La Familia White (13)

Momento de un pequeño intermedio, alejándonos de la granja White, y dirigiéndonos al viñedo de los Rojo. La hermana de Charlotte, Gabrielle, nos mostrará su día a día, disfrutando del sexo con su esposo, hija e hijo.

Capítulo 13: Rojo

La familia compuesta por Alexander, Charlotte, Alexandra, Ariadna, Arthur y Alice al fin estaba comprendiendo cómo divertirse. Solo les faltaban algunos ajustes menores antes de realizar la máxima fiesta, como podrán leer en el próximo capítulo.

Sin embargo, para éste tendremos un breve intermedio con los Rojo. La familia de Amador, Gabrielle, Amador Junior y Valentina tenían mucho más experiencia con los tabúes que los White. Se conocían perfectamente, y para ellos, el amor era algo completamente libre, sin límites. Nada era inapropiado para ellos, y nunca lo sería.

Hoy, encontramos a los Rojo en su viñedo, herencia de los padres de Amador. Éste hablaba con diez de sus trabajadores sobre cómo mejorar las plantaciones durante el próximo invierno. Sin embargo, Amador sabía que sus trabajadores no eran diez… sino trece. Se planteó si debía despedirlos, pero al suponer dónde estaban, sonrió y los dejó hacer. Todo el mundo tenía derecho a divertirse. Y su esposa era la mejor que había para divertir a los hombres.

Al borde de la viña, entre medio de los árboles, tres hombres forzudos rodeaban a una mujer completamente desnuda de trenza pelirroja, que gritaba sin cesar, de puro placer. Pocas cosas en el mundo eran mejores que tener una polla metida en el coño, pensó Gabrielle Black, y una de esas pocas cosas, era tener una en el coño, otra en el culo y otra más en la boca. El pack completo; se sentía enteramente llena por lass vigorosas pollas de esos hombres de campo tan musculosos.

Estaba sentada sobre uno de ellos. No sabía cuál, ni siquiera se molestó en aprender sus nombres. Ni a ellos ni a ella le interesaba algo más que tener sexo. Otro estaba detrás, dándole por culo. El último estaba de pie frente a ella, con su miembro metido en su boca. Era la posición más clásica y tradicional para estar con tres hombres a la vez, y también era su favorita.

—Eso, fóllenme, denme caña como me merezco.

—¡Está muy apretada, jefa! —dijo el que estaba detrás de ella, penetrándola bruscamente.

—¡Ufff, me encanta siempre que hacemos esto! —dijo el que estaba recostado.

—Ohhh, ohhh, oh —gimió el más callado, a quien Gabrielle le chupaba la verga.

—¡Sí, sí, sí, sí! Más, máaaaas…

Mientras tanto, en la casa, Valentina Rojo se miraba frente al espejo en el baño, con el nuevo conjunto de ropa interior que su padre le había regalado. Posó de distintas maneras, dio vueltas con aire bailarín, y se coqueteó a sí misma en el reflejo. La lencería se componía de un brasier negro con encajes florales que pronunciaba mucho sus tetas, y que se veía muy sensual cuando bajaba uno de los tirantes a sus antebrazos, al mismo lado donde dejara caer su bella cascada de cabello castaño. Además, unas bragas tipo culotte que resaltaban la curvatura perfecta de su culo, con algunos dibujos florales también. Finalmente, unas medias semi transparentes que marcaban sus sexys piernas. Estaba decidida. Esta vez se acostaría al menos con cuatro chicos. cosa que no hacía desde hacía dos semanas. Para prepararse mejor, comenzó a tomarse fotos en sus poses más sexys, que envió a distintos destinatarios. Le encantaba ser así de puta.

En ese momento, la puerta del baño se abrió y su hermano entró como una bala. Amador Junior había estado esperando demasiado tiempo. Siempre era lo mismo en las mañanas.

—¿Se puede saber por qué tardas tanto siempre? —preguntó Junior, ofuscado, mientras se bajaba el short de pijama para orinar.

—A diferencia de ustedes, una chica necesita verse bella —contestó Valentina, posando tanto para su hermano como para su propio reflejo, enfatizando sus peligrosas curvas—. ¿No crees?

—Hermana, una cosa es verse bella, y otra ser así de vanidosa. —Junior apuntó y comenzó a orinar, todavía con los ojos medio cerrados—. Lo que pasa es que no puedes andar sin follar.

—Si crees que eso me ofende te equivocas. —Valentina sonrió, se pegó a su hermano y le acarició los pectorales—. No te pongas así, hermanito, lo que pasa es que estás molesto porque Ariadna y tú ya no se ven tanto, ¿no?

—Anda con Arthur. Quiero mucho a mi primo, pero ahora me saca un poco de quicio.

—Bueno, bueno, siempre puedes follar con cualquier otra chica del pueblo, ¿no? —Valentina se arrodilló, y acercó la cabeza al pene erecto de su hermano menor—. Literalmente todas desean tu polla. Y eso me incluye, claro.

Valentina comenzó a darle lametones a lo largo de la verga de su hermano mientras éste orinaba. Era una sensación maravillosa que Valentina amaba. Se sentía sucia y eso le encantaba. El sabor, el olor, la textura, todo sobre los penes le volvía loca, y más cuando estaba haciendo algo que casi todas las demás chicas considerarían asqueroso.

Estaba tentando a su hermano para hacer otra cosa, pero él no terminaba de atreverse, mientras se dejaba lamer por su hermana. Luego, Valentina comprendió que su bello hermanito estaba siendo respetuoso por su lencería, que ella había olvidado. Agradecida, la muchacha se quitó el brasier, o dejó a un lado, puso las manos sobre el retrete, y sacó la lengua.

Junior, que había esperado esa movida, apuntó entonces el chorro de meados a la lengua de su hermana, que le sonrió con gusto mientras parte de su rostro era mojado por la lluvia dorada. Él sabía que ella no lo hacía solo porque le enloquecía complacer a todos los hombres con los que se acostaba, sino porque genuinamente le fascinaba.

—Eres una puerca, ¿lo sabías?

—Sí, pero así es como te gusto, ¿no?

Cuando su hermano acabó, Valentina se metió la verga que tenía adelante a la boca y la chupó por un par de minutos con dedicación y voracidad. Luego se puso de pie, se inclinó sobre el lavamanos, se quitó las bragas y puso un pie sobre el retrete para facilitar la movida de Junior. Éste se ubicó delante de ella y la penetró sin anunciarse.

—Ohhhhhh, sí, ¡qué rico!

—Eres una puta, hermana, ni siquiera tuve que tocarte y ya estás mojada. —Junior le agarró las tetas a su hermana y las masajeó tal como sabía que a ella le gustaba.

—No te des tantos aires de grandeza, hermanito, ya estaba cachonda de antes. —Valentina se miró en el espejo de nuevo. El rostro todavía con gotas doradas, así como su cuello; sus tetas moviéndose al son de las embestidas de su hermano, sus pezones durísimos, y un hombre musculoso detrás de ella. Se sintió sumamente sexy—. La idea de coger con muchos hombres hoy me puso como loca, ahhhhh, ahhhhhh, ahhhhhhhhh.

—Te envidio, yo cada vez que follo con alguna de las vecinas imagino a Ariadna, o a alguna de sus hermanas a veces. Tú no pareces tener ese problema.

—No es tan así, ahhhh, ahhhhhhhh. Desde hace años que quiero coger con Arthur, pero todavía no hallo la oportunidad, ahhhhh, ahhhhhhh, ahhhhhhhhh.

—¿Quieres cogerte a nuestro primo, hija de puta?

—Sí, síiiii, síiii, eso quiero, su polla en mi coño, en mi boca y en mi culo, todos sus fluidos encima de mi cuerpo, aaaaaahhhhhhhh, ahhhhhh.

—¡Pero si ya te coges al tío Alexander! —exclamó Amador Junior, mientras terminaba de quitarse las prendas que aún llevaba puestas.

—¿Y qué? Quiero a toda la familia, ¿me entiendes? ¿O a ti no te gustaría coger con la tía Charlotte también? ¿No te la imaginas acaso cuando te la cascas en la noche, antes de que mamá o yo nos bebamos tu lechita?

—Eres una puta de mierda. —Junior dio vuelta a su hermana, la levantó en brazos, y ella le abrazó con las piernas mientras la volvían a penetrar. Sin dejar de follar, completamente desnudos, ambos salieron del baño y se pusieron a follar salvajemente donde fuese que se encontrasen. El corredor, la mesa del comedor, el piso de la sala, en el dintel de la puerta…

Entre tanto, en el viñedo, Amador Rojo se metió entre los matorrales, y encontró a su esposa recostada bajo el sol, completamente bañada en litros y litros de semen, que recogía sensualmente con sus dedos para beberlo. Había manchas blancas en sus pechos, su abdomen, su trenza pelirroja, sus manos, sus muslos y parte de su cuello. A su alrededor, estaban los tres trabajadores que se le habían escapado a Amador, totalmente desmayados.

—¿Te divertiste, querida?

—Ufff, no sabes cómo. ¡Qué buenos hombres contrataste, mi amor! ¡Qué pollas que tienen! ¿Pero cuándo me vas a permitir cogerme a los trece a la vez?

—Jajajaja, estás loca, ¿lo sabías? —Amador levantó las piernas de su esposa, las apoyó sobre sus hombros, apuntó su durísima verga a su entrada, y la abrió aún más cuando la penetró.

—¡¡¡¡¡¡¡¡AHHHHHHHH, SÍIIIIIII!!!!!!

—¿Se comparan esos penes al mío, querida?

—¡No, querido, no! ¡El tuyo es el mejor! ¡Me vuelves loca!

Si bien era cierto que lo que más le encantaba de su marido era cuándo el latino le daba uno de sus tradicionales y abundantes lechazos, solo el hecho de follar con él le enamoraba. Gabrielle Black había tenido muchos pretendientes en su vida, algunos de los cuales todavía eran sus amantes. Incluso con los esposos de sus hermanas lo había hecho, y ambos, Alexander y Andrew, eran increíbles en el sexo. Pero el único que lograba revolucionarla, el único que le daba orgasmos por montones cada vez que la penetraba, era Amador Rojo, aquel hombre delicioso y misterioso que había conocido en una orgía organizada por ella y sus hermanas, casi veinte años años atrás.

Rodeada por tres hombres inconscientes que se habían deleitado con su cuerpo, y que la habían marcado como suya con su semen, Gabrielle Black se sentía en el cielo. Se sentó esta vez sobre la durísima verga de su esposo mientras se masajeaba sus propios senos, recogiendo más del semen de los empleados de su esposo. Amador se dejó hacer, y apoyó las manos sobre su nuca. Generalmente le gustaba dominar, pero de vez en cuando no estaba mal dejar que ella tomara el control.

—Eso, eso, sí, estás muy largo, ¡estás muy adentro, querido!

—No podría ser de otra manera con una mujer como tú. Mi polla se empalma de solo olerte.

—¡Esa es la otra razón por la que me casé contigo! ¡Siempre sabes qué decirle a una dama!

El sonido que hacía el coño de la mujer al montar y dejarse penetrar por aquella larga y venosa polla volvía locos a ambos. Un sonido húmedo, salvaje, desbordante, lujurioso. Los jugos vaginales de Gabrielle corrían por sus muslos hacia abajo, y él podía sentir perfectamente como la superficie de verga rozaba la textura rugosa al interior de su mujer. Había follado con decenas y decenas de mujeres, pero nadie había sido tan sexy y salvaje a la vez… con excepción, quizás, de su hija.

De la misma manera, solo un pene enloquecía a Gabrielle tanto como el de su marido. Su propio hijo, una fotocopia de su padre. La primera vez que madre e hijo lo hicieron, todo sentido de moral en su cabeza fue reemplazado por morbosa perversión.

Madre e hijo. Padre e hija. Casi nadie en el planeta sería capaz de entender algo así, pero los Rojo estaban seguros de que se sentirían igual si solo llegaran a probarlo. Afortunadamente, Alexander y Charlotte ya habían logrado ese punto con sus hijos también, por lo que las reuniones familiares serían espectaculares.

Y fue curioso que Amador y Gabrielle pensaran en Valentina y Junior en ese momento, pues éstos aparecieron completamente desnudos entre los matorrales. Él estaba de pie, y ella abrazada a él mientras era penetrada por su hermano menor.

—Oh, hola, hijos, ¿les gusta el espectáculo? —preguntó Amador.

Por toda respuesta, los dos hermanos se miraron entre sí con una sonrisa cómplice. Se separaron, y mirando la escena de sus padres, comenzaron a masturbarse. Junior se hizo la paja delante de su madre, y Valentina se llevó una mano a la entrepierna y con la otra simuló un

blowjob

mientras miraba con deseo a su padre.

—Parece que tuviste una buena fiesta, mamita —comentó Valentina, mirando a los apuestos y varoniles hombres que estaban tirados en el suelo, durmiendo, a la vez que su madre estaba embadurnada por varios chorros de lefa. A Valentina le dio la impresión de que había cogido con dos de ellos también, pero no estaba segura, aunque al ver sus penes flácidos comprobó que sí.

Valentina Rojo reconocía pollas, no rostros.

—Ahhhh, así es, hija, lamento no invitarte. ¿Vinieron a divertirse aquí, también? —preguntó Gabrielle, montando con sensuales movimientos pélvicos a su esposo, sin quitarle la mirada al miembro de su hijo. Se le estaba haciendo agua la boca.

—Sí, ahhhhhh —gimió Valentina, mientras se metía un par de dedos en el coño—. No sé cómo, estábamos follando en el baño, hablando de que queríamos coger con nuestros primos, y de pronto ya estábamos aquí, hmmmmm, ahhhhh.

—¿Con Alexandra y los demás? No estaría mal, jijiji —rio Gabrielle, llamando con un dedo a su hijo para que se acercase.

—¿A cuál de tus primas quieres follar primero, hijo? —preguntó Amador, mientras se erguía para devorar los durísimos pezones de su esposa, sin dejar de mirar la escultura hecha mujer que era su lujuriosa hijita.

—A las tres a la vez, papá —respondió Junior, mientras se acercaba lo suficiente como para que su madre le agarrara la vigorosa polla con una mano—. No voy a dejar de coger con Ariadna, pero también deseo a la perra de Alex y la putita de mi primita Alice.

—Te prometo que vamos a hacerles una visita pronto, hijo. Y tú, hija, ¿por qué no vienes y le das un buen beso a tu padre?

—Como ordenes, papito —aceptó Valentina, gustosa. Mientras Amador volvía a recostarse, Valentina se puso a cuatro patas en la tierra. No le importaba ensuciarse; al contrario, le fascinaba. Ella acercó su rostro al de su padre, al revés del suyo, le devoró la boca con todo y lengua. No había cosa más rica que los besos de su papá. De hecho, él fue su primer beso. Cuando era más joven, siempre le exigía un besito en los labios, y uno en el coñito, antes de dormir.

En tanto, Gabrielle, que todavía montaba a su marido, estudió la otra polla que tenía en la mano, abrió bien los ojos, y la devoró con los ojos antes de abrir la boca y metérselo hasta la garganta. Se le ocurrió un chistesito.

—Bueno, ya que estamos en el Edén, parece que soy Eva, y esta banana es el fruto prohibido.

—Ohhhhh, mamáaaaaahhhhhh —suspiró Junior cuando su madre comenzó a realizarle sexo oral, una de sus especialidades. Gabrielle tenía una manera única de acariciar una polla del tamaño y forma que fuese, adaptándose para darle el mejor placer posible, una habilidad que compartía con sus hermanas, y que había heredado de su madre.

Chupar, chupar y chupar. Lamer, lamer y lamer. Montar, montar, venirse y venirse. En nada más pensaba Gabrielle Black, dejándose llevar por el placer. El pene de su hijo, que chupaba casi a diario, era mejor que cualquier dulce. Y el de su esposo le estaba dando tantas oleadas de placer que se había venido ya tres veces. Además, la lefa de los tres hombres la estimulaba demasiado. Pero necesitaba un par de orgasmos más. El grande incluido, el que solo su familia le podía dar.

—Ahhhhh, ah, ah, ahhhh, ahhhhhhh —gimió fuertemente la menor de las hermanas Black, mirando con deseo a sus hijos y esposo alternativamente, suplicándoles que la complacieran. Junior entendió perfectamente y, sacando su polla de la boca de su madre, se arrodilló detrás de ella. Gabrielle, desde luego, levantó un poco el culito, sin separarse de la venosa verga de su esposo.

—Aquí voy, mamá.

—Dame duro, mi amor.

Junior separó las nalgas de su madre, le escupió a su ano, y la penetró suavemente, mientras ella daba saltos sobre su esposo. Apenas tuvo nuevamente dos pollas en su interior, se corrió.

—¡¡¡¡¡Ahhhh, hijos de puta, así, así, denme duro, como me merezco!!!!!

—Papito, ¿me besas abajito? —preguntó Valentina, pero no esperó la respuesta. Dándole la espalda a su madre, la hija ya se estaba sentando en la boca de su padre, y éste, talentoso y experimentado, sacó la lengua para penetrarla y lamer desde la rajita hasta su clítoris—. Sí, sí, eso, me gustaaaaaaah. ¡Me gusta mucho!

—Hija, eres deliciosa. —Amador casi se corre al hacer su lengua contacto con la vagina de su hija. Su olor le enloquecía, y el saber lo prohibido que estaba hacer algo así, le encantaba aún más. Al principio se le dificultó mucho, pero al conocer al resto de la familia de su esposa, y descubrir el secreto que ocultaban, se dejó llevar por sus más bajos instintos y perversos deseos.

—Papito, tu lengua es la mejor, ¡me encanta!

—Te amo, nenita. Sí, sigue dándome tus jugos, me los voy a tomar todos.

—Amor mío, hijito, ¿te gusta metérmela en el culo?

—¡Me encanta, mamá! ¡Estás muy apretada! ¡Ah!

—¡Más duro, más duro! ¡Este es el grande! ¡Querido! ¡Hijo! ¡Me corroooooooohhhhh!

Luego de veinte minutos, los cuatro cambiaron de posición. Junior siguió penetrando a su madre por el trasero, y ella se puso en cuatro patas, como la perra que le encantaba ser. Valentina imitó a su mamita, y se ubicó delante de ella, mientras Amador se posicionaba en la entrada trasera de su hija. Gabrielle y Valentina se sostuvieron mutuamente, abrazándose como buenas madre e hija.

—¿Le pediste a tu papá que te lo metiera por atrás, eh? —sonrió la madre con complicidad.

—Sí, es que es muy rico, mamita. ¿Me lo prestas?

—Desde luego, hija, el pene de tu padre es todo tuyo.

En el momento en que Valentina y Gabrielle se tomaron de las manos y se besaron, los dos Amador comenzaron a penetrar con fuerza a sus mujeres. Ambas se volvieron tan locas de placer que se les fueron los ojos hacia arriba.

Los dos hombres les agarraron las tetas mientras ellas derramaban sus corridas en la tierra y se abrazaban mutuamente, tocándose el cuerpo entero. Los cuatro gemían sin parar, se sentían como animales desesperados por follar. Los hombres eran salvajes que no tenían otro pensamiento más que vaciarse en las entrañas de sus chicas. Padre en la hija; el hijo al interior de la madre, el sol ardiendo sobre sus cabezas y poniéndolos aún más calientes. Las mujeres no paraban de venirse mientras se acariciaban los senos y pezones mutuamente.

—Ahhhh, me muero, ¡me muero, papito, me fascina tu pene!

—¡Mamá, estás muy apretada, creo que voy a venirme!

—Hazlo en mi cara, hijo, que ninguno de los tres de antes me la bañó como me merezco.

—Hija, ¿te importa si también me corro en la cara de tu mamá?

—Para nada, papito, ahhhhhhhhh, hmmmmm, de hecho también me encantaría.

Tras unos minutos, sus mentes se apagaron completamente y estaban desesperados por correrse. Mientras su padre le daba por culo, Valentina comenzó a acariciarse frenética y rápidamente el clítoris, llena de lascivia.

Cuando estuvieron listos, deshicieron la posición y tres de ellos se pusieron de pie. Gabrielle, de rodillas en el suelo, esperó que terminaran de darle un buen baño, y no podía esperarse nada menos de sus hijos. Sin embargo, sí le sorprendió cuando su hija fue la primera que se le acercó, puso el coño cerca del rostro de su madre, y terminó de masturbarse para liberar un increíble chorro vaginal que salpicó en la cara de Gabrielle, que se rio gustosa.

—¡Bébelo todo, mamá!

—Vaya que eres una puerca, hija, ¡dámelo todo!

Luego vino el turno de Amador y Amador Junior, juntos. Apenas Valentina se vació completamente, ambos apuntaron sus pollas a la mujer, y lanzaron cuatro o cinco lechazos cada uno sobre la nariz, labios, ojos, cabello, cuello y mejillas de Gabrielle, que estaba fascinada por el regalo. Las corridas le encantaban, era como ser marcada como una mujer que solo servía para el sexo. ¿Y no eran eso las mujeres Black?, pensó. Mujeres increíbles para quienes el sexo era su droga diaria, no podían vivir sin ello.

Agotados, Amador y Junior cayeron cerca de los otros tres hombres, muertos de la risa. Los dos hombres se palmearon mutuamente la espalda, mientras Gabrielle los miraba complacida. Entre tanto, Valentina anunció que debía irse a duchar otra vez, y cambiarse para salir.

—¿Vas al pub, cariño?

—Sí, papito, tengo cita con los dos chicos que trabajan en la heladería, y creo que el dueño irá también, ya que le mandé una foto mía en lencería. ¡Nos vemos en la mañana!

Mientras la muchacha se alejaba, Gabrielle escuchó cómo vibraba su teléfono, entre las prendas de ropa que había dejado antes en el suelo cuando se vino con los tres trabajadores. Lo extraño de vestido, y sonrió de felicidad, anunciando alegremente a su esposo e hijo la noticia.

Su hermana mayor, Elizabeth, volvería de Inglaterra y los visitaría pronto.

Continuará...