La Familia White (09)

Charlotte Black y su hermana Gabrielle quieren demostrarse cuánto se echaron de menos. Además, comparten algunos consejos sobre crianza mientras se besan en la laguna del pueblo...

Capítulo 9: Te eché de menos, hermana

Mientras Alexander White echaba una larga siesta después de haberse follado a su sobrina en la habitación familiar, la esposa del primero y los padres de la segunda conversaban animadamente en el jardín, mientras almorzaban con las mesas y sillas que había allí puestas. Ya se habían acabado, entre los tres, un six pack de cervezas como previa, y ahora estaban bebiendo del vino que trajeron los Rojo.

Hablaron de todo tipo de cosas, desde cómo estaban los asuntos en la granja de los White, en el viñedo de los Rojo, y los negocios en general. También discutieron temas como el clima, las escuelas de los muchachos, y cuándo se reuniría la familia entera. Gabrielle, en particular, tenía muchas ganas de volver a ver a sus otras dos hermanas, Elizabeth e Isabella, pero la primera estaba viviendo en su natal Inglaterra, y con la segunda habían perdido el contacto hacía poco, aunque Charlotte prometió hacer todos los intentos posibles.

Además, obviamente, hicieron parloteo sobre los dos que follaban arriba, y Charlotte le contó a su hermana y cuñado que tanto ella como Alexander ya se habían follado a su hija mayor, que la del medio se acostaba con la menor, que ésta probablemente también había cogido con Alexandra y Arthur a la vez, y que éstos dos habían sido los primeros que concretaron. Amador Rojo y Gabrielle Black aplaudieron los eventos, aunque tenían algunas dudas:

—Un momento, ¿eso significa que entre Arthur y Ariadna todavía no pasa nada? —preguntó Gabrielle, que se había estado acariciando sutilmente las piernas, que frotaba una contra otra, mientras le contaban las historias en la granja.

—No que yo sepa, y Alexandra también me lo dijo así. Son los únicos que faltan.

—¡Pero son gemelos!

—Creo que justamente por eso están tardando tanto, se conocen completa y literalmente desde la concepción, así que a ambos les ha costado dar el paso final después de esa primera vez…

—¿Cuál primera vez?

—Arthur y Ariadna estuvieron viendo unos videos que grabamos Alexander y yo para ellos. Al parecer se hicieron la paja viéndolos, y hasta se besaron, pero cuando estaban a punto de concretar, llegó Alexandra a destiempo, y desde allí no han intentado hacer nada.

—Ufff, qué pena… —A pesar de lo que dijo, Gabrielle llevó la mano un poco más cerca de su entrepierna, y su hermana notó lo duro que se le habían puesto los pezones.

—Pero dime algo, Charlotte, ¿tus hijos saben… bueno, lo de todos ustedes? —preguntó Amador, que hacía rato estaba empalmado, y miraba sin tapujos el culo de su cuñada cada vez que podía, pero ni lo uno ni lo otro le interesaba mostrar.

Nosotros

—le corrigió Charlotte—. Ya eres parte de la familia, querido. Pero bueno, Alex sí sabe de varias cosas y participa, desde luego, aunque no sabe todo; los demás solo sospechan algunas cosas, y estamos buscando el mejor momento para integrarlos a lo nuestro. ¿Y ustedes?

—Valentina sabe absolutamente todo, y compartimos la cama casi todas las noches. Junior solo sabe ciertas cosas, y todavía no se atreve a todo.

—Necesito que me digan cómo lo hicieron. Alexander y yo estamos buscando la mejor oportunidad, pero no sabemos cómo lo van a recibir, en especial Arthur y Ariadna. Cuéntenme todos los detalles, por favor.

—A mí se me ocurrió una idea mejor —intervino Gabrielle. Siempre había vivido de fiesta en fiesta, y aún así era la que peor manejaba el alcohol. Ya tenía las mejillas rojas, y comenzaba a acariciar con descaro la erección de su ardiente marido—. ¿Por qué no vamos a la laguna que está aquí cerca, como cuando éramos chicas? Así podemos hablar de todas las cosas, chapoteamos, disfrutamos de este hermoso sol y… bueno, podemos recordar viejos tiempos, hermana.

—¡Me parece genial! ¿Trajeron traje de baño?

—Siempre.

—¡Adelante, entonces! Amador, tú ve delante, cuñado. Hay cosas con las que las damas nos queremos entretener mientras caminamos hacia allá.

Y vaya que lo hicieron las dos hermanas inglesas. Tomadas del brazo como cuando eran jóvenes, Charlotte y Gabrielle cuchicheaban y se rieron por lo bajo mirando el trasero de Amador Rojo, que a pesar de sus cuarenta años, estaba en perfecta forma, era esbelto y varonil. Él sabía perfectamente lo que ellas hacían, pero eso solo le subía el ego, y le encantaba caminar por delante, mientras recogía fresas de los árboles, o hablaba con los vecinos. Y cuando se daba vuelta, su esposa y cuñada no perdían el tiempo en mirarle el paquete que se gastaba.

—Fue en lo primero que te fijaste, ¿eh, putita? —le preguntó Charlotte a su hermana. Sentía los pezones durísimos, y estaba sumamente mojada desde que se la chupó a Alexander aquella mañana. Esperaba que en la laguna no se notara tanto.

—Por supuesto que no… no solo eso, jajajaja —rio Gabrielle, que justo en ese momento le hizo ojitos a un muchacho que cortaba leños en el sendero, y hasta le hizo el gesto de chupársela mientras el chico se ponía nervioso—. ¿Le has visto los abdominales a mi marido?

—Bueno, debo decir que pone a cachonda a cualquiera, jaja.

—Y no me vengas con tonterías, el tuyo también. Alexander no tendrá el cuerpo de Amador, pero su polla, y su fuerza cuando folla, ufff, no tienen paragón…

—Bueno, no me fijé precisamente en su dinero, hermanita, jajaja.

Llegando a la laguna, se desvistieron rápidamente. Afortunadamente no había prácticamente nadie a esa hora, pues ellos habían almorzado mucho antes que las demás personas del pueblo, así que podían divertirse sin problemas.

Amador tenía puestos unos shorts cortos que abultaban su miembro más que sus pantalones ajustados habituales, y las mujeres no tenían idea cómo había sido eso posible. Con el cabello en una cola de caballo alta, la barba de dos días, los músculos, su piel morena… Cualquier mujer se hubiera muerto por devorarlo.

Charlotte se puso un bikini negro que hacía juego maravillosamente con su cabello rojo. La parte de arriba tenía un escote con forma de V, levantaba bien sus enormes senos, y ocultaba en parte la erección de sus pezones. La parte de abajo parecía hecha para levantarle el culito. Habría llamado la atención de cualquiera, y mientras se lo colocaba, imaginó a sus tres hijas y su hijo mirándola, desnudándola con la mirada.

Gabrielle llevaba un mini-bikini rojo, del mismo tono que su cabello, que poco dejaba a la imaginación. Sus curvas eran de espanto. La parte de arriba era un par de triángulos que cubría poco más allá que los pezones, y la de abajo era prácticamente un hilito. Los pocos hombres que pasaban por allí no pudieron evitar  mirarla, y algunos hasta le silbaron; ella se murió de gusto. Fue la primera que se lanzó al agua, para poder refrescar un poco la calentura.

Los tres estuvieron un rato nadando. Hacía mucho que necesitaban refrescarse en la laguna, en especial Charlotte y Gabrielle que la visitaban constantemente cuando eran jóvenes, junto a sus dos hermanas, apenas llegaron de Inglaterra. De hecho, fue en las cercanías que Charlotte conoció a su esposo. Ella estaba recordando eso cuando su hermana menor se le acercó por atrás y le pellizcó el trasero juguetonamente.

—¡Oye! ¡Gabrielle!

—Jajaja, vamos, diviértete un poco.

Charlotte persiguió a su hermana, buscando pellizcarla también. Amador había salido y se bronceaba bajo el sol, mientras miraba a las hermanas jugando como chiquillas, encantado. Charlotte atrapó a Gabrielle, siendo mejor nadadora, y ésta se llevó las manos al culo para evitar que la pellizcara allí. Como respuesta, Charlotte le tomó ambos pezones por sobre el bikini y se los pellizcó. Con el movimiento, la tela se corrió, y las tetas de Gabrielle quedaron al aire.

—¡Eres una hija de puta, jajaja! —rio Gabrielle, que no intentó acomodarse el bikini. Se hizo hacia adelante, le agarró las nalgas a su hermana, y la atrajo hacia sí. Sus pechos se tocaron entre sí, y Charlotte apenas hizo intentos de apartarse.

—Y tú estás completamente loca, ya suéltame boba, jaja.

—No quiero. Hace mucho que nos abrazábamos así, ¿no? —Las dos hermanas estaban peligrosamente cerca una de otra, con el agua a la altura de las rodillas. Gabrielle era solo un poco más baja que Charlotte, así que tuvo que hacer esfuerzos para que su rostro estuviera a la altura de la de su hermana.

—Bueno, ya somos grandes para eso, ¿no?

—Hay cosas que sí tienes muy grande, sin duda —dijo Gabrielle, mirando las tetas de su hermana, que se masajeaban a medida que movían las piernas en el agua—. Y un par de cositas muy duras también, hermana.

—Hermanita, eres muy traviesa. ¿Quieres hacer esto aquí, frente a tu esposo? —Charlotte le mostró una sonrisa cómplice a su cuñado, y éste se la devolvió desde la hierba. Estaba listo para cualquier cosa. Gabrielle también miró a su esposo, y su mejilla se unió a la de su hermana.

—Sí. Eso quiero, hermana. —Gabrielle le comenzó a acariciar las nalgas delicadamente a Charlotte, y ésta hizo lo propio masajeando con las manos sobre las tetas desnudas de su hermanita, poniendo especial atención en sus duros pezones—. ¿Te acuerdas cuando las cuatro hacíamos estas cosas?

—Me está poniendo algo cachonda recordarlo… Elizabeth era la que siempre iniciaba las cosas, e Isabella siempre era reacia al principio, hasta que se dejaba llevar. Y nosotras dos siempre empezábamos de la misma manera.

Gabrielle se acercó a su hermana, y le dio un tierno piquito en los labios. Charlotte hizo lo propio después, pero abriendo un poco la boca. Pronto, ambas hermanas estaban morreándose lascivamente, acariciándose las tetas y el culo. Sus lenguas al interior de la boca de la otra, jugando entre sí, moviéndose de arriba a abajo.

—Hermanita, siempre has sido muy buena con tu lengua —dijo Charlotte, tomando aire.

—¿Quieres saber cuánto he mejorado? —Gabrielle le desató hábilmente el bikini a su hermana, y sus enormes pechos quedaron al aire. No tardó ni un segundo en ponerse a lamer sus pezones con delicadeza e intensidad a la vez.

—¡¡¡¡Ohhh, hermanita, sí!!!! Sigue, sigue, chúpamelos bien.

—El sabor de tus pezones me enloquece, Charlotte, me ponen muy mojada —dijo Gabrielle, entretenida intercambiando besos, lamidas y chupadas a los pezones de su hermana, pasando de uno al otro rápidamente, de tal forma que ninguno quedara descuidado.

—Quiero saber qué tan mojada. —Charlotte le metió una mano dentro de la parte de abajo del bikini a su hermana menor, abrió sus labios fácilmente, y comenzó a acariciar su clítoris, comprobando lo mojado que estaba—. Wow, hermanita, estás como un río.

Gabrielle le bajó la tanga, desesperada, y sin esperar un segundo le acarició el clítoris también. Era mucho más agresiva e intensa que los dedos sensuales y cariñosos de Charlotte.

—¿Haces esto también con tu hijita, Gabrielle?

—Síiii, y luego hago que me lo coma. Ufff, de solo recordarlo, ahhh… síii….

—A mí me encantaría que me comieran Alice o Ariadna, mientras se la chupo a mi hijo, ah… tus dedos, hermanita… hmmmm, sí…

Ambas volvieron a cruzar sus lenguas, pero esta vez, tenían las caras de lado hacia Amador, que se hacía la paja intensamente. Era una visión espectacularmente morbosa, las dos le sonreían al apuesto latino y lo invitaban a unirse al espectáculo mientras seguían masturbándose una a la otra.

—Aún no; quiero ver un poco más —dijo él, con su voz grave, mientras se acomodaba apoyando la espalda en un árbol, para tener la mejor vista.

—Ok, querido —dijeron ambas a la vez, se procedieron a desnudarse rápidamente, lanzando los bikinis hacia Amador, que los tomó y se hizo la paja con ellos.

Las dos se sumergieron y se besaron con pasión, antes de meter sus dedos al interior del coño una de otra. Cada una introdujo dos dedos, que con habilidad casi idéntica empezaron a moverse al interior de su hermana, y las dos se estaban muriendo de placer.

—Ahhhhh, hermanita, dame más, dame más, sí, hmmmm.

—¡Me encanta, hermana! Me gusta lo que haces, ¡sigue, síiiiii! ¡Máaaaas!

Había gente alrededor, muchos de ellos eran vecinos de los White, que miraban la escena atentamente. En un pueblo así de pequeño, todos sabían las guarradas que les gustaba hacer a los otros, incluyendo el incesto, así que decidieron descansar en la hierba mientras disfrutaban del espectáculo en directo. Pero eso no era suficiente. Tras un rato de masturbación mutua, las dos mujeres salieron del agua y se recostaron en la hierba, cerca de Amador.

—¿Me dejas comerte el coño, hermana?

—Solo si tú me dejas a mí lamerte el tuyo.

Gabrielle recostó a Charlotte, y ésta sacó la lengua hacia arriba. Luego, Gabrielle se sentó en la lengua de su hermana, que hábilmente la penetró, y la hermana menor se dobló para poder realizarle sexo oral a Charlotte, que abrió las piernas lo más que pudo para facilitarle el trabajo. Ambas estaban realizando un perfecto 69, y se morían de gusto con ello.

—Si yo fuera una de tus hijas, no podría aguantarme de cogerte con la boca todas las mañanas, Charlotte, no sé por qué tardan tanto —dijo Gabrielle, lamiendo el clítoris de su hermana, mientras invitaba silenciosamente con la mirada a su esposo a unirse.

Amador le sonrió, y comenzó a acercarse sigilosamente.

—Yo tampoco, me encantaría que lo hicieran, y le haría esto mismo a la puta de tu hija —dijo Charlotte, degustando los jugos que le caían a la cara desde el coño de su hermanita.

—¡Me encanta que la trates así, porque eso es lo que es! Una putita lujuriosa, y una hija de puta también. ¿Me dejas comerte un poco el culo, hermana?

—Sí, por favor, hace rato que no me lo hacen.

Mientras Gabrielle le abría las nalgas a Charlotte, y acercaba su lengua a su agujero, Amador se ubicó entre las piernas abiertas de su cuñada, y ante la señal de su esposa, penetró el coño de Charlotte sin ningún aviso.

—¡¡¡Ohhhhh, cuánto extrañaba esta concha!!! —exclamó Amador Rojo.

—¡Hijo de puta! ¿Te atreves a penetrarme así nada más, sin avisar?

—¿Me das a decir que no disfrutas de su largo miembro y mi lengüita en tu culito? —preguntó Gabrielle, que penetraba el ano de su hermana con la lengua.

—No seas tonta, ¡¡me fascina!! Métemelo más, cuñado, más adentro, ¡más adentro! Hmmmm.

Las cinco o seis personas de alrededor ya no pudieron seguir haciendo sus cosas regulares. Algunas parejas se abrazaron y comenzaron a tocarse entre sí mientras miraban el trío familiar. Otras se acercaron un poco y admiraron con detalle la habilidad del tipo penetrando a una de las pelirrojas mientras la otra se movía sensualmente sobre el rostro de la primera. El saber que eran hermanas podía encender a cualquiera.

Cambiaron de posición. Amador se recostó en la hierba, y Charlotte se sentó en su miembro largo, duro, venoso y húmedo. La sensación de meterse un miembro, fuera de quien fuese, era tal vez lo mejor que había, pensó la mujer, mientras bajaba las caderas y se dejaba caer lentamente.

—Y si yo fuera Alexander te lo metería todos los días, es una de las mejores conchas que he tenido.

—Ohhhhh, sí, ahora veo por qué elegiste a este hombre, hermanita, hmmmmmmmmm.

—Síiiii, es lo mejor que hay, en especial cuando se corre, es un semental. Charlotte, dame lengua mientras esperamos su corrida. ¡Querido, cómeme el coño! ¡Hermana hermosa, dame tu lengua!

Gabrielle se sentó en la boca de su marido, frente a su hermana. Ambas se tomaron de las manos, sus pechos se rozaron, y comenzaron a besarse apasionadamente ante la atenta mirada de los testigos, algunos de los cuales se estaban masturbando.

Las caderas de las dos hermanas se movían casi al mismo ritmo, de arriba hacia abajo, de adelante hacia atrás, sus pezones se rozaban unos con los otros como si se besaran, y sus lenguas salivaban sin parar, derramándose sobre sus tetas.

—Me corro, hermana, el pene de tu marido está haciendo que me corra, aaaahhhhhhhhh.

—Yo también… ¡Querido, tómate mis jugos! Síiiiiiiiii

Estuvieron así unos minutos que se hicieron eternos. Amador se apartó rápidamente de su esposa y cuñada, mientras éstas estaban de rodillas, abrazadas, descansando de su orgasmo. Amador se colocó esta vez detrás de Gabrielle, y mientras ésta seguía pegada a su hermana, la penetró. No por delante, sino por atrás, como más le gustaba.

—Ni siquiera me lubricaste jajaja, eres un hijo de puta, querido.

—¿Ese hombre malo te está penetrando el culito, hermanita?

—Síiiii, hermana, es un hombre malo que me está dando muy fuerte por mi culito…

—No te preocupes, yo te daré amor, hermanita pequeña. —Charlotte tomó los senos de su hermana y se los lamió con toda la sensualidad del mundo, a la vez que le acariciaba el clítoris con los dedos. Gabrielle estaba en el cielo.

—Ambas son unas guarras, y no voy a aguantar mucho en tu ano, Gabrielle —dijo su esposo, agarrándola de la cintura y dándole nalgadas de vez en cuando mientras le taladraba el culo a su esposa, deleitándose con la abierta que estaba para él.

—Córrete entonces, hombre malo, córrete sobre nosotras.

—¡Allí voy! ¡Me vengo!

Amador se puso de pie, y tanto su esposa como su cuñada se pusieron de rodillas, con las lenguas afuera y las palmas hacia arriba. Él se pajeó un poco, hasta que se vino entre medio de enormes espasmos, soltando varios litros de semen caliente que fueron a parar a las las bocas de las dos hermanas, que movían la cabeza para recibir todos los chorros y no perderse ni una gota.

Cuando Amador cayó rendido hacia atrás, Charlotte y Gabrielle se percataron de que su audiencia se estaba haciendo la paja animosamente. El día todavía no acababa, y con el semen de Amador todavía en la boca, las dos mujeres se abrazaron nuevamente, agarrándose las nalgas mutuamente.

—Quien quiera venirse, puede hacerlo sobre nosotras.

—Las hermanas Black estamos listas para ustedes.

Y todos se acercaron, con las pollas y coños listos. No pasó mucho tiempo hasta que varios litros de jugos cayeron sobre ellas, que se deleitaron. Recién ahí el día tuvo el clímax que Charlotte Black esperaba desde la mañana.

—Vaya que te eché de menos, hermana.

—Y yo a ti también.

—Entonces… ¿qué hago para atraer a mis hijas e hijo?

—Ah, cierto, jajaja. Escucha, esto es lo que tú y Alexander van a hacer.

Continuará...