La Familia White (07)

Alice está desesperada por unirse a los juegos familiares. Convencida por su amiga Cindy, intenta una movida doble, seduciendo a la vez tanto a Alexandra como a Arthur.

Capítulo 7: Integrando a Alice

—¿Alex? Vamos, date prisa, tengo que entrar —suplicó Arthur White, frente a la puerta del baño. Tenía mucha prisa para entrar, y no se esperó que su hermana mayor estuviera duchándose tan temprano en la mañana.

—¡No seas idiota! —respondió ella desde la ducha, a gritos, como correspondía—. ¡Entra y haz tus cosas, soy tu hermana!

—La puta que te parió, Alex. —En realidad, en otras circunstancias, lo habría hecho de todos modos desde el principio, pero esta mañana, había algo distinto. Tenía una erección de campeonato producto de todos los sueños húmedos que había tenido durante la noche. En su mundo onírico, habían pasado por su polla Ariadna, Alex, mamá y Alice, en ese orden, y luego habrían sido las cuatro a la vez de no ser porque se despertó con ganas de mear. Lamentablemente, su gemela era demasiado terca para entender cómo debían (o podían) ser las cosas.

Entró al baño intentando ocultar la erección, pues no quería que su hermana pensara que solo era un caliente de mierda que quería follar a cada momento. Claro, lo cierto era que generalmente era ella quien lo llevaba al granero, o a su habitación, o al sótano, o al motel del pueblo para echar un polvo, pero aún así no quería que ella pensara en él como un desesperado sexual.

Por supuesto, se equivocó rotundamente. Después de intentar apuntar bien la meada en el excusado, producto de la erección, su pelirroja hermana mayor corrió las persianas de la ducha y lo miró con su típica sonrisa de guarrilla sin control.

—Ufff, hermano, pero qué pedazo de polla te gastas esa mañana.

—No seas tonta, Alex, estoy meando ahora —le dijo él, algo divertido. Era obvio que su hermana no se había pasado ni por un segundo por la mente lo que él había pensado.

—Así puedo ver, estás como un caballo. Y, la verdad… —Alexandra descorrió completamente la persiana, y Arthur pudo verla desnuda en todo su esplendor. Enormes tetas, pelo rojo mojado, tanto sobre la cabeza como un poco en el monte de venus, unas caderas de impacto, y unos labios carnosos. Se llevó el dedo traviesamente a la boca mientras miraba el líquido dorado intentar entrar al retrete—. Y de hecho, se me ocurren algunas ideas para más adelante. Pero por ahora, ¿por qué no acabas pronto, te quitas la ropa y me acompañas de una vez?

—¿Estás segura?

—¿Existe mejor forma de empezar la mañana que con una gran polla en mi interior? Lo dudo.

Así que así lo hizo. Tras terminar, Arthur se quitó los harapos que le servían de pijama, y sin demora se metió a la ducha. Lo demás fue rápido e instantáneo.

Arthur le agarró fuertemente el culo y le besó el cuello, como sabía que le gustaba. Ella le acarició el miembro, y lo llevó a su entrepierna para que le frotara el clítoris. Después de un rato, Arthur se puso de rodillas para poder realizarle sexo oral a su hermana, y ésta lo recibió con gusto.

—Uffff, qué rico, Arthur, hmmmm —gimió ella, mientras levantaba una pierna para facilitarle el trabajo a su hermano, que pasaba la lengua por la apertura de su coño, y le acariciaba el clítoris hinchado—. Eso, eso es, fóllate a tu hermana con tu lengua…

—Como tú ordenes —asintió él, procediendo a introducir la lengua en el coño de su hermana. Ésta se estremeció del gusto.

—¡¡Ahhh!! Ahhhhhhhh…

Alexandra no tardó en correrse en la boca de su hermano. El joven quedó con la boca y la cara llena de jugos, y estaba a punto de lavarse con el agua de la regadera hasta que Alexandra le hizo levantarse. Le tomó la cara con las manos, y comenzó a lamerle el rostro entero, bebiéndose sus propios jugos vaginales.

—¿Te das cuenta lo guarra que eres, Alex?

—Bueno, así es como te gusta, ¿no? Además, tu polla está bastante contenta ante esto, ja, ja.

Era cierto. Arthur estaba excitadísimo. De puro cortés no había pedido a su hermana poder metérsela. Ahora tampoco tuvo que hacerlo, y Alex tuvo la cortesía de voltearse, levantar el culito, y abrirse los labios vaginales, invitando a su hermano a su interior.

—¿Vienes?

—¡Con gusto, puta!

Arthur estuvo a punto de correrse cuando penetró a su hermana, pero logró contenerse. ¡Pero qué gusto tenía! Estaba viviendo el sueño de follarse cómo y cuando quisiera a su hermana, un primor de campeonato, y no quería que nunca acabase.

—¡Me encanta! ¡Me encanta cómo me das caña, Arthur! —Alexandra se estremeció, sintió que tuvo una pequeña explosión, pero eso no la detuvo, y siguió dejándose follar fuertemente por Arthur.

—Estás muy apretada, putita, ¡qué buen coño tienes! —Arthur la observó detenidamente. Podía ver su culo en todo su esplendor, y Alexandra le regalaba una vista preciosa de su rostro, torciendo el cuello hacia atrás, con la lengua afuera y los ojos desorbitados a medida que la penetraba—. ¡Pero qué sexy te ves en esta posición, hija de puta!

—Sí, sí, soy una hija de puta, una hermana de dos putas y una puta sin remedio! ¡Ah, ah, ah, ahhh! Arthur, por favor, prométeme que cada vez que tengas ganas, me vas a quitar lo que lleve puesto y me la vas a meter! ¿Sí? ¿Sí, por favor?

—¿Estás segura, cabrona?

—¡Sí! Cada vez que quieras, me subes la falda, o me bajas el short, o lo que lleve, y me lo metes. Ni siquiera me preguntes. ¡Simplemente me lo tienes que meter!

La excitación estaba llegando a sus límites. Ambos estaban al borde del clímax. Arthur iba a llenar completamente a su hermana, y Alexandra iba a cubrir de jugos el enorme pene de su hermano. Arthur agarró fuertemente las nalgas de su hermana, aceleró y aumentó la intensidad de sus embestidas en el culo de su hermana. Alexandra se agarró sus propias tetas, y las acercó a su lengua para poder lamerlas. ¡Pero qué gusto era una buena polla!, pensó. Jamás podría vivir sin una.

En eso estaban, cerca de correrse, cuando escucharon un gemido detrás de ellos. Sin dejar de penetrar a Alexandra, Arthur se volteó hacia fuera de la ducha, y juntos encontraron una escena que los dejó de piedra.

Alice estaba allí, de pie, con sus coletitas, mirándolos. Masturbándose mientras miraba a sus hermanos follar, acariciándose la entrepierna con ambas manos. Tenía las bragas a la altura de las rodillas, se estaba sujetando la camiseta de pijama con la boca para que sus pequeñas tetas quedaran afuera, y los observaba con ojos llenos de lujuria y placer. Su lengua estaba afuera, frotaba sus piernas una contra la otra, y parecía a punto de estallar.

En esas circunstancias, se suponía que Arthur y Alex debían parar, pero ninguno de los dos estaba en condiciones para ello. Alexandra se irguió, pegó su espalda al pecho de su hermano, y le abrazó el cuello con los brazos, permitiéndole a Alice observar la penetración, y el cuerpazo de su hermana mayor, en todo su esplendor.

—Alex, Alex… voy a….

—Yo también, hermano, esto es demasiado para mí.

—Ahh… ahhhhhh… —gimió Alice, que movió los dedos con más rapidez al interior de su coñito.

—Arthur, lléname por favor. Lléname completa. Llena a tu puta de lefa.

—Me corro… ¡Me corrooooo!

Arthur se derramó al interior de la vagina de su hermana mayor, y ésta expulsó un grito que retumbó en toda la casa. Sin dejar de mirar a su hermana menor, Alexandra también se corrió de puro gusto, por tercera vez en la sesión.

Alexandra y Arthur cerraron los ojos, e intentaron recuperar el autocontrol y el aliento. Alex abrió el agua helada, y pudieron refrescarse, y aliviar un poco el calor que tenían. Cuando volvieron a mirar al baño, Alice había desaparecido.

—Oye… imaginé a nuestra hermanita angelical haciéndose la paja, ¿verdad?

—Creo que no, ja, ja, ja. Ya sabía que nuestra hermanita no era tan inocente como parecía.

—No sé, Alex… creo que hay un límite, ¿no? ¿No es muy joven?

—Puede ser. Ya veremos. Por ahora, bésame, hermanito.

Alice corrió a su habitación, se encerró, subió a la cama, y encendió el teléfono. Sin mediar un instante, le escribió a Cindy (con todas las faltas de ortografía que permitían los teléfonos), su amiga de toda la vida:

“No te imaginas lo ke acabo de ver.”

Cindy no tardó ni dos segundos en ver el mensaje y responderle.

“Cuéntame todo”, dijo, y agregó una carita acalorada.

Twino

y la

Roja

estaban haciéndolo jijiji”, escribió Alice, agregando unas cuantas caritas sonrojadas. Cindy le respondió con tres símbolos: un pepino, un durazno y un signo de pregunta. “Sí eso mismo jijiji.”

“Ufff Ali, no sabes lo mojada ke me pongo al leer eso. ¡Dos hermanos follando!”, exclamó Cindy en su texto. “¿Lo isiste con tu otra hermana anoche tanbién?”

“Síiiiiii”

“¿Y ke tal?”

“Su conchita es muy mojada y muy rika,

Cini”

escribió Alice, notando como le subía la temperatura otra vez. Sintió sus braguitas humedeciéndose, a pesar de que se acababa de venir mirando a Arthur y Alexandra.

“¿Le pasaste tu lenguita como t dije, cari?”

“Siiiii, y ella m lo hiso tanbien” escribió Alice, recordando cómo Ariadna y ella practicaron por primera vez un 69, una experiencia increíble.

Cindy le envió un pequeño

gif

a su amiga, donde aparecía ella, una chica de piel morena, cabello negro, ojos grises y curvas pronunciadas a pesar de su edad. Se estaba abanicando sobre los pechos, que mostró bajándose un poco la escotada camiseta de tirantes.

“Me está dando mucho calor, cari. Sigue”

“A mí tanbien” dijo Alice, que continuó escribiendo. “Y aora vi a

Twino

asiendoselo a la

Roja

en la ducha. La tenía inklinada contra la muralla, y era muy rapido y fuerte”.

Cindy le envió otro videíto desde su casa, donde se ponía en cuatro frente a la cámara, dejando ver sus tetitas debajo de la camiseta, y lamía y chupaba sensualmente su dedo índice. Añadió un texto que preguntaba “¿T dieron ganas de comersela?”

“Siiiiiiii, ase mucho ke kiero, es muy grande y larga”. Alice se quitó el shortcito y las braguitas, se abrió de piernas, se grabó abriéndose los labios vaginales, y su coñito chorreó sobre la cama. “Estoy así de umeda”, le escribió a Cindy. Luego, mientras esperaba la respuesta de su amiga, Alice comenzó a acariciarle el clítoris, notando lo excitada que le ponía hablar de esas cosas con ella.

Cindy le envió un nuevo video. En éste, ya sin su camiseta y con las tetitas al aire, Cindy miraba seductoramente a la cámara (o lo que era lo mismo, a Alice), y se ponía a lamer lujuriosamente la pantalla. También aprovechó de grabarle un mensaje hablado:

—Así te lo haría, Ali. Me dan muchas ganas de comerte esa cosita deliciosa.

Alice también le habló al micrófono, mientra se grababa masturbándose frenéticamente.

—Yo también quiero. Estoy muy caliente,

Cini

.

Decir esas cosas en un micrófono le puso a mil. Se sentía muy sexy. Sentía que había muchas cosas divertidas y deliciosas que quería hacer. Justo pensaba en eso cuando, tras más o menos un minuto, Cindy respondió con un video un poco más largo que los demás.

En el video, Cindy se quitaba los pantalones, y solo en bragas salía de su habitación mientras se grababa. Se dirigía a otra habitación, abría la puerta, y aparecía su hermano mayor en escena, un muchacho alto y morenazo, que la quedó mirando con los ojos como plato. El video terminaba con el rostro de Cindy y un riquísimo mensaje:

—No aguanto más, me voy a follar a mi hermano. Te sugiero lo mismo, Ali, jaja.

Alice White dejó el teléfono de lado. Era cierto, era una buena idea. ¿Por qué iba a seguir resistiéndose? Pero la verdad era que estaba a punto de correrse, y no alcanzaría ni siquiera a llegar a la puerta. Lo mejor era esperar a la tarde. Y no se contentaría solo con “su hermano”.

Durante el almuerzo, se le ocurrió un plan sensacional, basado en lo que Arthur había hablado con Alexandra. Que lo harían cada vez que el primero tuviera ganas. Por lo que Cindy le había dicho, los hombres no podían regularmente hacerlo una y otra vez sin parar, como las chicas, así que después de la agotadora sesión en la ducha, tendría que estimularlo activamente.

Para ello, comenzó con cambiarse de ropa. Se puso el conjunto completo que su tía Gabrielle le había regalado el verano pasado. Era su ropa más reveladora: un top blanco que dejaba su cintura completamente descubierta y marcaba muy bien sus tetitas; una falda azul con vuelitos, muy corta, que le llegaba apenas por debajo del culito; y unas braguitas blancas con algo de encaje que había ocultado de su madre. Se dejó suelto el cabello castaño en lugar de atarlo, se puso unas zapatillas deportivas que le gustaban, y lo primero que hizo cuando vio a su hermano mayor sentado en el sofá, viendo televisión, fue lanzarse a su cuello para besarle la mejilla.

—¡Ali! —se sobresaltó él, que estaba solo en ese momento.

—¡Hola,

Twino

! ¿Qué ves? —Alice separó las piernas y se sentó sobre una de las rodillas de su hermano, inclinándose levemente hacia adelante para que sus senos resaltaran más.

—B-bueno, ¿no lo ves? Veo tele —dijo éste, con los ojos pegados en lo que su hermana menor le mostraba. ¡Qué cuerpo tenía! Se preguntó si debía hablarle de lo que había pasado en el baño, pero lo cierto era que no se atrevía. Quería convencerse de que había sido una ensoñación.

—¿Y qué ves? —Alice giró la cabeza, y con el movimiento, su entrepierna rozó con el muslo de Arthur. Sintió un gran gustito allí, pero se controló, o perdería la oportunidad.

—Las peleas. Oye, ¿no tienes que estudiar o algo, Ali?

—Nah, ya terminé. Además, estoy muy cómoda aquí. Igual que estaba cómoda frente a ustedes.

—…Eh…

—¿Siempre son tan musculosos esos tipos?

—Vamos, boba, jajaja —rio Arthur, nerviosamente, apartando a su hermana con gentileza. Era la única de sus hermanas con la que no había tenido problemas nunca. Era su adoración—. ¿Por qué no sales a ver a tu amiga? No te quiero aburrir con esto.

—¿Hm? —Alice le dio la espalda a su hermano, miró la televisión, y se inclinó levemente, fingiendo que ponía mucha atención a la pantalla—. Tal vez tienes razón,

Twino

, no le veo lo divertido a esto.

—S-sí, cierto, cierto —dijo Arthur, titubeando. Alice pudo ver de reojo cómo Arthur intentaba con todas sus fuerzas no mirar la entrepierna de su hermana—. Vete ya, entonces.

—¡Ok! ¡Nos vemos! —dijo Alice, y salió de la sala caminando a saltitos, con lo que su faldita se elevaba constantemente.

Alexandra estaba en la cocina, hablando por teléfono con mamá, que estaba en ese momento en el pueblo comprando. Alex saludó a su hermanita con un gesto de la mano, y Alice se dirigió a la despensa. De allí sacó un

lollipop

redondo, sabor frutilla, rojo como los labios de su hermana. Alice se sentó en el mesón de la cocina de un salto, justo frente a su hermana mayor.

—Sí, mamá, yo me encargo del gallo después —dijo Alexandra, en el teléfono—. Sí, ¿podrías traer algunos más? Quizás uno… hm…

¿Qué pasa, hija?

—alcanzó a escucharse la voz de su madre en el altavoz.

Alexandra tenía los ojos clavados en su hermana menor. Alice le devolvía la mirada atentamente, con los labios medianamente abiertos (tal como Cindy le había enseñado), y llevándose muy lentamente el

lollipop

a la boca.

—Ah, n-nada, mamá, disculpa.

¿Qué querías pedir?

—Un pepino o dos. Grandes —dijo Alexandra, sin pensar.

Alice se abrió de piernas, apenas mostrando a su hermana mayor parte de sus braguitas blancas y húmedas. Comenzó a darle pequeños lametones a su dulce, sin dejar nunca de mirar a Alexandra, pestañeando coquetamente de vez en cuando.

Oh… ya veo, hija. Vaya que eres pícara, putita

—dijo mamá, quizás pensando que solo la hija con la que había follado la estaba escuchando.

Alice, al oír las palabras de su madre, se estremeció y se llevó el

lollipop

a la boca. Alex se relamió los labios, apenas pestañeando. Alice se bajó del mesón, y salió otra vez de la casa.

—Sí, mamá. Sí que lo soy —dijo Alexandra.

La más joven de la familia se pasó varias veces caminando, moviendo el culito, frente a Alex, y especialmente Arthur. Ninguno de los dos pudo evitar mirar a su sensual hermana menor, incluso aunque lo intentaron. Alice lo tuvo que hacer durante poco menos de una hora. Comenzaba a perder la esperanza de que su plan funcionara, hasta que, oculta en la escalera, vio a Arthur ponerse de pie y salir de la casa. Alice pudo ver lo empalmado que estaba, se entusiasmó, y siguió a su hermano al granero, donde Alexandra estaba contando sus reservas.

Alice vio entrar a Arthur, y lo siguió por detrás. Luego, la chica se ocultó detrás de unas reservas de trigo, y pudo contemplar con todo detalle la escena que se armó. Arthur llegó hasta Alexandra y la abrazó por detrás. Alex se dio vuelta y besó a su hermano apasionadamente. Ambos comenzaron a tocarse debajo de la ropa, casi de inmediato.

—Quiero follar —dijo él.

—Ja, ja, lo sé, pero te dije que no tienes ni que pedirlo. Siempre estoy húmeda para ti.

—¡Qué puta que eres! —dijo Arthur, pellizcándole los pezones bajo la camisa.

—Ufff, Arthur, estás muy intenso ahora… ¡Ay, pero qué duro que estás! —exclamó Alex, cuando metió la mano bajo el pantalón de su hermano.

—Ya sé, ya sé, es Alice… no sé qué le pasó, pero estaba… —Arthur metió la mano también dentro del pantalón de su hermana—. Tú también estás súper mojada.

—Nuestra hermanita también me visitó varias veces. ¡Qué putita que está hecha! Me tuvo echando humos la muy puta.

—¡No digas eso! —reprochó su hermano, mientras empezaba a lamerle el cuello a Alexandra—. Quizás está imitando lo que haces, o mamá, no sé… ¿cómo puede actuar así siendo tan joven?

—Pfff, yo era igual o peor cuando tenía su edad. —Alex le abrió el pantalón a Arthur, se puso en cuclillas, le agarró la polla y comenzó a hacerle una deliciosa paja—. Pero sí, es súper sexy la putita. Ay, vamos, no me mires así, lo digo con cariño. Si se hubiera quedado un rato más mirándome así la última vez, me hubiera lanzado encima de ella.

—¿Y qué le hubieras hecho? —preguntó Arthur, perdiendo el control otra vez, dejándose llevar por la imaginación. Alexandra se llevó la mano a la entrepierna mientras pajeaba a su hermano, y se comenzó a masturbar también.

—Le hubiera quitado la ropita, la hubiera acariciado todita, le habría besado entera… ufff, es hermosa mi hermanita, ¡y cómo se veía hoy de sexy! —Alex se metió el pene de Arthur a la boca, y comenzó a chupárselo rápidamente, hasta el fondo, emitiendo gemidos lascivos cada vez que la punta de la polla de su hermano le bajaba por la garganta.

—¡Ohhhh, Alex! ¡Estás muy intensa hoy!

Alexandra pasó la lengua alrededor del tronco, y mientras se acariciaba el clítoris, masajeó las bolas de Arthur con su mano libre. Le encantaba hacerle sexo oral a su hermano. Le encantaba chupar pollas, no podía evitarlo.

Después de un rato, ambos estaban listos. Arthur recostó a su hermana mayor sobre la paja. Le levantó las piernas y las apoyó sobre sus hombros. Alex le suplicó que se lo metiera, y cerró los ojos mientras era penetrada de un solo tirón por su hermano.

—¡¡¡¡¡Ahhhhhhhh, sí!!!!! No me canso de eso. ¡Fóllame duro, no tengas piedad!

—¡Qué guarra eres, hermana! —Arthur comenzó a penetrar fuertemente a Alex. No tenía piedad ni contemplaciones. Sabía que a su hermana pelirroja le gustaba cuando la trataba duramente, cuando la follaba duro y como un perro en celo. Le agarró de la cintura, y la atrajo hacia él con los brazos al mismo tiempo que sus caderas hacían el movimiento contrario.

—¡Ohhh, eso es nuevo! ¡Dame duro, hermano, sí, sí!

—¡Está muy rico, Alex! Estoy muy caliente, te quiero follar a cada momento.

—Hazlo, soy toda tuyaaaaaaaaaaaa.

De pronto, Arthur tuvo un escalofrío en la espalda. Se quedó de piedra cuando comenzó a sentir lametones a lo largo de la espalda. Ni siquiera pudo voltearse.

—¿Pasa algo, hermanito? —Alexandra, sorprendida a que su hermano se detuviera, abrió los ojos, y encontró a Arthur abrazado por otra chica. Al mirar más detenidamente, notó a su hermanita menor, con su cabello suelto y la misma ropa seductora de antes, lamiendo silenciosamente la espalda de su hermano mientras se metía la mano debajo de la faldita—. Oh.

—A-Alice… e-espera, esto no… —Arthur iba a protestar, cuando su hermana mayor lo atrajo hacia ella, y le calló con un beso. Ya no había vuelta atrás.

Arthur se separó de Alexandra, y se volteó hacia atrás. Alice lo miró con tanta pasión como si fuera una experimentada lujuriosa, le cruzó los brazos alrededor del cuello, y le dio un tierno piquito de prueba a su hermano mayor. Sus labios sabían increíbles.

Alice volvió a intentarlo, y esta vez abrió la boca para invitar a Arthur a que le metiera la lengua. Él así lo hizo, y su lengua se metió hasta su garganta, con algo de agresividad que le dio mucho gusto. Era diferente en sus besos a Ariadna o Cindy.

Luego, Alice se apartó de su hermano, se puso delante de él, y se inclinó para que se le levantara la faldita nuevamente. Al mismo tiempo, se recostó sobre su hermana mayor, y sin decir una sola palabra, se acercó a su rostro. Alexandra, ni corta ni perezosa, abrió la boca y sacó la lengua. Alice la imitó. Sin tocarse los labios, ambas hermanas se dedicaron a juguetear con las lenguas, en el morreo más morboso que había tenido. En menos de un minuto, había aprendido dos nuevas maneras de besar.

Alexandra le sacó el top a su hermanita, y lo arrojó a un lado. Con las tetitas frente a ella, la pelirroja no se tardó un segundo en comenzar a masajearlas mientras su lengua hacía lo mismo con la de Alice. Arthur, detrás de ella, le bajó las braguitas sin quitarle la falda, se inclinó frente a su rajita, y comenzó a realizarle sexo oral.

—¡Ahhhhhhhhhh! —gritó Alice tiernamente, cuando sintió la lengua experta de su hermano no solo por encima de su clítoris, sino también al interior de su agujero virgen. ¡Qué gusto sentía! ¡Qué rico era! Al mismo tiempo, Alexandra se encargó de besarle los pezones erectos.

—¿Te gusta, hermanita querida?

—Sí, mucho —dijo Alice, apenas en un susurro.

—¿Puedo probarte?

—Sí.

Alexandra y Arthur cambiaron posiciones. Alexandra besó a su hermano fugazmente, para saborear los restos de los jugos vaginales de Alice, antes de hacerlo ella misma. Se arrodilló detrás de su hermana, le tomó las nalgas con las manos, y le comenzó a pasar la lengua por el coñito. ¡Qué rico sabe!, pensó. Podría saborear esos líquidos toda la vida.

En tanto, Arthur se colocó de rodillas frente a Alice, que estaba en cuatro patas. Por primera vez, Alice se enfrentó a una polla en vivo y en directo por primera vez. Larga, venosa, dura, había soñado tantas veces con algo así, que en lugar de sentirse intimidada, la tomó con una mano, y tal como había hecho con el dulce antes, comenzó a darle pequeños lametones en la punta. La visión de su hermanita haciendo algo tan dulce e inocente, y a la vez tan sexy y lascivo a pesar de su torpeza, lo puso a mil.

—Me encanta, ¡me encanta tu coñito, Alice! —exclamó Alexandra.

—Hmm, hmmmm —dijo Alice, comenzando lentamente a meterse la larga polla de Arthur en la boca. No iba a detenerse hasta poder lograr algo así.

—Sé que te quieres meter eso, pero tienes que acostumbrar esta cosita primero, ¿ok? ¿Confías en mí, cariño?

—Sí… —dijo Alice, antes de intentar abrir más la boca, y meterse completa la punta del pene de Arthur, a la vez que lo masajeaba con las manos.

Alexandra se colocó en posición, y mientras contentaba con su mano izquierda su “conejo travieso”, como le llamaba, usó la mano derecha para estrenar a su hermanita. Con el pulgar acarició su clítoris, y cuando notó que estaba hecha un grifo chorreado sus muslos, Alexandra le metió lentamente el dedo índice en su interior. Alice no protestó en ningún instante, y consiguió chupándosela a su hermano mayor.

—¿Te duele, Alice? —preguntó Alexandra.

—No… no, me gusta —respondió la hermana menor, sonriendo, y volviéndose a meter el rabo de Arthur a la boca, esta vez con más facilidad que antes.

—Dios, cómo me pone escucharte decir eso, Alice —dijo Arthur, dejándose llevar por el placer que le estaba dando su hermanita—. Voy a correrme pronto. Alex, te quiero follar…

—Pues, hazlo cariño. Fóllame. Alice, ¿quieres comerme el coño?

—¡Sí! Sí, por favor.

Alexandra se recostó en la paja, y le pidió a Alice que se sentara sobre su rostro. Sin darle ninguna indicación, la hermana menor se dobló hacia adelante, y comenzó a masajear el clítoris de la mayor, en un perfecto 69. Arthur le abrió entonces las piernas a Alexandra, y la penetró bruscamente, sin contemplaciones, mientras veía la cabecita de Alice darle lametones a su hermana.

—¡Ohhh! ¡Qué vista tengo! ¡Son increíbles!

—Slurp, slurp, slurp —eran los rápidos sonidos de Alice lamiendo el clítoris de Alexandra—. ¡Qué rico! Hmmmm…

—¡Ah, eso es, fóllame, hermano! —exclamó Alexandra, mientras masajeaba el clítoris de Alice con una mano, y le introducía un dedo de la otra al coñito—. ¡Alice, cariño! ¿Quién te enseñó a lamer así? Me haces volverme loca, ahhhhh.

Twina

—respondió simplemente Alice, y eso fue todo lo que Arthur necesitó escuchar.

Incrementó la fuerza y velocidad de los envites, imaginándose a sus tres hermanas follando entre sí, lo que hizo que Alexandra se corriera de gusto.

—¡Me corro! ¡Me corro!

—¡¡¡Ahhhhhhhhhh!!! —Alice, por su parte, también se corrió, y sus jugos salieron como locos sobre la cara de Alex, que se los tragó gustosa.

Arthur se puso de pie, y les pidió a Alice y Alexandra que se arrodillaran frente a él. Si iba a tener una jornada tan sexy, lo haría hasta el final en sus términos. Ellas, obedientes, así lo hicieron, y comenzaron a lamer juntas la punta de la polla frente a ellas mientras él se hacía la paja. No pasó mucho rato hasta que él anunció su orgasmo.

—Alice, las buenas putitas se tragan toda la lechita, ¿ok?

—¡Sí, eso quiero!

—Así que abre la boca, y di “aahhh”.

—Aaaahhhh —exclamó Alice, desesperada por hacer lo que hace tanto había deseado, después de todas las cosas que Cindy le había contado. Se moría por probar el semen

Ambas hermanas abrieron la boca, sacaron la lengua, y Arthur allí apuntó los chorros de lefa caliente. Las chicas le sonrieron con la boca abierta, y recibieron gustosas el semen de su hermano. Alice, sin perder tiempo, se tragó todo lo que tenía de un solo sorbo, ante la sorpresa de sus hermanos. Luego, Alexandra le sonrió coquetamente, y para cerrar la sesión con broche de oro, le tomó el rostro con las manos, y la besó efusivamente, compartiendo su ración. Sus lenguas volvieron a juguetear apenas entraron en contacto. Arthur cayó de espaldas, convencido de que estaba en el mejor sueño del mundo. Alexandra le siguió.

En tanto, Alice sentía que su vida recién comenzaba a ponerse más interesante. Solo le faltaba un único elemento, un único lazo que atar, pero convencer a Ariadna y Arthur a dejar de lado sus tabúes iba a ser más complicado de lo que pensaba. Pero no imposible.

Continuará..