La Familia White (17)
Alice y su amiga Cindy se divierten en la internet, entreteniendo a los pervertidos. Uno de ellos es un miembro de la familia...
Capítulo 17: La Pijamada
—¿Que tus papás qué? —preguntó Cindy Brown por el teléfono.
—Son primos —respondió Alice White.
—¿Y han follado desde cuándo?
—Ufff, desde muy jóvenes, parece.
—¿Pero cómo se explica eso? No entiendo…
—No nos han dicho todos los detalles, pero parece que mi papi y mi mami no sabían que eran primos cuando empezaron a salir. Lo mismo con la tía Elizabeth, que es la hermana mayor de mami, que está casada con mi tío Andrew, que es el hermano de papi jiji.
—¿Y ellos tienen hijos?
—Tres. Mis primitas
gatitas
…
—¿Gatitas?
—Así les llamo. Una se llama Katrina y la otra Catherine. “Cat”.
Gatitas
. Son gemelas.
—Oh, por dios, eso es muy sexy.
—Y el otro se llama Wellington, pero yo le llamo
Willy
. Es algo molesto.
—¿Pero es atractivo? —Alice pudo notar en la voz de Cindy cómo se aceleraba su respiración.
—Un poquito, pero es pesado y súper duper creído.
—¿Y me dices que él y las gemelas han follado con sus papás?
—Así parece, antes que nosotros.
—Dios mío, me está poniendo re caliente que me digas eso, Ali. Oye, ¿por qué no voy para allá? Pregunta a tu mamá si podemos tener una pijamada tú y yo.
—¡Claro que sí! Eso me pondría muy feliz. Ven rápido, podemos ver películas, comer palomitas y escuchar música hasta tarde.
—Tengo algo mucho más entretenido planificado, cariño. Pregunta, y si tu mamá dice que sí, mi hermano me irá a dejar cerca de las nueve.
Alice tuvo suerte. Cuando entró a la habitación de sus papis, Alice encontró a Charlotte acostada en su cama, las piernas abiertas, las sábanas completamente mojadas, y su dildo negro junto a su cuerpo. Estaba contenta, pues iba a tener la noche entera para ella, sola para masturbarse, ahora que su padre había ido a reunirse con su sobrina Valentina en un motel, que Alexandra había ido a una orgía con sus amigas, y que Arthur y Ariadna probablemente se quedarían encerrados en la habitación del primero.
Cindy Brown tocó la puerta de la casa de los White a las 8:58, y lo primero que hizo al abrirle Alice la puerta fue plantarle un tierno besito en los labios, como la buena amiga que era. Ni siquiera se molestó en despedirse de su hermano, que se alejó en la noche con su auto.
Ambas amigas subieron a la habitación, alegres y risueñas. Se cambiaron de ropa, mientras Charlotte les llevaba unas tazas con chocolate caliente.
—Oh, muchas gracias señora Charlotte —dijo la pequeña Cindy, de la misma edad de Alice, con el cuerpo completamente desnudo hacia arriba, mostrando sus tetas tan desarrolladas para su edad.
—No me digas “señora”, Cindy, solo dime Charlotte, ¿ok? —dijo la mujer, sonriente, contemplando el cuerpazo de la mejor amiga de su hija. Tendría así una nueva imagen para masturbarse otra vez en un rato más.
—Como diga Charlotte, jeje —dijo Cindy, colocándose encima su larga camiseta de pijama blanca, que tanto resaltaba su piel morena, dejando al descubierto uno de sus hombros. Debajo, solo llevaba sus braguitas negras, como su cabello.
—¡Gracias mami! —exclamó Alice, poniéndose el short de pijama rosa que apenas dejaba algo a la imaginación. Arriba solo tenía puesto una corta polerita rosa con un corazón blanco. Se había dejado el largo cabello castaño completamente suelto, y se veía muy atractiva.
—Diviértanse, chicas —dijo Charlotte, cerrando la puerta de su hija, sabiendo que si se quedaba más tiempo iba a hacer algo de lo que se arrepentiría. No porque no lo disfrutaran, de seguro sería así, pero no quería arruinar los planes que esa pequeña putita había pensado para hacer con su hijita.
—Jijiji, ¿qué haces
Cini
? —preguntó Alice, risueña, sentada en la cama. Apenas su madre cerró la puerta, Cindy, que estaba a su lado, le tomó la mano y comenzó a darle húmedos besos en su hombro izquierdo.
—Te ves muy sexy con ese pijama, ¿sabías, cariño? —preguntó Cindy, dándole efusivos besos, subiendo desde el codo hasta el hombro, y luego llegando a su cuello—. Estás muy linda.
—Ay, me gusta,
Cini
… me gusta…
—Después de todo lo que me contaste hoy, me mojé mucho, amiga.
—Sí, sí, y-yo también…
—Y tu mamá está super hot. ¿Has follado con ella también? —preguntó Cindy, a la vez que con una de sus manos le masajeaba los senos por encima de la corta camiseta a su amiga.
—Sí, mami y yo empezamos a… a… ahhhhh —gimió Alice.
—¿A follar? ¿Follaste con tu mami?
—Sí, muchas veces, m-me gusta mucho… ahhhhh, hmmm.
—Dios mío, Ali, me encantaría meterles los dedos a ambas.
—¿
C-Cini
? ¿V-vamos a ver una peli o…?
—¿Quieres que te cuente lo que se me ocurrió, cariño?
—Sí, sí…
—Vamos a necesitar encender tu portátil primero.
Ambas chicas se sentaron en la cama con el computador portátil de Alice frente a ellas. Alice estaba muy caliente ya, sentía su conejito muy mojado debajo del pequeño short que se había puesto. Cindy se metió a un sitio de videochats. Resultó que tenía una cuenta allí, y que a veces la gente le pagaba por verla hacer cosas sucias en sus videos. Se había hecho con mucho dinero fácilmente gracias a eso, y lo mejor era que el sitio funcionaba como una ruleta. Eso significaba que se encontraba con personas al azar en el chat, hablaba con ellos si lo deseaba, y les ofrecía un show a cambio de dinero que depositaban a su cuenta.
Esta vez, el show sería algo especial. Antes de ingresar al chat y activar la cámara, Cindy le preguntó a Alice si estaba dispuesta a ello, y le prometió que compartirían las ganancias.
—¿Qué tengo que hacer?
—Lo que tú desees y estés dispuesta a hacer. Tú y yo dominamos la situación, los hombres aman a las chicas de nuestra edad y les encantará ver a dos juntitas. ¿Qué te parece?
—¡Sí! Estoy muy entusiasmada… y… y…
—¿Estás cachonda, putita? —le preguntó su amiga de piel oscura, palpando su coñito húmedo por encima del short.
—Sí… me excita mucho la idea.
—Guarda algo para eso entonces. Vamos a ir despacio, ¿ok?
Cindy encendió la cámara y ambas entraron al chat al azar. Lo primero que apareció en su pantalla fue una mujer de unos treinta que miraba su celular distraídamente. Cindy hizo click en un botón rojo, y pasó a la siguiente persona, un hombre igual de aburrido que la mujer, que apenas dio la impresión de notarlas. Cindy lo saltó también.
—Esto toma algo de tiempo —explicó la chica, pacientemente—. Tú solo espera.
En la pantalla apareció un hombre rechoncho, lleno de acné, cabello sucio, y sin camisa. Alice hizo un gesto de decepción de nuevo, pero Cindy le dio una palmada en el muslo, sonriéndole.
—¿Eh?
—¡Esto es lo que buscamos!
—¿Esto?
—Hola, cariño —dijo Cindy al micrófono. El hombre no las había saltado; de hecho, las miraba atentamente, y se notaba que le gustaba lo que veía. Sudaba copiosamente, y parecía que se le hizo de inmediato agua la boca al ver a aquellas dos amigas en pequeños pijamas—. ¿Qué cuentas?
—H-hola, sí, ¿c-cómo están?
—Jijiji —rio Cindy, coquetamente—. Muy bien, pero no tanto como tú, amor.
—Ohhhh, ¿e-es esto una broma? —preguntó el gordo, desconfiado.
—Para nada, es solo que a mi amiga y a mí nos pareces muy atractivo —explicó Cindy, dándole un fugaz beso en la mejilla a su amiga. Alice se sorprendió, pero no dijo nada—. ¿Y tú qué tal?
—M-muy bien, ¿y tú?
—Ya te dije que muy bien, cariño, jijiji, parece que estás algo nervioso.
—Ohhhh, lo siento, n-no estoy… n-no debí… —El hombre hizo el atisbo de saltar el chat, pero Cindy la detuvo.
—Vamos, vamos, cariño, es normal ponerse nervioso. Pero de seguro eres un hombre con experiencia hablando con chicas, ¿no? —No esperó la respuesta, y se acarició sutilmente una teta por sobre la camiseta blanca de pijama—. ¿Te parecemos atractivas?
—¡Oh, mucho! ¡Muchísimo!
—¿En serio? ¿Te gustamos aunque seamos unas chicas tan pequeñas y jóvenes? —Cindy sabía cómo manejar la situación. Para evitar que el hombre pensara que era una encerrona de la policía o algo así, se acercó al cuello de Alice y comenzó a darle morbosos lametones mientras miraba sensualmente a la cámara.
—¡Me encantan! J-jamás he estado con chicas y… ustedes… aunque sean niñ…
—Ay, no puedo creer eso de que no has estado con chicas, cariño, no con tu cuerpazo. ¿Tú qué opinas, Alice?
Alice entendió de inmediato lo que tenía que hacer, y siguió el juego.
—Cierto, eres muy lindo. Tampoco te creo.
—¿Ves, cariño? ¿Y sabes algo más? Mi amiga y yo ofrecemos regalitos a los que nos gustan, a cambio de una pequeña cuota, ¿sabes? —dijo Cindy, a la vez que Alice le daba tiernos besos en el cuello, devolviéndole el favor.
—¿Cuota? ¿Cómo es eso?
—Pues, verás, podemos hacer algunas cositas por ti, si quieres. Para entreternos. —Cindy escribió algo en el chat, y luego volvió a mirar a la cámara seductoramente—. Te dejé escrita mi cuenta y algunos precios.
—¿Ustedes son pr…?
—No, no, cariño, no es lo que parece. Es solo que queremos pagarnos nuestro viaje de fin de semestre, y necesitamos algo de pasta, ¿entiendes? Y si nos ayudas, podemos entretenerte mucho, eres demasiado atractivo como para que mi amiga y yo dejemos esto pasar.
—No queremos que lleguen otras chicas y te roben antes que nosotras —se atrevió a decir Alice, y Cindy le felicitó con la mirada.
—Pues… ehhhhh….tengo algo de din… de pasta, sí.
—¿Ah, sí? —preguntó Cindy, masajeando de nuevo los senos de Alice, muy suavemente, por sobre la tela del pijama rosa.
—M-me gustaría que… que ustedes… ¿podrían darse un beso?
—¿Por ti? Por supuesto, cariño, no faltaba más. Solo deposita el dinero en la cuenta, y cuando lo reciba, nos besaremos para ti. Aunque con la condición de que imagines que te estamos besando a ti, no entre nosotras, ¿ok? Todo esto es por ti.
Una campanita sonó, indicando que el depósito había sido hecho. Cindy sonrió al comprobar que el hombre había pedido un poco más que solo un beso.
—¿Cómo te llamas, cariño? —preguntó Cindy, tomando a Alice del mentón y acercándose para darle un beso en los labios.
—M-Mark… —respondió el hombre, nervioso y sudando abundantemente.
—Mark, qué nombre tan varonil, ¿no crees, Alice?
—Es muy sexy, síp —dijo Alice, abriendo la boca para recibir la lengua de su amiga, que la introdujo en su garganta. Ninguna de las dos dejó de mirar a Mark en ningún momento, lo cual hacía la visión algo mucho más lujurioso.
—Ohhhh, realmente lo están haciendo… —musitó Mark. Las chicas pudieron escuchar un “ziiip”, que indicaba que se estaba abriendo el cierre del pantalón.
—Por supuesto que lo estamos haciendo —dijo Cindy, interrumpiendo su morreo con Alice para hablar—. Eres un hombre guapísimo, e imaginamos que te besamos a ti. ¿Te gustaría que te acariciara así la lengüita con la mía?
—S-sí… sí, me gustaría —dijo Mark, notoriamente masturbándose ya, aunque sin mostrarles.
—Parece que te gustan las chicas de nuestra edad, ¿eh, machote?
—Ohhh, me encantan. Me fascinan. —El “fapfap” se estaba haciendo más rápido e intenso. No duraría más de un minuto o dos. Cindy lo notó y decidió darle a Mark lo que había pagado, antes de que se corriera y se arrepintiera de todo.
Sin dejar de mirar a la cámara, ambas amigas se quitaron sensualmente la parte de arriba del pijama una a la otra. Cindy se dobló, tomó un pezón de Alice con una mano, y el otro con los labios. Mientras pellizcaba uno, el otro lo cubría con la saliva que salía de su lengua, e incluso le escupió, mientras Alice miraba sensualmente a la cámara, respirando entrecortadamente por el placer.
—¿Seguro que no quieres que hagamos algo más, Mark? —preguntó Cindy después de un rato, a la vez que ahora Alice era ahora quien le lamía los duros pezones en los grandes senos que tenía para su edad.
—N-no tengo más y… ohhhh… ahhhhhhhh —gimió Mark, anunciando su corrida, y justo en ese momento, Cindy presionó un botón y saltó a otra persona. Un grupo de muchachos que jugaban con la consola.
—Ponte el pijama, Ali —dijo Cindy, mientras volvía a ponerse su larga camiseta.
—¿Ehh? Pero me estaba divirtiendoooo.
—Sí, pero si dejamos que ellos manden, ellos ganan, y no queremos eso. Recuerda que nosotras dominamos la situación y… No, niñatos, ustedes lárguense, no nos interesa —le dijo a los muchachos por el micrófono cuando empezaron a gritar “muestren las tetas”, y saltó a otro chat—. Como decía, esto se pone interesante cuando los distintos participantes van poniendo más y más pasta para que hagamos cosas.
—¿Pero cómo sabremos que se meterán a eso para vernos?
—Porque es lo más común. Mira, nos acaba de salir un chico que se está haciendo la paja, jaja. ¡Eso es lo que más una se encuentra en este sitio!
—Ohhhh —suspiró Alice, mirando aquel muchacho, de pelo negro y sumamente flacuchento, tal vez de la edad de Arthur, que se hacía la paja delante de ellas.
—Sígueme de nuevo. —Cindy se acercó al micrófono y le habló al muchacho con su voz más sexy—. Hola, cariño, ¿cómo te llamas?
El tipo, que estaba echado en su sillón, en vez de decir algo, escribió con su mano libre.
“Hola, soy Fer. Muestren las tetas”.
—Vaya, pareces ser muy directo, ¿eh? Y somos hasta menores que tú, ¿no te importa? jiji
“nOoO”, escribió textualmente Fer.
—Si nos depositas algo a nuestra cuenta, podemos hacerte un espectáculo —dijo Cindy. Su plan era mostrarle a Alice cómo algunos se acobardaban cuando les pedían la pasta, pero para su sorpresa, la campanita sonó y un buen montón fue ingresado en la cuenta que Cindy había dejado en el chat—. Oh vayaaaa. Pareces ser un chico malo, ¿eh? Pero a mi amiga le pareces lindo, así que vamos a complacerte, ¿verdad, Ali?
—¡Sí! —Por toda respuesta, Alice se quitó la parte de arriba del pijama, y lo propio hizo su amiga. Ambas pegaron bien sus senos a la cámara y comenzaron a jugar con ellos.
—¿Te gusta lo que ves, cochinote? —preguntó Cindy, saltando para que sus tetas se mecieran de arriba hacia abajo—. ¿Te gustas nuestras tetitas?
“Sí”, escribió simplemente el muchacho.
—Eres muy lindo, me haces babear, ay —dijo Alice, derramando algo de saliva sobre sus propios pechitos, con lo que se ganó un aumento de rapidez en la paja de Fer.
Luego tipeó algo más con las dos manos, y volvió a masturbarse al tiempo que la campanita sonaba. Un nuevo depósito. Cindy pensó que probablemente le robaba a la mamá o algo así.
—Vaya, vaya, ¿así que quieres ver nuestros culitos? ¿Podemos darle lo que pide, Ali?
—¡Claro! De seguro le van a gustar mucho nuestros culitos, jijijiji.
Ambas amigas se voltearon. Pusieron los traseros a la altura de la cámara y comenzaron a moverlos como perritas que mueven la cola, mientras reían. Alice se bajó un poco el short, Cindy se corrió a un lado el calzoncito que llevaba, y cuando ambos coños quedaron a la vista, Fer se vino frente a la cámara. Un largo chorro fue a parar a la pantalla, y Fer tomó rápidamente un trozo de papel higiénico para limpiarse, y la campanita volvió a sonar.
Cindy le dedicó un efusivo beso a la cámara, se despidió con la mano, presionó su botoncito para saltar a otro chat. Volvieron a vestirse. En la pantalla apareció una señora que, al ver la ropa que llevaban, empezó a gritarles que eran unas putas alejadas de Dios, y que iba a hablar con sus madres. Las chicas la ignoraron enteramente, y pronto apagaron el micrófono y la cámara.
—¿Y bien? ¿Qué te parece, Ali?
—
Cini
… estoy muy caliente…
—Lo sé, cariño, yo también estoy humeando. —Cindy se abrió de piernas, y le mostró lo mojado que tenía el chochito—. Estoy que me muero por hacer un 69. Pero aún podemos ganar algo más de pasta esta noche, ya con lo que tenemos nos alcanza para comprarnos la camiseta y la faldita que queramos mañana en el centro comercial.
—¡O podemos comprarnos diez helados cada una!
—Jajaja, también. Bueno, ahora nos saldrán unas cuantas más personas aburridas, pero más temprano que tarde nos saldrá una buena polla. Quiero que esta vez tú tomes el control, ¿te atreves?
Alice lo meditó un poco. No era tímida, pero esto era algo completamente nuevo, y no era tan extrovertida y experimentada como Cindy, a pesar de que tenían la misma edad. Sin embargo, estaba tan cachonda que no lo pensó por demasiado tiempo.
—¡Sí!
—Esa es mi putita. Bien, vamos a saltar unos cuantos chats… un par más, uf, qué tío tan feo, un poco más… hum, muy pequeño, demos un par de saltos más y… oh. Oh, dios mío.
—Ayyyyy, qué grande.
Frente a su pantalla no parecía haber una persona, sino que solo una verga. Una delgada y algo torcida, pero larguísima polla. Aunque no se veía tan “poderosa” o venosa como la de Arthur o papi, Alice estaba sorprendida de lo larga que era, jamás había visto algo así, y se preguntó cómo le entraba en los pantalones.
El tipo solo se mostraba desde la mitad del pecho para abajo, en una habitación muy oscura, y se masajeaba los testículos frente a la cámara. No tenía un cuerpo particularmente atractivo. Era delgado y pecoso, pero la verdad era que lo absurdamente largo de su polla llamaba mucho la atención de ambas chicas.
Alice encendió la cámara y habló al micrófono.
—Wow, tienes una cosita bellísima…
—¿Te parece? —preguntó el tipo al otro lado, sin dejar de acariciarse lentamente los huevos—. Ustedes no están nada mal. Pero no le digas “cosita”, o se pondrá triste.
—¡Cierto! Es una cosa muy bonita.
—Es maravillosa —musitó Cindy, mordiéndose los labios. No parecía estar fingiendo esta vez.
—¿Cómo te llamas?
—Ustedes pueden llamarme “Tractor-X” —se presentó, con su acento británico—. ¿Y ustedes, cosas sexys, quiénes son?
—Soy Ali, y ella es mi amiga Cini. Nos gustas mucho, eres muy lindo.
—Encantado. Y ustedes, ¿qué hacen por estos lados, además de contemplar mi larga polla?
—Oh, por dios, qué hijo de puta —susurró Cindy. En lugar de ofendida, sus pezones se habían puesto duros debajo de su camiseta de pijama. Alice notó lo mismo de los suyos.
—Bueno, necesitamos algo de dinero, y estamos ofreciendo algunos jueguitos a cambio. ¿Te parece? ¿Querrías jugar con nosotras, Tractor-X? —Alice copió y pegó la cuenta de Cindy, y los precios en el chat.
—Hm. Vaya, son unas putitas baratas, ¿eh?
Antes de que alguna de las dos pudiera protestar, la campanita sonó. Era el doble de lo que habían recibido antes, y ambas se pusieron rojas de alegría.
—¿Tanto quieres vernos jugar, hijo e´puta? —preguntó Cindy, atrevida, mostrando lenta y sensualmente sus tetas, con los pezones muy erectos. Alice no perdió tiempo en ponerse a manosear sus propios pechos por encima de la ropita.
—Ustedes me van a ver jugar a mí, más bien.
—Pero eres tú el que nos paga —dijo Alice, quitándose la polerita de pijama. Estaba cachonda perdida, no aguantaba más las ganas de coger con Cindy, y tenía muchos deseos de meterse la polla en la cámara a su interior.
—Exacto. Ustedes trabajan para mí. Quiero que se morreen con lengua, como las putitas que son —ordenó Tractor-X, mientras su mano se tomaba su tiempo en ir desde la punta a la base de su polla, y de vuelta.
Con el dinero que habían depositado, Cindy también sabía que se podían atrever a algo un poco más sexy. Tomó a su amiga de la mano y se alejaron un poco de la cámara, de pie. Alice entendió en seguida las intenciones de
Cini
, y encendió el reproductor de música.
Las chicas se pusieron a bailar muy sensualmente, meneando las caderas, entonando sus curvas al son de la música. Cindy ya era una experta en el strip tease a pesar de su corta edad, pero Alice era una rápida aprendiz, y muy pronto se adaptó a los lujuriosos movimientos de su amiga.
Mientras bailaban, comenzaron a acariciase los pechos y la cintura mutuamente. Tractor se masturbaba frenética, pero controladamente, aunque se notó que se estremeció cuando las chicas le obedecieron, y empezaron a morrearse apasionadamente, lamiéndose mutuamente las bocas, las mejillas y el cuello, depositando saliva en la garganta de una y otra. Desde la primera vez que se besaron, en los baños del colegio, que ambas sabían perfectamente lo que le gustaba a la otra, y les excitaba de sobremanera complacer esos gustos.
A Alice le encantaba que Cindy le acariciara rápidamente la lengua con la suya, y que de vez en cuando le diera besitos en la punta mientras le masajeaba los pequeños senos.
A Cindy le fascinaba cuando Alice le escupía al interior de la garganta (lo que hizo sin dejar de mirar a la larguísima polla en el monitor), o cuando parecía devorarla con ambas manos puestas sobre las mejillas. También le gustaba que le dieran una que otra nalgada.
—¿Te gusta lo que ves, cachondo de mierda?
—¿Te calienta ver a chicas de nuestra edad hacer esto?
—Muchísimo, pero aún no termino —contestó Tractor-X ante las preguntas de las amigas. Pronto, la campanita sonó nuevamente, y el depósito esta vez se triplicó. Cindy se preguntó si el tipo de verdad tenía tanto dinero, o si era traficante o algo… aunque, en verdad, no le importaba mientras les pagaran bien—. Quiero que la morenita le coma el coño a la blanquita.
Cindy obedeció al instante. Se puso de rodillas, de tal manera que su cabeza aun apareciera en la cámara, y le bajó delicadamente los shorts de pijama a su amiga. Al hacerlo, varios chorros de fluido vaginal cayeron sobre sus manos.
La muchacha de ojos grises miró a su amiga a sus ojos azules, y con la lengua afuera, comenzó a darle una espectacular comida de coño que Alice hacía mucho necesitaba.
—Ayyy, ay, ahhhhhhh… qué ricoooooooo, sigueeeee.
—Slurrrrp, slurp, slurrrp, qué delicia de concha tienes, Ali. Sluuuuuuuuuurp, slurp, slurp, slurp.
—Eso es, mis buenas putas, sigan, sigan —dijo Tractor, depositando un poco más a la cuenta de las chicas, para motivarlas, mientras aumentaba la velocidad de su paja.
Las piernas de Alice temblaban. Cindy ponía especial atención en lamer el clítoris de su amiga, y con uno de sus dedos la empezó a penetrar. No pasó mucho hasta que se corrió en la boca de su amiga, liberando un montón de chorros que Cindy se tragó alegremente.
—Ayyy, estuvo muy bueno… —susurró Alice, intentando recuperar el aliento—, ¿qué más quieres que hagamos, Tractor?
—¿Tienes más para complacer a tus putitas? —preguntó Cindy, justo cuando la campanita volvió a sonar. Esta vez era un verdadero montón de dinero, que de seguro les ayudaría a comprarse tanta ropa interior y lencería como para llenar dos cajones.
—Ahora cambien, y más les vale que me sorprendan.
Alice tomó la iniciativa. Guio a Cindy a la cama, y ésta se puso en posición de perrito, con el culo bien abierto ante la cámara. Alice le bajó las empapadas bragas, y se acercó al coñito de su amiga, pero la verdad era que estaba muy salida, y quería intentar algo nuevo, como había hecho su mami con ella en la playa.
Para el asombro y espasmos guturales de Tractor, y para la sorpresa y gemidos de placer de Cindy, Alice le abrió las nalgas con las manos, sacó la lengua, y comenzó a practicarle un beso negro a su amiga. Jamás lo había hecho, y sintió que no se arrepentía. Cindy le había dicho que siempre tenía sexo anal con su hermano, así que todos los días se limpiaba muy bien el culo con enemas.
Después de que Alice, además, le acarició el clítoris con una de sus manos, Cindy tardó tres minutos en correrse. Un verdadero “squirt” fue a parar a los pechos de Alice, complacida de tener una nueva habilidad.
Cuando ambas se voltearon nuevamente a la cámara, Alice casi se cae de espaldas. Ya no había solo un pene, sino que el rostro de “Tractor-X” estaba en la pantalla. Cabello rojo, pecas, ojos azules, dientes grandes, una sonrisa perversa… “belleza británica”, como dirían algunos. Wellington Black le dirían otros, el primo de Alice, hijo de los tíos Andrew y Elizabeth.
—¡
Willy
! —exclamó Alice—. ¿Q-qué estás…?
—Espera, espera, no te alteres, prima. Mira. —Tipeó algo en el pc, la campana sonó, y Cindy comprobó que había triplicado todo el depósito que habían recibido en todo ese rato, de una sola vez—. Esto es para una sesión privada.
—¿Privada? ¿Como es eso?
—Deja la ventana abierta. Mi familia y yo llegamos durante hoy y nos estamos quedando en un hotel, pero ahora puedo salir y visitarlas. ¡Por favor! Si no hacía esto, jamás lo habrías aceptado, ¿o no, primita?
En cualquier otra circunstancia, Alice White se habría horrorizado y lo habría mandado a la mierda como no hacía con ningún otra alma. Toda esa pedantería, arrogancia y egolatría solo podían pertenecer a ese primo, tan distinto a Arthur o Junio, y no quería nada que ver con él. Sin embargo, Cindy la tumbó sobre la cama de sorpresa, y se sentó en su boca, antes de inclinarse y meter la lengua entre las piernas de Alice. La menor de los White estaba cachondísima, no podía negarlo.
—Te doy quince minutos para llegar,
Willy
, o cerraré la ventana —dijo Alice, antes de proceder a comerse el coño de su amiga. Comenzaron el perfecto 69 que tanto deseaban.
Trece minutos después, Wellington, el pelirrojo flacuchento que era hijo menor de su tío Andrew, y que había recibido el apellido de su dominante y elegante madre, Elizabeth Black, apareció vestido completamente de negro (incluida una capucha y lentes de sol), con una escalera de mano bajo el brazo. Como era de esperarse de ese idiota, estaba todavía muy caliente, y su erección se notaba bajo el pantalón casi como una pierna extra.
Cuando Wellington subió y entró en la habitación (tras dos intentos y caídas fallidas), se encontró con Alice y Cindy, completamente desnudas, con las piernas cruzadas una con la otra, y sus coños unidos en lo que se conocía popularmente como tijeras.
—T-tonto
Willy…
pensamos que no… uffff, q-que no vendrías… —dijo Alice, con el rostro y los senos manchados de los “squirt” de
Cini
.
—¿Y perderme esto? —dijo Wellington, quitándose rápida y torpemente la ropa.
—Acabábamos de empezar a hacer tijeritas —dijo Cindy, con el cuerpo cubierto de transpiración, la boca llena de jugos vaginales, estaba tan salida que parecía querer devorar el coño de Alice con el suyo—. Ahhhh, ahhh, ahhhhh, mi amiga aquí me dice que eres un idiota, pero espero que tu larga polla no lo sea, ahhhh, ahhhhh.
—Pueden comprobarlo por ustedes mismas, putas. —Con agresividad, Wellington intentó montar a Cindy de inmediato, pero ésta lo esquivó, y tumbó junto con Alice al muchacho sobre la cama con una tremenda facilidad.
—Lo siento, cariño, pero ya sea online o en vivo, Ali y yo dominamos.
—Estás bajo nuestro control,
Willy
—dijo Alice, subiéndose sobre la cadera de un controlado Wellington, y guiando su larguísima verga a su entrepierna húmeda—. Ohhh, no sé si podré…
—Por supuesto que podrás, cariño, solo siéntate sobre ella y disfruta —dijo Cindy, sentándose en la cara de Wellington mientras le aplastaba los brazos con sus rodillas—. Y tú, más te vale que me comas bien el coño, hijo de puta arrogante.
—Esperen, putas de mierda… ¿acaso solo soy un pene para ustedes? ¡Salgan de encima!
—Fue lo único que le mostraste a un par de jovencitas inocentes, a las que pagaste para que follaran entre sí —dijo Cindy, comenzando a menearse de adelante hacia atrás sobre la lengua de Wellington, que de todos modos no era tonto, y no deseaba más que comerse un coño así de joven y lujurioso como el de ellas—. Así que no te quejes y dame gusto… eso es… sigue, nada mal…
—Ay, está muy… ¡muy adentro,
Cini
! —exclamó Alice, aun descendiendo sobre la polla de su primo, mientras ponía sus manos sobre los senos de Cindy que tanto le encantaban—. M-me gusta muchísimo, qué ricoooo, ahhhhhhhhhhhhhhh.
—Eso es mi pequeña puta, disfruta, tú y yo nos lo merecemos —dijo Cindy, acercándose a su amiga y plantándole un fogoso beso de lengua de nuevo, tal como le gustaba.
Después de diez minutos, Alice se corrió, y se tumbó sobre la cama de espaldas. Cindy se puso sobre ella, se abrió las nalgas, e invitó a Wellington a penetrarla.
—Vamos, cabecita roja, elige un agujero y tómalo.
—Ya verás, malnacida —dijo Wellington, que ni corto ni perezoso, comenzó a follar el ano de Cindy, ya bien lamido por Alice.
—Ohhhhh, nada mal… n-nada mal… eso, sigue, más, más...
—Q-quiero que hagamos esto más a menudo,
Cini
…. —le dijo Alice, debajo de ella. La pequeña estaba masturbándose de nuevo, y pronto se corrió gracias a la estimulación de sus propios dedos.
—Cuando quieras. Podríamos abrir un canal privado para nuestros seguidores, ahhhhhhh, y de seguro… hmmmmm, este tipo y otros como él nos pagarán muy bien… ahhhhhhhh
—¡Sí! Eso me gustaría. Quiero que hagamos esto juntitas… cariño —dijo Alice, tímidamente, acelerando la rapidez de sus dedos, lista para venirse otra vez.
—¿Acaso me estás proponiendo noviazgo, putita? —preguntó Cindy, inclinándose para comerle los senos a su amiga—. Eres un encanto, me fascinas.
—¡Oigan! ¡Yo estoy aquí! —dijo Wellington, desde atrás, follando como en una maratón, muy cerca de correrse ya. Cindy lo notó.
—Vente en mi culo, hijo de puta, y luego cállate y vete, que quiero estar a solas con Ali.
—Sí, pero no olvides pasarte por nuestro canal, ¿ok, primito? —dijo Alice, traviesamente, mientras se lamía un dedo para calentar a Wellington. Su voz puso al pelirrojo a mil por hora, y pronto se vino en las entrañas de Cindy.
—Son… ¡son unas furcias de mierda! AAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHH.
—Sí. Pero las mejores —dijeron ambas chicas al unísono, pensando en el dineral que se harían jugando juntas.