La Familia White (23)

Wellington Black persigue a Alice al viñedo de su tía Gabrielle, pero en su lugar se encuentra con Valentina, que lo tortura sexualmente. Mientras tanto, Alice se somete a una sesión de fotos con su primo Junior.

Capítulo 23: Espiando y fotografiando

Probablemente es difícil entender el confuso e incestuoso árbol familiar que se ha armado. En especial porque a los White les encanta nombrar a sus hijos empezando con la letra A. Les presentamos a los lectores lo que deben entender.

En el origen, estaban los hermanos Aaron y Audrey White, viviendo en la granja ancestral White. En algún punto ambos se separaron por razones desconocidas.

Aaron se quedó en Estados Unidos, donde conoció a la ganadora del concurso de belleza adolescente de aquel año, Melissa Green, y se casó con ella. Tuvieron tres hijos: Andrew, Alexander y April. Los cinco comenzaron muy tempranamente sus aventuras incestuosas, especialmente llevados por la locura innata de April, heredada de su padre.

Audrey se fue a Inglaterra con un rico caballero, Sir Graham Black, que quiso darle una mejor vida, se casó con él, y tuvieron cuatro hijas: Elizabeth, Isabella, Charlotte y Gabrielle. Que, si lo piensan bien, también son White, por parte de madre, y lo mismo todos los hijos de ellas.

Las cuatro damas se entretuvieron sexualmente entre sí, con sus padres, y con su tío, el Padre Duncan Black. Cuando eran adolescentes, las cuatro hermanas viajaron a Estados Unidos y conocieron a sus primos, sin saber que lo eran. Elizabeth descubrió las aptitudes sexuales del tímido Andrew, mientras que Charlotte conquistó a Alexander con intensas folladas al aire libre.

Elizabeth y Andrew se dedicaron a las empresas y negocios, heredaron la multimillonaria mansión de los Black en Inglaterra, y tuvieron dos sensuales hijas gemelas, Catherine y Katrina, además de un muchacho arrogante e irritante, Wellington.

Isabella Black se fue a China, donde se convirtió en una reconocida matemática. Conoció allí a una famosa e inmensamente sensual fotógrafa, Li Meilin, y se casaron en una isla en el Pacífico. Meilin ya tenía un hijo, el tímido Li Shao, quien fue adoptado legalmente por Isabella.

Charlotte y Alexander se quedaron con la granja ancestral, y tuvieron cuatro hijos: Alexandra, los mellizos Arthur y Ariadna, y la hija menor, Alice.

Gabrielle Black conoció a un desinhibido cubano llamado Amador Rojo. Juntos trabajan una viña muy exitosa, con muchos empleados a quienes Gabrielle folla a diario, así como a sus hijos: la libidinosa Valentina y el apasionado Amador Junior.

Finalmente, la otra hermana de Amador y Alexander, April White, se dedicó a las “hierbas medicinales”, en una humilde cabaña al sur de Estados Unidos. Tuvo una hija, Ariel White… ahora revelada como hija de su hermano Alexander, y por lo tanto, media hermana de Alexandra, Ariadna, Arthur y Alice. Ya veremos cómo afecta esto la dinámica familiar de esta gigantesca, libidinosa e incestuosa familia tabú.

Comprendido esto, continuemos con nuestra historia.


Wellington Black, aprovechando su elasticidad natural, se escabulló y pasó a través de las rejas que protegían la viña de la familia Rojo. El muchacho pelirrojo se metió y cruzó corriendo entre las vides, buscando por todos lados, como un sabueso con la polla hinchada.

—Estoy seguro que esa pequeña ninfa de mierda vino acá con nuestros tíos… ¿dónde estás, chiquilla ninfómana? —preguntó al aire mientras avanzaba entre las hojas, acercándose a la casa de la familia Rojo. Alice White, su prima menor, había ido de visita allí, aunque Wellington juraba que estaba escapando de él. No iba a perdonarle las humillaciones a las que ella y su amiga de mierda, Cindy, lo habían sometido, solo porque quería un poco de sexo… ¿qué había de malo en ello? Especialmente cuando era “obviamente” el mejor amante en la familia.

El muchacho llegó a las paredes de la casa luego de esquivar la mirada de un par de los agricultores que trabajaban para sus tíos Amador y Gabrielle. Alice debía estar con ellos, sin duda.

De pronto, Wellington pasó junto a una ventana abierta, y luego de procesar lo que había visto, retrocedió silenciosa y rápidamente, y miró por la ventana. ¡La habitación matrimonial! Pfff, claro de las casas de los campesinos, pensó Wellington, que había vivido toda su vida en la mansión de los Black. La habitación matrimonial no estaba al fondo de una mansión, sino que a plena vista de medio mundo. Y en esta ocasión lo apreciaba.

Su tía, Gabrielle White-Rojo, la hermana menor de su madre, salía de la ducha con solo una toalla alrededor de la cintura, protegiendo su torneado y curvilíneo cuerpo. Su brillante cabello rojo mojado y suelto, cayendo en cascada sobre su húmedo cuerpo, sus largas piernas a pesar de su corta estatura, la hacían ver espectacularmente sexy (como todas las hembras en su familia, pensó).

La tía Gabrielle no lo vio espiándola cuando se acercó al mueble de ropa y comenzó a elegir las prendas que utilizaría el resto del día. Wellington se bajó el cierre del pantalón y su larga y delgadísima polla, como un palo ligeramente torcido hacia la derecha (lo cual siempre le había parecido muy adecuado), salió al mundo. La tomó como un tesoro entre sus manos, y comenzó a hacerse la paja con lentitud.

—Ohhh, oh, tía, sí… póngase toda la ropita, mamacita —susurró sudando copiosamente, con la lengua afuera, mostrando los grandes dientes de conejo.

La tía Gabrielle sacó unos shorts azules y una camiseta azul que, de seguro, le transparentaría todo si le lanzaba agua. Pero lo mejor estaba por venir, obviamente. Gabrielle se inclinó a un estante inferior, y cuando lo hizo, su toalla se levantó y Wellington tuvo una perspectiva impresionante, y completamente detallada y depilada, del coño y el culo perfecto de su tía, a tres metros de su polla levantada, con solo una gruesa pared de cemento entre ellos.

—Ohhhhhhh, quiero follar ese coño… —dijo Wellington, masturbándose más rápidamente mientras la tía Gabrielle, aún inclinada, seleccionaba su ropa interior. La menor de las hermanas Black optó por unas bragas negras con detalles floreados, y un brasier de encaje del mismo color—. Ohhhh, n-no, no, no, mejor ese culo. Sí… dame tu culo, tía Gabi, síiiiii…

Cuando la tía Gabrielle sacó unas medias de encaje, el muchacho casi se corre en la pared, y tal vez lo habría hecho porque se llevó un susto de espanto cuando sintió una presencia iracunda detrás de él. Sudó la gota gorda pensando que eran Amador o Junior, y se volteó nerviosísimo, a sabiendas de que no podría defenderse de la golpiza que cualquiera de esos dos hombres de campo ignorantes podrían darle.

—Wellington Graham George Black II, ¿qué carajos haces espiando a mi madre? —preguntó Valentina Rojo, la hija mayor de sus tíos. Lucía una camiseta roja sin mangas, corta y escotada, que dejaba al descubierto su escultural cintura; además de zapatillas de correr blancas, y unos shorts de jeans azules y rasgados. La chica tenía madre inglesa y padre cubano, pero ahora parecía vestida de bandera estadounidense. Una bandera sexy de piel bronceada y sedoso cabello castaño.

Wellington se relajó. Sería cosa de que su prima mestiza viera su larga polla para que se relajara, y no diría nada.

—Ah, primita adorada, verás, es que mi miembro está…

No le costó ni un poco a Valentina tomar a su primo, doblegarlo y arrastrarlo lejos de la casa como si fuera un muñeco de trapo incapaz de oponer resistencia, limitado a patalear.

Mientras tanto, al interior de la casa, la alegre y no-tan inocente Alice se dirigía a la habitación de su tía Gabrielle para saludarla. Aquel día utilizaba su falda de vuelitos púrpura, una camiseta rosa, una cadenita con un corazón rojo (que le había regalado Cindy, con la que ya podía decirse que estaba saliendo), sandalias, y su cabello castaño atado en sus características coletas.

pero se detuvo frente a otra habitación, muy oscura, que desprendía una extraña luz roja. Curiosa, Alice abrió la puerta con cuidado, y encontró un sinfín de pequeños cuadraditos colgando de unas cuerdas que cruzaban la habitación.

—¡La puerta! —exclamó alguien, y Alice la cerró rápidamente con ella adentro de la oscura habitación. Luego, desde la luz escarlata, surgió la figura de su primo Junior.

A pesar de solo ser un año mayor que ella, Junior se veía mucho mayor. Con un físico perfecto, piel bronceada, encanto latino natural, cabello largo… Cuando estuvo saliendo con Ariadna, Alice se sintió bastante celosa. Era una verdadera escultura lo que tenía enfrente.

—Perdón, Jota —se excusó la chica, bajando la cabeza con timidez. Así lo llamaba. “Jota”.

—Oh, Alice, lo siento yo por asustarte así —dijo Amador Junior, acariciando la cabeza de su primita—. Es solo que en este proyecto, se necesita un tipo especial de luz.

Junior le explicó a Alice que había tomado un proyecto de fotografía en la escuela, y que estaba encontrándole el gusto a la materia, pero que estaba teniendo un par de problemas. El principal siendo que no tenía un “tema” que fotografiar. Le mostró todas las imágenes que había tomado, de aparatos tecnológicos, árboles, uvas, los autos que pasaban por la carretera, a sí mismo… pero ningún tema lo convencía.

—Ay noooo, pobre primito —dijo Alice, acariciándole a Junior su largo y sedoso cabello, honestamente preocupada por él—. ¿Puedo ayudarte de alguna manera?

—¿Se te ocurre algún tema para mi proyecto?

—Hmmmmm, ¿qué tal animalitos? Los animalitos son lindos, y aquí cerca hay muchos.

—Varios de mis compañeros y compañeras están haciendo su tema de animales. Necesito algo más… no se —dijo Junior, cada vez más frustrado.

—¿Más qué? —dijo Alice, poniendo la cabeza de su primo inocentemente sobre su pecho para poder acariciarle la cabellera y serenarlo.

—Más provocador. Quiero algo que llame la atención, Alice. ¡Algo que haga que la gente no pueda dejar de mirar! —exclamó el muchacho, con la atención fija en el escote de su primita—. ¡Oh por Dios, claro!

—¿Qué? ¿Qué sucede? ¿Se te ocurrió algo? —preguntó ella.

—El inocente cuerpo femenino de una chica de tu edad, de una chica hermosa como tú… ¡Eso es lo que fotografiaré! Alice, prima, ¿me dejas fotografiarte?

—¿Yo, hermosa? Ohhhh, solo dices eso para que me sonrojeeee.

—No, hablo en serio, eres preciosa, tienes una carita angelical, pero el cuerpo de infarto de una diablita —dijo Junior, pasando las manos rápidamente por el cuerpo de su prima. Su cerebro estaba dividido entre interés por su trabajo y una excitación creciente y alarmante.

—¿En serio crees eso, Jota? —preguntó ella, ruborizada. Sintió que su corazón latía fuertemente.

—Sí, y te lo demostraré.

Amador Junior tomó a su primita de la mano y la llevó a su habitación corriendo. Ambos se encerraron después, Junior cerró sus blancas cortinas, sentó a Alice en su cama, encendió unos focos especiales que su padre le había comprado, y tomó su cámara, que había comprado con su propio trabajo en el campo de un vecino.

—Ahora, Alice… quiero que poses para mí.

—¿Posar? Hmmmmm… —Alice se sentó en la cama con las piernas cruzadas, se inclinó un poco hacia atrás, y le brindó una bella sonrisa al foco de la cámara—. ¿Así?

—¡Perfecto! —exclamó él, fotografiándola desde distintos ángulos—. ¿Qué tal si ahora me muestras una carita más inocente y angelical? A ti te sale natural.

—¿Así, Jota? —Alice puso la cabeza sobre sus manos, y miró dulcemente a su primo, que tomó fotos cada vez más entusiasmado.

—Sí, eso es. Ahora desde aquí —Foto—. Ahora aquí. —Foto—. Alice, bebé, ¿qué tal si ahora pones una carita más maliciosa? —aventuró Junior, sin saber si su prima sabía a qué se refería.

Para su sorpresa, sí lo sabía. Alice se sentó de lado sobre la cama, con una pierna extendida y la otra doblada, resaltando la curvatura de su trasero debajo de la faldita, y sacando lo más que pudo su pecho hacia adelante.

—¿Así te gusta, Jota? —preguntó la chica, entrecerrando los ojos, sonriendo con picardía y llevándose un dedo travieso a la boca, que mordisqueó coquetamente.

—Oh… sí. Me gusta, Alice. —Junior se bajó los pantalones, y su inmensa y venosa polla salió de su prisión. El muchacho solo tenía su camisa a cuadros puesta ahora, pero se la abrió para mostrarle a su primita su escultural y musculoso pecho—. Ahora, ¿qué tal si te inclinas un poco?

Entre tanto, Valentina Rojo ató sin muchos problemas a su primo Wellington a un árbol. Con unas cuerdas, ató sus manos a unas ramas, y sus pies a unas raíces. Con los pantalones aún abajo, su larga pero débil verga colgaba ahora hacia abajo, frente a la muchacha.

—Ohhhhhh, vamos primita, no hagas esto.

—Debiste pensártelo mejor antes de espiar a mi mamá, rata.

—Pero oye, ¿qué vas a hacerme? No vas a dejarme aquí colgado, ¿o sí?

—Por supuesto que no. Estarás ahí colgado hasta que venga papá o mi hermano y te de la putiza de tu vida.

—Oye oye oye oye ¡espera! ¿Qué tal esto? Si me descuelgas… eh… —nervioso, Wellington miró hacia abajo, pasó la mirada por el cuerpo sensual y voluptuoso de su prima, y luego llegó a lo más preciado que tenía: su propia polla—. Si me descuelgas, te daré mi pene, ¿sí? La follada de tu vida, te lo prometo, primita.

—Jajaja, ¿estás de broma? —rio Valentina, agarrando la verga flácida de su primo, que acarició lentamente con la yema de sus dedos—. ¿Qué clase de hombre le ofrece a una chica su propia satisfacción? ¿O de verdad tu ego es tan grande que crees que eres el mejor amante del mundo, pobre tonto?

—¡¡¡Yo no bromeo!!! —se ofendió el hijo de Elizabeth—. ¡Yo solo digo los hechos! Nadie se ha resistido a mi verga, y puedo demostrártelo. Tendrás la noche de tu vida si me sueltas ahora.

—Son las 11 de la mañana.

—¡¡¡La mañana entonces!!! Vamos, prima, suéltame, sé que me necesitas… —dijo Wellington, comenzando su juego favorito de hacer bailar su polla en círculos, jurando que eso le encantaba a todas las chicas.

—Tienes un miembro muy interesante, no te lo niego. Es diferente al de papá, mi hermano, o el tío Alexander, quizás hasta más largo, a pesar de estar torcido —dijo Valentina, admirando la hombría de su primo, hasta que súbitamente lo miró a los ojos, y se agarró sus propias tetas—. Pero ¿sabes? Te equivocaste en decir que lo necesito. ¿Honestamente crees que una chica como yo no ha tenido todas las polla que he deseado, cada vez que quiero? ¿O que necesito una polla cuando tengo mis propias manos y lengua para satisfacerme?

Valentina se acarició los pechos, y luego se quitó la camiseta, revelando que no llevaba nada de ropa interior debajo. Sacó la lengua, y sin ningún problema comenzó a lamer uno de sus pezones, y luego el otro, mientras movía insinuantemente la cintura de lado a lado.

—P-prima… ¿estás…? No, no hagas esto cuando me tienes así, por favor.

—¿Crees que mi boquita necesita tu larga polla? —Sin dejar de bailar lenta y seductoramente, Valentina se llevó los dedos a la boca y los chupeteó lascivamente, antes de llevar las manos a su entrepierna, debajo de los shorts—. ¿Crees que este, mi chumino mojado y hambriento, necesita comer de tu verga?

Wellington sufrió una erección, pero no podía tocarse la verga, atado de pies y manos como estaba. Sus ojos estaban clavados en la sexy bailarina que danzaba frente a él, semidesnuda, pasándose las manos por el cuerpo. Comenzó a sudar, nervioso y frustrado.

—Vamos, suéltame, ¡libérame, hija de puta!

—¿Hmm? ¿Así me llamas ahora, primo pervertido? —Sonriente, Valentina se dio la vuelta y se inclinó un poco para que Wellington pudiera mirar su redondo, duro y grande culo. Para irritarlo aún más, se bajó un poco el mini-short, revelando una delgadísima tanga negra, que no dejaba nada a la imaginación—. ¿No me digas que quieres espiar más de cerca? ¿Hm? ¿Quieres verme el culito? ¿Crees que mi ano lujurioso necesita de tu pene adentro?

Todavía bailando, mientras jugaba con sacarse o no el mini-short, Valentina se acercó a su víctima, se inclinó un poco con las manos en sus tetas, y lamió solo una vez apenas la punta de la polla erecta de su primo, antes de volver a alejarse.

—Nooooooo, vuelve, vamoooooooooos, ¡sigue haciendo eso, perra mestiza estúpida! ¡Sométete a mi polla, mierda! ¡¡¡No me hagas esto!!!

—Ufff, con esa boquita va a ser difícil, además que no sabe tan bien. Jaja, será muy difícil tener novia cuando tratas así de mal a tu coqueta prima, o andas de mirón con mi mamá, o… andas persiguiendo a tu dulce primita menor por todo el pueblo —sentenció, con aire amenazante y provocativo a la vez, al mismo tiempo que comenzaba a masturbarse frenéticamente con la mano dentro del short, frente a su primo horrorizado.

—¿Qué? ¿Cómo sabías que estaba siguiendo a...?

—Vas a empezar a portarte bien con tu familia, guapo, o no podrás tener nada de esto. —Sin dejar de masturbarse, Valentina se puso de rodillas bajo su colgado primo, levantó la cabeza, y sin pudor empezó a lamer los testículos de Wellington.

Entre tanto, en la habitación de Wellington, éste le pidió a Alice que se inclinara en cuatro patas sobre la cama, a lo que la chica obedeció sin problemas. Gateó un poco por la cama mientras el muchacho le tomaba fotografías, acercándose a ella. No llevaba ropa interior, lo que lo enloqueció. Cuando estuvo delante de ella, tocó con su enorme miembro el culito de su prima, que soltó una risita inocente.

—¿Qué es eso que siento ahí? Jijiji.

—Vamos, mira a la cámara en esa misma posición.

Ella obedeció, y la verga de Junior se hinchó ante la sexy visión que tenía enfrente. Era diferente a su hermana, desbordaba tanta inocencia mezclada con traviesa sensualidad que se puso más duro segundo a segundo mientras fotografiaba a la chiquilla. La mirada de la menor de los White indicaba deseo, lujuria… Junior no podría aguantar mucho más.

El chico se puso de rodillas y comenzó a lamer la rajita húmeda de su prima, a lo que ésta respondió con un profundo suspiro de placer. La niña se subió la camiseta y comenzó a acariciarse lentamente los senos mientras su corazón se aceleraba.

—Jota, me estás besando muy bieeennnn… aaaayyy, sí…

—Oye, slurrrp, escuché que tenías una… “¿amiga?” Slurrrrp, slurp. ¿O es más que amiga? Bueno… ¿Irá ella a…?

—Tenemos una relación abierta, según ella, jijiji.

—Me alegro. —Junior tomó su cámara y fotografió el mojado conejo de su prima debajo de la falda, tan corta que no necesitaba bajársela.

—Jota…

—Oh… —pensando que la chica se iba a molestar por tomarle fotos, Junior se detuvo y retrocedió un poco, pero ella lo detuvo—. Perdón por las fotos, prima, yo…

—¿No prefieres que me saque la ropita mejor? —preguntó sonriendo. Esa era la invitación y el consentimiento que necesitaba.

Alice se quitó la falda y la camiseta, quedando solo con sus zapatillas puestas. Se recostó de espaldas sobre la cama, se abrió de piernas, y Junior se introdujo en ella sin necesidad de más previa, dada su lubricación natural.

—Aaaaayyyyyyyyyyyyyy, sí, hmmm. ¡Eres enorme, primo! Ay, ay, ¡ay! —exclamó Alice. Siempre quiso que Junior se la metiera así. Después de tantas noches espiando a Ariadna haciéndolo con él, al fin cumplía su deseo de tenerlo solo para ella.

—Tú también, ahhhh… vamos, posa, mostrémosle a todos lo increíble que eres. —Junior se puso a follarla al mismo tiempo que le tomaba fotos. Apuntó a sus tetas, fotografiándolas en distintos ángulos a la vez que se mecían con la follada. Apuntó a su rostro, mostrando las distintas expresiones de placer que ella producía, en medio de sus gritos, gemidos y sonrisas.

—Ayyyyyy, más rápido, primo, mmmmmmm.

—Ahhhh, ahhhhh, sí, sí, vamos, pon las piernas arriba—. Junior puso las piernas de su primita sobre sus anchos hombros y aumentó la profundidad y velocidad de penetración en el coño de la chica, que se moría de placer.

—Uhhhhh, ay qué rico, me muerooooooo, hmmmmmmm.

—¿Te gusta? —Con una mano, Junior atrajo a su prima hacía sí mientras aplicaba sus envestidas, y con la otra no dejaba de tomar fotos, con zoom y desde lejos, al pequeño pero sexual cuerpo de Alice White. Su mejor foto fue la de un pequeño orgasmo que ella tuvo, cuando su cuerpo entero se contorsionó, se flexionó, y luego volvió a mecerse de adelante hacia atrás ante las envestidas de Amador Junior Rojo.

—Síiiiii, muchísimo, hmmmmm, estás muy adentro, eres muy grandeeeee. Oh, oh, oh, c-creo que me voy a venir otra vez, hmmmm.

—Yo estoy que me corro, Alice… ¿puedo fotografiarte mientras te echo mi leche encima?

—Si es por el proyecto, hmmmmmm, desde luego, primmmmmmmmmmooooooooo.

Junior se separó de ella, y disparó cinco chorros de semen caliente en el rostro de su prima, que sacó gustosa la lengua para recibirlo todo, mientras Junior, haciendo un esfuerzo extra, intentaba tomar las mejores fotografías.

Alice también hacía lo posible por posar mientras la leche de su primo corría por su cuerpo. Jugueteó con el espeso y blanco líquido con sus dedos y con su lengua, chupándolo y volviendo a escupirlo sobre sus manos, para restregárselo por sus tetas mientras sonreía a la cámara.

—¿Te gusta así?

—Mucho, ¡muchísimo! —exclamó él, tomando las que quizás eran las mejores fotos de su vida. Decidió, mientras volvía a ponerse erecto ante el cuerpo de su prima, que quizás lo de la fotografía podía ser más que un hobby.

—Alice, ¿te importaría acostarte de estómago? Quiero probar otra cosa...

Entre tanto, Valentina seguía masturbándose mientras lamía las bolas de su primo. Cuidó de en ningún momento tocar el pene de ese arrogante cretino, era el castigo que merecía. Su larga y torcida polla parecía a punto de estallar, pero no lo haría jamás sin un poco de estimulación física.

—¡No merezco tanto castigo! ¡Deja que te lo meta, prima, y no te insulto más, perra de mierda! ¡O bésalo, o lámelo! ¡Chúpalo por dos minutos que sea, hija de puta!

—No lo estás haciendo bien aún, guapo… —La verdad era que la situación la excitaba mucho. Estaba sumamente cachonda, y los dedos en su coño quizás no serían suficiente estímulo esta vez, a pesar de cuánto disfrutaba de tocarse.

—Aunque sea… aunque sea tócalo un poco con tus dedos, ¡yo qué sé! Ahhhhh, perdón por espiar a tu mamá o lo que sea, mierdaaaa.

El chico ya poco menos se ponía a llorar. Era un chiquillo malnacido, arrogante y sumamente insufrible… pero tal vez no merecía tanta tortura. Al menos dijo la palabra “perdón”, y eso quizás nadie en la familia lo había oído.

—¿Vas a seguir persiguiendo a nuestra primita Alice?

—N-no, qué más da, es una chiquilla de…

—Con un no es suficiente.

—No.

—¿Y a su amiga? ¿Y a mi mamá la vas a volver a espiar así, mirón de mierda?

—¡No y no! Ya basta, sólo déjame metértelo, per… primita querida…

Valentina se puso de pie y volvió a bailar un poco otra vez, mientras se pasaba las manos por el cuerpo y su primo la devoraba con la mirada.

—No vas a meter tu polla en mi boquita salivosa, ni en mi chumino empapado, ni en mi profundo culito, ¿estamos claros?

—¿Eh? S-sí, lo que sea, pero entonces…

Valentina tomó la larga polla de su primo y comenzó a hacerle la paja de su vida, mientras ella misma no paraba de masturbarse también. Estaba humeando, sabía que no pasaría mucho hasta que tuviera un squirt fabuloso. Afortunadamente, al tarado de su primo tampoco le faltaba mucho.

—Ohhhhhhhhhhhh, sí, espera, más rápido, más rápido, apriétalo más fuerte, así, ohhhhhh…

—Córrete ya, guapo, córrete conmigo. Hmmmmm

—¡¡¡Ohhhhhhhhhhhhhhhhhhhh!!! —gritó desesperado e interminablemente el chico pelirrojo cuando un sinfín de lefa caliente fue a parar a la hierba. Decenas de litros que Valentina, solo por un segundo, pensó que debió haberse tragado sin desperdiciar.

Pero no era momento para ello. Valentina Rojo se colocó junto a su amarrado primo, puso una pierna sobre el tronco del árbol, y se masturbó frenéticamente con el coño apuntando a la polla aún erecta de Wellington.

—¿Q-qué estás haciendo…?

—Firmo nuestro acuerdo con respecto a mi primita. Me corro… ahhhhh, ahhhhh, ¡¡¡ahhhhhhhh!!!

Aún más abundante que el semen de Wellington, el squirt de Valentina que se derramó sobre el cuerpo de su primo fue una vertiginosa explosión de maravilloso líquido semitransparente, ligeramente dorado y brillante, que saltó a todos lados gracias a la mano traviesa de la chica, que la movió a todos lados para que su squirt fuera gratificante.

—Puaj… ¡mira cómo me dejaste, puerca! Todas las mujeres de esta familia están locas, son unas perras perversas… dios…

—Y solo por eso…. ufff, te quedarás aquí hasta que mi papá te encuentre. Ufffff, jaja, disfruta la golpiza, guapo.

Finalmente, Junior cumplió su deseo de meter su polla al interior del ano de su primita, tan inocente y al mismo tiempo tan sabrosa y cachonda. Completamente encima de la chiquilla, la penetró duro y muy fuertemente a pesar de haberse corrido recientemente sobre el cuerpo de Alice, que de vez en cuando se llevaba restos de lefa para tragarla.

—¿Vaya que te gusta el semen, eh?

—Síiiiii, muchísimo, es delicioso, hmmmmmm.

—¿Cuál te gusta más?

—¿Eh? ¡Eso no se pregunta, Jota! Todos son ricos, huelen rico, saben rico, hmmmmm. Papi, Twino, el hermano de Cini, el tío Andrew, tú, incluso el tonto de Willy…

—¿Te acostaste con Wellington también?

—Ahhhh, ayyyy, síiii, es rico probar a muchas personas distintas, hmmmm… ayyyy, mi culito, hmmmm, qué ricooooooooo.

—Alice, Dios mío, voy a venirme otra vez. —Junior parecía un animal en celo, completamente encima de ella, inmovilizándola para que no pudiera hacer absolutamente nada más que recibir su enorme polla en su ano.

—Síiii, hazlo adentro, quiero mucha leche adentro, ahhhh, ayyyyyyyyy.

La sensación de correrse en el culo de alguien es indescriptible, pensó Junior, mientras fotografiaba su polla hinchada derramarse al interior de las entrañas de su primita. No había nada como ello. Era algo de lo que ningún hombre en su familia jamás se iba a aburrir, y envidiaba particularmente un poco a Arthur por tener a esa chica inocente a su disposición cada vez que quisiese.

No se aguantaba por que llegara el día de la reunión familiar.

—¿Trabajando en tu proyecto, hermanito? —preguntó Valentina, que apareció solo con sus mini-shorts en la puerta de la habitación de Junior.

—Ohhh, hola hermana, sí, mi tema va a ser fotografiar mujeres hermosas.

—Típico de ti. Hola, bebé.

—¡Hola, Morena! —exclamó Alice, sin fuerzas para levantarse a abrazarla como quería, agotada sobre la cama de su primo.

—Oye, Alice, sabía que vendrías… te tengo un regalo allá afuera, colgado de un árbol, jaja.

Continuará...