La Familia White (16) - ¡Tiempo de Orgía!

Los White al fin realizan su perfecta orgía entre los roqueríos de la playa. Las tres hijas y la complaciente madre se dejan follar por todos sus agujeros por Arthur y Alexander. Además, se revela el secreto familiar...

Capítulo 16: La Playa, parte III

Alexander y Charlotte miraban a sus hijos mientras jugaban con una pelota de playa. Parecían niños, pero definitivamente ya no lo eran. ¿Estaban preparados para saber uno de los secretos familiares que los White guardaban? Probablemente sí, pero aún les faltaba gran parte del día para cerciorarse. El marido abrazó a su esposa por la espalda, deleitándose en sus enormes tetas, en lo orgulloso que estaba de su hijo, y en las esculturales y lujuriosas diosas en que se habían convertido sus tres hijas. Actuaban como padres, pero no eran tradicionales. Amaban a sus hijos, pero también los deseaban. No era algo malo, simplemente era algo que los demás jamás podrían entender. Que jamás iban a aceptar, a menos que pertenecieran a la familia.

Charlotte observó el cuerpo de su hijo detenidamente mientras saltaba a rematar la pelota sobre la red que habían puesto. Tenía un cuerpo macizo, con abdominales relativamente marcados, igual que los bíceps. Se había puesto en mucho mejor forma últimamente, gracias a tanto “ejercicio” con sus hermanas y madre.

Alexandra, Ariadna y Alice, todas en pequeños, reveladores y muy sensuales bikinis, eran todo un espectáculo. Cada vez que Alexandra devolvía la pelota, o que Ariadna daba un gran salto, o cuando Alice se lanzaba a la arena, todos los hombres (y una que otra mujer) se les quedaban mirando. Alexandra, particularmente, no perdía la oportunidad de darle un regalo a los mirones, de vez en cuando, ajustándose la parte de arriba del bikini para que vieran sus pezones, o mostrando de más cuando se abría de piernas al caer a la arena. Alice, que jugaba en el equipo de Arthur, lo abrazaba constantemente, poniendo sus manos cada vez que podía sobre los pectorales de su hermano, tan caliente que una caricia le bastaba. Arthur, desde luego, seguía empalmado a pesar de haberse corrido hacía poco al interior del coño de su gemela. Se estaba muriendo de deseo con solo contemplar a sus tres lascivas hermanas, con sus tetas botando cuando corrían y saltaban, con sus culitos apetecibles, rogándole que los follaran.

Ariadna perdió muchos puntos en el juego. No solo porque no estaba tan acostumbrada al ejercicio como sus hermanas y hermano, a pesar del cuerpazo que tenía (principalmente producto de una dieta balanceada y perfecta), sino porque estaba desconcentrada. Su cabeza, usualmente tan precisa, resolviendo ecuaciones o memorizando piezas de literatura, estaba por primera vez en muchísimo tiempo, completamente en otro lado. Acababa de tener sexo con su gemelo frente a un montón de personas (muchos de los cuales seguían observándola, guiñándole el ojo o dedicándole gestos obsccenos de cuando en cuando). También se les unió su propia madre, con la que tuvo interacción sexual por primera vez, y quien le reveló que se ponía cachonda con sus hijas. Poco antes había follado con su hermana mayor en un vestidor del centro comercial del pueblo. Y durante semanas había compartido la cama con su lujuriosa hermanita menor. Pero todavía le faltaba su padre, que le dedicaba miradas llenas de deseo cada dos minutos. Y ella no las rehuía. No sabía cómo responder, pero se ponía caliente de solo pensar en probar la polla de su propio padre. Se preguntó si estaba enferma de la cabeza, y luego pensó que no le molestaba si lo estaba.

—Esperen, chicas, esperen… —dijo Arthur, atrapando la pelota—. Necesito ir al baño.

—Pues, el mar te espera,

Twino

—dijo la joven Alice, risueña.

—¡Alice! —le regañó Ariadna—. ¡Yo no me volveré a meter al agua si sé que mearon ahí!

—Cindy siempre me dice que todos lo hacen —se excusó Alice, aún muy sonriente, y Alexandra asintió, como confirmando lo dicho.

—Pues Cindy puede irse a comer tapioca. ¡Me niego a que Arthur use el mar de baño!

—Ok, ok, hermanita, no te sonrojes… —dijo Alexandra, tomando la mano de su hermano—. Arthur, yo sé dónde está el baño, ¿te llevo? Eso sí, es lejos.

Después de cinco minutos, Alexandra y Arthur se encontraban entre unos roqueríos, en la parte más lejana y desierta de la playa. Prácticamente no había almas allí, tan solo uno u otro turista que no se quedaba, sino que caminaba a las zonas más pobladas, donde llegaba mejor el sol.

—Eh… ¿Alex? No veo el baño, y aquí como que hace un poco de frío —dijo Arthur, mirando para todos lados, buscando algún lugar privado donde satisfacer sus necesidades.

—No te preocupes, hermano, conmigo nunca vas a tener frío —dijo Alexandra, detrás de él. Cuando Arthur se volteó, su hermana mayor estaba de rodillas en la arena, con las piernas abiertas, inclinada y con los brazos junto a las tetas para destacar el escote de su bikini, y el rostro levantado,  sonriente y complaciente.

—¿Q-qué estás haciendo? Dime dónde está el baño y deja de bromear.

—Aquí —respondió Alexandra, apuntando con uno de sus dedos a su boca abierta—. Este es el baño. ¿Recuerdas cuando te dije hace tiempo, antes de que me follaras en la ducha, que se me había ocurrido una idea para que jugásemos nosotros dos? Pues bien, esta es tu oportunidad, jejeje.

—¿Quieres que…? —Arthur tragó saliva. Su cabeza empezó a procesar mil imágenes indecentes por segundo—. ¿Quieres que haga…?

—Quiero que me mees, hay que decirlo con todas sus letras. Te diré la verdad, puedo ser fuerte y dominante, pero si algo me pone más cachonda que nada es que me dominen a mí. —Alexandra se metió una mano debajo del bikini y comenzó a acariciarse la entrepierna—. Que me usen. Hmmmm. Que me humillen. Ahhhh. Que me conviertan en una herramienta para dar placer. Hmmmm, sí. Soy tu baño, Arthur. Úsame.

—P-pero… —Antes de darse cuenta, Arthur se había bajado el short y tenía la polla erecta en la mano. Tenía muchas ganas de ir al baño, y muchas ganas de follar. El cuerpo de su hermana mayor, una pelirroja de infarto, de rodillas frente a él pidiéndole guarrerías—. ¿Estás segura?

—Más que segura —sentenció Alexandra, sonriente, abriendo bien grande la boca frente a él—. Apunta a donde gustes. Soy completamente tuya para lo que desees. Ahhhhhhhh.

Arthur se estremeció. Apuntó su pene al rostro complaciente de su hermana mayor. Pronto, un tibio líquido dorado surgió.

—Ohhhh… hermana, esto es muy cachondo —dijo Arthur, derramando su orina sobre el rostro de Alexandra, que nunca dejó de sonreír—. Ohhhh, qué bien se siente.

—Sí, a mí también me gusta. Más, más, más lluvia dorada, tírala en toda mi cara. —Alexandra se dio el lujo de poner las palmas de ambas manos hacia arriba, donde iba cayendo parte del meado de su hermano—. ¿Te gusta, cariño? Vamos, mancha mis tetas también.

Arthur apuntó hacia abajo, obediente. Ayudándose con la mano, roció ambos senos, y se entretuvo particularmente mojando los pezones de su hermana, cuando ésta corrió un poco el sujetador de su rojo bikini.

—Me encanta, eres increíble.

—Así veo, tu polla se está poniendo más y más grande. —Alexandra se acercó un poco, gateando sobre la arena y con la lengua afuera mientras recibía el brillante líquido dorado—. Quiero comerte la polla, quiero que me folles la boquita, hermano…

Sin dejar de mearla, Arthur metió su verga en la garganta de su hermana, que no tuvo ningún problema. Todo lo que iba entrando, lo iba escupiendo sobre sus propias tetas, a la vez que le realizaba un

blowjob

de campeonato a su hermano menor. Movió la cabeza de atrás hacia adelante y viceversa, sin parar y rápidamente, acariciando las venas del pene en su interior con la lengua.

—Dios mío, ¿puedes creerte algo cachondo? —dijo una voz masculina cerca de ellos.

—Mi hija está recibiendo una lluvia dorada de su hermano… ¡yo también quiero! —exclamó otra voz, esta vez femenina.

Asustados por un momento, Arthur y Alexandra se paralizaron, aunque la orina no dejó de manchar el rostro de la segunda, hasta que ya no quedó ni gota. Sus padres y sus hermanas estaban de pie junto a ellos, entre medio de los ocultos roqueríos, con sus bolsos, sombrilla, y resto de pertenencias. Alexander y Charlotte estaban muy orgullosos y entusiasmados ante los avances de sus hijos. Sus hijas tuvieron reacciones distintas.

—Dios mío, nos asustaron, jaja —rio Alexandra, procediendo a besar la polla de Arthur de nuevo.

—Ahhhh, qué rico lo haces, hermana.

—¡Arthur! ¡Alex! ¿Qué les pasa? Eso es asqueroso —dijo Ariadna, fingiendo que apartaba la vista.

—Ohhh, a mí Cindy me ha hablado mucho de eso de la lluvia dorada, parece entretenido —dijo Alice, con un dedo inocente en su boca—. Incluso me está poniendo caliente.

—¡Alice! Hermana, no digas esas cosas, es vulgar —le recriminó Ariadna, mientras Alexander y Charlotte comenzaban a tocarse por debajo de los trajes de baño sin pudor frente a sus hijas e hijo.

—Pero es rico, ¿no? —Alice corrió a abrazar a su hermana. La miró dulcemente a los ojos, y le acarició uno de los senos por sobre el bikini azul—. ¿No lo crees, también,

Twina

? ¿No crees que debe ser muy rico y divertido?

—¡No hay nada de divertido en que lo humillen a una así!

—Justamente por eso es tan sexy —se defendió Alexandra, mientras se quitaba la parte de arriba del bikini, y se acercaba también a Ariadna. Le tomó la teta que Alice no estaba acariciando, se inclinó, le corrió el sujetador, y comenzó a darle deliciosos lametones en el pezón—. Estamos todos aquí al fin, Ari, ¿por qué no te dejas llevar al fin y te diviertes?

—Ustedes dos… son… ah… —gimió Ariadna, cuando Alice también empezó a lamerle el otro enorme seno. Juntas, Alexandra y Alice se coordinaron para besar, chupar y lamer los pezones de su hermana, mientras Arthur se masturbó frente a ellas, y Alexander con Charlotte se desnudaban uno al otro. Estaban entusiasmados. ¡Era el gran día!

—Hijas, hijo, su padre y yo los amamos. Queremos demostrarles ese amor —anunció Charlotte, acercándose a Ariadna, y procediendo a darle un largo lametón en su espalda, desde la parte baja hacia la zona trasera del cuello, cosa que puso a Ariadna a mil por hora—. Por favor, dejen todas las inhibiciones y dudas afuera, no se preocupen si nos ven o no, y follemos como nunca antes. Démonos amor como la familia que somos.

—Hijas, me han vuelto loco todo el día, y necesito liberar muchísimo semen que todavía tengo guardado —dijo Alexander, masturbándose frente a sus tres hijas en bikini, dos de las cuales chupaban los senos de la otra—. ¿Me quieren ayudar?

Alexandra y Alice asintieron, alegres y entusiasmadas, con un “Sí, papi”. Ariadna, pensativa, pero extremadamente mojada, se quedó mirando el miembro de su padre, aún un misterio para ella. Era grandioso, largo, grueso, venoso. Parecía difícil que entrara en su coño sin llenarla por completo. Parecía dura, se le hacía apetitosa. Se le hicieron agua los labios.

Primero, Alexandra se recostó de espaldas sobre la arena. Arthur quiso devolverle el favor de antes y se puso de rodillas entre las piernas de su hermana mayor. Le bajó el bikini escarlata y comprobó lo empapada que estaba. Olió el enviciante olor que salía de la vagina de Alexandra, y como un animal, comenzó a lamer todo lo que había allí, a la vez que metía un dedo a su interior.

—Ahhhhhhh sí hermano, sí, me muerooooo.

—No te olvides de mí, hija mía —dijo Alexander, de rodillas, poniendo su vergota a la altura de la boca de su hija, que sonrió de gusto.

—Ahhhhhh, nunca me olvido de ti, papá. Vamos, mete ese enorme pedazo de carne en mi garganta y fóllame la boca —dijo Alexandra, y menos de un segundo después, su padre introdujo su pene en su interior. La humedad en la boca de su hija era algo increíble.

—Eres una buena hija, Alex, una muuuuy buena hija, ohhh.

En tanto, Charlotte le ordenó a Ariadna y Alice que se pusieran de rodillas frente a ella y se besaran como “buenas hermanas”. Ellas obedecieron, cerrando los ojos y besándose como tantas noches antes, mientras su madre rebuscaba algo entre las cosas de su bolso.

—Te amo,

Twina

, y amo tus besitos —dijo Alice, deleitándose en el sabor y la humedad en los labios de su hermana.

—Y a mí me encanta tu lengüita traviesa, hermanita —dijo Ariadna, tomando la lengua de Alice con sus labios, y practicándole una breve y juguetona chupada.

—¿Dónde…? Oh, aquí está —anunció su madre.

—¿Qué es, mamá? —preguntó Ariadna, a la vez que Alice ahora le lamía el lóbulo de la oreja.

—Un juguetito para mis buenas niñas, por supuesto. —Charlotte sacó un gran y venoso dildo de color negro, que se ató con unas correas a su cintura, y que Ariadna y Alice miraron entre ilusionadas y sumamente sorprendidas—. Sé que mis hijas necesitan pene constantemente, y como buena madre, tengo que darles lo que necesitan.

Ariadna y Alice tomaron la polla negra con sus manos, se sonrieron mutuamente, y empezaron a lamer tímidamente al principio, y luego con más intensidad, el dildo de su madre. Charlotte se agarró las tetas, se lamió los pezones, y recreó su vista mirando a su otra hija, comenzando a ser penetrada por Arthur, sin dejar de chupar la verga de su padre.

—AHHHHH, sí, qué rico hermano, mételo más al fondo —gimió Alexandra con algunas dificultades, teniendo la polla de su padre en la boca.

—Está entrando y saliendo muy fácil —dijo Arthur, tomando a su hermana de las caderas para aumentar la intensidad de los envistes—. Estás súper mojada, Alex.

—Sí, síii, lo estoy, ¡me encanta tener dos penes para mí solita! —gritó Alexandra.

—No, no seas mala hija mía, tienes que compartir con tus hermanas y tu madre —le regañó Alexander juguetonamente, mientras movía las caderas rápidamente al interior de la boca de su hija mayor. Ésta sacó la lengua y disfrutó de la follada bucal.

—¡No quiero! Estas dos vergas son solo mías, hmmmm, y quiero que me den caña como me merezco. Úsenme, ¡úsenme como gusten! Soy toda suya, papá, Arthur, ahhhhh, ahhhhh, hmmmmmm. Usen mi cuerpo como les de la gana, ¡ahhhhhhhhh!

El nivel del mar comenzó a subir poco a poco, y ahora acariciaba los pies de los seis miembros de la familia White. A ellos no les interesó, así como tampoco les importó que hubiera un par de turistas caminando de la mano, cerca de ellos. De todos modos, no los notaron.

—Me encantan tus tetas, mamá, ¡me fascinan! —dijo Ariadna, de pie detrás de su madre, agarrándole los senos, jugando con ellos.

—Uf, qué hija más avara tengo, jaja —rio Charlotte, en relación a Alexandra.

—Eres una puta de mierda, Alex, pero lo siento —dijo Ariadna, empezando a pasar la lengua húmeda por el cuello de su madre, y acariciando sus piernas con las suyas—. Arthur es solo mío.

—¿Mami? —preguntó Alice en voz baja, que se masturbaba frenéticamente con una manito debajo del bikini, y con la otra frotando el dildo de su madre a la vez que lo chupaba lujuriosamente.

—¿Sí, cariño?

—¿Me dejas ir a follar con la

Roja

? Quiero darle a mi hermana una lección.

—Por supuesto, hijita, como gustes —asintió Charlotte, mientras compartía una mirada cómplice con su esposo, que actuó en seguida.

—Alex, te mereces un castigo —dijo Alexander, apartando la polla de su hija mayor.

—¡No! ¡Papá, no te lleves tu gran pene por favor! Ahhhhhh, ahhhhhhhh —gritó Alexandra, a la vez que Arthur aumentaba la intensidad de su follada en su coño. La pelirroja sacó la lengua, desesperada por atrapar el pene de su padre, que se alejaba.

—Eres muy egoísta y no te gusta compartir, así que me iré a follar con las demás.

—No, ¡no, por favor!

—Está bien, hermana, puedes comerme a mí —dijo la pequeña Alice, completamente desnuda ahora, arrodillándose encima del rostro de Alexandra—. Este es tu castigo por ser mala. Me harás todo lo que te diga.

—Oh, bebé —sonrió Alexandra, complacida por poder ocupar su lengua—. Desde luego, siéntate en mi boquita, Alice, castígame con tu coñito. Y tú, Arthur, sigue follándome, rómpeme el coño, ¡estoy a punto de venirme!

—¡Como digas, hija de puta! ¡Te voy a hacer correr con mi polla tantas veces que me suplicarás que pare! —exclamó Arthur, inclinándose para lamer la espalda de Alice, sentada delante de él.

—¡Nunca me cansaré de tu pene, hermano! ¡¡¡Ahhh, aquí viene!!! ¡Ahhhhh! ¡M-me vengoooo!

—Ay, ayy, aaaaaaaayyyyyyy,

Roja

, tu lengua está muy rica, me está acariciando toda mi conchita, ahhhhhh, qué ricooooo.

—Ahora te toca a ti, mi putita amada —le dijo Charlotte a su hija del medio, mientras la ponía en cuatro patas sobre la arena.

—Fóllame bien, mamá —musitó la excitadísima Ariadna. A la vez que su madre ponía la punta del dildo en la entrada de su coñito, una segunda polla apareció delante de ella.

—¿Serás una buena hija con tu viejo padre, cariño? —preguntó Alexander, de rodillas frente a su hija. La amaba, pero también la ponía increíblemente cachondo. Era la única de sus hijas con la que no había tenido sexo, y eso le provocaba una lujuria especial.

—¿P-papá? ¡¡¡¡¡Ahhhhh!!!!! —exclamó Ariadna, cuando justo su madre la penetró. Charlotte parecía tener mucha experiencia con los “strap-on”, probablemente gracias a sus hermanas, ya que se movía como una profesional, y le estaba dando un gusto que la estaba matando.

—Vamos, cariño, toma el pene de tu padre y dale amor —le dijo Charlotte.

—N-no, no puedo… —A pesar de lo cachonda perdida que estaba, una parte de su mente, la racional, comenzó a recordar los momentos con su padre siendo niña. Jugando en el parque, yendo a la playa como ahora, ayudándola a montar su primer pony… Por un momento, Ariadna casi se arrepiente de todo lo que había estado haciendo, y tiene un ataque de pánico.

—Te amo, hija mía —le reconfortó su padre, acariciándole el rostro con la mano, sin apartar su enorme polla—. Sé lo que estás pensando, pero esto es el máximo amor que un padre y una hija pueden tener. Te prometo hacerte sentir bien para siempre.

—Métete la verga de tu padre en la boca, mi amor —dijo Charlotte, entre maternal y cachonda, besando el lóbulo de la oreja y lamiendo el cuello de su hija—. Demuéstrale todo lo que has aprendido con tu familia. Disfruta.

—Papá… ¡Te amo! —exclamó Ariadna, antes de meterse agresivamente el pene frente a ella al fondo de la garganta. Era grueso y larguísimo. Casi se atraganta, pero aguantó y se acostumbró rápidamente, solo por la desesperación de darle a su padre la chupada de su vida.

—Ohhh, hija, qué estás…. Ohhh, eres sensacional, ¡qué bien lo haces! —le felicitó su padre, con toda su honestidad.

—Buena niña —dijo Charlotte.

Junto a ellos, bañados por el temprano oleaje, Alexandra devoraba apasionadamente la corrida de su hermanita, que ésta había liberado en su garganta. Además, se corría por tercera vez gracias a la polla de su Arthur en su coño.

—Ayyy, estuvo muy rico, hermanita.

—Lo sé, bebé, pero ya aprendí mi lección. También necesitas una buena polla. —Alexandra se acercó a Arthur y le susurró algo al oído. Luego, se dirigió a Alice—. Ponte de rodillas, hermanita.

—¿Así? —preguntó la inocente Alice, obedeciendo en seguida, mientras las olas la golpeaban suave y sensualmente. Con ambas manos se acarició los senos en crecimiento, y miró con deseo a su hermana y hermano.

—Así es —asintió Alexandra, que se puso de rodillas frente a ella, y la besó efusivamente. Alice, como siempre, le devolvió el beso, pero lo que no esperaba, era la furtiva mano derecha de Alexandra, que se introdujo dulce, pero rápidamente, en la entrada trasera apretada de su hermanita.

—¿

Roja

? —inquirió Alice, algo asustada, sin poderse soltar del cuerpo desnudo de su hermana mayor que abrazaba—. ¿A-Alexandra? ¿Qué estás haciendo?

—Hoy te vamos a estrenar, bebé, pero necesitas algo de práctica primero —dijo Alexandra, jugando con la lengua de su hermanita, y luego con sus pequeñas tetitas—. Dime, ¿te duele o te gusta?

—D-duele un poquito pero… ahora está… ahhhh…. ahora está m-mejor… ¡m-me gusta! —dijo progresivamente Alice durante un minuto o dos, mientras Arthur se masturbaba frente a ella.

—¿Segura? ¿Entonces estás listo para que hermanote te de caña por tu culito?

—S-sí, estoy segura —confirmó Alice, mirando hacia atrás, y dedicándole una mirada llena de angelical deseo a su hermano—. Ven,

Twino

, estoy lista para ti.

—Esa es mi hermana —dijo Arthur, que procedió lentamente a introducir su larga verga en el culito de Alice, que soltó un largo y sensual suspiro—. Ohhhh, estás muy apretada.

—Más, más… m-más adentro… Ayyyyy, ayyyyyyyy, está biennnnn, ¡me gusta! ¡Ayyyyyy…!

—Obedece a la putita, hermanote, mételo hasta el fondo. Y tú, mi angelito, ahora le vas a devolver el favor que te dio tu diablita —dijo Alexandra, poniéndose de pie, ubicando su coño abierto a la altura del rostro de Alice.

Ésta sonrió traviesamente, y sin perder más tiempo, metió la lengua entre las piernas de su hermana, devorando con pasión todo lo que se encontró.

—M-me corro… ¡¡¡Ahhhhhhhh!!! —exclamó Ariadna, en cuatro patas, gracias al dildo de su madre en su coño.

—Buena niña. ¿No deseas ahora venirte con la verga de papá? —preguntó Charlotte a su hija.

—¿Q-que papá me folle? —preguntó Ariadna, liberando por un momento el pene de su padre de su garganta, lo que fue un alivio, pues éste estaba a punto de liberar toda su corrida acumulada demasiado pronto.

—Así es, cariño. —Charlotte se inclinó hacia adelante, sacó la lengua, y jugó un rato con la de su hija, intentando calentarla lo suficiente para que aceptara.

¿Follar con papá?, pensó Ariadna, sintiendo como su excitación crecía más y más. Había llegado al clímax, pero ya percibía uno nuevo aproximarse. “Follar con papá”, repitió Ariadna, en su cabeza, una y otra vez. “Correrme en la polla de papá”, se dijo.

Ariadna empujó a su padre al suelo, de espaldas. Alexander y Charlotte pensaron que lo habían arruinado, que su hija del medio se iría corriendo y no les volvería a hablar. Por el contrario, con mucha agresividad, Ariadna se quitó el bikini completo, y se sentó sobre su padre.

La muchacha de bellos ojos azules y sensuales piernas, tomó la parte de abajo de su propio bikini y se lo dio a su madre, que comenzó a lamerlo lascivamente de inmediato. Luego, la chica tomó la verga de su padre, y violentamente se dejó caer encima.

—Ohhhhh, ¡hija mía!

—¡Papá, papá, papáaaaa! —exclamó Ariadna, saltando sobre la verga erecta y durísima de su papá—. ¡Dame amor, papá! ¡Fóllame! ¡Dale amor a tu hija, fóllate a tu hijita! ¡Ahhh, ahhh, ah, ah, ah, ah, ahhhhh, hmmmmm, ahhhhhh! ¡Eso es, dale caña a tu Ari! ¡Fóllame, fóllame, fóllame!

—Santo cielo, hija —dijo Charlotte, sorprendida, lamiendo por turnos las bragas de su hija y el dildo que había estado metido en su coño—. Eres una verdadera zorra, estoy orgullosa de ti.

—También yo, me estás montando como una profesional, cariño —dijo Alexander, poniendo las grandes manos sobre las grandes tetas de Ariadna, que cerró los ojos y se dejó llevar completamente por la pasión y la lujuria desenfrenada. No pasó mucho tiempo hasta que se corrió de nuevo.

Con el agua en sus rodillas, ocultos por las grandes rocas de la playa, y un sol que ya comenzaba a ocultarse, los White se organizaron en una última posición, con centro en Ariadna y Alexander, pues la muchacha definitivamente no quería dejar de montar a su padre, estaba completamente en el paraíso ahora que había superado todas las barreras del tabú.

—Ari, eres increíble, te amo hija, ¡te amo, eres la mejor!

—Sí, papá, síiiii, ámame más, dame todo tu amor, ¡quiero que todos me echen chorros y chorros de amor, por favor! ¡¡¡¡Ahhhhh!!!!

Alice se sentó sobre la boca abierta de su padre, que comenzó a penetrarla con la lengua. Alice y Ariadna se fundieron en un fraternal abrazo, y comenzaron a besarse y acariciarse mutuamente los labios y los senos.

—Te amo,

Twina

, me encanta cómo me besas, es muy rico compaaaaaahhhhrtir esto contigoooo. Mami, ¿qué me vas a hacer? Ayyyy.

—Te voy a hacer sentir muy rico, cariño.

Detrás de Alice se acostaron Charlotte y Alexandra, en posiciones contrario. Su madre se puso en cuatro patas, y con una mano metió el dildo negro al interior del anito de su hijita menor. La penetración fue muy fácil, dada la excitación de la chiquilla. En tanto, debajo de Charlotte, Alexandra se abrió de piernas para que su madre pudiera hacerle sexo oral fácilmente. La matriarca de los White no se contentó con eso, y metió sus dedos al interior del culo de su hija mayor también con la mano libre.

—Eres una zorra, madre, pero no te preocupes, yo también aprendí mucho de ti —dijo Alexandra, abriendo los labios mayores de su madre para penetrarla con la lengua, completando un perfecto 69 entre ellas—. Dios mío, estás desbordándote, mamá.

—Es lo que provoca follar con todas mis hijas y mi esposo, jaja. Pero me falta el plato principal. ¿Bebé? —le preguntó a su hijo, de pie detrás de su madre y hermana mayor, con la polla erecta y lista para el último encuentro—. ¿Podrías darme muy fuerte por culo, hijo?

—Por supuesto que sí, mamá —asintió el muchacho, que no fue ni gentil ni lento cuando metió su larga verga al interior del ano de su madre—. Ohhhh, te mueves muy bien, má, ahhhhh.

—Ufff, qué rico, hijo, creo que me vas a hacer venir muy pronto, ahhhh, hmmmmm, más fuerte, más fuerte, dame muy muy fuerte y duro, hijito, ahhhhhhhhhhhhh.

Los jugos que salieron de la penetración cayeron sobre el rostro y cabellos de Alexandra, ya empapados por meados, y eso la llevó a tal clímax que se corrió de nuevo.

—¡¡¡¡¡AHHHHHHHHHHHH!!!!! Los amo a todos, ¡son unos guarros de mierda, me fascinan!

Alice recibía una deliciosa comida de coño de su padre, se dejaba consentir por los lametones de Ariadna, y era penetrada intercaladamente por los dedos de su madre y el dildo en su culo. Se corrió cuatro veces, empapando el rostro de su papá.

Ariadna montaba intensamente a su padre, a la vez que chupaba los senos de Alice, y se dejaba devorar el cuello por aquel angelito lascivo. Se corrió seis veces, cubriendo de jugos vaginales el pene de su papá.

Alexandra cogía la concha de su madre con la boca, y recibía una doble penetración de ésta, tanto con su lengua en su “conejito travieso”, como con el dildo negro y los dedos de su mamá en su culo. Se corrió cinco veces sobre el rostro de la puta de su madre.

Charlotte era penetrada tanto por la lengua de su hija mayor en su vagina, como por el enorme pene de su hijo en su trasero, quien le daba continuamente de nalgadas. Se corrió tres veces, y una fue un orgasmo anal que hizo casi desfallecer a su hijo amado.

Pero aún faltaban dos corridas, las más importantes para las cuatro damas. Los dos hombres se habían estado aguantando mucho, pero después de tantas horas follando, finalmente habían llegado a su límite, y anunciaron su inminente corrida.

—E-estoy a punto…

—Me voy a correr, putas.

Los dos se pusieron de pie y comenzaron a masturbarse, mientras Charlotte comenzaba a dar órdenes a sus hijitas.

—Niñas, ya escucharon a nuestros machos. Todas van a ponerse de rodillas frente a sus enormes vergas, y van a dejar que las bañen de semen, ¿estamos claras?

—¿Vamos a recibir semen de papi y

Twino

? —preguntó Alice, alegremente, siendo la primera en ponerse de rodillas frente a los vigorosos penes.

—Sí, bebé, vamos a recibir un buen baño de lefa caliente —dijo Alexandra, junto a su hermanita, sacando la lengua y poniendo las manos juntas—. En esta posición, como buena perrita.

—¡Yo quiero! Denme todo, lo necesitooooo —rogó Ariadna, pegándose junto a su hermana menor para recibir la mayor parte de la lechada—. Papá, mi amor, báñenme completa.

—Eso es chicas —dijo Charlotte, complacida, arrodillándose junto a Ariadna—. Ahora, saquen las lenguas, abran bien la boca y digan “ah”.

—Sí, mami —asintió Alice, sacando la lengua lo más que podía, impaciente.

—Solo somos sus bolsas de semen, hagan lo que quieran con nosotras —dijo Alexandra, sumisa.

—¡Córranse! ¡Papi, Arthur! ¡Córranse en mi boca! ¡Denme su leche! —suplicó Ariadna.

—Vamos, mis machos deliciosos, alimenten a sus perras hambrientas —ordenó Charlotte.

—¡¡¡Ohhhhhhhhhhhhh!!! —gritaron Alexander y Arthur a la vez, masturbándose tan rápidamente que sus manos apenas se distinguían. Estallaron, liberando todo el semen que habían acumulado durante todo ese tiempo, gritando mientras sufrían interminables y deliciosos espasmos.

Litros y litros de leche fueron a parar a los rostros y senos de las cuatro mujeres insaciables. Charlotte, más experimentada, sabía cómo recibir la gran mayoría del semen en su boca, aunque mucho fue a parar a sus enormes tetas, cuello y cabello. Alexandra se acarició el rostro y el cabello a medida que la leche la caía encima, ebria de placer mientras era bañada, convertida en un depósito de leche. Ariadna estaba en éxtasis, recogiendo todo lo que podía, haciendo gárgaras con lo que caía en su garganta, temblando de placer a medida que sus senos eran cubiertos de semen. Alice reía traviesamente, saboreando su ración de lefa caliente, pasándosela por su cuerpo entero como si fuera jabón, y pronto empezó a lamer los restos de semen de las mejillas y cuellos de sus hermanas, junto a ella.

Charlotte se puso de pie delante de sus tres hijas, y una por una fue besándolas en los labios, compartiendo con ellas el semen que había recogido. Ese era el verdadero amor de madre para ella.

—¡Eso fue espectacular! ¡Está muy ricoooooooo! Slurrrp, slurrrp.

—Soy una puta bañada en semen, me fascina, ¡estoy en el cielo!

—Papá, mamá, gracias por todo. Arthur, te amo muchísimo, gracias.

—Muy bien, chicas. Las mujeres de nuestra familia siempre han sido buenas en esto, y ustedes han cumplido con creces. Vean cómo quedó la polla de su hermano y su padre, están muy complacidos.

—¿Las mujeres? —preguntó Ariadna, saliendo de su ensoñación—. Entonces, ¿es verdad que tú y tus hermanas...?

—Sí. Mis hermanas Elizabeth, Isabella, Gabrielle y yo aprendimos a follar desde que éramos muy jóvenes, y fuimos educadas en ello por nuestros propios padres también.

—Así es —confirmó Alexander, agotado en la arena—. De hecho, mi hermano y yo tuvimos nuestra primera vez al mismo tiempo, dándole una doble penetración a nuestra hermana April.

—Espera, ¿el tío Andrew? ¿El esposo de la tía Elizabeth? —preguntó Arthur, al fin armando parte del rompecabezas en su mente.

—Sí, es mi hermano, solo que no solemos hablarlo mucho para ocultar el secreto.

—En nuestra familia el incesto es algo fundamental. Más aún, la tía Elizabeth y el tío Andrew ya se han acostado con sus hijas e hijo, antes que nosotros. Por cierto, vienen a quedarse la próxima semana, hay que recibirlos cómo dios manda.

—¿Y ambos se follaron a la tía April? —preguntó Ariadna, restándole importancia a la visita de sus tíos, primas y primo que vivían en Inglaterra.

—Muchísimas veces, y también con Charlotte y sus hermanas. No sé por qué te sorprende, Ari, tú también has cogido con tu primo, ¿no, cariño?

—¿Qué tiene eso que…? Momento… ¿Qué?

Alexander y Charlotte se dieron la mano. Ambos sonrieron, listos para al fin revelar el segundo de los grandes secretos de la familia White, algo que ni siquiera ellos sabían en su juventud, y que descubrieron poco después de sus primeras citas unos con otros.

—Su padre y yo somos primos —dijo Charlotte—. Mi mamá es la hermana mayor del papá de él, del tío Andre y la tía April.

—La familia White es más grande y guarra de lo que creen, jajajaja —rio Alexander, mientras sus hijas e hijo quedaban más boquiabiertos que nunca.

Continuará...