La Familia White (27)

Un relato algo largo, pero satisfactorio. La competencia de camisetas mojadas anual comienza, y nuestras chicas favoritas participan como buenas perras. Pero son la Familia White... ¡imposible no terminarla con una orgía lésbico-incestuosa!

Capítulo 27: El Concurso

La música estaba fuerte. Los locales vendían todo tipo de bebidas y refrescos. Los hombres llevaban grandes sombreros y gruesos cinturones, y las damas participantes se habían refugiado en los camerinos detrás del improvisado escenario construido en la plaza mayor del condado. Era el tradicional Concurso Anual de Camisetas Mojadas, para el cual casi todas las chicas del condado se preparaban durante meses, cuidando su figura, eligiendo sus prendas más sensuales, practicando sus mejores poses y sonrisas y, por sobre todo, buscando cómo ganar el gran premio de los trescientos dólares, además de la corona, y los aplausos y fotografías de la gente.

Para participar, no se podía ser mayor de veinticinco años. El año anterior, así como el anterior, Alexandra White había ganado fácilmente, de la misma manera que su madre (y sus tías, una que otra vez) habían ganado el premio mayor en el pasado. Alguna vez una mujer le había dicho que era simplemente vender su cuerpo y ser usada, pero siendo honesta, a Alexandra le encantaba eso. Era su cuerpo, le gustaba su cuerpo, y podía hacer con él lo que quisiese mientras lo disfrutara. Así había sido siempre. Pero en esta ocasión, Alexandra tenía una férrea competencia, muchísimo más que los años anteriores: su propia familia.

Mientras se probaba unas diminutas bragas negras en los camerinos, Alexandra miró a sus rivales. A su lado se encontraban sus hermanas Ariadna, que tras dejar su timidez y liberarse completamente, participaba por primera vez en algo así, y Alice, que había ganado concursos de belleza en la escuela, y ahora iba por las ligas mayores. Ambas estaban sumamente entusiasmadas por el concurso, y lucían ropas diminutas y sensuales,  preparándose para salir al escenario, bailar, desnudarse, y mojarse como nunca antes. También estaba allí su media hermana Ariel, con quien había tenido un férreo duelo por el primer lugar dos años atrás, y el anterior no había participado. En ese entonces era solo “su prima”; ahora era una más de sus hermanas. Una gótica rebelde y carismática, llena de tatuajes, que era la fantasía de la mitad del pueblo.

También estaba allí su prima Valentina Rojo, que se encontraba completamente desnuda mientras reía con algunas amigas. Era apetitosa, deseable. No había participado en ningún concurso anterior simplemente porque usualmente viajaba para esas fechas. Para Alexandra era obvio que, con los pasos de baile que su ninfómana prima se gastaba, sería muy difícil.

En un rincón estaban sus otras primas, las gemelas Katrina y Catherine Black, probándose unas piezas de bikini. Si competían entre sí quizás serían obstáculo fácil, pues buscarían destruirse entre ellas. Pero si se coordinaban, sin que les importase cual de las dos ganara… pues bueno. Eran las gemelas más sexys que podían haber, tenían un acento maravilloso, no temían jugar entre ellas en público, y eran atrevidas. Sería muy complicado ganarles.

Y finalmente estaba allí, por primera vez, la amiguita de Alice, Cindy Brown. Era joven, al igual que su amiga era la primera vez que podía participar, según las leyes del condado (leyes bastante poco tradicionales y convencionales de acuerdo a la edad, por cierto). Era una putita cachonda, pícara, peligrosa y ridículamente sexy para su edad. Podía ser la sorpresa, y si le iba bien, incluso los años siguientes se veían dificilísimos.

Alexandra sabía que afuera también la tendrían difícil. Su padre, Alexander, era uno de los jueces, por lo que la tendría difícil decidiendo entre sus cuatro hijas, sin contar a sus sobrinas. El resto de su familia estaba entre el público. Le excitaba la idea de que Arthur, Junior, sus tíos, etc., la vieran. Quería dar lo mejor de sí para ellos, para satisfacer sus miradas, para ponerlos cachondos perdidos. Alexandra miró su itinerario. En diez minutos saldrían al escenario, a bailar con las prendas que quisiesen abajo, y solo una camiseta blanca y semitransparente arriba, según las reglas.

—¡Bienvenidos todos y todas al Concurso Anual de Camisetas Mojadas número 50 del condado! —anunció el viejo, regordete, pero varonil, atractivo y carismático alcalde con el micrófono, a la gigantesca multitud que se había reunido—. Sí, el 50. Es una ocasión especial, como pueden ver. Sé lo que están esperando, lo que todos deseamos ver. Beban, coman, diviértanse, hay varias entretenciones el día de hoy. Muchas de nuestras chicas salieron hace tan solo unas horas de la escuela, así que sean amables con ellas, que tanto esfuerzo ponen a diario.

—¡Viejo zorro!, ¿estuviste mirando a las chicas en los camerinos otra vez? ¡¡Se te nota el bulto!! —gritó alguien en la multitud, y tanto el alcalde como la gente se largaron a reír.

—Jajajaja, bueno, tengo mis privilegios, jaja. Bien, vamos entonces a recibir unas palabras de una de nuestras anteriores ganadoras del concurso, como es usual. Aunque como dije antes, es una ocasión especial hoy. Las dejo con la única, la más grande, ¡Charlotte Black!

La matriarca de la familia White subió al escenario sonriente y resplandeciente, vistiendo una camisa rosa y una falda cortísima de color negro, que apenas dejaba algo a la imaginación.

—Ufff, muchachos, que alegría tienen todos. Es un placer, un verdadero placer el verlos aquí —dijo Charlotte, mordiéndose un labio. La mujer tenía fama entre muchos de la audiencia, que la conocían mejor que bien—. Ufff, no saben cuánto placer, ¿verdad, alcalde?

El hombretón se puso rojo, pero cuando se acercó a la mujer, no dudó un segundo en tocarle el trasero. De reojo miró a Alexander, uno de los jueces, y éste le sonrió dándole su aprobación. Después de todo, se había acostado con la esposa del alcalde tan solo unos días atrás, por petición de ella misma.

—Vaya, Charlotte, nos vas a subir la temperatura a todos aquí —dijo el alcalde.

—Yo sé a qué temperatura puede llegar usted y muchos aquí, señor —respondió ella, pícara—. Pero aquí estamos por las chicas. Sí, sé que tres de ellas son mis nenas, pero siento que todas aquí tienen posibilidades de ganar. Pero no se equivoquen, soy una madre que ama mucho a sus sensuales hijitas, ¡así que ya saben a quién apoyaré!

—Eso es, un fuerte aplauso para Charlotte Black, ¡¡y con eso damos inicio a la primera parte de nuestro espectáculo!!

Los aplausos y silbidos no se hicieron esperar cuando Charlotte realizó un suave y sensual meneo antes de bajar del escenario. Poco después, el alcalde tomó el micrófono, y comenzó a anunciar los nombres de las participantes, que fueron entrando una a una a medida que eran llamadas.

Ariel White tenía el número 1. La hija de Alexander y su hermana April White apareció en el escenario con unas bragas y botas negras, y una camiseta blanca que dejaba uno de sus hombros al descubierto. Su cabello, negro y verde, bailó al son de sus pasos, mientras se meneaba lentamente ante la audiencia. Los aplausos no se hicieron esperar ante su sensualidad.

Después de otras dos chicas, amigas de Ariadna, ésta apareció con el número 4. Luciendo sus gafas, y con el cabello atado, Ariadna White llevaba una pequeña camiseta, sus zapatillas y un mini-short azul. Al principio se mostró algo tímida, pero cuando Arthur, en la audiencia, le guiñó un ojo, la hija del medio de Charlotte sacó su confianza interna, y realizó´un sensual giro que culminó con una pose que resaltaba sus maravillosas piernas, volviéndose una sensación.

La número 7 fue su hermana mayor, Alexandra White. Cuando el alcalde dijo su nombre y su número, Alexandra apareció corriendo por el escenario, sus tetas botando bajo su diminuta camiseta semitransparente, y le dio un fogoso beso al viejo en la mejilla, cuidando de pegar su cuerpo bien a él. En la competencia, las participantes podían usar CUALQUIER método para ganar, que no fuera dañar a otras. Así eran las reglas del concurso en el condado. Los vítores y aplausos no se hicieron esperar ante la ganadora de los dos años anteriores, y para premiarlos, Alexandra se volteó, se inclinó mostrando sus bragas rojas, y realizó un “twerking” que hizo que varias narices estallaran. Era una clara favorita.

Tres otras chicas le siguieron, y luego apareció la número 11. Catherine Black apareció con una minifalda azul y un sujetador de bikini blanco. Se agarró las tetas y las meneó frente a la audiencia, como pidiéndoles que las mojaran pronto, a la vez que sacaba la lengua sensualmente.

El alcalde anunció que tenían una sorpresa venida de tierras británicas, y la número 12, su hermana gemela Katrina Black, apareció ante el público. Katrina lucía un atuendo casi idéntico, con excepción de llevar una minifalda roja en vez de azul. Katrina se acercó a su hermana, se apoyó en ella, y realizó un corto baile usándola como un poste. Alexandra comprendió entonces, mientras los

hombres de la audiencia se volvían locos, que estaban trabajando juntas. Eso sería un problema.

La número 18 apareció con una pequeñísima minifalda rosa, y un peto blanco. Su cabello castaño atado en una adorable cola de caballo, sus labios pintados de rosa, y brillo en los ojos azules. El alcalde anunció que se trataba de la hermana menor de las números 4 y 7, Alice White, quien le brindó besos a la multitud mientras se meneaba y resaltaba sus curvas tal como Cindy y sus hermanas le habían enseñado. La gente estaba como loca.

Inmediatamente después apareció justamente Cindy, que lucía una larga camiseta blanca que alcanzaba casi sus muslos. Caminando como una modelo de pasarela, la joven y morena muchacha encandiló a la audiencia cuando se volteó y comenzó a mover el increíble culito que tenía… aprovechando de mostrarles que debajo de la camiseta no llevaba absolutamente nada. Era literalmente su única prenda.

Después de varias otras chicas, todas increíblemente sexys, la última, con el número 25, se hizo paso en el escenario. Era Valentina Rojo, que surgió como un tornado bailarín. Usando un conjunto de bikini blanco, la medio-latina fascinó a la multitud con pasos sugerentes mientras bailaba y se tocaba los senos, la cintura, el culo y las piernas con perfecta rapidez. Wellington Black, que estaba entre la multitud, subió desesperado a la tribuna para tratar de tocar a su prima, pero ésta le pateó casualmente en la cara con uno de sus pasos, y lo arrojó de vuelta de nuevo a su madre, Elizabeth, que lo dejó tirado junto a ella mientras aplaudía a las chicas.

Las 25 muchachas bailaron frente a la multitud mientras recibían aplausos, y la audiencia se mantenía expectante ante el mejor momento. El alcalde era el encargado de comenzar a disparar con una pistola de agua. Siguiendo la tradición, después de 5 minutos de sensual danza, la primera en recibir el chorro de parte del alcalde fue la actual reina, Alexandra White. Mientras reía coquetamente, su camiseta blanca quedó empapada, sus inmensos senos se translucieron, y se los toqueteó con gusto ante la algarabía de la gente del condado.

La primera parte de la competencia era simple. Mientras las chicas bailabas y se tocaban (o entre ellas, si así lo deseaban), les caía agua de varias pistolas de chorro que se entregaba a la multitud, y la mayor parte de una lluvia que caía de una máquina en el techo. Luego, los aplausos determinaban quiénes serían las 8 que pasarían a la siguiente etapa de la competencia, dependiendo de cuán sexys eran. Mientras el agua les caía encima, debían demostrar ser las más sexys, sutiles pero cachondas zorras que pudiera haber.

Sus cuerpos mojados aparecieron ante la multitud en medio de sus risas, besos y meneos. Alexandra estaba entretenidísima, y no podía evitar sentir cómo su conejito travieso se mojaba ante los comentarios calientes que los hombres le lanzaban. Te voy a tocar aquí, cómo te besaría allí, te lo quiero meter por allá… cosas así. Uff, la ponían cachondísima, y por eso no podía evitar pasarse las manos por el cuerpo, cuidando de frotarse la entrepierna para calmar un poco la calentura. Por otro lado, sabía quiénes se sentían igual… Por algo eran también de la familia.

Catherine y Katrina comenzaron a pasarse las manos por los senos, sus rostros muy cerca entre sí para tentar a la audiencia con un beso que volvería locos a todos, mientras el agua les caía encima. ¿Lo harían? ¿No lo harían? La tensión era demasiada, y sabían que si recibían más aplausos, la audiencia caliente obtendría su respuesta.

Alice se levantó la camiseta hasta que solo sus pequeños pezones quedaron cubiertos por ella. Le gustaba muchísimo jugar con la multitud, que le gritaba que les mostrara lo que querían ver. A su lado, Cindy hizo lo propio, subiéndose su camiseta blanca para que el agua cayera sobre su trasero, apenas mostrándoles la sombra de su coño. Lo que ambas chicas deseaban no se hizo esperar, y varios hombres lanzaron los chorros de sus pistolas directo a los pezones erectos de Alice, que se relamió los labios de gusto, y al coñito de Cindy, que les sonrió pícaramente.

Valentina gateó hacia el borde de la tribuna mientras el agua caía sobre su cuerpo. De rodillas, se acarició los pechos, e incluso se pasó la mano por el coño sobre el bikini, a solo unos centímetros de los tipos de adelante, que hicieron todos los esfuerzos posibles por tocar a su diva. Mientras bailaba, Valentina deleitó a la mayoría cuando se tomó las tetas ya visibles debajo del bikini, y se pasó la lengua por los pezones. Más de uno en la multitud, en medio del caos lujurioso, se bajó el cierre del pantalón y comenzó a masturbarse sin tapujos frente a su “diosa bailarina”.

Ariadna también gateó hacia el borde de la tribuna, pero se sentó en lugar de ponerse de rodillas. Luego se abrió de piernas y se inclinó hacia atrás. Ante el asombro de todos se quitó el short, y un diminuto calzón de tipo “hilo dental” apareció ante la multitud. Ya nada importa, pensó. “Quiero liberarme, quiero mostrarle a todos lo cachonda que estoy, y de qué soy capaz”. Sutilmente se movió el calzoncito a un lado, y les indicó con gestos de las manos que apuntaran su chorro hacia ella. Por supuesto, la gran mayoría hizo como le pidieron. Cuando el agua tocó el coño ya empapado de Ariadna… casi sintió que se correría frente a todos ellos. Su placer subía más y más.

Alexandra vio todo esto y notó que la competencia era férrea. Se miró con Ariel, que además de su prima (y media hermana) era una de sus mejores amigas. Se conocían perfectamente bien desde niñas. Sabían qué hacer.

Ariel se acercó a Alexandra, y atrevidas, ambas se quitaron la camiseta una a la otra. Sus tetas estaban ahora al descubierto, visibles y tocables para la multitud, que enloqueció. El alcalde se acercó a ambas, y ellas le tocaron el paquete mientras hacían gestos a la multitud de “uff, qué grande”, o “no saben lo que se pierden”.

Finalmente el alcalde calmó las aguas antes de que todo se desenfrenase. Se notaba un gran bulto en su pantalón, que Elizabeth, Charlotte, Isabella y Gabrielle, en la multitud, conocían muy bien desde que eran jóvenes. Las cuatro hermanas rieron mirándose entre sí. También April White. Habían criado a unas muchachas perfectamente cachondas, a unas putitas maravillosas.

—Ok, ok, vaqueros. Niños, cálmense antes de que exploten, jaja —dijo el alcalde por el micrófono. Ustedes deciden amigos. Voy a decir los números de las chicas una por una, aplaudan y griten fuerte, y los jueces ayudarán a decidir quiénes son las 8 que irán a la segunda parte de la competencia. Así que empezamos con la número 1… ¡Ariel!

Fue difícil escuchar entre tantos gritos, pero para eso estaban los jueces. Para decidir y estar atentos a los deseos del público. El descarte se hizo presente, y el resultado fue el esperado. A la segunda fase pasaron, gracias a los gritos de la audiencia, Ariel White, Alexandra White, Ariadna White, Alice White, Cindy Brown, Valentina Rojo, Catherine Black y Katrina Black. Solo ellas, semidesnudas, completamente empapadas y sumamente excitadas, quedaron en el escenario.

Lo que se venía ahora era un duelo. Organizadas en cuatro pares, se le hacía la misma pregunta a cada integrante del par. La chica cuya respuesta recibiera más aplausos y entretenimiento, la que demostrara más picardía, creatividad, descaro y lascivia, pasaba a la siguiente ronda. Luego se enfrentaban entre cuatro, luego dos, y así se decidía la ganadora, en un duelo de striptease entre ambas finalistas. O así solía hacer, pero para el concurso 50, el destino tenía otra cosa deparada.

Se realizó el sorteo al azar. Las primeras dos chicas aparecieron una frente a la otra, y la audiencia estaba expectante. Se trataba de las gemelas Catrina y Katherine, que tampoco esperaban enfrentarse entre sí.

—La pregunta para nuestras gemelitas —anunció el alcalde, riendo igual que la audiencia— es la siguiente. ¿Listas chicas?

—Lista —respondieron las dos, determinadas, en perfecto unísono. Se amaban y habían cooperado hasta ahora, pero no les importaba ser rivales.

—¿Qué es lo que crees que le gusta más a tu hermana en el sexo? —Los silbidos no se hicieron esperar, pues era una pregunta creativa, muy adecuada para ambas gemelas. Ese era el tipo de preguntas en el concurso.

—No lo creo, yo sé lo que a Kat le gusta —dijo Catherine, la más abierta y directa de las dos, tomando de inmediato el micrófono—. Cuando un hombre le da nalgadas y le agarra el cabello mientras le da por el culo, Kat no aguanta mucho antes de correrse.

La respuesta fue instantánea. Aplausos, gritos y erecciones, todo por igual. Ahora el micrófono lo tenía su gemela, más seductora e inteligente.

—Sí, quizás, pero no es como si yo no supiera que lo que más te pone es cuando te abro las piernas bajo la mesa del comedor y mi lengua traviesa hace su trabajo en tu coñito, ¿no?

Una ronda impecable. La devolución de Katrina fue perfecta, e incluso su hermana aceptó la derrota con un guiño. Los aplausos, envueltos en una fantasía lésbico-incestuosa, le dieron a la gemela del flequillo la victoria.

Ahora, Valentina y Ariadna estaban frente a frente. Una muñeca curvilínea y bailarina, versus una sensual nerd que cumplía las fantasías de medio mundo. El alcalde, tras discutirlo con los jueces, se acercó con la mejor pregunta posible. Alexander White se reía a carcajadas.

—Ahora ustedes, jovencitas. Respondan con honestidad, ¿bien? Si están en la escuela, y uno de nuestros más dotados miembros del condado les enviara una foto de su hombría bien levantada… ¿qué harían?

Excelente pregunta, y directamente dirigida a ambas por Alexander. Él deseaba saber qué harían su hija o su sobrina favorita, en caso de que eso ocurriera. Ambas lo subieron de inmediato y le sonrieron al hombretón con picardía.

—Pues yo soy una estudiante modelo, y tengo las llaves de muchos lugares interesantes en la escuela —relató Ariadna, usando una voz sexy y profunda que había practicado hacía un tiempo—. Lo llamaría y le indicaría por dónde ir para que no lo descubran. Lo esperaría en alguna oficina, reclinada en un escritorio, mi faldita bien levantada. Haz lo que quieras conmigo, le diría. Y luego volvería a clases como si nada, muy satisfecha y, como siempre, estudiosa.

No solo la ponía cachonda el recibir los aplausos y silbidos de aprobación y lujuria que recibió, sino que también el imaginarse la escena de su padre follándola en la escuela. Definitivamente lo haría la próxima semana, ¿cómo no lo había pensado antes?

—¿Qué haría? Pues esto. —Valentina le pidió a su hermano Junior su teléfono, y éste se lo arrojó al escenario. Valentina se levantó la camiseta mostrando una de sus mojadas tetas, se bajó las braguitas ante la algarabía de todos, y se tomó una sensual selfie que luego envió a algún destinatario—. Lo envío desde el baño, le pongo “espérame allí, hombretón”, y luego me escapo y me lo follo en su casa. Simple.

Los jueces deliberaron mientras la audiencia se dividía. Uno de los jueces recibió la foto de su sobrina Valentina, y la ocultó rápidamente, ruborizado. Al final, decidieron que había que respetar ciertas reglas de la escuela, y le dieron la victoria a Ariadna tras una dura discusión.

Dos diosas se encontraban mirándose una a la otra. La campeona residente, Alexandra White, contra la putita más pervertida del condado, Cindy Brown. Cindy admiraba a la hermana mayor de su novia, quería ser como ella, quería tener el cuerpazo que tenía… pero ahora iba a derrotarla. Alexandra, por su parte, no pudo evitar calentarse con las curvas de la chiquilla, se imaginó siendo Alice, compartiendo la cama con ella todas las noches, y su coño empezó a humear. Ese era el problema de que todas las mujeres en su familia parecían ser bisexuales…

—La pregunta para nuestras… eh, coquetas doncellas, jajajaajjaj, es la siguiente: ¿cuántos orgasmos puede tener una mujer en una noche?

Cindy sabía que la respuesta no era un número. 1, 5, 7, no importaba. Tomó rápidamente el micrófono para responder.

—Depende de qué tan bien se mueva la polla aquí adentro —dijo ella, levantándose la camiseta e indicando su concha depilada y sumamente mojada. Una putita descarada, eso es lo que todos querían ver. Sintió que su victoria ya estaba en el bolsillo. Alex podía, o responder con un número alto, o dar una respuesta similar a la de ella como “depende del chico”, o “anoche más que ayer”.

Alexandra tomó el micrófono con calma. Se acarició el cabello y miró a la audiencia.

—¿Cuántos orgasmos puede tener una mujer en una noche? ¿A quién diablos le importa mientras se corran sobre nosotras?

“A quién diablos le importa”. Una respuesta machista, sin duda, pero una con la que las chicas de la familia White se contentaban, por la sencilla razón de que SIEMPRE se corrían cuando tenían sexo. Eran demasiado cachondas. Lo que les gustaba era el remate… y en un concurso de popularidad donde las chicas exhibían su cuerpo para los hombres pervertidos del condado, era la mejor. Cindy supo que había sido vencida de inmediato, y supo qué quería practicar con Alexandra. Quería que le enseñara a ser una puta como ella.

Último duelo. Ariel White y Cindy White se encontraron en el centro del escenario, y la sorpresa estaba lista. Ariel no había participado el año anterior porque quería esperar hasta el 50. Quería mostrarles de qué debía tratar una competencia como esta, y más ahora que los secretos de su familia estaban en el aire. Era una oportunidad única en la existencia, y Alice no se negaría a seguir el juego, sin duda.

—Ufff, una jovencita dulce, inocente, pero con un cuerpo de infarto, vs nuestra gótica favorita del condado. Su pregunta es la siguiente, pervertidas putas —dijo el alcalde, que al igual que la audiencia, ya había bebido demasiado para ese punto de la tarde—. ¿Qué le harías a la chica frente a ti para darle la noche de su vida?

Alice se convertiría en la única competidora en no responder en la trivia, y no le importó. Ariel tomó al micrófono mientras se acercaba a la pequeña, y habló a la multitud.

—Antes dijo, señor alcalde, que Alice era la hermana menor de las competidoras 4 y 7, pero se olvidó de la número 1. —Ariel abrazó a Alice por la espalda, y le agarró sin titubeos las pequeñas y sensuales tetitas mientras la chiquilla se ruborizaba—. También es mi hermana, aunque ella se enteró hace poco. Y esto lo que una buena hermana le hace a la otra, cuando es tan sexy como ella.

Ariel pasó la lengua por el cuello de Alice mientras le acariciaba los senos, y Alice se dejó querer. Luego, la menor buscó la boca de la mayor, y cuando sus lenguas se encontraron, todos notaron que la competencia tendría que esperar. La lujuria era demasiada para ese punto, y era momento de liberar las tensiones. Las ocho chicas se encontraron en el centro del escenario, los hombres y mujeres de la audiencia comenzaron a tocarse mientras admiraban el espectáculo lésbico-incestuoso que acababa de dar inicio, para todo el condado.

Cindy saltó a los brazos de la primera chica que encontró, que fue Katrina. Colgada del cuello de una de las gemelas, ambas comenzaron a besarse efusivamente, mientras Katrina agarraba el pronunciado y desarrollado trasero de la morena.

—Hmmmmmm, slurrrrp —dijo Cindy, chupando la lengua de la gemela—, así que tú eres una de las “Gatitas” de las que me habló Alice, tienes una lengua exquisita.

—¿Y tú eres la novia de mi primita adorada? ¿La que nos miraba tanto en los camerinos? Vamos a ver qué puedes hacer, pequeña pervertida —dijo Katrina, imaginándose ya que devoraba el culito de la morenita.

La otra gemela chocó miradas con su prima Ariadna, y supieron enseguida qué debían hacer. Catherine atacó el cuello de su prima, lamiéndolo de arriba a abajo, mientras Ariadna se desnudaba y se dejaba manosear, arqueando la espalda, resaltando sus curvas, dejando que los gritos, silbidos y aplausos de la multitud le subieran la líbido.

—Ay Ari, ¿cuándo te quitaste la imagen de empollona obsesiva y te convertiste en una zorra así de fantástica, puta de mierda? —preguntó Catherine, masajeando los senos de Ariadna—. Hasta mi mamá dijo que eres una muy buena amante.

—Tú sabes bien qué me transformó, ya te acostaste con mi mellizo, ¿no? Hmmmmmm —gimió Ariadna, dejándose querer, rogando que alguien le tocara el coño rápidamente. Catherine fue al rescate enseguida.

—Sí, y tiene una polla increíble, te envidio por tenerla siempre dentro tuyo… Pero ahora lo que me muero es por probar tu concha.

—Es toda tuya, Cat.

Entre tanto, al borde del escenario, tiradas ambas en el suelo, estaban Alexandra White y Valentina Rojo besuqueándose con muchísima intensidad, toqueteándose por todos lados, completamente desnudas. Valentina comenzó a besar los senos de su prima, mientras Alexandra curioseaba en el trasero de Valentina, buscando meter sus dedos en alguno de sus dos agujeros.

—¿En cual hoyito debería meter mis deditos traviesos, primita?

—¿Por qué no me sorprendes, zorra? —dijo Valentina, risueña, procediendo a pasar rápidas e intensas caricias de su lengua sobre los enormes senos de su prima mayor.

—¡Me encanta cuando me hablan así! —exclamó Alexandra, sumamente excitada, metiendo un dedo en el culo de su prima, que gimió de gusto—. Ahhhh, qué buena eres para esto, Vale.

—Igual tú, ¡dame por culo más fuerte!

Hablado de culos, Ariel tenía a Alice en cuatro patas, con el trasero levantado hacia la audiencia, que ya no podía más de la excitación. Incluso Charlotte se mojó mirando a su pequeñita así de expuesta, a punto de ser lamida por la hija que su marido había tenido con su propia hermana, una muchacha que siempre había querido como sobrin, y que no le importaba considerar una hija más si la loca de April lo permitía.

Ariel acercó su rostro al trasero de Alice, que estaba roja de tanto timidez como lujuria, y sin dejar de mirar al público, pasó la lengua por el coñito húmedo de su media hermana menor. Cuidó de masajear con su lengua los labios mayores y menores de la chiquilla, pero se enfocó principalmente en el clítoris hinchado de la nena.

—Ayyyyyy, me encanta lo que me haces ahí, Lolita —gimió Alice, llamándola por el apodo que tenía destinado para ella, igual que a todos los miembros de su familia.

—Estás mojadísima, Alice, ¿te han dicho que eres una pequeña ninfómana? Hmmm, slurrrp, slurp, slurp, ¡qué rica eres!

—Ay, sí, síiiiii, m-me gusta serlo… m-me gusta el sexoooo.

—Así me gusta, hermanita querida.

Katrina y Catherine Black estaban recostadas de pecho, una frente a la otra, ambas con una pierna doblada y la otra estirada. Detrás de ellas se encontraban, respectivamente, Cindy y Ariadna. Éstas dos se miraron por un momento. Una era la novia seudo-oficial de Alice, mientras la otra era su hermana. También habían sido las primeras en tener sexo con la menor de las White, pero ahora compartirían algo igual de excitante, como eran dos gemelas.

Cindy se chupó un par dedos como si fueran una polla, y Ariadna se metió dos dedos en su propio coño empapado de fluidos mientras la multitud enloquecía. Antes de que hicieran lo que tenían que hacer, el alcalde se acercó a Ariadna, y ésta le prestó los dedos un momento para que pudiera probar sus jugos. El viejo tenía una erección de campeonato, que se intensificó tras probar el sabor de Ariadna, que le sonreía con picardía. En la audiencia, Charlotte estaba más que orgullosa de su hija del medio, mientras también se tocaba el coño debajo de la ropa.

—Ahhhhhhhh —gritaron las gemelas en perfecta sincronía, cuando Ariadna y Cindy metieron sus dedos lubricados en sus aún más mojados coños—. ¡Qué ricoooo!

—Oh dios mío, qué bien suena cuando le meto mis dedos a esta gata, hmmmm —dijo Cindy, que se sacó la larga camiseta, mostrando su oscura y seductora piel, para poder acariciarse el clítoris con la mano libre.

—Vamos, chicas, denle algo de diversión a la audiencia también —sugirió Ariadna en voz alta, completamente desinhibida. Sus ojos se posaron en su mellizo, que se masturbaba frenéticamente entre la multitud—. Ohhh, qué cachonda estoy, hmmmm.

Las gemelas entendieron el mensaje, acercaron sus rostros, y se besaron como solo ellas sabían hacer, como les gustaba, al conocerse tan bien como sus propios cuerpos. Los dedos entrando en sus coñitos las ponían a mil, su líbido se incrementaba sin parar, al mismo tiempo. Las lenguas de ambas se volvieron más intensas, buscando acariciar completamente la garganta de su hermana. Comenzaron a acercarse más y más, hasta que Cindy y Ariadna se apartaron y las dejaron estar. Catherine se recostó de espalda y Katrina se subió encima de ella, sentándose sobre la lengua afuera de su hermana, y reclinándose para devorar la vagina de Catherine.

Mientras tanto, Cindy y Ariadna caminaron hacia la audiencia y se pusieron de rodillas. Muchas manos de hombres cachondos y desesperados trataron de tocarlas, y ellas solo permitieron que acariciaran sus piernas, mientras intercambiaban las manos. Mirando al público, Ariadna masturbó a Cindy, y ésta hizo lo propio con Ariadna.

—¡Disparen agua sobre nosotras, por fa! —suplicó Cindy.

—¡Directo a nuestros coños, dennos lo que merecemos! —secundo Ariadna, mientras los primeros chorros iban a parar sobre sus tetas y pezones erectos, y luego iban bajando hacia sus lugares más íntimos y deseables.

Una mano se asomó desde la multitud. Alexandra, que devoraba el culo de Valentina, estiró un brazo para alcanzar el objeto que la mano sostenía, y pronto descubrió que se trataba de su tía Gabrielle Black.

—Rómpele el culo a mi hijita, Alex —pidió su tía, y Alexandra le devolvió la sonrisa lujuriosa.

Con el dildo de Gabrielle en la mano, Alexandra lo lubricó un rato con la lengua, y luego lo introdujo con cierta brusquedad en el ano dilatado de su descarada prima latina.

—Ohhhhhhhhhhhh, Alex, ¡hija de perra!

—¿Acaso no te gusta, primita adorada?

—¡Me encantaaa! Necesitaba mucho un pene adentro. No te atrevas a dejar de culearme, ahhh, ahhhhh, ahhhhhh, mmmm, ahhhhh.

—Como gustes, cariño, jaja. ¿Hm? Pero qué… Ohhhh, ¡hmmmmmm, síiiii, cariño! —gimió Alexndra, cuando descubrió que alguien le estaba acariciando el coño. Al mirar atrás, se encontró con su media hermana Ariel, que procedió a sobarse las tetas con una habilidad de profesional—. ¿Y tú no estabas con mi hermanita cachonda, cari?

—Otras dos se están ocupando de ella. ¿Me dejas participar? —preguntó Ariel, besando el lóbulo de la oreja de su media hermana mientras le acariciaba el coño con una mano y las tetas con otra.

—¡Claro! Vale, cariño, ¿quieres que Ariel se ocupe de tu coñito mientras yo te penetro el culo?

—¡¡¡Sí, por favoooooor!!! —Ariel se recostó debajo de Valentina, que seguía enculada en cuatro patas, y penetró la vagina de la zorra con la lengua, lo cual hizo que ésta sintiera un escalofrío recorrer su cuerpo entero. Había estado demasiado cachonda durante toda la tarde, ya no podía aguantarse más tiempo—. Ahhhhh, oh, ahhhhh, esperen chicas, me… ahhhhhhhh, ¡me corro!

Mientras las gemelas realizaban un perfecto, lésbico e incestuoso 60; y Ariel, Valentina y Alexandra se divertían con un trío, Alice White era el blanco de dos miradas sumamente deseosas y lujuriosas. De rodillas al centro del escenario, mientras una lluvia caía desde el aparato en el techo, su hermana y su novia se acercaron a ella gateando, cachondas y ganosas.

—Ay, Cini, Twina, ¿qué van a hacerme? —preguntó Alice,mordiéndose traviesamente un dedo, ya una maestra en jugar a hacerse la inocente, pura y virginal.

—Lo que debimos hacerte entre las dos hace mucho, cari —respondió Cindy, abriéndole a Alice las piernas, y uniéndose a ella en la posición que más les gustaba a ambas: tijeritas. Sus húmedos chochos se unieron y besaron entre sí, sus clítoris se rozaron y se hincharon al contacto con el de la otra, en una baile maravilloso que se sabían de memoria—. Ohhh, cariño, ¡me encanta tu coño!

—¡¡¡¡Ayyyyyyyy, qué ricooooo Ciniiiiiiiii!!!!

—No te olvides de mí, hermanita adorada —dijo Ariadna, de pie. Puso su coño, abierto por sus dedos, a la altura de la boca de Alice, que no tardó en hundir el rostro entre las piernas de su ya-no-tan-recatada hermana—. ¡Oh, por todos los cielos! Hmmm, parecías tener hambre, angelito.

—Slurrrrp, slurrp, slurp, síiiiii.

Alexandra era ahora la penetrada en cuatro por el dildo de Gabrielle, que esta vez era usado por la propia Valentina, que ya se había corrido dos veces por el culo y una por el coño. Sin embargo, en lugar de usar las manos, estaba penetrando a su prima con su boca, con la cual sostenía la base del dildo, que chupaba como si fuera la más rica polla. Alexandra, entre tanto, devoraba el chumino de Ariel, como habían hecho tantas veces desde que eran colegialas, y follaban en los baños de la escuela. En ese tiempo, solo era primas… ahora eran mucho más.

—Fóllame con la lengua, eso Alex, sí, sabes que así me gusta, oh, síiiii —gimió Ariel, recostada de espaldas, acariciándose las tetas mientras veía la cabeza de Alexandra devorándole la entrepierna como si fuera una perra hambrienta.

—Es que sabes deliciosa, y si Vale me sigue follando así… oh, no… voy a correrme. ¡Quiero que sea a lo grande! —anunció Alexandra, llamando la atención de las otras chicas. Si iba a ganar el concurso por tercera vez consecutiva, solo iba a hacerlo con una súper estrategia—. Ari, Alice, Cindy, Cat, Kat, vengan aquí. ¡¡Es momento del tren!!

Las 8 muchachas ya habían visto suficiente porno lésbico para saber de qué se trataba la maniobra, y estaban más que a bordo con la idea. Alexandra se puso de espaldas y Alice se acostó de estómago entre sus piernas para comerle el coño a su hermana mayor, como correspondía a una buena hermanita. Detrás de Alice, en cuatro, se ubicó Catherine, que no perdió tiempo en devorar el chumino de la pequeña. Detrás de Catherine se puso Ariel, que se moría por devorar el coño de cualquiera de las gemelas. Valentina penetró a Ariel por el culo, aún con el dildo en la boca. A la propia Valentina la tomó Cindy, que metió la lengua lo más profundo que pudo, sin pudor, en el culo de la bailarina. Katrina, metió los dedos y la lengua en el coño palpitante y mojado de la joven Cindy, y detrás de Katrina, Ariadna devoró la entrepierna de la gemela restante, degustando todos los fluidos que salían de sus agujeros, pasando la lengua como si no pudiera saciarse. Desde luego, para completar el ciclo, Ariadna se sentó en la boca de Alexandra, para que ésta le realizara un cunninlingus de hermana mayor que solo ella sabía hacer, sabiendo lo que le gustaba a su hermana.

Alexandra, Alice, Catherine, Ariel, Valentina, Cindy, Katrina, Ariadna, y de vuelta a Alexandra, formaban un ciclo maravilloso. Un tren lleno de lujuria y deseo en que las lenguas y los dedos realizaron el trabajo de las mejores pollas. Las ocho chicas no tardaron en correrse, y la repetición tampoco se hizo esperar.

—¡¡¡Ahhhhh, Alice, me estás haciendo correr, bebé!!! —exclamó Alexandra.

—Ayyyyyy, síiiii, Gatita, qué ricooooo —dijo Alice.

—AAhhhh, me corro en tu boca Ariel, ¡me corro hija de putaaaaa! —gritó Catherine.

—Hmmm, tómate todo, si pudiera me mearía en ti, Vale, hmmmmm —se satisfizo Ariel.

—Oh, ¡cómo me encantaría eso! Ah, me corro otra vez, ¡¡¡ahhhhhhhh!!! —voceó Valentina.

—Qué rica corridaaaaa, me lo voy a tomar todoooooo, slurrrrp —saboreó Cindy.

—Tú también te viniste en mi boca, negrita… Hm, Ari, toma mis jugooos —anunció Katrina.

—¡Me vengo! ¡Me vengo, chicas! ¡Me vengooooooooooooooo! —clamó Ariadna, al borde de las lágrimas. Estaba feliz. Sumamente feliz.

Con las espaldas arqueadas, el agua cayéndoles encima, los hombres y mujeres de la audiencia masturbándose para ellas, la excitación de todas ellas estaba más allá de los límites posibles. Eran putas. Eran mujeres para quienes el sexo era igual a respirar, y eran la nueva generación que había aprendido de sus madres y tías a disfrutar de los placeres de la carne. Y entre ellas, Alexandra además pensaba en lo bien que iba a ser ganar el evento…

...Hasta que, después de correrse de nuevo, Ariadna se separó del tren, gateó como una gata en celo hacia el alcalde, que se cascaba frenéticamente, y le pasó la lengua por la polla. Luego se puso de pie y tomó el micrófono de sus manos. Este era el momento en que no solo su familia, sino que todo el condado, la gente de la escuela incluida, sabrían que ya no era una mojigata. Era una muchacha cachonda que vivía del sexo, que follaba a diario con sus padres, sus hermanas, y su propio hermano mellizo. Que vivía de los fluidos corporales.

—Ahora, para nuestro gran final, me gustaría pedirle a la gente del público que se corra sobre nosotras. Chicos, chicas, no nos importa. Y usted también, señor alcalde, por favor, denos nuestros juguitos y nuestra lechita.

Alexandra supo enseguida que había perdido ante su hermana, y no le importó. Sonrió de orgullo, y se unió a las otras chicas, de rodillas, formando un círculo, con las palmas hacia arriba, los ojos abiertos y ganosos, las lenguas hambrientas bien afuera. Una estampida de gente subió al escenario, incluyendo a las familias de las chicas. Coños a punto de estallar, vergas hinchadas, estaban esperando un momento así para empapar a aquellas delicias de mujer.

—¡¡Eso es, suban todos, denle un baño de fluidos a nuestras buenas chicas!! Y el señor Alexander y los demás jueces ya dieron su veredicto, ¡¡¡y Ariadna White es la ganadora!!! Démosle el premio que se merece, damas y caballeros.

Pero no solo Ariadna, sino que las otras 7 chicas recibieron su premio. Un premio caliente, lechoso, blanco o transparente. Litros y litros de fluidos fueron a parar a los rostros, el cabello, la lengua, las tetas, los vientres, el pubis, las piernas y los culos de las muchachas, que buscaron tragarse lo que más pudieron, deseosas como buenas y cachondas perras.

—¡Qué delicia, más, más! —gritaron las chicas, y algunos miembros de la audiencia cumplieron su deseo de una segunda ronda.

El condado tardó, pero logró quedar completamente satisfecho.

Continuará...