La Familia White (19)

Elizabeth y Charlotte intercambian esposos durante la tarde de reunión familiar. Esos esposos también son sus primos, y eso no lo pueden dejar de disfrutar. Apariciones especiales de Ariadna y Alice.

Capítulo 19: Swinger en familia

Mientras Arthur follaba con sus primas gemelas en el bosque de los manzanos, Alexander White, su hermano Andrew, su esposa Charlotte Black, y la hermana de ésta (y esposa… y prima de Andrew), Elizabeth, se pasaron la tarde animadamente conversando de toda clase de cosas. Antes de ausentarse por unos días, Alexandra compró para sus padres y tíos varios litros de cerveza “para que se divirtieran”. Elizabeth y Andrew habían traído sus propios víveres, y aún quedaba del licor que habían traído Amador y Gabrielle de su viñedo. En resumen, entre trago y trago, la conversación pronto comenzó a calentarse…

—¿Dónde están los chicos? —preguntó Charlotte, nerviosa y con el rostro rojo, mientras se inclinaba para encender la radio y ponía música bailable. Debajo de su cortísima falda podía verse su pequeña prenda blanca.

Wellington, Alice y su amiga Cindy se habían esfumado hacía mucho, y su madre estaba genuinamente preocupada por su hija.

—Oh, querida, ¿ya estás necesitando que tu pequeña te las mame? —preguntó Elizabeth, generalmente elegante y astuta, pero ahora deshinibida. Con un cigarro en la mano, y el humo cubriendo su rostro, se veía particularmente sensual.

—Solo quería saber sobre mi hija, puta boba —respondió Charlotte, entre medio de risas—. A-además, ella lo hace sensacional, como una bebita. Apuesto que mejor que tus gemelahhh.

—Siempre ha sido tan fácil que te,

hip

, que te emborraches —dijo Elizabeth, que sin ningún pudor (ni razón) comenzó a acariciarse las tetas por encima del vestido mientras miraba fijamente a su cuñado Alexander, el más ebrio de los cuatro.

—Ay, por favor, jajaja, mira quien habla… y oye, deja de mirar así a mi marido, furcia, jaja. ¡Es tu primo! —le reprendió Charlotte.

—Tu marido ES tu primo, querida —se defendió Elizabeth, quien se dirigió a Alexander—. Oye, Alexito, ¿te gusta lo que ves?

—M-mucho, sí,

hip, hip,

mucho —respondió Alexander, con una botella de ron en cada mano.

—Oh, dios mío —dijo Andrew, por lo bajo, que intentaba mantener la decencia entre trago y trago. Estaba avergonzado y ruborizado, especialmente por las miradas encendidas que Charlotte le dirigía de vez en cuando.

—¿Y quién te gusta más entre las dos? —Esta vez, Elizabeth se acarició la pierna a través del corte de su largo vestido.

—Oh, no, no sé, noooo —dijo apenas Alexander, antes de tomar otro largo trago, mientras Charlotte y Elizabeth reían.

—Parece que mi querido y viril esposo no es capaz de responder ahora. ¿Qué tal tú, Andrew?

—Oh, no me metas en esto, prima —dijo Andrew Black, el tímido, caballeroso y muy avergonzado líder de la familia Black, esquivando la mirada de su prima.

—Ay, no te hagas el santurrón conmigo, dulzura , que cuando joven lo más que bien que te escabullías… uff, me está subiendo la temperatura —dijo Charlotte, abanicándose con una mano mientras subía el volumen de la música y se ponía a bailar seductoramente delante de su familia—. Como decía, lo más bien que te escabullías de mi hermana para venir a follarme, o a Gabrielle. Y creo que una vez lograste hasta follarte a Isabella, ¿no?

—Eso sí sería un logro —dijo Elizabeth, sonriendo complacida.

—¡No es cierto! —se defendió el caballero inglés, ajustándose las gafas.

—Claro, claro, y yo soy una monja.

—Andrew se casó conmigo, Charlotte —dijo Elizabeth, tomando una bocanada de su cigarro con absoluta confianza, mientras su cascada de rizos rojos caía sobre uno de sus ojos hasta una de sus gigantescas tetas—, así que eso te indica quién lo hace mejor, ¿no?

—¿Acaso me estás retando, hermana mayor? —Mientras bailaba, se meneaba, se pasaba las manos por el cuerpo y sonreía lujuriosamente, Charlotte se fue acercado a Andrew. Antes de que éste pudiera reaccionar, Charlotte se puso de rodillas y le abrió el cierre del pantalón.

—Dios mío, Charlotte, ¿q-qué estás…? —tartamudeó Andrew, quitándose las gafas sin poder creer lo que veía.

—Hermana, ¿te molesta si ocupo a tu marido un rato? —preguntó Charlotte, tomando la polla de Andrew en su mano. La olió, y la golpeó contra su mejilla mientras sonreía satisfecha. Era venosa, más delgada y un poco más corta que la de Alexander, pero Charlotte había aprendido hacía mucho tiempo que el tamaño no importaba con tal de que se lo metieran.

—Por supuesto que no, adelante. Siempre y cuando me dejes llevar al tuyo arriba —dijo Elizabeth, poniéndose de pie y acercándose al borracho Alexander. Le tomó la mano y la guio hacia las escaleras—. ¿Le molestará a Ariadna el ruido?

—No creo —dijo Charlotte, mientras comenzaba a lamer el falo del hermano mayor de Alexander—. Cuando estudia se pone audífonos.

—Oh bueno… esperaba que se nos uniera. Ahora tú, cariño, ¿por qué no me acompañas al piso de arriba? Necesito ayuda con algo —dijo Elizabeth, indicando con su dedo a su entrepierna.

—¿Eh? Oh, claro, claro, sehehhhhh.

—Charlotte, por el amor de Dios, ¿qué cosas estás…?

—Ay, primito, ¿no quieres revivir viejos tiempos? —Charlotte, ebria pero consciente, pasó la lengua por el largo del tallo que tenía en su mano, de arriba hacia abajo y de vuelta, saboreando todo lo que podía, captando los maravillosos olores.

Con el tiempo, y después follar con tantísimos hombres distintos, Charlotte Black había aprendido a memorizarse la forma, aroma, sabor, largo, ancho y dureza de cualquier pene con solo tenerlo en sus manos una vez. Conocía perfectamente el de Alexander, y también el de su hijo Arthur, pero los demás no se quedaban atrás, y el de su cuñado no lo había olvidado.

—Charlotte, esto no está bien, tenemos que controlarnos… —dijo Andrew, sudoroso, abanicándose mientras se quitaba las gafas para limpiarlas.

—Vamos, te conozco bien “primo mayor”. No pasará mucho hasta que pierdas ese control del que te enorgulleces tanto —dijo Charlotte, abriéndose la escotada camisa negra que llevaba. Debajo no llevaba sujetador, por lo que sus grandes tetas tuvieron camino libre para salir.

—¡Oh, Charlotte! —gimió Andrew cuando Charlotte tomó su verga entre sus tetas, y comenzó a hacerle una maravillosa rusa. Además, siempre le había encantado cuando Charlotte le llamaba “primo mayor”, como cuando eran más jóvenes y se enteraron de que compartían sangre.

—Ahora, “primo mayor”, déjate llevar un rato, te voy a convertir en un salvaje pase lo que pase. ¿Te gustan mis tetas, “primo mayor”?

—Sí…

—¿Te gustan cómo le hacen una paja a tu pene?

—Sí, sí…

—Pronto también admitirás que lo hago mejor que mi hermana. Solo dame un tiempo —le desafió Charlotte, antes de derramar un hilo de saliva sobre la cabeza del pene de su cuñado, mientras lo masturbaba frenéticamente.

Entre tanto, en el corredor del segundo piso, Elizabeth derribaba fácilmente a su cuñado/primo Alexander en el suelo. Luego, con el pie, pisó el magnífico bulto que se presentaba en los pantalones del rechoncho borracho que le excitaba desde la primera vez que lo vio, en aquel bar.

—Has sido un chico muy malo, Alex, no has llamado a tu pobre prima en mucho tiempo.

—¿Eh? ¿C-cual? —balbuceó Alexander, cuyos ojos estaban clavados en el cuerpo de sexy femme fatale que tenía la mayor de las Black—. ¿I-Isabella?

¡Hip!

—A mí, querido, y el que te olvides te hace merecedor de un castigo. —Con exquisita habilidad, Elizabeth abrió el cierre del pantalón de su cuñado, y pronto, una verga magnífica salió a la luz—. Dios, cómo extrañaba ese pedazo de carne.

—Oh… oh, Eli… ohhh… —gimió Alexander, mientras ella lo masturbaba con su pie desnudo.

—Te veo muy tenso, querido, ¿quieres que te ayude? ¿Hm?

—Sí… ¡sí! Chu… ¡hip!, ¡chúpamelo!

—¿Que te lo chupe? ¡Qué manera tan burda y grotesca de pedir eso —dijo Elizabeth, aplastando el pene erecto de Alexander contra su enorme barriga—. Te mereces muchos castigos. ¿Quieres que empiece con el primero?

—S-sí… Sí, Eli…

Elizabeth tomó a Alexander de la camisa, lo irguió hasta que éste quedó sentado, y luego metió su cabeza debajo de su vestido. Allí en la oscuridad, Alexander descubrió que su prima llevaba un delicado y sensual conjunto de lencería roja.

—Quiero que TÚ me lo chupes. Ohhh… —musitó Elizabeth cuando él empezó, corriendo sus bragas hacia un lado para pasarle la lengua salvajemente por el coño—. Sí, ese es el lugar, querido, sí, sí, cómemelo bien, Alex…

—Charlotte… v-voy a… —comenzó a anunciar Andrew, que apenas se había movido de su cómodo lugar en el sofá mientras su prima/cuñada le hacía una rápida y deliciosa rusa con sus grandes tetas, mirando sus jugosos pezones.

—¿Ah, sí? Pues, venga, córrete en mi cara,

¡hip!

, báñame con tu lefa, “primo mayor”.

—Hhhhgnnnn… oh, ahhhhhhh.

Había dos cosas especiales por las que Charlotte definía y amaba la verga de Andrew Black-White. La primera se trataba de sus espectaculares eyaculaciones. No sabía cada cuánto lo hacía con Elizabeth, pero claramente siempre tenía las bolas llenas, y cuando se corría lo liberaba a chorros grandes y salvajes que caían por todos lados, ensuciándolo todo. Afortunadamente, las cuatro hermanas Black habían aprendido desde muy jóvenes que mientras más caótica, sucia y lechosa era la corrida, mientras más manchaba el cuerpo de la mujer, era mejor. Así que Charlotte disfrutó como una puta salida el que Andrew le cubriera el rostro y parte del cabello (y hasta permitió un chorro en el ojo) con su semen.

Lo segundo, y esto era lo mejor de Andrew, era su transformación. Podía no ser tan dotado como Alexander o Arthur, pero lo compensaba con su segundo aire, que lo convertía en una bestia cuyo único objetivo era penetrar a la hembra que tuviera cerca. Sus ojos se le hinchaban, rápidamente se quitaba las prendas que llevara puesta, y se lanzaba como un demonio sobre su presa apenas estaba libre de ropas.

Como siempre, así lo hizo. Charlotte estaba en el piso de la sala, debajo del cuerpo sudoroso y desinhibido de Andrew. La saliva de éste caía sobre el rostro de ella, lo que le encantaba, y cuando ella lo besó, el cachorro tímido, nervioso, puritano y gentil se convirtió en un animal hambriento de sexo, laborioso y carnal.

—¿No vas a esperar a que me quite las braguitas, “primo mayor”? —preguntó ella, seductora, a sabiendas de lo que se venía.

—¡No hay tiempo! —exclamó Andrew, mientras subía la minifalda de su cuñada, le rasgaba las bragas, y la penetraba abrupta y agresivamente con su reanimada polla—. Síiiii, síiiiii.

—¡¡¡¡Ohhhhhh, Andrew!!!! ¡Ohhhhh! ¡Cómo te extrañaba, cari! —Con cada embestida, un chorro de líquidos mezclados salía de la unión entre ambos y caía sobre la sala.

—Síiiii, ¡ahhhhhhhh! —gritó Andrew, mientras agarraba los muslos de su pareja y tiraba hacia sí, para hacer más profunda la penetración. No disminuyó la velocidad ni la potencia en ningún momento, estaba convertido enteramente en una bestia pasional.

—¡Fóllame, dame duro, fóllame! ¡¡¡Fóllame, Andrew, dame caña cómo me merezco!!! —Cuando estaba con el pasional Alexander, el sensual Amador, o el excitable Arthur, Charlotte podía darse el gusto de jugar un poco, de manejar la sensualidad. Por ejemplo, tocarse el clítoris o lamerse los pezones, o bailar un poco… pero cuando Andrew tenía su segundo aire era imposible. Solo le quedaba dejarse llevar, dejarse penetrar como si no fuera dueña de su cuerpo, y soltar todas las guarradas que los pulmones le permitieran mientras estaba en aquel caos de placer.

Entretanto, en el corredor del segundo piso, Elizabeth terminaba de correrse en la boca de Alexander, obligándole a tragarse todos los líquidos que salieron de su coño, a lo que él accedió con gusto. Luego volvió a lanzarlo al suelo, y se sentó sobre él, lista para follarlo.

—Voy a montarte ahora, Alex, y espero que lo disfrutes bien.

—Sí… sí, siéntate sobre mí, Eli.

—Pero te lo advierto, te voy a montar fuerte y duro. Si te corres antes de que te lo permita, lo vas a pagar muy caro, ¿entendido?

—Sí, fuerte y claro, ¡hip!

—Así me gusta, querido —dijo Elizabeth, antes de dejarse llevar por la gravedad. La gorda polla de Alexander se infiltró en los recónditos y rugosos interiores de su vagina, rozándola verticalmente mientras ella sucumbía al placer. La mujer se desató la parte superior del elegante vestido, se acarició las enormes tetas, y se relamió los labios mientras comenzaba a montar como su madre misma le había enseñado.

—AHHH, ahhhh, qué bueno estáaaahhhh

—¡Qué buena polla! ¡Qué grande, qué dura, qué venosa! Es una polla fenomenal, adivino por qué mi hermanita no se cansa de ella, ohhhh.

Una figura de cabello negro, largas piernas con calcetines, luciendo una camiseta celeste, y unas bragas blancas, apareció en el corredor.

—¿Eh? ¿Por qué tanto alboroto? ¡Ah! —exclamó Ariadna, que salió justo en ese momento de su habitación. Se quedó petrificada ante la escena que ocurría allí mismo en el corredor—. ¿Papá? ¿Tía Eli? ¿Qué…?

—Ay, querida, ya me preguntaba dónde andabas, ahhhhh —gimió Elizabeth, mirando a su sobrina y sin dejar de montar, como una vaquera a su toro—. No quería molestarte.

—N-no, es solo que… wow —se sorprendió Ariadna, al contemplar la habilidad de moverse y montar de la hermana mayor de su madre. Era dominante, elegante, sensual, controladora, poderosa, todo al mismo tiempo.

—¿Te gusta lo que ves, querida? —Elizabeth bajó un poco la mirada, y notó lo húmedos que estaban los calzones de su sobrina. Su mente, como era habitual en ella, trabajó fenomenalmente veloz—. Ya veo, por eso estabas así en el almuerzo. Ahhhhh, ahhhh, tú agárrame las tetas, Alex, eso, ¡sí! Querida, ¿te interrumpimos en algo cuando llegamos?

—¿E-eh? —se sorprendió la muchacha.

—Dime, ¿con quién follabas? ¿Arthur? Lo siento mucho, querida —dijo ella, sin esperar a la respuesta de Ariadna—. También me gustaría follármelo, y tu mamá dice que es increíble para su edad. Pero no te cortes, le permitiré a Alexander comerte el coño como compensación. ¿Te parecería eso, querida?

Ariadna ni siquiera lo pensó demasiado. Había estado demasiado cachonda todo el día después de que Arthur no pudiera penetrarla (y de imaginárselo follando con sus primas gemelas). Se quitó las bragas, corrió hacia su padre y se sentó en su rostro, manchándolo con sus jugos vaginales.

—Cómemelo, papá, cómeme el chumino, por favor.

—¿Eh? Hip, ¿hijaaahhh?

—Sí, papá, por favor, méteme la lengua.

—Ohhh, está bieeeh…

—Ahhhhhh, sí, ¡ahhh! Eso es, ¡métela bien, papá! ¡Chúpame bien el coño!

—Dios, esas palabras que usan ustedes… ¿Con esa boquita besas a tu tía? —preguntó Elizabeth, inclinándose hacia su sobrina. Sus labios no tardaron en conectarse.

—Ahhh, ahhhhh, ¡ahhhhhhhh!, ¡¡¡ahhhhhhhhh!!! —gritaba Charlotte, cada vez más muerte mientras Andrew la penetraba.

—Síiiii, síiiiii, qué bueno, hggggnnnnnnnn, grrrrrrr —pareció rugir el anteriormente dócil caballero inglés que era, devorando las tetas de Charlotte, que solo se dejaba llevar por oleadas y oleadas de placer. Antes de que pudiera percibirlo, la pelirroja se corrió por tercera vez.

—Ahhhhhhhh, esto es demasiado, ahhhhhhh, qué ricooooooo… Andrew, ¡primo mayor! Mira mi carita, está llena de tu leche, ¿la ves?

—Grrrr, hmmmmmmmmmm, ¡hgggnnnnn!

—Quiero que después me llenes otro agujero, quiero que te corras dentro mío, ¿sí, primo mayor? ¿Sí? ¿Vas a llenar completita a tu prima con tu leche caliente?

—Sí, ¡síiiii!

—¡Wow! ¡Tío Andrew, es increíble! —exclamó con asombro la muchacha que entró a la casa en ese momento, como si fuera cualquier cosa. Una dulce muchacha con una faldita corta de vuelitos, una camiseta corta, y el cabello amarrado en sus tradicionales coletas.

—¡Oh, hola Alice! Ahhhhhh ¿Dónde andabas, tesoro? —preguntó Charlotte, en medio de otro orgasmo. Andrew miró a su sobrinita pequeña como un demonio poseído.

—Fui a acompañar a Cindy a su casa, Wellington nos siguió, pero el hermano de Cindy se encargó de él, ¡fue muy chistoso, jiji! —rio Alice, mientras se sentaba en el sofá, se quitaba la faldita y las braguitas, y comenzaba a acariciarse el coñito—. ¿Mami?

—¿Síiiiiiii, ohhhhh, sí, tesoro? —preguntó su madre, en un caos de placer, con los ojos fuera de las órbitas, mientras Andrew le mordisqueaba los pezones sin dejar de observar a Alice.

—¿Me puedo tocar mientras te miro cogiendo con el tío Andrew?

—Por supuesto, ahhhhh, ¡claro que sí, hmmmmmm! ¡Ahhhh! ¡Mira todo lo que quieras, cielo!

—Ay… se ve muy rico lo que hacen… aaaaayyyy… —gimió Alice mientras comenzaba a acariciarse el clítoris con una mano, y los pequeños pechitos con la otra por debajo de la camiseta.

—Andrew, querido, quiero que les de un buen espectáculo a mi hijita, ¿sí? —Con algo de fuerza, Charlotte apartó a Andrew, y luego se dio vuelta, acostándose de estómago en el suelo. Luego se tomó las nalgas con las manos y las abrió, mostrando su agujero más secreto—. Primo mayor, ¿te gustaría follarme el c…?

Ni siquiera alcanzó a terminar la oración. Andrew se abalanzó sobre su cuñada, y sin siquiera apuntar, penetró a la pelirroja por el ano, entrando lo más que pudo, haciéndose paso a través de sus entrañas. Alice comenzó a masturbarse más rápido y frenéticamente, a juego con los gemidos progresivos de su madre.

—Ay, mami, el tío Andrew te está dando por atrás, hmmmmm —gimió Alice.

—Sí, tesoro, sí, y está riquísimo, ahhhhh, ahhhhhh —dijo Charlotte, en completo éxtasis mientras la polla de Andrew entraba en sus entrañas.

—Ohhhhh, hmmmmm. —Ante la mirada atónica de Andrew, Alice se reclinó hacia atrás en el sofá, levantó alta una pierna, y mientras no paraba de acariciarse la entrepierna, se metió el índice de la otra mano al interior de su culo—. Ahhhhh, ayyyy, sí, es muy ricoooooo.

—Oh, Alice, cielo, no me digas que también te quedó gustando eso, hmmmm —gimió Charlotte, recordando cómo Arthur estrenó el culo de su hermanita menor durante la orgía en la playa.

—Sí, sí, síiiiii, siempre que puedo lo hago, es muy ricoooooo, es muy rico, mami, hmmmmm.

—Bueno, eres una digna hija de…. oh, ohhh, ¡¡¡oh, Andrew!!! —exclamó Charlotte. Andrew, mirando a Alice, aumentó la potencia de sus embestidas—. Primo mayor, ahhhh, espera, estás siendo muy fuerte… ahhhhhhh, ahhhhhhhhhhhhhh, ¡me voy a volver loca, es demasiado! Ohhh! Hmmmm, ahhhhhhhh, sigue, sigue, más, voy a explotar, ahhhhhhhhhh.

—Grrrrrr, me voy a correr, hggggggnnnnnn —dijo Andrew, ahora poco menos una borrasca encima de su cuñada/prima/amante, babeando sobre la espalda de ella.

—AHHHHH, SÍ, VENTE, LLÉNAME COMPLETA, PRIMO MAYOR, ¡RÓMPEME! ¡¡¡ÁBREME EL CULO Y HAZME PEDAZOS!!!

—¡GRRRRRRRRRRRRRRR!

La explosión de semen fue vehemente y violenta. Charlotte se sintió llena, como si algo le hubiera faltado hasta ese punto. Como si ahora le hubieran puesto la pieza del rompecabezas que le faltaba. Para muchas mujeres eso sería rarísimo de escuchar, pues Charlotte tenía sexo a diario, a veces más de una vez al día.

Lo cierto era que así la habían educado. Era una ninfómana sin remedio, igual que sus hermanas, igual que su prima April, igual que su madre, y se enorgullecía de ello. Y quería enseñarle eso a sus hijas, que no había nada mejor que un buen orgasmo producto de una polla llenándole alguno de sus agujeros. O un coño corriéndose en su boca, cuando la salchicha faltaba.

—¿Mami? ¿Puedo…? —preguntó Alice, poniéndose de pie con un dedo metido en el coño y otro en el culo.

—Sí, mi cielo, ven. Limpia muy bien la polla de tu tío Andrew, ¿está bien?

—¡Sí, mami! —exclamó Alice, entusiasta, lanzándose a la polla agotada de un cansadísimo Andrew, lista para metérsela en la boca.

Elizabeth Black pensaba lo mismo mientras se corría abundantemente en la polla de Alexander, y veía a su sobrina Ariadna disfrutar tanto el montar la lengua de su padre. Recordó que, cuando era joven, competía mucho con sus hermanas sobre quien recibiría el pene y la lefa del hombre que estuvieran follando. Ella era la que más ganaba, pero la diferencia no era demasiada.

—Vaya, eres todo un macho, has aguantado más de lo que pensaba, querido, hmmmm —dijo Elizabeth, ocultando cuánto disfrutaba de la verga gorda de aquel hombre.

—M-mi papá es el mejor, e-es un dios, ah.. ahhhhh —gimió Ariadna, agarrándose las tetas mientras disfrutaba de la comida de coño.

—Oh, no digas eso cuando aún no has probado tanto, querida. Un día te voy a presentar a mis mayordomos personales, hmmmmm, cuatro penes de la mejor casta elegidos por mí misma.

—E-eso m-me gustaría… hmmmmmucho, tía Eli, ahhhhh.

—¿Hm? Siento la hinchazón, Alexander, no me puedes engañar. ¿Vas a correrte, querido? ¿Vas a llenarme la vagina de semen? —Elizabeth aumentó la velocidad y profundidad de las sentadas. Se había corrido ya varias veces, pero era perfectamente capaz de mantener la sangre fría e impedir que se notara..

—Oh, tía, tía, ¿puedo recibir la leche de papá?

—No, querida, lo siento… No puedes directamente.

—¿Eh?

Alexander, silencioso en su borrachera, disparó cinco potentes chorros de semen caliente al interior de la vagina de Elizabeth. Luego, la mayor de las hermanas Black se puso de pie y puso el coño húmedo a la altura de Ariadna, aún sentada sobre la boca de su padre.

—Si quieres el semen de Alex, vas a tener que tomarlo de esta fuente, querida —dijo Elizabeth, abriéndose los labios vaginales con los dedos.

Cuando Ariadna vio un líquido brumoso, caliente, espeso y blanquecino comenzar a caer y derramarse desde el interior de aquella vagina inclemente, sacó la lengua con desesperación y comenzó a recoger y tragar todo lo que podía. No lo pensó, ni siquiera lo esperó un segundo. Sentía que se moriría sin tragarse el semen de su padre.

Elizabeth le tomó el cabello con su mano libre, y pegó el rostro de su sobrina contra su vagina llena de lefa. La muchacha se lo bebió con gusto.

—Sí, semen… slurrrp, slurp, semen de papá, sí…

—Eso es, querida, bébetelo todo. ¿Está rico?

—Sí, mucho, es delicioso, hmmmm, slurp.

—Así es, es lo mismo que me decían mis hermanas cuando les ganaba la lechada. Dios, recordar esas cosas me está poniendo más caliente que nunca, hmmm… Alex, prepárate, que esta noche voy a dejarte seco, querido.

Así recordaban Elizabeth y Charlotte Black sus primeras folladas en familia. Al mismo tiempo, eso también pensaba Gabrielle Black en su viñedo, masturbándose en su cama mirando una vieja grabación en la televisión, que había grabado de sí misma y sus hermanas.

También imaginaba eso Isabella Black, encerrada con su esposa en el baño del avión. La otra mujer le comía el culo, mientras su hijo esperaba pacientemente en su asiento a que aterrizaran en el país. Las hermanas Black se reunirían al fin.

Continuará...