La Familia White (11)

Alice llevará a su hermana Ariadna a un lugar secreto que usa para jugar. En un baño del pueblo encontrarán un gloryhole, y gracias a él, un extraño cumplirá al fin su deseo más profundo con su hermana gemela.

Capítulo 11: El extraño en el baño

—¿Cómo salió todo, mamá? —preguntó Alexandra, mientras le daba a su madre juguetones lametones en los pezones, y le penetraba con los dedos.

—Aahhh, sí… Salió muy bien, querida, hummm, síii… —dijo Charlotte, besando el cuello de su hija mayor, ,ambas recostadas en la cama matrimonial—. Pude meterme el miembro de tu hermano muy adentro, fue riquísimo.

—Ufff, ¿y Alice? —preguntó Alex, mientras su madre le metía dos dedos en el coño.

—Tuvo su primera vez con su papi, y aceptó ayudarnos, aaaahhh, sigue, sigueeee…

—Entonces Ariadna…

—Primero con Arthur, y eso le abrirá las puertas a nosotras. Y esas tremendas piernas que tiene.

—Mamá, eres tan puta, jajaja.

Ambas se besaron mientras se penetraban mutuamente con las manos. Ese era el amor de madre que Charlotte Black profesaba, y su hija se dejaba querer. También Arthur, y pronto Ariadna y Alice serían objetivos de ese tipo de amor, que solo podía existir en la familia White.

La madre abrió su mesa de noche y extrajo un dildo negro de veinte centímetros. Lo lamió sensualmente mientras su hija desnuda se relamía los labios.

—Ay, mamá, ¿vas a usar esa cosa conmigo? Jiji

—Sí, hija. Tu mamá lo compró solo para ti.

Alexandra se puso en cuatro patas. Su madre acercó su rostro y le lamió el coño por unos pocos segundos, cerciorándose de que estuviese bien mojada. Cuando lo comprobó, introdujo el dildo en su interior lentamente…

—Mamá, ya estoy mojada, hazlo más rápido, aaaaahhhhh

—Como digas, hija. —Charlotte soltó el dildo en el interior de su hija mayor, y tomó la parte de abajo con los labios.

Luego, comenzó a penetrar a Alexandra con su boca, a la vez que imaginaba que se tragaba el miembro de su hijo, o de su esposo, o de Amador, o del cantinero del pueblo, o del verdulero del mercado, o del profesor de Alice… Todos los que se había cogido y seguía cogiéndose.

Se le fueron los ojos hacia arriba, y su coño comenzó a desbordarse con jugos que cayeron a la cama mientras penetraba a su hija con la boca. Se llevó la mano al clítoris, y comenzó a golpearlo con rápidos movimientos de su propia mano.

—Mamá, eso está muy rico, aaaaahhhh, sí, sí, aaaahhh, mmmmm, me muero, ahhh —Alexandra también tenía la lengua afuera y los ojos fuera de las órbitas. Se agarró ambos pezones con los dedos y empezó a tirar de ellos, fuera de sí—. Mamá, eres fenomenaaaaaaahh, eres increíble, ¿dónde aprendiste a coger así?

—Con tus tías —respondió Charlotte, con el dildo en la boca. Recordó que su primer vibrador, de hecho, le había pertenecido a Elizabeth, su hermana mayor, y se lo robó junto a Gabrielle una bella noche de verano, en que ambas quedaron sudando sobre las sábanas.

Ariadna White escuchaba los gemidos de su madre y hermana mayor, paralizada frente a la puerta de la habitación matrimonial. Solo quería preguntarle algo a su mamá, no descubrir que ambas estaban teniendo algo juntas, igual que Alexandra y papá, y con Arthur… o ella misma con su primo, con su hermana menor… y, aunque no quisiese pensar en ello, también con Arthur. Con la mano en la puerta, incapacitada para tocar mientras oía los gritos de Alexandra y los gemidos de su mamá, Ariadna recordó aquella noche de películas con Arthur en que ambos se besaron mientras se masturbaban juntos. Lo cierto era, aunque probablemente Arthur no lo recordaba, que ellos se habían besado por primera vez muchos años antes. Ariadna sabía las cosas que estaban pasando en su familia, no podía simplemente ignorarlas, menos cuando, en el fondo, sabía que las deseaba.

¿Por qué sino habría bajado al primer piso aquella vez, con la película que claramente era una porno de sus padres en la mano? ¿Estaba desesperada? Ciertamente, ¿pero de ahí a buscar algo con su hermano gemelo? Eso solo lo hizo porque, en el fondo…

No. Se negó a terminar ese pensamiento. Ella no era así. ¡Era una buena persona! No estaba loca como todos los demás en su familia. Cometió un error al acostarse con la pequeña Alice tantas noches, o follar con su primo Junior en el motel del pueblo tantas veces, o imaginarse todas las noches la polla de Arthur corriéndose en su interior, en lugar de en su estómago, como había ocurrido aquella vez.

Ruborizada, Ariada bajó al primer piso, salió de la casa y se dirigió al pueblo a pie. Necesitaba dejar de pensar. Pero, sin saberlo, un par de sombras la estaban siguiendo…

Ariadna se compró y comió una hamburguesa. Le dio algunas migas a las aves en la plaza pública, y luego se dedicó a recorrer las estanterías de libros. Hace tiempo quería comprar unas novelas que le habían llamado la atención sobre ciencia ficción. Había una también del género histórico que le interesaba. Sin embargo, cuando salió de la tienda, se vio con una novela erótica en la mano. Título:

La Travesura de Candice

, una historia sobre cómo una colegiala llamada Candice se deja follar por su hermano gemelo en la escuela. Definitivamente estaba perdiendo la razón.

Trató de ocultar lo que llevaba. ¿Tan difícil había sido aceptar una bolsa para la novela? No iba a tirarla tampoco, no había sido barata… y quizás iba a leerla alguna vez. Sentía que todos los ojos estaban puestos sobre ella, y no sabía cómo salir de esa situación. Todos sabrían las cosas que hacía con su primo y hermana, y las cosas que deseaba hacer con el resto de familia. Con ambas manos no lograba cubrir del todo la cubierta del libro… !Se estaba volviendo loca!

¡Twina!

—¿Eh? —Alguien había tirado de su muñeca, y cuando se volteó, era su pequeña hermanita Alice, que estaba también allí en el pueblo. Llevaba una minifalda de mezclilla azul, un pequeño top

bandeau

amarillo, zapatillas deportivas y el pelo castaño amarrado en una cola de caballo. Se veía adorable—. Alice, ¿qué haces aquí?

—¡Sígueme, porfa! —exclamó la chica, y corrió con Ariadna de la mano hacia el callejón detrás de un comedor libre.

—¡Alice!

—¡Cállate y sígueme! —ordenó Alice, en medio de una de sus características risitas.

Entraron por una puerta trasera al interior del callejón. Ariadna no tenía idea a dónde la estaba llevando su hermanita, pero de alguna manera le emocionaba. Incluso podía decir que le excitaba. Quería enfrentar sus deseos, pero lo cierto era que le costaba mucho, pensó mientras su hermana menor la llevaba por varios pasillos y pasajes poco iluminados.

Resultó terminar en un baño. El baño de empleados del comedor público, vacío en eso momento. El baño de hombres, más precisamente. Ariadna se preguntó qué clase de broma le estaba jugando su hermanita, cuando ésta la empujó al interior de un cubículo, y luego se metió con ella. Cuando jugaba así, tenía una fuerza que no se correspondía con su cuerpecito.

—Aquí está bien, jijiji.

—¿Alice? ¿Qué juego estás…? —Ariadna no pudo terminar la pregunta, cuando Alice se puso de puntillas y le plantó un jugoso y húmedo beso en los labios mientras le sujetaba ambos brazos con las manos para que no se resistiera. La novela cayó en el suelo.

Alice pegó su cuerpo, sus pequeñas tetitas a las de su hermana. Ésta se sorprendió y la apartó con algo de fuerza extra, y la miró extrañada y sumamente ruborizada.

—¿En serio quieres que pare,

Twina

? —preguntó ella, también con el rostro enrojecido, los labios medianamente abiertos, las piernas frotándose una con la otra, y un dedo travieso en la boca, lo que casi vuelve loca a Ariadna.

—¿Qué estás haciendo? —susurró Ariadna, para que nadie oyera, aunque nadie más se encontraba en el baño en ese momento—. Una cosa es hacer esto en casa, pero otra…

—A veces ayudo al dueño con algunas ventas, jiji —explicó Alice, mostrándole a su hermana la llave de la puerta del callejón que tenía en la falda de mezclilla—. A esta hora los empleados se van a almorzar, así que tenemos tiempo.

—Alice… —Ariadna iba a protestar, pero el dedo juguetón de Alice le tocó uno de los pezones por sobre su camiseta blanca, debajo de la camisa a cuadros—. Dioses, estás realmente loca.

Ariadna tomó a su hermanita de la cintura y la atrajo hacia sí. Alice cruzó los brazos alrededor del cuello de su hermana, y metió una pierna entre las de Ariadna, para que su muslo frotara contra su entrepierna. Ariadna buscó sus labios y la besó apasionadamente, metiéndole la lengua a su hermanita, deseándola como tantas otras ocasiones.

Los pezones de ambas estaban erectos, y sus chochos chorreaban a medida que se frotaban. Alice le abrió el cierre del pantalón a Ariadna, y metió sus dedos debajo de las bragas que llevaba. Ariadna respondió metiendo su dedo corazón debajo de la falda de su hermanita, moviendo sus braguitas a un lado para penetrarla.

—Ahhhhhhh, síiiii…

—Sí, tus dedos, ahhh, hmmm…

—Hmmmmm, qué rico, Alice…

—Me encantas,

Twina

.

Ambas se estaban penetrando mutuamente ahora, pero mientras Arianda estaba completamente concentrada en Alice, la menor de los White tenía su mente dividida en complacer a su hermana y buscar con su mano libre, ahora lejos del cuello de Ariadna, algo en los muros de ese cubículo. Ese muy especial cubículo con un agujero.

Alguien había estado esperándolas en el cubículo de al lado. Alguien que se ponía tímido solo con Ariadna, y que ahora introducía nerviosamente su polla erecta, larga y dura a través del agujero en el cubículo del baño. Allí se había ido toda su sangre, mientras su sentido de razón se apagaba.

Alice tomó aquel miembro mientras devoraba la boca de su hermana y la penetraba con su dedo, y se estremeció al frotar su piel rugosa.

—Pene… pene… —dijo ella, como una ensoñación. Desde que Arthur y su padre le presentaron sus pollas, se había obsesionado con ellas, y podía pasarse horas mirando fotos de éstas que compartía con su amiga Cindy—. Sí…

—Hmmm, slurp, slurp —lamió Ariadna la lengua de su hermanita, cuando se percató en que ella no estaba completamente concentrada—. ¿Alice? ¿Qué haces, put…? ¡Alice!

Ariadna abrió los ojos, y se encontró con que Alice le estaba haciendo la paja a la verga que se había metido por el agujero. ¡Era un

gloryhole

! Sabía de ellos por lo que hablaban sus compañeras en la escuela, pero jamás pensó que vería uno en vivo y en directo. Por un momento se sintió asqueada: un hombre, quizás un imbécil desesperado, se estaba excitando mientras escuchaba a dos chicas teniendo sexo. ¡Era lo último!

Lo que no comprendía era por qué Alice lo estaba masturbando. Ariadna se fijó por una fracción de segundo en aquella verga palpitante y venosa que se les había presentado, mientras preparaba qué insulto gritaría primero al pervertido del otro lado… pero, de alguna forma, no dijo nada. No golpeó la pared que los separaba, no le dio un puñetazo a la punta de esa verga, ni insultó a la madre de nadie, como tenía pensando.

Ese breve momento de duda lo aprovechó Alice para bajarle los pantalones a Ariadna, así como sus mojadas bragas. La menor de los White soltó el miembro del desconocido y se dobló para darle un beso al coño húmedo de su hermana. Eso hizo a Ariadna recuperar un poco la voz.

—¡Alice! ¿Qué estás haciendo? ¿Por qué tocaste el pene de ese tipo? ¡Y tú…! —No podía decirle nada al hombre del otro lado, cuya polla no había perdido ni un poco de vigor. Estaba allí, palpitante y expectante, y Ariadna no podía dejar de mirarla—. Tú, ¿cómo te…?

—Déjate llevar,

Twina

, porfa —pidió Alice, mientras repartía pequeños lametones en el clítoris de su hermana, o en su monte de venus, deleitándose en los pelitos—. ¿No crees que sería divertido?

—Pero, Alice, ¡no sabemos quién es este tipo! —exclamó Ariadna, con los ojos clavos en la punta rosada del pene que se ofrecía, que poco a poco fue haciéndose hacia atrás, tal vez atemorizado—. ¿Cómo entró, siquiera?

—¡Eso es lo entretenido! —dijo Alice, tomándole las nalgas a su hermanas, atrayendo su pelvis hacia su boca. Estaba lista para meterle la lengua, le fascinaba el coño de Ariadna desde el primer día que compartieron las sábanas—. Es morboso, ¿no? No sabemos quién es, y no me importa. Eso lo hace tan rico. Señor, ¡no se vaya, porfis! ¡Queremos su pene!

El miembro comenzó a alejarse, y Ariadna lo atrapó con sus dedos. Se sentía completamente dominada por ese pedazo de carne tan largo y grueso, y ya hasta se le habían empañado las gafas de lo caliente que estaba. No era un pene normal, había algo mágico en él. Se preguntó cómo sabría.

Alice dirigió la cabeza esta vez a la verga que se les presentaba, y Ariadna dobló las rodillas para quedar a esa altura también. La hija del medio de los White miró fascinada lo que tenía delante, cuya piel tiraba hacia atrás y hacia adelante con la mano, y su boca se le hizo agua.

—Es muy lindo, ¿no?

—Sí, lo es.

—¿Quieres probarlo conmigo?

—Sí.

Ambas comenzaron a lamer aquella punta rosada que se les ofrecía al mismo tiempo. Estaban increíblemente calientes, y podían notar que eso también entusiasmaba al hombre misterioso del otro lado.

Alice se acarició la conchita por debajo de la falda con una mano, y acompañó a Ariadna en sus caricias al tronco de la polla, que palpitaba cada vez más fuerte. Ariadna se había olvidado de su propio placer, estaba completamente ensimismada en lo que estaba haciendo con esa polla. Era como si le perteneciera, como si fuera su destino complacerla. Sabía que se estaba volviendo totalmente loca, pero no le importaba.

Se metió la verga a la boca, y cuando la punta tocó su campanilla en la garganta, casi se corre de gusto. ¿Por qué el pene de un desconocido le producía tanta satisfacción? Alice le levantó la camiseta y masajeó sus tetas, ahora dedicando sus labios a chupar y mordisquear los pezones de su hermana como sabía que le gustaba.

Ariadna aceleró los movimientos de su cuello y cabeza. Adelante y atrás, adelante y atrás, saboreando el líquido preseminal que el hombre del otro lado estaba liberando. Olía delicioso, le parecía un manjar del que nunca se iba a hartar. Era como si ya lo conociera, y le perteneciera.

Ariadna White se puso de pie y colocó el pene del desconocido en su entrepierna, mientras su hermanita aún le devoraba los senos. La cabeza de esa verga tan rica le rozó el clítoris, y ella se llevó un dedo a la lengua para lamerlo, mientras masturbaba a aquel hombre entre sus piernas, poniéndolo en la entrada de su vagina deseosa. No era como estar con Junior, era algo mucho más intenso y especial. Apoyó la cabeza en el muro del cubículo, y como por arte de magia, supo que el hombre al otro lado hizo lo mismo.

Twina

, déjate llevar por tu deseo… —musitó Alice.

—Pero no puedo… esto no es normal —dijo Ariadna con la respiración entrecortada. Estaba moviendo su pelvis rápidamente para frotarse con aquel miembro, no aguantaba más la tensión y la calentura—. Esto no está bien.

—Si se siente rico está bien. ¿Recuerdas cuando te lo dije?

—Pero…

—Estoy segura que él se siente bien también, sluurp, sluuuurp. Y hace mucho lo deseas, ¿no? Slurp, hmmmm. Dejen de ser estúpidos y déjense llevar, slurp, slurp, slurp.

Era cierto. Tenía que dejar de mentirse a sí misma. Estaba desesperada por liberarse, ya no podía controlarse. No cuando había estado lidiando tantos años, después de aquel primer beso, por terminar lo que empezaron esa noche, en el sofá de la sala.

—Aaaaahhhh, ahhhhhh, ¿Arthur? —preguntó, tímidamente, mientras se corría sobre la verga de su hermano, que jamás podría olvidar.

—¿Ari? —respondió éste al otro lado. Eran gemelos. Se conocían enteramente.

—Tómame de una buena vez, hijo de puta.

Ariadna soltó la polla, se volteó, y se apoyó esta vez en el retrete, inclinándose mientras le mostraba el culo levantado y sus enormes y bellas piernas, a quien fuese que entrase. Alice le abrió la puerta a su hermano, que entró como un perro en celo con la polla levantada.

—Eres increíble, Ari.

—Sí, y por eso vas a hacerme tuya, hermanote.

Ariadna se corrió por segunda vez, apenas el pene de su hermano se introdujo en su coño. Lo que sintió fue único, como si ahora sí estuviese completa. Como si esa fuese la respuesta a todas las preguntas que tuviese. Alice (que ahora se estaba masturbando frenéticamente ante la escena) la había convencido que estaba bien follar con uno que otro muchas veces durante las noches que durmieron juntas, y ahora sí que Ariadna lo haría… pero nadie sería nunca como su hermano gemelo. Nadie le daría jamás tanto placer como él le estaba dando… Pensando en eso, Ariadna se corrió por tercera vez, y Arthur tuvo que retirar su pene para que el

squirt

saliera disparado, manchando sus piernas, mientras le dedicaba una mirada cómplice a su hermanita.

—Alice.

—¡Voy! —gritó la hermana menor, poniéndose de rodillas para meter la lengua en el coño de su hermana, cuyas perfectas piernas comenzaron a temblar, y poder limpiarla bien.

—Hermanote…, me estás volviendo loca.

—Nunca pensé que sería así… ¿Cómo fui tan imbécil?

—Ambos lo fueron —dijo Alice, mientras se apartaba de su hermana, y apuntaba la espada de su hermano de vuelta a su funda, como le gustó imaginar.

Arthur tomó a su hermana de las caderas, y sin dejar de penetrarla la volteó para que se vieran de frente. Arthur le quitó a su hermana los anteojos, y pudo ver su rostro angelical, hermoso, dulce y completamente bajo el hechizo de Arthur White. Se deseaban mutuamente, y mientras unieron sus labios y sus lenguas apasionadamente, supieron que no necesitaban decírselo.

Arthur levantó a su hermana, y ésta lo abrazó con las piernas. Como un animal, Arthur la estampó contra el muro y comenzó a embestirla vigorosamente, con dureza y pasión, descontrolado. Ariadna se vino de nuevo, pero esta vez no pudo hacer más que gemir, pues su boca estaba atada con la de su hermano. Alice, entre tanto, al fin hizo algo que hacía mucho deseaba hacer.

Se colocó en cuchillas detrás de Ariadna, y le abrió las nalgas con las manos. Arthur, que pudo adivinar lo que su hermanita iba a hacer, realizó embestidas menos rápidas, pero sí mucho más profundas, para facilitarle a Alice el trabajo.

La más joven de los White comenzó a lamer el ano de su hermana, y se sorprendió de lo rica que era la experiencia. Cindy le había dicho que no había nada más rico que un beso negro, y dados los gritos explosivos de Ariadna, así era.

—¡Ohhhhh! Sigan, sigan por favooooor.

—¿Te gusta, Ari?

—¡Me encanta! Denme más, dame más, Arthur, estoy cachonda perdida, ¡me voy a correr otra vez!

—Eres increíble, estás deliciosa, Ari… Ahhhhhh, ahhhhhh.

Twina

, ¿podemos hacer esto más seguido?

—¡Te comeré el culo cada vez que follemos, hermanita! —gritó Ariadna, fuera de sí, diciendo cosas que jamás se atrevería a decir en voz alta. Se convertía en otra persona cuando follaba—. Ahhhh, me corro, hmmmmmm, ahhhhhh.

—Ari, voy a venirme también, estoy a punto…

—Gracias por avisarme, hermano. —Ari presionó fuertemente sus piernas alrededor de Arthur, aprisionándolo. Era su primera vez juntos, no iba a perder la oportunidad de ir con todo.

Arthur se estremeció, soltó un intenso grito, y se derramó al interior del coño de su hermana, liberando no solo su semilla, sino que también toda su tensión acumulada. ¡Qué mujeraza era su gemela! No podría volver a estar apartado de ella.

Los tres hermanos se limpiaron, agotados, aprovechando que estaban en un baño. Luego salieron por la misma puerta por donde entraron, y con Alice de la mano de sus hermanos mayores, tomaron rumbo de nuevo a la casa de los White, a las afueras del pueblo.

Continuará...