los Black, y los Rojo, y los Li) podían hacer. Saber que él era el padre de la noviecita de Alice que tanto había participado ya de sus tradiciones familiares solo era explicación lógica.

Las mujeres se pusieron en línea, al borde de la piscina, posando sus más atrevidos bikinis, que poco dejaban a la imaginación. La dominante Elizabeth, la atrevida Isabella, la descarada Charlotte, la calentona Gabrielle, la ninfómana Meilin y la voluptuosa April por un lado. Del otro estaban las jóvenes: la ardiente Alexandra, la cachonda Ariel, la sensual Ariadna, la curiosa Alice, la candente Valentina, la coqueta Katrina, la lasciva Catherine, y la lujuriosa Cindy. Mientras los hombres les vitoreaban y bebían, las catorce mujeres posaron, se tocaron, sedujeron a los presentes con sus más sensuales movimientos y bailes, y luego se arrojaron al agua. Los hombres les aplaudieron, se estrecharon las manos entre sí (dándole la bienvenida de paso al ya-no-tan-enigmático Ángel), y se quitaron los shorts de baño. Con las erecciones más entusiastas, grandes e intensas que habían tenido en sus vidas, los ocho hombres, Alexander, Ángel, Andrew, Amador, Arthur, Junior, Shao y Wellington, se arrojaron a la piscina con las damas.

La orgía comenzó en grande. Wellington quería terminar lo que había empezado. Buscó a su tía Meilin usando su combado miembro como un rastreador, y apenas la encontró, le bajó el traje de baño y volvió a penetrarle el coño, lo que la china silenciosa recibió con gusto otra vez. Cuando el muchacho trató de ponerse agresivo y torpe como siempre, ella se llevó una mano hacia atrás por abajo, le tocó suavemente un punto especial en las bolas del pelirrojo, y él de inmediato se calmó.

—¿Pero qué…?

—Tranquilidad. Paciencia —dijo ella, son su sonrisa enigmática de siempre, poniendo las manos de él en sus caderas—. Disfruta.

—S-sí, sí, tía —asintió él, controlando sus embestidas contra el coño de Meilin.

—Eso es. Muy bien, sigue. Sigue. Hmm.

—Tía, esa forma que tocas… ¿qué clase de puta eras…? ¡Ouch! —exclamó cuando Meilin hizo un movimiento muscular en el interior de su vagina que le causó un breve tirón—. Ohhh… perdón, digo… ¿tía chinita querida?

—Ay. No puedo esperar menos —respondió ella, escuetamente, dándose vuelta para besar al pesado de su sobrino, y así callarlo con su habilidosa lengua dentro de su torpe garganta.

Ariel aún estaba abrazada por Alexander, cruzando sus piernas por detrás de su espalda; él la penetraba rítmicamente contra uno de los muros de la piscina, disfrutando del vaivén de las ondas que se provocaban por la follada general. De pronto, April apareció a un costado de su hijo y le tomó del mentón, dándole un precioso beso en los labios. Ariel, con su infartante cuerpo, su piel de porcelana, su cabello negro y sus múltiples tatuajes, se vio vulnerable por primera vez, y tembló de emoción mientras agarraba a su madre y la besuqueaba efusivamente, a la vez que acariciaba sus enormes pechos.

—Ohhh, ohhhhh, hija, estás muy apretadaaaa.

—¿Te gustan los senos de tu madre, cari?

—Síiii, sí, mucho, ma, ohhhhhh, saben riquísimos, síiiii.

—Los comes como cuando eras una bebé, jijiji. —Ariel bajó un brazo, y con el dedo buscó la entrada trasera de su hija, procediendo a introducirlo lenta pero profundamente—. ¿Y eso qué te parece, hijita?

—Ahhhhhh, ssííiiiiiiii, qué rico… —Los ojos de la muchacha gótica se humedecieron mientras besaba a su madre, y luego buscó los labios de su padre. Estaba excitada y emocionada a iguales partes—. Por primera vez… ahhhhh, por primera vez puedo follar abiertamente con los dos, me gusta mucho. Mamá…., papá…, ¡quiero que me follen todos los días!

—Te prometo que te devolveré todos los años que debí dedicarte, hija. —Alexander sacó la lengua, y lo mismo hicieron su hija y su hermana. Los tres compartieron sus salivas, jugueteando con movimientos llevados por la pasión y el amor familiar.

Elizabeth salió de la piscina luciendo sus curvas, posando como una escultural diosa. Lenta y grácilmente se quitó el traje de baño, mostrando su impresionante cuerpo, que a pesar de sus 40 años aún lucía, al menos, diez años menor. Arthur y Junior nadaron hacia ella, llevados como presas de un hechizo. Salieron de la piscina con sus erecciones tan altas como una bandera, y se le acercaron como perros en celo, buscando dónde meter sus pollas.

—Oh, mis queridos sobrinitos, ¿vinieron a terminar lo que empezamos en el granero? —Elizabeth se puso de rodillas y se abrió de piernas, completamente dominando la situación—. Pero no se van a contentar con beber leche de mis senos, ¿o sí? Van a ser buenos perritos. Sus papás, Alexander y Amador, han sido muy obedientes conmigo. ¿Qué harán ustedes?

—¡Tía Elizabeth! —gritó Arthur, abrazando a la pelirroja, hundiendo su cabeza en sus senos. Todo había comenzado aquel día que besó a su hermana melliza, y ahora ya estaba metido en una orgía, a punto de meter la polla en el deseoso chumino de la mayor de sus tías. Con algunas dificultades (porque ella no les daba ninguna facilidad, quería que la ganasen), apuntó su polla en su interior, y de un empujón se la metió.

—¡Tía Eli, eres una MILF! —exclamó Junior, ubicándose detrás de ella. Fue como cuando ambos penetraron a Ariadna, unas horas antes, pero ahora él estaba en el culo y no en el coño—. Ohhhh, ¡qué apretada estás!

—Una MILF, ¿eh? Hum, creo que me gusta el término. Ahora, queridos… —dijo Elizabeth, en medio de un delicioso sándwich, mientras se mordisqueaba sensualmente un dedo y miraba a sus sobrinos con lascivia—. Les sugiero que se coordinen para tener sexo conmigo, porque si no, me buscaré a otros más experimentados, ¿entendido?

—¡Sí, tía! —dijeron al unísono. Tal como habían practicado como Ariadna, se coordinaron para coger a aquella mujerzota que era la mayor de las Black, que pronto comenzó a perder el dominio, y su cabeza se empezó a nublar.

—Vamos, más fuerte, apenas los s-sient.. los siento, denme más… hmmm, más duro y… oh… ohhhh, oh… ¿no pueden hacerlo m-mej…? Ohhhhh.

Charlotte se masturbaba frenéticamente ante la escena. Amaba a su familia, le permitía cumplir sus fantasías más descaradas y satisfacer sus deseos más primitivos. Follar era lo más rico del mundo, y si podía hacerlo con su familia, no le importaba nada más. De reojo captó una mirada directo a su trasero, y sin saber de quién se trataba, se bajó el bikini y atrajo a quien fuera a que la tocase e hiciese con ella lo que desease.

La afortunada fue Cindy Brown, que agarró las nalgas de Charlotte y comenzó a besarlas con desenfreno, como si la vida solo así tuviera sentido, como si fuera su comida favorita. Sin esperar demasiado, metió la lengua en el ano de la pelirroja, y casi se muere de lujuria al notar lo delicioso que sabía ese culo.

—Oh, pequeña puta pervertida, ja, ja, ¿hacía cuánto que querías comerme así? Hmm, oh, sí…

—Hacía un tiempo, ufff, cada vez que iba a su casa y la miraba por detrás. —La verdad era que hacía muchísimo que quería montárselo con su suegra, pero ahora que sabía que además era su tía, el morbo pudo más, y el sabor de aquel ano en su lengua le estaba haciendo arder de deseo—. Se cuida muy bien aquí, slurrrp, slurp, slurrrrp.

—Por supuesto, sobri, una nunca sabe cuándo le darán una buena comida de culo o una enculada. Ahora, súbete aquí y ábrete de piernas, que quiero mostrarle quién le enseñó a tu noviecita cómo saborear un buen coño.

Obediente, Cindy se sentó sobre el borde de la piscina, se quitó el bikini y se abrió bien de piernas, mostrándole a su suegra/tía una expresión llena de desbordante deseo. Charlotte, con la mitad del cuerpo aún sumergido, se ubicó en sus piernas, sacó la lengua, y comenzó a jugar un rato con el clítoris hinchado de la morenita, saboreando sus jugos al tiempo que hacía las letras del abecedario con la lengua.

—A… slurp, slurrrpp, slurrrrrrp, B…, C…, slurrrrrrp.

—Dios mío, usted sí que sabe cómo lamer, caramba, ahhhhh. Ahhhhhhhh.

—D… slurp, slurp, slurp, E… ¿quién crees que educó a la putita de mi hijita? Y después tú misma me vas a comer el coño, ¿ok, negrita preciosa?

—Sí, sí, ¡me muero por probarlo, ahhhhhh!

Alice había estado mirando todo esto, roja de excitación. Sentía su clítoris hinchado, sus pezones erectos, sus pequeños pechitos deseosos de que alguien los agarrase, y así lo hizo su tía Gabrielle Black, apareciendo desde bajo el agua por sorpresa, abrazándola con fuerza por la espalda.

—¡Ay, tía! Jijij, me asustó.

—Esa era la idea, dulzura. —Gabrielle dio vuelta a su sobrina para tenerla de frente. La niña tenía una mirada de ensueño y una sonrisa encantadora, además de un cuerpo absurdamente sensual para su edad—. ¿Te cuento un secreto?

—¡Claro, tía, me gustan los secretos!

—Eres mi sobrina favorita —le susurró Gabrielle al oído, mientras le desataba lentamente las coletas, dejando que su cabello castaño cayera lacio, sedoso y perfecto sobre su pequeño cuerpo.

—¿De verdad? —se entusiasmó Alice, tocando la cintura de su tía con las manos, acariciándola, dejándose llevar por su altísima excitación.

—Sí. Y entre nosotras, que somos hijas menores, tenemos que cuidarnos, ¿no? Tenemos que protegernos y mostrarnos cariño. —Gabrielle besó a su sobrina en la mejilla, pero ésta besó en su lugar a su tía en el cuello—. Ohhh, hmmmmm, eres pícara, mi cielo.

—No es pícara, es una putita en desarrollo —dijo Valentina Rojo, apareciendo por detrás de su prima, quitándole el bikini y comenzando a pellizcarle los duros pezones.

—Ay,

Morena

, jijiji, tu lengua se siente muy rico —suspiró Alice, al sentir la saliva de su prima subiendo y bajando por su cuello, provocándole temblores de placer.

—¡Hija! Ja, ja, no hables así de tu sobrina —pasando por encima del hombro de Alice, Gabrielle besó lujuriosamente a su única hija, y ésta la respondió con los movimientos de lengua que a su madre le gustaban. Habían compartido cientos de noches juntas, como buenas madre e hija, conocían hasta los puntos erógenos más pequeños que tenían. Sus lenguas bailaron al son de una canción que se sabían de memoria.

Gabrielle y Valentina empezaron a sentir otra lengua cerca, y se dieron cuenta que eran los besos de una adorable Alice, que con expresión de puchero buscaba su atención.

—Oh, dios mío, eres una bebé preciosa, ¿sabías, dulzura? —dijo Gabrielle, abrazando ahora a su sobrina, tocándole la nariz juguetonamente antes de meter su mano en la entrepierna de la niña.

En tanto, Valentina se dirigió al borde de la piscina, se abrió de piernas, y comenzó a masturbarse ante la escena.

—¿Mamá? ¿Alice? ¿Me darían un buen espectáculo, porfa? Hmmmmmm.

—¿Quieres correrte sobre nosotras, hija? —inquirió Gabrielle, penetrando lentamente el coñito de su sobrina, sin dejar de abrazarla.

—Síiiiiii, quiero mojarlas enteras con mis jugos, hmmmmmmmm —gimió Valentina, pellizcándose y manoseándose velozmente el clítoris con una mano y metiéndose un dedo en la vagina con la otra.

—¿Quieres los juguitos de tu primita en tu cara, bebé?

—Sí. Sí, todos. ¡Porfis! —exclamó Alice, agarrando la cara de su tía y forzando su lengua al interior de la garganta de la mujer, que casi se corre del gusto ante la súbita agresividad de la chica.

—¡¡¡Grrrrrr!!! —rugió alguien, ante tanto sexo alrededor.

—Tíooooo —cantó Alexandra, saliendo del agua como una sirena, peinándose el cabello hacia atrás, entonando sus curvas, dejando que el agua cayera sobre su torneado y lascivo cuerpo. La pelirroja se apoyó al borde de la piscina, levantando el culito para llamar la atención de su ardiente tío, que la atacó con la mirada. Babeaba y parecía hambriento.

—Ghhhrrrrr, coño… ¡coño!

—Sí, tío, ¿me podrías penetrar mi conejito travieso porfis? Tiene mucha hambre el pobrecito —dijo ella, mirando hacia atrás mientras meneaba la cola como una perrita. Su tío era agresivo cuando estaba cachondo, pero eso le encantaba. Quería sexo rudo y fuerte.

Su tío Andrew corrió a toda velocidad por el agua, mojando a las otras parejas que follaban, agarró a Alexandra de las nalgas y la penetró fuertemente, tal como ella deseaba. Casi se corre de gusto, fue como si le devolvieran algo que le faltaba. No había nada como un gran pedazo de carne, o más bien, una larga zanahoria alimentando a su conejito travieso como todos los días desde que empezó a follar.

—Ahhhhhhhhhh, ¡me encanta! ¡Duro, tío Andrew, reviéntame! ¡Destrózame entera, pero no dejes de follarme! ¡Eso! Hmmmmmm, así, así, ¡asíiiii!

—Oh, ¿era ese tío? —preguntó alguien más, y cuando Alexandra se volteó hacia adelante, se encontró con la bronceada y dura polla de su tío Amador, erecta frente a su rostro—. Vaya, esperaba un poco de atención, pero ni modo —dijo con encanto, sabiendo lo que ocurriría.

—Ay, tío, ahhhhhh, p-por supuesto que te quie… aaaaaahhhh…, atender a ti también, para eso tengo más aaaagujeros —dijo ella, guiñándole un ojo antes de devorar el miembro viril del cubano. Dos pollas para ella sola, tal como le encantaba—. Más, hmmmmmás, más, hmm, sí, sí, ahhhh.

Shao había estado en un rincón de la piscina masturbándose, intentando no llamar la atención, cuando cuatro brazos lo encontraron y se arrimaron a él. Las gemelas lo habían encontrado y querían divertirse con él. La cabeza del “pobre” y tímido chico estaba sumergido entre las tetas de ambas pelinegras, que se reían como chiquillas.

—Primas, q-qué… ¿qué hacen?

—No soportamos verte solito, primo Shao —dijo Katrina, mientras acariciaba el pecho del chico, flacucho pero relativamente firme, y le besaba el lóbulo de la oreja.

—Mi hermana y yo pensamos que eres adorable —dijo Catherine, que ya había agarrado y meneaba el pene del chino—. Muy diferente a los otros tarados que tenemos.

—Gentil, mono y caballeroso, sí, muy diferente —asintió su gemela.

—Así que queremos premiarte por tu dulzura.

—Porque queremos mostrarte nuestro amor de familia.

—Y porque estamos cachondas. Como, soberanamente cachondas.

—¿Serás capaz de lidiar con ambas?

Shao tuvo una súbita alza de adrenalina. Dos bellezas, sus primas mayores, acariciándolo, besándolo, sobando sus cuerpos juveniles contra el suyo, mostrándole sus tetas apetecibles, tus culitos firmes, sus tesoros escondidos que estaban dispuestas a entregarles. Ni el más tímido podría resistirse, y Shao tuvo finalmente su momento de calentura desbordada, liberando toda la energía sexual que había guardado. Tiró de ambas gemelas y las obligó a abrazarse una a la otra, para que se sujetaran entre sí. No supo cuál estaba ahora pegado a ella y no le importó. Le levantó una pierna, apoyándola sobre su hombro. Acomodó su polla en la entrada y la penetró sin piedad.

—Ahhhhhhh, qué adentro lo metió, Kaaaaat, aaaaaaaaaaaaaaaaaahhhhhhhhhhhhh.

—Bésame, hermana, démosle a nuestro primito regalón la vista que se merece.

—Sí, Kat, síiiii.

Catherine metió la lengua en la boca de Katrina, y Katrina los dedos en el coño húmedo de Catherine. Shao ya había visto a dos mujeres morrearse (desde luego, considerando que tenía dos madres), pero esta vez era distinto. Había muchísima lujuria, deseo, desenfreno… Tenía problemas para controlarse. Lo habían dejado insatisfecho demasiadas veces, quería follar hasta nunca agotarse. Quería follar, follar y follar sin parar.

Mientras Wellington le daba ahora por culo, Meilin vio a su hijo y sintió que le debía mucho. Muchísimo sexo. Junto con Isabella lo habían dejado abandonado, y viendo ahora la potencia y habilidad que tenía mientras follaba a esas dos gemelas (de hecho, ahora estaba cogiendo con la otra en una posición distinta, bajo el agua, sin aparentemente cansarse), le generó orgullo y calentura por igual. Lo deseaba. Deseaba mucho a su hijo, necesitaba follárselo todos los días. Se corrió con aquel pensamiento, así como con la larga polla de su sobrino en sus entrañas.

Isabella también pensó lo mismo sobre su dotado hijo adoptivo, pero su atención estaba dividida. Había otro foco de su atención también. Se sumergió y nadó hacia el monumento hecho hombre que era su medio hermano, Ángel White. Apenas llegó hasta él, lo abrazó y dejó que lo abrazara con sus gruesos músculos. Comparó el largo de su miembro con el de su brazo, y se aterró y llenó de deseo a partes iguales. Le dio un hambre difícil de describir, y una sed irrefrenable por la leche que guardaban sus impresionantes huevos.

Sin embargo, cuando iba a llevárselo a la boca, otra cabeza le ganó la partida, sumergida. Aguantando la respiración, Ariadna White estaba probando aquel manjar, llenando su agujero bucal con aquella carne irresistible.

Ariadna salió del agua para tomar aire y siguió haciéndole una paja a Ángel, mientras esta vez Isabella ocupaba su lugar bajo el agua, saboreando su hombría. A Ariadna le pareció interesante y divertida la escena debido a tres razones. Primero, porque ambas eran las mujeres racionales de sus generaciones respectivas. Ambas habían sido las listas, estudiosas y mojigatas de la familia hasta que descubrieron el mundo del sexo y del incesto, y se convirtieron en las más cachondas zorras.

Segundo, porque ambas querían demostrar algo. Isabella quería mostrar que, a pesar de estar casada con una mujer, aún amaba las pollas. Así se lo había relatado su madre, que su hermana Isa siempre había sido así, desesperada por mostrar de lo que era capaz, incluso si tenía que ponerse de rodillas frente a una polla en medio de la calle. Ariadna también tenía algo que demostrar.

—¿Tío Ángel? —le preguntó al oído, abrazándose a su cuello, cuidando de que sus tetas desnudas acariciaran lo más posible el pecho viril y durísimo del primer fruto de incesto de los White. También usó un tono de voz inocente y sexy, parecido al que tenía su hermanita Alice.

—¿Hm?

—¿Sabías que fui elegida la reina del concurso de camisetas mojadas del condado?

—Hm —gimió Ángel. Isabella parecía estar haciendo un buen trabajo bajo el agua—. ¿Sí?

—Sí. Y no solo con mi cuerpo, sino porque era capaz de hacer muchas guarradas.

La tercera cosa interesante era que a pesar de todo el incesto y el sexo duro y sucio que había tenido durante el último año, no se había acostado nunca con su tía Isabella. Tal vez porque eran muy similares, tal vez por vergüenza mutua, pero eso ya había acabado. Tiró del cabello rojo carmesí de su tía y la sacó del agua para morrearse con ella. Isabella debió estar pensando lo mismo, porque le devolvió apasionadamente el beso a su sobrina. Juntas tomaron la larguísima polla de Ángel y se coordinaron para pajearlo, mirándolo con deseo, sin dejar de besarse con lujuria. Sentían que se hacía más grande y se ponía más dura, lo cual no parecía posible.

—¿Lo quieres primero, Ariadna?

—Bueno, pero siempre y cuando me dejes comerte el coño, tía Isa.

—Hum. Me parece bien. Vamos afuera y montemos un buen trío, ¿te parece?

—¡Desde luego!

Estuvieron así por quién sabe tanto, disfrutando de los placeres de la carne incestuosa. En una esquina, Meilin corriéndose en la polla de Wellington, quien deseaba venirse en su tía, teniéndola en cuatro patas, pero ésta se las ingeniaba con sus misteriosas técnicas pra demorarlo. Cerca de ellos, Ariel y su madre April haciéndole una doble rusa a su padre Alexander, que disfrutaba de poder al fin follar abiertamente con su hija secreta. Afuera de la piscina, Elizabeth era sodomizada por sus sobrinos Arthur y Junior, y aunque había intentado mantener la compostura durante los primeros minutos, ya no le era posible, y se había corrido cinco veces con ambas pollas en todos sus agujeros. En otro rincón de la piscina, Charlotte y Cindy concluían un perfecto 69 con deliciosos jugos en sus respectivos labios. Opuestas a ellas, Valentina se corrió abundantemente sobre los rostros de Alice, mientras Gabrielle le comía el coño y le metía un dedo por el culo a la pequeña. Alexandra se encontraba en el cielo mientras sus tíos Andrew y Amador le golpeaban el rostro y las tetas con sus inmensas pollas, tratándola como la putita orgullosa que era. Shao ya ni siquier sabía a quién estaba penetrando entre las dos gemelas, pero ambas le premiaban una y otra vez por su habilidad con deliciosas mamadas. Ángel derramó su semilla al interior de tanto Isabella como Ariadna, pero no tenía problemas para seguir empalmado, follando como un campeón de ensueño.

Durante unos largos minutos estuvieron probando nuevas posiciones y parejas, antes del gran final. El kamasutra completo pasó por la familia White-Black. En lo posible, intentaban compartir aquella abundante mezcla de sudor, saliva, líquido preseminal y fluidos vaginales con aquellos con quienes no habían follado antes.

Así, en un rincón de la piscina, completamente doblada en una posición difícil pero excitante, con las piernas dobladas por encima de su pecho, Ariel White era completamente dominada por su tío Andrew, que le penetraba el coño como una bestia mientras babeaba sobre el rostro de la muchacha, que estaba más que feliz.

—Grgrrrr ahhhhhh

—Ahhh, ahhhh, oye tío, ¿no te parece divertidooohhhhh?

—¿¿Grrrr??

—Eres mi tío por partida doble, jaja, ¿lo entiendes? ¿Mi mamá es tu hermana y mi papá es tu hermano también? ¿No es divertido?

—Ahh, grrr, follar, follaaaaar…

—Ahhhhh, ahhhhhhh, supongo que noooo, pero no importa, sigue dándome caña, tío doble, jajaaaahhhhhhh, penétrameeeehhhhhh, ahhh….

En tanto, Elizabeth había regresado al agua, y sus dos dulces hijitas habían nadado hasta ella para devorarle los monumentales senos como solo ellas sabían hacer desde que eran pequeñas. A medida que lamían y mordían sus pezones, Katrina le metía habilidosamente un dedo en el coño, mientras Catherine jugaba con su clítoris. La matriarca de la familia Black se corrió dos veces apenas la tocaron. ¿Cuántas veces ella las había dominado para servirla sexualmente? Ahora se encontraba completamente a merced de sus gemelas, y estaba orgullosa.

—Mis niñas, mis pequeñas están ya tan crecidas… ohhhhh, ahhhhhhh, síiiiii mis dulzuras, coman los senos de mamá, mis niñas.

—¿Podemos comernos tu coñito después, mami? —preguntó Katrina con voz inocente, como la gran manipuladora que era.

—Sí, también quiero comer el hoyito por donde nacimos juntas, mamá —se sumó Catherine, mucho más explícita.

—Oh, qué buenas hijas, hmmmm, ahhhhhhh, pueden hacerme lo que quieran, niñas, mi cuerpo es suyo, siempre y cuando lo compartan como buenas hermanitasssss, ahhhhhhhhh —Elizabeth volvió a correrse, empapando los dedos de sus hijas, que sin siquiera mirarse, como con telepatía, tuvieron la misma idea de alimentar a su madre con sus propios jugos. Elizabeth no tuvo ningún problema de comenzar a lamer los dedos de sus gemelitas.

La famosa socialité Elizabeth Black, corriéndose en la boca de sus hijas, desnuda y humillada como una putita vulgar. Le fascinaba solo pensar en ello.

Meilin tomó a su sobrino Junior de la mano, y se fueron bajo un árbol donde la luz caía perfectamente sobre ellos. La china sacó una de sus cámaras profesionales de su bolso y se lo mostró al apuesto muchacho, un fotógrafo aficionado. Le iba a enseñar las mejores técnicas del rubro, pero tenía una sola condición. Debían tomarse las selfies más sexys posibles en múltiples posiciones, y ella deseaba correrse un par de veces en su cara mientras lo fotografiaba. Junior aceptó con gusto, se recostó en la hierba, cámara en mano, y Meilin, como una figura brillando de sensual perfección, se acomodó sobre su erecta polla antes de metérsela hasta el fondo de su coño.

—Hmmmmmmmmm. Sí.

—¿Te gusta, tía?

—Tómale fotos a mi sonrisa y lo sabrás, hmmmm. No, aprovecha la luz sobre mis tetas. Deja iluminarlas un poco más —dijo Meilin, derramando saliva sensualmente, con perfecta precisión, sobre sus pechos, de tal forma que resbaló hasta sus pezones, que el muchacho ávido fotografió.

—Eres preciosa, tía Meilin. Dios, ya siento que me vengo.

—No mientras estés conmigo, dulzura.

Isabella se colocó un arnés, con un enorme dildo que había comprado para sus mejores noches con su esposa. Su hijo se le acercó y besó efusivamente a su madre adoptiva. Hubo tanta confianza y determinación en aquel beso, que ella no pudo evitar chorrearse de gusto. Shao acababa de recibir su aprobación como hombre, pero a Isabella también le gustaba sentirse como uno de vez en cuando. Madre e hija rastrearon el ambiente y encontraron su objetivo: la pequeña Alice White los vio y supo lo que se venía. Hacía varios días que no tenía una doble penetración y la necesitaba, ¡se sentía muy rico!

—¿Me lo van a meter juntitos? Ay, ¡qué bien, me encanta! —exclamó la chiquilla, feliz de la vida, saltando de alegría ante la expectativa de que madre e hijo la usaran para fortalecer su lazo familiar.

La pequeña esperó a que Shao se recostara y, sin mediar palabra, se sentó sobre la polla de su primo, que ya adoraba con pasión a pesar del poco tiempo que se conocían. Era dulce y adorable como ella, y su pene era largo, duro, y le traía muchas sensaciones ricas. No pudo controlarse de besarlo con la mayor pasión posible. Luego, la niña se abrió las nalgas, y su tía Isabella metió en su tierno agujero trasero su larguísimo dildo, causándole un orgasmo inmediato, que Shao acalló con un beso.

—Qué ricoooo, síiiii, aaaaay.

—Ahhh, Alice, aaaaaaahhhh, estás muy apretada, ufff.

—No te rindas con ella, hijo, dale muy duro, igual que yo a su culito.

—Tía Isa, la quiero muchísimo, ay, hmmmmmm.

Pero eso no terminaba allí. Alexander sabía cuánto amor necesitaba su pequeña, así que se arrodilló cerca de Shao, de tal forma que su niña especial pudiera satisfacerle.

—Ayyyyy, ¿otro pene para mí solita?

—Sí, nenita, ¿lo quieres comer?

—¡Sí, muchas gracias por ese pene, papi! Hmmmm —gimió Alice antes de tragarse el pedazo de carne de su padre. Sus tres agujeros estaban completamente llenos, y se sentía completa, más feliz que nunca. El camino desde que se metió a la cama de su hermana y se masturbó mirando a sus padres follando por primera vez, había rendido frutos. Era feliz.

La pequeña Cindy estaba completamente atada al cubano Amador. Eran una muestra perfecta de la belleza de piel oscura, unidos en una soberanamente intensa sesión de penetración vaginal, con las piernas de la niña sobre las rodillas del hombre, que le daba con fuerza y agresividad, tal como a ella le encantaba. Sus tetitas botaban rápidamente, y cada vez que podía, la chica se las lamía ruidosamente, inserta en su éxtasis.

—Dios, qué pene más ricoooooo, ahhhhhhhhhhh, más más máaaaaaaaaaaaaaas….

—Oye, ¿Carin, era?

—Cindy, pero puedes llamarme como quieras, cariño, hmmmmmm.

—Jajaja, eres una putita experta a pesar de tu corta edad, ¿eh? ¡Ah, ah! Con mi esposa hemos visto tu show, ¿sabes? ¿En internet? Siempre terminamos follando como locos viéndote, ¡ah!

—Ahhhhhh, no sabe cómo me calienta escuchar eso, ahhhhhh, destrózame, apriétame más fuerte, aplástame, hazme toda tuyaaaaaa.

—¿Si te doy un orgasmo en diez segundos, nos harías un show privado a Gabrielle y yo?

—Sí, por supuesto, lamería la pantalla mientras imagino que es tu corrida, pero no creo que puedas hacer eso, tío, soy muy… ahhhhl…. ahhhhhhh, ¿pero qué carajos? AHHHHHHHH, ME CORRO.

Otro día en la vida de Charlotte Black, reina de la familia White. Su lengua estaba ocupada compartiendo saliva, en el beso más perverso y lleno de los más lujuriosos escupitajos que había tenido, con quien había sido su rival en el amor, la hermana y amante de su esposo, April White. De rodillas, pero erguidas, apoyadas contra la pared de la casona, ambas se morreaban y escupían el rostro mutuamente, con una sonrisa en el rostro, risas de felicidad en el ambiente. Ambas estaban sentadas sobre un dildo cada una, sobre el que botaban como si montaran a caballo. Wellington se acercó respetuosamente a Charlotte por atrás, solicitándole su culo, que siempre se le habían antojado. Ella quedó perpleja.

—Meilin te entrenó bien, ¿eh, pollito?

—Sí. Sí, tía Charlotte.

—¿Quieres tanto mi culito, hijo de puta? Ábreme las nalgas y mete toda tu larga, torcida verga hasta el fondo de mis entrañas, entonces.

Ya con el permiso, Wellington no se esperó más en cumplir el sueño de su vida. Era la MILF más hermosa de todo el condado, era como vivir la mejor fantasía posible. Casi le da un ataque cuando vio a Valentina acercarse, pero se tranquilizó cuando la muchacha medio-latina se quedó de pie delante de sus tías Charlotte y April.

—¿Sí, cariño? —preguntó April, escupiendo sobre el rostro de Charlotte.

—Tías, quiero mearme sobre ustedes, miren lo mojada que estoy —suplicó Valentina, abriéndose los labios vaginales para mostrarles su tesoro—. ¿Puedo?

—Eres una zorra pervertida, ¿sabías eso, sobrina? —preguntó Charlotte, divertida, mientras sacaba la lengua, expectante.

—Mientras más morbosas y sucias quedemos, mejor —secundó April.

—Echa todo ese delicioso líquido dorado sobre nosotras, y sobre el pesado que me lo mete por el culo también. Cumple tu fantasía, puta morbosa de mierda —reafirmó Charlotte, que de inmediato sintió las primeras gotas de oro en su lengua, y pronto, todo un chorro que la bañó junto con April, con quien seguía morreándose con lascivia desenfrenada.

—¿Habías visto alguna vez un cuerpo así, sobrina? —preguntó Gabrielle, acariciando los músculos del Adonis que tenía enfrente.

—He follado con cientos de chicos en mi vida, tía, y nunca había visto tanta perfección junta —dijo Alexandra, oliendo el aroma corporal de Ángel, lamiendo sus tetillas como si fueran un elixir.

—Yo tampoco, sobrina. Ufff, no sé qué me pone más cachonda, este pene vigoroso, duro, maravilloso y enorme que tenemos en las manos, o ese cuerpo de infarto que siempre has tenido, con tu delicioso coñito travieso, jaja.

—¿Cuándo fue la última vez que compartimos una polla, tía? —dijo Alexandra, haciendo que Ángel la tomara en brazos para perforarla con su verga anormal.

—Hace como un mes, con esos pescadores del mercado, cuando… ohhhhhhhhhhhh, dios, qué cosa más enorme, tíaaaaaaaaaaaaaaahhhhhhhhh.

—¿En serio es tan grande? —preguntó Gabrielle, arrodillándose detrás de su sobrina para lamerle el culo mientras la follaban con una perfecta habilidad y destreza.

—Enorme, y duro como un diamante, tía, te lo pasaré apenas me corraaaaaa, y no falta muchooooooo, hmmmmmmmmmmm.

—Lo quiero, vente pronto en mi cara, sobrina, necesito también esa vergaaaahhh —gimió Gabrielle, lamiendo el ano de su sobrina mientas se masturbaba.

Para Alexandra White, el sexo lo era todo. Recibía sus nutrientes de sus múltiples raciones diarias de semen, y no había mejor juego que lamer distintos tipos de tetas, o correrse sobre todos los rostros posibles. Así la habían educado sus padres, y así había enseñado ella a Alice, Ariadna y Arthur. Y, sobre estos dos…

Para Arthur y Ariadna White, todo había empezado con un beso, y una paja mutua en un sofá. Luego, Arthur descubrió los placeres de vivir el sexo relajadamente, follando con cuanta mujer se encontrara en su camino, incluyendo sus hermanas y madre, y había encontrado orgullo en sus destrezas amatorias. Pero era su amante, su hermana gemela, aquella que conocía desde antes de nacer del coño que ambos habían devorado mutuamente, la que le traía el mayor placer.

Ariadna se sentía igual. De ser una empollona avergonzada ante su propio cuerpo, defensiva ante la lujuria, temerosa del incesto y los orgasmos que traía, no había nadie con quien amara más compartir la cama que con su hermano, que le había abierto las puertas al sexo desenfrenado. Y las piernas. Muchísimas veces.

En el centro de la piscina, los dos hermanos se morreaban mientras se daban placer. El pene de Arthur, como tantas veces antes, estaba hasta el fondo de la vagina de su hermana, haciéndola correr una y otra vez, sin parar, con cada embestida. Su dedo también se había colado en el culo de Ariadna, que disfrutaba como una zorra descarada, lasciva y pervertida de esos juegos. Que su hermano amado hiciera uso de su cuerpo, que la utilizara para su propio placer, era su mayor satisfacción en la vida, muchísimo más que cualquier libro.

—Te amo, Arthur, ahhhhhh, te amooooooo.

—Yo también a ti, Ari, ohhhhh, esto es demasiado sexy, tienes unas tetas increíbles, ahhhhh.

—A-Arthur… ¿Arthur? —preguntó ella, devorándole el cuello a su amante, presa de un nuevo orgasmo, como los diez que ya había tenido, apenas Arthur cambió de agujero y se lo metió por el culo—. Ahhhhhhhhhhhhhhh, síiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii, qué rico estáaaaaa.

—¿Sí, cariño? ¿Qué ibas a decirme?

—Creo… creo que no me ha llegado… tú sabes —susurró a su oído, que mordisqueó lascivamente.

—¿Ah, sí?

—Sí. Y no me importaría, uhffffff, hmmmmmmmmm… si es niño, quiero educarlo en esto, quiero que le mostremos el placer carnal que solo da nuestra familia.

—Si es niña, tú y yo nos la folláremos todos los días, mi vida.

—Sí, mi amor.

—De solo imaginarlo… oh… creo que estoy…

—Lo sé, también los demás. —Ariadna levantó la voz, dirigiéndose a todas las demás mujeres—. ¡Mamá, hermanas, tías, primas! ¡Tenemos que ir al centro, a recibir la lechita de nuestros machos como buenas putitas que somos!

—¡Esa es mi hija! —le felicitó Charlotte, presa de un nuevo orgasmo, deteniendo a Wellington, que ya estaba al borde del clímax también, y llevándolo al centro del campo.

Ocho hombres meneándose sus poderosas pollas, espalda contra espalda, rodeados por el harem de catorce putas que habían construido, deseosas de recibir su premio por ser tan buenas zorritas, con las lenguas afuera, las manos en posición de súplica, desesperadas por ser bañadas en leche de hombre, el néctar del que Charlotte, Alexandra, Ariadna, Alice, Cindy, April, Ariel, Katrina, Catherine, Elizabeth, Gabrielle, Valentina, Isabella y Meilin vivían.

—¿Nos van a dar nuestra lechita, nuestros machos cabríos? ¿Van a alimentar a sus hembras hambrientas? —preguntó Charlotte, delante de una gigantesca y venosa polla a punto de explotar, orgullosa de la familia que había formado.

—Rocíennos enteras, mi conejito travieso vive para que le comparta su lechita diaria —dijo Alexandra, masturbando a sus dos hermanas, una a cada lado.

—¿Papá, Arthur, tíos? ¿Soy una buena niña? ¿Me van a dar mi lechoso premio? —inquirió Ariadna, lamiendo el cuello de su hermana mayor mientras suplicaba por su ración.

—¡Quiero todo el semen! ¡Es mi juguito favorito! ¡Y luego lo compartiré con todas! —exclamó Alice, sacando muy afuera la lengua para tragar todo lo que pudiese.

—Alice y yo tenemos que crecer grandes y fuertes, así que dennos harto, ¿sí? ¿Porfis? —suplicó Cindy, mirando con desesperación la punta de las pollas que tenía cerca.

—¡Qué locura! Si no recibo lefa me voy a volver loca, ¡lo necesito! —gritó April, metiéndose mutuamente los dedos en el culo con su hija Ariel.

—Yo también —asintió ésta, metiendo los dedos en el coño de la esposa de su padre, Charlotte que, sonriente y orgullosa de su hija de otra madre, comenzó a lamer la lengua de la muchacha mientras hablaba—. Soy una hembra hambrienta, como dijo mi tía, necesito mi semen, su blanco, espeso, delicioso semeeeeen. Semeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeen.

Katrina y Catherine, coordinadas, comenzaron a identificar los puntos donde querían los disparos.

—¡Queremos lefita en nuestras tetas!

—¡En nuestros rostros!

—¡No, boba, en nuestras lenguas, o en el cuello!

—¡No, tonta, en el pelo, o en nuestras piernas!

—Hijas, no peleen, con todo lo que nuestros hombres han acumulado, probablemente van a disparar su abundante semilla en todos nuestros cuerpos, estaremos totalmente bañadas —dijo Elizabeth, presa de una ensoñación, a sabiendas de que se haría verdad. Ya no le importaría nunca más ensuciarse de cualquier jugo corporal, y menos con su familia.

—¿Ya están listos, machos? —preguntó Gabrielle, sobándose las tetas, deseando alimentarse y compartir con su hija que le besaba los pezones cubiertos de los meados que le había dejado ésta.

—Aquí, tiren todos sus mecos aquí, por favooooooor, solo somos sus bolsas de semen, solo servimos para complacerlos —suplicó Valentina.

—Vivimos de su semilla, no podemos sobrevivir sin ella, somos sus sirvientas, alímentennos con su rica, perfecta leche cada vez que quieran. ¿Ya están listos? —preguntó Isabella.

—Aún no… 3…, 2…, ¡Ahora! —anunció Meilin.

Jamás se había visto en todo el condado, quizás en todo el país, una corrida múltiple tan bien coordinada, y al mismo tiempo tan soberanamente abundante. Las catorce mujeres fueron repelidas hacia atrás, cayendo de espaldas mientras litros y litros de blanco, espeso y oloroso semen caía sobre sus cuerpos, bañando sus pies, piernas, culo, muslos, entrepierna, cintura, tetas, brazos, hombros, cuello, cabello… ¡las mayores raciones fueron a parar a sus rostros y lenguas, que quedaron blancas como la nieve! Elizabeth y sus hijas no se aguantaron más, y se corrieron al contacto con tanta leche. Isabella y Meilin se lo tragaron gustosas, sorbiendo los más pequeños restos. April y Ariel se lo repartieron y esparcieron por el cuerpo mientras seguía cayendo, saliendo como cohetes de sus vigorosas pollas, como si fuera jabón. Gabrielle y Valentina se lanzaron a las pollas que tuvieran cerca para sorber lo más posible de la fuente, como si se les fuera la vida en ello.

Charlotte, Alexandra, Ariadna y Alice demostraron el amor que solo ellas podían darse. Madre y sus tres hijas unieron los rostros y las lenguas, uniéndose en el beso más morboso e incestuoso posible, derramando la leche que tenían en la garganta de la otra, o recogiéndolo de sus cuellos para llevarlos a sus lenguas.

Ese era el verdadero amor de familia que pregonarían y compartirían a las siguientes generaciones.

Epílogo:

Charlotte, Elizabeth, April, Gabrielle e Isabella decidieron montar una serie de películas porno ultra exitosas, de puro incesto, dirigidas por Meilin y su asistente Junior, que se convirtieron en films de culto. Ganaron millones de una vez, lo suficiente como para que Charlotte se convirtiera en la puta de élite que siempre había deseado, solicitada por los más grandes y poderosos empresarios; Elizabeth erigiera otra mansión, con mayordomos que eligió personalmente (y que incluían a su famoso hermano Angel); April hiciera de su choza una casona, y Gabrielle se hiciera dueña de su propia línea de lencería.

Katrina y Catherine encontraron esposos millonarios y tuvieron gemelas cada una. Las cuatro niñas, al crecer, se volvieron gustosas en amantes de su abuelo Andrew, que no perdió jamás su bestilidad sexual, ni su vigorosa vitalidad.

Valentina tomó a Wellington como su esclavo personal (oficialmente su agente) y se convirtió en una famosa bailarina, especialista en striptease. Tuvo un hijo a quien llamó J.J., y que se convirtió en su pareja de baile… y de cama.

Ariel se dedicó a la actuación, participando en múltiples películas independientes en las que solo pedía desnudarse y tener sexo en cámara como condición. Ganó un Oscar, y fue la primera mujer en tener una sesión de sexo en vivo durante la fiesta post-ceremonia. Tuvo una hija con Alexander, su propio padre/tío, a quien llamó Ariella. Dibujar el árbol familiar de la niña se convirtió en un desafío para miles.

Alexandra se dedicó a viajar por todo el globo, apoyada por los millonarios con quienes se iba acostando en el camino. Conoció decenas de países y aprendió las mejores técnicas sexuales, convirtiéndose en una famosa gurú, la Reina del Burning Man.

Alice y Cindy se casaron en unión civil, convirtiéndose juntas en las putitas más deseadas del internet. Adoptaron dos niños, Caleb y Christa, a quienes educaron en las prácticas más avanzadas y modernas de vender el cuerpo por streaming.

Ariadna y Arthur se casaron. Tuvieron tres hijas: Amelia, Adriana y Antonia, a quienes trasmitieron las tradiciones familiares más perversas. Entre los cinco, formaron su propia generación de nuevas costumbres llenas del más romántico incesto.

Fin.